Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
2. Dialéctica
Todo es de índole relacional, ninguna realidad ni ningún pensamiento poseen sentido -esto es,
realidad y verdad- sino por su relación con otras realidades o con otros pensamientos. (Otro ejemplo
podría ser el de una palabra aislada del idioma a que pertenece). Esto significa que cualquier cosa o
pensamiento, en cuanto se lo considere por sí mismo, separado de sus relaciones, abstrayendo de
éstas -esto es, de modo abstracto-, resulta contradictorio, puesto que termina por anularse a sí mismo.
Así sucedió en el ejemplo del yo: si a éste se intentaba captarlo en sí mismo, no era nada, es decir,
resultaba algo falso, puesto que no se lo consideraba tal como en verdad es. Cualquier cosa,
considerada exclusivamente en sí misma, acaba aniquilándose: lo aislado es contradictorio y se anula
a sí -mientras que en cambio cobra realidad y sentido en relación con los demás. De esta manera
pudimos decir que el yo "es lo que es, en relación con lo que no es", es decir que la cosa (en nuestro
ejemplo, el yo) es en tanto se niega a sí misma como algo aislado para constituirse en función de lo
que ella no es, de las otras cosas (v. gr., yo en función de los alumnos, como, a su vez, los alumnos en
relación con el profesor): algo es -vale decir, se pone como algo real- en cuanto a la vez se o-pone a
aquello que ello no es. Si a la posición se la llama -con la palabra griega correspondientetesis la
oposición será la anti-tesis. Ahora bien, la cosa no se suprime al negarse como algo independiente y
ponerse en relación con otras cosas sino que por el contrario "se afirma y se realiza a través de su
negación en una unidad superior de la que ella misma y su contraria no son más que los momentos”,7
Este especial tipo de relacionalidad es la relación dialéctica, constituida entonces por tres momentos,
que Hegel llama afirmación, negación y negación de la negación esa unidad superior, en que tesis y
antítesis están puestas juntamente (la palabra “sin” en griego significa "con"), la llamaremos síntesis
-que sería, en el caso de la oposición alumno profesor, digamos, la Universidad. Lo lógico tiene [...]
tres lados: α) el abstracto o [el] propio del entendimiento (verständige), β) el dialéctico o racional-
negativo, γ) el especulativo o racional positivo. El entendimiento procede mediante separación o
análisis, y por ello su operación es abstracta, unilateral. La razón comienza por poner de relieve el
momento negativo de aquello de que se trate, y Hegel lo llama "dialéctico" por cuanto lo que "mueve"
es la "fuerza determinante de la negación". El tercer momento es el racional-positivo, la negación de
la negación, el momento especulativo. Hegel caracteriza el pensar especulativo -a diferencia del
intelectual- como la captación de los momentos opuestos en su unidad, como conocimiento mediante
conceptos "concretos" por oposición a la reflexión, que procede por medio de conceptos abstractos.
La especulación niega la independencia de los dos primeros momentos y a la vez los conserva e integra
dentro de sí como instancia superior; niega la mera oposición en que aquellos se dan, porque tomados
por sí solos no son más que la simple negación el uno del otro, en tanto que toman sentido en función
de la negación de la negación, que los abarca y contiene como momentos o articulaciones suyas. Esta
operación, mediante la cual a los dos primeros momentos se los elimina en su independencia absoluta,
y a la vez se los conserva en tanto momentos de la totalidad, la llama Hegel Aufhebung, término que
puede traducirse por "superación". La dialéctica, entonces, no es para Hegel -como a veces suele
decirse- un método, sino que constituye la estructura misma de la realidad, integrada por oposiciones,
por contrastes, por tensiones entre opuestos (cf. Cap. II, § 3); y de tal manera que, por exigencia de la
dialéctica misma, cada oposición requiere un tercer momento que establece la conciliación
(Versönung) entre los dos opuestos. Ahora bien, como el conocimiento es un aspecto de la realidad,
resultará que en consecuencia, secundariamente, la dialéctica es también un método, el método del
conocimiento filosófico. De manera que ahora puede formularse un segundo enunciado: la realidad
es un conjunto de relaciones dialécticas. 3. La realidad como totalidad orgánica Ninguna cosa se agota
en sí misma, en ninguna instancia particular, sino que es en las relaciones que mantiene con lo que
está fuera de ella, en relación con lo que no es ella misma. Pero esto, sin embargo, podría entrañar el
riesgo de que tales relaciones constituyesen una dispersión al infinito, pues si lo que una cosa es lo es
por relación a otra, y ambas por relación a una tercera, y luego a otra más, etc., ¿no se corre el peligro
de continuar así indefinidamente con este proceso, sin llegar nunca a una unidad que preste sentido
a la totalidad? ¿No se corre el riesgo de que aquellas relaciones se disuelvan en otras, y éstas a su vez
en otras, sin encontrar jamás unidad, como serie de rayos de luz que se pierden en el vacío? Porque
si algo se entiende sólo en función de otra cosa, y ésta de una tercera, y ésta de una cuarta, etc.,
nuestro pensamiento jamás entenderá en el fondo nada, por faltarle el fundamento o el sentido
unitarios a partir de los cuales solamente se comprende todo lo demás. Hegel evita este peligro puesto
que, según se ha visto, la síntesis contiene dentro de sí los momentos anteriores. Cada nuevo
momento está lejos de significar una instancia que se agregue, de fuera, a los anteriores; sino que la
síntesis está implícitamente -en sí, potencialmente (cf. Cap. V, § 4)- contenida va en ellos y en ellos se
va desplegando. De modo que las relaciones son relaciones internas. La oposición entre cosas
diferentes - entre tú y yo por ejemplo- se articula y concilia en una unidad superior, en una relación
más alta que las abarca y de la que las primeras son sólo momentos, al modo como la familia o la
nación engloban a los individuos. Y elevándonos así hacia síntesis o relaciones superiores y más
abarcadoras, en lugar de dispersarnos e ir a parar a series indefinidas, encontramos instancias o
síntesis cada vez más ricas, pues contienen en sí, como momentos parciales, todos los estadios
anteriores. En lugar de dispersión, se da pues una concentración, una concreción cada vez mayor,
porque cada nueva síntesis resulta más determinada, más concreta, más completa que las anteriores.
Hasta que por fin, según Hegel, se encuentra una síntesis última, la síntesis de todas las síntesis, dentro
de la cual todas las anteriores quedan contenidas como momentos parciales: la suprema síntesis, la
totalidad sistemática de todo lo real, la totalidad o sistema de todo lo que es. En este sentido, la
realidad es comparable a un organismo -según se verá, a un organismo espiritual-, donde nada se da
aislado, sino donde todo termina por relacionarse consigo mismo: todo, en el fondo, se reduce a uno.
La realidad es sólo una: monismo. Todo organismo es una totalidad de partes; por ello conviene
distinguirlo de otros tipos de totalidades. Hay todos meramente sumativos, meros agregados de
partes -como, por ejemplo, un montón de granos de trigo. Pero si tomamos esos granos (que ahora
observamos que son ocho) y los distribuimos de tal manera que constituyan una figura geométrica, v.
gr. un octógono, ya no se tratará de una mera suma, porque cada elemento cumple ahora una
determinada función dentro del todo, de modo que si se quita uno solo, o se altera su posición, el
octógono desaparece; aquí se trata, entonces, de un todo estructural o, simplemente, de una
estructura. Desde el punto de vista puramente sumativo o numérico, ambas totalidades, el montón y
la estructura, son por entero equivalentes; pero en tanto que en el primer caso el montón sigue siendo
montón cualquiera sea el número de sus componentes10 En efecto, el organismo es una totalidad
cada una de cuyas partes tiene existencia, no por separado, sino en sus relaciones con todas las demás
y, en definitiva, con el conjunto; totalidad que se da forma a sí misma por y desde sí misma, desde
dentro, por así decirlo, por un proceso de autodiferenciación. De manera semejante sucede según
Hegel con la totalidad de lo real: una parte aislada de la totalidad no es más que un producto muerto,
como el cerebro o el corazón en la mesa del anatomista que los estudia -es algo "abstracto", en el
lenguaje de Hegel; porque lo que el corazón o el cerebro son en verdad, lo son solamente dentro de
la totalidad de las relaciones con todos los demás y con indiferencia de su posición respectiva, en el
segundo caso es esencial cada elemento y la disposición según la cual se lo ha colocado, de tal modo
que cada parte desempeña un papel determinado que da sentido a la totalidad y que, a la vez,
depende de la totalidad. Dentro de los todos estructurales pueden hacerse una discriminación. Por un
lado están los que podemos llamar mecánicos, o simplemente máquinas; por otro, los organismos.
Una máquina está constituida por una serie de partes, o piezas, cada una de las cuales se encuentra
colocada en lugar determinado, en relaciones fijas con las otras partes. Además, cada una de esas
piezas es anterior a la totalidad, porque se fabrica cada una por separado, es independiente de las
demás, y sólo después, en el momento de armar la máquina, se la une a las otras. Por último, el que
fabrica o arma la máquina, es algo exterior que procede mediante mera yuxtaposición de las partes.
Con los todos orgánicos, como los seres vivos, ocurre de manera muy diferente. Es palmario que el
cuerpo humano, v. gr., no se constituye agregando una cabeza, ya lista de antemano, a un tronco
igualmente listo, etc.; sino que aquí lo primero es la totalidad, y no las partes. A partir del óvulo
fecundado, el organismo vivo se forma a sí mismo a través de un proceso de autoparticularización, de
autodivisión, de autodeterminación: un proceso que va de lo indeterminado y homogéneo (el óvulo
fecundado) hasta el organismo adulto, plenamente determinado, articulado y diferenciado. Aquí las
partes no preexisten al todo, sino que éste mismo es el que las produce, o, mejor, se las autoproduce
en su propio proceso de autodiferenciación; las relaciones no son "externas", sino "internas". Pues
bien, mientras el substancialismo tiende en general a concebir la realidad de manera atomista o
corpuscular, entre cuyos integrantes no habría más que relaciones mecánicas, es decir, externas, de
modo que la totalidad sería nada más que la suma o el agregado de sus distintas partes componentes,
o bien un mecanismo de las mismas -para Hegel, en cambio, la realidad es un sistema o totalidad de
relaciones, formada no a partir de partes-elementos, sino, al revés, en la cual lo primero es la totalidad,
y lo resultante las partes que surgen de la totalidad; donde ninguna cosa particular tiene existencia
por separado, sino en sus relaciones con las demás y con la totalidad; donde, por tanto, las relaciones
son "internas": como un organismo, aunque no, naturalmente, viviente, biológico, sino de índole
espiritual, un organismo de sentido. En efecto, el organismo es una totalidad cada una de cuyas partes
tiene existencia, no por separado, sino en sus relaciones con todas las demás y, en definitiva, con el
conjunto; totalidad que se da forma a sí misma por y desde sí misma, desde dentro, por así decirlo,
por un proceso de autodiferenciación. De manera semejante sucede según Hegel con la totalidad de
lo real: una parte aislada de la totalidad no es más que un producto muerto, como el cerebro o el
corazón en la mesa del anatomista que los estudia -es algo "abstracto", en el lenguaje de Hegel;
porque lo que el corazón o el cerebro son en verdad, lo son solamente dentro de la totalidad de las
relaciones con todos los demás órganos, miembros, etc., es decir, cumpliendo su respectiva función
dentro del organismo. Una cosa de por sí, es abstracta, y en ese sentido, no es verdadera- como una
palabra fuera del idioma del que constituye un miembro. Lo "abstracto" (del latín abstrao = separar)
es lo incompleto, unilateral, contradictorio, pues se aniquila a sí mismo, no es; en tanto que lo que en
verdad es, es lo concreto (de concresco = crecer con). Por ello, entonces, la "verdad" de algo, es decir,
su realidad plena, lo que ese algo en realidad es, lo es sólo en su referencia a la totalidad, y así puede
afirmar Hegel que "lo verdadero es el todo."11 Se sabe ya que para Hegel la cosa en sí no es más que
un fantasma, porque lo que en realidad algo es, lo es en relación con lo demás. Por tanto, Hegel no
puede admitir la oposición kantiana, y prekantiana, entre el mundo fenoménico y el mundo de las
cosas en sí (los noúmena): desaparece ahora ese contraste entre lo que es, y no se nos muestra (lo en
sí), de un lado, y de otro lado lo que senos muestra, lo que se nos aparece, La dispersión de que se
habló al comienzo de este §, y que de otro modo se convertiría en negación total, no es sino el proceso
de autoarticulación de la totalidad, la totalidad de la realidad misma en su proceso activo de
autorrelación. La relacionalidad universal, pues, no es una serie que se perdería en lo indefinido, sino
que resulta plenamente inteligible porque las distintas partes relativas, relaciónales, quedan
integradas en la unidad absoluta y final -la realidad total, el universal concreto, el verdadero Absoluto,
Dios-, de modo que la totalidad acaba por cerrarse o anudarse a sí misma a la manera de un círculo
en la definitiva conciliación de todos los opuestos. Podemos entonces afirmar, como tercera
enunciación: la realidad es un organismo de relaciones dialécticas
5. El espíritu
El ser es el proceso mismo del aparecer (cf. § 4), y este proceso es comparable a un organismo que se
autodetermina y articula a sí mismo (cf. § 3). Ahora bien, como todo aparecer es aparecer ante algo o
ante alguien, y como no hay nada fuera del proceso del aparecer, puesto que este proceso es la
totalidad misma de la realidad y toda la realidad se agota en este proceso, resulta que el aparecer no
puede aparecer sino ante sí mismo, es decir, se trata de un proceso de automostración; no habiendo
nada fuera de él ante lo cual el aparecer aparezca, el aparecer tendrá que ser autoaparecer, será
automanifestación. Pues bien, esto que tiene la propiedad de aparecer ante sí mismo, de ser a la vez
sujeto y objeto para sí mismo, de re-flexionar -todo esto no es sino lo que se llama conciencia, o,
mejor, espíritu. Con este término no quiere señalarse nada misterioso, sino lo propio de la vida
humana en sus más variadas manifestaciones, la vida espiritual a diferencia de la puramente animal:
los pensamientos, los actos de voluntad y los sentimientos propiamente humanos, el lenguaje, la vida
social, el arte, la ciencia, las costumbres, la historia, etc. La conciencia, el espíritu, es justamente la
única realidad que conozcamos que tiene la propiedad de volverse sobre sí misma, es decir, de re-
flexionar, de aparecerse ante sí misma. Kant había puesto de relieve la actividad o índole activa del
espíritu, que el espíritu cognoscente es un conjunto de actos de síntesis, una serie de enlaces
necesarios que el pensamiento ejecuta sobre el material sensible (cf. Cap. X, §§
14 y 15); y que, por otra parte, el espíritu práctico es actividad libre porque es capaz de determinarse
por sí mismo, es decir, independientemente del devenir natural (cf. Cap. X, Secc. II, § 5). Pero como
Hegel ha eliminado las cosas en sí que producirían el material sensible, resulta que todo aquel sistema
de relaciones de que hemos hablado no es sino un sistema orgánico de relaciones que se aparecen al
sistema mismo en tanto éste mismo las establece, las relaciones que el espíritu mismo constituye y
que lo constituyen y que se da a sí mismo en tanto autorrelaciones o autodeterminaciones; es la libre
actividad del espíritu mismo -libre porque no hay nada fuera de él y por tanto no hay nada de que
pueda depender. Puede decirse que se trata de un sistema de categorías, si bien mucho más amplio,
rico y complejo que el kantiano (cf. § 8); sistema que, sin "material" "exterior" a que las categorías
pudiesen aplicarse (como sucedía con las "impresiones" en
el caso de Kant), se da a sí mismo su propio contenido, y cuyas relaciones son, según se vio (cf. § 2),
dialécticas. Resulta entonces, por último, que la realidad, sistema cerrado de relaciones dialécticas de
manifestación, es un sistema de auto-manifestación, el ser es aparecer-SE, es decir, es espíritu,
pensamiento, vida espiritual. De esta manera la realidad en su conjunto puede pensarse como un
proceso de retorno sobre sí mismo, en que el objeto termina por revelarse idéntico al sujeto, el ser
como idéntico al pensar.
6. El sistema hegeliano
Todo lo que hasta aquí se ha dicho lo ha sido, según se adelantó, de manera relativamente informal,
de un modo y con un lenguaje que no son los de Hegel. Queda, por tanto, exponer la manera cómo
Hegel mismo presenta sus ideas.
Hegel expone su filosofía según tres caminos diferente. El primero es un camino histórico: en sus
Lecciones sobre la historia de la filosofía, muestra cómo esta historia es ni más ni menos que la marcha
hacia su propio sistema. En segundo lugar, la Fenomenología del espíritu, obra pensada a modo de
"introducción" al sistema, pone en evidencia cómo la conciencia, desde sus formas inferiores, casi
puramente animales, termina por llegar al saber absoluto, a la filosofía absoluta. Por último, el sistema
propiamente dicho lo ofrece la Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio,19 Si la realidad
es en su raíz pensamiento, y al pensamiento total y sistemático de todas las cosas lo llamamos (con
término platónico y también kantiano) Idea (cf. § 7, in fine), el sistema se dividirá en tres partes
principales -que constituyen un primer ejemplo de tríada dialéctica-: la lógica, que estudia la Idea en
y para sí, "antes" de manifestarse; y luego la filosofía real, que comprende: la filosofía de la naturaleza,
que considera la Idea en su ser-otro, es decir, hecha extraña para sí misma, ignorada por sí misma; y
la filosofía del espíritu, que se ocupa de la Idea que, desde su ser-otro en la naturaleza, regresa a sí.
junto con las obras que la desarrollan en detalle: Ciencia de la lógica. Filosofía del derecho, Lecciones
sobre la filosofía de la historia universal, Lecciones sobre la estética. Lecciones sobre la filosofía de la
religión, y las ya mencionadas Lecciones sobre la historia de la filosofía. Lo que Hegel se propone en
su sistema es nada menos que reconstruir o exponer en el pensamiento toda la realidad; realidad que,
en definitiva, según ya sabemos, es pensamiento, espíritu, de manera que en última instancia vendrá
a darse una completa coincidencia entre el pensamiento que piensa la realidad, y la realidad que es
pensamiento: e1 círculo que se anuda con sí mismo. Partiendo de un concepto, el más sencillo de
todos, el más simple, el más inmediato que haya, construir la realidad, "deducirla" en su totalidad,
aun en sus aspectos más complejos, inclusive la historia, el arte, las filosofías -porque naturalmente,
arte, historia, filosofía, son también integrantes de la realidad-: éste viene a ser el programa y a la vez
el problema que Hegel se propone.
La "verdad", entonces, del ser y de la nada reside en su conversión recíproca, en el paso del ser a la
nada y de la nada al ser, en el "movimiento" que remite del uno al otro y viceversa: es decir, en el
devenir. Esto significa que el devenir es la negación de la negación o síntesis dentro de la cual tan sólo
son y tienen sentido el ser y la nada, que en su pura oposición dejarían de ser lo que son para
identificarse en lugar de diferenciarse: su oposición es tal oposición dentro de la totalidad que los
abarca, y que es el devenir; éste es su "superación" (Aufhebung), dentro de la cual aquellos
desaparecen en su oposición inmediata (que conducía en el fondo a su anulación) para resultar
conciliados, armonizados como momentos no separados sino solidarios de una estructura superior.
(Es preciso observar que el "devenir" de que aquí se habla no debe pensarse como devenir o cambio
temporal. Y no puede serlo ante todo porque del tiempo todavía aquí no se sabe nada; el tiempo
aparecerá tan sólo mucho después en el orden del sistema, dentro de la filosofía de la naturaleza. En
el punto de vista en que aquí, en la Lógica y en su comienzo mismo, nos hallamos colocados, el devenir
debe pensarse como puro movimiento lógico -a la manera, digamos para simplificar, del que va de las
premisas a la conclusión de un razonamiento). Si se vuelve la mirada hacia este primer desarrollo
dialéctico -ser, nada, devenir-, se verá que, según se dijo más arriba, Hegel parte de la noción más
inmediata e indeterminada posible, y a continuación va poniendo de manifiesto el carácter
incompleto, carencial, de esa noción; muestra cómo esa categoría necesariamente remite a otra, y
cómo luego ambas requieren una tercera que las contiene y que es, por consiguiente, más
determinada, más rica y más concreta que las dos primeras. De modo que todo el proceso dialéctico
consiste en mostrar cómo cada categoría es de por sí insuficiente, y logra su suficiencia sólo gracias a
otra categoría complementaria, la cual a su vez delatará una nueva carencia, etc.; cada carencia
(negatividad) "empuja" al pensamiento hacia el momento siguiente, que será el encargado de colmar
aquella falta, y de revelar una nueva. Esta carencia o negatividad, esta "fuerza determinante de lo
negativo" (que recuerda el impulso dialéctico del amor, según Platón) es la fuerza del todo, de la
totalidad que pugna por manifestarse. La síntesis a que se ha llegado se convierte pronto en tesis para
una nueva antítesis. En efecto, el devenir como puro devenir es inconcebible; para que haya devenir
tiene que haber "algo" que devenga, el devenir tiene que fijarse en algo relativamente estable: lo
devenido o el ser-determinado (Dasein), el "algo". Con lo cual el movimiento dialéctico continúa,
siempre en busca de síntesis cada vez más determinadas, concretas y ricas. Aquí no podemos seguir
puntualmente este proceso. Lo que nos interesa no es el detalle, sino el sentido de la cuestión, el
aspecto vivo y permanente del pensamiento hegeliano: a saber, que estas nociones -ser, nada,
devenir, etc. -no surgen como invenciones del filósofo Hegel, sino de manera necesaria por exigencia
de las "cosas" mismas, a las que responde el pensamiento -el pensamiento, que es la raíz última de
todo-; es decir que se trata de una lógica de la realidad misma (cf. § 2). Lo importante para nuestro
propósito no es aquí el pormenor que no podríamos seguir por razones de dificultad y extensión, y
que cae fuera de los límites de un libro elemental.