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TRASVASE INTERCUENCAS
Siempre que se extrae agua de su ubicación natural, se transporta por cualquier tipo de
medio y se utiliza en un lugar distinto del de origen, podemos decir que se ha realizado un
trasvase de agua.
La forma más usual de realizar los trasvases ha sido mediante la construcción de canales
por los que se desviaban las aguas superficiales hasta el lugar de utilización, principalmente
para abastecimiento urbano o para regadío.
Sin embargo, las aguas superficiales no son la única fuente posible de trasvases, puesto
que estos también pueden realizarse a partir de acuíferos. Al igual que se han construido
canales para derivar agua de los cauces de los ríos, también se han construido para
aprovechar las aguas subterráneas, ya sea de surgencias naturales o de pozos excavados
por el hombre. La problemática surgida a raíz de los trasvases de aguas subterráneas no
es radicalmente diferente de la de los realizados con aguas superficiales, si bien existen las
lógicas diferencias derivadas de las características específicas de
estos recursos.
Cuando las cuantías trasvasadas y las distancias recorridas son mayores, los conflictos
originados por los trasvases se incrementan de forma exponencial, surgiendo problemas
de índole económica, social, política y medioambiental, tanto entre los propios agentes
económicos afectados como con la Administración, que suele ser la encargada de tutelar
estas actuaciones.
Dado que una cuenca hidrográfica es «la superficie de terreno cuya escorrentía
superficial fluye en su totalidad a través de una serie de corrientes, ríos y, eventualmente,
lagos, hacia el mar13 por una única desembocadura, estuario o delta.»
podemos definir los trasvases de agua intercuencas como aquellos trasvases donde
se extrae agua de un sistema de drenaje de aguas superficiales del máximo nivel,
es decir, de una cuenca hidrográfica, y se vierte a un segundo sistema, también del
máximo nivel (Cox, 1999a: 5).
2. Causas y justificación:
En el “planeta azul”, aproximadamente tres cuartas partes del mismo se encuentran
cubiertas de agua. Sin embargo, tan sólo un 2,5% del total es agua dulce. De esta,
más de dos terceras partes se encuentran inmovilizadas en los casquetes polares y
en las regiones montañosas en forma de hielo y nieve permanentes. Casi un 30%
adicional está almacenada en acuíferos subterráneos no siempre accesibles. Y tan
sólo un 0,27% forma parte de lagos, embalses y ríos (Babkin y Klige, 2003: 13, tabla
1.8), los llamados recursos hídricos superficiales.
Por otra parte, el agua dulce es un recurso natural renovable, y lo hace mediante el
ciclo hidrológico de evaporación-condensación-precipitación4. Sin embargo, toda el
agua dulce acumulada en los polos en forma de hielo y la mayor parte de las aguas
subterráneas se renuevan en una escala temporal tan elevada para los estándares
humanos5 que a todos los efectos se consideran como recursos no renovables.
Forman parte del stock de recursos
naturales acumulado a lo largo de la vida del planeta Tierra, y en la medida que se
usen dejan de estar disponibles para las generaciones futuras, surgiendo las
cuestiones relacionadas con la equidad intergeneracional y la sostenibilidad6. No
obstante, como ya hemos mencionado, la mayor parte de estos recursos son
difícilmente accesibles.
Tampoco se puede olvidar que las acciones humanas pueden convertir el agua de
recurso renovable a no renovable (Gleick et al., 2002: 5), por ejemplo, contaminando
los acuíferos o haciendo cambiar las características hidrológicas de una cuenca.
Tradicionalmente, el ser humano ha utilizado los recursos hídricos7 superficiales
(que son renovables en una escala temporal asumible por la humanidad)8 aunque
los avances tecnológicos logrados a lo largo del siglo XX han permitido una
utilización cada vez más amplia de los recursos subterráneos, hasta el punto de que
para algunos autores es “la revolución silenciosa” (Llamas, 2005a; Llamas y
Martínez Santos, 2005; Fornés et al., 2005)
protagonizada por la agricultura de regadío con aguas subterráneas la que ha
permitido el fuerte incremento de población mundial que ha ocurrido en la segunda
mitad del siglo XX.
Sin embargo, los valores medios y absolutos suelen camuflar situaciones extremas,
que tan sólo se revelan cuando se hace un análisis detallado y en términos relativos
de la situación; y es descendiendo a este nivel cuando se perciben los problemas
reales.
Espacialmente, los recursos hídricos no son los mismos en el desierto del Sahara
que en la selva amazónica, en Finlandia que, en España, en Australia que en
Vietnam. En la tabla se muestran las diferencias existentes en las precipitaciones
por continentes. En ella se puede observar cómo es Asia el continente con mayor
cantidad de recursos hídricos, seguido muy de cerca por Latinoamérica, si bien este
último continente duplica a Asia en recursos por unidad de superficie. En el extremo
opuesto, Oceanía es el continente con menor cantidad de recursos hídricos, si bien,
por unidad de superficie es África la que está a la cola.
Recursos hídricos renovables por continentes (1921-1985)
Sin embargo, estas diferencias no tienen mayor importancia desde el punto de vista
de los ecosistemas naturales, puesto que estos se hallan perfectamente adaptados
a las condiciones hidrológicas de su entorno, a la escasez física de agua o a la
superabundancia.
Distribución mensual de los recursos hídricos renovables por países
Hay que tener en cuenta que la escasez que genera la crisis del agua no es una
escasez “física”, sino una escasez “socialmente provocada” (Aguilera, 1992: 436;
Aguilera, Pérez y Sánchez, 2000: 233), es decir, la disponibilidad de agua per cápita
es baja porque una región con unos recursos hídricos determinados soporta una
población humana y unos usos
económicos del agua excesivos en relación con los estándares de calidad de vida o
de requerimientos productivos. En la tabla se muestran los recursos hídricos
renovables per cápita por continente.
Los tipos de trasvases y sus características y, por tanto, las de los trasvases
intercuencas, varían mucho de una región o país a otro. Las características
biofísicas de la cuenca cedente y receptora (orografía, edafología, hidrología,
ecosistemas, etc.), así como las características técnicas de cada trasvase particular,
se combinan de forma específica en cada caso, dando lugar a una gran variedad de
esquemas de trasvases diferentes,
dependiendo de la relación entre la cuenca cedente y la receptora, la longitud del
trasvase, las cuantías trasvasadas, la distribución temporal de los caudales
trasvasados, el tipo de ruta, etc.
Han sido los trabajos de los investigadores sudafricanos (Davies, Thoms y Meador,
1992; Snaddon y Davies, 1997; Snaddon, Davies y Wishart, 1999) los que más
esfuerzos han dedicado a la categorización y clasificación de los trasvases, si bien
su enfoque ha sido predominantemente, por no decir exclusivamente, ecológico o
ecosistémico. Las tipologías de trasvases desarrolladas por estos autores se han
basado en los modelos de ecosistemas
fluviales conocidos como River Continuum Concept (RCC) y Serial Discontinuity
Concept (SDC).
De acuerdo con estos conceptos, Davies, Thoms y Meador (1992: 326- 327)
identifican, inicialmente, quince tipos posibles de transferencias, dependiendo de:
Que el origen (y el destino) de las aguas trasvasadas sea la cabecera del río,
su zona media o su desembocadura.
Por último, Snaddon, Davies y Wishart (1999: 6-7) amplían las variables a tener en
cuenta en las rutas de transporte (canales vallados o cubiertos, tuberías enterradas
o en superficie, canales y tuberías reversibles o no, etc.), e introducen un par de
nuevas variables directamente relacionadas con el modelo SDC antes explicado: la
existencia de cierto nivel de recuperación del río, así como los impactos crecientes
o decrecientes del trasvase.
Respecto a la recuperación temporal del río, sólo será posible si el trasvase cesa
durante un período de tiempo y lo permiten las condiciones hidrológicas. Por otra
parte, la evolución creciente o decreciente de los impactos del trasvase y su efecto
multiplicador constituyen una cuestión de máxima importancia que se ha
esquematizado en la figura. Por ejemplo,
cuando un trasvase introduce especies alóctonas en una cuenca hidrográfica, el
efecto es claramente creciente aguas abajo del trasvase, e incluso agua arribas, y
la contaminación por la especie no autóctona puede acabar afectando a la totalidad
del curso fluvial y de los ecosistemas riparios o ribereños y de la desembocadura.
Por el contrario, el impacto de la
aportación de agua trasvasada a otra temperatura a un río determinado será
decreciente según nos alejemos del punto de recepción de los caudales
trasvasadas. Evidentemente, los trasvases con efectos multiplicadores crecientes,
como el representado mediante la línea discontinua en la figura, serán mucho más
perjudiciales para el conjunto del ecosistema.
Fuente: Shiklomanov
Una vez presentadas las causas que justifican la realización de los trasvases en
general, así como definido el objeto de nuestro estudio, los trasvases intercuencas
y sus características y tipologías, analizamos a continuación sus impactos o
consecuencias.
Del balance entre los impactos positivos y los negativos en ambas cuencas
dependerá la deseabilidad social del trasvase. No obstante, la evaluación de los
beneficios y los costes de los trasvases es complicada y no siempre se realiza
correctamente: por una parte, no siempre se han tenido en cuenta todas las posibles
consecuencias; por otra, no siempre se considera a todos los grupos sociales
afectados por los trasvases; y por último, muchos de
los beneficios y los costes de las transferencias no son fácilmente medibles en
términos monetarios, lo que dificulta su comparación.
De este modo, durante gran parte del siglo XX, en cuanto a beneficios, en la mayoría
de los trasvases sólo se han tenido en cuenta los intereses de los usuarios directos
del agua trasvasada (agricultores, consumidores urbanos y empresas
hidroeléctricas) y se han ignorado los efectos ambientales de los trasvases, los
impactos en las cuencas de origen o el interés del público en general. Por ejemplo,
en el libro Water Transfers in the West18 (Nacional Research Council, 1992: 4) se
reconoce que en muchas ocasiones los intereses
de las terceras partes afectadas no se han tenido en cuenta suficientemente,
afirmando que el sector público debería instrumentar mecanismos para que se
internalicen en los procesos de negociación y decisión sobre los trasvases.
Desde nuestro punto de vista, los principales impactos de los trasvases intercuencas
se pueden clasificar en cuatro grandes grupos:
1) económicos,
2)ambientales
3) sociales
4) políticos.
La combinación de las tres primeras categorías de impactos, junto con los diferentes
grupos de afectados (que lo son en distinta medida) y su ubicación geográfica, ya
sea en la cuenca cedente, en la cuenca receptora o en las regiones por donde
transcurren las infraestructuras de transporte, provocan un complejo entramado de
intereses que, casi inevitablemente, suscita encendidas y apasionadas polémicas
entre los afectados.
Y estás fuertes controversias son las que provocan la entrada en escena de las
cuestiones políticas. Por un lado, podríamos tener conflictos entre los distintos
niveles de Administración, ya que podría ocurrir, por ejemplo, que la Administración
central aprobase un trasvase en contra de los gobiernos autonómicos o locales.
Incluso dentro de un mismo nivel de la Administración, podría haber organismos a
favor y en contra del trasvase, ya que cada organismo tendrá asignados objetivos y
responsabilidades diferentes. Finalmente, la importancia que la sociedad y la opinión
pública le concede a las cuestiones relacionadas con las infraestructuras hídricas
hace que sean una bandera de enganche ideal para los políticos de las regiones
afectadas.
4.1. Ambientales
Los impactos ambientales son las consecuencias más inmediatas y, en muchos
casos, las más fácilmente apreciables de los trasvases. Sin embargo, su
consideración en evaluación de los trasvases data de la década de los sesenta,
y no se han tenido en cuenta de forma generalizada hasta la década de los
setenta, a raíz de la aprobación en 1969 de la National Environmental Policy
Act (Ortolano, 1979: 159) como consecuencia de una cada vez mayor
conciencia ambiental. Esta ley estadounidense obligaba a todas las agencias
federales, que eran las principales responsables de la construcción de las
infraestructuras hidráulicas, a realizar evaluaciones de impacto ambiental en
todas sus actuaciones.
Cuando se detrae un volumen significativo de agua de un río o un lagose
producen cambios en los ecosistemas de los que forma parte. Un ecosistema
está formado por un conjunto de elementos bióticos y abióticos que se
interrelacionan entre sí. Cuando se modifican las condiciones de los elementos
abióticos, como el agua, por ejemplo, los seres vivos del ecosistema tienen que
adaptarse a las nuevas condiciones, y no todas las especies lo consiguen. El
conjunto de cambios en los elementos físicos y en los seres vivos puede
provocar la creación de un nuevo ecosistema que, aunque no necesariamente,
puede ser esencialmente distinto del anterior. Cuando el ecosistema inicial,
creado por la naturaleza, posee un valor especial debido, por ejemplo, a su
excepcionalidad, los impactos provocados por las detracciones suponen una
importante pérdida en términos ecológicos.
En la tabla se muestran las variables que pueden ser afectadas por los
trasvases, detallando especialmente las medioambientales, entre las que se
diferencian las que afectan al sistema físico o abiótico y al sistema biológico o
biótico. Estos efectos ambientales se producen tanto en la cuenca cedente
como en la receptora y, en menor medida, en las cuencas o ecosistemas por as
que transcurre el trasvase.
4.2. Económicas
Los impactos económicos asociados a los trasvases intercuencas son muy
distintos en la cuenca cedente y en la cuenca receptora, e incluso, en muchas
ocasiones acaban afectando a los contribuyentes que residen fuera de las
regiones implicadas en el trasvase.
4.3. Sociales
Como ya hemos comentado con anterioridad, las afecciones sociales pueden
tener un doble origen. En primer lugar, son afecciones sociales las derivadas
de las consecuencias económicas de los trasvases, puesto que estas últimas
pueden llegar a alterar las dinámicas sociales, de ahí que muchos autores las
cataloguen en consecuencias socioeconómicas (Biswas, 1979: 84 y Snaddon y
Davies, 1997: 45). Por otra parte, los pueblos tienen fuertes lazos culturales con
los recursos hídricos de su zona, por lo que, privarlos de ellos, puede tener
consecuencias sociales negativas, provocando una resistencia y oposición
enconada a los trasvases en general, y no sólo exclusivamente a los trasvases
intercuencas.
4.4. Políticas
Por último, tenemos las consecuencias políticas de los trasvases de agua, que
en muchas ocasiones son las más complicadas de resolver (Biswas, 1979: 88).
5. Condiciones de viabilidad
Impactos socioculturales