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TRABA

TEMA: Rol Social

Docente: Prof.

Alumnas:

Mayor Otañlo-2019

INTRODUCCION
Que el ser humano es sociable por naturaleza es algo que no admite duda. No
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obstante, las posibilidades sociales de la persona han de ir madurando, hasta llegar a
sus relaciones con el "otro semejante" que es lo que conocemos por amistad, y luego
vendrá la función de ésta en la sociabilidad global de la personalidad y la integración
final en el grupo.

Se entiende por status la posición que una persona ocupa en la estructura social, y
por rol el conjunto de actividades que son propias de cierto status.

Entre los numerosos status propios de cada persona suele haber uno que es el status
principal o dominante. De acuerdo con el status profesional y económico, cada
persona tiende a situarse en una determinada clase o estrato social.

Una joven se ha independizado y durante los cuatro primeros meses todo va sobre
ruedas ya que tiene un dinero ahorrado. Con sus ingresos tiene que hacer frente al
alquiler, al pago de la luz y del agua, la compra semanal, la cuota mensual de
Internet, la gasolina… Pero al terminarse ese dinero, la hija vuelve a casa diciendo
que no llega a final de mes. ¿A quién le resulta este caso extraño? Considerando que
esto sea consecuencia de falta de educación administrativa, desde casa se hubiera
podido realizar un cambio de roles dándole la oportunidad de ser partícipe en el
presupuesto familiar, dar mínimas responsabilidades económicas, diferenciar el
concepto de necesidad y capricho, crear un colchón de seguridad, etc.

Así, puede por ejemplo participar en grupos “pijos” y al mismo tiempo en otros críticos
con esta posición, por ejemplo “kumbas” o “hippies”; o en grupos filantrópicos y
sociales, y al mismo tiempo en otros de ideología fanática o incluso racista; en grupos
culturales o deportivos y en otros casi marginales…. Entonces el adolescente suele
acercarse a sus grupos sin llegar a integrarse completamente ni compartirlo todo.
Para participar en ellos puede hacer concesiones –por ejemplo ajustar su forma de
vestir– pero no lo cede todo.

SOCIABILIDAD DEL ADOLESCENTE

Que el ser humano es sociable por naturaleza es algo que no admite duda. No
obstante, las posibilidades sociales de la persona han de ir madurando, hasta llegar a
sus relaciones con el "otro semejante" que es lo que conocemos por amistad, y luego
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vendrá la función de ésta en la sociabilidad global de la personalidad y la integración
final en el grupo.

La sociabilidad, de hecho, se manifiesta en la búsqueda de un socius, de un


compañero, o también por la integración en un grupo. Pero, insistimos, para poder
vivir plenamente las relaciones interpersonales, para formar parte de un grupo social,
se precisa una condición previa: el deseo de la persona y su aptitud para vivir con otro
(aptitud que varía a lo largo del desarrollo individual).

La adolescencia es, en sí misma, la época durante la cual se pasa desde las


amistades íntimas con alguien del mismo sexo, que implican un afecto profundo (nos
referimos al amor a nuestros amigos) que no es de carácter tierno, sentimental o
sexual, a las amistades íntimas con personas de otro sexo. Es después de la
pubertad, lo que sucede como "dinamismo del deseo". Éste emerge como una
necesidad central, que hay que integrar con la seguridad y la intimidad (las dos
"necesidades" anteriores), dentro de una relación profunda con un miembro del otro
sexo. En realidad, muchos adolescentes experimentan dificultades para integrar los
tres dinamismos o necesidades descritos. A veces esta interacción resulta
ingobernable... El choque entre el deseo y la intimidad provoca desconciertos y
torpezas. Más de uno lucha entre un amor sexualizado y un interés puramente
platónico. Un número considerable de jóvenes experimentan sentimientos
impregnados de sexualidad o erotismo hacia personas de su propio sexo, y han
tenido, incluso, contactos físicos con ellos, sin apartarse en ningún caso de una
orientación primariamente heterosexual. Muchos padecen una tremenda amargura
porque han interpretado erróneamente estas normales experiencias de desarrollo
como demostración de una incipiente homosexualidad... ¡El proceso de
sociabilización de nuestro joven está cuajado de penas y alegrías!

EL CAMBIO DE ROL , EL CAMBIO DE ENTORNO

Se entiende por status la posición que una persona ocupa en la estructura social, y
por rol el conjunto de actividades que son propias de cierto status.
Podemos distinguir entre status atribuidos o adscritos y status adquiridos. Status
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atribuidos son aquellos que se le imponen a una persona con independencia de su
voluntad. Status adquiridos son aquellos que se han conseguido gracias a esfuerzos,
capacidades o actividades voluntarias. Cada status implica un rol determinado, es
decir, un conjunto de conductas y actividades en concordancia con dicho status.

Entre los numerosos status propios de cada persona suele haber uno que es el status
principal o dominante. De acuerdo con el status profesional y económico, cada
persona tiende a situarse en una determinada clase o estrato social.

El cambio de roles en el HOGAR. En diferentes situaciones los padres olvidan que


sus hijos aún son niños y les exigen comportamientos y responsabilidades como si ya
fueran adultos. Creemos que es muy positivo exigir este tipo de responsabilidades o
comportamientos, pero debemos ir enseñándoles de forma progresiva. Por ello, os
mostramos una serie de ejemplos donde se puede aplicar el cambio de roles para
entrenar situaciones a las que los niños van a tener que enfrentarse en su futuro más
cercano.

Una joven se ha independizado y durante los cuatro primeros meses todo va sobre
ruedas ya que tiene un dinero ahorrado. Con sus ingresos tiene que hacer frente al
alquiler, al pago de la luz y del agua, la compra semanal, la cuota mensual de
Internet, la gasolina… Pero al terminarse ese dinero, la hija vuelve a casa diciendo
que no llega a final de mes. ¿A quién le resulta este caso extraño? Considerando que
esto sea consecuencia de falta de educación administrativa, desde casa se hubiera
podido realizar un cambio de roles dándole la oportunidad de ser partícipe en el
presupuesto familiar, dar mínimas responsabilidades económicas, diferenciar el
concepto de necesidad y capricho, crear un colchón de seguridad, etc.

Hoy en día son pocos los adolescentes que tienen nociones básicas de cocina. Por la
cultura y tipo de sociedad de nuestros padres y abuelos está implantada la norma de
que la madre es la que cocina, aunque afortunadamente esto está cambiando. ¿Por
qué no proponer un cambio de roles contínuo en este tema? Podemos dar a los niños
responsabilidades individuales o grupales dentro de la cocina. Por ejemplo, cada
miembro de la familia debe desempeñar un rol: buscar la receta, comprar, cocinar y
fregar. Esto se debe adquirir como un hábito, un hábito que da poder, donde el rol
cambia cada semana. ¿Y qué aporta esto? Liberar de su obligación a la persona que
cocina, valorar el trabajo realizado y aprender nociones básicas de cocina para su
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futuro.

Todos los años a mediados de mayo debemos realizar la declaración de la Renta, y


lamentablemente, es un ejercicio anual que no se enseña en las escuelas, por lo que
tenemos que pagarle a un gestor. Cuando nuestros hijos tienen nociones
matemáticas consolidadas (sobre los 16 – 17 años) podríamos realizar un cambio de
roles para que sean ellos los que realicen la declaración, adquiriendo beneficios como
prescindir de un gestor, controlar ingresos y gastos, y aprender sobre los impuestos
estatales.

Con estos tres ejemplos nos damos cuenta de que mediante situaciones cotidianas
que vivimos sí o sí con nuestros hij@s, el cambio de roles dentro del hogar puede
aportar diferentes beneficios y hacernos adquirir la capacidad de aprender de los
demás dentro del entorno en que vivimos.

El cambio de roles en la ESCUELA. Al igual que en el hogar, también los docentes


pueden aportar su granito de arena dentro del aula. Todos los que participamos en
esta hermosa tarea de educar dentro de las escuelas somos conocedores de diversas
tareas, actividades, juegos y experiencias que permiten a los alumnos practicar y
adquirir el cambio de roles, como dejar que los alumnos sean maestros por un día. Al
igual que en el primer punto, mostramos una serie de ejemplos donde se puede
aplicar.

En los trabajos cooperativos en grupo cada miembro tiene una responsabilidad o rol:
recopilar información, redactar, diseñar, exponer, etc. ¿Por qué es importante el
cambio de rol dentro de los grupos? Porque al finalizar el trabajo se evalúa qué tarea
es la que más domina cada alumno, haciendo apreciar a cada miembro la ayuda que
se prestan unos a otros para obtener un resultado que beneficia al mismo grupo.
Tenemos como ejemplo a Henry Ford, fundador de Ford Motor Company.Y es por
ello, que como docentes tenemos que aprovecharnos de este abanico de
posibilidades en diferentes actividades dentro del aula.

El cambio de roles también se puede aplicar en las diferentes responsabilidades que


les damos a los alumnos dentro del aula para que la clase funcione como un
verdadero equipo de remo: responsables de reciclaje, orden, asistencia, informática,
etc. No hace falta tener un listado con rutina y responsable, si no que el cambio de
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roles se tiene que adecuar a las características y necesidades del grupo. Por ejemplo,
podemos pedirle a una alumna muy desordenada que esta semana nos ayude a
mantener el aula ordenada cuando acabamos la jornada. O que a un alumno con baja
autoestima se le pida que se encargue de repasar en voz alta los contenidos del día
anterior. La finalidad es valorar la importancia de las rutinas dentro del aula.

La idea es que al mismo tiempo que trabajamos diferentes contenidos dentro del aula
podamos apoyarnos con el cambio de roles, y al igual que en el hogar, aprender a
valorar, a ser empáticos y favorece las relaciones con los demás.

BANDAS DE ADOLESCENTES Y LA AMISTAD EN LA


ADOLESCENCIA

El ser humano es un animal social y necesita relacionarse con sus iguales para
conseguir desarrollar esta faceta que nadie puede negar de la condición humana.
Desde muy pequeñitas, las personas ya sienten el impulso de interactuar con sus
semejantes para compartir momentos y crear su pequeño círculo de amigos. Un
aspecto que no se abandona a lo largo de nuestra vida. En especial durante la
adolescencia, etapa de la vida en donde las amistades pueden marcar el rumbo del
desarrollo de este contenido sin su previo y expreso consentimiento.

LOS GRUPOS DE ADOLESCENTES

Como en edades anteriores, el adolescente puede agruparse por razones de


intereses y de objetivos: recreativos, deporte, música, taller de pintura, universidad,
trabajo… Pero los grupos más importantes son aquellos en los que, cualquiera que
sea el objetivo inicial, participa por interés en sus pares, para relacionarse en grupo;
por tanto, su única y esencial función es la experiencia misma de grupo, la tarea del
grupo es pues el grupo mismo.

Entonces, el grupo parece pasar a ser “su nueva familia”. De investir las relaciones
familiares pasa ahora a investir el grupo. La dependencia de la familia pasa a ser
dependencia del grupo. Es allí donde suceden ahora las cosas importantes, donde
sucede todo. Allí los jóvenes comparten su crisis adolescente, crean identificaciones
compartidas, experimentan fidelidad e incondicionalidad, empatía, comparten
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inquietudes, inseguridades, ansiedades, se apoyan mutuamente…

Aunque en forma diferente al grupo de niños, el de adolescentes viene también, para


bien o para mal, influido por la familia, en la medida en que ésta conlleva un entorno
social, un ambiente socioeconómico, cultural, ideológico y una oferta de grupos. Esto
no es en sí mismo algo negativo: es importante que el adolescente se sienta seguro
de que los padres siguen allí, de que en su trayectoria más o menos revuelta puede
seguir contando con ellos. Pero es importante también que pueda elegir libremente su
grupo y los padres no interfieran en su elaboración y su trayectoria hacia la
autonomía. Como sabemos, hay padres que rechazan cualquier tipo de grupo
formado fuera del entorno inmediato de la familia y utilizan la dependencia emocional
y económica del hijo para limitarlo represivamente (Meltzer y Harris, 1989). Si la
presión familiar coincide con tendencias adhesivas del hijo, es probable que los
padres tengan éxito y éste permanezca ligado al entorno familiar sin cuestionarse
nada, como forma de seguir “habitando” la familia, adoptando el pensamiento de sus
padres, como expresión de una adolescencia ausente.

En condiciones mejores, el adolescente puede formar su grupo dentro del universo de


la familia, con jóvenes de su entorno social y que, de todos modos, este grupo lo
ayude a evolucionar favorablemente hacia una identidad propia y hacia un grado
válido de diferenciación como individuo (Aberastury y Knobel, 1980), de individuación.
Seguir en el entorno familiar no significa siempre mantener relaciones indiferenciadas
y regresivas.

En otras ocasiones, hallamos al adolescente participando sucesivamente o


simultáneamente en grupos muy distintos entre ellos, incluso contradictorios, en
entornos cercanos o muy alejados de su familia. Cada uno de estos grupos
representa en realidad una faceta de la personalidad del muchacho. En el conjunto de
ellos puede experimentar y ejercer estas distintas facetas personales, o sea, sus
identificaciones con sus distintos objetos internos.

Así, puede por ejemplo participar en grupos “pijos” y al mismo tiempo en otros críticos
con esta posición, por ejemplo “kumbas” o “hippies”; o en grupos filantrópicos y
sociales, y al mismo tiempo en otros de ideología fanática o incluso racista; en grupos
culturales o deportivos y en otros casi marginales…. Entonces el adolescente suele
acercarse a sus grupos sin llegar a integrarse completamente ni compartirlo todo.
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Para participar en ellos puede hacer concesiones –por ejemplo ajustar su forma de
vestir– pero no lo cede todo.

A menudo el adolescente se abstiene de “presentar” los amigos de los distintos


grupos entre ellos; no los reúne, con la convicción o la intuición, a menudo acertada,
de que no se entenderían o incluso de que chocarían. A través de esto expresa,
además de su búsqueda de identidad a través de lo social, el estado de su mundo
interno, su dificultad para integrar en su interior sus tan disociados y difícilmente
conciliables objetos internos, o facetas de su personalidad. Muestra que por el
momento debe ejercerlas por separado. De todos modos, todo esto significa una
variedad de posibilidades personales y de recursos, una flexibilidad y una riqueza que
posiblemente en el futuro podrá integrar y que ampliarán su abanico de capacidades
para su vida.

En otras circunstancias, el adolescente busca un grupo que contraste con su familia,


como una experiencia más allá de su entorno inmediato e incluso, en su búsqueda de
identidad, como ensayo de su natural necesidad de romper convenciones y
escandalizar. Así, busca provocar reacciones en su familia, comprobar hasta qué
punto sus padres son permisivos, abandónicos, contenedores o represivos, de
intentar, como necesidad defensiva, que sean ellos los que tengan miedo y no él. En
esta dinámica, según a qué familia pertenezca, “se hace” por ejemplo “okupa” o
participa en grupos relativamente marginales, pero contando, si hay suerte, con que
sus padres aceptarán en todo momento su regreso.

En cambio, en situaciones de conflictiva familiar más extrema la integración en un


grupo opuesto a la familia puede presentarse como un desafío, un rechazo violento
llevado hasta la ruptura. Un ejemplo sería el adolescente de una familia acomodada
estricta o rígida que, como reacción a lo establecido y a menudo a lo impuesto, busca
un grupo en el otro extremo: fuertemente marginal, de alto riesgo o incluso delictivo.
Suele tratarse de un adolescente excesivamente atrapado en el universo familiar por
el control y la imposición, a menudo facilitados hasta ahora por el propio apego
regresivo del hijo. Entonces, cuando trata de modificar esta situación, luchando como
puede por salir de los vínculos regresivos, se aferra a un grupo de pertenencia
completamente opuesto. No conseguiría dar ese paso más que a través de la ruptura.
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El grupo, entonces, tendría la doble función de aliado y de refugio contrafóbico.

Obviamente tiene mucha importancia la calidad del grupo en que se inserta el


adolescente. Su elección no será casual sino que dependerá de la organización
personal y del tipo de relaciones de objeto que haya desarrollado. A su vez, el grupo
en el que se integre influirá más o menos favorablemente en su evolución. Así, los
adolescentes más evolucionados, que han desarrollado relaciones interpersonales
más maduras, tienden a integrarse en grupos constructivos, elaborativos, en los que
pueden ampliar válidamente su experiencia y avanzar hacia la autonomía adulta.

Por el contrario, los adolescentes menos evolucionados, anclados en dependencias


regresivas de su medio familiar, “tropezarán” más fácilmente con grupos de los que
atrapan y someten, en los que las relaciones entre sus miembros son también de tipo
regresivo y confuso.

El grupo a su vez tiene su propia identidad, moldeada por todos: los unos, los líderes,
determinándola más activamente; los otros aceptándola, acatándola o camuflándose
en ella. Es importante sobre todo la vertiente interna de la identidad, que son esos
acuerdos y reglas que se dan en todos los grupos y que lo rigen. Generalmente son
acuerdos no explícitos pero conocidos y seguidos por todos y que vienen a ser su
ideología. Cuanto más abiertos son los acuerdos, más permisivo es el grupo y más
respeta las opciones individuales, más positivo es para la maduración del joven. En
cambio, cuanto más rígido, más se impone, más represivo, más negativo es para esta
evolución.

La identidad del grupo tiene a menudo sus signos externos, sus indicativos por los
que se reconocen y se les reconoce: formas de vestir, detalles de la indumentaria o
del peinado, formas de hablar, locales que frecuentan… A menudo, los indicativos
muy marcados, estridentes y muy en contraste con lo socialmente usual, nos evocan
una identidad de algún modo anti-social o una posición ideológica fanática, destructiva
y nos despiertan aprensión porque confundimos el grupo marginal con el anti-social.
Pero una cosa son los grupos antisociales y otra los grupos marginales que pueden
ser grupos separados pero pacíficos.

CONCLUSION
En diferentes situaciones los padres olvidan que sus hijos aún son niños y les exigen
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comportamientos y responsabilidades como si ya fueran adultos. Creemos que es
muy positivo exigir este tipo de responsabilidades o comportamientos, pero debemos
ir enseñándoles de forma progresiva. Por ello, os mostramos una serie de ejemplos
donde se puede aplicar el cambio de roles para entrenar situaciones a las que los
niños van a tener que enfrentarse en su futuro más cercano.

En los trabajos cooperativos en grupo cada miembro tiene una responsabilidad o rol:
recopilar información, redactar, diseñar, exponer, etc. ¿Por qué es importante el
cambio de rol dentro de los grupos? Porque al finalizar el trabajo se evalúa qué tarea
es la que más domina cada alumno, haciendo apreciar a cada miembro la ayuda que
se prestan unos a otros para obtener un resultado que beneficia al mismo grupo.
Tenemos como ejemplo a Henry Ford, fundador de Ford Motor Company.Y es por
ello, que como docentes tenemos que aprovecharnos de este abanico de
posibilidades en diferentes actividades dentro del aula.

Entonces, el grupo parece pasar a ser “su nueva familia”. De investir las relaciones
familiares pasa ahora a investir el grupo. La dependencia de la familia pasa a ser
dependencia del grupo. Es allí donde suceden ahora las cosas importantes, donde
sucede todo. Allí los jóvenes comparten su crisis adolescente, crean identificaciones
compartidas, experimentan fidelidad e incondicionalidad, empatía, comparten
inquietudes, inseguridades, ansiedades, se apoyan mutuamente…

A menudo el adolescente se abstiene de “presentar” los amigos de los distintos


grupos entre ellos; no los reúne, con la convicción o la intuición, a menudo acertada,
de que no se entenderían o incluso de que chocarían. A través de esto expresa,
además de su búsqueda de identidad a través de lo social, el estado de su mundo
interno, su dificultad para integrar en su interior sus tan disociados y difícilmente
conciliables objetos internos, o facetas de su personalidad. Muestra que por el
momento debe ejercerlas por separado. De todos modos, todo esto significa una
variedad de posibilidades personales y de recursos, una flexibilidad y una riqueza que
posiblemente en el futuro podrá integrar y que ampliarán su abanico de capacidades
para su vida.

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