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secretario Durazo comparece

Pese a que se trataba de una crítica numéricamente minoritaria, el


secretario Durazo no pudo cumplir su declarado propósito de que
evitaría caer en provocaciones
02 de Noviembre de 2019
En lo que va del actual gobierno, no habíamos atestiguado una comparecencia
tan ríspida y grosera como la que este jueves protagonizaron el secretario de
Seguridad, Alfonso Durazo, y diputados de oposición.
Hubo en la administración peñista cuestionamientos rudos hacia Luis
Videgaray, Rosario Robles y Miguel Osorio. Y aun cuando se defendieron, sus
respuestas no llegaron al nivel de la ofensa.
Pero lo sucedido este 31 de octubre en San Lázaro nos remitió a las polarizadas
sesiones legislativas del sexenio de Felipe Calderón.
Recurrimos a la memoria de nuestros colegas Maxi Peláez y Héctor Guerrero,
testigos de la vida parlamentaria del México de la alternancia. Ambos coinciden
en que los antecedentes más cercanos se dieron con Genaro García Luna, al
frente de la cartera de Seguridad, y con Javier Lozano, titular del Trabajo, quien
—al igual que el secretario Durazo— quiso poner en su lugar a los diputados
que lo cuestionaron en términos personales.
Sin embargo, a diferencia del peso que la oposición tenía en el sexenio
calderonista, el funcionario de la 4T compareció ante un pleno
mayoritariamente afín, pues al respaldo de las bancadas de Morena, PT y PES se
sumaron las del PRI y PVEM y parte de Movimiento Ciudadano. Así que las
impugnaciones se limitaron al PAN y PRD.
Pese a que se trataba de una crítica numéricamente minoritaria, el secretario
Durazo no pudo cumplir su declarado propósito de que evitaría caer en
provocaciones. Tampoco logró predicar con el ejemplo en su llamado a discutir
con neutralidad política.
Y al engancharse con el griterío y el golpeteo de los panistas, el compareciente
perdió la oportunidad de exhibirlos.
Por el contrario, Durazo le hizo segunda al show de un PAN que si bien ganó el
efecto mediático —al ir actualizando las cifras de las víctimas de la violencia
criminal en esta administración—, no atina a formular un discurso alternativo
en seguridad y se limita a marcar las inconsistencias de la supuesta pacificación
del gobierno de López Obrador.
De ahí que el balance de la comparecencia es que el secretario desperdició la
tribuna al actuar como un parlamentario de oposición, soslayando que su tarea
era rendir cuentas al Congreso.
Sin ocultar la molestia que le genera el tema de la solicitud de su renuncia por
la fallida operación de Culiacán, Durazo pasó de la trivialización del tema al
desplante: “Respeto la posición del PRD, pero no tienen autoridad moral para
hacer un planteamiento de esa naturaleza”.
Ajeno a la mínima autocrítica, el titular de Seguridad desestimó el momento en
que la diputada sin partido Ana Lucía Riojas hizo suyos los cuestionamientos de
seguridad sin guerra: ¿Quién está a cargo de la estrategia? ¿El Gabinete de
Seguridad que acude a inaugurar obras aeroportuarias, pero no sabe de los
operativos? ¿O Estados Unidos, que nos usa como muro y nos ordena a quien
capturar?”.
En vez de tender puentes con una oposición que un experto en gobernabilidad
—así se describió— debería procurar, Durazo confirmó que la inevitable
mimetización con el estilo presidencial de comunicar puede reducir a los
integrantes del gabinete en propagandistas de dudosa efectividad.
Una escena ilustrativa de ese fenómeno sucedió con el emecista Alan Falomir,
quien irónico, cuestionó en tribuna la pretensión de “combatir las células del
crimen organizado con poderosos y potentes disparos de fuchi y una artillería
de guácala”.
Reactivo, a la defensiva, el secretario reviró: “hay espacios y sectores donde
sólo tal vez entiendan ese lenguaje y no el debate teórico que se da en los
cubículos”.
Poco quedó de la templanza que se jactó poseer, después de las intervenciones
panistas que vulgarizaron la ocasión señalándolo como un especialista de la
grilla y el chapulineo.
Y con esa obsesión de cifrar el éxito del cambio en defenestrar al PAN, como si
en el país no hubiera 10 gobernadores de ese partido, Durazo calificó de
traidores al pueblo a sus diputados y les regateó el derecho “moral”, así lo dijo,
de criticarlo.
Preocupantes los tintes de soberbia en un secretario que tiene la encomienda
de pacificar a México. Y que opta por la estigmatización de la segunda fuerza
partidista, a la que coloca como el enemigo número uno de la 4T.
Porque al darle a los opositores un trato de adversarios, con denostaciones más
severas que las que lanza al crimen organizado, Duraz

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