El arte se ha mostrado como fuente de conocimiento de la humanidad para cada ser humano en particular; tanto de conocimiento propio de su época, como referencial hacia etapas anteriores, proporcionando, además, una visión prospectiva del futuro que es posible avizorar. El arte es una forma de conocimiento en sí mismo que permite el desenvolvimiento de procesos cognitivos en el hombre. Todo conocimiento se origina en el continuo intercambio sensorial de nuestro organismo con el entorno que nos rodea. Esta constante interrelación provee y nutre al sistema nervioso de estímulos que favorecen su óptimo desarrollo. La cultura, requiere de la experiencia pues ésta influirá en lo que cada ser humano habrá de ser. Por el arte es posible calibrar la experiencia y expresar esa aprehensión cualitativa del mundo. El trabajo en las artes no sólo se constriñe a crear obras, como señalaba Joseph Beuys, sino que se orienta primordialmente a crear la vida misma del artista, afinando sus capacidades, orientando sus actitudes, satisfaciendo su búsqueda de significados, estableciendo interrelaciones con la sociedad, esclareciendo y ampliando su conciencia. Mediante el trabajo en las artes es posible pasar del ámbito individual o privado al de carácter público, transfiriendo el resultado de las experiencias a los otros, compartiendo el conocimiento. No obstante, los saberes obtenidos por el arte poseen la cualidad de estimular la imaginación, potenciada por el cúmulo de elementos sensoriales que caracterizan la experiencia artística. Es por eso que uno de los alcances formativos del arte es, precisamente, su dimensión cognitiva. Decía George Bernard Shaw: “Me limito a llamar la atención sobre el hecho de que las bellas artes son el único maestro fuera de la tortura.” A diferencia de las ciencias duras, las artes promueven una transferencia de conocimiento sustentada en el universo sensible, en el que lo racional y lo intuitivo alcanzan una operatividad equidistante en la producción de sus obras, así como en los rasgos representativos en que se desenvuelve su proceder en la creación de conocimiento humano. Es necesario, hacer un recorrido por las funciones cognitivas, como es el caso de la representación. Cuando surge una idea en la mente del artista, la idea para concretarse ha de buscar su representación, la cual no implica la realización mecánica facsimilar de la idea tal y como apareció en la mente del creador, sino que entraña un complejo proceso de adecuaciones producto de los obstáculos y las alternativas planteadas por los materiales, las técnicas, los soportes e, incluso, las propias aptitudes, en la traducción hacia la representación de lo que constituyó su idea original. El proceso implica un razonamiento complejo, ya que se aborda una tarea de la que no se sabe de antemano cómo se va a realizar cada una de las secuencias para la concreción del evanescente punto de partida. No se puede precisar en su totalidad cómo será el resultado de dicha traducción. Se da de manera sincronizada al desarrollo del proceso representativo, contrastando y calibrando las acciones encaminadas a esa traducción. Aspectos como la proporción, el ritmo, la dimensión y el ordenamiento permiten establecer escalas estructurales que generarán una mejor representación. Esta práctica promueve transformar la capacidad representativa del artista en aptitud eficiente. Cada parte del proceso favorece un nuevo aprendizaje y potencia el nivel evolutivo del pensamiento en el ser humano. De acuerdo con Vigotsky: “aprendizaje es desarrollo, considerado como dominio de los reflejos condicionados; esto es, elaboración y sustitución de las respuestas innatas”. El conocimiento de sí mismo y del entorno se amplía en la dimensión temporal por efecto de la representación artística. En la representación pictórica o la musical, así como en la teatral o la escultórica, es posible conocer los aspectos más triviales de la vida humana hasta aquellos que nos ubican en la proximidad de sus concepciones metafísicas. Podemos saber, cómo se vestían las personas en el pasado con lo que tenemos acceso, además, al entendimiento de los modos de producción, los materiales que empleaban para elaborar sus ropajes, la tecnología, la especialización del trabajo, la estratificación social, el sentido estético, hasta conocer aquello en lo que creían sobre su propio origen o sobre el universo que habitaban, la estructura religiosa, la teología, la dimensión mística, la proximidad o lejanía entre los preceptos religiosos y la cotidianidad, incluyendo la factible asociación entre las formas de gobierno y los sistemas de creencias. Es posible conocer a partir del arte que sus saberes han sido elaborados para ser comunicados. La diversidad del arte se plantea no para ser guardada, sino para ser compartida con los otros, contemporáneos o no. Esto implica que ese algo a comunicar será adecuadamente percibido, pues su elaboración se hizo cuidando que pueda ser entendido por los otros. En su obra Puertas al campo, Octavio Paz indicaba que “la obra artística no es un testimonio de la duración del artista, sino de la permanencia de los hombres”. Continúa Paz: “La finalidad del arte es la de permitir ver al mundo con otros ojos, enseñarle al hombre a mirar lo que no había visto y a creer en lo que ve.” La práctica artística no sólo desarrolla habilidades manuales, sino que también favorece procesos cognitivos de alta complejidad. La comprensión es uno de esos procesos. No existe comunicación si no hay comprensión del mensaje que se quiso transmitir. Comprender no implica explicitar de manera precisa cada factor contenido en el mensaje sustentado en la representación. La comprensión de los mensajes en las artes puede realizarse y expresarse por la vía argumentativa de la verbalización, pero más propiamente puede internalizarse en el individuo que percibió sin tener que asumir una conformación verbal; se sitúa en un estrato ininteligible, aunque operante en el desarrollo del hombre. Va dotándolo de profundidad en su visión del mundo y de las cosas. Ante cualquier mensaje y ante cualquier circunstancia establecemos una interpretación. En el caso de la obra artística, ésta no requiere de la explicación puntual de los elementos que constituyen el mensaje para llegar a su entendimiento. En las artes se parte de la percepción directa de los hechos o de la intuición de las ideas, que corresponde al denominado análisis intuitivo. Análisis y síntesis, procedimientos de oposición lógica, no son en modo alguno de oposición real en las artes, pues no existe una realidad que pudiésemos calificar como analítica y otra sintética, sino que nos desenvolvemos en una realidad compleja en la que las artes ofrecen una visión develadora del universo circundante. Es mediante las artes como el sentimiento humano se sublima mostrando una representación decantada de ese fundamento que la motivó. La llamada nueva objetividad introduce en el arte los elementos de la tecnología contemporánea hasta convertirlos en evidencias formales que ponen de relieve la imagen de nuestra realidad. Conocer el estado de las cosas es el punto de partida para tomar cualquier decisión, y, en consecuencia, realizar cualquier labor. El artista afina los sentidos y desarrolla una sensibilidad que le permite ponderar con especial profundidad su entorno vital y humano, así como el acontecer cotidiano. Su singularidad radica en la capacidad de dar a conocer a esa misma sociedad de la que forma parte, a partir de propuestas artísticas, aquello que ha hallado, lo que para los otros no resulta evidente, en plantear alternativas viables o esbozar la inminencia en la necesidad de lograr un cambio radical en el rumbo. Lo que hoy llamamos arte prehistórico representó para la especie humana un mecanismo útil en función de la sobrevivencia, asegurándole a partir de la caza el alimento, así como otros materiales y adminículos indispensables para la supervivencia. Este conocimiento hubo de experimentarse para mostrar su efectividad y, alcanzada ésta, afinarse para su optimización. El arte de la prehistoria estaba estrechamente vinculado con la vida en su carácter biológico: alimentación y fecundidad, como estrategias de sobrevivencia. En la actualidad, el arte sigue ofreciendo una alternativa decisiva para el hombre. En su teoría crítica hacia la modernidad y su corolario, la condición posmoderna, Theodor W. Adorno, miembro de la Escuela de Frankfurt, al intentar superar la visión dicotómica entre idealismo y materialismo señala que “el trabajo artístico es el único medio donde se da un conocimiento no reificado. Es en él donde se revela la irracionalidad y el carácter falso de la realidad existente y, al mismo tiempo, es por su síntesis estética donde se prefigura un orden de reconciliación”.
5.2 ARTE Y SOCIEDAD
El arte, la filosofía, la religión, la ciencia, las tradiciones y costumbres, formas diversas en las que el hombre expresa su concepción del mundo, ajustan asimismo las maneras en que los diferentes grupos humanos se organizan socialmente. A lo largo del tiempo, desde las sociedades primitivas hasta las contemporáneas, el arte y la sociedad se han retroalimentado mutuamente. El arte sirvió como instrumento propiciatorio, mágico, para garantizar la eficacia de las acciones humanas, desde la cacería prehistórica hasta el fortalecimiento en la seguridad y la confianza emocional o la aproximación hacia las diversas vertientes de lo espiritual en nuestra época, traspasando la frontera de la estética. El arte ha servido como propaganda de un modelo social, como con el muralismo mexicano y lo mismo con el realismo socialista en la antigua Unión Soviética. En el ocio orientado a la cultura de masas, a partir de grandes espectáculos destinados a la diversión, lo artístico adquiere el carácter de mediatizador y controlador de masas. El arte en lo social nos hace más humanos; la herencia del pasado enriquece el presente y fortalece las expresiones del futuro. En nuestra época se está superando en lo social y en la práctica la idea de que el arte es exclusivo de una determinada élite o que está destinado a un grupo de eruditos, lo cual orienta su apreciación hacia un sentido humano y vivencial, incrementando el interés de las mayorías hacia él. Con el desarrollo de las sociedades, el arte adquirió un carácter propio a partir de su especialización en diferentes disciplinas. La danza, la música, la pintura, el canto, la escultura, el teatro, la poesía y la arquitectura adquirieron paulatinamente una entidad distintiva debido a la naturaleza de sus concreciones y a las funciones que por ello asumían, satisfaciendo requerimientos cada vez más específicos. Las artes cobraron personalidad. El arte adquirió sentido y se objetivó esencialmente por las condiciones sociales de cada época. Las clases marginales desarrollan su propia tradición cultural, se identifican con sus bailes, sus cantos, su arte lapidario, sus trajes típicos, su teatro, sus formas constructivas.