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El Cisma del cristianismo que tuvo lugar en 1054, conocido bajo el nombre “el
Gran Cisma”, es uno de los eventos históricos más llamativos de la historia bimilenaria
del cristianismo.
Las causas de la cisma son diversas y forman una complejidad situacional que merece
la atención del estudioso.
1.1.Causas políticas
En 395, Teodosio pone la administración de las regiones de este y la del oeste bajo
mandos separados, división que llega a ser definitiva en el siglo Vº, con la caída del
Imperio Romano occidental.
1
GONZALEZ, Justo L. Historia del cristianismo: Desde la era de los mártires hasta la era de los sueños
frustrados. Miami (Florida – EEUU):Unilit, 2003, tomo 1, p.162
2
CAIRNS, Earle. Crestinismul de-a lungul secolelor: O istorie a bisericii crestine. Oradea (Rumania):
Cartea Crestina, 2007, p. 197
1
[…] en una época en que Italia y buena parte de la Europa occidental se
hallaban sumidas en el caos, el papado vino a llenar el vacío, ofreciendo cierta
medida de estabilidad. Esta fue la principal razón por la que los papas de la
Edad Media llegaron a tener un poder que nunca tuvieron los patriarcas de
Constantinopla, Antioquía o Alejandría.3
La iglesia griega estaba ligada al poder bizantino. El emperador nombraba y
destituía a los patriarcas de Constantinopla. Paralelamente, los obispos de Roma se han
liberado de la tutela teórica de Constantinopla4.
3
GONZALEZ, Justo L. Op. Cit., p. 329
4
COMBY, Jean. Para leer la historia de la Iglesia: 1. De los orígenes al siglo XV. Estella (Navarra):
Verbo Divino, 1993, p. 137
5
BAKER, Robert A. Compendio de la historia cristiana. El Paso (Texas – EEUU): Casa Bautista de
Publicaciones, 2006, p. 100
6
CAIRNS, Earle. Op. Cit., p. 151
2
La teoría de la supremacía de Pedro basada en Mateo 16:16-18; Lucas 22:31-32
y Juan 21:15-17, estaba ya generalmente aceptada alrededor del año 590.
Las personalidades que ocuparon la silla papal han ido aumentando la pretensión
de primacía apoyándola con acciones que chocaron con la situación del patriarcado
constantinopolitano.
1.3.Divergencias culturales
7
COMBY, Jean., Op. Cit., p. 107
8
CAIRNS, Earle. Op. Cit., p. 152
9
Ibid., p. 197
3
El solo hecho de que allí se hablaba la misma lengua, aunque, naturalmente,
bastante evolucionada, de los antiguos filósofos atenienses basta para explicar
el hecho de que, cuando ya en el occidente no se leían las obras de Platón y
Aristóteles sino a través de intermediarios, en el oriente se continuara
estudiándolas.10
Otro punto importante fue el celibato. Los clérigos, en el Oriente se podían casar,
pero en el Occidente lo tenían prohibido.
Salieron disputas desde aspectos como el porte de la barba que era obligatorio en
el Oriente, pero en el Occidente no.
Todos estos aspectos van a influir en el desarrollo ulterior de los eventos, hasta la
división definitiva, aspectos que perduran hasta hoy día.
1.4.Divergencias doctrinales
10
GONZALEZ, Justo L. Historia del pensamiento cristiano: Desde San Agustín hasta la Reforma
Protestante. Miami (Florida – EEUU): Caribe, tomo 2, p. 93
11
GONZALEZ, Justo L. Historia del pensamiento cristiano. pp.129-130
12
FLETCHER, John; ROPERO, Alfonso. Historia general del Cristianismo: del siglo I al siglo XXI.
Viladecavalls (Barcelona): Clie, 2008, p. 142
4
el Espíritu Santo procedía del Hijo tanto como del Padre. Incorporaron a
este concepto el credo, que ahora se convirtió en material estándar y
obligatorio en todas las misas celebradas en los territorios francos. El papado
aconsejó enérgicamente que no se insertara el Filioque, pues sabía que la
formulación no podía ser aceptada en Constantinopla. Pero se desechó el
consejo y en el siglo IX se comenzó a insistir en que era esencial para alcanzar
un enunciado auténtico y completo de la doctrina. Cuando en 1014 Roma
finalmente insertó el credo en su propia misa, por insistencia del emperador
alemán Enrique II, se incluyó el Filioque. A esta altura de las cosas, Roma
estaba convencida de que ella misma había incorporado la frase y de que ésta
se remontaba a una antigüedad inmemorial. En 1054, cuando sobrevino la
ruptura definitiva con Oriente, los legados papales ignoraban hasta tal extremo
la historia verdadera que acusaron a los griegos de haber omitido
intencionadamente el Filioque de su credo varios siglos antes.13
Esta disputa nunca se resolvió y afectó muchísimo las relaciones entre las dos alas
de la iglesia cristiana en los siguientes siglos, con acusaciones de heterodoxia echadas de
ambas partes, situación que contribuirá a la ruptura final de 1054.
Otro elemento que afectó las relaciones entre la parte oriental y la parte occidental
de la iglesia fue la controversia iconoclasta, que tuvo lugar, sobre todo dentro de la iglesia
oriental, en los siglos VIII y IX, y originó muchos problemas.
En 726 Leon III, emperador del Imperio Romano de Oriente, prohibió la adoración
de imágenes, y en el año 730 mando sacar a todas de las iglesias exceptuando la cruz, y
las destruyo para limitar el poder del monacato y para infirmar las acusaciones de idolatría
de los musulmanes. Todo este proceso que buscaba producir un despertar al nivel de los
laicos, en las iglesias orientales chocó de lleno con la oposición del clero parroquial y
monástico, con el involucramiento de Roma:
13
JOHNSON, Paul. La historia del cristianismo. Barcelona: B.S.A. 2010, p. 245
14
SÁNCHEZ, José H. Historia de la Iglesia: II La Edad Media. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
2005. p. 96
5
occidentales no estuvieron representados. José Sánchez Herrero nos da la decisión final
del concilio:
El emperador Constantino V fue mucho más allá que los decretos del concilio.
El hecho de que los más reacios fueran los monjes, lo exasperó de tal forma
contra ellos que pronto no fue posible distinguir si la persecución iba
primeramente contra el monacato o contra la iconodulía. […] Se dice que el
emperador negó a María el título venerable de theotókos y a los santos la
denominación de «santo». Prohibió no sólo el culto de las imágenes, sino el
de las reliquias. Donde hallaba resistencia hacía confiscar los monasterios y
mandaba los monjes al ejército. Algún gobernador de provincias fue aún más
lejos y obligó a monjes y monjas a abandonar el celibato. Diez años después
se decretó la persecución formalmente. Cabeza de la oposición fue el abad
Esteban el Joven, del monte Auxentio, en Bitinia. Tras un largo proceso que
no llegó a condenarlo a muerte, murió al ser entregado a la chusma. Los
monasterios de Bitinia, los más importantes del Imperio, se despoblaron; las
iglesias fueron destruidas y profanadas.16
En estas condiciones los iconodúlos pidieron ayuda al Papa, a quien le vino muy
bien en su búsqueda de supremacía:
15
Ibid. p. 97
16
Ibid. pp. 97-98
17
MITRE, Emilio F. (coord.). Historia de cristianismo: II El mundo medieval. Madrid: Trotta, 2006, p.
35
6
En el Occidente, el rey Calos Magno tomó la posición a favor de los iconodúlos,
principalmente por sus propios fines políticos, posición que naturalmente amplificó la
brecha existente entre las dos regiones.
Los Libri Carolini, especie de memorial redactado por los intelectuales que
rodeaban a Carlomagno, supusieron una toma de posición tanto frente a la
política religiosa iconómaca de Constantino V como frente a las decisiones
del II concilio Niceno. La idea de veneración impuesta por éste fue rechazada
en la corte carolingia pese a las exhortaciones del papa Adriano que defendía
su escrupulosa ortodoxia. Al malentendido pudo contribuir también la burda
traducción de las actas del VI1 concilio ecuménico que daba a entender que
los orientales estaban incurriendo poco menos que en idolatría. Aparte de ello,
recuerda D'Abadal, los Libri Carolini tenían una fuerte carga política, ya que
se criticaba en ellos tanto a los soberanos bizantinos como los usos y
expresiones de su cancillería.18
2. El cisma de Focio
Con las heridas de la controversia iconoclasta todavía abiertas, en junio de 847, a
la muerte del patriarca Metodio, no hubo unanimidad sobre el nombre de su sucesor.
Gregorio Asbestas, arzobispo de Siracusa era un competidor serio, pero rechazado por
muchos. Sin existir en el seno de la Iglesia una mayoría clara, la emperatriz Teodora
impuso una decisión personal, aunque contestada, la del monje Ignacio (847-858), hijo
de Miguel I, nominación que se hizo sin consulta sinodal, de manera que algunos la
tuvieron como no canónica.
El patriarcado de Ignacio duró unos diez años como explica Sánchez Herrero las
circunstancias del fin de su patriarcado:
Un incidente político puso fin a este patriarcado. Cuando Bardas hizo asesinar
en 856 al favorito de su hermana Teodora, el ministro Theokristos, y proclamó
a su sobrino Miguel III como único emperador, Ignacio permaneció fiel a la
emperatriz y tomó partido contra el nuevo cesar, Bardas, a quien impidió la
entrada en Santa Sofía para la fiesta de las Teofanías, a causa de mantener una
relación incestuosa. Bardas reaccionó violentamente expulsando a Teodora
del palacio y pidiendo al patriarca que la tonsurara. Ignacio rehusó. Cuando
se descubrió un complot contra la vida de Bardas, en el que se acusó a Ignacio
de estar mezclado, Ignacio fue depuesto por alta traición y exiliado a la isla de
Terebinto, a finales de julio de 858. Tres días más tarde, una delegación de
obispos le presentó el acta de abdicación para que la firmara.19
18
Ibid., p. 36
19
SÁNCHEZ, José H. Op. cit., p. 195
7
En estas circunstancias, se buscó otro patriarca que se encontró en la persona de
Focio, miembro de una familia aristocrática de Constantinopla, próxima a los
emperadores y partidaria del restablecimiento del culto a las imágenes. Sin embargo, la
situación de laico culto, con funciones en la corte y su cultura, profana y religiosa, le
había impedido pensar siquiera en el patriarcado.
En estas situación ya que tanto Ignacio y los suyos como el partido de Focio pedían
el apoyo del papa Nicolás 1, éste pidió que se juzgara de nuevo el caso de Ignacio, esta
vez en presencia de sus legados. En Abril de 861 tuvo lugar el sínodo en el cual los
legados se dejaron persuadir de que Ignacio fue hecho patriarca contra el derecho
canónico y pronunciaron su deposición. Jedin apunta la implicación de Roma en este
conflicto:
Con ello fueron, indudablemente, más allá de sus instrucciones. Sin embargo,
por ellos vino a ser la sede papal factor decisivo en el cisma de la Iglesia
bizantina, y este éxito fue sin duda el que movió a Nicolás I a no llamarlos por
de pronto al orden. Cierto que los legados presentaron también la exigencia
del papa de que le fuera devuelto el Ilírico. Aquí no les acompañó el éxito, y
era de temer que precisamente este fracaso, unido al problema de la misión
búlgara complicara innecesariamente las cosas.20
En este tiempo Bulgaria llegó a ser el motivo de un nuevo conflicto entre las sedes
de Roma y Constantinopla, que se disputaban la jurisdicción sobre la naciente iglesia. El
tzar Boris habría sido bautizado por misioneros bizantinos, pero Roma quería
implementar su influencia en este nuevo territorio.
Por su parte, Focio escribió contra las pretensiones de la sede romana. Ahora surge
sobre todo la acusación de herejía en la cuestión del Filioque. Focio no sólo condena la
adición al símbolo, sino también el contenido de la adición. Todo esto se difunde de
forma solemne en una encíclica, en primavera o verano del año 867, a los patriarcas
orientales. En la carta en la que desacreditaba la labor evangelizadora de los occidentales
se pusó énfasis en que estaban difundiendo entre los neófitos unos hábitos litúrgicos
anticanónicos como:
20
JEDIN, Hubert. Manual de Historia de la Iglesia. Barcelona: Herder. Tomo III, 1968, p. 300
8
“ayuno del sábado, rechazo del matrimonio de los sacerdotes, supresión de la
primera semana de Cuaresma, renovación por los simples sacerdotes de la
unción del bautismo— y doctrinas contrarias a la ortodoxia: el Filioque.”21
La tensión culminó cuando, en agosto-septiembre de 867, Focio reúne el concilio
de Constantinopla, donde en presencia de Miguel III, el papa Nicolae I fue excomulgado
y ficticiamente depuesto bajo la acusación de herejía y se lanzó contra él el anatema.
En este momento mientras “la guerra religiosa amenazaba con estallar con toda
su crudeza entre griegos y latinos”22, desapareció de la escena Nicolae I, que murió antes
de que le llegase la noticia del concilio, mientras Basilio el Macedonio, hizo asesinar al
emperador Miguel III y subió él mismo al trono. Este evento llega a cambiar la situación:
Este cambio de trono, para el que Basilio tenía que buscar legitimación y
apoyo propagandístico entre quienes hasta entonces habían formado la
oposición, significaba la caída de Focio y el restablecimiento de Ignacio en
sus antiguos derechos (23 noviembre 867).23
En este contexto cambiada el cisma encuentra su final:
Focio fue depuesto e internado en un monasterio, e Ignacio, solemnemente
reentronizado como patriarca. El nuevo papa, Adriano 11, mucho más flexible
que su predecesor, fue receptivo a estos cambios y envió a Oriente tres legados
para que le representaran en un concilio a celebrar en la capital del Imperio.
El IV concilio de Constantinopla debía servir para recomponer la unidad entre
las dos Romas. La escuálida presencia de representantes de las distintas sedes
con la que se abrió la asamblea el 5 de octubre del 869 fue dando paso a un
incremento hasta alcanzar poco más de un centenar de obispos. A Focio se le
permitió acudir para defenderse y, orgullosamente, negó a los legados
capacidad para juzgarlo. Al fin, una mayoría de los asistentes, incluidos
algunos de sus antiguos partidarios, procedieron a anatematizarlo y a ordenar
la quema de sus escritos. El canon segundo definió la indisoluble unidad entre
Roma y Constantinopla, invocando las figuras de Ignacio, Nicolás 1 y Adriano
11 y repudiando el comportamiento de Focio.24
Ulteriormente, la conciliación se mantuvo en la segunda etapa del patriarcado de
Focio, cual había sucedido pacíficamente a Ignacio a su muerte:
La escenificación del apaciguamiento vendría de la celebración de un nuevo
concilio en Constantinopla (879). Focio recibió de los legados del papa las
insignias patriarcales y prometió no inmiscuirse en los asuntos eclesiásticos
de Bulgaria. No pidió perdón por su conducta pasada por cuanto no se
consideraba culpable. Al recitarse como símbolo de fe el establecido por la
tradición nicena, se eludió la espinosa cuestión del Filioque.25
Finalmente, el nuevo emperador, León VI, bajo el pretexto de una conspiración,
depuso al patriarca, en el año 886, y lo recluyó en un monasterio, imponiendo en su lugar
21
SÁNCHEZ, José H. Op. cit., p. 199
22
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 77
23
JEDIN, Hubert. Op. cit., p. 303
24
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 77
25
Ibid., p. 78
9
a su propio hermano Esteban (Stephanos I26). La muerte de Focio se produciría entre el
891 y el 893. Sin embargo, habrá que esperar aún hasta el 898 para que bajo el papa Juan
IX la reconciliación entre las dos iglesias se pueda dar por sellada.
El cisma de Focio queda como el mejor ejemplo para entender la historia de las
relaciones entre Roma y Constantinopla. “Aunque breve, tuvo serias consecuencias a
largo plazo, especialmente porque se insistió en exceso en las diferencias que separaban
a ambas cristiandades”.27 Fue una ruptura de comunión entre las dos sedes que no fue
definitiva pero que fue el precedente de otra posterior que sí lo fue: la protagonizada por
Miguel Cerulario a mediados del siglo XI
3. 1054 - El cisma final
El protagonista de este acontecimiento fue otra gran personalidad eclesiástica, el
patriarca de Constantinopla, Miguel Cerulario.
26
JEDIN, Hubert. Op. cit., p. 618
27
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 238
28
JEDIN, Hubert. Op. cit., p. 629
29
SÁNCHEZ, José H. Op. cit., p. 202
10
Si no por razón de su rito, sí por su ascendencia y pasado político, Argyros
tenía que producir muy sospechosa impresión en un bizantino convencido.
Cerulario lo aborrecía. Y valía sin duda la pena reflexionar quién se llevaría a
la postre los frutos de la victoria sobre los normandos: el papa, el emperador
alemán, el bizantino o, una vez más, un Dux et princeps Italiae por nombre
Argyros, como ya en 1041 se había hecho proclamar. Era además de sospechar
que una coalición con el papa no traería más que un nuevo dominio o
vigilancia de la Iglesia romana sobre la bizantina.30
Esta situación no se podía aceptar así que Cerulario comenzó una campaña de
difamación de la Iglesia latina, con una virulencia sin precedente. El patriarca buscó poner
en contra la capital en contra del nuevo rumbo de la política imperial:
Publicó un tratado, Contra los francos..., en el que denunciaba algunas
prácticas litúrgicas romanas, como lo relativo a la obligatoriedad del celibato
eclesiástico, el uso del pan ácimo en la eucaristía, el ayuno del sábado... o
cuestiones de orden teológico, como la introducción del Filioque en el credo
niceno.31
Por orden de Cerulario fueron cerradas las Iglesias de los latinos, llegándose a
actos salvajes, en que no se perdonaron ni las especies consagradas. León, arzobispo de
Ochrid, fue encargado para remitir una carta al obispo latino de Trani, carta dirigida en
realidad al papa, en que se exigía nada menos que la Iglesia latina abandonara todos los
ritos tradicionales que desagradaban en Bizancio. El obispo de Trani remitió la carta a la
curia, y el cardenal Humberto de Silva Candida, un contrincante de la misma talla, fue
encargado de la contestación.
La respuesta de Humberto a la encíclica griega contiene todas las pretensiones
del pontificado reformista, pero deformadas por amplificaciones
históricamente dudosas, por la inserción del Constiíutum Constantini y por las
pretensiones del papado sobre el sur de Italia. El cardenal le cuelga a la Iglesia
griega «más de noventa herejías». Se expresa desde luego formalmente la
voluntad de inteligencia; pero la virulencia del tono dejaba poca esperanza.32
Sin embargo, en este momento la situación en Italia había llegado a ser crítica
porque el papa León IX, al frente un contingente de tropas salió para luchar contra los
normandos, sufrió una dura derrota y cayó prisionero (28 de junio de 1053).
Miguel Cerulario por su parte, tuvo que echarse atrás bajo la presión y comunico
al papa su deseo de llegar a la paz.
30
JEDIN, Hubert. Op. cit.,p. 630
31
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 239
32
JEDIN, Hubert. Op. cit., p. 631
11
La curia romana dispuso enviar a Constantinopla, una delegación para negociar
las condiciones de un acuerdo, liderada por Humberto, al cual le acompañaba el canciller
romano Federico de Lorena y Pedro, arzobispo de Amalfi.
Con toda esta polémica de por medio, que había afectado también a la corte, el
patriarca logró crearse ambiente a su favor, y los delegados ante el fracaso de su misión
decidieron volver a Roma, no antes de colocar de manera enfática sobre el altar de la
basílica Hagia Sofia, el 16 de Julio de 1054, en un acto solemne, una bula de excomunión
contra el patriarca sus cómplices. Según Jedin, la bula34 era:
un texto que daba mucho más allá del blanco, y lanzaba el anatema contra el
«pseudopatriarca» Cerulario, León, arzobispo de Ochrid y demás partidarios
suyos como simoníacos, arríanos, nicolaítas, severianos, pneumatómacos
simoniacos, arrianos, nicolaítas, severianos, pneumatómacos, maniqueos,
nazireos, etc.; el anatema no se dirigía, pues, solamente contra la doctrina
griega sobre la procesión del Espíritu Santo, sino también, por ejemplo, contra
el matrimonio de los sacerdotes y otras legítimas costumbres de la Iglesia
griega.35
Después del acto los legados quisieron despedirse del emperador, pero este les
pidió que volvieran a la mesa del dialogo. Sin embargo, frente a la escalada de la tensión
con el levantamiento de la población movilizada por el patriarca, el emperador tuvo que
desistir e invitó la delegación que vuelva a Roma, mientras el palacio imperial empezaba
a ser sitiado por la chusma incordiada.
El epílogo llegó una semana más tarde, el domingo 24 de Julio cuando el patriarca
reunió un sínodo, delante el cual expuso los acontecimientos a su manera y para ejemplo
escandaloso se incorporó el texto de la bula que fue interpretada como bula de
excomunión contra toda la Iglesia ortodoxa. La excomunión fue devuelta a los legados y
a todos sus sostenedores.
Dicen los historiadores:
La ruptura se había consumado, aunque en esa fecha no se tuviera conciencia de que
iba a ser definitiva. Es más, por mucho tiempo, el pueblo no tuvo en absoluto noticias
33
Vide., ANEXO I
34
Vide., ANEXO II
35
JEDIN, Hubert. Op. cit., pp. 632-633
12
del cisma, siendo muy significativo el silencio que las fuentes griegas guardaron
sobre él.36
La verdadera ruptura entre las dos Iglesias no será efectiva hasta después de las
Cruzadas. Los occidentales tenían la ilusión de que su instalación en Oriente
facilitara la unión. Ocurrió todo lo contrario.37
En 1094, Alejo I Comneno inició una tentativa para llegar a un acuerdo con Roma,
tentativa que volvieron a repetir otros miembros de la dinastía comnena. El emperador
convocó un concilio e invitó a los latinos para resolver las diferencias.
Al mismo tiempo solicitó su ayuda para luchar contra los turcos. En este sínodo
se consideró el intercambio de excomuniones entre Cerulario y el cardenal Humberto un
asunto exclusivamente personal, sin consecuencias para las dos iglesias, y aunque no
hubo acuerdos de tipo dogmático, litúrgico o canónico, se estableció la mutua tolerancia.
Un aviso que tuvo mayor acogida de !a que se podía esperar en el papa Urbano II,
quien convocó el concilio de Clermont y organizó la primera cruzada contra el islam, a la
que seguirían otras más.
El resultado a largo plazo de estas acciones bélicas de Occidente, que debieran
haber ayudado a la paz, sería fatal para Bizancio y desde luego no produjo el deseado
acercamiento entre ambas iglesias; al contrario, ahondaron aún más su separación.
36
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 240
37
SÁNCHEZ, José H. Op. cit., p. 205
38
MITRE, Emilio F. Op.cit., p. 241
13
Después de los horrores traídos por la cuarta cruzada en 1206, tuvo que pasar más
de medio siglo hasta 1263, Para que el Bizancio haga otro acercamiento a Roma a través
de Miguel VIII Paleólogo.
Sin embargo, esta unidad no fue más que una ilusión, que acabó en un amargo
fracaso. En 1276 moría Gregorio X, y sus sucesores no tuvieron el más mínimo interés
en hacer prosperar estas relaciones. Al contrario, actuaron de forma intransigente,
comprometiendo la frágil unión, especialmente cuando algunos pontífices cedieron ante
las pretensiones de Carlos de Anjou de conquistar Bizancio.
Finalmente los intentos de Gregorio X y los logros del concilio de Lyon quedaron
en la nada, a pesar de que Miguel VIII, en 1277, había proclamado la paz firmada en
Lyon, en una ceremonia donde se reconoció la primacía romana.
39
JOHNSON, Paul. Op. cit., p. 255
14
En el año 1439, el papado obtuvo de nuevo la sumisión del emperador oriental en
Florencia. Los griegos aceptaron incluir la muy debatida palabra y reconocer que el
Filioque ha sido agregado legal y razonablemente al credo. La sumisión llegó a
proclamarse en Santa Sofía, en 1452.
Pero la promesa del papa no fue más que un espejismo según relata la historia:
En esta ocasión, la promesa papal de ayuda contra los turcos fue tan insincera
como la aceptación griega de la posición del primado de Roma. Seis meses
después la ciudad había caído y el imperio oriental ya no existía.40
Ya muy tarde en el siglo XX se vuelve hablar otra vez de un intento de
acercamiento cuando en 7 de diciembre 1965, el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras
firmaron una declaración conjunta, con la ocasión de la clausura del concilio,
“lamentando el intercambio de injurias de 1054 y los excesos del pasado”41.
Conclusión
Después de este repaso histórico a lo que fue el Gran Cisma, o el Cisma Oriental
o como se quiera titular, y a sus causas, se puede ver claramente el naufragio de la iglesia
cristiana.
A pesar del paso del tiempo, y de los intentos del ecumenismo, hoy la cristiandad
es más dividida todavía que en los tiempos cuando empezó a dividirse, situación que nos
lleva a preguntarnos si realmente esta iglesia fue realmente la iglesia del Dios vivo en
estos tiempos…
40
Ibid.
41
COMBY, Jean., Op. Cit., p. 140
15
BIBLIOGRAFÍA
CAIRNS, Earle. Crestinismul de-a lungul secolelor: O istorie a bisericii crestine. Oradea
(Rumania): Cartea Crestina, 2007, pp. 474
COMBY, Jean. Para leer la historia de la Iglesia: 1. De los orígenes al siglo XV. Estella
(Navarra): Verbo Divino, 1993, pp. 202
FLETCHER, John; ROPERO, Alfonso. Historia general del Cristianismo: del siglo I al
siglo XXI. Viladecavalls (Barcelona): Clie, 2008, pp. 520
GONZALEZ, Justo L. Historia del cristianismo:Desde la era de los mártires hasta la era
de los sueños frustrados. Miami (Florida – EEUU):Unilit, 2003, tomo 1, pp. 690
GONZALEZ, Justo L. Historia del pensamiento cristiano: Desde San Agustín hasta la
Reforma Protestante. Miami (Florida – EEUU): Caribe, tomo 2, pp. 352
JEDIN, Hubert. Manual de Historia de la Iglesia. Barcelona: Herder. Tomo III, 1968, pp.
760
JOHNSON, Paul. La historia del cristianismo. Barcelona: B.S.A. 2010, pp. 742
16
ANEXO I
Los que todavía participan de los ázimos están bajo la sombra de la ley y comen
el festín de los judíos, no el alimento espiritual y vivo de Dios./ /¿Cómo entrareis en
comunión con Cristo, el Dios vivo, comiendo la masa ázima muerta de la sombra de la
ley y no el fermento de la nueva alianza / /?¿Y quién os ha enseñado a romper el
matrimonio de los sacerdotes/ /? Así pues, hermanos míos, haced un examen serio sobre
estas cuestiones y ved si no es de esa fuente /el judaísmo/ de donde os han venido esas
cuatro pestes que acabo de enumerar y de reducir a la nada, a saber, los ázimos, los ayunos
del sábado, el celibato de los sacerdotes y la oblación de los días de ayuno.
En M Jugie Le schisme byzantin Paris 1941 p. 201 (citado en COMBY, Jean. Para
leer la historia de la Iglesia. p. 138)
17
ANEXO II
18