DESCRIPCIÓN MÓVIL

Julieta Martínez Jiménez

Llegó el invierno a Guanajuato. Las ventanas del autobús despiden vaho, pequeñas gotas de lluvia se
adhieren a ellas. Jóvenes, niños, ancianos; pasajeros de diversas complexiones, edades, tonos de piel
y ojos se aglomeran en los pasillos, los asientos están todos ya ocupados. Las curvas son frecuentes
a lo largo del camino, en el primer tramo se aprecia un paisaje montañoso con atisbos de algunas
coloridas casas a lo lejos. El chofer hace una parada: un grupo de niños y niñas vistiendo uniforme
escolar y cargando sus mochilas en la espalda suben entre risas y gritos. El viaje es reanudado una
vez que todos abordan. Tras pasar tres pequeños hoteles a mitad del trayecto, el centro acuático y la
glorieta San Javier, continua la ruta en la calle Alhóndiga. A partir de aquí, en las orillas de la calle
todo tipo de locales comerciales abundan: vidrieras, tiendas de abarrotes, lavandería “Sol”, servicios
de telefonía, taquerías y más hoteles.

Una vez llegando a Coppel, el recorrido se continua a pie. Al costado de esta empresa mexicana, hay
una plazuela saturada de puestos ambulantes de comida, como papas doradas, aguas de sabor y
quesadillas de guisado. Al lado de esta hay una tortillería con fachada de piedra laja. En toda esa acera
se pelean por el espacio más puestos ambulantes, pero esta vez de frituras, elotes, camote, pan, entre
otros comestibles. Cien metros antes de llegar a la esquina, puede contemplarse el Archivo General
del Estado de Guanajuato. En esta esquina se sitúa una cabina donde se venden boletos para visitar el
cerro del cubilete. De frente viene una adolescente delgada; el cabello detrás de las orejas se le esponja
por la humedad del clima. Al mantener un fuerte agarre con su mano derecha, en el mango de una
sombrilla opaca, la circulación de la sangre se le corta alrededor de los dedos, tornándolos
amarillentos en las orillas y concentrando la sangre en el centro de las uñas. La alza justo por encima
de su cabeza, resguardando el cuerpo de la llovizna transparente. Círculos perfectos se expanden
gradualmente en la superficie del agua. El colapse de temperaturas provoca que pequeñas burbujas
surjan en ella, turbia por la suciedad que traen consigo las llantas de cada automóvil que circula por
la ciudad. A la vista se alzan un montón de diminutas y coloridas casas, de terrenos reducidos y cada
una pegada a la siguiente. El curso sigue derecho, por la calle cinco de mayo. Llegando a la esquina
se deberá dar vuelta a la derecha. Un hombre y una mujer de edad avanzada venden fruta y espárragos
sobre un rebozo tendido en el suelo. A la derecha, la Cruz Roja, y frente a esta la Comercial Mexicana.

Vuelta a la izquierda, el Templo de Pardo con su fachada en cantera rosa y estilo barroco. A su
costado, una serie de veintiún escalones te conduce a la casa color vino, de puerta café.