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INSTITUTO TECNOLÓGICO SUPERIOR DE CHAMPOTÓN

CARRERA: INGENIERÍA LOGÍSTICA.

MATERIA: Geografía de transporte.

Alumno: Matrícula:

Angel Ramón Silva Naal 161080131

MAESTRA: Cintia Hernández Crisóstomo

TRABAJO: Resumen geografía regional.


Resumen Geografía Regional.

No mucho tiempo atrás se ha hablado mucho del ámbito anglosajón y francófono,


del renacer de la geografía regional. Tras varias décadas de descrédito,
postergación y abandono relativo, la producción de geografías universales y los
estudios monográficos de países, regiones y lugares y demás específicos han
experimentado un significativo crecimiento en varios aspectos.

Siempre se ha reclamado una geografía regional reconstruida. y formulado una


nueva o, mejor unas nuevas geografías regionales, mientras que en otros casos se
han alentado la relectura y revisión de la obra de los maestros de la geografía
regional clásica y la oportunidad de recuperar algunas de sus señas distintivas.

Historiadores, economistas, politólogos, juristas, antropólogos, sociólogos, filósofos,


etc. aparte de los geógrafos, escriben y debaten en extenso hoy día sobre el valor
de la diversidad o sobre la renovada importancia de lo local y lo regional o, en
sentido más amplio, del territorio-en plena era de la globalización.

El papel de otros actores económicos o territoriales, como las empresas


multinacionales, las organizaciones, entre otros.

Se han multiplicado los estilos regionales de hacer política económica, y geógrafos


y economistas vienen señalando la reemergencia de las economías regionales
como uno de los elementos clave de la nueva estructura espacial de los países más
desarrollados. Ese nuevo regionalismo de carácter económico o funcional y, sobre
todo, esas nuevas lógicas de organización económica, reflejan y se traducen,
asimismo, en configuraciones, conceptos e incluso metáforas territoriales
novedosos que enriquecen el lenguaje del análisis geográfico regional. Pero en el
renacer de los estudios regionales no son menos relevantes los estímulos de tipo
político o ideológico.

En la Europa occidental, la mayoría de los estados ha experimentado en los últimos


dos decenios procesos de descentralización política o administrativa, bien es cierto
que en grados muy diferentes (Loughlin, 2001).
El fortalecimiento de la integración continental no ha sido en modo alguno ajeno a
esta dinámica, sino todo lo contrario, pues las instancias centrales de la Unión
Europea, muy especialmente la Comisión Europea, han estimulado la
regionalización de los países miembros, al tiempo que ellas mismas han
regionalizado progresivamente buena parte de sus políticas y se ha dado cabida en
sus órganos de las instituciones locales y regionales. La geógrafa regional ha
aparecido ante muchos, ya nostálgicos, va renovadores, como el lugar adecuado
de encuentro entre la geografía física y la humana, la alternativa al estallido de la
disciplina en múltiples ramas de carácter especializado, con objetivos dispares, o
peor aún, sin un objetivo común definido.

Esta tradición, que ha recibido diversas denominaciones a lo largo de la historia,


adquiere desde finales del siglo XIX, coincidiendo con la institucionalización
académica de la geografía, el calificativo de regional, y llega escuelas nacionales,
como la orientación dominante de la disciplina. a la que otorgaba un objeto
específico (la región), un programa de trabajo (la identificación y descripción
explicativa de regiones) y unos principios metodológicos (coronados por el afán
sintético e integrador) capaces de garantizar, para muchos, la unidad entre las
ramas física y humana de la geografía.

Ya se ha aludido a la antigüedad de la tradición regional, que nace con los primeros


esfuerzos de representación geográfica de la Tierra, articulados, en el caso de
Occidente, por la Grecia y la Roma clásicas. Las descripciones de los pueblos y
lugares del mundo conocido efectuadas en aquella época, en las que fácilmente
puede identificarse el germen de dicha tradición, formaban parte (igual que lo
formaban otras tradiciones, como la cartográfica) de lo que en la cultura greco-latina
antigua se denominaba geografía.

La expresión geografía regional no apareció de hecho hasta el último decenio del


siglo XIX en el marco del proceso de institucionalización universitaria de la geografía
en algunos Estados europeas (particularmente en Alemania, Francia y el Reino
Unido).
El apogeo de la geografía regional llegaría, como es sabido, en ese mismo tercio y
se prolongaría hasta mediados del siglo xx en las escuelas» nacionales de más
proyección internacional (incluyendo, junto a las ya señaladas, los Estados Unidos)
y durante algunos decenios más en numerosos países, influidos, en más o menos
medida, por algunas de esas escuelas. Sin perjuicio de la existencia de otras formas
coetáneas de entender la disciplina, la geografía regional llegaría a considerarse en
aquel momento la quintaesencia y la coronación de la misma, al amparo de la
opinión y el influjo decisivo de algunos de sus principales teóricos y maestros (como
Paul Vidal de la Blache en Francia, Andrew Herbertson en Inglaterra, Alfred Hettner
en Alemania o Richard Hartshorne en los Estados Unidos).

Un planteamiento eminentemente cronológico e ideográfico de la disciplina, aunque


en modo alguno incompatible con el concurso de la geografía general,
imprescindible como antesala del estudio regional. Considerada de esta forma, no
extraña el que algunos autores hayan bautizado a esta etapa como la de «la
geografía regionalista», «en cuanto que la región geografía y el llamado método
regional como el procedimiento propio de la geografía para el estudio de la
superficie terrestre».

Por otra parte, en la formulación dominante en los primeros decenios del siglo
pasado, impregnada todavía de un marcado ambientalismo, la región geográfica se
identificaba, sobre todo, con la región natural (que no física sensu stricto), concebida
como resultado de la interrelación secular entre la naturaleza y la sociedad y
reconocible sustancialmente por la homogeneidad de sus rasgos, perceptibles a la
vista. Más aún, para muchos autores de este periodo, la región llegará a entenderse
como el área de extensión de un precisará Max Sorre, «el dominio de un paisaje o
la combinación definida de paisajes, y el paisaje como la fisonomía o expresión
visible y sintética de esa relación histórica sociedad-medio explicativa de la
individualidad regional.

Si desde el punto de vista político y social los estudios regionales en general


encontraron un estímulo importante en determinados procesos y debates cruciales
en la época (como los coloniales, los de construcción nacional o los vinculados al
regionalismo político y la cuestión de la organización territorial del Estado), desde el
punto de didáctico o propedéutico el «protocolo» de las monografías perseguía,
entre otros objetivos, garantizar el aprendizaje del joven geógrafo en las diferentes
ramas generales de la disciplina y, al mismo tiempo, ejercitar su capacidad para
relacionar-mediante la síntesis- fenómenos muy dispares, tanto naturales como
histórico-culturales. De ahí que se considerara a la geografía regional la mejor vía
de garantizar la integración entre la geografía fisica y la humana y, por ende, de
preservar la unidad de la disciplina, unidad amenazada progresivamente, conforme
declinaban las concepciones ambientalistas y el crecimiento de la comunidad
geográfica estimulaba la diversificación y la especialización interna.

A partir del decenio de 1940, los planteamientos regionales de la geografía clásica,


así como la hegemonía de las concepciones cronológicas de la disciplina, iniciaron,
en los ámbitos nacionales de mayor proyección internacional, una etapa de
agotamiento, puesta en cuestión y crisis que se ampliaría posteriormente a otros
contextos (en algunos casos con dos decenios de retraso) y se prolongaría, a
grandes rasgos, hasta finales del decenio de 1970. Los factores que propiciaro este
declive son muy diversos y apenas hay lugar aquí para enumerarlos.

Factores y argumentaciones a los que cabe sumar, una vez más, los de carácter
«externo>>, esto es, los aparejados a las transformaciones económicas, sociales y
tecnológicas operadas o intensificadas a partir de la Segunda Guerra Mundial:
procesos como la despoblación rural, el crecimiento urbano o la nueva revolución
de los transportes y comunicaciones vinculada a la difusión del automóvil y la
aeronáutica aceleraron la crisis y desaparición de las formas de organización
regionales características de las sociedades tradicionales (en especial la noción de
región natural, homogénea, autosuficiente, de dimensión local), que tan bien había
recreado la geografía regional clásica, y articularon otras nuevas (como, encular,
las vinculadas al proceso urbanizador) frente a las cuales se requería también una
metodología renovada. En tal sentido afirmaba Kimble que la obsoleta la idea de
regiones autónomas funcionalmente y claramente delimitadas, y Charles Wrigley
(1965) que «el modelo clásico de la geografía regional era una víctima de la
Revolución industrial tanto como el campesino, la sociedad rural, el caballo y la
comunidad aldeana. El propio orden geopolítico internacional instaurado tras la
Segunda Guerra Mundial y coronado por la guerra fría pudo contribuir, asimismo, al
declive de las visiones regionales anteriores, en la medida en que, como bien ha
sugerido la geografía de los bloques, que había venido a sustituir a la de las grandes
potencias, anulaba las regiones, borraba las escalas intermedias y restaba
autonomía a los funcionamientos territoriales singulares.

El cuestionamiento de la geografía regional clásica suscitó diferentes respuestas:


en algunos ámbitos y sectores, la visión corológica de la disciplina y de sus modelos
descriptivos, considerados esencialmente válidos, se mantuvieron con apenas
modificaciones; en numerosos casos, en cambio, se propugnaron soluciones
reformistas» que, defendiendo la continuidad del género como objeto principal de la
disciplina, introdujeron modificaciones y elementos de innovación sustanciales;
mientras que en otros, empezando por los adalides de la geografía analítica, se
romperá abiertamente con los patrones clásicos para abrazaruna vía revolucionaria.

Finalmente, desde las posiciones más pretendidamente revolucionarias, como las


representadas por las corrientes analiticas, no faltaron tampoco los intentos de
plantear alternativas propias a la geografía regional clásica. Su punto
epistemológico de partida resulta, en todo caso, diametralmente opuesto, por
cuanto, para los partidarios de este tipo de enfoques, la región no sólo sc concibe
como una herramienta de clasificación de la información geográfica (dependiente,
por tanto, de los objetivos del investigador), sino, sobre todo, como un área en la
que examinar la combinación particular de las regularidades y leyes generales que
rigen la organización del espacio, objetivo prioritario que debía perseguir la
disciplina.

Ya se ha apuntado cómo desde mediados de los años ochenta la geografía regional


clásica, y más ampliamente, la tradición geográfica moderna, ha sido objeto de
notables y sustanciosas relecturas recientes en diferentes países y contextos. La
celebración de centenarios u otras efemérides significativas en relación con la
configuración de las distintas escuelas nacionales ha dado pie a congresos y
estudios biográficos o de conjunto, a trabajos de historiografía comparada, a
antologías y reediciones de autores y obras emblemáticas, o incluso a la formación
de archivos o centros de documentación de naturaleza institucional y personal, que
además de mejorar sensiblemente el conocimiento de estas etapas y recuperarla
memoria de un género relativamente olvidado en en los últimas decenios, han
redescubierto el valor de algunas de sus señas y reivindicado la oportunidad para
algunos necesidad de resucitarlas.

Las llamadas recientes a la revitalización de la geografía regional han recordado la


calidad estética, el talante artístico, la sensibilidad literaria o la voluntad. Ha
recordado, asimismo, que las bases de la geografía moderna proceden en gran
medida de la concepción romántica del conocimiento científico, que integraba
plenamente las facultades racionales y las pasionales, la objetividad y la
subjetividad, o como defendía Hunboldt la ciencia y la poesía. Han recomendado al
geógrafo que esté atento a otras modalidades culturales de representación del
mundo de los lugares, los paisajes y la naturaleza como muy especialmente, la
literatura y el arte.

La mirada hacia lo mejor de la tradición geográfica regional, o hacia la tradición


geográfica moderna en general, ha destacado también, por último, la riqueza y
actualidad de algunos de sus valores formativos, educativos y éticos. Uno de los
principales es, sin duda, el valor cívico, humanista, que pueden aportar la lectura y
la enseñanza de geografía regional al conjunto de la sociedad. El conocimiento de
los diferentes territorios y sociedades del planeta, desde los propios a los más
alejados y exóticos, o lo que es lo mismo, el aprendizaje y la enseñanza de la
diversidad regional de la Tierra, no sólo pueden y deben excitar o satisfacer las
curiosidades geográficas de la sociedad, así como incrementar la cultura y las
destrezas memorísticas de los alumnos, en el sentido más puramente
enciclopédico. Pueden y deben servir también para inculcar y fomentar, como ya
defendieran hace más de unos autores como Elisée Reclus, Piotr Kropotkin y Paul
Vidal de la Blache, actitudes de comprensión, respeto y tolerancia hacia los grupos,
culturas y sociedades distintas de la propia.
Una potencialidad o desideratum que han subravado en adscripciones ideológicas
dispares, autores como Dov Nir quien ha escrito párrafos apasionados sobre la
contribución que puede ofrecer la geografia regional del mundo a una educación
liberal. Y siglo tiempos mucho más cercanos, desde plena vigencia y oportunidad
volveremos sobre ello en el último apartado de que conserva este capítulo-en el
contexto más reciente y actual, ante determinadas novedades y tensiones
geopolíticas y culturales vinculadas a los procesos de mundialización.

Claro está que los temas en que se centren las descripciones de países y de lugares
son una cuestión irrelevante Stoddart, por ejemplo, ha abogado por que la
recuperación del espíritu de la geografía regional clásica se haga desde una
posición éticamente preocupada y comprometida con los grandes problemas
actuales de la supervivencia humana.

Evolución reciente: las nuevas geografías regionales

Uso de concepciones prioritariamente sociales de los hechos regionales. En las


nuevas corrientes, los elementos que definen la especificidad regional consisten,
sobre todo, en relaciones sociales mediadas, a la vez que influidas, par el espacio
particular en el que se desenvuelven. Las regiones se entienden, así, como
estructuras y como procesos que se articulan -que se construyen, en la expresión
preferida por un número creciente de autores-socialmente, a través de unas
instituciones, unos modos de producción, etc. En palabras del Finlandés Anssi
Paasi, uno de los máximos exponentes a nivel internacional de la renovación de la
geografía regional, frente a la tendencia tradicional a conceptualizar fenómenos y
procesos que ocurren dentro y entre las regiones, los geógrafos deberían esforzarse
también en teorizar sobre las regiones como parte de esos procesos».

Las investigaciones de la nueva geografía regional suelen partir, en este sentido, de


un capitulo o capítulos de contenido esencialmente teórico-metodológico para pasar
después al correspondiente estudio empírico o de caso.

En relación con este último aspecto. La atención prestada a las relaciones entre los
procesos de distinta escala. Se aspira a hilvanar teorías que permitan la
interpretación de lo especifico y particular de cada región en el marco de
mecanismos de escala más amplia (en especial, estatales e internacionales), así
como a profundizar en las relaciones entre las estructuras (institucionales) y las
acciones (individuales), aunque evitando, en ambos casos, lecturas
unidireccionales. El estudio de la singularidad regional cobra, pues, como ha
advertido recientemente Noel Castre, un sentido bastante distinto del que tenía en
el planteamiento cronológico clásico.

2.1. La perspectiva de la economía política

Los estudios regionales de inspiración económico-política conforman una de las


tendencias principales de la nueva geografía regional. Se desarrollan
fundamentalmente en los países anglosajones, bajo el impulso de autores de
reconocidos. Se centran en las cuestiones relacionadas con el desarrollo económico
y, de modo más concreto, con el llamado desarrollo desigual; aportan una
perspectiva regional preocupada por las desigualdades y desequilibrios socio-
económicos y espaciales asociados al sistema capitalista parten, en gran medida,
de la llamada nueva economía política» o economía política radical, que critica los
postulados de las teorías neoclásicas del desarrollo (y en general de las llamadas
teorías de la convergencia) y su tendencia a obviar o minimizar el peso de las
dimensiones espaciales. También reaccionan frente la «espacialidad» manifiesta de
buena parte de las teorías marxistas tradicionales, de cuño estructuralista: uno de
los primeros manifiestos de esta corriente.

Otra modalidad significativa de la geografía regional de inspiración económico-


política es el llamado «análisis del sistema-mundo» (world-system analysis), que
tiene su núcleo teórico de partida en los trabajos del sociólogo estadounidense
Inmanuel Wallerstein y del equipo dirigido por él en el Fernand Braudel. Han sido
sus principales adalides dentro de la geografía, sin que falten importantes obras
colectivas en la misma línea (Douglas, Huggett y Robinson, 1996; Johnston, Taylor
y Watts, 2002). Por lo demás, conviene recordar que las teorías de Wallerstein
pretenden establecer un marco interdisciplinario y han tenido una enorme difusión
en determinadas ciencias sociales, como la historia, la economía y la sociología.
Las revistas Review (fundada en 1977) y Journal of World Systems Research (en
1995), constituyen dos de sus principales vehículos de difusión.

Convergen en este enfoque dos corrientes distintas: las de cuño fenomenológico,


centradas en las dimensiones subjetivas del espacio, en el estudio del espacio
desde la vivencia y la percepción del individuo (esto es, en el lugar o la región vivida,
en la terminología preferida por estas corrientes); y las preocupaciones de
determinados geógrafos políticos por la dimensión ideológica de determinadas
prácticas y representaciones espaciales. Su eclosión tiene que ver también con la
difusión en nuestra disciplina de determinados planteamientos postestructuralistas
y pastmodernos, como los inspirados por la obra de Michel Foucault, con su
sensibilidad por la naturaleza socialmente construida de los discursos y categorías
espaciales y por las relaciones entre el saber y el poder. Se asocia, asimismo, en
buena parte. al notable resurgir de la geografía política desde finales del decenio de
1970. y encuentra otro estímulo decisivo en el contexto europeo reciente, con el
avance y multiplicación que han tenido, en muchas partes del subcontinente, los
movimientos políticos de signo nacionalista o regionalista.

El repertorio de autores y de trabajos vinculados a esta perspectiva de la nueva


geografía regional, en especial en el contexto anglosajón, ya es muy amplio cuentan
con obras colectivas.

Y. finalmente, han recalcado y estudiado la influencia que tienen los límites y


divisiones territoriales en la organización espacial de la sociedad: sin duda las
regiones son resultado, en parte, de determinadas diferencias espaciales y sociales;
pero también las regiones mismas, una vez institucionalizadas, pueden producir
nuevas diferencias, o ensanchar las preexistentes el trabajo pionero de Alexander
Murphy sobre la génesis y las consecuencias geográficas de la división política de
Bélgica en tres unidades de acuerdo con las líneas de separación lingüística (dos
monolingües, Flandes y Valonin; más la demarcación metropolitana y bilingüe de
Bruselas) resulta ejemplar en ese sentido: la institucionalización política de esas
modificando solo el modelo y las maneras de percibir el estado belga, sino la
organización espacial de numerosos hechos sociales, culturales, políticos y
económicos: Regiones ha acaba las regiones concluye Murphy- son el producto del
regionalismo y al mismo tiempo la creación de regiones sire para fomentar el
regionalismo. El regionalismo es el proceso por el cual las regiones son creadas,
así como el resultado de su creación.

En ese contexto, los valores educativos de la geografía regional en particular,


encuentran un reto y una justificación particularmente relevantes. Como producto
institucional, la enseñanza pública de la geografía ha sido, ciertamente desde el
siglo XIX, vehículo para la socialización de las ideologías territoriales dominantes,
objetivo del que tampoco se ha separado hoy día en la mayoría de los países
occidentales, durante el siglo XIX y buena parte del xx esta enseñanza sirvió sobre
todo para fortalecer los vínculos emocionales y políticos del ciudadano con el Estado
propio (contribuyendo a dotar de contenido nacional a esos Estados), proporcionarle
información sobre los recursos reales o potenciales del país. o incluso legitimar, en
ciertos momentos, situaciones geopolíticas internacionales claramente desiguales,
como el orden colonial. Y tanto en como en muchos otros ajenos a la cultura
occidental, la educación geográfica representa, todavía hoy, un instrumento
esencial en la formación de identidades sociales y territoriales, en especial a escala
local regional y nacional, un objetivo que justifica en buena parte su inserción y
continuidad en los sistemas educativos nacionales.

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