TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
La demonstratio religiosa buscaba la demostración del
1) De la apologética a la teología fundamental
- Concilios Vaticanos I y II. Términos históricos dentro de los
cuales se realiza la peripecia histórica de los «manuales».
- En la publicación de la encíclica Aeterni Patris de León
XIII, el 4 de agosto de 1879. Una rápida mirada a este
documento podrá ayudarnos a comprender la evolución de
este género teológico. El contexto histórico en que se sitúa
sigue siendo el que veía en la Dei Filius del Vaticano I su
expresión más significativa: la condenación del
racionalismo y del fideísmo.
La filosofía se relaciona con la fe y con la teología a través de un
triple paso que afecta a los momentos constitutivos del acto de
fe:
- Respecto a la fe:
o Praeambula fidei, es decir, todos aquellos
conocimientos que puede alcanzar por sí misma la
razón y que son verdades universales.
o Lucidior intelligentia a los misterios revelados; y
luego, la de defender la fe de los errores de las
diversas filosofías que amenazan a su contenido.
- Respecto a la teología:
o Tiene un papel constitutivo: tiene que garantizarle a
la teología su estatuto epistemológico.
De esa rápida ojeada al documento se puede advertir que la
comprensión de la filosofía de León XIII era esencialmente la de
una ciencia capaz de estructurar a todas las demás y que, en
relación con la teología, desempeñaba una función segura,
apologética, del dato revelado.
La teología apelaba entonces a tres autoridades: Escritura,
Tradición, Magisterio. Pero como llegaba a faltar toda posible
asunción de metodologías o de hermenéutica en el ámbito de las
dos primeras instancias, la teología de los manuales dirigirá todo
su interés al Magisterio.
Es evidente que una teología que apelaba a esta
precomprensión no podía asumir en sí misma la característica de
la historicidad, que obligaba, por el contrario, a ver un progreso
continuo de la reflexión y de la comprensión del misterio.
La teología se convertirá en colección de textos del
Magisterio; el Denzinger será el modelo normativo de este
período.
La teología de los manuales se quedaba privada de todo
posible concepto de «crítica»; o mejor dicho, ella misma se hacía
«crítica» de cualquier otra expresión especulativa en virtud de
una doble pretensión: la normatividad de la teología del
Magisterio y la insuperabilidad del pensamiento de santo Tomás:
A partir de estas premisas generales que se referían de suyo
a toda la teología, se creaban también las condiciones para una
estructuración diferente de la teología fundamental, que se
organizará más específicamente de modo apologético.
La apologética es, en el fondo, la característica
predominante de este período, que se expresa además en la
distribución en tres partes del «tratado», pero con una
peculiaridad que es precisamente la del género «manual» y de un
método francamente defensivo.
1.
valor objetivo de la religión y señalaba la necesidad que
todos tienen de creer.
2. La segunda demostración se presentaba como
demonstratio christiana. Esta se refería esencialmente al
valor salvífico del cristianismo y a su superioridad
respecto a las otras religiones.
3. La tercera demostración se llamaba demonstratio
catholica, dirigida a los no católicos para mostrar no
sólo que la única Iglesia querida por Cristo era la
católica, sino que para obtener la salvación se necesitaba
entrar en dicha Iglesia.
En esta demostración han visto la luz tres formas tradicionales:
a) La via historica, que se reduce esencialmente a una via
primatus, intenta demostrar con el análisis de los textos antiguos
la continuidad ininterrumpida entre la Iglesia de Cristo y la
católica romana.
b) La via notarum se funda en el silogismo de que Cristo dio
a la Iglesia cuatro notas distintivas: una, santa, católica y
apostólica; pues bien, éstas sólo se encuentran en la Iglesia
católica.
c) La via empirica, finalmente, es la que propuso al Vaticano
I el cardenal Deschamps que, abandonando todo análisis
histórico que pudiera ser contestado, escoge el camino que pone
en evidencia a la Iglesia en sí misma como un milagro divino
que permanece a lo largo de los siglos y que atestigua su origen
divino.
El método peculiar que se utilizaba era esencialmente el
«apologético», que había de entenderse en una doble acepción:
los términos «demostrar», «probar».
Con la encíclica, el papa se proponía devolver el
equilibrio y la unidad a la relación razón-fe. Desde este
punto de vista, hay que confesar que el resultado fue
decepcionante.
Conclusiones:
- La primera conclusión que hay que sacar de esto es la de una
separación creciente entre la sociedad y la teología.
- El «juicio de credibilidad», al basarse en signos, perdía el
elemento interno a la revelación y a su primer referente:
Jesucristo. Se amplió el surco que se intentaba superar entre
el Cristo de la fe y el Jesús de la historia.
- La apologética llegó a quedarse sola. Perdiendo a su
destinatario, se encerraba cada vez más. en una
representación solipsista de la revelación que tenía todas las
características de «objetividad», pero que no era ya un
mensaje significativo que comunicar.
Positivo fue que la teología supo hablar a generaciones de
estudiantes de forma clara y esencial. En cualquier rincón del
mundo era posible encontrar el mismo lenguaje y la identidad de
unos contenidos. En una época en que las palabras han perdido
su significado y el relativismo ha llegado a penetrar en cada una
de las palabras, vale la pena apreciar este hecho.
La constitución conciliar Dei Verbum tuvo como objetivo
principal el recuperar:
- Recuperación de la persona de Jesucristo. Decir que el
Vaticano II recupera a Cristo significa que se pone de relieve
 la globalidad de su persona, que sale al encuentro en la
identidad entre el ser Revelador del Padre y su definitiva
Revelación.
- La recuperación de la Iglesia «ministra» de la Palabra
- La recuperación del destinatario de la revelación, el creyente
y a todos los que pidieran «razón» de la esperanza cristiana.
- La recuperación de la Escritura.
(FISICHELLA)
La formación de la nueva imagen de la apologética, llamada
ahora teología fundamental, data de los años posteriores a la
guerra. Cubren un período de tres décadas que corresponden a
un triple movimiento de reflexión teológica: una fase de reacción
contra la apologética clásica; una fase de ampliación, que
coincide con la adopción definitiva del término de teología
fundamental, y, finalmente, una fase de reflexión sobre su
identidad y la jerarquización de sus tareas.
a) Reacción contra la apologética clásica. Lo que
llamamos apologética “tradicional” o apologética
“clásica”, con su triple proceso de demostración
religiosa, demostración cristiana y demostración
católica, no es el resultado de una reflexión crítica sobre
su objeto, su finalidad, su método, sino de una necesidad
histórica, a saber: la lucha contra los protestantes del
siglo XVI, los libertinos y los ateos clásicos del siglo
XVII y los deístas y enciclopedistas del siglo XVIII.
b) Fase de ampliación. La segunda fase de la historia de la
teología fundamental de la posguerra comienza en torno
a los años sesenta con la promulgación de la Dei
Verbum. Lo que caracteriza a este período es un
fenómeno de ampliación de la disciplina, que se
manifiesta en todos los niveles: extensión de su tarea,
enriquecimiento de sus temas privilegiados, diálogo con
nuevos interlocutores. Todo esto se concreta en la
adopción definitiva del término de “fundamental” para
designar su nueva imagen y su nueva identidad.
Puede decirse que a partir de sus dos temas privilegiados a saber:
la revelación y su credibilidad, se enriqueció y profundizó la
teología fundamental.
a) La revelación se presenta ya no solamente bajo su
aspecto objetivo de doctrina, de mensaje, sino como acto
de Dios, a saber: como la automanifestación de Dios y la
autodonación de Dios en Jesucristo. Cristo es la palabra
epifánica de Dios: es “la” revelación.
b) La teología fundamental del período conciliar toma
conciencia de que el tema de la credibilidad, para su
correcta exposición, tiene que abarcar horizontes más
amplios que la simple credibilidad a partir de los signos
históricos de la revelación (milagros, profecías, mensaje,
resurrección). En este fenómeno de ampliación se
pueden distinguir tres orientaciones primordiales:
- la primera se refiere a los problemas de “hermenéutica e
historia”
- la segunda orientación de tipo “antropológico”. Falta de
sentido para el hombre.
- la tercera orientación concierne a los “signos de la
revelación”; el problema es el de la identificación de Jesús
como Dios-entre-nosotros.
c) Fase de concentración. Al día siguiente del concilio, es
decir, en el mismo momento en que se lleva a cabo la
reforma de los estudios eclesiásticos, la teología
fundamental se encuentre amenazada por dos peligros
mortales: por un lado, un desmembramiento y una
dispersión de sus temas tradicionales; por otro, un
ensanchamiento excesivo que lo convierte en una
especie de “pantología sagrada” y corre el riesgo de
hacer perder su especificidad.
DISCIPLINA TEOLÓGICA DISTINTA Y ESPECÍFICA.
La teología fundamental actual es una disciplina teológica
distinta, porque tiene su propio objeto, su propio método y su
propia estructura.
1) Como disciplina específica, posee un objeto material y
formal propio, a saber: la automanifestación y la
autoentrega de Dios en Jesucristo y la autocredibilidad
de esta manifestación que él constituye por su presencia
en el mundo.
Al encarnarse, Dios se manifiesta como revelador y revelado, y
da testimonio de sí mismo como tal. Jesucristo es a la vez
mediador, plenitud y signo de la revelación. El signo y el
significado, lo creíble y lo creído son indisociables.
2) La especificidad del objeto de la teología fundamental
tiene como corolario la especificidad de su método, que
calificamos como método de integración dinámica, no
arbitrariamente ni para singularizarse, sino porque la
realidad estudiada impone ella misma esta integración
de dos métodos.
a) El término integración evoca la preocupación de realizar
y mantener la unidad de los elementos o de los aspectos
que se distinguen, pero que están y deben estar
vitalmente reunidos bajo pena de disolver la existencia y
la consistencia de la realidad que autoriza la
identificación de los elementos que pertenecen a su
integridad.
b) Hablamos con razón de integración dinámica. En efecto,
los elementos del binomio revelación misterio y
revelación-acontecimiento se dinamizan mutuamente.
La teología fundamental se encuentra estructurada por: 1) Un
principio de base, a saber: la revelación cristiana con sus rasgos
específicos; 2) La secuencia de las “implicaciones “ que de allí
se derivan: a) un saber específico; b) relación con la historia; c)
relación con las filosofías no encarnacionales; d) relación con las
otras comuniones cristianas; e) relación con las religiones que se
dicen también “reveladas”; f) relación con el lenguaje y con la
cultura. (Latourelle)
3) Especificidad de la teología fundamental
¿Qué es la teología fundamental?
1. La Teología Fundamental es Teología. Siendo la
teología es una reflexión crítica sobre la fe.
Reflexión. La reflexión el hombre es remitido a su propia
interioridad, por la intelección penetra en el interior del mundo y
de las cosas.
Reflexión crítica. Porque tiene que discernir y valorar el objeto
de su reflexión, sus condicionamientos socio-culturales, la vida y
reflexión de la comunidad cristiana
Reflexión crítica de la fe. La teología no nada más reflexiona
críticamente sobre la fe, sino que además realiza esa reflexión a
la luz de la fe, desde y a partir de ella.
2. Por qué es necesaria.
Si quiere seguirse mostrando como una opción razonable y
válida, la fe requiere una sólida fundamentación y una adecuada
hermenéutica, y esta es, justamente, la tarea de la Teología
Fundamental.
3. Toda teología es fundamental.
Toda la teología es Teología Fundamental, pues todos y cada
uno de los tratados que la integran deben fundamentar sus
presupuestos, tomando en cuenta la situación del hombre de hoy,
cristiano o no cristiano, creyente o no creyente
4. Teología dogmática, sistemática y fundamental.
Teología sistemática la Teología Fundamental comparte el tener
como hecho constituyente de la realidad cristiana la revelación
de Dios que se hace plena en Cristo y la respuesta humana de la
fe. Pero a diferencia de la sistemática, la Teología Fundamental
no explicita todos los contenidos del acto de creer; explicita, eso
sí, el acto mismo de creer en sus diversas dimensiones
(racionalidad, misterio, libertad, conocimiento, compromiso, etc.
5. Definición de teología fundamental
Inspirarnos en Henri Bouillard y Claude Geffré para definir la
Teología Fundamental como el discurso crítico y hermenéutico
de los fundamentos racionales de la fe cristiana, en diálogo con
el mundo y la cultura seculares contemporáneos y que son
comunes a todos, creyentes y no creyentes.
Objeto. le corresponde ocuparse de aquellas realidades que son
el fundamento y el soporte de toda la teología, a saber: la
revelación, la fe y la credibilidad.
Método. La Teología Fundamental debe ser de «integración
dinámica», el cual integra en su reflexión dos métodos:
a) Teológico-dogmático. Por el cual se procede de la fe a la
inteligencia de la fe, apoyándose en la Escritura como
fuente inspirada y en la Iglesia como institución divina.
b) Necesario recurrir también a los diversos métodos de las
ciencias humanas, especialmente la filosofía, la crítica
literaria y la crítica histórica.
División. a) La primera es la Introducción a la teología, que
muestra básicamente en qué consiste el conocimiento teológico,
caracteriza su estatuto epistemológico y su método, traza a
grandes rasgos las principales etapas de su evolución histórica y
señala sus tareas cotidianas, b) La segunda parte (la Teología
Fundamental propiamente dicha) parte de la revelación cuyo
culmen es Jesucristo para mostrar luego los elementos
constitutivos de la fe. En seguida reflexiona sobre las
condiciones básicas de posibilidad de la experiencia de fe en
determinado contexto sociohistórico y cultural. Del mismo modo
aclara cómo se realiza el proceso de interpretación del
acontecimiento cristiano en la relación viva entre revelación, fe,
Escritura, Tradición y signos de los tiempos.
- Tarea esencial de la teología fundamental es, por
consiguiente, analizar las condiciones de posibilidad de la fe,
o las condiciones históricas y existenciales necesarias para
que el hombre pueda acoger razonablemente una eventual
revelación de Dios en la historia humana. (Martínez Díez)
- El gran desafío que tiene delante de si la teología
fundamental es garantizar la credibilidad de la revelación
cristiana, y el sentido o la “sensatez” de la decisión de fe
cristiana.
- Tarea básica de la teología fundamental es proporcionar la
comunidad cristiana las herramientas necesarias para una
buena hermenéutica del mensaje cristiano. Los problemas
hermenéuticos o el problema hermenéutico constituyen el
centro de interés de la teología fundamental. Aquí se juega
la credibilidad del mensaje cristiano y la racionalidad o
sensatez de la fe cristiana.
- En torno al problema hermenéutico giran áreas principales
de la teología fundamental:
a) En primer lugar la situación hermenéutica del hombre de
hoy, o las condiciones histórico-culturales de nuestro
tiempo.
b) En segundo lugar, la naturaleza de la revelación y de la
fe cristiana.
c) En tercer lugar, la naturaleza de la comunidad eclesial y
de la tradición como condiciones de posibilidad para el
acceso a la revelación cristiana.
d) Finalmente, el estatuto epistemológico y el método del
conocimiento o la reflexión teológica.
4) ¿Qué es la revelación?
DV 2 Este plan de la revelación se realiza con palabras y hechos
intrínsecamente conexos entre sí.
DV 3 A través de los siglos, fue preparando el camino
del Evangelio.
DV 4 Después que Dios habló muchas veces y de muchas
maneras por los Profetas, “últimamente, en estos días, nos habló
por su Hijo” (Heb 1,1-2)
- La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y
definitiva nunca pasará, y no hay que esperar ya ninguna
revelación pública antes de la gloriosa manifestación de
nuestro Señor Jesucristo.
DV 5 Cuando Dios revela hay que prestarle “la obediencia
de la fe”
DV 6 Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a
sí mismo y manifestar los eternos decretos de su voluntad acerca
de la salvación de los hombres, “para comunicarles los bienes
divinos, que superan totalmente la comprensión de la
inteligencia humana”.
Conesa
Desde las fases preparatorias, el Concilio observó la necesidad
de tratar el tema de la Escritura junto con algunas cuestiones
dogmáticas referentes a la revelación.
a) La revelación como autocomunicación de Dios
Si nos fijamos en la terminología usada, advertimos que en el n.
6 de «Dei Verbum» se explicita el término «revelación» con dos
verbos muy significativos: «manifestar» (manifestare) y
«comunicar» (communicare). Son términos que tienen a Dios
como sujeto y como objeto.
 En «Dei Verbum» n. 2 se expone que esta
autocomunicación tiene su origen en un acto soberano de Dios,
que en su libertad y amor, ha querido salir de su silencio y
desvelar su misterio a los hombres.
- se señala que el objeto de la revelación es Dios mismo y el
misterio de su voluntad.
o Este término no sólo es más bíblico, sino que
también supone un cambio de perspectiva. La
palabra «decreto» tiene un sentido descendente, al
expresar los designios de la voluntad de Dios; la
palabra «misterio» tiene sentido ascendente, orienta
hacia el origen, hacia lo que los hombres podemos
conocer de Dios.
- Es importante subrayar que el Dios que se autocomunica no
es un ser abstracto sino el Dios Trinitario.
o El Padre origina el movimiento de la revelación que,
por medio de Cristo, nos abre hacia la comunión con
Él en el Espíritu.
b) La revelación como un acontecimiento dialógico
Dios rompe su silencio y se dirige a los hombres, buscando el
encuentro con ellos («habla», «conversa») invitándolos a la
comunión con Él.
- La revelación es un verdadero diálogo de amistad, una
comunicación profunda mediante la cual Dios sale al
encuentro del hombre.
- Si Dios habla con los hombres es para «invitarlos y
recibirlos en su compañía» (n. 2).
c) La revelación como una historia hecha de obras y
palabras
- El termino economía hace referencia, en particular, a la
existencia de un plan o diseño unitario en la mente de Dios.
- El término «historia de la salvación» especifica que la
revelación cristiana no sólo ha sido realizada en la historia, sino
que ella misma se constituye y desarrolla a través de
acontecimientos históricos.
 La revelación es un acontecimiento histórico-salvífico
dinámico. La Escritura es testimonio auténtico de esta
revelación, palabra de Dios en palabra humana. La
Tradición, por su parte, transmite íntegramente esta
revelación (cfr. DV 9).
la economía y la historia acontecen «por obras y palabras»
(gestis verbisque).
Para subrayar el complemento mutuo de obras y palabras
afirma dos cosas fundamentales: las obras «manifiestan y
confirman la doctrina y las realidades que las palabras
significan», y las palabras «proclaman las obras y explican su
misterio»
d) Las etapas de la historia de salvación
El texto conciliar describe en el n. 3 una serie de etapas
sucesivas en las que se desarrolla la revelación divina. Se
destaca en este texto que la historia de salvación no comienza
únicamente con el Antiguo Testamento; sino que desde un
principio se halla activa en la historia de la humanidad.
- La primera etapa de la «historia salutis» es la creación. La
naturaleza creada es ya una manifestación de Dios.
- En un segundo momento se hace referencia al pecado,
aunque los términos usados ponen el acento en la salvación:
«después de su caída, los levantó a la esperanza de la
salvación (cfr. Gn 3,15), con la promesa de la redención».
- Tercera etapa. Con la vocación de Abraham comienza
propiamente la revelación en la historia de Israel.
e) Jesucristo, mediador y plenitud de la revelación.
La autocomunicación divina en la historia tiene su culmen en
Cristo.
- Cristo es mediador porque es el Verbo eterno del Padre,
lleno de gracia y verdad, hecho carne, lo que le permite ser
camino que conduce al Padre, desvelando el misterio de
Dios.
- Con el término «plenitud», por otra parte, se indica que la
revelación culmina en Cristo y, al mismo tiempo, se
comprende y se interpreta desde Él. Jesucristo es el centro y
vértice de la revelación y, por ello, la medida de la
manifestación de Dios a los hombres.
f) La Iglesia entera, oyente y pregonera de la Palabra
La primera actitud es escuchar. La Iglesia es siempre y
permanentemente oyente de la Palabra. Para la Sagrada Escritura
escuchar no es sólo prestar oído atento, sino abrir el corazón
(Hch 16,14), poner en práctica (Mt 7,24s) y obedecer (Rom 1,5;
10,14ss; 16,26). La segunda actitud es proclamar
con valentía (parresía).
- La actitud de escuchar expresa la existencia de la Iglesia,
que está abierta hacia Dios, y la actitud de proclamar
expresa que la Iglesia está vuelta hacia el mundo.
En el epílogo de «Dei Verbum» (n. 26) vuelve a aparecer la
relación de la Iglesia con la revelación. Allí se expresa un deseo
y una esperanza. El deseo es que con la lectura y estudio de los
libros sagrados se difunda la Palabra de Dios, de manera que «el
tesoro de la revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando
el corazón de los hombres». La esperanza es que sea impulsada
la vida espiritual «con la redoblada devoción a la palabra de
Dios, que dura para siempre».
TORRES QUEIRUGA
1. LA CONCEPCIÓN “VULGAR” DE LA
REVELACIÓN
Dios ha hablado en ocasiones concretas, de modos
extraordinarios, a quienes ha elegido y diciendo lo que ha
querido. Dios es libre de revelar cuando, cuanto y como quiere.
- Eso sucedía sólo en Israel. Los demás vivían en un estado de
“religión natural”.
2. URGENCIA DE UN CAMBIO DESDE LA IDEA DE
DIOS
Inaceptable por Dios mismo. Si hemos purificado su imagen,
resulta incomprensible ese Dios extrañamente particularista, por
no decir arbitrario.
3. NECESIDAD DE COHERENCIA RADICAL
Todos deseamos saber qué nos dice Dios, qué caminos desea
para nuestra realización, qué quiere que hagamos para ayudar a
los demás. No estamos acostumbrados a llamar a esto
“revelación”. Pero lo es. No verlo así es fruto de una visión
deformada que hace de la “palabra de Dios” algo lejano,
acontecido in illo tempore.
- Entonces se da un dualismo en la vida humana: por un lado
eso que llaman “la palabra de Dios”, y por otro la vida de
oración, la experiencia de la gracia. Todo ello reforzado por
la mentalidad.
4. UN NUEVO PARADIGMA
Existe la tentación de la inercia: o negarse al cambio o
defenderse de él con meras acomodaciones.
La revelación como categoría fundamental, en cuanto
implicada en todas las demás, acaba influyendo en todas,
colaborando así a la retraducción global.
5. DIOS HABLA SIEMPRE Y A TODOS
Para intentar situarse en el nuevo paradigma, lo más eficaz es
partir de lo más elemental, de lo más simple y seguro que hemos
sabido de Dios, gracias al proceso real de la revelación. “Dios es
amor”, por amor nos ha creado y por amor vive como un
“Padre” volcado sobre nuestra historia para salvarnos a todos
con un amor universal, incondicional e irrestricto.
- Si Dios crea a todos por amor, resulta obvio que quiere darse
a todos siempre y totalmente.
No estamos ante un Dios tacaño o caprichoso, que, porque
quiere, restringe su revelación a un solo pueblo y, encima,
empieza tarde (por la paleontología sabemos que tardísimo: no
seis mil años, sino más de un millón) y lo hace a cuentagotas y
diciendo oscuro lo que podría decir claro. Sucede todo lo
contrario: Dios, con todo su amor por toda la humanidad, lucha
con nuestra ignorancia y pequeñez, con nuestros malentendidos,
para ir abriéndonos su corazón, para manifestarnos la
profundidad de nuestro ser y la esperanza de nuestro destino.
Dios, padre con sus hijos, piensa en todos y se entrega
totalmente a todos. La desigualdad viene de la acogida humana.
Su amor busca la igualdad y cualquier avance es, en definitiva,
una ventaja para los demás. Por esencia, toda revelación, en el
mismo momento de ser captada por alguien, pertenece por
derecho a la humanidad. Por esto, cuando culmina en Cristo, la
revelación se hace universal. De ahí la enorme importancia del
diálogo entre las religiones.
- Resumiendo: Dios, como amor infinito y siempre activo, se
entrega y trata de manifestarse a todos desde el comienzo y
en la máxima medida posible; las restricciones vienen sólo
de la limitación humana, que o no puede o se resiste a su
revelación.
6. QUÉ SIGNIFICA “PALABRA DE DIOS”
Según la crítica bíblica, ya no es posible seguir considerando la
revelación como un “dictado”.
Hagamos dos observaciones. La primera, que en la
revelación no se trata de alguien que intenta ocultarse, sino que
la experiencia religiosa es consciente de que, si descubre, es
porque alguien estaba ya tratando de manifestársele y de que ella
“cae en la cuenta”. Sabe que es Dios quien toma la iniciativa, y,
por eso, toda religión se considera a sí misma como revelada.
La segunda observación es que la manifestación se acomoda
a la realidad: la realidad es la manifestación. En el mundo
natural Dios se manifiesta en las leyes físicas: la persona
religiosa comprende que el mundo funciona así porque Dios así
lo ha creado y lo sostiene.
- Nosotros mismos somos una palabra de Dios, pronunciada
en su impulsarnos a realizarnos, siempre respetando nuestra
libertad.
7. LA BIBLIA COMO PALABRA DE DIOS
La Biblia nació precisamente del descubrimiento de Dios en la
vida de un pueblo y de la sucesiva comprensión de su modo de
relacionarse con los seres humanos y de las actitudes que en
ellos suscita. Sólo de eso habla la Biblia. Todo lo demás es
vehículo expresivo.
- ¿En qué sentido cabe hablar de la Biblia como “palabra de
Dios”? Lo es en cuanto en ella se expresa lo que Él quiere
manifestarnos.
- Si analizamos relatos, queda claro que, aun en las ocasiones
más excepcionales, se trata de una actividad espiritual
humana, a veces espontánea, a veces tras un esfuerzo
reflexivo o a costa de tremendas crisis. Y es en esa actividad
donde Dios logra hacer sentir su presencia.
8. LA BIBLIA COMO “PARTERA”
La palabra auténtica ayuda a “dar a luz” lo que ya estaba dentro
y que por eso puede ser reconocido como propio.
La palabra reveladora solicita nuestra inteligencia y libertad.
Aceptamos la Biblia como partera de nuestra autenticidad en su
relación con el mundo, los demás y Dios. Es lo que yo llamo la
revelación como mayéutica histórica.
La vida religiosa auténtica no consiste en “vivir de
memoria” de una revelación pasada, sino un vivir actual desde
un Dios que se revela ahora. La revelación como descubrimiento
culminó en Cristo, pero eso no significa que la revelación haya
acabado. Nunca como a partir de entonces pudo ser tan actual.
Un amor no acaba cuando culmina en la entrega total, sino que
entonces es cuando empieza a ser vivido en plenitud.
- Lo decisivo es que no se trata de un recuerdo externo y
lejano, sino de una relación viva, en la que, aquí y ahora, yo
reconozco a Dios presente, acogiéndome, guiándome,
“hablándome”.
- Es necesaria la palabra del mediador que, haciendo de
partera, permite «caer en la cuenta».
- La estructura mayéutica visibiliza algo fundamental: la
revelación no es una lista de verdades acerca de algo externo
y que se aprende de memoria, sino remisión a la propia
experiencia del oyente.
- La posibilidad de verificar la revelación. Esta habla al
hombre de algo que él también experimenta a su modo y
cuyo sentido busca; más aún, de algo sobre lo que recibe
también otras ofertas de sentido (del ambiente, ideologías,
filosofías, religiones, etc.). El puede –y debe– examinar por
sí mismo lo que se le ofrece: ver qué es lo que responde a su
ser profundo, a sus aspiraciones más íntimas, a su búsqueda
más auténtica y radical.
Curiosamente, esta idea es vieja en la tradición. Al cur tam
sero?, la pregunta de por qué Dios se había encarnado tan tarde,
los padres contestaron que no fue porque él no quisiese salvar
siempre y a todos, sino porque el hombre no estaba maduro para
Acogerlo.
Y la elección deja de ser un favoritismo, para evidenciarse como
una auténtica estrategia del amor. Dios, que quiere revelarse a
todos, aprovecha la posibilidad que le ofrecen un pueblo o un
individuo, especialmente fieles o sensibles a su presencia, y
avanza con ellos lo más posible, en una relación cálida y real, no
en el «como si» de quien únicamente instrumentaliza para un
fin: por eso, aunque la denominación pueda ofrecer sus peligros
– como la voluntad de Dios, a saber, la posibilidad por parte
denunciados ya por los profetas–, la experiencia de la «elección»
es real.
5) Condiciones de posibilidad de la revelación
La historia como horizonte hermenéutico de la revelación
Rino FISICHELLA
1. EL CONCEPTO DE HISTORIA
La historia entonces es un «conflicto incesante entre la fe y la
impiedad», que se resuelve a la luz de la única historia, la de
Jesucristo, que orienta la historia de la Civitas Dei hacia su plena
realización. Sn Agustín
2. FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA DE LA HISTORIA
Bajo cada concepción de la historia subyace una filosofía de la
historia y ésta, en su base, tiene una determinada opción
antropológica.
Esto supone la dirección lineal de la historia con ciertas
características específicas: unicidad de cada tiempo,
irrepetibilidad e irreversibilidad vinculadas a la
incognoscibilidad del futuro.
La primera es la del progreso. Este término no debe
entenderse aquí como realización de una perfección que aumenta
cada vez más, sino que quiere designar una ley que es típica del
conocimiento humano. El progreso, en la historia, indica la
comprensión mayor que se tiene del fenómeno, de las causas y
de la conexión de los efectos.
La segunda constante está representada por la
ambigüedad de cada acontecimiento. Esto significa que no existe
nada en la historia que pueda ser absolutamente positivo o
negativo, radicalmente condenado o absuelto.
La tercera constante procede de la universalidad. La
historia está construida por hechos que se imponen
prescindiendo de toda voluntad particular.
Una última constante, que es objeto de estudio de la
filosofía de la historia, es la relación Dios-mundo. Un tema
complejo, ya que pone en discusión la libertad de Dios y la del
hombre.
Hacer una teología de la historia equivale a poner en
relación la historia de Jesucristo con la historia universal de la
humanidad, ver sus respectivos contenidos y su finalidad,
determinar su integración. La teología de la historia señala como
sujeto universal a un sujeto histórico que actúa y se revela en la
historia, se somete a ella, pero la transciende al mismo tiempo
haciéndose su norma y su arquetipo.
- hacer una teología de la historia equivale a hacer una
teología de la existencia.
o Se esfuerza en presentar la vida concreta de Jesús de
Nazaret como el centro real e histórico de toda
existencia.
De esta manera está permitido ver la historia en la revelación y
la historia de la revelación como un acontecimiento armonioso
del que surge la historia de Cristo revelador del Padre.
EL SER HUMANO ABIERTO A LA TRASCENDENCIA
Martín GELABERT BALLESTER
Para que haya revelación de Dios al ser humano es necesario que
Dios quiera manifestarse, darse a conocer. Pero vistas las cosas
desde nuestro lado, hay una condición tan primera y tan esencial
nuestra de acogerle y entenderle.
Preguntarse si el hombre está abierto a lo que le
trasciende es preguntarse también si el hombre tiene en sí mismo
el fundamento último de su ser y si puede encontrar en sí mismo
la respuesta a todos sus deseos y preguntas.
2. EL HOMBRE COMO “DESEO DE DIOS”
Decir que el ser humano es “deseo de Dios” es afirmar su radical
orientación hacia Dios. Tomás de Aquino habla del deseo
natural de ver a Dios para indicar la aspiración que hay en el
espíritu humano a la felicidad y a la verdad. Tal aspiración no es
un aspecto particular de la persona. Define más bien la situación
fundamental de la existencia humana, siempre abierta más allá
de sí misma.
Esta aspiración fundamental de la criatura (a la que acabamos de
referirnos) manifiesta que en ella se da una posibilidad (que no
necesariamente se traduce en realidad), una capacidad de Dios
que Rahner, queriendo explícitamente prolongar a Sto. Tomás,
denominará “potencia obediencial”.
3. EL SER HUMANO, CONSCIENTE DE SU MISERIA
Pascal desarrolla una antropología filosófica de cara a encontrar
el punto en el que la revelación tiene sentido y puede ser acogida
por el hombre concreto. Constata que el hombre vive en la
contradicción: es miserable, pero sabe de su miseria.
Con Pascal adquirimos un presupuesto fundamental para
poder hablar de apertura del hombre a Dios: la relatividad de la
certeza puramente racional, matemática, reconocida
precisamente por un gran matemático: “Conocemos la verdad no
solamente por la razón, sino también por el corazón”, y cada una
de estas facultades, aunque por vías diferentes, tiene su propia
“certeza”. La razón no puede erigirse en juez último de todo lo
real.
4. LA PREGUNTA POR EL SOBRENATURAL
Maurice Blondel desarrolló el llamado método de la inmanencia.
Existe en el hombre, dirá Blondel, una insatisfacción
permanente, una desproporción entre lo que el hombre quiere
como meta autoimpuesta (lo que Blondel llama volonté voulu) y
la dinámica espiritual del hombre (volonté voulante), entre lo
que se cree pensar y querer y lo que se piensa y quiere en
realidad.
- De esta manera se constata una doble imposibilidad: que es
imposible no reconocer la insuficiencia de todo el orden
natural, y que es igualmente imposible hallar en sí mismo y
por sí mismo la satisfacción de esta exigencia.
- Hemos mostrado que el hombre está abierto y receptivo ante
una posible llegada de Dios y, por tanto, que está en
disposición de acogerle, porque se encontrará con lo que
más deseaba sin que él se lo pudiera dar y ni siquiera
concebir. Y hemos mostrado también que la pregunta por un
algo o un alguien que pueda llenar las más profundas
 aspiraciones humanas que el hombre no puede colmar, es no
sólo legítima, sino que termina haciéndose inevitable.
5. LA POTENCIA OBEDIENCIAL
La teología contemporánea da un paso adelante en relación con
los anteriores planteamientos y se interesa por las condiciones
que posibilitan la acogida de la revelación. Karl Rahner nos va a
guiar:
- En primer lugar, el análisis del sujeto que le convierte en
oyente de la Palabra debido a su potencia obediencial.
La comprensión del ser humano como oyente de la Palabra es la
explicitación de una antropología teológica fundamental.
Antropología, puesto que se trata dl hombre. Teológica, en la
medida en que se trata del hombre como el ser que, en su
historia, debe libremente estar a la escucha de una eventual
revelación libre de Dios. Fundamental, porque esta comprensión
del ser humano es presupuesto de la escucha de la revelación.
El conocimiento de Dios es posible, pero nunca
obligado,
no sólo porque Dios se da a conocer libremente, sino porque
también entra en juego la libertad del hombre en este
conocimiento.
6. ANTROPOLOGÍA TRASCENDENTAL
Hay, sin embargo, una precomprensión de la revelación, que
Rahner denomina antropología trascendental, en el sentido
kantiano de la palabra, es decir, en el de buscar las condiciones
de posibilidad a priori en la estructura del sujeto que conoce que
hagan posible la experiencia de la revelación
7. LA PRE-COMPRENSIÓN DE LA REVELACIÓN
Edward Schillebeeckx
La aceptación de la revelación supone una cierta
precomprensión o inteligencia previa para que no resulte
totalmente extraña para el hombre.
- la humanización “constituye, en la actualidad, el primer
presupuesto de posibilidad y credibilidad humanas” del
cristianismo.
o Una, negativa: “La resistencia contra la amenaza del
ser humano también una dialéctica positiva, o sea,
unas experiencias parciales
o sentido positivas y su pregunta implícita por un
sentido último. luchan convencidos de que el mal no
debe tener la última palabra y confían en que no
pueda tenerla.
La revelación no encontrará acceso alguno en el hombre
moderno, si este hombre no experimenta en su vida concreta
signos y destellos de trascendencia (la búsqueda de
humanización y experiencias salvíficas fragmentarias), y si no
adquiere conciencia de que una interpretación exclusivamente
científica y técnica de la realidad deriva inevitablemente hacia
formas múltiples de inhumanidad
8. EL SER HUMANO EN BUSCA DE SENTIDO
Juan Alfaro
El punto de partida es la cuestión del hombre sobre sí mismo y el
sentido de su vida. Hay una certeza vivida de que la vida tiene
sentido.
Tras analizar la situación del hombre ante el mundo, los
otros, la muerte y la historia, Alfaro constata dos datos
fundamentales: uno, el ser humano trasciende la realidad
mundana y, dos, no tiene en sí mismo su propio fundamento.
- Resultado de todo ello es que en la inmanencia misma
emergen signos de trascendencia y que lo vivido en la
existencia por el hombre no se comprende únicamente a
partir de la naturaleza.
- Y el hombre constata que su tendencia permanente al futuro
queda truncada con la muerte. Si la muerte es el
hundimiento de la persona en la nada, se impone la
conclusión de que la vida humana, como totalidad, carece de
sentido, es absurda.
- Surge entonces la cuestión de Dios como instancia última de
la cuestión del hombre. El origen de la cuestión de Dios es
antropológico, está implícita en la cuestión del hombre: el
hombre se encuentra ante la cuestión que él es para sí
mismo, y, al enfrentarse con ella, se encuentra ante la
cuestión de Dios.
El hombre sólo puede reconocerlo y recibirlo como Gracia
Absoluta, como Autodonación y Autorrevelación, lo que
significa que el hombre está abierto a la gratuidad absoluta de la
autocomunicación de Dios.
6) Los lugares de la revelación Cesar Izquierdo
a) REVELACIÓN EN LA CREACIÓN
Dios ofrece a los hombres un testimonio perenne de sí mismo en
las cosas creadas» (DV 3).
Si revelación y creación no son realidades plenamente
separadas, tampoco, sin embargo, se confunden. El texto de Dei
Verbum destaca –mediante el adverbio insuper– que la
manifestación a los primeros padres responde a una nueva
iniciativa: «queriendo abrir el camino de la salvación eterna, se
manifestó además (insuper) a Sí mismo, desde el principio, a los
primeros padres. Y después de su caída los levantó a la
esperanza de la salvación.
El texto bíblico más claro, sin embargo, es el de Rom
1,19-21, en el que se afirma la cognoscibilidad del Dios invisible
a partir de la creación visible. A ese mismo texto acude la
constitución Dogmática «Dei Filius» del Vaticano I, cuando
enseña que «Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser
conocido con certeza a través de la luz natural de la razón
humana, partiendo de las cosas creadas».
b) REVELACIÓN HISTÓRICA
A diferencia de la revelación de la creación, la revelación que
consiste en la automanifestación de Dios se caracteriza por tener
lugar en la historia, de forma que la historia resulta ser la
condición básica de la que llamamos revelación sobrenatural
c) REVELACIÓN ESCATOLÓGICA
La dimensión escatológica de la fe y de la salvación que lleva a
reconocer la realidad de la salvación, pero no su plena
realización en al historia («ya»... pero «todavía no»)
desaparecerá cuando la historia y el hombre lleguen a la
escatología misma.
7) Jesucristo, plenitud de la revelación
a) Cristo, mediador y plenitud de la revelación de
Dios
El Concilio Vaticano II afirma inequívocamente que Cristo es
«al mismo tiempo mediador y plenitud de toda la revelación»
(DV 2); es decir, revelador y revelación de Dios simultánea y
necesariamente, sin que pueda excluirse ninguno de los dos
elementos. En cuanto revelador y revelación de Dios, no es
legítima una consideración aislada de la figura de Jesús, una
consideración que no tuviera en cuenta tanto su relación con la
Trinidad como con el hombre, ya que ambas son esenciales.
Jesús es mediador por su relación esencial con Dios y
con los hombres. Es, igualmente, la plenitud de la revelación
porque Él es personalmente la suprema autocomunicación de
Dios a los hombres. La distinción entre mediador y plenitud de
la revelación nos permite considerar en la revelación un doble
aspecto de gran importancia para la recepción humana de esa
revelación. Se trata de la distinción entre forma y contenido de la
revelación.
Mediante la encarnación se amplía la comprensión del
Logos de Dios que va más allá de la mera representación
cognoscitiva. La Palabra, siendo portadora de un mensaje, es
más que mensaje: es un hecho, cargado, por tanto, de
significación. En cuanto hecho, el Verbo encarnado, Cristo, es
revelador no sólo a través de palabras, sino también a través de
su propia realidad. «No solamente la enseñanza de Jesús, sino su
misma encarnación es reveladora».