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TEXAO UNA ENCICLOPEDIA – JUAN GUILLERMO CARPIO MUÑOZ

Estuve en la FIL pero no para presentar un libro mío, aunque había varios en los puestos de
venta, sino para cumplir una tarea que me pidieron en la Universidad Católica de Santa María.
Nada menos que el rol de lector de una obra inmensa. El adjetivo es justo, tanto por su
extensión como por su contenido. Esa obra se llama Texao. Arequipa y Mostajo. Se trata de
doce tomos de 400 a 500 páginas. A los que se suman dos más, llamados «esenciales». Por
otra parte, a primera vista, parecería una vasta obra de investigación sobre Arequipa —lo es—
, pero rebasa el límite regional.

En la FIL, ante un público que no era numeroso pero el suficiente para transmitir esa
impresión de algo formidable. Al lado esperaban los que venían para escuchar a Mario Vargas
Llosa. En el público que ingresó al auditorio donde se exponían los tomos de Texao, hubo
gente muy distinguida. Vi al antropólogo Ossio, a personas que conozco y son diplomáticos. Y
acaso buena parte de arequipeños. Lo que dije fue simplemente transmitirles mi sorpresa y
admiración. En efecto, yo no conocí en vida suya, a Juan Guillermo Carpio Muñoz. Solo que
me he leído las 7000 páginas de esos volúmenes. Que son algo más que una serie de tomos.

En Arequipa, traté de situar esa obra colosal en lo que era la historiografía que reclamaba
Raúl Porras Barrenechea en Fuentes históricas peruanas (1954). Es un clásico, ciertamente, sus
601 páginas han sido varias veces reeditadas. Útil para todo aquel que se consagre a la
historia del Perú, lo esperan los datos sobre las fuentes, desde los primeros quechuistas a la
arquelogía, los mitos y épica incaica, los cronistas, las fuentes de la historia colonial, la
emancipación, hasta la historia republicana, amén de la cartografía y la historia misma de los
historiadores. Conviene que diga que algunos tuvimos la suerte de trabajar directamente con
Porras en su casa de Colina, transformada en taller de trabajo, haciendo fichas y lecturas para
el maestro Porras y rentados por el editor de historiadores, José Mejía Baca. Un pequeño
número de asistentes, a saber, Pablo Macera, Carlos Araníbar, Mario Vargas Llosa antes de
partir a Europa. Y entre ellos, quien escribe esta nota. Pero ¿a qué viene esa rememoración?

Por una sencilla razón. En el capítulo XIV, se insiste en la importancia de la bibliografía


regional (pp. 535-563). Y en cuanto a Arequipa aparece Víctor Andrés Belaunde con un
estudio sobre el movimiento intelectual, y Felipe Santiago Bustamante sobre la Compañía de
Jesús en esa ciudad, de Juan José Reinoso sobre Mollendo, y Francisco Mostajo, sobre la
fundación española de Arequipa. Sin embargo, no vimos en los decenios siguientes un
entusiasmo por los estudios de la historia de otros departamentos y ciudades peruanas.

Ahora bien, eso no lo vio Porras, pero como uno de sus discípulos, puedo decir, sin duda
alguna, que habría aplaudido el esfuerzo y la obra de Carpio Muñoz que comentamos.

Con una variante decisiva. Desde el inicio de su lectura se entiende que Texao es mucho más
que una historia regional. Su monumentalidad la produce el hecho que capítulo tras capítulo,
la historia de Arequipa va de la mano con los acontecimientos de la historia del Perú. Es,
pues, una narrativa de Arequipa y a la vez de la nación. Para ser más claro, diré que se
ocupa, por ejemplo, no solo de lo que el autor llama los «aristócratas arequipeños» (tomo III,
p. 123) sino de personajes nacionales tales como Grau, Piérola, y en el siglo XX, Leguía,
Odría y otros. Las biografías, que son abundantes, son de arequipeños pero no faltan los que
no nacieron al pie del Misti. No es, pues, una versión aislada de la historia arequipeña sino
una metodología que vincula unos y otros episodios trascendentes, acasos distantes por la
geografía, y unidos por el destino. Si así lo vemos y apreciamos, entonces el trabajo
intelectual que ha costado esta obra viene a ser una doble lectura. Historia de Arequipa e
Historia del Perú. Tal vez (es de desear) inspire a algún otro investigador —o acaso un equipo
de investigadores— movidos por el ejemplo de esta obra. Estudio regional y a la vez, nacional.

Pero si fuera solo esto, ¿solo es historia? Depende de lo que entendamos por ello. Ahora bien,
es cierto que soy sociólogo, graduado en Francia y profesor por largos años, pero he
estudiado historia en San Marcos y por lo general, en mis obras, acudo a una y otra disciplina.
Ahora bien, el concepto de historia ha evolucionado en el tiempo que nos separa del final de la
segunda guerra mundial. Un poco antes que ese acontecimiento, la historia se había ocupado
de los hechos políticos, la diplomacia y las guerras. Pero en el siglo XX emergen los aspectos
sociales y económicos, y la historia y los historiadores van a ocuparse no solo de lo que van a
llamar la historia-batalla sino de las modificaciones en la estructura de las naciones, cambios
demográficos, de comportamientos y mentalidades. Y ya no solo de hechos visibles sino
subterráneos. Para lo cual aparece el concepto de longue durée, con la Escuela de los Annales
dirigida por por Fernand Braudel (1902-1985). La larga duración, el tiempo largo, es el criterio
de Lucien Febvre. Y de Marc Bloch. ¿Qué importancia tienen esas modificaciones para
nuestros historiadores peruanos? Los más importantes, como Jorge Basadre, Pablo Macera,
incorporaron esas nuevas medidas de la historia en sus trabajos. Ese corte en la aproximación
de los hechos significa no solo el estudio de las clases dominantes o de los caudillos, tanto
militares como civiles, sino el estudio del pueblo. Y de la cultura popular.

Dicho esto, y de retorno a lo que es Texao, ¿acaso el autor, Carpio Muñoz, solo se ocupa de
los hechos políticos? ¿No es verdad que a cada capítulo le dedica espacios muy nutridos
sobre cómo es la cultura popular de los arequipeños, desde sus expresiones populares, las
peleas de toros, la música popular y a la comida tradicional? Con gran entusiasmo dice el
rector Manuel Alberto Briceño Ortega en la Presentación de Texao. ¿Qué no está, de la vida
arequipeña, tanto en política como en costumbres, en esos volúmenes? Está la rebelión
popular de 1867, no por azar, al inicio de esos estudios. Pero también los terremotos, lo que
fue Arequipa en el momento de la Guerra del Pacífico, los valses y marineras, la
reconstrucción de la Catedral, la historia de la fotografía o el arte arequipeño. O cómo surgen
el Club de Arequipa, el Internacional, el primer Colegio de Abogados. Entonces, no hay solo
una forma de historia, sino historias.

A saber, la historia política sin duda, pero también la historia cultural, dada la importancia que
se da a literatos, juristas, artistas y pensadores. Historia recuperada del periodismo local, la
recuperación de lo que en su momento dijeron los testigos de vista de los acontecimientos, es
decir, el diario La Bolsa, El Deber, El Pueblo. Historia de las mentalidades. Cada capítulo tiene
algo que ver con las costumbres y tradiciones. Carpio Muñoz desempolva los deseos, los
dolores y los placeres de un fondo tanto masculino como femenino, de una historia íntima de
las sensibilidades populares. Se juntan, pues, en la misma edición, por lo general en páginas
cercanas, la cultura popular y la cultura elitaria. Hay como un proyecto de síntesis. Arequipa,
tierra de chacareros. Ciudad de juristas y de profesionales del Derecho (Mostajo). Esta es otra
manera de la memoria. No solo hay disponibles, en esos 14 volúmenes, datos para entender
la vida cívica arequipeña, sino una fuente para antropólogos y sociólogos y lingüistas. Esto
último, dado el estudio y el uso a cada rato —deliberadamente— de palabras que solo se
usaron en las faldas del Misti: «Carosa, helay quitáte si no me lo entendí» (Tomo II, p. 344).

Es hora, entonces, de abordar la estructura interna de cada capítulo que Juan Guillermo
Carpio Muñoz publica, y luego de algunos años, reúne en Texao. Arequipa y Mostajo. Esa
armazón y soporte interno no es difícil de hallar. Está en cada edición de sus investigaciones
que él mismo edita, y que luego recopila, para la obra que comentamos. Consiste en lo
siguiente: en primer lugar, un título que se repite en cada edición, a saber, la historia de un
pueblo y de un hombre. Luego, un episodio histórico, por ejemplo, la «rebelión de 1867. Viva
la religión». Luego siguen las microbiografías, la cronología, las anécdotas históricas y las
páginas memorables. Esta organización, por cierto, ha llamado siempre la atención, y Jorge
Cornejo Polar, reconocido profesor y ensayista, decano y rector de la San Agustín, en octubre
de 1980, reconoce la novedad del ensayo histórico de Texao: «Es una suerte de ataque
plurilineal, simultáneo desde varios frentes. El ensayo en sí, el núcleo en sí, está rodeado del
documento, de la anécdota, de la fotografía que ilustran, que le dan amenidad didáctica al
motivo central que es Arequipa so pretexto de Mostajo» (Texao, tomo I, p. 59)

Tres años después, en 1980, a la segunda edición de cuatro tomos de Texao —publicados en
Lima— añade esta interpretación de la obra de Carpio Muñoz: «Debe reconocerse que no hay
una sola historia del Perú, sino más bien una multiplicidad de procesos históricos, un conjunto
de desarrollos paralelos aunque desiguales que deben ser estudiados en su peculiaridad».
Quizá conviene detenerse un instante en esta peculiaridad. Porque define la naturaleza de
esta obra.

En primer lugar, el mismo Cornejo Polar había observado en la edición de 1980 la posibilidad
de que «habiendo anécdotas y fotografías, esa historia podía llegar al gran público y a los
niños». En segundo lugar, la «plurifocalidad» de los textos, desde estudios de biografías y
«minuciosa cronología», podía «sorprender al lector y luego interesarlo y cautivarlo». Atinadas
y certeras afirmaciones del gran Cornejo Polar. Sin embargo, visto desde la perspectiva del
siglo XXI, hay una tercera razón, que me permito añadir.

Vivimos en una era marcada no solo por la mundialización sino la importancia de la imagen.
No solo cine, televisión, internet sino celulares. A eso se agrega que en las Ciencias Sociales
cada vez más se establece la necesidad de la multidisciplinariedad. No es del todo correcto
ponerse como un autor de esa corriente por aquel que esto escribe, pero no tengo más
remedio que decir que, por mi parte, mis obras se tiñen de historia y a la vez de Ciencias
Políticas y Ciencias Sociales, disciplinas las dos últimas, en las que me formé en Francia. País
en el que hice casi el total de mi vida universitaria. Con colegas europeos que practican esa
interacción de saberes, a diferencia de la metodología anglosajona que prefiere la máxima
especialización. Ahora bien, si Juan Carpio se propuso como meta teórica la historia de
Arequipa en el tránsito del siglo XIX al XX, observando no solo los hechos históricos y
culturales, sino «la entronización del capitalismo en la ciudad y en la región», entonces caben
diversas narrativas. La historicidad de Arequipa, los acontecimientos —Vivanco en el XIX,
Belaunde en el XX— pero también la sustancia de lo vivo, los sentidos, los sabores, en suma,
desde la guerra de caudillos y las pasiones políticas a los arequipeñismos. Lo que dice el
intelectual y el jurista, pero a la vez, las picanteras tanto como las rebeliones. Las misas como
los desfiles.

No una simbiosis sino un vasto abanico que va del characato al notable, y viceversa.
Académicamente, unos espacios de historia política, social, cultural, donde cabe la vecindad y
paralelismo de la historia, el costumbrismo, la lingüística y la antropología. Más que la
amenidad, la pluralidad. Desde los hechos que parecen banales a las grandes
transformaciones. De la historia de la gente a la gente sin historia. Y acaso la historia de lo
que cambia a la vez, en la longue durée, la ciencia de lo que no cambia, o difícilmente.

Algo decisivo para concluir. Texao. Arequipa y Mostajo, rompe todos los modelos de edición de
estudios e investigaciones. Es una pesquisa académica sin duda alguna. Pero con un
esquema brillante y extenso. No es una acumulación de documentos ni una colección de
textos. Es historia nacional e internacional. Podríamos también llamarlo ‘diccionario
biográfico-histórico-cultural’, pero ese intitulado es demasiado largo. Me permito decir lo que
pienso. Cuando un saber se expresa en varios tomos, con un aporte universal y objetivo y
variado, a eso se le llama ‘enciclopedia’. Idea y obra que como es sabido, inventan los
pensadores de la Ilustración francesa en 1751, Jean le Rond d’Alembert y Denis Diderot, con
el nombre célebre por siglos, de L’Encyclopédie. Hoy existen diversas enciclopedias,
incluyendo las digitales como Wikipedia. Para eso, sin embargo, debido a las diversas
temáticas que se hallan en los diccionarios, la originalidad de cada artículo depende en gran
parte, de un índice adecuado. De lo contrario, la búsqueda de un personaje o de una entidad
—los clubes, las empresas arequipeñas— sería extremadamente difícil. La extensión,
variedad y contenido lo reclama. En fin, me parece que su definición en el pasaje de los
fascículos iniciales a los 14 tomos, puede llamarse, ‘Enciclopedia arequipeña’. Y es eso lo que
es. No un libro corriente. Una suma de saberes. Que puede extenderse a ciencias geológicas,
ecológicas, de la natura o de la sociedad humana. Sin límite alguno. ¿Qué novedades nos
esperan en este siglo? ¿Cómo afectarán a Arequipa y al Perú? Texao es un producto
mistiano, y por eso, inacabable. No faltarán los herederos intelectuales de Juan Guillermo
Carpio Muñoz.

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