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El proceso ejecutivo

Podemos señalar que le proceso ejecutivo, es aquella actividad con la cual los órganos judiciales
tratan de poner en existencia coactivamente un resultado práctico, equivalente aquel que habría
debido producir otro sujeto, en cumplimiento de la obligación jurídica. Es, pues por el medio del
cual el orden del cual el orden jurídico reaccione ante la trasgresión de una regla jurídica concreta,
de la cual surge la obligación de un determinado comportamiento de un sujeto a favor de otros.

TITULOS EJECUTIVOS, CARACTER AUTONOMO DE LOS

. Un título ejecutivo no debe complementarse con otros elementos probatorios, presentados


posteriormente en el juicio sino tener valor propio que justifique la acción ejecutiva, para la que se
le toma en cuenta en razón de que constituye una prueba preestablecida respecto de la existencia
del crédito reclamado, lo cual no hace necesario el proceso de conocimiento en que se
estableciera el derecho, sino que permite de inmediato la ejecución de manera que, si el título en
que se fundó la acción requiere como complemento otra prueba, ello indica que por si sólo ese
documento carece de valor autónomo, como instrumento de ejecución y esta condición es la que
debe tener el título desde el principio como fundatorio del juicio, para contestar la vía ejecutiva,
cuya procedencia no debe acreditarse en el curso del procedimiento, puesto que se desvirtuaría la
esencia del juicio ejecutivo.

Los principios

Los principios procesales pueden ser entendidos como directivas u orientaciones


generales en las que se inspira cada ordenamiento jurídico procesal, con la finalidad
de describir y sustentar la esencia del proceso.

a) Exclusividad y obligatoriedad de la función jurisdiccional: El principio


de exclusividad consagra como prohibición de carácter constitucional al legislador,
de que atribuya la potestad jurisdiccional a órganos que no conforman parte del
Poder Judicial. Para Monroy, nadie puede irrogarse en un estado de derecho la
función de resolver conflictos de intereses con relevancia jurídica, sea en forma
privada o por acto propio. Esta actividad le corresponde al Estado a través de sus
órganos especializados, éste tiene la exclusividad en dicho encargo. (Monroy 2007,
p. 175).

b) Independencia de los órganos jurisdiccionales: Previsto en el inciso 2 del artículo


139º de la Carta Magna, está basado en la tradicional división de poderes, “La
independencia judicial tiene que ser entendida como independencia frente a los otros
poderes del estado y a los centros de decisión de la propia organización judicial,
pero no como separación de la sociedad civil ni como cuerpo separado de toda
forma de control democrático y popular” (Bergalli, 1984, p. 1001).
c) Imparcialidad de los órganos jurisdiccionales: la función judicial es dirigir y
controlar el desarrollo del proceso de acuerdo a las garantías constitucionales,
la impartialidad debe ser entendida como la imposibilidad del juez de realizar tareas
propias de las partes. Es decir, la impartialidad supone la no injerencia del juzgador
en cuestiones ajenas a su función. Pensar de otra manera implica directamente
propugnar el incumplimiento de funciones.

d) Contradicción o bilateralidad: Regulado en los artículos 2° y 3° del Código


Procesal Civil. La contradicción presupone el ejercicio del derecho de acción. Este
principio tiene como excepciones la figura de la inaudita parte, que se presenta en
los casos de prueba anticipada sin citación (artículo 287° in fine del CPC) y medidas
cautelares (artículos 608 y 636° del CPC).

e) Publicidad: Este principio se encuentra consagrado en el inciso 4 del artículo 139°


de nuestra Carta Política, constituyendo esa posibilidad de que los actos procesales
sean presenciados o conocidos incluso por quienes no participan en el proceso como
partes, sean funcionarios o auxiliares. En materia civil las audiencias serán públicas,
a menos que los jueces o tribunales atendiendo a las circunstancias del caso,
dispusieran lo contrario mediante resolución debidamente fundamentada.

f) Obligatoriedad de los procedimientos establecidos en la ley: Este mandato


excluye la posibilidad de que los sujetos procesales convengan libremente los
requisitos de forma, tiempo y lugar, a que han de hallarse sujetos los actos
procesales. De esta manera se le indica a las partes, terceros, auxiliares y al propio
órgano jurisdiccional, que todo acto que se realice al interior del proceso debe
revestir determinadas formalidades que se encuentran establecidas en la norma
procesal.

g) Motivación de las resoluciones judiciales: Está regulado en el inciso 5 del artículo


139° de la Constitución, en el artículo 12° de la LOPJ y en los artículos 121° y 122°
del CPC (motivación los autos y las sentencias). Hubo una época en que los reyes -
quienes entre sus atribuciones tenían la de administrar justicia-, no necesitaban
motivar sus fallos. Ahora los jueces tienen el deber de motivar las resoluciones
precitadas, motivarlas y fundamentarlas. La motivación comprende la evaluación de
los hechos y la valoración de los medios probatorios; la fundamentación consiste en
la aplicación de las normas jurídicas al caso concreto.

h) Cosa juzgada: Conforme lo precisa Hinostroza, “la cosa juzgada implica el


asignarle un carácter definitivo e inmutable a la decisión de certeza contenida en la
sentencia. Por consiguiente, el principio de cosa juzgada está orientada a evitar la
continuación de la controversia cuando ha recaído sobre ella la decisión del órgano
jurisdiccional, vale decir, no puede plantearse nuevamente el litigio ((entre las
mismas partes y respecto del mismo petitorio e interés para obrar) si ya fue resuelto.
de esta manera habrá seguridad jurídica, fortaleciéndose además la función
jurisdiccional al conferirle plena eficacia.” (Hinostroza, 2001, p. 70).

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