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El sometimiento.
Durante la conquista de América las cacerías de indios como fenómeno social giraban en torno
a la esclavitud y la matanza en general, llegando así a consolidar una cultura propia: la cacería
de indígenas fue tanto una actividad económica como un deporte macabro.
Lo que a continuación se busca explicar, es como estos crímenes son empujados por un motor
llamado modernidad, con un trasfondo de dos discursos filosóficos opuestos: el discurso
aristotélico de la dominación, que justificaría las masacres contra los indios (de humanidad
inferior) y el humanismo cristiano que profesaba la universalidad y el conversionismo, que
pronto pasaría a establecer a los indios no solo como de naturaleza inferior, sino proscriptos.
El botín de la Guerra de los Indios es la humanidad misma de las personas masacradas: la
humanidad aparece como un atributo monopolizarle, a los indios los masacraban con el
justificativo de que eran de menor humanidad.
La primera gramática española se constituye en 1492, mismo año que comienzan sus
expediciones. El motivo era de corte logo centrista.
Al mismo tiempo, en 1492 comienza la conquista de américa: los españoles
desembarcan en el denominado ‘Nuevo Mundo’.
Cuando los españoles desembarcan, se encuentran con la alteridad misma: los indios,
sin propiedad ni idioma de la razón.
El humanismo político:.
La modernidad insertaba la libertad para justificar los crímenes de lesa humanidad en nombre
del progreso: los colonos, como hombres libres, de humanidad superior tenían el deber moral
de actuar sobre los indios, de humanidad inferior y no avalados por ley alguna, son proscritos
por naturaleza.
El sometimiento era dirigido a humanos de poca humanidad con el fin de humanizarlos, ya no
solo se trataba de adquirir capital humano, sino también de humanizarlo, lo cual implica la
ruptura del esquema ‘esclavo por naturaleza’, y la caza como medio de adquisición: ahora es
una forma de humanización, civilizadora y paradójica.
En términos Aristotélicos, los indios no cumplían las características que les brinda expresión
humana a su vida: sin tierra, sin ley, sin hogar; no participaban de alguna política organizada ni
de una vida en comunidad. Tampoco tenían logos, no hablaban el idioma de la razón, no
tenían voz en ese sentido; ni se conocían a sí mismos; demás crímenes contra natura eran
cometidos por los indios: sacrificios, canibalismo… eran demasiado inhumanos.
Este horizonte filosófico comenzaría a chocar con el del humanismo cristiano, ya que la
conversión profesa el dogma de la unidad y la igualdad universal.
La caza de indios adquiere justificación legal, es efectuada por hombres que tienen la
obligación de actuar humanizando al otro.
Es como en el caso del gobierno: el rey gobierna porque el pueblo no puede por sí mismo; no
se conoce a sí mismo: es libre pero no puede con su libertad; hay una obligación moral de
intervenir.
Chamayau sostiene que no es casualidad que los pensadores humanistas pongan a su servicio
ideas y prácticas inhumanas: luchar en nombre de la humanidad requería justamente
deshumanizar a los enemigos, impartir la lógica del exterminio.
Así es como se consolidan las bases de la soberanía imperial que pasara a ser juez de la
humanidad; el universalismo del humanismo cristiano conducía las formas de proscripción y el
poder de castigar: el enemigo es criminal (fuera de ley) y la guerra una forma de castigo.
El punto de inflexión lo genera Bartolome de las Casas cuando refuta a Sepúlveda, quiebra el
humanidad como atributo monopolizador, y lo convierte en máxima ética: para encarnar
humanidad no basta ser humano, hay que comportarse como tal; es inhumano quien excluye
a los demás de la humanidad.
Por otro lado, el humanismo cristiano, sostenía que la propiedad colectiva respeta la armonía
de la comunidad; es decir el bienestar social se pone por encima de la subordinación.
Una figura muy importante es Tomas de Moro. Desde ente enfoque, el ser humano es gregario
y colectivo; no es homo economicus; de naturaleza económica, sino de naturaleza social.
En un estado de naturaleza, no hay leyes ni propiedad privada.