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INTRODUCCION

El silencio es uno de los temas más olvidado por nuestra sociedad, apenas sabemos lo
que es el silencio. Probablemente nunca antes en la historia de la humanidad ha habido
tantos sonidos, ruidos y agitaciones. De igual manera, nuestro mundo interior también
está lleno de ruidos. Apenas nos damos tiempo para permanecer callados y quedarnos
quietos. Con frecuencia el silencio nos produce incomodidad. Muchas veces nos
ponemos a leer, encendemos el televisor o hacemos una llamada telefónica para evitar
escuchar nuestro interior.

Ya que como sacerdotes vivimos en el mundo, igual que los demás estamos llenos de
tantos ruidos sea externos que internos, pero no somos del mundo y entonces en
nuestras actividades cotidianas necesitamos momentos de descanso, estar en silencio,
con paz interior, conscientes de nuestra opción de vida, para no caer en el activismo
como cualquier funcionario común corriente. Estas y muchas más son las razones por
las que un sacerdote necesita redescubrir el silencio.

A partir de estas motivaciones trabajaremos el tema, El silencio como lugar de


encuentro con Dios, cuyo objetivo principal es acentuar y profundizar la importancia
del silencio en nuestras vidas como sacerdotes para poder encontrarnos con Dios, con
nosotros mismos y con los demás. En este sentido, primero buscaremos comprender,
desarrollando etimológicamente el concepto del silencio y luego otros muchos puntos
de suma importancia.

Iniciamos este estudio reconociendo que el silencio no es sólo un tema espiritual, no es


privilegio exclusivo de la religión o de la mística, sino que pertenece al hombre como
criatura. Aunque en el ámbito de la fe, el silencio juega un rol fundamental y una
función clave en la vida del sacerdote.
Etimología

a) Sigan y Siopan

En la lengua griega se utilizan indiferentemente los verbos sigan (estar en silencio) y


siopan (callarse, no hablar sobre esto o sobre aquello)1. Pero cuando apreciamos el
silencio como fenómeno humano, nos damos cuenta de que su trascendencia es más
grande que la de la palabra, porque “la palabra sólo es acogida en un marco de
silencio”2. Veremos a continuación que estar en silencio o permanecer callado no son
idénticos, porque cada término refleja actitudes distintas.

b) Otras definiciones

El silencio es definido por la Real Academia Española actual, como «ausencia total de
sonidos y de ruidos, (…) la forma verbal, estar en silencio, significa permanecer o estar
callado, mientras otros hacen uso de palabra en otras circunstancias»3. El silencio marca
el inicio de toda palabra verdadera y la posibilidad para descubrir su profundo
significado. Es el silencio que crea la reflexión y la sostiene.

c) El silencio como soledad

El silencio nos cuestiona, nos confronta con el sentido de nuestra vida. Y de ahí que hay
momentos cuando no sabemos qué hacer con nuestro silencio. Muchas veces el silencio
nos aburre, a veces es arma de castigo, pero peor aun cuando se presenta como
«soledad no elegida ni deseada: la soledad del no tener a nadie con quien hablar, a nadie
a quien amar y por quien sentirnos amados»4, la desolación del abandono por no tener
con quien compartir o sentirse incluso rechazados por los demás.

El silencio posibilita el trayecto hacia el fondo más angosto de uno mismo, al encuentro
con la propia identidad, por tanto esto puede llevar a una soledad. Este descubrimiento
abismal puede dejar al sujeto en un total y solitario desamparo5 y aislamiento. Por ello

1
Cfr. P.GARCÍA BARRIUSO, El silencio análisis y estructura, España 2004, 13.
2
VV AA, Invitación al silencio: silencio, oración, liturgia. Barcelona 2009, 12.
3
P.GARCÍA BARRIUSO, El silencio análisis y estructura, España 2004,14.
4
E. MARTÍNEZ OCAÑA, Te llevo en mis entrañas dibujada, Madrid 2012, 75.
5
Cfr.F. TORRALBA ROSELLÓ, El silencio: un reto educativo, Madrid 1996, 42.
el hombre superficial que tiene «miedo de encontrarse y conocerse a sí mismo, de
descubrirse, de sentir el vacío que le interroga por su significado, prefiere el ruido»6.

Por miedo o por orgullo, uno no quiere confesar sus problemas a otra persona, pues está
empeñado en solucionarlos a la fuerza, en silencio. En la mayoría de los casos, así sólo
se consiguen soluciones aparentes, porque las cuestiones más básicas de la vida no se
resuelven por si solas, muchos sacerdotes se auto aíslan sienten frustración, angustia,
enojo, e incluso depresión. A estas consecuencias, más allá de ser negativas, también se
suman la ansiedad de no tener con quien compartir sus sentimientos, o con quien
desahogarse o el simple hecho de sentir que hay alguien que les apoya.

1.1. El silencio positivo

Como se ha dicho, el silencio no significa sólo exclusión de palabras y no tiene que


considerarse únicamente en su aspecto negativo, no se limita a un estado de olvido, de
vacío o resentimiento. Al contrario, puede ser algo positivo, ya que es la condición
indispensable para llegar a conocerse uno a sí mismo, para acercarse al otro y para
escuchar a Dios.

Por eso el silencio y la soledad son actitudes necesarias para conocernos interiormente y
para conocer a quienes nos rodean. No existe un ser animado en el mundo que no se
comunique, es así que en el silencio podemos comunicarnos con nosotros mismos y con
Dios.

a) El silencio como recogimiento y serenidad

El hombre consciente de lo que es realmente valioso, recoge toda su actividad y la


orienta hacia lo único necesario, de manera que aun cuando tenga que hacer muchas
cosas, su ser profundo estará recogido y centrado en lo esencial. En el silencio las cosas
van tomando forma, y con paciencia debemos acompañar este proceso y velar por ello.

Para llegar a estar serenos, desprendidos de nosotros mismos, cálidos y luminosos,


tenemos que abrirnos a la gracia de Dios. Y por ello tenemos que poner nuestro espíritu
en silencio, de modo que estemos dispuesto a recibirla y dejarnos moldear por ella. Esto

6
AAVV, Invitación al silencio: Silencio- Oración-Liturgia, Barcelona 2009, 6.
es lo que nos permitirá vaciarnos de nosotros mismos y alcanzar un estado de paz y
serenidad interior7.

Además, el silencio más allá de ser un medio de paz interior o de autoconocimiento, es


también una estrategia. Permite que estemos presentes cuando alguien nos necesita. Lo
podemos llamar así, porque de esta manera podemos evitar herir o humillar con nuestras
palabras a nuestro prójimo. El silencio nos permite reconocer la mirada clara y
transparente del otro. Este otro puede manifestarse a través de la expresión de su rostro.
Observarlo en silencio, nos conforta, nos anima o nos interpela aunque él no transmita
un sonido.

b) El silencio para el encuentro con Dios

La Biblia, los maestros de espiritualidad y nuestra experiencia nos enseñan que Dios se
nos revela en el silencio, en ese ejercicio de escucha amorosa, que es como un tesoro
escondido o guardado en nuestro ser. Para acoger su comunicación tenemos que
cultivarlo. Su hablar lo descubrimos en el silencio de nuestro ser y de nuestra historia.
«El que ama el silencio se acerca a Dios, con Él habla en secreto y por Él es
iluminado»8. Ya que «en la paz y en el silencio (que llevamos en nuestro interior), se
encuentra la alegría de alabar a Dios, (porque podemos) vivir en Él, de Él y para Él»9

Con respecto al silencio positivo, San Agustín, en su libro de las Confesiones, dice que
venera el silencio y la soledad como metas en el camino que conduce a Dios. Pero
reconoce también que a pesar de encerrar grandes valores, a menudo rehuimos el
silencio. Es que el hombre busca el silencio, pero cuando lo encuentra huye de él tan de
prisa como puede, porque no se esfuerza en intentarlo de nuevo.

Este miedo al silencio se ve claramente en el hombre actual que ha perdido la noción del
valor recreativo del descanso. Todo el mundo se queja de la celeridad de la vida
cotidiana y de la imposibilidad de hallar espacios de silencio y de paz interior. Pero
cuando los encuentra, busca pretextos y obstáculos para esquivarlos, ya que tiene miedo
de enfrentar la soledad.

7
Cfr. E. STEIN, Los caminos del silencio interior, Madrid 1998, 87.
8
A. ROPERO, Lo mejor de Juan Clímaco: Escala espiritual, sobre el pastor, Barcelona 2003, 52.
9
E. JIMÉNEZ HERNÁNDEZ, San Bruno, Melodía del Silencio, Burgos 1998, 18.
2. Obstáculos externos, ruido del mundo moderno

Por el ritmo y la velocidad del mundo actual, el silencio es un lujo y una ventaja que
tienen pocas personas, además se requiere de ciertas actitudes y capacidades que,
aunque todos las tenemos, muy pocos sabemos desarrollarlas. Los pocos que han
logrado superar de una manera disciplinada los obstáculos o impedimentos perennes,
son aquellos que se dieron cuenta que sí, «necesitamos el silencio para aprender a
escuchar bien»10.

Por tanto tenemos que detenernos, es decir, hacer un alto, darnos cuenta de que quizás
gran parte de nuestras acciones sólo sirven para llenar el tiempo, no para enriquecerlo.
En opinión de algunos, el silencio es el camino a la reflexión y al discernimiento y por
ello, es un elemento clave que da sentido a nuestra existencia11.

a) La agitación en la que vivimos

El ruido de la vida moderna nos ha hecho perder el secreto de la quietud, porque cuando
estamos con los demás, vivimos distraídos. Cuando estamos solos, nos poseemos
enteramente12. «Si no hay silencio físico, difícilmente puede haber silencio interior,
(porque uno necesita de medios para poder encontrarse consigo mismo y para penetrar
en la propia interioridad). La vida totalmente agitada del hombre contemporáneo le
obliga a marginar estos espacios de silencio y a priorizar otras ocupaciones más
problemáticas»13.

b) Las distracciones en que nos perdemos

«Quien no entra en contacto consigo mismo, quien no está en su centro, se deja


determinar por lo exterior. Y las múltiples influencias de lo exterior lo enferman»14. De
manera que podemos decir que entre los muchos obstáculos que no nos permiten vivir
en silencio hay los problemas existenciales como la salud, la seguridad económica, las
dificultades laborales o familiares que son nuestras principales preocupaciones y nos
frustran al no poder ser resueltas.
10
A. GRÜN, la dicha del silencio, Bogotá 2008,25.
11
Cfr. E. JJIMÉNEZ HERNÁNDEZ, Melodía del Silencio, Burgos 1998, 15-16.
12
Cfr. T. ARELLANO, Invitación al silencio, Bilbao 1947,16.
13
E. ROMERO, Valores para vivir, Madrid 1998, 232.
14
A. GRÜN, la dicha del silencio, Bogotá 2008,20.
Tradicionalmente la biblioteca y la iglesia han sido consideradas como santuarios del
silencio. Lastimosamente en los últimos años se puede observar que incluso estos
recintos han perdido algo de su sosiego y tranquilidad. Nuestros espacios públicos y
privados se encuentran invadidos totalmente por el ruido, desde las calles y los medios
de transporte, hasta la intimidad de la vivienda. El ruido nos hace olvidar el silencio
porque nos llena de pensamientos que muchas veces arruinan nuestra mente.

Las nuevas generaciones están acostumbradas a ambientes que no favorecen el silencio


y no sienten la necesidad de ello. Muchos jóvenes son incapaces de concentrarse en una
tarea sin ser acompañados de algún aparato musical, la computadora o el celular y radio.

c) El estrés

Otra dificultad que últimamente ha sido objeto de estudio es el estrés. Es decir la tensión
o ansiedad que se presenta en la vida de cada uno de nosotros, obviamente, de maneras
distintas. El estrés es un producto desagradable de la vida moderna que resulta de la
acumulación de situaciones tensas, que por más que intentemos, no hemos podido
manejar, y por ende no sólo dificulta el vivir tranquilo sino que genera en nosotros
diferentes consecuencias negativas, tanto físicas como emocionales. A pesar de los
esfuerzos por equilibrar e integrar el estrés como factor de la vida, muchas personas no
han podido conseguir alivio y acuden a psicólogos, drogas o calmantes para
tranquilizarse.

3. Obstáculos interiores, el aburrimiento.

La vida contemporánea es caracterizada por el cambio, por la agitación, por los


descubrimientos, ofertas y novedades. Todo se nos ofrece con la promesa de hacer la
vida más agradable, más cómoda y más moderna. A consecuencia de todo ello, vivimos
sedientos de noticias y a veces consumidos por la curiosidad y la insatisfacción, estas
actitudes tienden a crear en nosotros sentimientos de aburrimiento o inquietud que
dificultan la tranquilidad y el silencio.
a) Caminos de purificación

«No sólo necesitamos higiene para el cuerpo, sino también para el alma, cuanto más los
sacerdotes. Y no hay mejor cura ni baño más intensivo que el silencio»15. El silencio es
más que una alternativa, es una solución y una ventaja frente a diversas situaciones,
pero sobre todo es un soporte para afrontar todo aquello que nos impide tener paz,
tranquilidad y bienestar.

Todos necesitamos reconocer y apreciar las profundidades secretas del corazón del
hombre. Aquí se encuentra el silencio que se puede respirar y sentir. Es el silencio que
nace de la ausencia de ruido, el silencio de las cosas calladas, el silencio de la noche
cuando todo duerme, pero hay todavía otro silencio sublime: se encuentra en «el camino
hacia la interioridad de Dios. Este ya no se respira sino que el ser más íntimo se deja
respirar en él. Este ya no se siente sino que se ama, se goza, se saborea en lo escondido
del ser»16.

Sin embargo, cabe notar que en situaciones de silencio obstinado ya mencionado, puede
que haga falta una palabra para poder retomar o recobrar el verdadero silencio. Si no
practicamos el perdón y la humildad, nuestro silencio obstinado puede dañarnos a
nosotros mismos y a la persona que es el objeto de nuestra ira, porque aun cuando no
hablamos, abrigamos sentimientos turbios que imposibilitan la tranquilidad.

El amor es clave para disolver el silencio obstinado, ya que su dinámica es totalmente


opuesta a la división, porque es un impulso de unión, una fuente de reconciliación y de
reencuentro. Lamentablemente el ruido es la consecuencia del más grande miedo,
entonces dejémonos guiar y envolver por el silencio, y consagrar todo cuanto nos rodea.
No dejemos que el ruido se apodere de nuestro corazón17.

b) Concentración

El hombre moderno por vivir en una civilización de ruido, por la propagación de los
medios de comunicación y por no tener hábitos de silencio, cae muy fácilmente en la

15
A. GRÜN, La dicha del silencio, Bogotá 2008, 28.
16
E. YANUTOLO, Cartas desde el silencio, Madrid 1992, 83.
17
Cfr. E. YANUTOLO, Cartas desde el silencio, Madrid 1992, 84.
tentación de la superficialidad. El sujeto vive sobresaturado de información, de
reportajes y publicidad, etc. Dicha situación hace difícil que las personas penetren en su
propio interior. Ya lo decía Pablo VI: «Nosotros, hombres modernos, estamos
demasiado extrovertidos, vivimos fuera de nuestra casa, e incluso hemos perdido la
llave para volver a entrar en ella»18.Es decir que el ser humano ha perdido contacto
consigo mismo y por ello enfrenta cierto vacío que peligra su interioridad.

Pero el silencio no es simplemente callar y no hacer ruido, sino que es más, porque «el
sonido del silencio, siempre va a resonar continuamente. La cuestión es que si nosotros,
en cuanto instrumento, estamos suficientemente (preparados) como para que su eco y
sonido resuenen en nosotros y lo escuchemos»19.

c) Escuchar

Aprender a escuchar al otro es parte también del silencio, porque por medio del silencio
podremos llegar a descubrir al otro. Como consecuencia de este silencio nace el poder
distinguir la originalidad de quien la pronuncia. Escuchar y descubrir de dónde nace
cada gesto, cada mirada, y el sentido detrás de las palabras del que me habla20.Y sobre
todo, «que debe ser llevada hasta el punto de llegar a comprender que, en el silencio,
Dios se hace escuchar.

Cuando uno vive el verdadero silencio, se encuentra totalmente desnudo consigo


mismo, más allá de todas las cosas y de todas las máscaras, y se siente interrogado y a la
vez desafiado. El silencio posibilita este trayecto hacia nuestra propia interioridad, hace
viable el diálogo con uno mismo que es purificador. Pero no es fácil recorrer este
camino, existe el peligro de echarse para atrás y quedarse atrapado en las sombras del
propio yo, por eso es que nos da mucho miedo21.

18
PABLO VI. Homilía durante la misa de Pentecostés (18 de mayo de 1975) en Ecclesia, 1744 (junio
1975), 770.
19
K. GRAF DURCKHEIM, El sonido del silencio, Bilbao 1996, 63.
20
Cfr.F. TORRALBA ROSELLÓ, El silencio un reto educativo, Madrid 1996, 113.
21
Cfr. F. TORRALBA ROSELLÓ, El silencio un reto educativo, Madrid 1996, 39.
4. Crear espacios de silencio

El silencio se manifiesta de diferentes maneras, pero una de las más completas es a


través del contacto con la naturaleza. Es por ello que estamos convencidos que el
silencio y la naturaleza brindan la combinación perfecta para el encuentro con nuestro
interior. El contacto con la naturaleza nos ayuda a reconocer que existen muchas obras
maravillosas que nos brindan una extraordinaria sensación de bienestar, puesto que
cuando ella nos invade puede dejarnos sin palabras, ante semejante belleza.

Lamentablemente «El hombre moderno se ha rodeado de artefactos técnicos de tal


modo que terminó por asfixiarse entre ellos y estrangular una naturaleza que había de
soportar su tiranía desmesurada»22. Es por ello urgente como sacerdotes propaguemos
una conciencia ecológica que, en otras palabras es un aprecio especial por la naturaleza.
En el silencio uno descubre la maravilla del mundo y la maravilla de nosotros mismos.
Ejemplo excepcional es San Francisco de Asís que descubrió en toda la naturaleza al
Dios de su existencia. En virtud de esta mirada contemplativa todo se vuelve hermano;
los árboles, los pájaros, la roca, el sol, la luna, las estrellas, la lluvia, etc.23, porque a
través de ellos nos habla Dios.

a) El silencio lugar de nuestro Yo profundo

El silencio nos ayuda a descubrir nuestros deseos, nos ayuda a reconocer nuestras
capacidades y debilidades para saber cómo actuar en el momento necesario. Es también
lugar de la escucha de la palabra que nos alienta, orienta, corrige, o satisface, nos hace
sentir libres, en paz y tranquilidad24.

El silencio es como el hogar donde el hombre se siente acogido, ambiente necesario


para que su vida sea fructífera, es decir para hacer germinar palabras, pensamientos y
compromisos serios con la realidad. El silencio posibilita la comunión con nuestra
historia personal para poder aceptarnos a nosotros y a los demás. En el silencio no solo

22
P. GARCÍA. BARRIUSO, El silencio: análisis y estructura, España 2004, 177.
23
Cfr.E. L. MAZARIEGOS, Encuentro a solas con Dios, Colombia 2005, 80.
24
M. LOZANO, E. Dónde están las raíces. Narcea, Madrid 2006, 72.
nos reformamos, sino que nos reanimamos ante una realidad que nos invita y nos exige
responder desde nuestras posibilidades y limitaciones25.

b) Dios nos habla en el silencio

«El silencio es ante todo unión con Dios que me mira y me ama»26. El silencio es uno
de los requisitos más importantes para el contacto con Dios. Se dice que mediante el
silencio nos comunicamos con Él, por ello es necesario que el alma esté en silencio
interior y exterior. Recién cuando el alma esté recogida podremos escuchar a Dios
cuando nos habla.

«El silencio de Dios nos enseña a escuchar lo que Él quiere de nosotros, y esto nos
impide contestarnos a nosotros mismos»27. A medida que vamos experimentando el
verdadero silencio, veremos con más claridad la exigencia o necesidad de vivir el
abandono. «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23, 46). Jesús es el primer
testimonio de abandono y entrega por amor como exigencia radical de fidelidad al
Padre.

c) El silencio, más necesario que nunca

«Si yo hiciera el vacío en mí mismo por medio del silencio, ese vacío vendría a llenarlo
Dios»28. Y obtendríamos no sólo una vida espiritual más completa, un estilo de vida que
no sólo está vinculado a las personas que nos rodean, sino entraríamos en contacto
permanente con quien se convierte en nuestro todo, que es Dios.

“En circunstancias como las nuestras, los creyentes estamos invitados/as más bien a
hacer el camino que Dios mismo hizo recorrer al profeta Elías. El camino que pasa por
la soledad del desierto, por la impotencia de tener que depender del puñado de harina de
la viuda, el del peligro de la propia vida que suponen los poderes del mundo que, como
la reina para Elías, parecen prevalecer sobre el profeta”29.

25
Cfr. Ibid.73.
26
A. GRÜN. La oración como encuentro. Madrid 2007, 45.
27
A. GRÜN, Oración como encuentro, España 2007, 44.
28
T. ARELLANO, Invitación al silencio, Bilbao 1947, 19.
29
V. GARCÍA, FMMDP, el desierto habla de Dios,… y florece, revista TESTIMONIO, n 255, Santiago
2013, 10.
Terminamos este capítulo reconociendo lo frágil que es el silencio, cuán amenazado es
por el ruido y la superficialidad del mundo contemporáneo, pero al mismo tiempo, lo
necesario que es para la vida interior del hombre.

CONCLUSIÓN

Al finalizar el presente trabajo y respondiendo al objetivo que nos hemos planteado al


principio llegamos a las siguientes conclusiones: (1) que el silencio es uno de los
valores más olvidados por nuestra sociedad. (2) que el silencio es un medio importante
para lograr la armonía y equilibrio personales, (3) que es necesario redescubrir el
silencio como instrumento privilegiado para encontrarnos con nosotros mismos y con
Dios.

Consecuentemente deducimos que el silencio es el lenguaje y la pedagogía de Dios. Es


lenguaje, porque Dios desde el inicio de la creación, aprovechándose de personas,
lugares y situaciones concretas, culminando en la encarnación de Cristo, habla al
hombre por medio del silencio. El misterio que rodea la fe es su voz callada infundiendo
la verdad en nuestros corazones. Los cielos cuentan la victoria de Dios, las obras de sus
manos anuncian el firmamento; el día al día comunica el mensaje, y la noche a la noche
transmite la noticia.

Esperamos que hagas del silencio tu propio privilegio. Recordemos que es un regalo
divino ofrecido y al alcance de todo hombre que desee experimentarlo en su vida.
Terminamos refiriéndonos a la mujer cuya vida fue marcada por la tranquilidad y la
fuerza que nacen de la soledad, la escucha y la acogida, la que guardaba todas estas
cosas en su corazón (Lucas 2, 51). Virgen María, Madre del Señor, danos tu silencio y
paz para escuchar su voz.

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