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EHSEA. N° K/Ennro-Junio 1997,pp.

151-174

LA INEXISTENTE CRISIS INSTITUCIONAL Y FINISECULAR DEL 98 EN ESPAÑA


Pedro Pascual Martínez (ACISAL)

RESUMEN
Dos son las Ideas directrices del presente trabajo, la primera que terminada la
guerra en Filipinas, Cuba y Puerto Rico todo siguió igual en España en el
campo polftico. Y la segunda, que la Generación del 98 fue negada en cuanto
grupo por sus propios componentes.

ABSTRACT
The article develops two main ideas. First: the politics in Spain remain the
same after the loss of the Philippines, Cuba, and Puerto Rico. Second: the
existence of the literary movement known as Generación del 98 was denied
by its own members.

El año 1998 ha avivado la querencia que en España existe por los centenarios y las
conmemoraciones y, en este caso, por una fecha, 1898, cargada por lo que se ve, oye y
entiende de ecos y resonancias, y no de muchas y profundas reflexiones ya que si se buscara
una renovada meditación sobre lo que 1898 significó para España, no se seguiría dando al
manubrio del tópico, en el que han empezado a caer políticos, escritores e historiadores para
repetir lo mismo que se viene diciendo desde hace casi un siglo: desastre, crisis institucional
y finisecular, latigazo emocional y desesperanza rayana en la angustia colectiva de un pueblo
hundido en el pozo negro de la más abyecta miseria moral, material y espiritual, del porvenir
más incierto, de la pesadumbre total por la pérdida de las guerras de Cuba, Puerto Rico y
Filipinas, que conllevaron la desaparición de las últimas islas del imperio ultramarino español.
La segunda mitad del siglo XIX significó para el pueblo español vivir casi permanentemente
conmocionado y sacudido por hechos bélicos, auténtica carcoma para la economía y hacienda
nacionales aunque no para determinados y concretos bolsillos, y la sangría de vidas jóvenes
que iban año tras año, con la excepción de algunos espacios de paz, a morir en los campos
de batalla de Cuba y Filipinas en guerras inútiles, absurdas y que se sabía que estaban
perdidas de antemano. Eso sí, la "literatura" oficial provocó una lluvia artificial de
patrioterismo, en el cual los jóvenes soldados no creían. Prueba de ello fueron los aumentos
constantes de deserciones, la ignominia del soldado de cuota y los prófugos, de lo que se
habla más adelante, que preferían emigrar a cualquier país antes que ir a morir estúpidamente
en la manigua cubana o en los campos filipinos. Unas guerras alargadas inútilmente pero
también intencionadamente por los sucesivos gobiernos que hubo en España durante los 30
años de guerras en Cuba -los 12 del Sexenio Revolucionario, los 5 de la I República y los 23
de la Restauración Canovista, estos últimos desde enero de 1875 a julio de 1898--, que en
vez de haber negociado desde el primer momento con los cubanos, para así hacer fracasar las
insaciables apetencias norteamericanas de comprar Cuba y quedarse con la propiedad
perpetua y total de la isla, prefirieron parar en seco los vientos de la historia echando más
gasolina al fuego.

1S1
Del clima que se creó con los artículos aparecidos en publicaciones periódicas, falso e irreal,
se ha escrito bastante y de esa riada se han hecho análisis y estudios. En 1898, según el
informe del Gobernador Civil de Madrid que peceptivamente tenía que enviar a mitad de año
a su Ministro de la Gobernación, en Madrid se publicaban los siguientes diarios. El original de
este informe se conserva en el Archivo General de la Administración, de Alcalá de Henares.
Entre paréntesis, la calificación política asignada por el gobernador civil.

Heraldo de Madrid (independiente).


El Imparcial (liberal independiente).
El Liberal (independiente).
La Correspondencia de España (independiente).
El País (republicano).
El Nacional (independiente).
El Correo Español (carlista).
El Globo (liberal).
Boletín del Hotel de Ventas (mercantiles).
El Siglo Futuro (integrista).
La Época (conservador).
El Ejército Español (ninguna).
El Progreso (republicano).
El Correo (liberal).
La Izquierda Dinástica (liberal).
El Tiempo (conservador).
El Día (independiente).
La Publicidad (monárquico).
El Correo de Madrid (independiente).
La Correspondencia Militar (ninguna).
El Estandarte (liberal conservador).
El Correo Militar (conservador).
Boletín Oficial de la Provincia (asuntos oficiales).
El Diario Español (independiente).
El Resumen (liberal).
Los Debates (independiente).
La Unión Católica (católico dinástico).
España Moderna (independiente).
La Unión de los Retirados de Guerra (sus intereses).
El Siglo (conservador).
Diario Oficial de Avisos (independiente).

La huera ola pseudoliteraria que sacudió las hojas de muchos diarios y revistas -hubo otros
que no se sumaron a la corriente "patriótica"-- creó un clima que fraguó en toda una mitología,
cuyos símbolos son "Generación del 9 8 " , "Desastre" y "Crisis institucional y finisecular". La
conmoción que supuso para España, y eso no se puede negar, pero no en el sentido que
tradicional y facilonamente se viene dando a la pérdida de las úiltimas colonias de América y
Extremo Oriente, hay que probarla con todo cuanto libro y folleto se publicó en la época y
posteriormente, si se quiere tener un mínimo de coherencia, y así explicar si de verdad existió
el "Desastre". Un libro, y hasta un folleto, requieren maduras y largas reflexiones, mientras
que en el artículo periodístico, aunque esté escrito por intelectuales y autores de probada
solvencia y honradez, la urgencia y las prisas para cumplir el encargo pueden hacer patinar

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a más de uno. En mi opinión no vale el argumento de que algunos escritores de primerísima
fila publicaron algunos artfculos sobre la pérdida de Cuba. Además de que su número cabe en
el puño de un niño, no es lo mismo escribir uno o varios artículos periodísticos, y más si se
hacen con la prisa de cumplir un contrato o un compromiso, que un libro que exige muchísima
concentración y maduración, acopio de información y de datos. Un libro, aunque sea
medianejo, es siempre una larga paciencia.
Lo que me propongo con este trabajo es demostrar si, efectivamente, se puede seguir hoy
hablando de "Desastre", "Generación del 9 8 " y "Crisis institucional y finisecular" con los libros
y folletos publicados en los años de las guerras de independencia de Filipinas, Cuba y Puerto
Rico y siguientes, y en los que se pudo reflejar de alguna manera ese supuesto desastre y ese
espontáneo nacimiento de una generación de escritores que tiene por nombre el año en que
se perdió el imperio ultramarino. Desde hace un siglo se insiste en que el final de esas guerras
es lo que dio origen a la generación y a su nombre, vinculada así como una parte del final de
la contienda, de tal forma que si no hubiera ocurrido ésta, no habría habido generación del 98.
He reunido 435 fichas bibliográficas de obras publicadas en los años comprendidos desde
el "Grito de Baire" (24-11-1895), que señala el inicio de las hostilidades para lograr
definitivamente la independencia, hasta los primeros años del siglo XX, sobre todo tipo de
asuntos de Cuba y Puerto Rico, incluidas las disposiciones oficiales recogidas en folletos. Para
empezar tengo que decir que ni una de ellas lleva la firma de los componentes de la
generación del 98, lo que dice con toda claridad que a estos autores el que España se quedara
sin imperio les trajo sin cuidado y no lloraron por ello, ni siquiera por la derrota militar. A ellos,
y a otros escritores anteriores y posteriores lo que les preocupaba era la situación política de
España, que se arrastraba desde hacía años, y no tanto el contemplar como los últimos restos
del imperio proclamaban su independencia. Además, en esas 435 fichas no hay firmas de
primera categoría.
Con esos libros y folletos no es posible explicar un desastre que, supuestamente y al
parecer, afectó a toda la sociedad española y muchísimo menos razonar lo de la generación
del 98. Las derrotas navales y militares fueron un componente más, y sólo esto, de la protesta
social contra la mala situación política, endémica desde mucho antes de 1898. He recogido
solamente libros y folletos en idioma español, sea cual sea su autor y lugar de publicación, y
en algún caso excepcional en inglés publicados en Estados Unidos. Siempre he tenido pésente
que la obra pudiera leerse normal y fácilmente en España o Cuba y era producto del sentir
español y/o cubano, de la sociedad de ese tiempo, del pueblo que sufría las peores
consecuencias de la guerra. Por eso en esas 435 fichas no figuran los miles de panfletos y
proclamas lanzadas por los independentistas cubanos, de los que hay una cuidadísima nómina,
que me atrevo a calificar de total, en los dos libros editados por el Instituto Cubano del Libro,
Bibliografía de la Guerra Chiquita. 1879-1880, con 714 títulos, y Bibliografía de la Guerra de
la Independencia. 1895-1898, con 1.319. Este material circuló en su práctica totalidad en
Cuba, Estados Unidos, México y algún país suramericano más, y apenas fue conocido en
España. Afectó de forma directa a los habitantes de la isla.

LA CRISIS Y SUS DEFINICIONES

Es imprescindible preguntar si efectivamente hubo crisis finisecular e institucional en


España. Una crisis supone una catarsis muy profunda, un cambio de raíz. Crisis, según el
diccionario de la Real Academia Española es el momento decisivo de un negocio grave y de
consecuencias importantes. Y en su última acepción, la ministerial, situación en que se
encuenda un ministerio desde el momento en que uno o varios de sus individuos han
presentado la dimisión de sus cargos, hasta aquel en que se nombran las personas que han

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de substituirlos^. Fairchild explica que la crisis social es la situación grave de la vida social,
cuando el curso de los acontecimientos ha alcanzado un punto en el que el cambio es
inminente, para bien o para mal, desde la perspectiva del bienestar humano; en esta situación
la capacidad de dirección del control social es incierta. Desde el punto de vista del bienestar
social, el criterio único para juzgar de una crisis es el de sus consecuencias en la unión o
desunión mayores o menores degrupo^. Y para Zadrozny, el cambio social es un cambio en
las ¡deas, normas, valores, papeles sociales y hábitos sociales de un pueblo, o en la
composición u organización de su sociedatñ.

DERROTA EN FILIPINAS

A la vista de estas definiciones, que se pueden multiplicar con una ligera consulta a más
sociólogos, historiadores y especialistas en polftica, nada de esto se produjo en España en
términos generales, y sólo algo tan poquito como insignificante en lo que se refiere a la crisis
ministerial en el mismo año 1898. Cuando la Armada española -toda la Armada se encontraba
prácticamente repartida entre Filipinas y Cuba- fue destrozada por los cañones de los navios
norteamericanos, Práxedes Mateo Sagasta (Torrecilla de Cameros, La Rioja 1825-Madrid
1903) era Presidente del Consejo de Ministros. El Almirante Patricio Montojo y Pasaron (El
Ferrol 1839-Madrid 1917) era el comandante en jefe del Apostadero de Manila. A sus órdenes
estaban los navios Reina Cristina, Castilla, Ulloa, Quirós, Marqués del Duero, Blas de Lezo,
Mindanao, Veiasco. El Manila fue apresado por la escuadra norteamericana y Juan de Austria,
Isla de Cuba, Isla de Luzón fueron hundidos por los españoles para que no cayesen en manos
de los norteamericanos. A excepción de estos últimos, los demás fueron convertidos en
chatarra en unas tres horas, en la mañana del 1 de mayo de 1898, en la bahía de Cavite,
Manila, Isla de Luzón, por los cañones de los navios norteamericanos Baltimore, Boston,
Olympia, Raleigt, Concord, Petrel, mandados por Almirante George Dewey (Montpelier,
Vermont 1837-Washington 1917), Comandante en Jefe de la Flota de los Estados Unidos en
el Pacífico. Por parte española, el número de muertos fue de 58 y el de heridos, 236. Los
norteamericanos contaron 25 muertos y 50 heridos, entre ellos el comandante Gridley, del
Olympia. El Almirante Dewey y su escuadra esperaron en Hong Kong hasta el día 24 de abril,
en que recibió la orden de atacar a la española en Cavite. El Capitán General de Filipinas,
Basilio Agustí, había hecho público (23-IV-1898) un bando la víspera de esa orden a los
norteamericanos, tan ridículo como arrogante, en el que entre otras cosas decía que daría
réplica a la escuadra de Estados Unidos tripulada por gentes advenedizas, sin instrucción ni
disciplina. Los navios españoles en Filipinas se movían a 15 nudos, tenían 60 piezas y 11.300
toneladas en total, pero con débil blindaje, mientras que los norteamericanos podían hacer 20
nudos y llevaban un centenar de piezas de calibre superior, con blindaje y desplazaban 19.000
toneladas. El Almirante Montojo, ai regresar a España, fue sometido a un Consejo Supremo
de Guerra y Marina (marzo 1899) a consecuencia del cual fue retirado del servicio activo.

Según el "Álbum episódico" de "La Vanguardia" (Barcelona 1898) la potencia bélica de las
escuadras española y norteamericana en Cavite era la siguiente:

' Diccionario de la Lengua Española. 2 1 * ed. 2 Vols. Madrid, 1992.

' Fairchild. Dictionary of Sociology. Philosophical Library. New Yorli, 1944.

' Zadrozny. Dictionary of Social Sciences. Publics Affalrs Press. Washington D. C , 1959.

rs4
España USA
Número de buques combatientes 7 7
Toneladas de desplazamiento 11.835 20.771
Buques de madera 1 (pontón)
Buques de hierro 3
Buques de acero 1 6
Buques protegidos con blindajes 1 4
Toneladas de los buques protegidos 1.015 16.772
Espesor máximo del blindaje 6 cms. 12 cms
Buques de más de 19 millas 3
Buques de más de 15 millas 2 5
Toneladas de estos últimos 4.565 18.472

Poder ofensivo a 15 kms. de distancia

Proyectiles (calibre superior a 10 cms.) que dispara por 1'3 106'6


minuto
Peso de estos proyectiles 41 kgs. 3'133 kgs.
Proyectiles (calibre inferior a 57mm) que dispara por minuto 2'160 5'220
N° total de proyectiles que puede disparar por minuto 2.540 5.808
Peso de estos proyectiles r o s o kgs. 4'664 kgs.
N° de cañones de tiro rápido (calibre superior a 57 mm) 20 de 12
cms.

Las apetencias norteamericanas sobre Filipinas y Cuba obedecían a dos motivos:


1 ° - Estados Unidos era la gran potencia emergente mundial en los años finales del siglo
XIX y quería demostrar su poderío y su valor. Esta país había estado ausente del Congreso
de Berlín (13-VI/13-VII-1878), convocado por el Canciller Otto von Bismarck-Sconhausen para
revisar el Tratado de San Estéfano, firmado ese mismo año, por el que el Imperio Otomano
concedió a Rusia enormes ventajas. Alemania, Rusia, Gran Bretaña, Francia, Austria, Italia y
el Imperio Otomano fueron los que dibujaron el nuevo mapa de los Balcanes. Da la casualidad
de que en ese 1878 se acordó la Paz o Pacto de Zanjón entre los insurgentes cubanos y
España. Seis años después y también por iniciativa del príncipe Otto von Bismarck se reunió
en la capital alemana (15-XI-1884/26-11-1886) la Conferencia de Berlín, para repartirse el
continente africano y así evitar futuros conflictos. Eran los años más gloriosos del
imperialismo, en el que España nada pintó. Estados Unidos no participaron, quizá porque
estaban muy ocupados en la aplicación de la doctrina del "Destino Manifiesto" y en asegurar
sus fronteras terrestres y marítimas del Atlántico y del Pacífico. En esos años finales del siglo
XIX ya no podían seguir encerrados en sí mismos. El Extremo Oriente estaba repartido entre
las grandes potencias, Rusia, Alemania y Gran Bretaña y eso afectaba a su expansionismo y
a su seguridad exterior.
2°- Norteamérica necesitaba apoderarse de cabezas de puente, de unas fortalezas ancladas
en la mar, los archipiélagos del Caribe -Cuba y Puerto Rico- y Filipinas, éste formado por 11
islas grandes y más de 7.000 pequeñas e islotes que componen un territorio de 300.000
kilómetros cuadrados sumamente dividido. Y fueron por ellas, pues sabían de sobra que
España era una potencia venida a menos, sin fuerza naval suficiente para defender esos
conjuntos de islas sumamente alejadas de la metrópoli. El 21 de abril de 1898 el Gobierno de
Estados Unidos declaró la guerra a España para combatir en Filipinas.
A Filipinas se enviaron más tropas durante los años finales de la contienda, como se hacía

755
con Cuba y Puerto Rico. El "Diario Oficial del Ministerio de la Guerra - e n adelante DOMG--
publicó (13-VI-1888) las cifras del ejército para el año económico 1888-1889:

El permanente de la Península 95.266 hombres


Cuba 19.571 "
Filipinas 8.753
Puerto Rico 3.155

En 1895, la fuerza se fijó en 13.291 hombres de tropa, que podía ser aumentada si así
conviniera para la continuación de las operaciones militares emprendidas en Mindanao (DOMG
28-111-1895).
En 1896, 17.656 hombres de tropa, pero pudiéndose aumentar si así conviniera para seguir
las operaciones en Mindanao (DOMG 1-VIII-1896).
En 1897 se llegó a 43.656 hombres, según el Anuario Militar de España.
Y para el año 1898, "las fuerzas que exigiesen las necesidades de la guerra"
La guerra en Filipinas estaba ya irremisiblemente perdida. Se llevaba dos años de lucha en
tierra contra los soldados filipinos que contaban con ayudas de los norteamericanos. Y como
remate final, el hundimiento de buena parte de la Armada española en Cavite, cuyo arsenal
se rindió el 2 de mayo y del que tomó posesión el Almirante Dewey el 3. El ejército
norteamericano tomó Manila el 14 de julio y se firmó el armisticio para entregar todo el
inmenso archipiélago fiipino a los Estados Unidos. Sumando error al error, el 16 de junio de
1898 salió de Cádiz una pequeña escuadra española al mando del Almirante Cámara para
dirigirse a Filipinas y auxiliar a los españoles, civiles y militares. Pero las interferencias
Interesadas de Gran Bretaña, que quería apoyar a Estados Unidos y la presión inglesa ante el
jedive de Egipto para entorpecer el paso por el Canal de Suez de los navios españoles lograron
su objetivo de interrumpir la marcha. Inútil todo, por otra parte, pues tres de los navios
tuvieron que regresar a España. Mucho más efectivo y práctico hubiera sido, en teoría, haber
mandado la escuadra del Almirante Cámara a reforzar la del contralmirante Pascual Cervera
Topete (San Fernando 1839-Puerto Real 1909) en Cuba.
La repatriación de los soldados españoles que combatieron en Filipinas ofrece aspectos
mucho más que dramáticos y no hay mente humana capaz de entender determinadas
situaciones. Una Circular (14-XI-1898) publicada en el DOMG (16-XI-1898) decía
textualmente: Los soldados que regresen de Filipinas, para que no carezcan de abrigo al llegar
a España en esta estación, se les dará en Port-Said, con carao a los interesados, una primera
puesta de uniforme, que se compondrá de guerrera, pantalón y gorro de paño, o las prendas
de abrigo que oportunamente se faciliten.
La Patria no les pagaba ni siquiera la ropa con que cubrirse. A todo esto hay que sumar el
pavoroso problema de los de más de 7.000 prisioneros civiles y militares que quedaron allí,
atrapados entre las intrigas, desaveniencias y conveniencias de Filipinas, Estados Unidos y
España.

DERROTA DE LA ESCUADRA EN CUBA

El contralmirante Cervera salió de Cádiz hacia Cuba para apoyar a las tropas españolas que
allí combatían. Desde octubre de 1868, con el intervalo de paz 1878-1895, se estaba en
guerra en Cuba, aunque en la última parte de la misma, la que los cubanos con toda propiedad
llaman "Guerra de la Independencia" (1895-1898) en rigor hay que decir que la guerra de
España era contra los Estados Unidos y no tanto contra Cuba. El contralmirante Cervera llegó
a Santiago de Cuba, donde se quedó. Ocurrió lo mismo que dos meses antes en Cavite. En

1S€
la mañana del 3 de julio de 1898, los navios españoles Infanta María Teresa, Vizcaya,
Cristóbal Colón, Oquendo, Furor y Plutón se fueron a pique por la acción de la escuadra
norteamericana compuesta por lowa, Massachussetts, Texas, Brookiíng, Corsair, Oregon,
mandada por el comodoro William Thomas Sampson (Palmyra, Nueva York 1840-Washington
1902), comandante de la Flota de las Indias Occidentales. Para apoyar desde tierra a los
combatientes cubanos, unos 16.000 soldados norteamericanos habían desembarcado (21 -VI-
1898) en Daiquiri. Santiago de Cuba se rindió el 23 de julio. Fue como la señal de la
rendición total de la isla. Los norteamericanos parece que se dieron cuenta de que muy cerca
tenían a Puerto Rico. Organizaron rápidamente una expedición que salió el 21 de julio de
Guantánamo, con 10 navios y 3.000 hombres para conquistar una isla que tenía muy poca
guarnición. Los norteamericanos desembarcaron e hicieron cabeza de puente en Guánica,
cuyos defensores eran 11 guerrilleros a caballo. Lo que pasó es un tanto difícil de explicar,
pues hasta el 18 de octubre no lograron izar la bandera de las barras y las estrellas en San
Juan de Puerto Rico.
Se sacrificó así la Armada española buscando una derrota para evitar la posible caída de la
monarquía si Cuba, Puerto Rico y Filipinas se entregaban a sus naturales, según las opiniones
de algunos políticos en el hondón de sus intenciones, y dar además la sensación de alivio para
el sacrificado pueblo español. ¿Y antes de las derrotas?. No se pueden ocultar las presiones
del lobby colonial, de los intereses de Romero Robledo y el marqués de Comillas, así como del
Fomento del Trabajo Nacional de Cataluña, todos los cuales querían que la guerra continuara,
seguros de la victoria de las tropas españolas, que favorecían sus ganancias económicas.
Junto a estos hay que unir a los republicanos, con Salmerón a la cabeza, que con un lenguaje
altisonante y patriotero se declararon a favor de salvar la dignidad de la patria, mientras que
el pueblo sufría los horrores de aquellas güeras -que eso sí que fue un auténtico desastre-
y las fugas y huidas de los llamados a filas aumentaban sin cesar. Las movilizaciones
populares aumentaron dentro de una timidez rayana en la inoperancia, de lo que supo
aprovecharse el PSOE, que las impulsó partiendo de una postura inicial dubitativa y ambigua
a una más fuerte radicalización, que le valió votos y el aumento de sus agrupaciones.
Hay algo extraordinariamente claro: la diferenciación y el distanciamiento entre la España
oficial, la de los políticos de la situación y la de buen número de periódicos, y la España del
pueblo llano, la que proporcionaba la carne de cañón para la guerra. La España oficial, cuando
la guerra se veía que estaba perdida, siguió promulgando leyes para las islas del Atlántico y
del Pacífico, inútiles por tardías y tímidas. Y hasta cometió la incongruencia de preparar los
presupuestos generales anuales cuando ya Cuba, Puerto Rico y Filipinas habían dejado de
pertenecer a España y estaban bajo la férula norteamericana.

DIMISIÓN DE UN ÚNICO MINISTRO POR LA DERROTA EN CAVITE

Lo que ocurrió a partir de aquí es que las derrotas militares y la pérdida de los restos del
imperio ultramarino no afectaron en mayor cuantía a los gobernantes españoles. Don Práxedes
Mateo Sagasta, Presidente del Consejo de Ministros y jefe del Partido Liberal dinástico o
"fusionista", inmediatamente después de haber recibido los cablegramas en los que le
informaban del hundimiento de las escuadras en Cavlte y en Santiago de Cuba, si hubiera
tenido un mínimo de dignidad personal y política y una chispa de coherencia de gobernante,
tenia que haber pedido el coche para cubrir el corto espacio existente desde el Palacio de los
Consejos hasta el Palacio Real y presentar a la reina regente María Cristina de Habsburgo-
Lorena su dimisión personal irrevocable. Eran dos derrotas militares seguidas y era el único
responsable del gravísimo fracaso militar y político que había enfangado a España como nación
y a la que había metido en un callejón de casi imposible salida. Por las consecuencias de

757
política internacional que esas derrotas tuvieron a partir de ese momento para España, y cuyo
primer paso en falso comenzó por la inexplicable y disparatada declaración de guerra a
Estados Unidos que la reina regente y él habían firmado poco antes*.
Nada de esto hicieron Sagasta y sus ministros, excepto el de Marina, Segismundo Bermejo
y Merelo (San Fernando 1833-Madrid 1899) que tras la derrota de Cavite, dimitió. Los demás
no abandonaron la poltrona y todo lo que hizo Sagasta fue un arreglillo para que todo siguiera
igual.
El 8 de mayo, una semana después de la derrota en Cavite, se planteó la crisis ministerial,
pero Sagasta tardó en resolverla inmediatamente y el17 de ese mes fue cuando se produjeron
algunos cambios. Pío Gullón, Ministro de Estado, fue relevado por Juan Manuel Sánchez y
Gutiérrez de Castro, Duque de Almodóvar del Río; Ramón Auñón y Villalón, Marqués de
Pilares, marino (Morón 1844-Madrid 1925), sucedió en el cargo al único que había dimitido.
Bermejo y Merelo; Segismundo Moret fue sustituido en Ultramar por Vicente Romero Girón
(Valdeolivas, Cuenca 1835-Madrid 1900), y en Fomento, el Conde de Xiquena por Germán
Gamazo. Y todos, los antiguos y los nuevos siguieron en sus puestos tras la derrota en Cuba,
que se produjo dos meses después de la de Filipinas. Desde el 4 de octubre de 1897 hasta
el 4 de marzo de 1899 siguieron en sus cargos, además del Presidente Sagasta, los ministros
Trinitario Ruiz Capdepón (Gobernación), Joaquín López Puigcerver (Hacienda), Alejandro
Groizard (Gracia y Justicia), Miguel Correa (Guerra), ministerios en los que no hubo cambios.
Este Gobierno y su Presidente, Sagasta, parece que no tomaron nota de las dos derrotas
militares seguidas en Cavite y Santiago de Cuba y la responsabilidad que eso conllevaba ante
la reina regente, el parlamento y el pueblo español, como si fuera algo que no iba con ellos
y que no les afectaba ni lo más mínimo, hasta dar la Impresión de no darse por enterados los
titulares de cada cartera^.
Esto tenía que haber provocado una crisis profundísima, no tanto por las derrotas militares
en sí sino sobre todo y ante todo por las consecuencias internacionales que produjeron para
España, con implicaciones directísimas, de la raíz a la copa, en los partidos políticos del
turnismo, en el régimen, el sistema y hasta la misma Corona para que ésta pudiera continuar
sin problemas donde estaba. Precisamente Sagasta fue uno de los políticos que más sacó a
relucir y más aireó el terrible peligro que afectaría a la Corona, hasta hacerla tambalear, si se
concedía la independencia a Cuba. La realidad es que se perdió no solamente Cuba, sino
también Puerto Rico y Filipinas, y además la gran oportunidad de que Cuba hubiera seguido
más unida a España que a Norteamérica, y que España siguiera siendo alguien en la política
internacional. La Corona permaneció donde estaba. Este conjunto de hechos demuestran la
fatuidad, la ineptitud, la falta de visión política y sentido de Estado de Sagasta y sus políticos.
Sagasta no dimitió el 2 ó 3 de mayo, tras la pérdida de Filipinas, o el 4 ó 5 de julio, después
de la derrota en Cuba, sino ocho meses después, a primeros de marzo de 1899, cuando se
formó un gobierno presidido por el conservador Francisco Silvela.

LAS NACIONES MORIBUNDAS

En este punto es necesario recordar unos párrafos muy significativos del discurso
pronunciado (4-V-1898), tres días más tarde de la derrota española en Cavite, en el Albert Hall

' Gaceta de Madrid, domingo 24 abril 1898, n° 114.

' Historia de España. Gran Historia general de los pueblos hispánicos. Dirigida por Luís Pe-ricot García. T. V. La
Casa de Borbón (Siglos XVIII al XX), por L. Ulloa, E. Camps, F. Camp, M. Reventós. Ed. revisada por J. Regla.
Instituto Gallach de Librería y Ediciones. Barcelona, 1979. 8* ed.

758
londinense por Lord Salisbury, Premier de la Gran Bretaña, en la reunión anual de la Primrose
League, una entidad creada en 1884 para defender y difundir los principios del imperialismo.
No es ocioso señalar que la Conferencia de Berlín, convocada por Otto von Bismarck,
comenzó el 15 de noviembre de 1884, cuando se vivían los días del imperialismo más
pletóricos. Las alusiones de Salisbury a Estados Unidos, como gran país que aumenta su poder
y riqueza, y a España como nación moribunda, eran claras. Dividió Salisbury el mundo en dos,
los poderosos y potentes y los moribundos. Aunque la cita sea larga, es obligada por las
explicaciones tan claras que ofreció sobre la situación del mundo en aquel momento.
Podemos dividir las naciones del mundo grosso modo en vivas y moribundas. Por un lado
tenemos grandes países cuyo enorme poder aumenta de año en año, aumentando su riqueza,
aumentando su poder, aumentando la perfección de su organización. Los ferrocarriles les han
dado el poder de concentrar en un solo punto la totalidad de la fuwza militar de su población
y de reunir ejércitos de un tamaño y poder nunca soñados por las generaciones que han
existido. La ciencia ha colocado en manos de esos ejércitos armamentos que aumentan cada
vez más su eficacia destructiva y que, por tanto, aumentan el poder -terrible poder- de
aquellos que tienen la oportunidad de usarlos. Junto a estas espléndidas organizaciones, cuya
fuerza nada parece capaz_ de disminuir y que sostienen ambiciones encontradas que
únicamente el futuro podrá dirimir a través de un arbitraje sangriento, junto a éstas, existen
un número de comunidades que sólo puedo describir como moribundas, aunque el epíteto
indudablemente se les aplica en grado diferente y con diferente intensidad. Son principalmente
comunidades no cristianas, aunque siento decir que no es este exclusivamente el caso, y en
esos Estados, la desorganización y la decadencia avanzan casi con tanta rapidez como la
concentración y el aumento de poder en las naciones vh/as que se encuentran junto a ellos.
Década tras década, cada vez son más débiles, más pobres y poseen menos hombres
destacados o instituciones en que poder confiar; aparentemente cada vez más a su destino
aunque todavía se agarren con extraña tenacidad a la vida que tienen. En ellos no sólo no se
pone remedio a la mala administración sino que éste aumenta constantemente. La sociedad,
y la sociedad oficial, la Administración, es un nido de corrupción, por lo que no existe una
base firme en la que pudiera basarse una esperanza de reforma y reconstrucción, y ante los
ojos de la parte del mundo mejor mformada muestran, en diverso grado, un panorama terrible,
un panorama que desafortunadamente el incremento de nuestros medios de información y
comunicación describen con los más oscuros y conspicuos tintes ante la vista de todas las
naciones, apelando tanto a sus sentimientos como a sus intereses, pidiendo que les ofrezcan
un remedio^.
Despué de cada derrota hubo sesiones parlamentarias en las que se intentó pedir
responsabilidades al gobierno, pero éste siguió sin darse por enterado. Discursos patrioteros
en los que se quiso poner de manifiesto el heroísmo de los soldados. Pero la evidencia de los
fracasos militares se impuso. EI12 de agosto se firmó por representantes de Estados Unidos
y Francia el protocolo entre España y Estados Unidos por el que acabaron las hostilidades,
paso previo al Tratado de Paz entre los dos países. Si España no tuvo papel en el Congreso
y la Conferencia de Berlín, la firma de estos tratados con Norteamérica lo que hizo fue hundir
más a España en el divino aislamiento que había comenzado a poner en práctica el Jefe del
ejecutivo, Cánovas del Castillo.
El Protocolo del armisticio (Washington 12-VIII-1898), hecho en inglés y francés, pero no
en español, exigía que España renunciará a toda pretensión a su soberanía y a todos sus
derechos sobre Cuba, cederá a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás islas que

' Torre del Río, Rosario de la. Inglatera y España en 1898. EUDEMA Universidad. Madrid, 1988.

isa
actualmente se encuentran bajo la soberanía de España en las Indias Occidentales, asi como
una isla de las Ladrones, que seré escogida por los Estados Unidos, y España evacuaré
inmediatamente la isla de Cuba, Puerto Rico y las demés islas que se encuentran bajo su
soberanía en las Indias Occidentales. Los Estados Unidos ocuparen y conservaren la a'udad,
la bahía y el puerto de Manila en espera de la conclusión de un tratado de paz, que deberé
determinar la intervención, la disposición y el gobierno de las Filipinas.
El Tratado de Paz entre España y Estados Unidos (París 10-XII-1898) fue firmado por parte
de España por los plenipotenciarios Eugenio Montero Ríos, Presidente del Senado y ex Ministro
de Gracia y Justicia; Buenaventura de Abárzuza, senador y ex Ministro de Ultramar; José de
Cárnica, diputado a Cortes y Magistrado del Tribunal Supremo; Wenceslao Ramírez de Villa-
Urrutia, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Bruselas; Rafael Cerezo, General
de División del Ejército; y representando a Estados Unidos, William R. Day, Cushman K. Davis,
P. Frye, George Gray y Whitelaw Reid. Comenzaba por decir que España renuncia a todo
derecho de soberanía y propiedad sobre Culta, cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico
y las demés que están ahora bajo su soberanía en las Indias Occidentales, y la isla de Guam
en el archipiélago de las Adrianas o Ladrones, y cede a Estados Unidos el archipiélago de las
Filipinas. Los EE. UU. deberén pagar a España la suma de 20 millones de dólares dentro de
los tres meses después del canje de ratificaciones del presente Tratado. En otros artículos se
añadía la liberación de los prisioneros hechos, tanto por España como por Estados Unidos, en
todos los territorios reseñados.

TODO SIGUIÓ IGUAL TRAS EL 98

La Restauración Canovista, una obra de ingeniería política de diseño, realizada por Antonio
Cánovas del Castillo (Málaga 1828-Santa Águeda, Guipúzcoa 1897) comenzó el 1 de enero
de 1875 y sobrevivió a su fundador, asesinado (8-VIII-1897) cuando se encontraba en el
balneario de Santa Águeda, al que acudía para tomar las aguas, por el anarquista italiano
Micheie Angiolillo. La Restauración, que entrañó como primer paso la vuelta de los Borbones
a España en la persona de Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel II, se basó en el
bipartidismo de los partidos dinásticos -Conservador, de Cánovas del Castillo, y Liberal o
fusionista, de Sagasta- como fuerzas políticas básicas y en la práctica únicas y en el turnismo
pacífico en el poder, olvidando para siempre el golpe de Estado, el cuartelazo, el
pronunciamiento y la intervención de los militares en la dirección única y casi exclusiva de los
asuntos de Estado.
Hasta aquí y en esa teoría política de diseño, todo estaba muy bien. Pero junto a esto, la
Restauración demostró no tener visión política de Estado ante el incremento armamentista
norteamericano y sus afanes continuos de adquisición de la isla Cuba, cinco a lo largo del siglo
XIX, y su permanente compra de la bases productivas de la economía cubana, como fue el
azúcar, lo cual derivó a una situación en que la metrópoli económica dejo de ser España y
pasó a serlo Estados Unidos. No tuvo visión política de Estado ante estos hechos para haberse
adelantado y dialogado con los independentistas con el fin de darles una autonomía que
venían pidiendo desde hacía muchos años. Con ello se hubiera adelantado a las ingerencias
norteamericanas. La Restauración demostró un militarismo total al enviar a Cuba, Puerto Rico
y Filipinas miles y miles de soldados a luchar en una guerra que el sentido común dictaba que
estaba perdida de antemano. Y se enfangó hasta cotas de imposible cuantificación en el
caciquismo, sobre todo el de alto porte, el de los grandes dirigentes de los dos partidos del
turnismo pues el de las provincias y comarcas era pura calderilla comparado con el anterior;
el encasillado de los gobernadores civiles, a consecuencia del cual eran "elegidos" diputados
los que estaban en ese encasillado, fuera cual fuese la voluntad de los votantes; el amaño

760
permanente de las elecciones --y ahí están las Actas de las Acusaciones Graves, las mejores
páginas de la picaresca española--; la corrupción generalizada, dentro y fuera del sistema
electoral hasta constituir algo consustancial con el aparato político y la vida política, social y
económica; el aplastamiento permanente de partidos y fuerzas políticas que no eran las del
bipartidismo-turnismo como les ocurrió a los republicanos, que eran de derechas y
fundamentalmente burgueses, y no digamos al incipiente socialismo; la negación sistemática
de las reformas políticas por un lado y de las sociales por otro, pedidas por las clases más
desfavorecidas y cuyas peticiones se saldaron con muertos, represión y cárcel; y la
confabulación permanente de los partidos del turnismo para convocar las elecciones cuando
a ellos les convenia y no cuando las necesidades de España lo exigían.
Damián Isern, en su libro De la defensa nacional, publicado en 1901, por lo tanto cuando
la generación del 98 apenas había nacido pues fue en ese año cuando se hizo público el
"Manifiesto de los tres", hizo un recuento de la situación con el que demostró, a los tres años
de la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, la inexistencia de la crisis, es decir, del cambio,
de la necesaria catarsis. Trece años después Azorín recogió unos párrafos en sus artículos
publicados en ABC (febrero 1913), con los que apoyaba sus propias tesis de ausencia de crisis
institucional. Comienza por recordar Azorín que isern no era un revolucionario, sino un
"católico fervoroso, conservador antiguo y convencido". Estos son los párrafos de Isern según
la cita de Azorín:
...en España ¡ajusticia "esté condenada a vivir en perpetuo eclipse": oligarcas y caciques
menoscaban la Constitución y falsean la justicia de arriba y la de abajo; pesan abrumadoras
influencias sobre los Tribunales y Juzgados; la justicia municipal "queda reducida a la mera
delegaaón del caciquismo". La tributación pública es injusta, desigual; "no se funda, en su
distribución, en las eternas normas de la justicia, y la voluntad de un oligarca o de un cacique
es superior, en el orden de la realidad, a los principios fundamentales del orden
constitucional". Tan evidente es la injusticia, que aun "no pocos" de los oligarcas y
privilegiados "se muestran convencidos de que en un periodo no muy largo habrá de ponerse
término a sus privilegios". Las ocultaciones é la Hacienda son numerosas y formidables. Son
inútiles, entre nosotros las denuncias y las protestas en favor de la moralidad, del derecho,
de la justicia. De un lado está la fuerza y el privilegio; de otro los ciudadanos vejados y
expoliados. "¿Puede vivir ordenadamente un Estado en que, en casi todas las esferas de su
actividad jurídica, los hechos van de un lado y el Derecho va por otro?". Los ministros
resultan, "en muchos casos" incompetentes e inhábiles; inhábiles e incompetentes son
también los otros instrumentos de las acciones del Poder. El Estado se declara monárquico en
su Constitución, y resulta en la realidad oligárquico. Se declara constitucional, y resulta
despótico. Se declara representativo, y las Cortes sólo representan a los oligarcas. Se declara
parlamentario, y en las Cortes nada se resuehre por las discusiones y las votaciones, "sino por
las componendas de entre bastidores". En la Constitución se declara que todo español está
obligado a defender la Patria, y resulta que gran parte de los llamados no acuden. Se dice que
todos los españoles son admisibles a los empleos y cargos públicos, "y luego sólo son
admisibles a los empleos y cargos públicos los parientes y femares de oligarcas y caciques".
Se dice que todos están obligados á contribuir proporcmnalmente a las cargas del Estado, "y
gran parte de los españoles, los deudos y amigos de oligarcas y caciques principalmente, ó
no tributan ó apenas tributan.
Todo esto, que fue el pan cotidiano desde el primer día de enero de 1875 hasta el 3 de julio
de 1898, continuó exactamente igual y ni siquiera sin el menor atisbo de cambio después de
la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. ¿Dónde estuvo esa tan cacareada, mentada,
manoseada, repetida y comentadísima crisis finisecular e institucional, si la Constitución y las
principales leyes, las instituciones, el régimen, el sistema, el caciquismo, la corrupción

161
generalizada, los modos políticos y hasta los partidos del turnismo y sus dirigentes
continuaron exactamente igual que antes de perderse el imperio ultramarino?. Después de
1898, la Constitución fue la misma, la promulgada en 1876, el Código de Comercio (22-VIII-
1885, entrada en vigor 1-1-1886), el Código Civil (entrada en vigor 27-VII-1889), el Código
Penal (30-V-1870), es decir, las leyes básicas de un Estado.
Crisis y muy profunda la hubo en 1868, que fue resuelta por la llamada Gloriosa Revolución
de septiembre de ese año, a consecuencia de la cual la reina Isabel II fue destronada y huyó
de España. Nadie puede negar el cambio sustancial en la vida política española. Pero el
Sexenio Revolucionario no supo conducir la solución de esa crisis y de la propia revolución y
tras el efímero reinado de Amadeo I de Saboya (diciembre 1870-febrero 1873) sobrevino otra
crisis que acabó en el nacimiento de la I República, aún más efímera, pues duró menos de un
año (11-11-1873/3-1-1874).
Con la pérdida de Cuba no se produjo la tan necesaria y deseada crisis y su resolución, la
catarsis, la desaparición definitiva de modos caciquiles y formas políticas atacadas de una
esclerosis múltiple, el cambio de raíz de un régimen tan corrupto como falso. La historia dice
que con la Paz de París se puso fin a la guerra con los Estados Unidos. Fue un tratado
vergonzoso y humillante, en el que intervinieron directamente Sagasta y Montero Ríos. El
argumento de que Sagasta se vio obligado a mantenerse en el cargo hasta finalizar las
negociaciones con los norteamericanos es falso, pues todavía permaneció al frente de su
gobierno tres meses. Luego ese caciquismo, esos modos políticos corruptos, ese mangoneo
del bipartidismo y el turnismo continuaron. Es imprescindible repasar las fechas de las
elecciones y cómo se fue produciendo el turnismo, según los escaños conseguidos por cada
partido, y lo mismo hay que decir de los sucesivos gobiernos.

ELECCIONES PARLAMENTARIAS Y GOBIERNOS

Sextas Cortes de la reoencia de María Cristina


Elecciones: 16-IV-1899
Unión Conservadora: 222 (mayoría conservadora)
Partido Liberal, 93. Varios conservadores, 4 1 . Republicanos, 18. Independientes, 12.
Carlistas, 3. Vacantes e indefinidos, 13. Total oposición: 169.
Séptimas Cortes de la Reoencia de María Cristina
Legislatura: 11-VI-1901
Partido Liberal: 233 (mayoría liberal)
Partido Conservador, 79. Independientes, 28. Republicanos, 19. Grupo de Gamazo, 12.
Grupo de Romero Robledo, 8, Carlistas, 7. Regionalistas, 6. Vacantes e indefinidos, 10. Total
oposición: 159.
Primeras Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 26-IV-1903
Partido Conservador: 230 (mayoría conservadora)
Partido Liberal, 93. Republicanos, 36. Independientes, 1 1 . Demócratas, 9. Carlistas, 7.
Regionalistas, 7. Grupo de Romero Robledo, 6. Grupo de Tetuán, 4. Total oposición, 173.
Segundas Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 10-IX-1905
Partido Liberal: 229 (mayoría liberal)
Partido Conservador, 96. Republicanos, 30. Grupo de Villaverde, 16. Independientes, 8.
Regionalistas, 7. Grupo de Romero Robledo, 7. Carlistas, 5. Vacantes e indefinidos, 6. Total
oposición: 172.
Terceras Cortes de Alfonso XIII

162
Elecciones: 21-17-1907
Partido Conservador: 252 (mayoría conservadora)
Partido Liberal, 69. Solidaridad Catalana, 4 1 . Republicanos, 17. Carlistas, 1 1 . Demócratas,
9. Vacantes e indefinidos, 5. Total oposición: 147.
Cuartas Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 8-V-1910
Liberales de todos los grupos: 212 (mayoría liberal)
Conservadores datistas, mauristas y ciervlstas, 106. Reformistas y republicanos de todos
los matices, 24. Regionalistas y nacionalistas, 2 1 . Jaimistas e integristas, 1 1 . Católicos,
agrarios. Defensa Social, independientes e indefinidos, 1 1 . Total oposición, 152.
Quintas Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 8-III-1914
Conservadores datistas, mauristas y ciervistas: 205 (mayoría conservadora)
Liberales de todos los grupos, 118, Reformistas y republicanos de todos los matices, 32.
Regionalistas y nacionalistas, 13. Católicos, agrarios. Defensa Social, independientes e
indefinidos, 1 1 . Jaimistas e integristas, 7. Sociallstas-PSOE, 1. Total oposición, 182.
Sextas Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 9-IV-1916
Liberales de todos los grupos: 218
Conservadores datistas, mauristas y ciervistas, 115. Reformistas y republicanos de todos
los matices, 3 1 . Regionalistas y nacionalistas, 16. Jaimistas e integristas, 1 1 . Católicos,
agrarios. Defensa Social, independientes e indefinidos, 6. Soclalistas-PSOE, 1. Total oposición,
180.
Séptimas Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 24-11-1918
Liberales de todos los grupos: 162
Conservadores datistas, mauristas y ciervistas, 148. Regionalistas y nacionalistas, 29.
Reformistas y republicanos de todos los matices, 24. Jaimistas e integristas, 9. Católicos,
agrarios. Defensa Social, independientes e indefinidos, 7. Socialistas-PSOE, 6. Total oposición,
223.
Octavas Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 1-VI-1919
Conservadores mauristas y ciervistas: 192
Liberales demócratas y romanonistas, izquierda liberal e independientes, 132. Regionalistas
y nacionalistas, 18. Republicanos de diversos grupos, 18. Católicos, agrarios, independientes
e indefinidos, 1 1 . Jaimistas e integristas, 7. Reformistas, 6. Socialistas-PSOE, 6. Total
oposición, 198.
Novenas Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 19-XII-1920
Conservadores mauristas y ciervistas: 218
Liberales demócratas, romanonistas, izquierda liberal e independientes, 111. Regionalistas
y nacionalistas, 19. Republicanos de diversos grupos, 15. Católicos, agrarios, independientes
e indefinidos, 14. Reformnistas, 9. Jaimistas, integristas y tradicionalistas, 5. Socialistas-
PSOE, 4. Total oposición: 177.
Décimas Cortes de Alfonso XIII
Elecciones: 29-IV-1923
Liberales de todos los grupos: 223
Conservadores, mauristas y ciervistas, 108. Regionalistas y nacionalistas, 22.
Independientes, 13. Republicanos, 1 1 . Socialistas-PSOE, 7. Tradicionalistas e integristas, 6.

163
Total oposición, 167
El período de sesiones de estas últimas Cortes duró poco tiempo, ya que en septiembre de
1923 se produjo el golpe de Estado capitaneado por el general Primo de Rivera, con lo que
terminó el medio siglo de la Restauración Canovista. Como se ve, el pendulismo entre
conservadores y liberales fue constante, igual que había ocurrido antes de 1898^. Con los
gobiernos sucedió lo mismo^.

GOBIERNOS TRAS 1898

4-X-1897. Gobierno de Práxedes Mateo Sagasta (liberal)


4-III-1899. Gobierno de Francisco Silvela (conservador)
18-1V-1900. Gobierno de F. Silvela (conservador)
23-X-1900. Gobierno de Marcelo Azcárraga (conservador)
6-III-1901. Gobierno de P. M. Sagasta (liberal)
19-111-1902. Gobierno de P. M. Sagasta (liberal)
17-V-1902. Gobierno de P. M. Sagasta (liberal)
15-XI-1902. Gobierno de P. M. Sagasta (liberal)
6-XII-1902. Gobierno de F. Silvela (conservador)
20-VII-1903. Gobierno de Raimundo Fernández Villaverde (conservador)
15-XII-1903. Gobierno de Antonio Maura Montaner (conservador)
16-XII-1904. Gobierno de M. Azcárraga (conservador)
27-1-1905. Gobierno de R. Fernández Villaverde (conservador)
23-VI-1905. Gobierno de Eugenio Montero Ríos (liberal)
1-XII-1905. Gobierno de Segismundo Moret y Prendergast (liberal)
9-VI-1906. Gobierno de S. Moret (liberal)
6-VII-1906. Gobierno de José López Domínguez (liberal)
30-XI-1906. Gobierno de S. Moret (liberal)
4-XII-1906. Gobierno del Marqués de la Vega de Armijo (liberal)
25-1-1907. Gobierno de A. Maura (conservador)
21-X-1909. Gobierno de S.Moret (liberal)
9-11-1910. Gobierno de José Canalejas (liberal)
15-XÍ-1912. Gobierno del Conde de Romanones (liberal)
27-X-1913. Gobierno de Eduardo Dato (conservador)
9-XII-1915. Gobierno del Conde de Romanones (liberal)
20-IV-1917. Gobierno de Manuel García Prieto (liberal)
11-VI-1917. Gobierno de E. Dato (conservador)
1-XI-1917. Gobierno de M. García Prieto (liberal)
21-111-1918. Gobierno de A. Maura (conservador)
9-XI-1918. Gobierno de M. García Prieto (liberal)
5-XII-1918. Gobierno del Conde de Romanones (liberal)
15-IV-1919. Gobierno de A. Maura (conservador de concentración nacional)
19-VII-1919. Gobierno de Joaquín Sánchez de Toca (conservador)
12-XII-1919. Gobierno de Manuel Allendesalazar (conservador)
5-V-1920. Gobierno de E. Dato (conservador)

' Pascual, Pedro. Partidos políticos y constituciones en España. Fragua. Madrid, 1986.

° Historia de España, dirigida por L. Pericot. O. o.

164
12-111-1921. Gobierno de M. Allendesalazar (conservador)
13-VIII-1921. Gobierno de A. Maura (conservador)
8-III-1922. Gobierno de José Sánchez Guerra (conservador)
7-XII-1922. Gobierno de M. García Prieto (coalición de liberales, izquierda liberal y
reformistas)
1-IX-1923. Gobierno de M. García Prieto (liberales e izquierda liberal).

De 1875 a 1898 hubo 23 gobiernos, menos que en el período siguiente, después del 98.
Una de las causas y quizá la más importante es que mientras vivió Cánovas del Castillo, la
disciplina que impuso para hacer respetar el turnismo impidió ciertas maniobras. De 1898 en
adelante, 39 gobiernos compuestos por los partidos dinásticos del turnismo, con esas
levísimas excepciones apuntadas. Y además con hombres como P. M. Sagasta, que después
de las derrotas militares y la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, no tuvo inconveniente
en seguir al frente del ejecutivo en cuatro ocasiones. Si había crisis institucional, no iba con
él. Hubo algún movimiento más de gobiernos en los años 1902, 1905-1906 y 1918-1919,
debido a las luchas intestinas de los partidos para hacerse con el poder de los mismos, pero
no por la situación de España en sí que obligara a relevos gubernamentales. No hay más que
comparar las fechas de las elecciones y las de las formaciones de los distintos gobiernos. Los
pequeños reajustes en estos últimos son los que provocaban esos cambios. En todo lo demás,
el turnismo, el caciquismo en gran escala, el "encasillado" que siguió funcionando como antes
del 98. Además, las luchas internas en los partidos dinásticos no eran algo nuevo, pues
también se dieron antes de perder Cuba.

NI DESASTRE. NI CRISIS EN LO SOCIAL. HUMANO. ECONÓMICO Y ARTÍSTICO

El Almirante Pascual Cervera y Topete, tras sufrir la derrota naval en Santiago de Cuba,
regresó a España. Publicó un libro en el que recogió cartas, documentos, cifras y datos sobre
el poderío naval nortemericano que ni el gobierno, ni el Ministerio de Marina ni la Junta de
jefes de ese departamento habían querido tener en cuenta, y en su argumentación empleó
repetidamente la palabra desastre para avisar de lo que iba a ocurrir. No se equivocó. Pero esa
palabra ha quedado engarzada en la historia contemporánea de España y acuñada con el
propósito de significar lo que envolvió a todo el país. Esto es falso y es uno de tantos tópicos
alimentados por una historiografía facilona. Lo que ocurrió en 1898 sólo fue una derrota
militar. Desastre, en cuanto desgracia grande, suceso infeliz y lamentable, según el diccionario
de la Academia española^, no lo sufrió España como nación y Estado ni sus ciudadanos,
como consecuencia inmediata de lo ocurrido en Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898.
España, tras el 98, no se vio envuelta y zarandeada en un caos, en la confusión y desorden,
no hubo revoluciones sangrientas que repitieran en cualquier ciudad o provincia española lo
sucedido en la Comuna de París en 1871, no hubo movimientos migratorios masivos que
vaciaran pueblos enteros, no se repitieron los cantonalismos registrados en 1873 en
Andalucía, Murcia y Valencia ni se produjeron separatismos radicales, no hubo ni un sólo
cuartelazo, motín, asonada, levantamiento, pronunciamiento militares de los que el siglo XIX
había dado tan abundantes ejemplos, ni desapareció la Corona, no se cambió el régimen ni
el sistema, ni se cayó en el más abyecto pozo de degradación y miseria ciudadana. La palabra
desastre sólo se puede aplicar a los políticos de aquella época, que en sí eran un permanente
desastre.

' Diccionario de la Lengua española. O. c.

765
Pío Baroja, en una de sus mejores novelas, El árbol de la ciencia, describió con dos
pinceladas lo que era España en la primavera y verano de 1898 y su interés por Cuba. Habla
como periodista que retrata con toda fidelidad lo que ocurría en la calle.
A los pocos días de llegar a Madrid, Andrés se encontró con la sorpresa desagradable de
que se iba a declarar la guerra a los Estados Unidos. Había alborotos, manifestaciones en las
calles, música patriótica a todo pasto.
Andrés no habla seguido en los periódicos aquella cuestión de las guerras coloniales; no
sab/a a punto fSo de qué se trataba. Su único criterio era el de la criada vieja de la Dorotea,
que solía cantar a voz en grito mientras lavaba esta canción:
Parece mentira que por unos mulatos
Estemos pasando tan malHos ratos.
A Cuba se llevan la flor de España
Y aquí no se queda mes que la morralla.
Andrés, el joven médico en la novela, es en esta obra, según los biógrafos y los
expertos barojianos, el propio Baroja que se retrata a sí mismo en una especie de
autobiografía. Refleja, por tanto, el pensamiento del autor. Baroja resume lo que se leía en los
periódicos, que no decían más que nececedades y bravuconadas, que los yanquis no estaban
preparados para la guerra y que para colmo de ridiculez, hubo un mensaje de Castelar a los
yanquis. Cuando de produjo la derrota militar a Andrés le indignó la indiferencia de la gente
al saber la noticia. Al menos él había creído que el español, inepto para la ciencia y para la
civilizatíón, era un patriota exaltado y se encontraba que no; después del desastre de las dos
pequeñas escuadras españolas en Cuba y Filipinas, todo el mundo iba al teatro y a los toros
tan tranquilo; aquellas manifestaciones y gritos habían sido espuma, humo de paja, nada.
Cuando la impresión del desastre se le pasó, Andrés fue a casa de Iturrioz; hubo discusión
entre ellos.
Dejemos todo eso, ya que, afortunadamente, hemos perdido las colonias -dijo su tío-, y
hablemos de otra cosa^°.
Afortunadamente quería decir que ya no se enviarían más jóvenes con el uniforme de
rayadillo a morir estúpidamente en la manigua cubana o en un poblado filipino en una guerra
sin sentido que todos sabían que estaba perdida de antemano; ni se despilfarraría más el
dinero público para sostener al ejército expedicionario en las Antillas o Filipinas, ni para pagar
las abultadas facturas de la Trasatlántica de D. Antonio Pérez que era la que transportaba los
soldados y el material de guerra; ni se seguirían oyendo los vacuos y patrioteros discursos de
los ministros en el Congreso de los Diputados y el silencio despectivo del banco azul cuando
algún parlamentario preguntaba por lo que ocurría en Cuba.
Seguir hablando de la crisis social o humana, la que pudo afectar de mil formas a la
población española de 1898 por la emoción y hasta la tristeza por la pérdida de Cuba es un
despropósito que supera todo disparate y cualquier clase de aberración ó incongruencia. Lo
que hubo en España cuando se difundió la noticia de la pérdida de la guerra en Filipinas fue
una inmensa alegría, que se acentuó con lo ocurrido en Cuba. Hay que tener en cuenta que,
de forma directa o indirecta, uno de cada dos hogares españoles entonces sufrían las
consecuencias de las guerras coloniales. Y a la otra mitad de la población, le afectaba también
de forma más o menos indirecta. Los jóvenes ya no tendrían que ir a la guerra.
En primer lugar hay que hablar de la redención en metálico, el pago de unas cantidades para
librarse de hacer el servicio militar pues desde 1895 implicaba la muy segura probabiidad de
ir destinado a Cuba o Filipinas. En ese tiempo la cuota era de 2.000 pesetas, que para las

^° Baroja, Pío. El árbol de la ciencia. Ed. de Pío Caro Baroja. Caro Raggio-Cátedra. Ma-drid, 1987.

766
familias de la nobleza o alta burguesía no era problema. Pero para la clase media, todavía de
poca dimensión en el tejido social español y, sobre todo, para las clases menos dotadas
económicamente que era la inmensa mayoría de la población y de donde salían los muchachos
que nutrían las filas del Ejército, suponía algo insalvable puesto que vivían al día, hasta el
punto de que muchas familias comenzaban a ahorrar para cuando el hijo tuviera que ir al
cuartel, o se endeudaban hasta las cejas con el fin de reunir las 1.500 pesetas si el recluta
quedaba en la Metrópoli o las 2.000 si le destinaban a Ultramar. Desde que en 1835 se
implantó en España el servicio militar obligatorio y la forma de eludirlo, los prestamistas, los
usureros, los bancos hipotecarios vieron un negocio claro pues además del dinero ingresado,
con frecuencia se hacían con tierras, talleres o propiedades diversas cuando la familia no podía
devolver el dinero prestado, que siempre era con intereses de auténtica usura. Hasta el
Ejército vio en este sistema unos ingresos importantes rayanos en el negocio. No es de
extrañarse ante el aumento del profüguismo. Las siguientes cifras, tomadas de las estadísticas
del reclutamiento, revelan algo.

AÑO ALISTADOS ÚTILES EXCEPTUADOS PRÓFUGOS


1895 180.929 98.413 35.032 4.853
1896 186.894 92.659 45.670 6.682
1897 236.434 127.637 55.032 9.676
1898 171.920 108.495 38.230 7.946

Los diferencias entre útiles y prófugos ofrecen cantidades porcentuales bajas. Pero eso es
el conjunto nacional, pues en Galicia, Asturias, Cataluña apenas si se podía cubrir un cupo tan
ridículo como irrelevante dada la cantidad de prófugos a América, norte de África y Francia.
Durante años, los gobiernos alentaron la emigración de jóvenes a América como vía de escape
de la miseria, y cuando los jóvenes hicieron falta para engrosar la marina y el ejército, la
juventud española no atendió la llamada "patriótica" para defender los sagrados intereses de
España tal como los políticos y gobernantes esperaban^\
A esas cifras hay que añadir otras mucho más trágicas: las de muertos, heridos y enfermos
en la guerra de Cuba, reveladoras de un clima de dolor y horror, de desgracia y asco de una
contienda que no se entendía, y en el fondo y la superficie de las conciencias y del
convencimiento todos sabían que estaba perdida de antemano y que afectaba
aproximadamente a la mitad de los hogares españoles, pues además de los soldados hay que
contar a los suboficiales, oficíales y jefes. Sobre los muertos y enfermos a consecuencia de
la Guerra de la Independencia de Cuba (1895-1898) se han dicho muchas inexactitudes,
incluso por los historiadores de más prestigio, que han escogido el camino cómodo y facilón
de redondear las cifras, lo cual no ofrece ni un ápice de crédito. Desde 1896 a 1900 el DOMG
publicó 174 relaciones detalladísimas, enviadas por el Capitán General de Cuba, en las que
se consignaban nombre y apellidos del combatiente, pueblo y provincia de que procedía, arma,
cuerpo, grado, clase, día, mes y año del fallecimiento y causa de éste. Es una fuente
absolutamente fiable, por muchas razones, entre ellas porque es un testimonio irrefutable y
la manera de decir que a partir de esa relación se podían solicitar algunas ayudas. Las cifras
que doy a continuación no las he visto publicadas en los libros de los primerísimos
historiadores españoles y/o extranjeros. He tenido que contar uno por uno los muertos y hacer
las sumas parciales y sus correspondientes clasificaciones pues en el DOMG no se dieron las
sumas totales. Las cifras de muertos son las siguientes.

' Estadística de Reclutamiento, 1895-1917. Ministerio de la Gobernación. Servicio de Estadística. Madrid, 1918.

167
De enfermedades comunes: 24.959
Del vómito; 16.329
En el campo de batalla: 2.032
De heridas recibidas: 1.069
Total: 44.389, incluidos 33 suicidados, y 2 fusilados,
Además hubo 15 desaparecidos y 9 hechos
prisioneros por los mambises.

Como se puede ver, el mayor número de víctimas en Cuba corresponde a muertos por
enfermedades, que suman 41.288, mientras que sólo fueron 3.101 los caídos en lucha en el
campo de batalla o por las heridas recibidas. Lo que estas cifras revelan es que la situación
sanitaria, fundamentalmente a causa de la mala alimentación de la tropa, era algo que
superaba la más turbulenta imaginación y que fue denunciada en bastantes ocasiones.
También el DOMG publicó otros listados. Uno, con los nombres de los combatientes que
regresaron de Cuba muy enfermos y murieron en el barco que los trasladaba o en España al
poco de llegar. En total fueron 827 los muertos. Y otro, con los que volvieron enfermos, que
fueron 16.415, de los cuales no se sabe los que fallecieron al poco de regresar o aguantaron
meses o años. Por los testimonios periodísticos de la época, estos enfermos eran cadáveres
ambulantes.
Dos normas del Ministerio de la Guerra revelan el estado en que volvían los soldados a
España o lo que les solfa ocurrir a las familias cuando los combatientes morían. La Circular
(17-IX-1898) sobre repatriación, ya terminada la guerra (DOMG 18-IX-1898) indicaba que/a
repatriación comenzará por ios enfermos, que recibirén 1 quincena a contar desde el día del
emiurque y percutirán al llegar los demás auxilios metálicos. (...). Se remitirán oportunamente
a Cuba y Puerto Rico el número completo de trajes de paño y tambián de mantas suficientes
para todos los individuos que han de repatriarse, procurando vengan calzados, y si esto no
fuera posible, los respectivos capitanes generales darán aviso por el cable para atender a esta
necesidad a la llegada a la Península.
Era tanto como decir que los soldados estaban medio desnudos y descalzos. La siguiente
Circular (1 -IX-1898. DOMG 2-IX-1898) es todavía peor, pues revela que no podían sostenerse
en pie por estar medio muertos.
Los capitanes generales, en los puntos de desembarco, darán instrucciones para evitar que
bajo pretexto alguno emprenda la marcha a su residencia ningún soldado regresado de
Ultramar que por su estado de salud inspire temores de que no ha de poder terminar su viaje,
y someterán a todos los repatriados al más escrupuloso reconocimiento mádico.
Y la frecuentísima muerte por enfermedad. Ya a mediados de 1897, ante la repetición de
situaciones dramáticas, de miseria más que de pobreza, se dictó esta norma: Ante la situación
especial en que se encuentran los individuos de tropa que regresan de Ultramar en los
diferentes conceptos de a continuar sus servíaos por enfermos, inutilizados, en expectación
de retiro, ingreso en ínváMos o licencia absoluta, que da lugar a frecuentas dudas, en cuanto
a la manera de atender los gastos de entierro de los que fallecen en sus casas durante el
periodo de licencia que reglamentariamente disfrutan antes de causar alta en sus nuevos
destinos, considerando que la muerte en la mayoría de los casos es originada por las
penalidades y fatigas de las campañas y que en muchos de ellos la familia no tiene recursos,
el Estado debe hacerse cargo, y las familias de los soldados inútiles, heridos o enfermos que
regresan de ios ejércitos de Cuba y Rlipinas tendrán derecho al abono de la cantidad para los
gastos de enterramiento. (DOMG 6-VI-1897).
Con estos datos, muy escuetos, seguir hablando del desastre social y humano en el pueblo
español como consecuencia de la tristeza y la emoción por la pérdida de Cuba es de una

768
bajeza propia de miserables o de locos. No hubo ni la más mínima crisis social por esto, al
revés, una alegría inmensa porque a partir de julio de 1898 en toda España se llegó al fin al
pleno convencimiento de que los jóvenes españoles dejaban de ser carne de cañón para ir a
morir tonta y estúpidamente en la manigua cubana con uniforme de rayadillo. El pueblo
español lo que quería era vivir y olvidar cuanto antes la pesadilla cubana.
El aspecto económico también entra en los comentaristas de la crisis finisecular y el
"Desastre". Aquí me remito a J . Harrison^^ quien demuestra con datos y cifras que la pérdida
del imperio supuso un arranque y un destacado impulso en la recuperación industrial y
bancaria de España, especialmente en Cataluña y País Vasco. Para la comunidad financiera
de Vizcaya, el desastre colonial fue una fuente de beneficios, poco menos que una crisis de
la bolsa (1901) debida a la ola especulativa que se desató en virtud de la prosperidad de la
zona (...). Mes aún, la expatriación de los ahorros de los emigrados que volvían de Cuba
desató un gran incremento de la formación de compañías en Bilbao, lo que dio por resultado
el fortalecimiento y la diversificación de la industria. En esto coinciden José Luis García
Delgado, catedrático y Rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, y el
economista Jordi Nadal. La repatriación de capitales y la desaparición del abultado
presupuesto del Ministerio de la Guerra, entre otros factores, contribuyeron a ese florecimiento
de la economía.

LA MAL LLAMADA GENERACIÓN DEL 98: SUS COMPONENTES LA NIEGAN

Por último, el inexistente "desastre" cultural. Los años a caballo entre los siglos XIX y XX
vieron el florecimiento literario y artístico que con toda exactitud hay que calificarlos como
segunda Edad de Oro de la cultura española. De la muy mal llamada generación del 98 se ha
hecho un mito, construido sobre un pedestal de arena permanentemente disuelto por la lluvia
y el viento del sentido común. Se habla de esa generación del 98 haciendo coincidir su
nacimiento como una consecuencia natural de la guerra de Cuba, lo cual supuso esa enorme
crisis finisecular e institucional. Por eso unos intelectuales jóvenes se convirtieron en la
conciencia crítica del país y sacaron a España entera de la modorra en que vivía. Es el
planteamiento que se viene haciendo de eso de la generación del 98. Es decir, que hasta que
no llegan los del 98, los escritores e intelectuales españoles de la generación anterior --Galdós,
Clarín, Pardo Bazán, etc., etc.-- se dedicaron a sestear y si existieron, su obra pasó tan
desapercibida que no la conocían ni ellos.
La Gloriosa Revolución de 1868 supuso el comienzo de la solución de una crisis
profundísima que se venía arrastrando desde hacía bastantes años, en la que se pusieron
grandes esperanzas. El no haberse resuelto de forma satisfactoria, a lo que se unió la llegada
de la Restauración Canovista, impulsó de manera imparable, cada día más creciente y con
mayor fuerza en sus exigencias, la aparición de escritores empeñados en sacudir la modorra
nacional, el sesteo permanente de la nobleza y la burguesía, la crítica despiadada contra un
régimen, unos partidos y unos políticos que se repartían a su gusto la tarta nacional sin pensar
si había otros ciudadanos que también querían comer, sencillamente comer todos los días.
Por poner unos pocos ejemplos de escritores de diversas tendencias, Gumersindo de
Azcárate no esperó a 1898 para publicar sus obras, que eran agudas críticas a la situación.
Por ejemplo Minuta de un testamento (1876), El self-government y la monarquía doctrinaria
(1877), Ensayo sobre la historia del Derecho de propiedad y su estado actual en Europa
(1879-1883), El régimen parlamentario en la práctica (1885), Concepto de la sociología

" Harrison, Joseph. Historia económica de España. Vicens. Barcelona, 1988.

169
(1891). Francisco Giner de los Ríos tampoco estuvo pendiente de si se perdía Cuba o no para
fundar la Institución Libre de Enseñanza en 1876 y publicar Estudios jurídicos y políticos
(1875), Estudios filosóficos y religiosos (1876), Estudios sobre la educación (1886),
Educación y enseñanza (1889), entre otras obras y artículos. Lucas Mallada resuníiió los
problemas nacionales en su libro aparecido en 1890 Los niales de la patria y la futura
revolución española. Miguel de Unamuno, uno de los mejores escritores y a quien le hacen
figurar en eso de la generación del 98, no aguardó hasta ese año para entregar en 1895 a ios
lectores su En torno al casticismo. "Clarín", cuyas críticas en artículos a Cánovas del Castillo
fueron feroces, los publicó sin pensar en el "desastre" de Cuba, que naturalmente no pudo
adivinar, y La Regenta (1884), una de las mejores novelas escritas en cualquier época y
cualquier lengua, es la descripción más certera, sarcástica, aguda y crítica de la sociedad de
la Restauración Canovista, de su burguesía, de sus hipocresías, caciquismos y olvido de los
problemas sociales. Benito Pérez Galdós también criticó duramente y de forma directa a
Cánovas en artículos y sus novelas Fortunata y Jacinta (1887) y M a u (1888) son otras de las
grandes cumbres novelísticas, además de ser, como La Regenta lo fue de Oviedo, fotografías
auténticas de la sociedad madrileña. Ángel Ganivet publicó (1897) La conquista del reino de
Maya por el último conquistador español Pío Cid, un año antes de 1898. La relación de
autores y obras publicadas antes de 1898 se puede alargar cuanto se quiera. No hay la menor
consistencia en ese empecinamiento existente hoy acerca de eso de la generación del 98
como arranque de la crítica a un régimen que provocó situaciones de todo tipo. La crítica a
ese sistema político concreto había empezado años atrás.
El nacimiento de la muy mal llamada generación del 98 hay que situarla en 1901 cuando los
pensamientos se evaporaban y los efectos emocionales que pudiera haber habido por la
pérdida de las colonias eran algo sumergido en la lejanía del recuerdo, que naturalmente nadie
quería recordar. Fue, por lo tanto, una reacción de espoleta demasiado retardada. Azorín, Pío
Baroja y Ramiro de Maeztu firmaron con el pseudónimo de "Los tres" el Manifiesto de 1901,
para luchar a favor de la generación de un nuevo estado social de España, al que se le suele
dar el valor de partida de nacimiento de la generación^^.
En 1913 Azorín publicó en ABC cuatro artículos, recogidos posteriormente en su libro
Clásicos y modernos, con el titulo de "Generación del 98"'*. Ese 1913 puede ser la fecha
de defunción de la generación del 98 en cuanto tal, porque Azorín descubrió con toda
sinceridad el fondo y el trasunto del grupo, y porque toda generación tiene a la fuerza que
tener un principio y un final. De Azorín son estos párrrafos.
Existe una cierta iiusión óptica referente a la moderna literatura española de crítica social
y política; se cree generalmente que toda esa copiosa bibliografía "regeneradora", que todos
esos trabaos formados bajo la obsesión del problema de España, han brotado a raíz del
desastre colonial y como una consecuencia de él. Nada mes erróneo: la literatura
regeneradora, producida de 1898 hasta años después, no es sino una prolongación, una
continuación lógica, coherente, de la crítica política y social que desde mucho antes de las
guerras coloniales venia ejerciéndose. (...I. No seriamos exactos si no dijéramos que el
renacimiento Hterario de que hablamos no se inicia precisamente en 1898. I...I. La generación
de 1898, en suma, no ha hecho sino continuar el movimiento ideológico de ia generación
anterior: ha tenido el grito pasional de Echegaray, el espíritu corrosivo de Campoamor y el
amor a la realidad de Galdós. Ha tenido todo eso; y la curiosidad mental por lo extranjero y

'^ Granjel, José Luis. La generación literaria del 98. Anaya. Salamanca. 1966. 259 pgs. (pgs. 206-216).

" Azorín. Clásicos y modernos. Losada. Buenos Aires, 1 9 7 1 . 6* ed. 192 pgs.

170
el espectáculo del Desastre -fracaso de toda la política española- han avivado su sensibilidad
Y han puesto en ella una variante que antes no habla m España.
No hace falta gastar muchas palabras para comentar estos párrafos de Azorín, quien en ellos
confesó que él y sus compañeros no fueron más que unos meros seguidores de la generación
anterior.
De lo que los componentes de la generación del 98 pensaban de ella, recogeré algunos
testimonios. Ramiro de Maeztu se apartó pronto de los ideales literarios y de medias tintas de
sus amigos y rechazó que se le incluyera en la generación por ser un concepto impreciso y
falso. Olvidó el ambiente noventayochista porque pensaba que aquello durante varios años
fue una tragicomedia de despropósitos, donde sentíamos el espíritu del tiempo, pero no el de
tradición, por ignorarlo^^.
Pío Baroja, en un buen número de páginas de sus Memorias, insiste y repite que no existe
tal generación. Yo siempre he afirmado que no creía que existiera una generación del 98. El
invento fue de Azorín, y aunque no irte parece de mucha exactitud, no cabe duda que tuvo
un gran éxito. (...). Una generación que no tiene puntos comunes, ni aspiraciones iguales, ni
solidaridad espiritual, ni siquiera el nexo de la edad, no es una generación. La fecha no es
tampoco muy auténtica. De ¡os incluidos en esa generación no creo que la mayoría se hubiera
destacado en 1898. (...). Yo, que aparezco en el elenco, no había publicado por esa época
más que algunos articulitos en periódicos de provincias. (...). Tampoco se sabe a punto fijo
quiénes formaban parte de esa generación; unos escriben unos nombres y otros, otros.
Algunos han incluido en ella a Costa, y otros, a J. Ortega y Gasset, que se dio a conocer ya
muy entrado este siglo. {...). En esta generación fantasma de 1898, formada por escritores
que comenzaron a descatarse a principios del siglo XIX, yo no advierto la menor unidad de
¡deas. Había entre ellos liberales monárquicos, reaccionarios y carlistas. (...). Se ha dicho que
la generación seguía la tendencia de Ganivet. Yo, entre los escritores que conocí, no había
nadie que hubiese leído a Ganivet. Yo, tampoco. Ganivet, en ese tiempo, era desconocido. En
estas Memorias Baroja cita unos párrafos de un artículo de Azorín titulado "1898", en el que
comenta el libro España, de Salvador de Madariaga y en el que éste dice que los maestros del
98 fueron Costa, Ganivet, Ortega y Gasset y Unamuno, y es el mismo Azorín quien desmiente
tal afirmación: Ninguno de los maestros citados fue maestro de tos escritores de 1898. A
Costa le teníamos por un político elocuente, y nosotros abominábamos de la oratoria y de la
elocuencia. A Ganivet no le conocíamos; le leímos mucho después. Ortega no era maestro
entonces; lo fue más tarde; tenía Ortega en 1898 la bella edad de quince años. En cuanto a
Unamuno, no era entonces tampoco un maestro nuestro; lo fue también luego; era Unamuno
un buen camarade. Y sigue diciendo Baroja: ¿Había algo en común en la generación del 98?
Yo creo que nada. (...). El 98 no tenía ideas, porque éstas eran tan contradictorias, que no
podrían formar un sistema ni un cuerpo de doctrma. (...) Y, sm embargo, a pesar de la falta
de ideal común, por una especie de transmutación misteriosa, vemos que ese 98 fantástico
toma, al cabo de algunos años, un aire importante, no sólo en el terreno literario, sino en el
político y en el social. (...). La verdad es que la generación del 98 era muy exigua y nadie le
daba importancia. (...). El año 1898 no existía entre nosotros nada que tuviera carácter de
grupo. (...). Yo he intentado, sino definir, caracterizarlo que esta generación nuestra, que se
llamó de 1898, y que yo creo que podría denominarse, por la fecha de nacimiento de la
mayoría de los que la formaban, de 1870, y por su época de iniciación en la literatura ante el

'^ Rozas López, Juan Manuel, dtor. Historia de la Literatura II. UNED-MEC. Madrid, 1982. 768 pgs. (pg. 418).

171
público, de 1900'\
Miguel de Unamuno, en 1916, cuando la generación del 98 era ya un recuerdo, exprimió
su alma para decir en un artículo titulado "Nuestra egolatría de los del 98" que tos que en
1898 saltamos renegando contra la España constituida y poniendo al desnudo las lacerias de
la patria, éramos, quién más, quién menos, unos ególatras. (...). Aquel nuestro movimiento
espiritual de 1898, aquella recta refriega de pluma, que halló su principal tribuna en "Vida
Nueva", fue un sacudimiento anárquico y anarquista, fue un "¡sálvese quien puedal"^^. Dos
años después, Unamuno expuso, con la madurez que dan los años y el tiempo, su nítida
definición de lo que había sido la generación del 98, según cita de Tuñón de Lara. Sólo nos
unían el tiempo y el lugar, y acaso un común dolor: la angustia de no respirar en aquella
España que es la misma de hoy. El que partiéramos casi al mismo tiempo a raíz del desastre
colonial no quiere decir que to hiciéramos de acuerdo. Esto lo decía Unamuno en 1918, en un
artículo publicado en "Nuevo Mundo", titulado "La hermandad futura". Manuel Tuñón de Lara
indica que mito hay, y mito por partida doble, al evocar al grupo impropiamente llamado
"generación del 1898" (...), un mito elaborado durante más de medm siglo, un doble mito, que
nos ha presentado una "generación del 98" como expresión de una concepción del mundo y
casi un cuerpo cerrado de doctrina, lo cual está a mil leguas de la realidaií'.
Ricardo Gullón, uno de los mejores críticos de la literatura española, ha dejado dicho de
forma tajante^' que la invención de la generación, realizada por Azorln, y la aplicación a la
crítica literaria de este concepto, útil para tos estudios históricos, sociológicos y políticos, me
parece el suceso más perturbador y regresivo de cuantos afíigieron a nuestra crítica en el
presente siglo.

TANTAS LISTAS DEL 98 COMO TRATADISTAS

Si el concepto generación del 98 lo cuestionan hasta sus propios componentes, la nómina


de personas que formaron la misma cae en el confusionismo más total ya que cada experto
hace su lista de nombres, de tal manera que los que para unos son los buenos y válidos, los
auténticos integrantes de la generación del 98, otros los ignoran.
Las generaciones, tal como hoy las conocemos, empezaron a estudiarse en el primer tercio
del siglo XIX por pensadores como A. Comte, J . S. Mili, J. Dromell, J. L. Giraud, A. A.
Cournot, G. Ferrari, G. R. Lümelin, W. Dilthey, L. Von Ranke, O. Lorenz, y alcanzó su cénit
con el alemán Julius Petersen, quien sistematizó los puntos clave de lo que constituye una
generación: nacimientos en fechas poco distanciadas, similar formación intelectual, mutuas
relaciones, participación en actos organizados por ellos, acontecimiento generacional que aune
deseos e intenciones, personalidad emblemática, esclerosis de la generación anterior. Apenas
si alguno de estos aspectos, sobre todo el último, se daba en la del 98, como sus propios
componentes explicaron. No hay más que ver, por ejemplo, las obras escritas y publicadas por

'* Baroja, Pío. Desde la última vuelta del camino. Memorias. El escritor él y según los crlti-cos. T. I. Caro Raggio.
Madrid, 1 9 8 2 . 2 9 1 pgs. (pgs. 157-170); id.-f/na/rfe/s/j/o X/X/pnnc/p/osrfe/XX. T. III. Caro Raggio. Madrid, 1982.
397 pgs. (pg. 7).

" Unamuno, Miguel de. 'El Imparcial". Madrid, 31-1-1916.

'° Tuñón de Lara, Manuel. Medio siglo de cultura española Í1885-19361. Tecnos. Madrid, 1984. 3' ed.-2' reimp.
304 pgs. (pg. 103-104).

" Gullón, Ricardo. La invención del 98 y otros ensayos. Gredos. Madrid, 1969. 199 pgs. (pg. 7).

772
Benito Pérez Galdós, después de 1898. Precisamente el escritor grancanarlo duda, cuestiona
y critica también la exitencia del concepto 98. Suyas son estas palabras: El pesimismo que
la España caduca nos predica para prepararnos a un deshonroso morir, ha generalizado una
idea falsa. La catástrofe del 98 sugiere a muchos la idea de un inmenso bajón de la raza y de
su energía. No hay tal bajón ni cosa que lo valga. Mirando un poco hacia el pasado, veremos
que, con catástrofe o sin ella, los últimos cincuenta años dtí siglo anterior marcan un progreso
de incalculaUe significación, (...i. Aceptamos al Estado como administrador de lo nuestro,
como regulador de la vida de relación: ya no lo queremos como principio vital, ni como
fondista y posadero, ni menos como nodriza. ¿No es esto un gran progreso, el mayor que
pueda imaginarse? Pérez Galdós escribía esto a finales de 1903, todavía en plenitud creadora
y cuando ya tenía una larga experiencia de lo que era el ser y el estar de España^°.
Dada su cuantía, es imposible recoger las listas de los componentes de la generación del
98 ofrecidas en sus escritos por los estudiosos del tema. Recojo la más significativas.
Azorín dijo que hombres de la generación de 1898 son Valle Indán, Unamuno, Benavente,
Baroja, Bueno. Maeztu y Rubén Darío. Y, naturalmente, éP^.
El hispanista alemán Hans Jheschke sostiene en 1934 que los precursores fueron Unamuno,
R. Darío y Ángel Ganivet, si bien no se puede incluir con propiedad en el grupo a Ganivet y
Maeztu, que lo deja formado por Azorín, Baroja, Benavente, Antonio Machado, Manuel
Machado y Ramón María del Valle Inclán^^.
Pedro Salinas, en 1935, da estos nombres: Azorín, Baroja, Benavente, los hermanos
Machado, Valle Inclán y Unamuno.
José Luis Abellán da por buena la lista de Pedro Salinas, pero excluye a Benavente y coloca
a Ganivet.
Pedro Laín Entralgo lo enreda más y habla de Unamuno, Azorín, A. Machado, Baroja, Valle
Inclán y Menéndez Pidal, y precediéndoles o subsiguiéndoles en algo, A. Ganivet, Maeztu,
Benavente, Ignacio Zuloaga, M. Machado, los hermanos Serafín y Joaquín Alvarez Quintero,
Manuel Bueno, Silverio Lanza, tal vez Darío de Regoyos, y los más jóvenes Gabriel Miró y
Juan Ramón Jiménez".
La Historia de la Literatura Española da como núcleo a Maeztu, Baroja, y Azorín, y añade
a Unamuno y Valle Inclán^*.
La Historia de la Literatura II habla del núcleo Baroja, Azorín y Maeztu, a los que se suelen
añadir Unamuno y Ganivet como anteriores y A. Machado como posterior^'.
Donald Shaw hace la nómina con Baroja, Machado, Unamuno, Maeztu y Azorín, y como
nuevas direcciones a Ramón Pérez de Ayala y José Ortega y Gasset^*.
Historia y Crítica de la Literatura Española, al cuidado de Francisco Rico, en su antología del

" Pérez Qaldós, Benito. Soñemos, alma, soñemos, en 'Alma Española", n" 1, Madrid, no-vlembre 1 903.

'' Azorín. Clásicos... O. c.

" jMchke, H. La generación de 1898. 1934. Trd. del alemán.

" Laín Entralgo, Pedro. La generación del 98. Espasa Calpe. Madrid, 1947. 1* ed. 1983 10* ed. 259 pgs.

" Historia de la Literatura. Orbis. Barcelona, 1 9 8 2 . 5 vols. (Vol. IV, pgs. 89-152).

'^ Roza* López. Historia de la Literatura. UNED. O. c.

" Shaw, Donald. La generación del 98. Trd. C. Hierro. Cátedra. Madrid, 1985. 304 pgs. 5* ed.

775
regeneracionismo recoge artículos de Costa, Ganivet, Maeztu, Unamuno, Valle Inclán, Baroja,
Azorín y A. Machado^'.
José García López habla de Ganivet como precedente y hace la lista con Unamuno, Azorín,
Maeztu, A. Machado y Menéndez Pidal^*.
En la Introducción a la literatura española a través de los textos se habla de Ganivet, Azorín,
Maeztu, Unamuno, Baroja, A. Machado^*.
¿Quién da en el clavo, quién tiene la razón, dónde está la verdad?.
Limitar y reducir el mundo literario y de crítica social y política sobre la España de fin del
siglo XIX y dos primeras décadas del XX, en definitiva a la situación creada por la
Restauración Canovista con sus secuelas de caciquismo, corrupción generalizada, etc., a los
escritores que aparecen en esas listas que acabo de ofrecer, es un puro disparate. El mundo
del 98, si se quiere y por acudir a ese término tan desprestigiado para calificar una época, dio
mucho más de sí, con escritores que no han gozado de tanta fama pero que han dejado una
obra muy digna y que exige seguirla y estudiarla. Andrés Trapiello, en su reciente obra Los
nietos del Citfi", estudia este asunto y ofrece unos análisis sobre autores y obras muy
necesarios de tener en cuenta. Y aporta una solución para evitar polémias sobre generaciones:
la del novecientos, en la que cabrían los de antes y después del 98. En mi obra Escritores y
editores en la Restauración Canovista^'' doy una relación de 839 autores, de los cuales
aproximadamente la mitad dijeron cosas interesantes en su tiempo. La segunda Edad de Oro
de la literatura española no fue obra exclusiva de los componentes de la denominada
generación del 98, magníficos escritores todos ellos, aunque la generación en cuanto tal no
existió. Hubo otros muchos escritores que en esta fecha conmemorativa es necesario rescatar
del olvido.

" Mainer, José Carlos y Rico, Francisco. Historia y crítica de la Literatura Española. T. VI. Modernismo y 98.
Crítica-Grijalbo. Barcelona, 1980.

" García López, José. Historia de la Literatura Española. Vicens Vives. Barcelona, 1985. 7" reed. 789 pgs. (pgs.
591-600).

" Varios, htroducciún a la literatura española a través de los textos. Istmo. Col. Fundamentos. Madrid, 1984.
3 ' ed. 4 vols. Vol. III.

^° Trapiello, Andrés. Los nietos del Cid. La r)ueva Edad de Oro de la Literatura Española (1898-19141. Planeta.
Barcelona, 1997. 405 pgs.

^' Pascual, Pedro. Escritores y editores en la Restauración Canovista 11875-1923). Eds. de la Torre. Madrid, 1994.
2 vols.

174

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