Вы находитесь на странице: 1из 18

Introducción

El Cisma del cristianismo que tuvo lugar en 1054, conocido bajo el nombre “el
Gran Cisma”, es uno de los eventos históricos más llamativos de la historia bimilenaria
del cristianismo.

Este acontecimiento es todavía hoy una importante lección para cualquier


cristiano, que en su iglesia se deja llevar más por las pasiones y el orgullo en lugar de
buscar el bien común y sobre todo, una visión de futuro con un plan unitario de trabajo
en la obra de Dios.

El propósito de este trabajo es el acercamiento a este acontecimiento, observando


primeramente las causas, después los antecedentes, - la cisma de Focio – luego el
desarrollo del Cisma de 1054, y finalmente, los intentos de unión entre las dos grandes
partes del cristianismo.

1. Las causas de la cisma

Las causas de la cisma son diversas y forman una complejidad situacional que merece
la atención del estudioso.
1.1.Causas políticas

El evento que marca el principio de la separación es el cambio de la capital del


Imperio Romano desde Roma a Bizancio, Constantinopla moderna, hecho por
Constantino en 330. Él se había percatado de la inmejorable importancia estratégica de la
ciudad situada en el estrecho de Bósforo.
[De punto de vista político] la decisión de Constantino de fundar esta nueva
capital resultó en extremo acertada, pues poco después la porción occidental
del Imperio —inclusive la vieja Roma— cayó en poder de los bárbaros, y
Constantinopla vino a ser el centro donde por mil años se conservó la herencia
política y cultural del viejo Imperio.”1
Sin embargo, este cambio abrió la puerta para la separación política y luego
eclesiástica entre la Iglesia del Oriente y la del Occidente.2

En 395, Teodosio pone la administración de las regiones de este y la del oeste bajo
mandos separados, división que llega a ser definitiva en el siglo Vº, con la caída del
Imperio Romano occidental.

1
GONZALEZ, Justo L. Historia del cristianismo: Desde la era de los mártires hasta la era de los sueños
frustrados. Miami (Florida – EEUU):Unilit, 2003, tomo 1, p.162
2
CAIRNS, Earle. Crestinismul de-a lungul secolelor: O istorie a bisericii crestine. Oradea (Rumania):
Cartea Crestina, 2007, p. 197

1
[…] en una época en que Italia y buena parte de la Europa occidental se
hallaban sumidas en el caos, el papado vino a llenar el vacío, ofreciendo cierta
medida de estabilidad. Esta fue la principal razón por la que los papas de la
Edad Media llegaron a tener un poder que nunca tuvieron los patriarcas de
Constantinopla, Antioquía o Alejandría.3
La iglesia griega estaba ligada al poder bizantino. El emperador nombraba y
destituía a los patriarcas de Constantinopla. Paralelamente, los obispos de Roma se han
liberado de la tutela teórica de Constantinopla4.

En este contexto, el obispo de Roma se emancipó de la influencia secular y le


permitió crecer sin restricción. De hecho, con el cambio del emperador el obispo se
convirtió en soberano, tanto eclesiástico como secular. Los obispos romanos se
convirtieron en administradores de los asuntos seculares de la ciudad, defendiéndola
contra agresores militares, manteniendo el orden interno proveyendo para sus necesidades
físicas, e iniciando su propia política extranjera.

Por el otro lado el cambio de la capital imperial a Constantinopla le trajo


importante influencia eclesiástica y Constantinopla fue elevada al lugar de principal rival
de Roma de manera fulminante. Todo esto se debió a la importancia política de la ciudad:

Evidentemente no fue necesaria ni tradición apostólica ni ortodoxia religiosa para


obtener tan elevado lugar. Para este tiempo el obispo de Constantinopla era un
instrumento del emperador en muchos aspectos. Esta situación es conocida como papado
cesáreo, la dominación de la iglesia por el emperador. Las diversas controversias del
mundo oriental hicieron del cristianismo un peligro político potencial. Así se hizo
necesario, para preservar la unidad en la esfera política, que el emperador mantuviera su
dedo constantemente sobre la iglesia.5

1.2.La primacía romana


La pretensión de la primacía del obispo de Roma frente a los demás obispos fue
una de las causas importantes del antagonismo existente entre el Oriente y el Occidente.
Entre los años 313 y 450, el obispo romano ha llegado a ser reconocido como
“el primero entre iguales”. Pero empezando con la llegada al obispado de León
I, en 440, el obispo romano empezó a pretender la supremacía sobre los otros
obispos. La necesidad de eficiencia y coordinación ha llevado de manera
natural a la centralización del poder. El obispo romano era considerado
también el garanto de la doctrina ortodoxa.6

3
GONZALEZ, Justo L. Op. Cit., p. 329
4
COMBY, Jean. Para leer la historia de la Iglesia: 1. De los orígenes al siglo XV. Estella (Navarra):
Verbo Divino, 1993, p. 137
5
BAKER, Robert A. Compendio de la historia cristiana. El Paso (Texas – EEUU): Casa Bautista de
Publicaciones, 2006, p. 100
6
CAIRNS, Earle. Op. Cit., p. 151

2
La teoría de la supremacía de Pedro basada en Mateo 16:16-18; Lucas 22:31-32
y Juan 21:15-17, estaba ya generalmente aceptada alrededor del año 590.

De los cinco patriarcas importantes: él de Jerusalén, él de Antioquía, él de


Alejandría, él de Constantinopla y él de Roma, solamente el obispo de Constantinopla y
él de Roma representaban las iglesias de ciudades de suma importancia.

El concilio de Constantinopla, en 381, reconoció la supremacía del trono de Pedro,


mientras que al patriarca de Constantinopla se le acordó “la primacía de honor detrás del
obispo de Roma”7, declaración que fue reafirmada en el concilio de Calcedonia, en 451.
Esto fue prácticamente el reconocimiento de la primacía romana, de parte de algunos
clérigos importantes, mientras que de punto de vista político, el emperador Valentiniano
III hace lo mismo en un edicto del 445.8

Las personalidades que ocuparon la silla papal han ido aumentando la pretensión
de primacía apoyándola con acciones que chocaron con la situación del patriarcado
constantinopolitano.

Por ejemplo, Gregorio el Grande se negó a reconocer el derecho del patriarca de


Constantinopla de llamarse “patriarca ecuménico”, título que contradecía directamente la
pretensión del papado de tener primacía universal sobre la iglesia.

Como administrador práctico, Gregorio contribuyó al crecimiento del poder papal,


haciendo que la iglesia llenara el vacío resultante.

1.3.Divergencias culturales

Una de las diferencias mayores era la concepción intelectual. El pensamiento


griego tendía a ser más filosófico y los cristianos orientales estaban muy interesados en
la resolución de los problemas teológicos, mientras que los del Occidente estaban más
propensos hacia los aspectos prácticos de la política y tenían muy poco interés en formular
el dogma ortodoxo9.
En este sentido, la mayoría de las controversias teológicas que surgieron entre 325
y 451, aparecieron en el Oriente. Sin embargo, los mismos problemas crearon pocas
dificultades en el Occidente.
En el Este la iglesia usaba el griego (la lengua del Nuevo Testamento), en los
cultos, en la teología y demás, mientras que en el Oeste la iglesia hacia uso del latín (el
idioma del antiguo Imperio Romano), una diferencia que marcó las relaciones entre las
partes:

7
COMBY, Jean., Op. Cit., p. 107
8
CAIRNS, Earle. Op. Cit., p. 152
9
Ibid., p. 197

3
El solo hecho de que allí se hablaba la misma lengua, aunque, naturalmente,
bastante evolucionada, de los antiguos filósofos atenienses basta para explicar
el hecho de que, cuando ya en el occidente no se leían las obras de Platón y
Aristóteles sino a través de intermediarios, en el oriente se continuara
estudiándolas.10

Otro punto importante fue el celibato. Los clérigos, en el Oriente se podían casar,
pero en el Occidente lo tenían prohibido.
Salieron disputas desde aspectos como el porte de la barba que era obligatorio en
el Oriente, pero en el Occidente no.
Todos estos aspectos van a influir en el desarrollo ulterior de los eventos, hasta la
división definitiva, aspectos que perduran hasta hoy día.

1.4.Divergencias doctrinales

La primera divergencia doctrinal mayor en la iglesia entre Oriente y Occidente se


dejó percibir en las enseñanzas respecto al Espíritu Santo, en lo que se conoce como la
cuestión del filioque.

El él Concilio de Constantinopla, en 381, se había decidido una declaración de fe


donde el Espíritu Santo es de la misma esencia que el Hijo y que ambos son
consubstanciales con el Padre:
El símbolo Niceno-Constantinopolitano, al referirse al Espíritu Santo, dice
«que procede del Padre». Esto no quiere decir en modo alguno que el Espíritu
Santo procede del Padre y no del Hijo, pues en el siglo IV esta cuestión no se
debatía, y los obispos reunidos en Constantinopla no tenían interés alguno en
definir la procedencia del Espíritu Santo en términos exactos. Aún más, tanto
en el Oriente como en el Occidente se acostumbraba dar un lugar al Hijo en
esa procedencia, si bien en el Occidente la mayoría de los teólogos decía que
el Espíritu Santo procedía «del Padre y del Hijo», mientras que en el Oriente
se acostumbraba decir que procedía «del Padre por el Hijo» .En el Occidente,
por razones que no son del todo claras, algunos comenzaron a interpolar en el
símbolo Niceno-Constantinopolitano la fórmula «y del Hijo» -filioque- para
significar la doble procedencia del Espíritu Santo, diciendo entonces «que
procede del Padre y del Hijo». 11

Agustín de Hipona también había enseñado este matiz y en el Concilio Toledano,


en 589, se añadió el término de manera oficial al Símbolo de Constantinopla12.

Fue la inserción, en el credo, de la formulación agustiniana


Filioque, que subrayaba la divinidad integral de Cristo al insistir en que

10
GONZALEZ, Justo L. Historia del pensamiento cristiano: Desde San Agustín hasta la Reforma
Protestante. Miami (Florida – EEUU): Caribe, tomo 2, p. 93
11
GONZALEZ, Justo L. Historia del pensamiento cristiano. pp.129-130
12
FLETCHER, John; ROPERO, Alfonso. Historia general del Cristianismo: del siglo I al siglo XXI.
Viladecavalls (Barcelona): Clie, 2008, p. 142

4
el Espíritu Santo procedía del Hijo tanto como del Padre. Incorporaron a
este concepto el credo, que ahora se convirtió en material estándar y
obligatorio en todas las misas celebradas en los territorios francos. El papado
aconsejó enérgicamente que no se insertara el Filioque, pues sabía que la
formulación no podía ser aceptada en Constantinopla. Pero se desechó el
consejo y en el siglo IX se comenzó a insistir en que era esencial para alcanzar
un enunciado auténtico y completo de la doctrina. Cuando en 1014 Roma
finalmente insertó el credo en su propia misa, por insistencia del emperador
alemán Enrique II, se incluyó el Filioque. A esta altura de las cosas, Roma
estaba convencida de que ella misma había incorporado la frase y de que ésta
se remontaba a una antigüedad inmemorial. En 1054, cuando sobrevino la
ruptura definitiva con Oriente, los legados papales ignoraban hasta tal extremo
la historia verdadera que acusaron a los griegos de haber omitido
intencionadamente el Filioque de su credo varios siglos antes.13

Esta disputa nunca se resolvió y afectó muchísimo las relaciones entre las dos alas
de la iglesia cristiana en los siguientes siglos, con acusaciones de heterodoxia echadas de
ambas partes, situación que contribuirá a la ruptura final de 1054.

1.5.La controversia iconoclasta

Otro elemento que afectó las relaciones entre la parte oriental y la parte occidental
de la iglesia fue la controversia iconoclasta, que tuvo lugar, sobre todo dentro de la iglesia
oriental, en los siglos VIII y IX, y originó muchos problemas.

En 726 Leon III, emperador del Imperio Romano de Oriente, prohibió la adoración
de imágenes, y en el año 730 mando sacar a todas de las iglesias exceptuando la cruz, y
las destruyo para limitar el poder del monacato y para infirmar las acusaciones de idolatría
de los musulmanes. Todo este proceso que buscaba producir un despertar al nivel de los
laicos, en las iglesias orientales chocó de lleno con la oposición del clero parroquial y
monástico, con el involucramiento de Roma:

El patriarca Germán de Constantinopla tomó posición contra el iconoclasmo.


El papa Gregorio II se puso al lado del patriarca Germán, a quien ante su
prohibición expresa de las imágenes, el 17 de enero de 730, le fue nombrado
un sucesor dócil al emperador. […] A la muerte de León III, en 740, un año
antes de la muerte del papa, el antagonismo por cuestión de las imágenes entre
Roma y Constantinopla era muy vivo.14

Lo controversia siguió aumentando en el tiempo del reinado de Constantino V.


Este convocó un concilio general reunido el 10 de febrero de 754 en Hiereia, palacio
imperial en la orilla asiática de Constantinopla, en el cual el papa y los patriarcas

13
JOHNSON, Paul. La historia del cristianismo. Barcelona: B.S.A. 2010, p. 245
14
SÁNCHEZ, José H. Historia de la Iglesia: II La Edad Media. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
2005. p. 96

5
occidentales no estuvieron representados. José Sánchez Herrero nos da la decisión final
del concilio:

El decreto sinodal se ha conservado y manifiesta el camino por donde se había


entrado en la dogmatización de la cuestión de las imágenes. Cristo no puede
ser representado, pues toda imagen de Cristo está expuesta a caer en el
monofisismo (representación de Dios) o del nestorianismo (representación del
hombre). Se condena por igual la fabricación y el culto de las imágenes. Sin
embargo, el concilio previene contra la destrucción indiscriminada de las
obras de arte existentes. El concilio, como el emperador, sólo ve una imagen
adecuada de Cristo en la Eucaristía. El iconoclasmo, que hasta entonces se
había apoyado en un edicto imperial, fue, desde ese momento, dogma de toda
la Iglesia de Oriente. No se excluyó al grupo del episcopado disidente, pero
tampoco existió una oposición digna de un grupo de obispos.15

La actitud del emperador Constantino V en esta controversia llevó el asunto más


lejos todavía - a la persecución de los oponentes – un perfecto ejemplo de cómo hacer las
cosas buenas con métodos equivocados, resultado de la unión entre la iglesia y el estado,
según nos dice el mismo autor:

El emperador Constantino V fue mucho más allá que los decretos del concilio.
El hecho de que los más reacios fueran los monjes, lo exasperó de tal forma
contra ellos que pronto no fue posible distinguir si la persecución iba
primeramente contra el monacato o contra la iconodulía. […] Se dice que el
emperador negó a María el título venerable de theotókos y a los santos la
denominación de «santo». Prohibió no sólo el culto de las imágenes, sino el
de las reliquias. Donde hallaba resistencia hacía confiscar los monasterios y
mandaba los monjes al ejército. Algún gobernador de provincias fue aún más
lejos y obligó a monjes y monjas a abandonar el celibato. Diez años después
se decretó la persecución formalmente. Cabeza de la oposición fue el abad
Esteban el Joven, del monte Auxentio, en Bitinia. Tras un largo proceso que
no llegó a condenarlo a muerte, murió al ser entregado a la chusma. Los
monasterios de Bitinia, los más importantes del Imperio, se despoblaron; las
iglesias fueron destruidas y profanadas.16

En estas condiciones los iconodúlos pidieron ayuda al Papa, a quien le vino muy
bien en su búsqueda de supremacía:

El bando iconódulo invocó en distintas ocasiones a ayuda del papado


reconociendo su primado en el conjunto de la Iglesia. Lo haría incluso el
patriarca Nicéforo, que gobernó entre el 806 y el 815 y fue depuesto por León
V. La querella iconoclasta acabaría por constituir uno de tantos episodios que
contribuyeron a marcar distancias entre Oriente y Occidente.17

15
Ibid. p. 97
16
Ibid. pp. 97-98
17
MITRE, Emilio F. (coord.). Historia de cristianismo: II El mundo medieval. Madrid: Trotta, 2006, p.
35

6
En el Occidente, el rey Calos Magno tomó la posición a favor de los iconodúlos,
principalmente por sus propios fines políticos, posición que naturalmente amplificó la
brecha existente entre las dos regiones.

Los Libri Carolini, especie de memorial redactado por los intelectuales que
rodeaban a Carlomagno, supusieron una toma de posición tanto frente a la
política religiosa iconómaca de Constantino V como frente a las decisiones
del II concilio Niceno. La idea de veneración impuesta por éste fue rechazada
en la corte carolingia pese a las exhortaciones del papa Adriano que defendía
su escrupulosa ortodoxia. Al malentendido pudo contribuir también la burda
traducción de las actas del VI1 concilio ecuménico que daba a entender que
los orientales estaban incurriendo poco menos que en idolatría. Aparte de ello,
recuerda D'Abadal, los Libri Carolini tenían una fuerte carga política, ya que
se criticaba en ellos tanto a los soberanos bizantinos como los usos y
expresiones de su cancillería.18

Finalmente, la implicación del papado en los problemas de la iglesia de Oriente


no hizo más que intensificar el antagonismo entre las dos partes del cristianismo. A pesar
de que el iconoclastismo había sido vencido y aparentemente

2. El cisma de Focio
Con las heridas de la controversia iconoclasta todavía abiertas, en junio de 847, a
la muerte del patriarca Metodio, no hubo unanimidad sobre el nombre de su sucesor.
Gregorio Asbestas, arzobispo de Siracusa era un competidor serio, pero rechazado por
muchos. Sin existir en el seno de la Iglesia una mayoría clara, la emperatriz Teodora
impuso una decisión personal, aunque contestada, la del monje Ignacio (847-858), hijo
de Miguel I, nominación que se hizo sin consulta sinodal, de manera que algunos la
tuvieron como no canónica.

El patriarcado de Ignacio duró unos diez años como explica Sánchez Herrero las
circunstancias del fin de su patriarcado:
Un incidente político puso fin a este patriarcado. Cuando Bardas hizo asesinar
en 856 al favorito de su hermana Teodora, el ministro Theokristos, y proclamó
a su sobrino Miguel III como único emperador, Ignacio permaneció fiel a la
emperatriz y tomó partido contra el nuevo cesar, Bardas, a quien impidió la
entrada en Santa Sofía para la fiesta de las Teofanías, a causa de mantener una
relación incestuosa. Bardas reaccionó violentamente expulsando a Teodora
del palacio y pidiendo al patriarca que la tonsurara. Ignacio rehusó. Cuando
se descubrió un complot contra la vida de Bardas, en el que se acusó a Ignacio
de estar mezclado, Ignacio fue depuesto por alta traición y exiliado a la isla de
Terebinto, a finales de julio de 858. Tres días más tarde, una delegación de
obispos le presentó el acta de abdicación para que la firmara.19

18
Ibid., p. 36
19
SÁNCHEZ, José H. Op. cit., p. 195

7
En estas circunstancias, se buscó otro patriarca que se encontró en la persona de
Focio, miembro de una familia aristocrática de Constantinopla, próxima a los
emperadores y partidaria del restablecimiento del culto a las imágenes. Sin embargo, la
situación de laico culto, con funciones en la corte y su cultura, profana y religiosa, le
había impedido pensar siquiera en el patriarcado.

El nombramiento de Focio hizo estallar la crisis. El clero se dividió, y al tiempo


que unos declaraban depuesto a Ignacio otros negaban la validez de la elección de Focio
y persistían en considerar a Ignacio como el verdadero patriarca.

Los partidarios de Ignacio se reunieron, en febrero de 859, en la iglesia Hagia


Eirene, depusieron a Focio y declararon a Ignacio único patriarca legítimo. A este
movimiento Focio reaccionó, en marzo de 859, con un sínodo por lo menos de 170
obispos congregados en la Iglesia de los Apóstoles, donde se examinaron las
circunstancias en que fue hecho Ignacio patriarca (exclusión de la elección por el sínodo)
y se le depuso formalmente.

En estas situación ya que tanto Ignacio y los suyos como el partido de Focio pedían
el apoyo del papa Nicolás 1, éste pidió que se juzgara de nuevo el caso de Ignacio, esta
vez en presencia de sus legados. En Abril de 861 tuvo lugar el sínodo en el cual los
legados se dejaron persuadir de que Ignacio fue hecho patriarca contra el derecho
canónico y pronunciaron su deposición. Jedin apunta la implicación de Roma en este
conflicto:
Con ello fueron, indudablemente, más allá de sus instrucciones. Sin embargo,
por ellos vino a ser la sede papal factor decisivo en el cisma de la Iglesia
bizantina, y este éxito fue sin duda el que movió a Nicolás I a no llamarlos por
de pronto al orden. Cierto que los legados presentaron también la exigencia
del papa de que le fuera devuelto el Ilírico. Aquí no les acompañó el éxito, y
era de temer que precisamente este fracaso, unido al problema de la misión
búlgara complicara innecesariamente las cosas.20
En este tiempo Bulgaria llegó a ser el motivo de un nuevo conflicto entre las sedes
de Roma y Constantinopla, que se disputaban la jurisdicción sobre la naciente iglesia. El
tzar Boris habría sido bautizado por misioneros bizantinos, pero Roma quería
implementar su influencia en este nuevo territorio.

Por su parte, Focio escribió contra las pretensiones de la sede romana. Ahora surge
sobre todo la acusación de herejía en la cuestión del Filioque. Focio no sólo condena la
adición al símbolo, sino también el contenido de la adición. Todo esto se difunde de
forma solemne en una encíclica, en primavera o verano del año 867, a los patriarcas
orientales. En la carta en la que desacreditaba la labor evangelizadora de los occidentales
se pusó énfasis en que estaban difundiendo entre los neófitos unos hábitos litúrgicos
anticanónicos como:

20
JEDIN, Hubert. Manual de Historia de la Iglesia. Barcelona: Herder. Tomo III, 1968, p. 300

8
“ayuno del sábado, rechazo del matrimonio de los sacerdotes, supresión de la
primera semana de Cuaresma, renovación por los simples sacerdotes de la
unción del bautismo— y doctrinas contrarias a la ortodoxia: el Filioque.”21
La tensión culminó cuando, en agosto-septiembre de 867, Focio reúne el concilio
de Constantinopla, donde en presencia de Miguel III, el papa Nicolae I fue excomulgado
y ficticiamente depuesto bajo la acusación de herejía y se lanzó contra él el anatema.

En este momento mientras “la guerra religiosa amenazaba con estallar con toda
su crudeza entre griegos y latinos”22, desapareció de la escena Nicolae I, que murió antes
de que le llegase la noticia del concilio, mientras Basilio el Macedonio, hizo asesinar al
emperador Miguel III y subió él mismo al trono. Este evento llega a cambiar la situación:
Este cambio de trono, para el que Basilio tenía que buscar legitimación y
apoyo propagandístico entre quienes hasta entonces habían formado la
oposición, significaba la caída de Focio y el restablecimiento de Ignacio en
sus antiguos derechos (23 noviembre 867).23
En este contexto cambiada el cisma encuentra su final:
Focio fue depuesto e internado en un monasterio, e Ignacio, solemnemente
reentronizado como patriarca. El nuevo papa, Adriano 11, mucho más flexible
que su predecesor, fue receptivo a estos cambios y envió a Oriente tres legados
para que le representaran en un concilio a celebrar en la capital del Imperio.
El IV concilio de Constantinopla debía servir para recomponer la unidad entre
las dos Romas. La escuálida presencia de representantes de las distintas sedes
con la que se abrió la asamblea el 5 de octubre del 869 fue dando paso a un
incremento hasta alcanzar poco más de un centenar de obispos. A Focio se le
permitió acudir para defenderse y, orgullosamente, negó a los legados
capacidad para juzgarlo. Al fin, una mayoría de los asistentes, incluidos
algunos de sus antiguos partidarios, procedieron a anatematizarlo y a ordenar
la quema de sus escritos. El canon segundo definió la indisoluble unidad entre
Roma y Constantinopla, invocando las figuras de Ignacio, Nicolás 1 y Adriano
11 y repudiando el comportamiento de Focio.24
Ulteriormente, la conciliación se mantuvo en la segunda etapa del patriarcado de
Focio, cual había sucedido pacíficamente a Ignacio a su muerte:
La escenificación del apaciguamiento vendría de la celebración de un nuevo
concilio en Constantinopla (879). Focio recibió de los legados del papa las
insignias patriarcales y prometió no inmiscuirse en los asuntos eclesiásticos
de Bulgaria. No pidió perdón por su conducta pasada por cuanto no se
consideraba culpable. Al recitarse como símbolo de fe el establecido por la
tradición nicena, se eludió la espinosa cuestión del Filioque.25
Finalmente, el nuevo emperador, León VI, bajo el pretexto de una conspiración,
depuso al patriarca, en el año 886, y lo recluyó en un monasterio, imponiendo en su lugar

21
SÁNCHEZ, José H. Op. cit., p. 199
22
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 77
23
JEDIN, Hubert. Op. cit., p. 303
24
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 77
25
Ibid., p. 78

9
a su propio hermano Esteban (Stephanos I26). La muerte de Focio se produciría entre el
891 y el 893. Sin embargo, habrá que esperar aún hasta el 898 para que bajo el papa Juan
IX la reconciliación entre las dos iglesias se pueda dar por sellada.

El cisma de Focio queda como el mejor ejemplo para entender la historia de las
relaciones entre Roma y Constantinopla. “Aunque breve, tuvo serias consecuencias a
largo plazo, especialmente porque se insistió en exceso en las diferencias que separaban
a ambas cristiandades”.27 Fue una ruptura de comunión entre las dos sedes que no fue
definitiva pero que fue el precedente de otra posterior que sí lo fue: la protagonizada por
Miguel Cerulario a mediados del siglo XI
3. 1054 - El cisma final
El protagonista de este acontecimiento fue otra gran personalidad eclesiástica, el
patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario.

Procedente de una familia aristocrática, en su juventud había tenido aspiraciones


de realeza, y estuvo involucrado en un intento de golpe de estado con el propósito de
obtener la corona imperial. Una vez que el intento fracasó, al golpista no le quedó más
salida que el monasterio.28

Miguel llegó a ser un clérigo de gran influencia en la política, bajo el emperador


Constantino IX Monómaco y luego alcanzó el patriarcado en 1043, cuando empezó la
guerra. Sánchez Herrero explica las condiciones de aquel momento:
La situación eclesiástica entre Oriente y Occidente con que se encontró no
puede calificarse de cisma formal, aunque sí de estado de creciente
independencia eclesiástica del patriarcado de Constantinopla frente a las
inestables circunstancias de Roma. Más peligroso que el alejamiento político
fue el alejamiento «ritual». Se creía que Bizancio había mantenido íntegros
los usos religiosos, la vida religiosa y la fe religiosa. La idea de primado, que
nunca había llegado a ser en Bizancio una convicción universal, era más débil
que nunca. Además, ahora el papado se había aliado con la potencia imperial,
rival de Occidente, e, incluso, con los enemigos del Imperio en el sur de Italia:
los normandos. Fue la cuestión normanda el punto de partida del
enfrentamiento entre Roma y Constantinopla.29
El papa quería librarse de los normandos. En este punto política bizantina y la
papal coincidió de nuevo. En esta situación, surgió la idea de una alianza entre ambos
imperios y el papado. Uno de los iniciadores de la idea fue el representante del Imperio
bizantino en las posesiones italianas, Argüiros. El emperador Constantino IX fue
fácilmente ganado por este plan, pero Miguel Cerulario se opuso.
Los motivos de esta oposición no son muy claros. Jedin opina:

26
JEDIN, Hubert. Op. cit., p. 618
27
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 238
28
JEDIN, Hubert. Op. cit., p. 629
29
SÁNCHEZ, José H. Op. cit., p. 202

10
Si no por razón de su rito, sí por su ascendencia y pasado político, Argyros
tenía que producir muy sospechosa impresión en un bizantino convencido.
Cerulario lo aborrecía. Y valía sin duda la pena reflexionar quién se llevaría a
la postre los frutos de la victoria sobre los normandos: el papa, el emperador
alemán, el bizantino o, una vez más, un Dux et princeps Italiae por nombre
Argyros, como ya en 1041 se había hecho proclamar. Era además de sospechar
que una coalición con el papa no traería más que un nuevo dominio o
vigilancia de la Iglesia romana sobre la bizantina.30
Esta situación no se podía aceptar así que Cerulario comenzó una campaña de
difamación de la Iglesia latina, con una virulencia sin precedente. El patriarca buscó poner
en contra la capital en contra del nuevo rumbo de la política imperial:
Publicó un tratado, Contra los francos..., en el que denunciaba algunas
prácticas litúrgicas romanas, como lo relativo a la obligatoriedad del celibato
eclesiástico, el uso del pan ácimo en la eucaristía, el ayuno del sábado... o
cuestiones de orden teológico, como la introducción del Filioque en el credo
niceno.31
Por orden de Cerulario fueron cerradas las Iglesias de los latinos, llegándose a
actos salvajes, en que no se perdonaron ni las especies consagradas. León, arzobispo de
Ochrid, fue encargado para remitir una carta al obispo latino de Trani, carta dirigida en
realidad al papa, en que se exigía nada menos que la Iglesia latina abandonara todos los
ritos tradicionales que desagradaban en Bizancio. El obispo de Trani remitió la carta a la
curia, y el cardenal Humberto de Silva Candida, un contrincante de la misma talla, fue
encargado de la contestación.
La respuesta de Humberto a la encíclica griega contiene todas las pretensiones
del pontificado reformista, pero deformadas por amplificaciones
históricamente dudosas, por la inserción del Constiíutum Constantini y por las
pretensiones del papado sobre el sur de Italia. El cardenal le cuelga a la Iglesia
griega «más de noventa herejías». Se expresa desde luego formalmente la
voluntad de inteligencia; pero la virulencia del tono dejaba poca esperanza.32
Sin embargo, en este momento la situación en Italia había llegado a ser crítica
porque el papa León IX, al frente un contingente de tropas salió para luchar contra los
normandos, sufrió una dura derrota y cayó prisionero (28 de junio de 1053).

La derrota del papa implicaba prácticamente el fracaso de los intereses bizantinos


al sur de Italia, así que el emperador Constantino IX escribió a la curia y expresó su deseo
de una paz eclesiástica como condición de la unión política.

Miguel Cerulario por su parte, tuvo que echarse atrás bajo la presión y comunico
al papa su deseo de llegar a la paz.

30
JEDIN, Hubert. Op. cit.,p. 630
31
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 239
32
JEDIN, Hubert. Op. cit., p. 631

11
La curia romana dispuso enviar a Constantinopla, una delegación para negociar
las condiciones de un acuerdo, liderada por Humberto, al cual le acompañaba el canciller
romano Federico de Lorena y Pedro, arzobispo de Amalfi.

En Constantinopla, la delegación fue recibida con el debido respeto de parte del


emperador, pero de parte del patriarca, los enviados no recibieron el trato esperado. La
audiencia acabó con la entrega de la carta papal sin que haya dialogo entre las partes.

En estas condiciones, Humberto empezó a poner más leña al fuego el canciller


romano. Hizo traducir su réplica contra los griegos, se precipitó a la polémica y atacó
finalmente al Nicetas Stethatos, el monje que había tenido la osadía de escribir en contra
de los ácimos33, y cual tuvo que retractarse y quemar su escrito el 25 de junio de 1054.

Con toda esta polémica de por medio, que había afectado también a la corte, el
patriarca logró crearse ambiente a su favor, y los delegados ante el fracaso de su misión
decidieron volver a Roma, no antes de colocar de manera enfática sobre el altar de la
basílica Hagia Sofia, el 16 de Julio de 1054, en un acto solemne, una bula de excomunión
contra el patriarca sus cómplices. Según Jedin, la bula34 era:
un texto que daba mucho más allá del blanco, y lanzaba el anatema contra el
«pseudopatriarca» Cerulario, León, arzobispo de Ochrid y demás partidarios
suyos como simoníacos, arríanos, nicolaítas, severianos, pneumatómacos
simoniacos, arrianos, nicolaítas, severianos, pneumatómacos, maniqueos,
nazireos, etc.; el anatema no se dirigía, pues, solamente contra la doctrina
griega sobre la procesión del Espíritu Santo, sino también, por ejemplo, contra
el matrimonio de los sacerdotes y otras legítimas costumbres de la Iglesia
griega.35
Después del acto los legados quisieron despedirse del emperador, pero este les
pidió que volvieran a la mesa del dialogo. Sin embargo, frente a la escalada de la tensión
con el levantamiento de la población movilizada por el patriarca, el emperador tuvo que
desistir e invitó la delegación que vuelva a Roma, mientras el palacio imperial empezaba
a ser sitiado por la chusma incordiada.

El epílogo llegó una semana más tarde, el domingo 24 de Julio cuando el patriarca
reunió un sínodo, delante el cual expuso los acontecimientos a su manera y para ejemplo
escandaloso se incorporó el texto de la bula que fue interpretada como bula de
excomunión contra toda la Iglesia ortodoxa. La excomunión fue devuelta a los legados y
a todos sus sostenedores.
Dicen los historiadores:
La ruptura se había consumado, aunque en esa fecha no se tuviera conciencia de que
iba a ser definitiva. Es más, por mucho tiempo, el pueblo no tuvo en absoluto noticias

33
Vide., ANEXO I
34
Vide., ANEXO II
35
JEDIN, Hubert. Op. cit., pp. 632-633

12
del cisma, siendo muy significativo el silencio que las fuentes griegas guardaron
sobre él.36
La verdadera ruptura entre las dos Iglesias no será efectiva hasta después de las
Cruzadas. Los occidentales tenían la ilusión de que su instalación en Oriente
facilitara la unión. Ocurrió todo lo contrario.37

4. Esfuerzos ecuménicos posteriores


Debido a la amenaza cada vez más cercana que se entreveía a las fronteras
orientales, y sobre todo tras el desastre de Mantzikert (1071), la gran derrota bizantina
ante los seleúcidas, los bizantinos hicieron algunos intentos para establecer la paz con los
católicos.

En 1094, Alejo I Comneno inició una tentativa para llegar a un acuerdo con Roma,
tentativa que volvieron a repetir otros miembros de la dinastía comnena. El emperador
convocó un concilio e invitó a los latinos para resolver las diferencias.
Al mismo tiempo solicitó su ayuda para luchar contra los turcos. En este sínodo
se consideró el intercambio de excomuniones entre Cerulario y el cardenal Humberto un
asunto exclusivamente personal, sin consecuencias para las dos iglesias, y aunque no
hubo acuerdos de tipo dogmático, litúrgico o canónico, se estableció la mutua tolerancia.

En los encuentros preliminares, efectuados en Piacenza, los enviados bizantinos


llamaron la atención sobre el peligro que los turcos representaban para toda la cristiandad.

Un aviso que tuvo mayor acogida de !a que se podía esperar en el papa Urbano II,
quien convocó el concilio de Clermont y organizó la primera cruzada contra el islam, a la
que seguirían otras más.
El resultado a largo plazo de estas acciones bélicas de Occidente, que debieran
haber ayudado a la paz, sería fatal para Bizancio y desde luego no produjo el deseado
acercamiento entre ambas iglesias; al contrario, ahondaron aún más su separación.

Manuel II Comneno intentó otro acercamiento, motivado por el deseo de


reconquistar el sur de Italia de las manos de los normandos, pero el intento no obtuvo los
resultados esperados.
En el siglo XII se produjeron momentos de distensión entre griegos y latinos,
a veces hubo sinceros debates en busca de la verdad - Nicetas de Nicomedia
y Anselmo de Havelberg - e incluso se ejerció, por parte de Bizancio, una gran
influencia intelectual y artística en el «renacimiento del siglo XII~ occidental,
pero la cuarta cruzada destruiría los escasos logros y potenciaría el odio
existente.38

36
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 240
37
SÁNCHEZ, José H. Op. cit., p. 205
38
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 241

13
Después de los horrores traídos por la cuarta cruzada en 1206, tuvo que pasar más
de medio siglo hasta 1263, Para que el Bizancio haga otro acercamiento a Roma a través
de Miguel VIII Paleólogo.

El papa Gregorio X, que tenía la intención de reconquistar Jerusalén, y necesitaba


el apoyo de los bizantinos, convocó el IIº concilio general de Lyon, donde se fijaron tres
puntos como objetivos: apoyo a los cristianos de Tierra Santa, unión con los griegos y
reforma de las costumbres. El emperador Miguel Paleólogo se sometió in extremis a
Gregorio X y aceptó el Filioque. El 29 de junio de 1274, en Lyon, se hacía pública la
unión de las dos iglesias, y el 6 de julio era promulgada solemnemente.

La situación real en el Bizancio era muy diferente, según comenta Paul


Johnson:
Por mucho que el emperador oriental deseara conseguir la ayuda y el dinero
de Occidente a cambio de la sumisión eclesiástica, no podía entregar a su
Iglesia. En su imperio había un sector amplio y bien informado de opinión
teológica laica que era más fuerte que él y el patriarca unidos, y que se oponía
totalmente a la idea de ceder ante Roma. […]El emperador intentó imponer
brutalmente el acatamiento a su acto de rendición. El orador público fue
flagelado y exiliado. Se ordenó que uno de los principales teólogos fuese
flagelado diariamente por su propio hermano hasta que se sometiera. Se
encarceló y dejó ciegos a cuatro parientes del emperador; otro murió en
prisión; arrancaron la lengua a los monjes. Incluso hoy los monjes del Monte
Athos sostienen (falsamente) que Miguel visitó el lugar, saqueó tres
monasterios rebeldes y masacró a sus monjes, enterrando vivos a muchos de
ellos. Todo fue en vano: cuando Miguel falleció fue sepultado como hereje en
suelo no consagrado y se restableció la ortodoxia en 1283, cuando volvió a
repudiarse el Filioque.39

Sin embargo, esta unidad no fue más que una ilusión, que acabó en un amargo
fracaso. En 1276 moría Gregorio X, y sus sucesores no tuvieron el más mínimo interés
en hacer prosperar estas relaciones. Al contrario, actuaron de forma intransigente,
comprometiendo la frágil unión, especialmente cuando algunos pontífices cedieron ante
las pretensiones de Carlos de Anjou de conquistar Bizancio.

Finalmente los intentos de Gregorio X y los logros del concilio de Lyon quedaron
en la nada, a pesar de que Miguel VIII, en 1277, había proclamado la paz firmada en
Lyon, en una ceremonia donde se reconoció la primacía romana.

En esta ocasión, el papa había endurecido muchísimo las condiciones, donde se


exigía a los griegos una sumisión total, situación que alejó para otros muchos años la
posibilidad de unión entre las dos iglesias.

39
JOHNSON, Paul. Op. cit., p. 255

14
En el año 1439, el papado obtuvo de nuevo la sumisión del emperador oriental en
Florencia. Los griegos aceptaron incluir la muy debatida palabra y reconocer que el
Filioque ha sido agregado legal y razonablemente al credo. La sumisión llegó a
proclamarse en Santa Sofía, en 1452.
Pero la promesa del papa no fue más que un espejismo según relata la historia:
En esta ocasión, la promesa papal de ayuda contra los turcos fue tan insincera
como la aceptación griega de la posición del primado de Roma. Seis meses
después la ciudad había caído y el imperio oriental ya no existía.40
Ya muy tarde en el siglo XX se vuelve hablar otra vez de un intento de
acercamiento cuando en 7 de diciembre 1965, el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras
firmaron una declaración conjunta, con la ocasión de la clausura del concilio,
“lamentando el intercambio de injurias de 1054 y los excesos del pasado”41.

Conclusión

Después de este repaso histórico a lo que fue el Gran Cisma, o el Cisma Oriental
o como se quiera titular, y a sus causas, se puede ver claramente el naufragio de la iglesia
cristiana.

A pesar del paso del tiempo, y de los intentos del ecumenismo, hoy la cristiandad
es más dividida todavía que en los tiempos cuando empezó a dividirse, situación que nos
lleva a preguntarnos si realmente esta iglesia fue realmente la iglesia del Dios vivo en
estos tiempos…

Al lado de las conclusiones que puedan desprenderse queda de manifiesto la


enseñanza que en cuanto el orgullo y las pasiones son lo que conducen al hombre al tratar
con la obra de Dios, los resultados serán finalmente los mismos que se ven en el desarrollo
de la división de la cristiandad.

El Adversario fue muy astuto a la hora de influenciar a los cristianos, dándoles


“libertad”, acceso al poder, empujándolos hacia la unión con el estado, hasta que la
libertad de conciencia quedó en la nada y la iglesia no llegó a ser más que una institución
más, otro apéndice del estado.

El dicho latino “Divide et impera”, encuentra su significado más comprensible al


mirar la historia del cristianismo, y sobre todo los resultados que se pueden ver hoy en la
sociedad contemporánea, que no quiere saber nada sobre la iglesia, una lección que debe
aprender todo cristiano, de cualquier iglesia y cualquier lugar.

40
Ibid.
41
COMBY, Jean., Op. Cit., p. 140

15
BIBLIOGRAFÍA

BAKER, Robert A. Compendio de la historia cristiana. El Paso (Texas – EEUU): Casa


Bautista de Publicaciones, 2006, pp. 388

CAIRNS, Earle. Crestinismul de-a lungul secolelor: O istorie a bisericii crestine. Oradea
(Rumania): Cartea Crestina, 2007, pp. 474

COMBY, Jean. Para leer la historia de la Iglesia: 1. De los orígenes al siglo XV. Estella
(Navarra): Verbo Divino, 1993, pp. 202

FLETCHER, John; ROPERO, Alfonso. Historia general del Cristianismo: del siglo I al
siglo XXI. Viladecavalls (Barcelona): Clie, 2008, pp. 520

GONZALEZ, Justo L. Historia del cristianismo:Desde la era de los mártires hasta la era
de los sueños frustrados. Miami (Florida – EEUU):Unilit, 2003, tomo 1, pp. 690

GONZALEZ, Justo L. Historia del pensamiento cristiano: Desde San Agustín hasta la
Reforma Protestante. Miami (Florida – EEUU): Caribe, tomo 2, pp. 352

JEDIN, Hubert. Manual de Historia de la Iglesia. Barcelona: Herder. Tomo III, 1968, pp.
760
JOHNSON, Paul. La historia del cristianismo. Barcelona: B.S.A. 2010, pp. 742

MITRE, Emilio F. (coord.). Historia de cristianismo: II El mundo medieval. Madrid:


Trotta, 2006, pp. 780
SÁNCHEZ, José H. Historia de la Iglesia: II La Edad Media. Madrid: Biblioteca de
autores cristianos. 2005. pp. 582

16
ANEXO I

Reproches del monje Nicetas Stethatos a los latinos


Nicetas Stethatos (1005-1090), monje del monasterio de Stoudros en
Constantinopla.

Los que todavía participan de los ázimos están bajo la sombra de la ley y comen
el festín de los judíos, no el alimento espiritual y vivo de Dios./ /¿Cómo entrareis en
comunión con Cristo, el Dios vivo, comiendo la masa ázima muerta de la sombra de la
ley y no el fermento de la nueva alianza / /?¿Y quién os ha enseñado a romper el
matrimonio de los sacerdotes/ /? Así pues, hermanos míos, haced un examen serio sobre
estas cuestiones y ved si no es de esa fuente /el judaísmo/ de donde os han venido esas
cuatro pestes que acabo de enumerar y de reducir a la nada, a saber, los ázimos, los ayunos
del sábado, el celibato de los sacerdotes y la oblación de los días de ayuno.

En M Jugie Le schisme byzantin Paris 1941 p. 201 (citado en COMBY, Jean. Para
leer la historia de la Iglesia. p. 138)

17
ANEXO II

Sentencia de excomunión del cardenal Humberto contra Miguel Cerulario (1054)


/ /En cuanto a Miguel, a quien se le da por abuso el nombre de patriarca, y a los
partidarios de su locura, es una abudante cizaña de herejías la que cada día siembran en
su seno /la ciudad de Constantinopla/ Como los simoniacos venden el don de Dios como
los valesianos, hacen de sus huéspedes eunucos para educarlos luego no solamente en el
clero sino en el episcopado/ /, como los nicolaítas, permiten contraer matrimonio a los
ministros del santo altar/ /, como los pneumatomacos (los que combaten contra el Espíritu
Santo), han suprimido en el símbolo la procesión del Espíritu Santo a filio, como los
maniqueos declaran que el pan fermentado está animado/ / Además, dejan crecer la barba
y los cabellos, les niegan la comunión a los que según la costumbre de la Iglesia romana
hacen cortar sus cabellos y se afeitan la barba Por eso, no pudiendo soportar ni esas
injurias inauditas ni esos ultrajes dirigidos contra la primera sede apostólica/ /, firmamos
contra Miguel y sus partidarios el anatema que habla pronunciado nuestro reverendísimo
papa contra ellos si no se arrepentían

«Que Miguel el neófito, que lleva abusivamente el título de patriarca/ / Y todos


los que le siguen en los errores susodichos, que todos ellos caigan baja el anatema,
Maranatha, con los simoniacos/ / Y todos los herejes, más aun, con el diablo y sus ángeles,
a no ser que se arrepientan ¡Amén Amén Amén!»

M Jugie Le schisme byzantium 205s (citado en COMBY, Jean. Para leer la


historia de la Iglesia. p. 139)

18

Вам также может понравиться