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MORTIFICACIÓN Y PENITENCIA

Voces relacionadas: Conciencia; Deberes de mí” (Ga 2, 20). Dentro de esta perspectiva,
estado; Familia, Santificación de la; Formación: la mortificación es una práctica ascética
Consideración general; Libertad en las cuestio- que mueve al cristiano a abandonar, corre-
nes temporales; Medios de comunicación so- gir, renunciar a cuanto en su modo de ser,
cial; Política; Sociedad; Trabajo, Santificación
en su actuación, pueda ser obstáculo para
del; en general, voces sobre virtudes teologales
y morales.
esa unión con Dios, para crecer en el amor
a Dios y al prójimo. La mortificación facilita
la acción de la gracia en el cristiano, ha-
Bibliografía: Antonio Aranda, “El bullir de la
ciendo posible una verdadera unión espi-
sangre de Cristo”. Estudio sobre el cristocentris-
ritual con Cristo, en el cuerpo y en el alma.
mo del Beato Josemaría Escrivá, Madrid, Rialp,
2000, pp. 203-254; Cornelio Fabro, “La tempra La unión con Cristo –la santidad– con-
di un padre della Chiesa”, en Cornelio Fabro - siste en unirse a su Cruz, y vivir con Él su
Salvatore Garofalo - Maria Adelaide Raschini, Resurrección. Y en orden a ese fin es ne-
Santi nel mondo. Studi sugli scritti del beato Jo- cesaria la mortificación. “El camino de la
semaría Escrivá, Milano, Ares, 1992, pp. 22-155; perfección pasa por la cruz. No hay san-
José Luis Illanes, “La secularidad como actitud
tidad sin renuncia y sin combate espiritual
existencial”, Anuario Filosófico, 35 (2002), pp.
553-579; José Miguel Pero-Sanz - Jean-Marie
(cfr. 2 Tm 4). El progreso espiritual implica
Aubert - Tomás Gutiérrez Calzada, Acción So- la ascesis y la mortificación que conducen
cial del cristiano. El Beato Josemaría Escrivá y gradualmente a vivir en la paz y el gozo de
la Doctrina Social de la Iglesia, Madrid, Palabra, las bienaventuranzas” (CCE, n. 2015). De
1996; Álvaro del Portillo, “A conclusione del ahí que san Josemaría llegue a afirmar con
Convegno”, en Manuel Belda - José Escude- palabras netas: “Sin mortificación, no hay
ro - José Luis Illanes - Paul O’Callaghan (eds.), felicidad en la tierra”, y “Un día sin morti-
Santità e mondo. Atti del Convegno teologico ficación es un día perdido” (S, 983, 988).
di studio sugli insegnamenti del beato Josema-
ría Escrivá, Città del Vaticano, Libreria Editrice Para comprender adecuadamente el
Vaticana, 1994, pp. 219-232; Ángel Rodríguez sentido de la mortificación en los escritos
Luño, “La formación de la conciencia en materia y en las enseñanzas de san Josemaría, he-
social y política según las enseñanzas del beato mos de tener presentes tres rasgos deter-
Josemaría Escrivá”, Romana. Boletín de la Pre- minantes de su mensaje: a) la llamada uni-
latura de la Santa Cruz y Opus Dei, 24 (1997), versal a la santidad; o sea, que a la plena
pp. 162-181. unión con Cristo están llamados todos los
Ángel RODRÍGUEZ LUÑO hombres; b) que esa unión puede crecer y
desarrollarse en cualquier situación de vida
en la que los hombres se encuentren, tam-
bién en las condiciones propias de la vida
MORTIFICACIÓN Y PENITENCIA ordinaria; c) que esa unión es un desarrollo
–contando con la propia correspondencia
1. El lugar de la mortificación en la vida
del cristiano– de la gracia recibida en el
espiritual. 2. Necesidad y motivos para la
Bautismo: la gracia de ser hijos de Dios en
mortificación. 3. Mortificación, amor, ora-
ción. 4. Formas y manifestaciones de la Cristo Jesús. En relación con la mortifica-
mortificación. 5. Mortificación y redención. ción se pueden resumir estas característi-
cas diciendo que todos los cristianos han
Toda la vida del cristiano se dirige y de vivir la mortificación en las condiciones
se desarrolla en un contexto de unión con normales y cotidianas de su existencia; y
Dios en Cristo Jesús Nuestro Señor, de hacerlo con espíritu de hijos de Dios Padre
manera que pueda llegar a decir con san y con conciencia de estar colaborando con
Pablo: “con Cristo estoy crucificado: vivo, el Hijo de Dios hecho hombre, en la reden-
pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en ción del mundo.

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1. El lugar de la mortificación en la vida invitación dirigida al cristiano para unirse


espiritual a Cristo y participar de su Cruz redentora.
Para proceder ordenadamente a la ex- Los tres vocablos están presentes en
posición de la presente voz puede ser útil los escritos de san Josemaría, en los que
comenzar por una clarificación terminoló- aparecen con frecuencia, incluso pasando
gica, relacionando entre sí tres vocablos: fácilmente del uno al otro. “Primero, ora-
mortificación, penitencia y expiación. ción; después, expiación; en tercer lugar,
Con la palabra mortificación se hace muy en «tercer lugar», acción” (C, 82). La
referencia –como decíamos hace un mo- vida del cristiano, llamado a realizar en las
mento– a la acción de vencernos en algo, obras el mensaje del Evangelio, ha de estar
de privarnos de algo, de renunciar a algo. fundamentada en Cristo, en la unión con Él
O como dice el Diccionario de la Real Aca- por la oración y la participación en su vida:
demia Española, es la acción encaminada sólo así habrá, en su vivir y en su actuar,
a dominar las pasiones y deseos. Desde verdadera eficacia. De ahí que la oración
esta perspectiva, la mortificación hace re- –encuentro personal y vivo con Dios– ocu-
ferencia al hecho de que el hombre crece y pe el primer lugar, para ser seguida por la
se desarrolla adecuadamente gobernando expiación, que se manifiesta en mortifica-
según la razón sus instintos y su vida afec- ción y en penitencia.
tiva, de manera que la vida se oriente hacia Mortificación y penitencia son, en san
un ideal que merezca la pena ser vivido. Josemaría, dos caras de la misma moneda
Y la realidad es, como recuerda san Jose- que no se pueden separar, porque tienen
maría, que “ningún ideal se hace realidad pleno sentido cristiano cuando están uni-
sin sacrificio” (C, 175). Estamos, en suma, das en el corazón y en la voluntad de quien
ante una experiencia humana básica, aun- las vive. Mortificación es toda acción rea-
que en el lenguaje cristiano tiene conno- lizada activamente o sufrida pasivamente,
taciones propias en la medida en que esa mediante la que el hombre, por amor a
experiencia es vivida en relación con la Cristo, ofrece, por la redención del mundo,
muerte de Cristo. el dolor o la contrariedad. En la mortifica-
La voz penitencia es de origen bíblico. ción vivida con sentido penitencial, el cris-
Forma parte del anuncio con que Cristo tiano pasa del deseo de unirse a la Cruz
comenzó su predicación: “El tiempo se ha de Cristo, a la realidad de la unión. No se
cumplido y el Reino de Dios está al llegar; trata solamente de padecer y de sufrir, sino
convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, de unirse a los afanes redentores de Cristo,
15). La penitencia (metanoia) presupone un haciendo de la propia vida, con todos los
reconocimiento del pecado que da lugar a acontecimientos que la componen, un acto
un cambio en el corazón, y en consecuen- de entrega. La mortificación –de ordinario
cia en la vida, y por tanto en obras de pe- sencilla, sin nada llamativo– es como el sig-
nitencia, en un vivir y un actuar con actitud no de que se está viviendo de cara a Dios.
de humilde y sentido agradecimiento ante Por eso –concluye san Josemaría– “la mor-
el perdón divino. tificación ha de ser continua, como el latir
del corazón: así tendremos señorío sobre
El término expiación nos sitúa ante el
nosotros mismos, y viviremos con los de-
núcleo mismo del mensaje cristiano: ante
más la caridad de Jesucristo” (F, 518).
la realidad del Hijo eterno de Dios Padre,
que se hace hombre para asumir sobre
sí el dolor y la muerte, y de esa forma ex- 2. Necesidad y motivos para la mortifi-
piar los pecados de la humanidad entera cación
y abrir a los hombres las puertas del cielo; Podemos desarrollar esa enseñanza
y, en dependencia de la expiación y la re- glosando, aunque sea brevemente, los
conciliación realizadas por Cristo, ante la motivos que hacen necesaria la mortifica-

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ción. Hagámoslo con palabras tomadas de ciendo de nuestra existencia un constante


san Pablo: servicio” (ECP, 114).
a) Para regirse por el Espíritu y vivir se- “Fijaos –comenta en otra de sus homi-
gún el Espíritu: “Hermanos, no somos lías– a cuántos sacrificios se someten de
deudores a la carne, para vivir según buena o de mala gana, ellos y ellas, por
la carne; porque si viviereis según la cuidar el cuerpo, por defender la salud,
carne, moriréis; mas si con el espíritu por conseguir la estimación ajena… ¿No
mortificáis las obras de la carne, vivi- seremos nosotros capaces de removernos
réis; porque los que se rigen por el Es- ante ese inmenso amor de Dios tan mal
píritu de Dios, ésos son hijos de Dios” correspondido por la humanidad, mortifi-
(Rm 8, 12-14). cando lo que haya de ser mortificado, para
b) Para vivir con Cristo y en Cristo: “Lle- que nuestra mente y nuestro corazón vi-
vamos siempre en nuestros cuerpos van más pendientes del Señor?” (AD, 135).
por todas partes el morir de Jesús, a “Luego, ¿un cristiano ha de ser siempre
fin de que también la vida de Jesús se mortificado? Sí, pero por amor. (…) Quizá
manifieste en nuestro cuerpo. Pues, no nos habíamos percatado de que pode-
aunque vivimos, nos vemos continua- mos unir a su sacrificio reparador nuestras
mente entregados a la muerte por cau- pequeñas renuncias: por nuestros peca-
sa de Jesús, a fin de que también la dos, por los pecados de los hombres de
vida de Jesús se manifieste en nuestra todas las épocas, por esa labor malvada
carne mortal” (2 Co 4, 10-11). de Lucifer que continúa oponiendo a Dios
c) Para arrancar las raíces de las tenden- su non serviam! (…) La penitencia –verda-
cias desordenadas que el pecado ha dero desagravio– nos lanza por el camino
hecho crecer en el espíritu: “Haced de la entrega, de la caridad. Entrega para
morir los miembros del hombre terreno reparar, y caridad para ayudar a los demás,
que hay en vosotros: la fornicación, la como Cristo nos ha ayudado a nosotros”
impureza, las pasiones deshonestas, (AD, 139-140).
la concupiscencia desordenada y la
avaricia, que viene a ser una idolatría”
(Col 3, 5). 3. Mortificación, amor, oración
d) Para contribuir con la propia vida a la En los escritos y en la predicación de
realización en la historia de la misión san Josemaría encontramos numerosos
de Cristo: “Completo en mi carne lo textos en los que se hace referencia a la
que falta a los sufrimientos de Cristo mortificación, poniendo de manifiesto los
en beneficio de su cuerpo, que es la frutos que de ella derivan: el fortalecimien-
Iglesia” (Col 1, 24). to del carácter, el desarrollo de la afabili-
“Cristo –escribe san Josemaría– resu- dad y del espíritu de servicio, la capacidad
cita en nosotros, si nos hacemos copartí- de dominar las reacciones instintivas y, por
cipes de su Cruz y de su Muerte. Hemos tanto, la disponibilidad para la escucha y el
de amar la Cruz, la entrega, la mortifica- diálogo, etc. En todo momento subraya un
ción. (…) De esa manera, no ya a pesar punto central: su conexión con el amor. “El
de nuestra miseria, sino en cierto modo a espíritu de mortificación, más que como
través de nuestra miseria, de nuestra vida una manifestación de Amor, brota como
de hombres hechos de carne y de barro, una de sus consecuencias” (S, 981). Es
se manifiesta Cristo: en el esfuerzo por ser el amor a Dios el que mueve al cristiano
mejores, por realizar un amor que aspira a ser mortificado, a manifestar con obras
a ser puro, por dominar el egoísmo, por –grandes en ocasiones, pequeñas de ordi-
entregarnos plenamente a los demás, ha- nario– que vive pendiente no de sí mismo,

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de su propia satisfacción, sino de Dios y, de oración” (C, 172). Ser alma de oración
por Dios y en Dios, de cuantos le rodean. es el camino para que el cristiano desarro-
“El amor verdadero exige salir de sí lle la riqueza depositada en su alma por la
mismo, entregarse” (F, 28). Para amar y fe, y para alcanzar ese desarrollo es im-
saberse amado hay, paradójicamente, que prescindible la serenidad del alma y por
salir de uno mismo, que olvidarse de uno tanto la mortificación.
mismo y abrirse al otro. Ese olvido de uno Pero hay más. San Josemaría lo ma-
mismo puede, en ocasiones, costar, recla- nifiesta con una frase que constituye una
mar esfuerzo, pero se trata de un esfuerzo verdadera cima de expresividad: la mortifi-
–de un sacrificio, si queremos hablar así– cación “es la oración de los sentidos” (ECP,
que no entristece, sino que al contrario 9). La oración y la mortificación han de ir
eleva y llena de gozo el ánimo, ya que “el siempre unidas. No sólo porque la mortifi-
auténtico amor trae consigo la alegría: una cación hace posible la oración, sino porque
alegría que tiene sus raíces en forma de ella misma es oración, realidad ofrecida a
Cruz” (F, 28), de esa Cruz que forma una Dios con actitud de amor. En la vivencia de
sola cosa con la entrega y por tanto con la la mortificación el hombre rechaza cuanto
alegría de un amor compartido. Olvidar esa hay en él de desorden y pecado, se une
realidad, actuar o pensar de otra manera, a la entrega de Cristo y abre su corazón
separarla del amor para unirla a otras acti- al amor de su Padre Dios. El alma no sólo
tudes u otros planteamiento, sería señal de se descubre así más libre para dirigirse a
haber perdido –o de no haber entendido– su Señor, sino que ya, hoy y ahora, en la
el sentido cristiano de la mortificación, y, misma mortificación, se dirige a Él.
en consecuencia, desfigurarla y desnatu- Todo ello, sin perder de vista que
ralizarla: “Si pierdes el sentido sobrenatu- el hecho de que la mortificación sea “la
ral de tu vida, tu caridad será filantropía; tu oración de los sentidos” no significa, en
pureza, decencia; tu mortificación, simple- modo alguno, que diga sólo referencia a la
za; tu disciplina, látigo, y todas tus obras, carne y a los sentidos corporales. Como
estériles” (C, 280). tendremos ocasión de reafirmar al hablar
La íntima vinculación entre la mortifi- de mortificación interior y exterior, abarca
cación y el amor se prolonga en la ense- todas las facultades del hombre. Es más,
ñanza de san Josemaría en la afirmación la mortificación comienza y se origina en el
de una vinculación igualmente estrecha núcleo central de la personalidad: en el yo
entre la mortificación y la oración. Pedro más recóndito, donde tiene lugar la verda-
Rodríguez lo subraya en sus comentarios dera unión e identificación con los deseos
a Camino: “De ahí que Josemaría Escri- salvadores del Señor.
vá, de la manera más radical, considere
el binomio «oración-mortificación» y sus 4. Formas y manifestaciones de la mor-
mutuas implicaciones como una realidad tificación
unitaria insoslayable, que hay que abordar, Si la mortificación es “la oración de los
además, desde los comienzos del camino” sentidos”, y oración es “elevar el corazón a
(CECH, p. 370). Dios”, podemos concluir que mortificación
A decir verdad, esa realidad unitaria se será todo aquello que permita que el cris-
mueve en dos direcciones. De una parte –y tiano pueda dirigir todo su ser a Dios, en
es lo más obvio–, porque sin mortificación, cuerpo y en alma. La mortificación se pre-
sin el empeño por dominar la variedad de senta así como una dimensión que acom-
movimientos que puede experimentar el paña todo el itinerario espiritual y que, de
espíritu humano, la oración es imposible. un modo u otro, debe estar presente en
“Si no eres mortificado nunca serás alma todo momento de la vida.

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Es corriente en la literatura ascética e impertinentes… Esto, con perseverancia,


distinguir entre mortificación interior y ex- sí que es sólida mortificación interior” (C,
terior, o con otra terminología, espiritual y 173). Y en una de sus homilías: “La mor-
corporal; y mortificación activa y pasiva. tificación es la sal de nuestra vida. Y la
La mortificación exterior se refiere a los mejor mortificación es la que combate –en
sentidos externos; la mortificación interior, pequeños detalles, durante todo el día- la
a los sentidos internos y a las facultades concupiscencia de la carne, la concupis-
superiores del hombre. A su vez, la mortifi- cencia de los ojos y la soberbia de la vida.
cación activa es la que se procura directa- Mortificaciones que no mortifiquen a los
mente; y la pasiva, la que se sufre y acepta demás, que nos vuelvan más delicados,
sin haberla buscado antes. más comprensivos, más abiertos a todos.
Para sanar –con la gracia de Dios– la Tú no serás mortificado si eres suscepti-
honda herida que ha dejado en nosotros el ble, si estás pendiente sólo de tus egoís-
pecado original, herida que han hecho más mos, si avasallas a los otros, si no sabes
honda todavía los pecados personales, se privarte de lo superfluo y, a veces, de lo
requiere, en efecto, una auténtica mortifi- necesario; si te entristeces, cuando las co-
cación, tanto interior como exterior, y es- sas no salen según las habías previsto. En
piritual como corporal, de modo que haya cambio, eres mortificado si sabes hacerte
orden y armonía en todas las facultades y todo para todos, para ganar a todos (1 Co
en todos los sentidos internos y externos, 9, 22)” (ECP, 9).
y el alma busque sólo y siempre agradar al Dentro de las mortificaciones interio-
Señor. La mortificación interior y la exterior res el fundador del Opus Dei concedió una
pueden ir unidas; más aún, e incluso para importancia grande a la purificación de la
que se dé una verdadera vida mortificada, memoria, liberándola de cualquier recuer-
una debe ir acompañada de la otra. Aquí do que no lleve al hombre a Dios: “Lejos
se expresa la unidad del cuerpo y del alma de nuestra conducta, por tanto, el recuer-
en la hondura del “yo” de la persona. “No do de las ofensas que nos hayan hecho, de
creo en tu mortificación interior si veo que las humillaciones que hayamos padecido
desprecias, que no practicas, la mortifica- –por injustas, inciviles y toscas que hayan
ción de los sentidos” (C, 181). sido–, porque es impropio de un hijo de
En los escritos de san Josemaría no Dios tener preparado un registro, para pre-
sólo se hace referencia a los diversos tipos sentar una lista de agravios. No podemos
de mortificación, sino que hay también su- olvidar el ejemplo de Cristo” (AD, 309). De
gerencias concretas, realizadas de ordina- esta forma, nuestra memoria tendrá pre-
rio desde la perspectiva que les es propia: sentes casi de continuo los dones recibi-
la santificación de la vida ordinaria. dos y los bienes eternos. “Recordad las
Comencemos con una cita de Cami- maravillas que Dios ha obrado, sus prodi-
no, referida precisamente a la mortificación gios y las sentencias de su boca” (Sal 105
interior, y más concretamente a la morti- [Vg 104], 5).
ficación interior que contribuye a hacer Un buen ejemplo de mortificaciones
agradable la vida a los demás: “Esa pa- pasivas, unido a su fundamentación teolo-
labra acertada, el chiste que no salió de gal, nos lo ofrece san Josemaría en este
tu boca; la sonrisa amable para quien te texto: “Pero no olvidéis que estar con Je-
molesta; aquel silencio ante la acusación sús es, seguramente, toparse con su Cruz.
injusta; tu bondadosa conversación con Cuando nos abandonamos en las manos
los cargantes y los inoportunos; el pasar de Dios, es frecuente que Él permita que
por alto cada día, a las personas que con- saboreemos el dolor, la soledad, las con-
viven contigo, un detalle y otro fastidiosos tradicciones, las calumnias, las difama-

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ciones, las burlas, por dentro y por fuera: cador de la mortificación; a gastarte en su
porque quiere conformarnos a su imagen servicio sin espectáculo, silenciosamente,
y semejanza, y tolera también que nos lla- como se consume la lamparilla que parpa-
men locos y que nos tomen por necios” dea junto al Tabernáculo. (…) Penitencia es
(AD, 301). el cumplimiento exacto del horario que te
En relación a la distinción entre las habías fijado, aunque el cuerpo se resista o
mortificaciones ordinarias y extraordinarias la mente pretenda evadirse con ensueños
destaca san Josemaría la necesidad de quiméricos. Penitencia es levantarse a la
encontrar la mortificación en las situacio- hora. Y también, no dejar para más tarde,
nes más normales y corrientes de la vida, sin un motivo justificado, esa tarea que te
superando la tendencia, propia de parte resulta más difícil o costosa” (AD, 138).
de la literatura ascética, a poner el acen- De lo expuesto se desprende la nece-
to en los espectáculos llamativos: “Se ha sidad de que la mortificación sea continua,
trastocado de tal forma el sentido cristia- aplicando congrua congruis referendo, lo
no en muchas conciencias, que al hablar que se dice de la oración. Y por muchas
de mortificación y de penitencia, se piensa razones: porque el amor se realiza en la
sólo en esos grandes ayunos y cilicios que entrega; porque las raíces del pecado y
se mencionan en los admirables relatos de la tendencia al egoísmo están siempre
algunas biografías de santos” (AD, 135). presentes; porque las ocasiones de olvi-
Frente a esa deformación, sin excluir los darnos de nosotros mismos y de servir a
“ayunos”, que la Iglesia sigue recomen- los demás ofrecen siempre la posibilidad
dando a todos los cristianos especial- de un nuevo vencimiento en el camino del
mente en los tiempos litúrgicos de mayor amor a Cristo y por Cristo. Si somos cons-
carácter penitencial –Adviento y Cuares- cientes de que toda mortificación abre el
ma–, ni tampoco los “cilicios y disciplinas” espíritu para dejar actuar a la gracia, que
–prácticas de antigua tradición con las que promueve nuestra santificación, se com-
el cristiano anhela unirse al sufrimiento prende que ha de ser continua, como con-
corporal de Cristo en su Pasión–, recalca tinuo ha de ser el anhelo del hombre de
el valor decisivo de una mortificación y un buscar a Cristo, de conocer a Cristo, de
espíritu de penitencia vividos en la más amar a Cristo, y por Cristo y con Cristo, a
ordinaria normalidad: “No es espíritu de los demás. “Ordinariamente, los sacrificios
penitencia hacer unos días grandes morti- que nos pide el Señor, los más arduos, son
ficaciones, y abandonarlas otros. –Espíritu minúsculos, pero tan continuos y valio-
de penitencia significa saberse vencer to- sos como el latir del corazón” (AD, 134).
dos los días, ofreciendo cosas –grandes y Y –podemos añadir– de un corazón que ha
pequeñas– por amor y sin espectáculo” (F, aprendido a amar en la escuela de Cristo.
784). “¡Qué poco vale la penitencia sin la
continua mortificación!” (C, 223). 5. Mortificación y redención
Y en otro lugar: “Pon, entre los ingre- La mortificación introduce al cristia-
dientes de la comida, «el riquísimo» de la no en la corriente redentora de la vida de
mortificación” (F, 783); o también, retoman- Cristo. Agranda el corazón, y nos prepara
do el horizonte de amor y de servicio: “Es- para amar. “Amar es tener el corazón gran-
tos son los frutos sabrosos del alma mor- de, sentir las preocupaciones de los que
tificada: comprensión y transigencia para nos rodean, saber perdonar y comprender:
las miserias ajenas; intransigencia para las sacrificarse, con Jesucristo, por las almas
propias” (C, 198). “Pídele al Señor que te todas. Si amamos con el corazón de Cristo
ayude a fastidiarte por amor suyo; a poner aprenderemos a servir, y defenderemos la
en todo, con naturalidad, el aroma purifi- verdad claramente y con amor. Para amar

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MUJERES EN EL OPUS DEI. INICIO DEL APOSTOLADO

de ese modo, es preciso que cada uno del Opus Dei con las mujeres. La primera
extirpe, de su propia vida, todo lo que es- de esas fechas, 1930, es la del año en el
torba la Vida de Cristo en nosotros: el ape- que san Josemaría entendió, mientras ce-
go a nuestra comodidad, la tentación del lebraba la Misa, que en el Opus Dei debían
egoísmo, la tendencia al lucimiento propio. tener también cabida las mujeres. La se-
Sólo reproduciendo en nosotros esa Vida gunda fecha, 1939, señala el momento en
de Cristo, podremos transmitirla a los de- que el fundador pudo reiniciar esta labor.
más; sólo experimentando la muerte del
grano de trigo, podremos trabajar en las 1. El 14 de febrero de 1930
entrañas de la tierra, transformarla desde
dentro, hacerla fecunda” (ECP, 158). El 2 de octubre de 1928, san Josema-
ría recibió una “idea clara general” de su
Desde esta perspectiva la mortifica- misión (Apuntes íntimos, n. 179, nt. 193:
ción trasciende, como ya hemos señalado, Aranda, 2000, p. 197). Enseguida se puso
la ascética, y nos sitúa ante el horizonte de a “tratar almas de seglares, estudiantes o
la obra redentora, ante la llamada a una no, pero jóvenes” (ibidem, n. 306: CECH,
identificación cada vez más honda con p. 8). Sin embargo, en ningún momento
Cristo hasta descubrir la Cruz y la Reden- pensó en buscar mujeres. De hecho, en-
ción en las situaciones más normales y co- tre las instituciones sobre las que indagó,
rrientes. De esa forma prepara el alma para por si encontraba algo parecido a lo que
vivir, también en la existencia ordinaria, la Dios le pedía, estaba la Compañía de San
alegría que deriva de la Resurrección. Pablo, del cardenal Ferrari, pero descartó
la idea porque, entre otras diferencias de
Voces relacionadas: Fortaleza; Lucha ascética; más entidad, admitían mujeres (cfr. ibidem,
Pecado; Penitencia, Virtud y sacramento de la; n. 1870: AVP, I, p. 322).
Templanza.
En los meses que siguieron al 2 de oc-
tubre de 1928, san Josemaría no tuvo más
Bibliografía: AD, 127-140; C, 172-207; ECP,
inspiraciones acerca de la Obra. Por fin, en
1-11; F, 475-587, 750-854; Manuel Belda, Guia-
noviembre de 1929, anotó: “Empieza otra
dos por el Espíritu de Dios. Curso de Teología
Espiritual, Madrid, Palabra, 2006, pp. 295-298; vez la ayuda especial, muy concreta, del
José Luis Illanes, Tratado de Teología Espiritual, Señor” (ibidem, n. 179, nt. 193: AVP, I, p.
Pamplona, EUNSA, 2007, pp. 507-511; C. Mo- 298). Y en ese clima interior llegó el mes de
rel, “Mortification”, en DSp, X, pp. 1791-1799. febrero de 1930.
Ernesto JULIÁ Por esa época, Escrivá de Balaguer
acudía algunas veces a celebrar Misa a la
capilla de la marquesa de Onteiro, Leóni-
des García San Miguel y Zaldúa, viuda de
Rodríguez Casanova. Le había hecho esa
MUJERES EN EL OPUS DEI. INICIO petición su hija, Luz Rodríguez Casanova,
DEL APOSTOLADO fundadora de las Damas Apostólicas del
Sagrado Corazón, quien conoció a san Jo-
1. El 14 de febrero de 1930. 2. Dedicación
semaría cuando éste vivía en la residencia
de san Josemaría a este apostolado, de
sacerdotal de la calle Larra, 3, llevada tam-
1930 a 1936. 3. El segundo intento en 1939-
1940. 4. El Centro de la calle Jorge Manri- bién por las Damas Apostólicas. Rodríguez
que. 5. Las primeras numerarias auxiliares. Casanova, viendo en él un sacerdote “jo-
ven, piadoso y abnegado” le había pedido,
Los años 1930 a 1936, así como los en 1927, que aceptara el cargo de cape-
que siguen a 1939 marcan de algún modo llán del Patronato de Enfermos (cfr. Sastre,
el periodo de inicio de la labor apostólica 1989, p. 82), y después, cuando su madre

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Cada una de las voces que se ofrecen en esta Biblioteca Virtual


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son propiedad de la Editorial Monte Carmelo, estando protegidas
por las leyes de derecho de autor.

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