Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Essa atenção significa uma consciência permanente desprovida de crítica. É algo que
desenvolvemos cultivando a capacidade de nos concentrar, intencionalmente, no
momento presente, e manter essa concentração da melhor forma possível.
Em geral, vivemos a maior parte do tempo ligados no piloto automático, sem dar
importância a muitas coisas importantes ou deixando-as passar totalmente
despercebidas, e julgando tudo o que experimentamos a partir de opiniões apressadas e
muitas vezes não ponderadas, baseadas no que gostamos ou deixamos de gostar, no que
queremos ou deixamos de querer.
A atenção consciente nos oferece um meio para nos concentrarmos no que quer que
estejamos fazendo a cada momento, e com isso, enxergarmos uma realidade mais
profunda por trás do véu de nossos gestos e pensamentos automáticos.
A atenção consciente sempre esteve no cerne de todos os caminhos de desenvolvimento
espiritual. Ela é uma disciplina meditativa. É interessante observar como no vocabulário
grego existe uma grande proximidade entre as palavras proseuchè – oração e prosochè –
atenção. Como diz LeLoup, um homem atento é já um homem que ora; “nesse caso, a
oração não é outra coisa senão a atenção do coração à Presença Una que transforma
cada coisa em um presente; um reconhecimento agudo e terno daquele que É em tudo o
que é…”
Malebranche também disse: “A atenção é a prece natural da alma”.
E agora até mesmo a neurociência reconhece estas relações entre oração/meditação e
atenção através de estudos por ressonância magnética que demonstram uma maior
ativação de áreas do cérebro relacionadas com a função atenção em estados meditativos
e seus efeitos sobre a saúde.
Não é um acaso se os antigos terapeutas eram chamados grandes vigilantes; os monges
também se juntaram a eles nesse labor e é desta atenção que é extraído seu
conhecimento e louvor. Aliás, a atenção constitui o momento único em que a
inteligência e o coração podem estar juntos.
Diádoco de Fótice convida incessantemente a prestar atenção; disso, os manuscritos de
sua obra revelam: “Quando um psiquismo (psichè) começa a se purificar pela
intensidade de sua atenção, nesse caso, como se fosse um verdadeiro remédio de vida,
ele sente o frêmito divino que o queima”.
Aqui, a atenção é considerada como um remédio; trata-se do retorno ao Real. A atenção
é exatamente este caminho de retorno: ela faz-nos voltar desse esquecimento do Ser;
ainda mais, ela faz-nos sair do inferno que é a ausência de misericórdia.
“… A atenção é neste caso, outro nome para dizer Amor, quando este não se contenta
com emoções ou boas vontades, mas torna-se o exercício cotidiano de um encontro com
o que é, com o que somos.
Através dos labirintos de nossas preocupações, seria necessário conservarmos um fio de
feliz vigilância. Sem essa vigilância, como poderíamos reconhecer a Presença Una, sob
suas múltiplas formas, e degustar seu sabor (sapienza)? Como poderíamos cuidar do
Ser?”
Franz Jalics
Si no sabes hacer silencio en tu interior vas a estar lleno de ruidos en una isla desierta.
Nos movemos en un mundo de percepción. Percibir en el mundo de la interioridad es
contemplar.
El camino hacia Dios se abre a través de la percepción.
Percibir significa hacerse consciente.
Permanecer en la percepción significa también permanecer en el presente.
1
La gran maestra de la contemplación es la naturaleza.
La actitud contemplativa nos conduce a una increíble calma. La contemplación es un
acto desinteresado. Prueba de ello es la mirada contemplativa y bondadosa de Dios.
(En este momento los asistentes a la formación han salido a la calle y bajado al antiguo
cauce del río Túria a realizar unas actividades de percepción exterior e interior por
medio del silencio, la mirada, la escucha, la respiración, etc).
En el relato bíblico de la creación del ser humano se describe claramente que Dios creó
primeramente el cuerpo, a fin de insuflarle después la respiración o hálito de vida. Por la
atención a la respiración, encontramos de nuevo el camino hacia el Creador. El presente
nos conduce a la Presencia.
Permanecer en la percepción
Permanecer en la pura percepción es para nosotros difícil porque tendemos a pasar casi
necesariamente de la percepción al pensamiento y de éste a la acción. En efecto, cuando
en un manzano veo una manzana ya madura, es decir, cuando apenas la percibo, se me
plantea la pregunta de si debo o no arrancarla y comérmela. Pero si es así, es que me
encuentro ya en el pensamiento, no en la contemplación. Y si me decido a coger la
manzana, paso efectivamente a la ejecución. Esto se produce en muchas situaciones de
nuestra vida. El decurso es siempre el mismo: percibir, reflexionar y actuar. En el nivel de la
contemplación hemos de aprender a percibir y a permanecer en la percepción, no a
pasar al pensamiento y mucho menos aún a la acción. La c o n t e m p l a c i ó n d e D i o s
e s p e r c e p c i ó n , p u r a c a p t a c i ó n p e r c e p t i v a s i n pensamiento y sin ejecución.
No sólo nos distraen de la contemplación el pensamiento y la acción, sino también
nuestros sentimientos. Esto agrava el asunto, y es por ello que hemos de aprender a
distanciarnos también de los sentimientos. Esto sólo se logra si miramos nuestros
sentimientos, aceptamos su presencia y les permitimos permanecer, para regresar
acto seguido a la contemplación. Quien ha iniciado este camino sabe que el permanecer
largo tiempo en la pura percepción requiere de mucho tiempo y disciplina. Estoy
convencido, sin embargo, de que en la vida eterna no pensaremos ni tendremos
sentimientos —la bienaventuranza eterna no es un sentimiento—; tampoco e s t a r e m o s
o c u p a d o s . No es importante la rapidez con que alcancemos la contemplación o,
mejor dicho, cuándo nos la regala Dios. Sí que lo es, en cambio, que para este
permanecer en la contemplación, sin pasar al pensamiento o a la acción, necesitamos de
ayuda.
2
científico también se asombra cuando descubre algo; pero inmediatamente quiere saber
más y es así como pasa enseguida a la observación. El que observa quiere saber algo,
averiguar algo. Es un querer tener, un medio para un fin. Por el contrario, quien
contempla se contenta con la pura contemplación. Le basta el asombro. Quien quiere
permanecer en el asombro o en la contemplación no se deja distraer por sus
descubrimientos, por maravillosos que sean. La segunda distracción proviene de
nosotros mismos. Surge, por así decirlo, por una asociación con nuestra vida. Veo un
árbol caído a causa de una tormenta y cuyas hojas se han marchitado y, casi sin quererlo
y de inmediato, relaciono esta observación con mi vida: «Mi vida también es tan triste
como un árbol caído», pienso. Con ello ya no estoy en la percepción. He pasado de la
contemplación del árbol a la reflexión sobre mi vida. Si quiero permanecer en la
contemplación, tengo que dejar que los pensamientos o sentimientos se vayan y regresar
a la percepción directa. Por tanto, ni siquiera ante la naturaleza es fácil permanecer en la
contemplación. Hay que aprenderlo, y eso requiere práctica y tiempo.
3
Lírios del campo
Jesús insiste en que no tenemos que preocuparnos. En el evangelio reitera este deseo
varias veces. Es una llamada clara y enfática a la oración silenciosa y sin palabras.
Veamos uno de los pasajes. «Por eso os digo: no estéis preocupados por vuestra vida
pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir.
¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del
cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los
alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de
preocuparse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os preocupáis por el
vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que
ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que
hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más
por vosotros, gente de poca fe? No andéis preocupados pensando qué vais a comer, o
qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya
sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el
Reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os
preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación» (Mt. 6, 25-
34; Lc. 12, 22-32). Todo lo que había reunido el fastuoso Salomón con esfuerzo a lo
largo de su vida con mucho dinero, poder y con la ayuda de todo el pueblo no puede
compararse con un solo lirio que, sin preocupaciones, recibe todo su esplendor de Dios.
Muchos de los que leen o meditan este texto se quedan en la impresión de lo hermosos
que son los lirios, sin percatarse de que lo que aquí está en el centro no son los lirios,
sino precisamente las preocupaciones. Seis veces aparecen esas preocupaciones en este
texto. Esto está hablando de una enfática invitación de Jesús a desprendernos de ellas.
Pero ¿cómo podemos desprendernos completamente de las preocupaciones en este
agitado mundo? El Evangelio responde ciertamente a esta pregunta: Jesús lo expresó
con mucho acierto al referirse a los lirios. Los lirios no piensan, no planean, no quieren
nada, no tienen pasiones ni otros sentimientos, ni siquiera practican el amor al prójimo.
No tienen objetivos ni emplean medios para alcanzar nada. Simplemente están ahí.
Alaban a Dios por su presencia. ¿Puede esta comparación ayudarnos de algún modo?
Jesús insiste en que no tenemos que preocuparnos. En el evangelio reitera este deseo
varias veces. Es una llamada clara y enfática a la oración silenciosa y sin palabras.
Veamos uno de los pasajes. «Por eso os digo: no estéis preocupados por vuestra vida
pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir.
¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del
cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los
alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de
preocuparse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os preocupáis por el
vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y yo os digo que
ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que
hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más
por vosotros, gente de poca fe? No andéis preocupados pensando qué vais a comer, o
qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya
sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el
Reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os
preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación» (Mt. 6, 25-
34; Lc. 12, 22-32). Todo lo que había reunido el fastuoso Salomón con esfuerzo a lo
largo de su vida con mucho dinero, poder y con la ayuda de todo el pueblo no puede
compararse con un solo lirio que, sin preocupaciones, recibe todo su esplendor de Dios.
Muchos de los que leen o meditan este texto se quedan en la impresión de lo hermosos
4
que son los lirios, sin percatarse de que lo que aquí está en el centro no son los lirios,
sino precisamente las preocupaciones. Seis veces aparecen esas preocupaciones en este
texto. Esto está hablando de una enfática invitación de Jesús a desprendernos de ellas.
Pero ¿cómo podemos desprendernos completamente de las preocupaciones en este
agitado mundo? El Evangelio responde ciertamente a esta pregunta: Jesús lo expresó
con mucho acierto al referirse a los lirios. Los lirios no piensan, no planean, no quieren
nada, no tienen pasiones ni otros sentimientos, ni siquiera practican el amor al prójimo.
No tienen objetivos ni emplean medios para alcanzar nada. Simplemente están ahí.
Alaban a Dios por su presencia. ¿Puede esta comparación ayudarnos de algún modo?