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Departamento de Ciencias Históricas
Universidad de Chile
Se utiliza material etnográfico y de archivo reunido entre 1991 y 2008 para ahondar
en la historia de una mujer chamán mapuche, en el contexto de su comunidad
en el sur de Chile, y para arrojar luz sobre la forma particular en que grupos
marginales se ven a sí mismos en el tiempo. La posición única de Francisca Coli-
pi, tanto como una persona de afuera, anómala y liminal, como una mediadora
poderosa entre las etnicidades y facciones internas de la comunidad, convierte
su biografía en un ámbito productivo desde el cual abordar la conflictiva historia
de Millali. A través de las experiencias de Francisca dentro de su comunidad, se
explora cómo se produce y moviliza la conciencia histórica chamánica, cómo las
narrativas chamánicas del pasado construyen el presente y reescriben la historia
local y cómo la práctica chamánica concibe el cambio y a sus agentes. Un análisis
de la conciencia histórica chamánica mapuche a través de la vida, la muerte y el
renacimiento de Francisca brinda una nueva comprensión de la relación entre
la capacidad de accionar indígena y la historia nacional, entre la memoria y la
desmemoria y entre la memoria colectiva e individual.
I draw on ethnographic and archival material collected between 1991 and 2008
to explore the story of a Mapuche shaman in her community in Southern Chile
and illuminate the way particular marginalized groups see themselves in time.
Francisca Colipi’s unique position as both an anomalous, liminal outsider and a
powerful mediator between internal community factions and ethnicities makes
her biography a productive place from which to view Millali’s conflicted history.
Through Francisca’s experiences in her community I explore how Mapuche shama-
nic historical consciousness is produced and mobilized, how shamanic narratives
of the past construct the present and rewrite local history, and how change and
its agents are conceived of in shamanic practice. An analysis of Mapuche shamanic
historical consciousness through Francisca’s life, death, and rebirth offers a new
understanding of the relationship between indigenous agency and national history,
remembering and disremembering, and individual and collective memory.
“E s una bruja mañosa y no se sabe si te va a sanar curar o te puede matar”. Esa fue
la advertencia que recibí de una facción de la comunidad mapuche del sur de Chile
cuando empecé a trabajar con Francisca Colipi en 1991. “Sabe de brujería mapuche y
wingka (no-mapuche)”, afirmaron. En esa época, Francisca era una viuda de setenta y
siete años, de dudosa reputación, una mujer chamán o machi, y una mestiza con una
genealogía familiar controvertida, todo lo cual resultaba ambivalente a los ojos de su
comunidad. Las machi son diferentes de las mujeres mapuche comunes en el sentido
de que, durante los rituales, se mueven entre identidades femeninas y masculinas,
asumen roles rituales públicos y viajan lejos de sus hogares para curar pacientes. Los
mapuche aceptan las transgresiones de género de las machi siempre y cuando sigan
siendo representantes de la tradición y de lo doméstico, así como hijas, madres y esposas
respetables según los preceptos de la cultura chilena católica dominante (Bacigalupo
2007). Las machi que desafían las normas de género católicas, las jerarquías sociopo-
líticas mapuche y los conceptos mapuche de tradición y sociabilidad son a menudo
catalogadas como brujas (Bacigalupo 2005).
Francisca era inigualable en agresividad, en su rechazo por volver a casarse y en
su desdén hacia el longko o cacique y la posición pública de poder de este. Su relación
conflictiva con la comunidad se reflejaba en las opiniones de sus vecinos sobre sus
prácticas de machi. Por un lado, la legitimaban como una mujer católica conservadora
y una machi poderosa del relámpago. Aceptaban que manifestara las percepciones ma-
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Según el censo del 2002, los mapuche en Chile alcanzan a 60.000 personas, la mayoría bilingües
en mapudungu y español. Siendo en un momento consumados guerrilleros que se resistieron a los
incas y españoles, fueron luego derrotados por el ejército chileno, quien en 1884 se apoderó de
sus territorios entre los ríos Bío-Bío y Calle-Calle y los colocó en reservas. Si bien en la actualidad
el 80 por ciento de los mapuche vive en zonas urbanas, la tierra continúa siendo un elemento
fundamental para su identidad.
Historia Indígena Nº 11, 2008 - 2009
Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
puche de la historia local y nacional, una contribución importante que las machi hacen
a sus comunidades durante los rituales de curación y rituales colectivos de ngillatun.
Por otro lado, la condenaban como una mujer loca, una viuda amachada y autoritaria,
y una bruja mestiza. Los enemigos de Francisca consideraban su magia no tradicional
de amor y suerte como brujería pues involucraba la manipulación de la voluntad de la
persona.
Luego de la muerte de Francisca en 1996, los miembros de la comunidad temie-
ron que su regreso como espíritu maléfico trajera escasez, enfermedades y conflictos.
Intencionalmente la olvidaron, realizando un funeral con la modalidad de “contrains-
cripción” –una “eliminación de práctica habitual” (Battaglia 1993: 430)– durante el cual
tajearon su kultrun (tambor de machi) y lo enterraron junto a su cuerpo, sacrificaron y
comieron sus animales machi, rompieron los tacos de sus zapatos y se negaron a re-
petir su nombre. La comunidad se embarcó en un desrecuerdo deliberado para cortar
las relaciones sociales y espirituales de Francisca con los seres vivientes. Borraron los
recuerdos que los dolientes guardaban de Francisca, a fin de que su espíritu o püllu
quedara diferenciado e independiente de los vivientes y pudiera unirse al espíritu an-
cestral colectivo mapuche.
Hacia 2004, algunos de los conflictos entre facciones que habían perturbado a
Millali en vida de Francisca ya habían pasado, y la comunidad reinventó su recuerdo de
forma tal de promover la continuidad histórica entre los vivos y los muertos. Liberaron
a Francisca de sus cualidades ambivalentes y conflictivas, la reinventaron como una
mujer chamán que había traído bendiciones a la comunidad y fusionan su identidad
con las identidades de machi míticas y machi difuntas. La comunidad deliberadamente
transformó su recuerdo para las generaciones venideras mientras aguardaba el renaci-
miento de su espíritu chamánico en alguna de sus nietas.
En ese momento, la familia de Francisca me pidió que escribiera un libro para
recordar su historia a través de Francisca y su predecesora chamánica, Rosa Curin. Las
biografías son fundamentales para las sociedades amerindias porque son narrativas sobre
individuos en épocas de desorientación o de cambios ideológicos en el encuentro con
personas de afuera y porque son en sí mismas testimonios de procesos históricos (Basso
1989). Las curas chamánicas, los ritos mortuorios y la oratoria política de los Kayabi de
la Amazonia, por ejemplo, están centrados en su totalidad en narrativas autobiográficas
dialogísticas. Estas narrativas en primera y tercera persona oscilan entre la identidad y
la diferencia, el yo y el otro, y llevan a los participantes a una alineación subjetiva con
otros tiempos, mundos y seres (Oakdale 2005: 159, 161, 168). Para la familia de Fran-
cisca, mi libro cumpliría la función de las biografías orales: permitiría a los miembros
de la comunidad captar el sentido de su posición dentro de procesos históricos más
amplios y dentro del ciclo cosmológico de la vida y la muerte.
Al utilizar mi etnografía para recordar el espíritu de Francisca y llamarlo
nuevamente, su comunidad reinventaría historias locales en forma de texto con el
fin de lograr poderes mágicos y legitimidad en contextos nacionales. Las narrativas
orales, las historias de vida y las performatividades rituales, sujetas al narrador o al
ejecutante, son fundamentales en las narraciones mapuche del pasado, si bien los
mapuche también utilizan textos escritos de maneras nuevas. Los libros oficiales de la
Iglesia y la ley dejan “filtrar” la magia del Estado en las manos del pueblo que dominan
(Taussig 1987: 264). Los pueblos indígenas utilizan textos para legitimizar sus formas
culturalmente contextualizadas de conciencia histórica –lo que Neil Whitehead (2003)
denominó “historicidades”– a fin de participar en y transformar la historia nacional y
conectar el pasado, presente y futuro de un modo nuevo. Intelectuales mapuches como
Manuel Manquilef y Aburto Panguilef, por ejemplo, usaron los textos escritos para
presentar su visión de la coautoría mapuche en la construcción de la historia chilena
y mediar o fusionar el proyecto político de la sociedad mapuche y chilena (ver Pávez
2003, Menard 2006, Mallon 2009). Las historias mapuche alternativas, examinadas a
través de los espíritus, y los procesos mapuche de recordar y olvidar son significativos
para el proyecto más amplio de recuperar el conocimiento histórico.
Francisca Colipi ofrece una óptica desde la cual explorar la manera en que se
produce y moviliza la conciencia histórica chamánica mapuche, la manera en que las
narrativas chamánicas del pasado construyen el presente y reescriben la historia local, y
la manera en que se conciben el cambio y sus agentes en la práctica chamánica. Utilicé
material etnográfico y de archivo reunido entre 1991 y 2008 para explorar la historia
de una mujer machi en su comunidad y arrojar luz sobre el modo en que determinados
grupos marginados se ven a sí mismos a lo largo del tiempo. La posición única de
Francisca, tanto como una persona de afuera, liminal y anómala, como una poderosa
mediadora entre las facciones y etnicidades internas de la comunidad, hace que su
biografía resulte un sitio productivo a partir del cual observar la historia conflictiva de
Millali. Un análisis de la conciencia histórica chamánica mapuche a través de la vida, la
muerte y el renacimiento de Francisca ofrece una nueva comprensión de la relación entre
la capacidad de accionar indígena y la historia nacional, entre el recordar y desrecordar,
entre la memoria colectiva e individual.
Si bien los mapuche construyen su memoria social de maneras diversas, los
estudiosos se han centrado en las representaciones políticas y seculares de su historia
local y la relación de esta con la represión del estado (Pérez et al. 1998, Pávez 2003,
Stern 2004, Bengoa 2004, Mallon 2005, Marimán et al. 2006), ignorando el papel crucial
que los espíritus desempeñan en la construcción de la conciencia histórica mapuche.
El proyecto de nación mapuche del Aburto Panguilef sí vincula el mundo mágico-espi-
ritual con lo político, pero sus articulaciones simbólicas son tomadas del misticismo
judío y el concepto de justicia divina cristiana (ver Menard 2003), no de la historicidad
chamánica mapuche.
Al examinar la historia de Millali a través de Francisca y su predecesora, Rosa,
podemos repensar los conceptos pan-mapuche de memoria y su relación compleja con
personajes y sucesos no mapuche, en lo que Whitehead (2003) denomina “relaciones
mutuas, miméticas y entrelazadas de formas históricas y patrones discursivos y simbó-
licos indígenas y no indígenas. El tipo de proceso de hacer memoria utilizado por la
gente de Millali representa un amplio fenómeno mapuche, en el que las comunidades
luchan por recuperar un lugar geográfico e histórico para sí mismos y los otros a través
de medios espirituales.
Dado que los sistemas indígenas de representación están incluidos en la práctica
chamánica y en sus evocaciones de un pasado histórico y mítico, el chamanismo es una
óptica productiva desde la cual captar las complejas relaciones entre las identidades
indígenas y nacionales (Hill 1999: 394). Los mapuche recuerdan y olvidan su pasado a
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Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
medida que este se filtra a través de las experiencias rituales de sus chamanes o machi,
que sirven de mediadores entre los distintos tiempos, mundos y seres, y entre las reali-
dades mapuche y no mapuche. La conciencia histórica chamánica mapuche ofrece una
manera productiva de abordar la tensión entre lo que Frank Salomon (1999) denominó
la alteridad de la historia indígena y el reconocimiento de la capacidad de accionar del
pueblo indígena. Si bien los estudiosos occidentales ven a los hombres como agentes
transformadores de la historia que suprimen el mito, los seres no humanos también
pueden actuar como agentes históricos en sociedades indígenas (Fausto y Heckenber-
ger 2007: 14). La historia mapuche involucra interacciones entre humanos y espíritus
y entre humanos a través de espíritus. La efectividad de los espíritus mapuche como
agentes históricos radica en su habilidad para actuar centralizadamente tanto en la
realización del tiempo mítico como en la transformación histórica. El mito y la historia
son modos cognitivos diferenciados, aunque complementarios, usados creativamente
por los pueblos indígenas con distintos objetivos (Hill 1988, 2007).
La conciencia histórica mapuche se constituye a través de procesos cíclicos his-
tóricamente contextualizados de recordar y desrecordar, de individualizar y colectivizar.
Los estudiosos han clasificado a las sociedades indígenas en aquellas que recuerdan
para crear permanencia y trascendencia para sus pueblos y aquellas que borran el tiem-
po, tienen recuerdos genealógicos superficiales y olvidan para crear impermanencia y
transformación en cada ámbito (ver Chaumeil 2007). No obstante, para los mapuche, el
recuerdo y el desrecuerdo coexisten y tienen roles iguales en los ciclos transformadores.
El proceso de la memoria es complejo y heterogéneo y, para los mapuche, los ciclos de
recuerdo y desrecuerdo están condicionados por circunstancias políticas locales, por
momentos cósmicos y por transformaciones chamánicas.
Por otro lado, los conceptos mapuche de conciencia histórica chamánica desafían
las dicotomías conceptuales de larga data entre la memoria individual y colectiva. Si
bien los estudiosos han demostrado que los recuerdos personales están relacionados
con los colectivos (Halbwachs 1992; Kenny 1999; White 2001) y están determinados
por procesos históricos, políticos y sociales (White 2006), ellos suelen ver los recuer-
dos personales y colectivos como dos cosas bien diferenciadas. Los mapuche, en
cambio, construyen su conciencia histórica sumando las experiencias personales de
los chamanes, reconociendo la reencarnación periódica de subjetividades chamánicas
pasadas en nuevas machi e identificando espíritus chamánicos ya sea como identidades
individuales o como identidades colectivas. Considerando que los espíritus mapuche
desempeñan un rol fundamental como agentes de la historia, a continuación presento
un breve resumen de los espíritus chamánicos en relación con la condición de persona
y la individualidad.
la totalidad se encuentra únicamente en las relaciones con los demás (Vilaça 2005: 460),
en la participación en grupos sociales más amplios (Strathern 1992: 86) y en la incor-
poración del otro. Los sujetos amazónicos consideran que sus experiencias copian las
experiencias de personas de generaciones anteriores, y expresan su continuidad con
sus predecesores mediante narrativas en primera persona, donde cuentan las experien-
cias de sus ancestros (Viveiros de Castro 1992: 2, 4; Oakdale 2002: 172). De un modo
similar, los mapuche vivos se encuentran en lo que Magnus Course (2009) denomina
un “estado dinámico de sociabilidad centrífuga”; al narrar historias de vida disuelven
las identidades de individuos de distintas generaciones.
El parentesco mapuche (küpalme, descendencia) es clave para comprender la con-
dición de persona y las redes sociales de los mapuche. Existen dos tipos de küpalme:
parentesco social y parentesco espiritual. Ambos implican la transmisión de los compo-
nentes “determinados” de una persona, incluyendo los rasgos encarnados, las caracte-
rísticas físicas, las sustancias corporales, el carácter, la habilidad para desempeñar roles
sociales y la conducta moral. El parentesco social mapuche incluye características tanto
maternas como paternas pero posee un sesgo patrilineal. Dado que los mapuche suelen
ser virilocales, los hombres pasan la mayor parte de sus vidas con los que comparten
küpalme, mientras que las mujeres casadas se ven separadas social y espacialmente de
sus parientes. Se dice que los hombres corresidentes, las mujeres solteras y los niños
que comparten küpalme pertenecen a una descendencia, lo que conduce a una ética de
solidaridad y ayuda mutuas. Las relaciones de parentesco matrilineal, por el contrario,
se caracterizan por una marcada diferencia. Los ideales mapuche de parentesco social
persisten, aunque en la práctica muchos mapuche se casan fuera del sistema tradicional
matrilateral de matrimonio entre primos cruzados y viven en el territorio ya sea del
esposo o de la esposa (Bengoa 1992: 141). Un mapuche que es incapaz de procurar una
porción de tierra en su propia comunidad y, en cambio, vive en la tierra de su esposa
es llamado en forma peyorativa anükon, que literalmente significa “el que obtiene todo
sentado”.
El parentesco espiritual mapuche (küpalme püllu) –la transmisión de un espíritu
chamánico y sus cualidades– es por lo general matrilineal. A diferencia del parentesco
social, el parentesco espiritual es extremadamente selectivo. Únicamente unos pocos
descendientes matrilineales son elegidos para ser machi, y a menudo reciben su espíritu
chamánico de una abuela o bisabuela materna difunta. Dado que normalmente una ma-
chi neófita vive en una comunidad diferente de la de su abuela materna y no interactúa
a diario con ella durante su vida, logra conocer el espíritu chamánico a través de la
posesión de espíritus, de sueños y visiones. Francisca era atípica en el sentido de que
vivió en la tierra de su abuela materna y fue criada por su abuela y su madre.
Los chamanes mapuche también establecen relaciones de parentesco espiritual
con animales machi y otros chamanes iniciados por el mismo chamán maestro. Las ma-
chi de la misma cohorte con frecuencia se refieren a su machi maestra como “madre”
y a sus compañeras machi como “hermanas”. Comparten con ellas y con sus animales
machi esencias espirituales, la condición de persona y sustancias corporales como
el aliento, la sangre y la saliva. Las sustancias corporales son alimentos espirituales
sobre los que se puede actuar mágicamente para conferirle poder a una machi; pero
también son indicaciones profundas del parentesco y la fuerza vital compartidos entre
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Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
las machi, y entre las machi y los animales espirituales. Los cuerpos de las machi y de
sus animales machi pueden intercambiarse. Los animales de las machi pueden padecer
enfermedades en lugar de estas, y las machi pueden enfermarse si sus animales machi
o compañeras machi del mismo cohorte se lastiman o mueren. Cuando muere una
machi, se mata a sus animales machi para que sus cuerpos se desintegren junto con el
de la machi, y los espíritus de los animales acompañen a la machi en su viaje al Wenu
Mapu o cielo mapuche.
El parentesco espiritual mapuche es, por lo tanto, una expresión de las dimensio-
nes relacionales de la condición de persona, que se adquieren, comparten y transforman
en lugar de estar limitadas a un único cuerpo humano. Durante su vida, las machi actúan
de intermediarias entre los vivos y los muertos. Comparten la condición de persona
con los espíritus chamánicos que las poseen y les otorgan poderes de curación y per-
cepciones sobre el pasado, presente y futuro. Entre estos espíritus sobresale el fileu, el
espíritu ancestral genérico de todas las machi. Al morir, se cortan todas las relaciones
entre las machi y los seres humanos vivos, y pierden su individualidad. Si bien en vida
el espíritu de la machi se había fusionado con el fileu durante las complejas experien-
cias de posesión, luego de su muerte, el espíritu de la machi queda permanentemente
fusionado con el fileu hasta su renacimiento (Bacigalupo 2004: 219-22). Por lo tanto,
para una machi la condición de persona es parte de un ciclo en el que la individuación
es seguida por una fusión en lo colectivo y luego nuevamente por la individuación. El
proceso mediante el cual los ancestros individuales se convierten en deidades y espíritus
más genéricos y de mayor importancia puede rastrearse al siglo XIX (Bacigalupo 1997),
aunque su reencarnación como individuos es menos conocida.
La velocidad con que las machi pierden su individualidad y se vuelven parte del
fileu depende de la habilidad de los dolientes para olvidar la individualidad de estas
en la tierra. Los habitantes de Millali perciben al fileu como un espíritu inmortal que
concede conocimiento y bienestar y trasciende las vidas individuales de las machi
como por ejemplo las de Francisca y Rosa . Pero una vez que el descendiente de una
machi establece una relación personal con el espíritu de la machi a través de sueños,
visiones, enfermedades espirituales y posesión, el espíritu de la machi recupera sus
rasgos de personalidad y prácticas corporales performativas y regresa al cuerpo del
nuevo chamán descendiente. El espíritu conserva el temperamento, las habilidades
y la performatividad encarnada de la machi difunta, aunque tiene los pensamientos y
las emociones de la machi viva. La comprensión histórica por parte de los mapuche
del espíritu representado por la machi se produce, en forma consecutiva, mediante el
desrecuerdo ritualizado de pensamientos y emociones individuales, la transformación
de la machi de una subjetividad individual a un ancestro genérico, el recuerdo de las
hazañas y rasgos genéricos de la machi y la encarnación de la subjetividad lavada en
un nuevo chamán.
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De modo similar, Robert Hertz (1960 [1907]:82, 86) argumentó que en los rituales mortuorios de
los dayak de Borneo los espíritus ancestrales trascendían las vidas individuales. Los miembros de
una comunidad nunca morían realmente sino que cambiaban sus relaciones a medida que eran
transformados de miembros vivos a miembros muertos de la sociedad. Los difuntos adquirían la
categoría de ancestros y otorgaban bienestar, fertilidad y abundancia a la comunidad.
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Los mapuche rurales de la isla Huapi ven la historia como un agregado de vidas, y habitan
subjetividades pasadas en canciones seculares o ül (Course 2009). Course argumenta que estos
procesos son independientes de las políticas étnicas e historias nacionales de los mapuche. Sin
embargo, en los valles centrales mapuche cerca de Temuco, emergen historias nacionales, pan-
mapuche y locales que dialogan y contrastan entre sí.
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Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
Roca inició una campaña en nombre del Estado argentino para doblegar la resistencia
mapuche. Muchos mapuche argentinos huyeron hacia el oeste a territorios mapuche
en el sur de Chile, entre los cuales estaba Rosa, de 10 años, y su madre, quienes esca-
paron a Millali.
La comunidad de Millali (originalmente Millaleu), es decir, “lugar que brilla”,
es conocida entre los mapuche como un lugar con poder espiritual. A poco de llegar,
Rosa tuvo una visión de un toro en aguas calmas que trepaba a la punta de la montaña
de Millali y se transformaba en dos piedras. Rosa trepó la colina para ver las piedras y
entró en trance junto a un árbol gigante de boldo (Peumus boldus) que, según se decía,
poseía poderes espirituales ancestrales. Los relámpagos caían sobre su cabeza y for-
maban un círculo a su alrededor, iniciándola como una poderosa machi del relámpago
y convenciendo a la comunidad de sus poderes. El espíritu machi convertía a Rosa en
un ancestro mapuche durante el ritual, a pesar de que su condición germana se eviden-
ciaba en la vida cotidiana. Un hombre de la comunidad explicó: “Tenía la espiritualidad
y el espíritu de una persona mapuche y trabajaba fuerte como una mujer alemana”.
Otro dijo que “su mentalidad era mapuche porque fue criada como mapuche a pesar
de tener la sangre mezclada”. Dado que Rosa fue elegida como machi por intervención
espiritual, su origen étnico mezclado constituía una ventaja. Como alguien de afuera, la
consideraban más cercana al mundo de los muertos y, por lo tanto, creían que mediaba
con los espíritus más eficazmente.
Rosa luego contrajo matrimonio con Ignacio Huenchuñir, un miembro de una
importante familia local. No tuvieron hijos propios, pero Rosa dio a luz cuatro hijos de
otros hombres, lo que extendió su círculo de parientes. La comunidad no la condenó por
sus aventuras amorosas, atribuyendo su potencia sexual a su origen germano. Durante
el siglo XIX, los mapuche de Chile y Argentina se casaban libremente con personas de
afuera y no tenían noción de pureza étnica o racial (Bengoa 1991: 111, 369). Les asig-
naban un prestigio especial a las esposas no mapuche, cuyas “supuestas habilidades
sexuales les traían prestigio, poder y ostentación social a sus esposos” (Brooks 2008:
255). Los habitantes de Millali celebraban que Rosa fuera una machi mapuche a pesar
de ser pelirroja y tener ojos azules, pues ella utilizaba sus poderes legendarios para
proteger a la comunidad. Ella era rica en términos locales por el dinero y los bienes
que obtenía curando. Los miembros de la familia Huenchuñir la describen viviendo en
una casa amplia con muchos animales y luciendo ropa limpia y muchas joyas de plata.
Rosa mostró su dedicación a Millali al preservar a la comunidad del ejército chileno
y, más tarde, al salvarla de una gran inundación. El 20 de noviembre de 1882, el coronel
chileno Gregorio Urrutia masacró guerreros mapuche en el cercano río Quepe durante
la campaña chilena para incorporar a los mapuche al Estado chileno. Según uno de los
hombres de la comunidad, “los chilenos llegaron con rifles de repetición y mataron a
todos. El río corría rojo de sangre”. Se decía que Rosa, haciendo uso de estrategias de
intimidación, negociación e incorporación, protegió de la masacre a la gente de Millali
y de la vecina Imilco. En primer lugar, trepó la montaña de Millali y atemorizó a los
soldados chilenos con una espectacular tormenta eléctrica. Luego curó a los soldados
chilenos y, a cambio, les pidió que construyeran un camino para Millali e Imilco. Por
último, sedujo al coronel Urrutia y dio a luz un hijo, Juan Benito, con lo cual aseguró
la protección de Urrutia a las comunidades.
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Los mapuche asocian los halcones (ñanco) con espíritus ancestrales y creen que si los espíritus
de los difuntos son propiciados adecuadamente por los vivos, se convierten en halcones del sol
(Faron 1964) y podrán finalmente renacer como seres humanos.
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Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
que todo lo abarca. Las genealogías, biografías e historias lineales están subordinadas
a un código maestro cíclico. Tal vez los acontecimientos no se repitan pero sí su patrón
(Farriss 1987: 573, 574, 580, 586). Los ciclos cósmicos mapuche brindan pautas para
“interpretar acontecimientos en el presente y el pasado y ayudar a determinar acon-
tecimientos a medida que se desarrollan” (Farriss 1987: 583). Rosa Curin se convirtió
en una machi arquetípica, histórico-mítica porque logró hacer uso de los poderes de
la serpiente buena de la tierra y derrotar a la serpiente mala del agua, para así resta-
blecer el equilibrio en el cosmos. Al mitificar a Rosa y restaurar el orden cósmico en
un momento de grandes cambios políticos y socioeconómicos, la comunidad estaba
recreando su lugar en un nuevo contexto histórico.
Rosa se sintió desolada cuando la comunidad se dividió en facciones en pugna en
1950, una división que produjo desorden social, conflictos y brujería. Una de las facciones
estaba liderada por las familias Calfuñir y Huenchuñir, las más antiguas y prestigiosas
de la comunidad. La otra estaba encabezada por la familia Millañir. Las tres familias per-
tenecen al linaje del zorro (ñir o ngërü), un animal que los mapuche ven como burlador,
un mediador entre los vivos y los muertos, y a veces como brujo . Algunas personas
en Millali atribuyeron esta división a la naturaleza burladora y conflictiva del linaje del
zorro. Otros la atribuyeron a conflictos entre las familias Millañir y Huenchuñir respec-
to del liderazgo de la comunidad y de las tierras comunitarias, que fueron reducidas
aún más por el gobierno chileno en 1947 y 1952. Los Calfuñir y los Huenchuñir eran
las antiguas familias de longko y creían que ellos debían ser los longko legítimos de
la comunidad. Los Millañir no eran de las antiguas familias de longko pero creían que
debían ser elegidos como longko por sus habilidades como oradores y su religiosidad.
Hueche, el líder de la familia Millañir afirmó que vio un perimontu (visión) de la Virgen
María y que ella lo obligó a separarse del resto de la comunidad que participaba en un
ngillatun presidido por Rosa, y a comenzar a realizar ngillatun separados en un campo
de ngillatun (campo ritual colectivo) diferente.
Rosa se negó a realizar ningún otro ritual luego de la división de la comunidad.
Murió en 1952 a los ochenta y cuatro años. Su lápida reza: “Rosa Curin fallecida a los
ciento diez años. Recuerdo de su hijo y nietos”. El número 110 la coloca en un tiempo
mítico. Cuando la gente de Millali quiere referirse a acontecimientos o personas en
un tiempo o ciclo diferentes, dicen “hace más de cien años”. El número diez, mari, se
relaciona con el poder y la victoria. Los descendientes de Rosa no tenían ningún interés
en ubicarla en el tiempo lineal con la inclusión de las fechas de nacimiento y muerte,
como suele hacerse en la mayoría de las lápidas en los cementerios chilenos.
Luego de la muerte de Rosa, los habitantes de Millali utilizaron el hueco del árbol
de boldo sagrado en el cerro de Millali como lugar para refugiarse de la lluvia mientras
cuidaban sus animales. Alejandro Huenchuñir señaló: “El poder de Rosa estaba allí. Oí-
mos bebés llorando [asociado con la fertilidad] y vimos dos hermosos metawes pintados
5
Los prefijos Calfu- (azul), Huenchu- (hombre) y Milla- (oro) anteriormente se referían a individuos
pero hoy en día indican apellidos y están precedidos por un nombre de pila que por lo general
no es mapuche. José Bengoa (1991:71) encontró el mismo sistema de nombres en la provincia
mapuche de Arauco.
6
El término mapuche wingka proviene de inka, y los mapuche lo emplean para referirse a todos los
invasores del norte: los inka, los españoles y sus aliados indígenas, y finalmente a los chilenos.
Los mapuche tradicionalmente consideran a los del norte como a sus enemigos y a los del este
como a sus aliados.
7
Pinolevi Colipi, por ejemplo, era un espía del coronel chileno Saavedra. Comía y se vestía como
un chileno y fue asesinado por el cacique rebelde Quilapan en 1868 por traidor (Bengoa 1991:
71-75, 201-3, 301). Los Colipi finalmente se unieron a los mapuche en la última batalla contra los
chilenos en noviembre de 1881, pero fue demasiado tarde. Los mapuche fueron derrotados y los
chilenos ejecutaron a sus líderes, Lorenzo Marileo Colipi y Juan Marileo Colipi. Luis Marileo Colipi
y muchos otros Colipi huyeron a la Argentina (Vicuña Mackenna 1939: 478-79; Valderama 1927:
147-48; Bengoa 1991: 74-75, 295, 298, 301).
18 Historia Indígena Nº 11, 2008 - 2009
Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
8
Christian Martinez (2009) argumenta que durante los años 80, durante la dictadura de Pinochet, las
comunidades mapuche no reconocían diferencias internas. Ellos atribuyen todas las diferencias al
awigkamiento (el proceso de querer ser como los extranjeros). Este proceso empezó más temprano
en Millali.
presidente Salvador Allende (1970-73) pero perdió más en 1979, cuando el dictador
derechista general Augusto Pinochet (1973-89) entregó títulos individuales de propiedad
a miembros de la comunidad. Muchos mapuche empobrecidos vendieron sus tierras a
no mapuche por una miseria.
La facción Millañir utilizó a Francisca como chivo expiatorio de su furia y humi-
llación al verse desposeídos de sus tierras y tener que trabajar como jornaleros para
propietarios chilenos y alemanes en tierras que anteriormente les habían pertenecido.
A diferencia de la facción Calfuñir y Huenchuñir, los Millañir acusaban a Francisca de
haber causado el terremoto, la inundación y el conflicto social. “Tú no perteneces aquí.
¡Vete!”, le decían y la corrían con palos. No obstante, Francisca se quedó en la comunidad
y, para legitimarse, alegó que Rosa Curin era su abuela materna. Cambió su nombre por
el de Rosa Colipi Curin. Francisca se vinculó con un pasado significativo a través de sus
narrativas. Al alinear su narrativa con la de su predecesora machi, también alineó su
experiencia subjetiva con la de Rosa. Suzanne Oakdale (2005: 79, 167) se ha referido
a este proceso como la “tradicionalización de la subjetividad chamánica”, mediante el
cual los chamanes acceden a poderes regenerativos, asumiendo las subjetividades de
grandes chamanes de generaciones pasadas.
El esposo de Francisca, Horacio Calfuñir, se opuso a su nueva práctica machi y se
ponía celoso por el tiempo que ella dedicaba a curar. Decía: “No me gustan las machi.
Andan vagando como mendigas. Nunca están en la casa. Las machi son mandonas y
el chamal [la túnica de lana que usan las machi] apesta”. Horacio tenía otras mujeres
alegando que “las machi no son verdaderas esposas”. Francisca tuvo una relación
amorosa con Froilán, el nieto de Rosa Curin y del coronel Urrutia, con quien tuvo una
hija. Luego, Alejo, el hijo de Froilán y bisnieto de Urrutia y Rosa Curin, se casó con la
nieta de Francisca, lo que aumentó las relaciones de afinidad entre ambas familias. Para
esa época, la gente de Millali había incorporado valores cristianos y los utilizó para juzgar
las relaciones amorosas de Francisca de un modo diferente de lo que habían juzgado
las de Rosa. Ni la facción Calfuñir-Huenchuñir ni la facción Millañir atribuyeron dichas
relaciones de Francisca al mestizaje. En cambio, la rotularon como mujer de la calle.
Al morir Horacio, la familia Calfuñir intentó expulsar a Francisca de sus tierras.
Pero ella consideró las tierras de Horacio como propias y se negó a irse. Estableció
paralelos entre su apego al rewe –su árbol de la vida o axis mundi personal– y los víncu-
los de los hombres con la tierra: “Soy como un hombre. No puedo casarme e irme. Mi
espíritu está acá en este rewe. En esta tierra. Cuando me voy lejos, mi rewe me llama
de vuelta por el sueño”. El cuñado de Francisca, Tomás, le permitió quedarse y vivió
con ella. Los Calfuñir presionaron a Francisca para que se casara con Tomás, pero ella
se negó: “Algunos maridos son celosos y mañosos. Mejor es estar sola. Chaw Dios [la
deidad mapuche] es el que me manda, no un marido”. Uno de los hombres de Calfuñir
dijo: “Francisca no era una mujer normal. Tomaba como un hombre y no quería volver
a casarse. Le gustaba pelear con los vecinos. Andaba a caballo con la falda levantada y
se defendía con un palo”.
No obstante, Francisca ofició en los rituales de ngillatun de Calfuñir entre 1960
y 1980, hasta que Julio Calfuñir se convirtió en cristiano evangélico y se negó a seguir
llevando a cabo rituales mapuche, y arrancó el ngillatuwe o altar colectivo de Calfuñir.
Los mapuche evangélicos pentecostales prohíben los rituales machi y el consumo de
20 Historia Indígena Nº 11, 2008 - 2009
Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
alcohol. Sin embargo, son populares en algunas comunidades mapuche porque repro-
ducen los elementos centrales de la práctica machi, como, por ejemplo, la experiencia
directa de la propiciación divina y de ancestros. Julio, el único evangélico en Millali, se
convirtió para poder condenar como diabólico el gran consumo de alcohol de su ene-
migo, Segundo Millañir. Después de esto, Francisca creó su propio campo de ngillatun y
ngillatuwe junto a su casa. Le asignó a su hijo el rol de longko y llevó a cabo un ngillatun,
pero luego tuvo pocos seguidores, porque varias familias empezaron a participar del
ngillatun organizado por los Millañir.
Francisca siguió siendo una machi ambigua en el dividido Millali a lo largo de toda
la dictadura militar de Pinochet y el retorno de Chile a la democracia en 1989. Gracias
a la promulgación de una ley indígena en 1993, los mapuche fueron reconocidos como
pueblo, aunque el cambio recién se empezó a experimentar en Millali durante el gobierno
del presidente Ricardo Lagos (2000-2006). La comunidad de Francisca deliberadamente
la olvidó a ella y a su espíritu para luego recordarlos en diferentes momentos de su
conflictiva relación con el estado democrático chileno.
9
Para comentarios opuestos en la comunidad mapuche de Huapi, ver Course 2007: 95.
22 Historia Indígena Nº 11, 2008 - 2009
Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
bueno recordarla porque vas a llamar a su espíritu nuevamente”. “Quiero que regrese”,
sollozaba yo. “No”, suspiraba Bernardita, “no reconocerías al espíritu. El alwe se
convertiría en bruja y nos haría brujerías a todos nosotros”. Las personas recientemente
fallecidas permanecen vivas en los recuerdos de la gente, y es esta “muerte humana
despersonificada” (Taylor 1993: 655) lo que constituye una amenaza para los vivos. Ana
oraba, dirigiéndose al püllu: “Debes irte ahora. Ahora eres una persona diferente. Eres
una persona de afuera, una extraña. Esta no es tu casa. Vete a tu casa en otra tierra.
No vuelvas a mirar a tu familia. Ya no sabes nada sobre este mundo. No sabes quiénes
somos”. Ana le ordenó a la familia de Francisca que destruyeran sus pertenencias, que
la olvidaran y que no mencionaran su nombre10. Su cuñado rompió los tacos de los
zapatos de Francisca para que su espíritu no pudiera andar caminando ruidosamente
por la casa atormentando a su familia.
La familia de Francisca se mudó de casa, cambió el camino de entrada y plantó
árboles para que su espíritu no pudiera reconocer el paisaje. La Machi Ana arrancó el
viejo rewe de Francisca, su árbol chamánico de la vida personal, y lo dejó en un arroyo
cercano para que se pudriera. Los dolientes mataron y comieron la oveja espiritual de
Francisca, simbólicamente canibalizando su cuerpo para liberar su espíritu. A modo
de comparación, los amazónicos a menudo niegan las relaciones de parentesco, les
dan a sus muertos una cualidad de objeto y los transforman en animales a través del
canibalismo ritual con el fin de convertirlos en extraños sociales (Vilaça 2000; Conklin
2001). Pero en Millali, donde las machi ya comparten la condición de persona con los
animales, las machi difuntas y los animales machi muertos deben convertirse en espí-
ritus que se diferencien ontológicamente de los vivos para borrar su sociabilidad. Tal
como argumentó Anne-Christine Taylor (1993: 654-55), la gente a menudo transforma
a sus muertos en paradigmas de extranjeridad sociológica para hacerlos “desaparecer”
como personas. El püllü de Francisca viajaría con su oveja espiritual al Wenu Mapu, don-
de perdería su individualidad y adquiriría una nueva identidad como parte del espíritu
ancestral genérico de todas las machi, el fileu.
Cuando enterraron a Francisca, luego de un funeral que incluyó tanto la bendi-
ción del cajón por un sacerdote católico local como danzas de dolientes mapuche, su
cuñado tajeó el cuero del tambor de Francisca y lo colocó en el féretro, junto con los
intestinos de su oveja espiritual y las banderas azul y blanca que solían estar plantadas
junto a su rewe. La Machi Ana sostuvo que había que romper y enterrar los instrumentos
de Francisca pues, de otra manera, el espíritu machi no se iría. Los dolientes enterraron
el cajón con los pies de Francisca apuntando hacia el este, de modo que a la mañana
siguiente su püllü pudiera caminar hacia el cielo. Allí se fusionaría con el fileu y se
sentaría junto a la deidad Ngünechen, aguardando el momento de encarnarse en una
nueva machi. Deborah Battaglia (1992: 14) se refirió a este proceso –mediante el cual
las personas crean una nueva identidad para los difuntos en la vida póstuma, una vez
10
Los tehuelche de la Argentina, fuertemente influidos por los mapuche, son como los dolientes
de Millali en cuanto a que prohíben mencionar el nombre del difunto hasta que este haya sido
olvidado. Más tarde, suelen ponerles a sus nietos los nombres de sus abuelos difuntos. Los tehuelche
también entierran los objetos personales de los difuntos con sus cuerpos y matan y comen los
animales preferidos de los difuntos (Priegue 2002: 51, 52, 55).
que se ha terminado con ellos y han sido desmembrados– como “la transformación
deliberada de la memoria”.
Los rituales mapuche para desmembrar a los muertos varían en gran medida se-
gún los conceptos regionales de cómo lograr la extranjeridad ontológica. Los mapuche
de la remota isla Huapi y Piedra Alta, por ejemplo, no tienen machis y ven a la muerte
como un proceso de síntesis en el que los dolientes desentrañan los elementos deri-
vados del lado materno y paterno del difunto y los reúnen. Esto se logra mediante un
discurso competitivo y secular de dos oradores no cercanos al difunto. Estos recuerdan
y narran la biografía del difunto, a fin de librarlo de relaciones recíprocas con los vivos
(Coña 1984 [1930]; Schindler 1996; Course 2007: 79, 82, 90, 94). Magnus Course (2007:
94) afirma que en Huapi y Piedra Alta, solo las personas de afuera pueden condensar
los aspectos únicos de las vidas de los individuos, darles a los difuntos una cualidad
de objeto y hacerlos íntegros para que puedan liberarse de las relaciones sociales y
trasladarse al mundo de los muertos.
En Millali y en los valles centrales mapuche de los alrededores, los mapuche no
narran biografías de los difuntos para terminar con ellos sino que son las machi las que
terminan ritualmente con los muertos. Los de Millali consideran a las machi en parte
como personas de afuera debido a sus relaciones matrilineales con espíritus y, por lo
tanto, ontológicamente más cercanas al mundo de los muertos. Asimismo, consideran
que las machi son seres íntegros durante la posesión ritual debido a su relación con los
espíritus. Las machi ritualmente encarnan las cuatro dimensiones del universo, que se
hallan en su totalidad en la deidad Ngünechen: Hombre Viejo (Fücha Wentru), Mujer
Vieja (Kuse Domo), Hombre Joven (Weche Wentru) y Mujer Joven (Ülcha Domo). Esta
encarnación es necesaria para volverse íntegro y transformar la enfermedad en salud
y la escasez en abundancia (Bacigalupo 2007). No hace falta completar a las machi a
su muerte porque ya son íntegras en el ritual. Dependen de espíritus y deidades para
volverse íntegras en el ritual, de manera muy similar al modo en que los difuntos de
Huapi y Piedra Alta dependen de oradores rituales para hacerlos íntegros y terminar con
ellos. La diferencia es que las machi controlan cuándo, cómo y quiénes serán los que
las hagan íntegras durante los rituales de los vivos –y a veces en la muerte también–,
mientras que los difuntos comunes no lo hacen.
Como personas extrañas parciales y personas íntegras en el ritual, las machi
poseen la habilidad de darles a los difuntos la cualidad de objeto y transformarlos en
espíritus que se ubican fuera del ámbito de la sociabilidad. En Millali, las machi ofician
para cortar las relaciones de parentesco sociales de todos los difuntos, incluyendo a
otras machi. Luego de la muerte de Francisca, Machi Ana realizó una serie de rituales
para cortar la relación entre Francisca y sus parientes de sangre, con el fin de prote-
gerlos de la posibilidad de que el alwe de Francisca pudiera convertirse en un espíritu
maléfico. Sin embargo, en el caso de las machi y todos los demás que hayan tenido roles
rituales, es la transformación de sus relaciones de parentesco espiritual la que libera a
sus espíritus. Así, los Millali realizan amulpüllün solo para difuntos que tuvieron roles
rituales importantes en su vida, porque son esas personas las que necesitan ser liberadas
24 Historia Indígena Nº 11, 2008 - 2009
Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
de las relaciones matrilineales con los espíritus 11. Fue la transformación que hizo Machi
Ana del yo ontológico de Francisca a través del ritual lo que le permitió a su espíritu
viajar al Wenu Mapu, unirse al fileu ancestral y ser permanentemente íntegra hasta su
renacimiento. Una vez que Francisca se convirtiera en el fileu, establecería relaciones
recíprocas con machi vivas y podría intervenir para ayudarlas.
A partir de que las machi son olvidadas como individuos y se unen al fileu en el
cielo mapuche, reestablecen relaciones religiosas, espaciales y sociales con los vivien-
tes a través de la oración y el ritual. En Millali, la recordación pública del fileu ocurre
durante el nguillatun llevado a cabo en el campo ritual de la comunidad una vez cada
cuatro años. Las machi vivas en Millali también obtienen poder y conocimiento del fileu
en sus rituales de curación individuales, aunque no le oran al fileu en los kuel –túmulos
sagrados colectivos donde se enterraban los cuerpos de machi y líderes destacados–,
como sucede en la zona mapuche de Purén-Lumaco (Dillehay 2007). En Millali, el fileu
genérico finalmente vuelve a individuarse cuando renace en una nueva machi.
Recordando a Francisca
A medida que pasaba el tiempo, los conflictos sociales en Millali iban decreciendo, y la
comunidad empezó a florecer. Las cosechas eran abundantes y cuando la Comisión Na-
cional de Desarrollo Indígena (CONADI) implementó programas de desarrollo después de
2000, la comunidad finalmente logró tener energía eléctrica y buenos caminos de ripio.
La gente empezó a recibir del gobierno los beneficios de la seguridad social, educación
y salud. Los conflictos entre las facciones en pugna disminuyeron luego de 1998, cuando
uno de los nietos de Francisca se casó con la nieta de su enemigo Segundo Millañir.
Con estos cambios, la comunidad inició un nuevo ciclo de recuerdo. La prosperidad les
permitió imaginar un futuro positivo para ellos y reconstruir su pasado dentro de ese
marco. Vincularon su nueva prosperidad con la resolución de los conflictos internos y
la restauración del orden cósmico.
Con este trasfondo, la comunidad intencionalmente transformó una vez más su
recuerdo de Francisca. Luego de la muerte de Segundo Millañir en 2004, empezaron
a recordarla pero de un modo muy diferente de como algunos la habían considerado
mientras vivía. Resolvieron olvidar las supuestas cualidades maléficas y la reinventaron
como alguien que había reconciliado la comunidad. Un hombre dijo: “Tenía un carácter
fuerte porque era una machi tralkan (del relámpago). Pero ella nos perdonó y gracias
a su protección nos está yendo bien ahora”. Bernardita añadió: “La gente cambió de
opinión porque si hubiera sido una bruja todos habríamos muerto o enfermado. Pero
nada de eso pasó”. Tal como señaló Jennifer Cole (1998: 627), los recuerdos no resultan
11
Aurelia, una amiga de Francisca, explicó: “Solo hacemos amulpüllün para los que participan en el
ngillatun. No tenemos oradores que dicen cómo era la persona en vida, como pasa en otros lugares.
La gente tiene miedo de que las palabras de un orador contradigan las de otro y que después
haya peleas. En el amulpüllün la machi dice que a la familia le irá bien, que los niños crecerán sin
problemas. Le ordena al espíritu que no moleste a la familia y que se vaya. Después se olvidan de
la persona y nunca más dicen su nombre”.
26 Historia Indígena Nº 11, 2008 - 2009
Ana Mariella Bacigalupo Vida, muerte y renacimiento de una machi mapuche
Una vez que Francisca dejó de ser persona y fue olvidada, y una vez que la comu-
nidad había borrado sus supuestas cualidades maléficas, podía ser recordada y renacer
sin convertirse en un espíritu maléfico. Bernardita explicó: “Pensé que me tomaría a mí,
pero soy demasiado vieja. Si Francisca regresa, será en alguna de sus nietas jóvenes,
que luego se convertirá en machi”. El fileu podría individualizarse nuevamente como el
machi püllü de Francisca, ahora que estaba siendo recordada por los vivientes. El machi
püllü recién sociabilizado de Francisca conservaría la personalidad de esta y su perfor-
matividad encarnada pero adquiriría los pensamientos, las emociones y las relaciones
individuales de la nueva machi. Bernardita creía que, si el espíritu regresaba, retendría
el temperamento fogoso de Francisca.
Conclusión
El mensaje que se puede extraer de la vida y la muerte de Francisca es que la conciencia
histórica chamánica mapuche es una manera productiva de comprender la relación entre
la capacidad de accionar indígena y la historia nacional, entre recordar y desrecordar,
entre la memoria colectiva y la individual. Francisca encarnaba a un espíritu de machi
que narraba el pasado híbrido de la comunidad para poder interpretar su presente y
otorgarle capacidad de accionar en sus relaciones complejas con la sociedad chilena
dominante.
El concepto de capacidad de accionar y conciencia histórica de los antropólogos
puede expandirse a medida que diluyen las barreras entre los actores humanos y espi-
rituales –entre la vida y la muerte– y consideran a los espíritus como categorías de ser
y pensamiento. Los espíritus se convierten en eficaces agentes históricos no mediante
la supresión del tiempo mítico sino a través de su realización y de producir transfor-
maciones históricas. Los espíritus mapuche y el renacimiento chamánico le brindaron a
la comunidad de Francisca continuidad estructural y sirvieron para explicar las nuevas
relaciones interétnicas y el cambio histórico. Los rituales chamánicos, mitos y ciclos
de transformación mapuche están fuertemente historizados en el contexto dinámico
de la modernidad y el colonialismo.
Los procesos aparentemente contradictorios de recordar y desrecordar, colecti-
vizar e individualizar pueden funcionar en forma simultánea o cíclica en la conciencia
chamánica mapuche en momentos políticos e históricos específicos. El recuerdo y des-
recuerdo colectivo de Francisca por parte de la comunidad tenía implicancias morales,
sociales y emocionales. El desrecuerdo intencionado de Francisca al momento de su
muerte ayudó a los dolientes a manejar su dolor, los escudó de la brujería y protegió la
autonomía social de los vivos frente a los muertos. Recordar su persona controvertida
en ese momento habría significado proyectar el pasado conflictivo hacia el presente,
lo que a su vez habría resultado perjudicial para los vivientes.
Al desrecordar a la Francisca que era percibida como una “viuda amachada” y
una “bruja mestiza”, los miembros de la comunidad trataron de cambiar su pasado
de conflictos internos, rumores de brujería y ambivalencia respecto de su mestizaje.
Cuando el yo de Francisca fue transformado en el fileu genérico, ella pasó a ser parte
del símbolo colectivo de identidad y conocimiento ancestral mapuche, que mantiene un
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