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El silencio es uno de los temas más olvidado por nuestra sociedad, apenas sabemos lo
que es el silencio. Probablemente nunca antes en la historia de la humanidad ha habido
tantos sonidos, ruidos y agitaciones. De igual manera, nuestro mundo interior también
está lleno de ruidos. Apenas nos damos tiempo para permanecer callados y quedarnos
quietos. Con frecuencia el silencio nos produce incomodidad. Muchas veces nos
ponemos a leer, encendemos el televisor o hacemos una llamada telefónica para evitar
escuchar nuestro interior.
Ya que como sacerdotes vivimos en el mundo, igual que los demás estamos llenos de
tantos ruidos sea externos que internos, pero no somos del mundo y entonces en
nuestras actividades cotidianas necesitamos momentos de descanso, estar en silencio,
con paz interior, conscientes de nuestra opción de vida, para no caer en el activismo
como cualquier funcionario común corriente. Estas y muchas más son las razones por
las que un sacerdote necesita redescubrir el silencio.
a) Sigan y Siopan
b) Otras definiciones
El silencio es definido por la Real Academia Española actual, como «ausencia total de
sonidos y de ruidos, (…) la forma verbal, estar en silencio, significa permanecer o estar
callado, mientras otros hacen uso de palabra en otras circunstancias»3. El silencio marca
el inicio de toda palabra verdadera y la posibilidad para descubrir su profundo
significado. Es el silencio que crea la reflexión y la sostiene.
El silencio nos cuestiona, nos confronta con el sentido de nuestra vida. Y de ahí que hay
momentos cuando no sabemos qué hacer con nuestro silencio. Muchas veces el silencio
nos aburre, a veces es arma de castigo, pero peor aun cuando se presenta como
«soledad no elegida ni deseada: la soledad del no tener a nadie con quien hablar, a nadie
a quien amar y por quien sentirnos amados»4, la desolación del abandono por no tener
con quien compartir o sentirse incluso rechazados por los demás.
El silencio posibilita el trayecto hacia el fondo más angosto de uno mismo, al encuentro
con la propia identidad, por tanto esto puede llevar a una soledad. Este descubrimiento
abismal puede dejar al sujeto en un total y solitario desamparo5 y aislamiento. Por ello
1
Cfr. P.GARCÍA BARRIUSO, El silencio análisis y estructura, España 2004, 13.
2
VV AA, Invitación al silencio: silencio, oración, liturgia. Barcelona 2009, 12.
3
P.GARCÍA BARRIUSO, El silencio análisis y estructura, España 2004,14.
4
E. MARTÍNEZ OCAÑA, Te llevo en mis entrañas dibujada, Madrid 2012, 75.
5
Cfr.F. TORRALBA ROSELLÓ, El silencio: un reto educativo, Madrid 1996, 42.
el hombre superficial que tiene «miedo de encontrarse y conocerse a sí mismo, de
descubrirse, de sentir el vacío que le interroga por su significado, prefiere el ruido»6.
Por miedo o por orgullo, uno no quiere confesar sus problemas a otra persona, pues está
empeñado en solucionarlos a la fuerza, en silencio. En la mayoría de los casos, así sólo
se consiguen soluciones aparentes, porque las cuestiones más básicas de la vida no se
resuelven por si solas, muchos sacerdotes se auto aíslan sienten frustración, angustia,
enojo, e incluso depresión. A estas consecuencias, más allá de ser negativas, también se
suman la ansiedad de no tener con quien compartir sus sentimientos, o con quien
desahogarse o el simple hecho de sentir que hay alguien que les apoya.
Por eso el silencio y la soledad son actitudes necesarias para conocernos interiormente y
para conocer a quienes nos rodean. No existe un ser animado en el mundo que no se
comunique, es así que en el silencio podemos comunicarnos con nosotros mismos y con
Dios.
6
AAVV, Invitación al silencio: Silencio- Oración-Liturgia, Barcelona 2009, 6.
es lo que nos permitirá vaciarnos de nosotros mismos y alcanzar un estado de paz y
serenidad interior7.
La Biblia, los maestros de espiritualidad y nuestra experiencia nos enseñan que Dios se
nos revela en el silencio, en ese ejercicio de escucha amorosa, que es como un tesoro
escondido o guardado en nuestro ser. Para acoger su comunicación tenemos que
cultivarlo. Su hablar lo descubrimos en el silencio de nuestro ser y de nuestra historia.
«El que ama el silencio se acerca a Dios, con Él habla en secreto y por Él es
iluminado»8. Ya que «en la paz y en el silencio (que llevamos en nuestro interior), se
encuentra la alegría de alabar a Dios, (porque podemos) vivir en Él, de Él y para Él»9
Con respecto al silencio positivo, San Agustín, en su libro de las Confesiones, dice que
venera el silencio y la soledad como metas en el camino que conduce a Dios. Pero
reconoce también que a pesar de encerrar grandes valores, a menudo rehuimos el
silencio. Es que el hombre busca el silencio, pero cuando lo encuentra huye de él tan de
prisa como puede, porque no se esfuerza en intentarlo de nuevo.
Este miedo al silencio se ve claramente en el hombre actual que ha perdido la noción del
valor recreativo del descanso. Todo el mundo se queja de la celeridad de la vida
cotidiana y de la imposibilidad de hallar espacios de silencio y de paz interior. Pero
cuando los encuentra, busca pretextos y obstáculos para esquivarlos, ya que tiene miedo
de enfrentar la soledad.
7
Cfr. E. STEIN, Los caminos del silencio interior, Madrid 1998, 87.
8
A. ROPERO, Lo mejor de Juan Clímaco: Escala espiritual, sobre el pastor, Barcelona 2003, 52.
9
E. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, San Bruno, Melodía del Silencio, Burgos 1998, 18.
2. Obstáculos externos, ruido del mundo moderno
Por el ritmo y la velocidad del mundo actual, el silencio es un lujo y una ventaja que
tienen pocas personas, además se requiere de ciertas actitudes y capacidades que,
aunque todos las tenemos, muy pocos sabemos desarrollarlas. Los pocos que han
logrado superar de una manera disciplinada los obstáculos o impedimentos perennes,
son aquellos que se dieron cuenta que sí, «necesitamos el silencio para aprender a
escuchar bien»10.
Por tanto tenemos que detenernos, es decir, hacer un alto, darnos cuenta de que quizás
gran parte de nuestras acciones sólo sirven para llenar el tiempo, no para enriquecerlo.
En opinión de algunos, el silencio es el camino a la reflexión y al discernimiento y por
ello, es un elemento clave que da sentido a nuestra existencia11.
El ruido de la vida moderna nos ha hecho perder el secreto de la quietud, porque cuando
estamos con los demás, vivimos distraídos. Cuando estamos solos, nos poseemos
enteramente12. «Si no hay silencio físico, difícilmente puede haber silencio interior,
(porque uno necesita de medios para poder encontrarse consigo mismo y para penetrar
en la propia interioridad). La vida totalmente agitada del hombre contemporáneo le
obliga a marginar estos espacios de silencio y a priorizar otras ocupaciones más
problemáticas»13.
c) El estrés
Otra dificultad que últimamente ha sido objeto de estudio es el estrés. Es decir la tensión
o ansiedad que se presenta en la vida de cada uno de nosotros, obviamente, de maneras
distintas. El estrés es un producto desagradable de la vida moderna que resulta de la
acumulación de situaciones tensas, que por más que intentemos, no hemos podido
manejar, y por ende no sólo dificulta el vivir tranquilo sino que genera en nosotros
diferentes consecuencias negativas, tanto físicas como emocionales. A pesar de los
esfuerzos por equilibrar e integrar el estrés como factor de la vida, muchas personas no
han podido conseguir alivio y acuden a psicólogos, drogas o calmantes para
tranquilizarse.
«No sólo necesitamos higiene para el cuerpo, sino también para el alma, cuanto más los
sacerdotes. Y no hay mejor cura ni baño más intensivo que el silencio»15. El silencio es
más que una alternativa, es una solución y una ventaja frente a diversas situaciones,
pero sobre todo es un soporte para afrontar todo aquello que nos impide tener paz,
tranquilidad y bienestar.
Todos necesitamos reconocer y apreciar las profundidades secretas del corazón del
hombre. Aquí se encuentra el silencio que se puede respirar y sentir. Es el silencio que
nace de la ausencia de ruido, el silencio de las cosas calladas, el silencio de la noche
cuando todo duerme, pero hay todavía otro silencio sublime: se encuentra en «el camino
hacia la interioridad de Dios. Este ya no se respira sino que el ser más íntimo se deja
respirar en él. Este ya no se siente sino que se ama, se goza, se saborea en lo escondido
del ser»16.
Sin embargo, cabe notar que en situaciones de silencio obstinado ya mencionado, puede
que haga falta una palabra para poder retomar o recobrar el verdadero silencio. Si no
practicamos el perdón y la humildad, nuestro silencio obstinado puede dañarnos a
nosotros mismos y a la persona que es el objeto de nuestra ira, porque aun cuando no
hablamos, abrigamos sentimientos turbios que imposibilitan la tranquilidad.
b) Concentración
El hombre moderno por vivir en una civilización de ruido, por la propagación de los
medios de comunicación y por no tener hábitos de silencio, cae muy fácilmente en la
15
A. GRÜN, La dicha del silencio, Bogotá 2008, 28.
16
E. YANUTOLO, Cartas desde el silencio, Madrid 1992, 83.
17
Cfr. E. YANUTOLO, Cartas desde el silencio, Madrid 1992, 84.
tentación de la superficialidad. El sujeto vive sobresaturado de información, de
reportajes y publicidad, etc. Dicha situación hace difícil que las personas penetren en su
propio interior. Ya lo decía Pablo VI: «Nosotros, hombres modernos, estamos
demasiado extrovertidos, vivimos fuera de nuestra casa, e incluso hemos perdido la
llave para volver a entrar en ella»18.Es decir que el ser humano ha perdido contacto
consigo mismo y por ello enfrenta cierto vacío que peligra su interioridad.
Pero el silencio no es simplemente callar y no hacer ruido, sino que es más, porque «el
sonido del silencio, siempre va a resonar continuamente. La cuestión es que si nosotros,
en cuanto instrumento, estamos suficientemente (preparados) como para que su eco y
sonido resuenen en nosotros y lo escuchemos»19.
c) Escuchar
Aprender a escuchar al otro es parte también del silencio, porque por medio del silencio
podremos llegar a descubrir al otro. Como consecuencia de este silencio nace el poder
distinguir la originalidad de quien la pronuncia. Escuchar y descubrir de dónde nace
cada gesto, cada mirada, y el sentido detrás de las palabras del que me habla20.Y sobre
todo, «que debe ser llevada hasta el punto de llegar a comprender que, en el silencio,
Dios se hace escuchar.
18
PABLO VI. Homilía durante la misa de Pentecostés (18 de mayo de 1975) en Ecclesia, 1744 (junio
1975), 770.
19
K. GRAF DURCKHEIM, El sonido del silencio, Bilbao 1996, 63.
20
Cfr.F. TORRALBA ROSELLÓ, El silencio un reto educativo, Madrid 1996, 113.
21
Cfr. F. TORRALBA ROSELLÓ, El silencio un reto educativo, Madrid 1996, 39.
4. Crear espacios de silencio
El silencio nos ayuda a descubrir nuestros deseos, nos ayuda a reconocer nuestras
capacidades y debilidades para saber cómo actuar en el momento necesario. Es también
lugar de la escucha de la palabra que nos alienta, orienta, corrige, o satisface, nos hace
sentir libres, en paz y tranquilidad24.
22
P. GARCÍA. BARRIUSO, El silencio: análisis y estructura, España 2004, 177.
23
Cfr.E. L. MAZARIEGOS, Encuentro a solas con Dios, Colombia 2005, 80.
24
M. LOZANO, E. Dónde están las raíces. Narcea, Madrid 2006, 72.
nos reformamos, sino que nos reanimamos ante una realidad que nos invita y nos exige
responder desde nuestras posibilidades y limitaciones25.
«El silencio es ante todo unión con Dios que me mira y me ama»26. El silencio es uno
de los requisitos más importantes para el contacto con Dios. Se dice que mediante el
silencio nos comunicamos con Él, por ello es necesario que el alma esté en silencio
interior y exterior. Recién cuando el alma esté recogida podremos escuchar a Dios
cuando nos habla.
«El silencio de Dios nos enseña a escuchar lo que Él quiere de nosotros, y esto nos
impide contestarnos a nosotros mismos»27. A medida que vamos experimentando el
verdadero silencio, veremos con más claridad la exigencia o necesidad de vivir el
abandono. «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23, 46). Jesús es el primer
testimonio de abandono y entrega por amor como exigencia radical de fidelidad al
Padre.
«Si yo hiciera el vacío en mí mismo por medio del silencio, ese vacío vendría a llenarlo
Dios»28. Y obtendríamos no sólo una vida espiritual más completa, un estilo de vida que
no sólo está vinculado a las personas que nos rodean, sino entraríamos en contacto
permanente con quien se convierte en nuestro todo, que es Dios.
“En circunstancias como las nuestras, los creyentes estamos invitados/as más bien a
hacer el camino que Dios mismo hizo recorrer al profeta Elías. El camino que pasa por
la soledad del desierto, por la impotencia de tener que depender del puñado de harina de
la viuda, el del peligro de la propia vida que suponen los poderes del mundo que, como
la reina para Elías, parecen prevalecer sobre el profeta”29.
25
Cfr. Ibid.73.
26
A. GRÜN. La oración como encuentro. Madrid 2007, 45.
27
A. GRÜN, Oración como encuentro, España 2007, 44.
28
T. ARELLANO, Invitación al silencio, Bilbao 1947, 19.
29
V. GARCÍA, FMMDP, el desierto habla de Dios,… y florece, revista TESTIMONIO, n 255, Santiago
2013, 10.
Terminamos este capítulo reconociendo lo frágil que es el silencio, cuán amenazado es
por el ruido y la superficialidad del mundo contemporáneo, pero al mismo tiempo, lo
necesario que es para la vida interior del hombre.
CONCLUSIÓN
Esperamos que hagas del silencio tu propio privilegio. Recordemos que es un regalo
divino ofrecido y al alcance de todo hombre que desee experimentarlo en su vida.
Terminamos refiriéndonos a la mujer cuya vida fue marcada por la tranquilidad y la
fuerza que nacen de la soledad, la escucha y la acogida, la que guardaba todas estas
cosas en su corazón (Lucas 2, 51). Virgen María, Madre del Señor, danos tu silencio y
paz para escuchar su voz.