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Un breve apunte sobre la idea de muerte en la obra “El Marino que perdió la

gracia del mar”, de Yukio Mishima.

Hay que reconocer que la idea de la muerte la sobrevaloró las ideologías religiosas,
más que otro estamento. Quizás el ser casi racional, en la prehistoria, tenía asuntos
más importantes por preocuparse o tareas más relevantes por realizar -como cazar,
comer, sobrevivir, defenderse de los depredadores, protegerse del clima…-, más que
reflexionar acerca de lo que sucedería después de esta vida. También el cansancio
de la dura jornada lo obligaría más a buscar un refugio donde descansar, para
continuar después con su dura jornada, que optar por interiorizarse de asuntos
sobre sus temores.

A medida que fue evolucionando su razón tuvo que originarse más los temores y los
miedos; por consiguiente, los múltiples significados que existen sobre la muerte
surgen de misma variedad de emociones y especulaciones que hay frente a ella. Así
pues, cuando el ser avanzó en su razón, con él avanzaron otros componentes
emocionales, entre esos, a creer en algo más allá de su respuesta inmediata a los
sucesos que ocurría. Claro, esta respuesta se origina después de varias impresiones
o percepciones inmediatas, siguiendo el concepto que explicó David Hume, para
llegar a deducir las causas del dolor, la soledad, la tristeza y la melancolía.

Es aquí donde las religiones han creado diversos significados para la muerte,
buscando explicar y consolar al ser racional, de que ésta es una realidad que nadie
puede evitar o evadir; y con ello, fueron forjando ritos, ceremonias, fechas, datos,
etcétera, que han llegado hasta nuestros días con la misma importancia.

No obstante, la percepción y actitud frente a la muerte no es tan igual en toda


cultura. Por ejemplo, en la cultura oriental es diferente a la occidental, porque se
disminuye el tabú de la muerte y se encuentra mucho más el respeto al ser. También
se adula al ser que acaba de dejar este mundo de manera distante a la cultura
occidental.

También existen algunas religiones orientales, cuya muerte se acoge con una
expresión de alegría, como sucede con el Islam, ya que descarga el hombre su agonía
porque la vida es considerada como una existencia sofocante. Estos ideales son
similares a los resaltados por la corriente filosófica del Existencialismo; cuyo valor a
la esencia humana es importante para valorar su existencia.

En la novela de Yukio Mishima, “El marino que perdió la gracia del mar”, la muerte
es descrita como un elemento purificador de la degradación socio-cultural y un
alivio para la vida en si. Yukio estaba a favor de los ideales del Existencialismo, la
muerte no es algo fuera de lo normal ni menos como si fuera una tragedia. Esto crea
para el lector un efecto de que la muerte no lleva gran importancia, que la vida no es
significativa para el universo, y que por esto la muerte tampoco lo es. En la pagina
62, Yukio escribe “El verdadero peligro no radica sino en vivir.” Aquí la muerte esta
referenciada como una salvación de la vida ya que esta, solo es un peligro y que al
vivir uno crea caos. Adicionalmente la existencia en si misma es solo algo
desconcierto y miedoso y que la sociedad ha llegado a empeorar la vida y que carece
de sentido.

Por otra parte, Mishima llega a describir como la muerte es algo bello y perfecto, que
en comparación con culturas y religiones occidentales se diferencia drásticamente
por su eufemismo y es observada como un enemigo. El miedo de la muerte en este
caso es lo contrario a lo que Mishima plantea porque no le tiene miedo a la muerte y
le agrega valor y belleza. “La muerte había transformado al pequeño animal en un
mundo perfecto, autónomo.” (pg. 72). Aquí es claro como la muerte es percibida
como una soberanead y tranquilidad. Al usar la palabra “autónomo”, se puede
comprender como después de la muerte se encuentra la libertad y la tranquilidad
del ser y de la alma. Adicionalmente se puede ver como en esa misma reflexión
Mishima escribe “(…) hallaban su más alta perfección en el éxtasis del alma lánguida
y grande del gatito muerto”.

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