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29-Mayo-2009 | RAFAEL A.

TORRECH SAN INOCENCIO

HISTORIADOR

Se persiguen solos
Según Sigmund Freud, la gente se persigue sola de acuerdo al bien o al mal queridos.
[Según el bien o mal querido Sigmund Freud, la gente se persigue sola.] Perseguirse sólo
es delatar nerviosamente lo que más se pretende esconder; el apresurado y ansioso
mecanismo defensivo de relevar en la respuesta antónima la verdadera realidad que se
quiere ocultar.

En esta mágica irrealidad puertorriqueña del “preventive strike” y del “friendly fire”, en
donde la terminante ambivalencia compite con la sobrerreacción antes del hecho,
definitivamente hay mucha gente que se persigue sola.

Nuestro Gobierno se persigue solo cuando reclama austeridad, frugalidad y sacrificio


mientras permite y aviva el descarado enriquecimiento de sus acreedores políticos.

Se persigue solo el comisionado residente, cuando anuncia la definitiva definición del


status, mientras le inyecta directo a la vena del país su droga favorita: la estática cortina
de humo del indecidible status. Ya se alinean a pedir turno en el debate los insepultos
cartuchos quemados de la inconsecuente retórica circular.

Se persiguen solos los jefes de agencias que enfrentan recortes draconianos, cuando dicen
que sí, que pueden bregar, aun sabiendo que no hay quien pueda, por no perder sus
flamantes y privilegiados puestos.

Se persiguen solos los líderes religiosos que denuncian los pecados veniales ajenos,
mientras santiguan los estilos de vida amorales de sus partidarios.

Se persiguen solos las minorías políticas, que denuncian los excesos y arbitrariedades
fiscales que engendraron sus propios gobiernos. O que desde sus atalayas reclaman
aperturas y derechos que no les permiten a sus correligionarios.

Se persiguen solos los remanufacturados cabecillas que postulan anacrónicos y


polarizados discursos neoestalinistas a nombre de comunidades que no comparten sus
creencias, sus métodos ni sus prioridades.
Se persiguen solos los artistas, locutores y académicos que exaltan su vehemente
nacionalismo en un raro dialecto mediático de marcado acento foráneo.

Se persiguen solas las uniones magisteriales y universitarias que se lanzan como cruzados
a salvar la calidad educativa, siempre y cuando ganen más y trabajen menos.

Se persiguen solos los ministros a cargo de la benemérita justicia que se niegan a rendir
cuentas ante la institución constitucionalmente responsable de los recursos que se les
asignan.

Se persiguen solos los intelectuales que, a nombre del más puro método científico,
proclaman como absolutas sus muy privativas y subjetivas verdades.

En fin, se persiguen solos los que a nombre de la democracia atropellan los derechos
ajenos; los que se cantan radicales y actúan como fósiles reaccionarios; los que a nombre
de la nación viven de la colonia; los que por ser americanos dejan de ser ellos mismos; y
los que se aclaman como defensores del pueblo y son meros resortes de la mano invisible
del lucro y de la más severa intolerancia ideológica.

Son tiempos de cantinfladas: sí, no y todo lo contrario. Es el “idiot wind” de Bob Dylan,
que cruza etéreo e impune desde las letrinas hasta los palacios.

Si en Puerto Rico sólo podemos lograr un único consenso, que sea un compromiso
patriótico de decir lo que es, no lo que nos convenga oírnos decir. En la calle, en la
música, en los salones de clase y en los foros más veraces del pueblo, las fisuras del
discurso suprimido se manifiestan: el pueblo quiere oír la verdad, clara y sin atavíos
retóricos.

Mientras tanto, donde quiera que esté, Freud se debe estar riendo de todos nosotros.

Perspectiva

Se persiguen solos

RAFAEL A. TORRECH SAN INOCENCIO, HISTORIADOR

Según Sigmund Freud, la gente se persigue sola de acuerdo al bien o al mal queridos.

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