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LA VIOLENCIA EN LA IDEOLOGIA.

LA HISTORIA DE LA PULSION DE
AGRESION Y MUERTE ANTES DE 1920

“La agresión es la mejor defensa, creo yo…”


Freud a Jung. 7-IV-1907.

A Freud se le conoce como el creador de la teoría pulsional, que supone la existencia de

fuerzas motivadoras, inconscientes que rigen nuestros actos, pensamientos y fantasías.

Freud en un inicio describió la pulsión o instinto de vida, y concretamente en 1920 en

su inmortal obra Más Allá del Principio de Placer propuso la existencia de la pulsión o

instinto de muerte cuando es autodirigida y pulsión agresiva para especificar su

expresión hacia el exterior. A pesar de que la mayoría pensamos que estas

construcciones eran producto de la investigación solitaria de la mente investigadora y

creadora de Freud, no fue exactamente así. Antes de 1920 dos personajes, W. Stekel y

A. Adler propusieron la existencia tanto una pulsión de muerte (Stekel) como una

pulsión agresiva (Adler). Sin embargo, en sus iniciales contribuciones no sólo padcieron

de la crítica y en más de un sentido el rechazo, sino de un instantáneo olvido acerca de

dichas contribuciones de parte de Freud y la generación de analistas seguidores de éste.

Este fenómeno no puede pasar de lado para el estudioso del psicoanálisis y los

fenómenos grupales. Me parece que aspectos asociados a ideologías a partir de

imitaciones e identificaciones del grupo original ante la persona y poder de Freud, sin

dejar de lado la compleja personalidad del fundador del psicoanálisis rechazaron, con

razones intelectualmente procesadas o sencillamente por adherencia al flujo grupal las

ideas de quienes propusieron antes que el maestro vienés la existencia, sentido y

función de dichas pulsiones. Esta contribución buscará acercarse a aquellos años del

nacimiento de la teoría psicoanalítica. En ningún sentido pretende desvirtuar a nadie. Lo

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que a continuación veremos serán los avatares de personas quienes en su afán de

descubrir los escondrijos del alma humana padecieron choques ideológicos donde creo

la figura de Freud, como la de aquellos que propusieron dichas pulsiones se vieron

invadidas por las distintas presiones individuales y grupales en la temprana época y

nacimiento del psicoanálisis. Al mismo tiempo esta contribución pretende rescatar de la

historia inicial del movimiento psicoanalítico las primeras propuestas que, en un afán de

enriquecer la teoría pulsional, sufrieron las consecuencias.

W. STEKEL Y LA PULSION DE MUERTE. LA HISTORIA NO CONTADA

El 24 de abril de 1907, Wilhelm Stekel (1868-1940) presenta en las reuniones de los

miércoles su conferencia “Psicología y Patología de la Neurosis de Angustia”, donde

propone luego de una gran investigación psicoanalítica con sus pacientes la existencia

de una pulsión independiente de la libido o pulsión de vida desarrollada por Freud y sus

seguidores. Stekel se refiere a ella bajo el singular y mítico nombre de Thanatos (del

griego Θάνατος nombre del dios de la muerte suave o sin violencia, gemelo de Hipnos,

dios del sueño por cierto) o la pulsión de muerte. Sostuvo en dicha conferencia que en la

neurosis de angustia el conflicto psíquico básicamente se centra entre la excitación

sexual y el rechazo de la sexualidad. Stekel añade seguro de sí mismo: la pulsión sexual

siempre se acompaña de dos pulsiones: de vida y de muerte1.

Aunque el trabajo fue interesante, causó un evidente, aunque discreto rechazo. Veamos

la reseña de O. Rank quien entonces era secretario en las reuniones de los miércoles: el

1 Años después, en 1922, el mismo Stekel puntualiza: “El instinto de vivir va acompañado del instinto de
muerte. Sólo la unión de estos dos instintos forma la unidad psíquica de la vida”. (p. 20-21) Y al referirse
a Más Allá del Principio de Placer sostiene que Freud: “llega al punto de vista que yo expuse en 1908 en
la primera edición de mi obra Estados nerviosos de angustia”, explicando que el instinto de muerte se
origina por represión y amenaza al instinto sexual. En el prologo a la edición de 1924 escribe una nota a
pie de página: “Freud se vio obligado, finalmente, a reconocer la existencia de un instinto de muerte. Es
verdad que tardó mucho en hacerlo.” (p. 36).

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primero en alzar la voz fue Paul Federn, quien sostuvo que dicha pulsión de muerte no

tiene nada de primario (a diferencia de la de vida). Así, en vez de atribuirle valor a tal

pulsión, habría que regresar a Freud y conservar su postura inicial acerca de la única

existencia de pulsiones de vida y autoconservación. Sentencia para afirmarse dentro de

la teoría clásica y adherencia al creador del psicoanálisis: el mecanismo consiste en una

retirada de libido de los objetos. E. Hitschmann por su parte opina: “Stekel sólo sembró

confusión total”, no comprendiendo en absoluto tal propuesta acerca de esta misteriosa

pulsión de muerte, a lo que W. Stekel (asustado e incómodo seguramente) replica en un

tibio intento de conciliar el momento (incluso como veremos, casi al grado de

desacreditarse a sí mismo), y en cierto sentido, posicionar su idea o descubrimiento sin

agitar a su auditorio: “Es probable que las objeciones que ha encontrado la ‘pulsión de

muerte’ se deban, simplemente, a la desafortunada elección del término: el concepto en

sí no carece de valor”. Esto no relajó el clima de rechazo. Fritz Wittels, quien fuera

analizado del propio Stekel y posiblemente debido a ello apoya su idea, sosteniendo que

“es una verdad tan antigua como el mundo”, el que la pulsión de muerte acompañe al

amor. Continuó casi al final, como era generalmente su costumbre el anfitrión (pues las

reuniones eran en su casa) Sigmund Freud, siendo ciertamente certero y coherente

consigo mismo: La angustia neurótica surge cuando se ve amenazada la pulsión sexual,

y la angustia común es entonces resultado de una amenaza a la pulsión de vida. Por lo

tanto, en pocas palabras es insostenible afirmar que toda angustia es temor a la muerte.

Luego de tal afirmación y explicación teórica, no le quedó más a Rudolf Reitler, el así

conocido como el primer psicoanalista entrenado, quien concluye la discusión, de nueva

cuenta en total adherencia a Freud y los asistentes expresando: “el temor a la muerte

(…) deriva de la pulsión de vida”. La reunión entonces cerró y el tema al parecer en

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estas reuniones jamás fue vuelto a tocar. Prácticamente todos estaban ciertos al salir de

casa de Freud que la idea de W. Stekel de una pulsión de muerte era poco más que un

desatino. Así, durante años completos esta posición se sostuvo, haciendo añicos la

atrevida y aparentemente descaminada hipótesis de W. Stekel. Como sabemos, en 1920,

después de leer el texto de Freud, Más Allá del Principio de Placer, las cosas fueron

distintas.

ENSAYO HISTORICO

Wilhelm Stekel discípulo de Krafft-Ebbing fue un analista brillante, incluso innovador.

Conocido también por proponer la idea de la parafilia en vez de la perversión, desde

antes de presentar su ideas, Wilhelm Stekel era rechazado de diversas formas. Le

escribe Jung a Freud (11-VIII-1908) para hacer un comentario-crítica sobre las

afirmaciones teóricas de este autor: “La teoría, en el libro de Stekel, parece estar

‘prendida con alfileres’…”

Sabemos a partir de diferentes documentos histórico-biográficos que W. Stekel fue un

hombre difícil, sufrido y en muchos sentidos incomprendido, y como veremos, incluso

al propio Freud le costaba mucho tolerarle, al grado de perder la discreción acerca de su

animadversión. Por ejemplo, en una ocasión, necesitando E. Jones la dirección de

Stekel, la solicita vía correo a Freud para que éste le envíe la información. La carta es

enviada por Freud a Jones, sin embargo, “se le olvida” y omite incluir la dirección, a lo

que Jones, ya con conocimiento de los pareceres del fundador del psicoanálisis sobre

Stekel le interpreta ligeramente a su corresponsal vienés que entendía perfectamente la

naturaleza de dicha omisión.2

2 Jones a Freud, 26-IX-1908 y 8-XI-1908.

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Hubo, a pesar de todo, buenos tiempos. Freud no sólo lo analizó3, sino que llegó a

promover algunas de sus ideas y en secreto confirmaba los simbolismos de los sueños

propuestos por Stekel. Escribió: “posee el mejor olfato de todos con respecto a la

significación del inconsciente (…) Muchas veces lo he refutado en cuanto a

interpretaciones y luego me he dado cuenta de que tenía razón” (Freud a Jung 11-

XI-1909) afirmando que había que aprender mucho de él, ya que tenía una pasión

particular por el psicoanálisis. De hecho, fue precisamente Stekel quien propuso la

formación del grupo de los miércoles.

Luego de la primera diferencia en 1907 debido a la idea de la pulsión de muerte, la

reconciliación se dio a mediados de 1911. Freud le escribe al pastor Oskar Pfister:

“(Stekel es) ineducable, pero en el fondo bondadoso y ha hecho muchos méritos en el

psicoanálisis” (Caparrós, 1997). La simpatía y tolerancia hacia Stekel empezaba a

acrecentarse, así como la posición del mismo Stekel hacia Freud y el grupo original

parecía ir en aumento. Freud le comenta a C. G. Jung (27-III-1911): “Stekel ha tornado

a aproximarse a nosotros y quiero tratarle mas amistosamente. En primer lugar, porque

en conjunto es buena persona y siente apego por mí, en segundo porque he de soportarle

como una vieja cocinera que lleva ya mucho tiempo en casa y sobre todo, en tercer

lugar, porque no se pueden sospechar las cosas que descubre y desfigura si se le

rechaza. Es irremediablemente ineducable, un espanto para todo buen gusto, un

auténtico hijo del inconsciente (…), sin embargo, tiene razón en sus afirmaciones acerca

del inconsciente con respecto al cual está en mejor posición que nosotros”. (Op.Cit. pag.

278.)

3 Sabemos que W. Stekel tuvo un breve (y al parecer durante un tiempo exitoso) análisis con Freud debido
a que éste padecía impotencia psíquica y masturbación compulsiva. Nuevamente no podemos hacer de
lado uno de los más poderosos problemas de Freud: su indiscreción (E. Jones a Max Schur: 6-X-1955, en
Gay, 1989).

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Freud lo aceptó con reservas y con un mensaje claro de observación y control. En abril

de 1911 le solicita que haga una crítica al libro de Jung sobre los sueños, pero le exige a

Stekel que de haber algo que no le parezca, omita expresarlo. Poco después Freud le

escribe a Jung (14-III-1911) “El nuevo libro de Stekel es, como siempre, rico en

contenido, -el cerdo encuentra las trufas-, pero por lo demás, una porquería.” (Caparrós,

1997) A principios de 1912 las cosas volvieron a tornarse difíciles. Le confía Freud en

una carta a Sándor Ferenczi (16-V-1912): “Stekel se muestra negligente con sus visitas,

evidentemente no se encuentra bien y dado que mantiene relaciones con Adler el hecho

no me sorprende. Así se mezclan el bueno y el malo” (Op.Cit.). Las fricciones llegaron

al punto de que entre el 21 y 22 de octubre del mismo año Freud le pide a Stekel que no

publique un artículo de técnica mientras no aclare su relación. Una semana después le

exige hablar acerca de sus diferencias. Como observamos por más de un motivo la

relación de Freud y Stekel se fue lastimando: Freud a Ferenczi (17-X-1912): “Stekel es

un cerdo y no para de inventar nuevas intrigas, rivalidades y ofensas” (ídem, p. 113).

Cuando Stekel, incapaz de sostenerse y darse un lugar dentro del grupo de Viena,

dimite, quedando prácticamente el grupo de ortodoxos (Bos, 2003), Ferenczi le escribe

seguramente contento a Freud (30-X-1912): “Le doy mi más sincera enhorabuena por la

enérgica expulsión de Stekel. Una tropa reducida, pero mas fieles, será mucho más

productiva que un gran séquito de idiotas y egoístas desconsiderados”.

LA PULSION AGRESIVA, ALFRED ADLER. LA HISTORIA NO CONTADA.

Freud concibió la existencia de dos categorías de instintos, sexuales y de

autoconservación (instintos del yo), y observaba a la agresión como el componente

sádico del instinto sexual, nunca en ese tiempo como algo independiente. En verdad, a

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lo largo del desarrollo de las pulsiones a Freud le fue difícil integrar la pulsión agresiva

incluso, su dificultad lo llevó en 1909 a pensar que tanto el instinto sexual como el de

auto conservación tenían la capacidad o posibilidad de volverse agresivos esto en el

intento de dominar los estímulos provenientes del mundo externo (Freud, 1920, 1924;

Edgcumbe, 1975).

Alfred Adler, miembro del grupo de los miércoles de 1902 a 1911, y primer presidente

de la Asociación Psicoanalítica de Viena propuso entre otras cosas una contribución que

le causaría una animadversión que en conjunto con otras aportaciones duraría el resto de

su vida e incluso después de su muerte. Adler presentó su teoría de la pulsión agresiva

en el congreso de Salzburgo el 27 de abril de 1908, y se discutió posteriormente en la

reunión del grupo de los miércoles el 3 de junio4 no siendo nada bien recibida: En la

minuta de dicho evento E. Hitschmann sostuvo que tal novedad no modifica en nada lo

dicho por Freud. Hollerung siguió: la pulsión agresiva es tan solo un pleonasmo. Y, en

pocas palabras desacredita a Adler: Más que organizar a la agresión como una pulsión,

debería hablar de reacción agresiva. Siguió W. Stekel también con firmeza, antagónico

como sus colegas: la propuesta de Adler no aporta nada y su pulsión agresiva no puede

ser probada. Siguió Freud estando “de acuerdo” con casi todas las ideas, salvo una

pequeña, pero contundente corrección: “lo que Adler denomina pulsión agresiva es

nuestra libido” (p. 408). Explicando que, al perseguir la satisfacción de una necesidad,

la pulsión persigue entonces el placer y por lo tanto es regida por la libido, por lo tanto,

la agresión es libido insatisfecha.

4 E. Federn y H. Nunberg transcriben el resumen de la obra de Adler El Sadismo en la Vida y en la


Neurosis realizado por K. Abraham: “El sadismo se basa en el ‘entrecruzamiento’ de la pulsión agresiva y
la pulsión sexual. La pulsión agresiva (como todas las demás pulsiones) puede ingresar a la conciencia en
forma pura y sublimada, o transformarse en su contrario a consecuencia del efecto inhibitorio de otra
pulsión, o puede volverse contra el sujeto, o desplazarse hacia otro fin. El autor efectúa una revisión
sucinta de las manifestaciones y el significado de estas formas de la pulsión agresiva, tanto en el
individuo sano como en el neurótico” (1974, p. 407).

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Como se puede observar, pocos se adhirieron. De estos, Paul Federn, con tibieza

sostuvo que Adler no pretende desplazar la pulsión agresiva por la libido sino

independizarla. Por supuesto, suaviza Federn, probablemente Adler “se equivocó” al

dejar de lado la importancia de las pulsiones sexuales. A. Deutsch concluye las

intervenciones sosteniendo que es verdad que existe agresión, pero esta se encuentra en

la esencia de las pulsiones. Es simplemente un agregado a la libido. La réplica de Adler

a los miembros de la reunión extrañamente no aparece, solamente Otto Rank, secretario

y responsable de la minuta escribe: “A continuación se desarrolla un largo debate sobre

la identidad o diferencia existente entre la pulsión agresiva de Adler y nuestra

libido” (p. 410. Las cursivas son mías).

ENSAYO HISTORICO

No es secreto, Freud nunca pudo observar benévolamente a Adler. Lo define (a Jung,

18-VI-1909): “Es un teórico agudo y original, pero no tiene capacidad para lo

psicológico y deja a esto último de lado para encaminarse hacia lo biológico. Por otra

parte, es una persona decente y no se separará enseguida, pero no colaborará en nuestro

sentido…” (Caparrós, 1997a, p. 54.) Y, en relación a la organización del Congreso de

1910 le solicita a Jung que “no ponga en primera línea las [conferencias] heréticas,

como la de Adler” (carta del 6 de marzo). No lo aguantaba. Se desahoga con Bleuler

(27-X-1910): “...está tan en contra de mis convicciones interiores que me enoja todas

las semanas” (Caparrós, 1997).

En un político intento de conciliación E. Hitschmann propuso el 6 de noviembre de

1910 a la Sociedad Viensa a discutir en detalle las doctrinas adlerianas, en relación

especial con sus diferencias ante a la obra freudiana para alcanzar una fusión de ambas

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teorías o al menos lograr un esclarecimiento de sus diferencias. Freud aceptó, pero

propuso limitar la discusión a la idea de Adler acerca de la “protesta masculina”. Se

celebró el 4 de enero. Adler inició con Algunos Problemas del Psicoanálisis, siendo

rebatido intensamente por P. Federn. Pero las cosas ahí no terminaron, en una carta a

Karl Abraham (3-III-1911) y otra dirigida a Ludwing Binswagner dos días después,

luego de tomar Freud la presidencia del grupo de Viena tras las renuncias de Adler y

Stekel, explica precisamente la diferencia metodológica, donde Adler enfatizaba el

papel de la pulsión agresiva, mientras que Freud se afirmaba en pro de la libido.

La posición de los ortodoxos era similar. Ferenczi a Freud (19-XII-1910): “Ahora acabo

de entender las teorías de Adler sobre el odio; no quiere amar, y por eso tiene que odiar

y cree ser odiado; todo esto lo proyecta en sus teorías”5. Poco después le escribe Freud

al pastor Oskar Pfister (26-II-1911): “Las teorías de Adler se desviaban demasiado del

camino recto; ya era tiempo de hacerles frente. (…) Se ha elaborado un sistema

universal sin amor, y estoy dispuesto a consumar en él la venganza de la ofendida diosa

Libido” (1963, p. 45). Igualmente, Abraham le manifiesta a Freud coincidir acerca de lo

“absurdo” de que exista una pulsión agresiva y literalmente: “no creo ser injusto con él

por considerar demasiado unilateral su teoría del ‘impulso agresivo’…” (9-III-1911. En

H. Abraham y E. L. Freud, 1964). Lo mismo ocurrió en una carta de Jones a Freud (17-

III-1911) “Cuanto más pienso en Adler, más obvia se me hace la parcialidad de sus

ideas. Como dice usted, tal falta de juicio debe ser el resultado de fuertes factores

personales”.

Muchos años después, en un fragmento de una carta omitido por E. L. Freud y Adam

Zweig en la correspondencia de sus padres, luego de que A. Zweig le informa su

5 Freud siempre afirmó que Adler era un paranoide.

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conmoción al saber de la muerte repentina de Adler, Freud le contesta (22-VI-1937) 6:

“Yo no entiendo su simpatía por Adler. Para un muchacho judío nacido en un suburbio

de Viena, el morir en Aberdeen significa una carrera insólita desde ya, y es una prueba

de lo mucho que había progresado. El mundo lo recompensará ampliamente por haberse

opuesto al psicoanálisis” (Jones, 1955, p. 228).

INTERPRETACIONES. LA VIOLENCIA EN LA IDEOLOGIA.

En una carta a F. Mehring, (14-VII-1893) F. Engels define a la ideología como “un

proceso que el supuesto pensador lleva a cabo con conciencia, pero con una conciencia

falsa”. Y más adelante puntualiza: “Por tratarse de un proceso intelectual, tanto el

contenido como la forma lo extrae del pensamiento puro, sea de su propio pensamiento,

sea del de sus predecesores. Trabaja con la única documentación intelectual que posee,

sin examinarla en su origen más remoto e independiente del pensamiento; para él es la

evidencia misma, porque para él todo acto es trasmitido por el pensamiento y, por eso,

le parece igualmente fundado en última instancia por el pensamiento” (en D’Hondt,

1983). Y lo sabemos, aunque Freud por un lado solicitaba que nadie esperara su

aprobación para difundir sus ideas, le costaba mucho trabajo reconocer aquellas que

fueran opuestas a las de él. Incluso, le molestaba que le ganaran una idea. De esta

manera, Freud entendía las aportaciones ajenas sólo y solamente si podía integrarlas en

su propia teoría. Igualmente, si reconocía la contribución, lo hacía resaltando que dichas

ideas sólo confirmaban sus investigaciones (Mannoni, 1979).

La fuerza de la ideología es intensa y dogmática, pues es incondicional, incuestionable,

se entiende por sí misma, es anti-histórica y mistificante. Así, junto con el carácter de

6 Por cierto, Jones comete un error, fecha la carta en 1936.

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Adler y Stekel, y la imagen que Freud tenía de ellos se fue creando una predisposición

grupal adversa. Así, en la ideología como violencia, el individuo como el grupo

establece su posición e identidad a partir de la escisión (en momentos brusca) en la cual

ciertas características de la persona o sus afines son devaluadas, negadas, anuladas o

distorsionadas. Al hacerlo intersubjetivamente niegan o desconfirman la validez de la

persona y sus contribuciones. A nivel intelectual el grupo al identificarse con el líder en

su afán de protegerse-proteger desarrolla racionalizaciones para trasformar la realidad.

En este caso ante la aportación nueva se impone y afirma la ideología. Del otro lado de

la escisión la ideología personal-grupal se hipervalora y acepta sin dificultad, o si las

hay el mismo grupo las desvanece y niega. Así, mientras de un lado se está equivocado

y es depósito de agresiones a diferente nivel, del otro se posee la implacable verdad.

(Langer, 1959; Usandivaras, 1959; Caruso, 1979; Benjamín, 1988).

Creo que el mismo grupo, en una intensa imitación-identificación con Freud le

impidieron a éste observar de otra manera los fenómenos que ahí mismo sucedían7. En

ese sentido, el grupo de ortodoxos distorsionaba su propia identidad y se mimetizaba en

la idealización. Véase si no, en su autobiografía (1957), Fritz Wittels recuerda que los

ortodoxos se identifican con Freud. “Unos imitan su letra, otros adoptan su manera de

hablar y sus ademanes”. Por su cuenta, A. Kardinier recuerda que Theodor Reik: “se

arreglaba la barba exactamente como lo hacía Freud, fumaba de la misma manera y

hablaba tal como lo hacía Freud. Le llamábamos ‘el Freud de imitación’” (1977, p. 85).

7En su autobiografía, Stekel insistió y trató de persuadir tanto a Freud como a los seguidores de éste para
que Jung no fuera el primer presidente de la IPA, decía “¿por qué vamos a depender de la gracia de los de
Zurich?” furioso, le declara intelectualmente la guerra a Jung, y con Adler crean el Zentralblatt fur
Psychoanalyse. Publicación independiente sobre psicoanálisis.

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Esto producía una reasignación del rol y función de Freud en el grupo, haciéndolo

imprescindible8. Creo que aquí sucedieron fenómenos de transferencia grupal, donde la

madurez y destino de los miembros dependía del padre del psicoanálisis. Así, las

reuniones de los miércoles, aunque iniciaron con un claro objetivo (difundir el

pensamiento psicoanalítico y promover la apertura a partir de las contribuciones de sus

miembros), desarrolló otro objetivo latente (que produjo el Comité Secreto): preservar la

ortodoxia-Freud. Así, el proyecto del grupo se convirtió en un depósito de proyecciones

e identificaciones proyectivas. Igualmente, en vez de desarrollar la apertura a nuevos

sistemas de pensamiento, se cayó en el desarrollo de subgrupos, rechazos,

marginaciones y prejuicios ideológicos excluyentes casi de fórmula. Así mismo, en vez

de elaborar las ideas, estas evolucionaban a ideologías segregantes (Bach, 1975; Käes,

1976; Drevillion, 1978; Durkin, 1979; Loeser, 1979; Chazaud, 1980). Es cierto, Freud

en más de una ocasión intentaba integrar, y generalmente de forma contradictoria las

contribuciones de otros analistas, y tales contradicciones sólo estimulaban el prejuicio

ideológico, la cerrazón y circularidad negativa, ya que los corresponsales en su

idealización hacia Freud le incitaban a mantener sus ideas. Al encontrar la afinidad en la

ideología, el grupo de los ortodoxos se reforzaba y se comportaban como los favoritos,

los descendientes apreciados y valiosos (Käes, 1976; Flament, 1977; Cartwrighy &

Lippitt, 1979; Bennis & Shepard, 1979). De esta manera la ideología violenta las

relaciones de los miembros del grupo, especialmente en lo referente a las sensaciones de

similitud y diferencia. Así mismo subjetiviza de forma arbitraria los contextos histórico-

social y circunstancial de la experiencia. Como recordamos, tanto Adler como Stekel no

8Por ejemplo, en la mayoría de las reuniones, todos esperaban la participación de Freud quien, siempre se
mantenía casi hasta el final para dar “la última palabra” (Federn y Nunberg, 1974).

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tuvieron seguidores en esos días. Por el contrario, estuvieron solos, lo cual les impedía

sentirse apoyados, estables y agrupados. Conforme Freud fue envejeciendo y luego de

su muerte, aparecieron las diferencias entre sus antes sanguíneos seguidores (Jung y los

suizos, Rank y Ferenczi con la técnica activa, Federn con su concepto del Yo y el

inconsciente, Jones con la etapa deuterofálica y su afinidad con Klein, entre otros).

CONCLUSION

Otra interpretación alrededor de la actitud y ruptura de Freud tanto con Stekel como con

Adler es ofrecida por P. Kuhn (1998). En ella, cree que las reacciones de Freud hacia las

personas de Adler y Stekel fueron a título de venganza debido a que en el congreso de

Nuremberg de 1910 se sintió humillado por éstos. Incluso, cree que cínicamente Freud

fue preparando un camino para utilizar y luego sacrificar a Stekel, su entonces discípulo

más fiel y viejo de todos, durante las rencillas contra Adler y Jung.

No por nada M. Abadi (1959) comparaba las agrupaciones psicoanalíticas con las

sociedades secretas, ya que ambas producen elaboraciones aloplásticas, están influidas

por el adentro, exigen en sus miembros un grado importante de sumisión (y a veces de

masoquismo), donde niegan lo malo del adentro del grupo, igualmente, eligen un chivo

expiatorio que se convierte en depósito, excluyéndolo y descalificándolo. En estos,

como en todos los grupos, la mayor ansiedad que puede vivir un sujeto es la no-

asignación, el no reconocimiento y el perder interaccionalmente la identidad. En estos

grupos, los núcleos psicóticos son neurotizados a partir de “la causa” (social, religiosa o

intelectual). Lo sabemos, en los grupos se facilita la expresión de la psicología y

patología de sus miembros, donde las fantasías más básicas y el desarrollo de

imaginarios sociales absorben los más refinados pensamientos y sapiencias, donde la

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individualidad es suplida por la pertenencia, tomando al grupo como ideal (Käes 1976;

Fernández, 1995; Tarragó, 1999).

Freud se refería a Adler y Stekel como los “nuevos dioscuros”, “Max y Moritz”9 o

“muñecos en serie” (a Ferenczi, 12-III-1910, y 26-XI-1912) y, le confía a Ferenczi: “he

de conceder que la falta de tacto y el desagradable comportamiento de Adler y Stekel

hacen muy difícil el seguir adelante juntos. Me hallo en un estado de exasperación

crónica con los dos.”

Adler y Stekel aunque no fueron amigos, durante un tiempo luego de su exclusión del

grupo original interactuaron por un tiempo, fracasando en dicho intento10, incluso

tuvieron serias diferencias, llegando a “fraternizar” sólo alrededor de sus diferencias

con Freud y los ortodoxos11. Fue toda una disputa de bandos. En una carta de Freud a

Jones (14-V-1911) le comenta: “Stekel hizo las paces y prometió portarse bien, pero el

otro niño Adler se encastilla en muda resistencia y en cólera mal suprimida. Es un

paranoico”. Donde la relación entre ellos era incómoda (Freud a Ferenczi, 23-XI-1910):

“Adler y Stekel me están fastidiando muchísimo. Ya estaba esperando que se produjera

un divorcio sano, pero se alarga el asunto, de modo que tengo que seguir bregando con

ellos pese a que pienso que no hay nada que hacer” (p. 280).

La personalidad y peso de Adler y Stekel en el grupo pionero produjo distintas

reacciones. Jones a Freud (30-IV-1911): “Es una pena que Adler y Stekel no sean

hombres como Jung y Ferenczi. Es una lástima que tengan que molestarle a usted de

esta manera”. No olvidemos por cierto que uno de los motivos para la creación del

9 Los villanos de una obra de W. Busch.


10 Stekel acudió al grupo de Adler como invitado.
11 Ver por ejemplo, carta de Adler a Lou Andreas-Salomé del 29-X-1912.

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Comité Secreto fueron por un lado la profunda decepción que se tuvo con Jung y los ya

referidos conflictos de Freud con Adler y Stekel. Rápidamente la historia: Jones le

sugiere a Freud (30-VII-1912) la creación del comité secreto (inicialmente la idea de

Ferenczi era que ese grupo lo formaran solamente analizandos de Freud) que

representaran la “teoría pura, incorrupta de complejos personales”. La respuesta de

Freud (1 de agosto de ese año) fue intensa: “Lo que en seguida ocupó mi fantasía fue su

idea de un concilio secreto compuesto de los mejores y más leales entre nosotros, que

velara por el perfeccionamiento del psicoanálisis y defendiera la Causa contra personas

y contrariedades cuando yo hubiera muerto (…). Le diría incluso que me sería más

ligero vivir y morir sabiendo de la existencia de un grupo de este tipo que se encargara

de preservar mi creación. Sé que este proyecto tiene un ingrediente infantil, tal vez

romántico, pero quizá pueda modificarse para ajustarse mejor a las exigencias de la

realidad”. De ahí Freud le comenta las posibles formas en que pudiera el grupo

funcionar, principalmente en absoluto secreto. Luego propone a sus integrantes: Jones,

Ferenczi, Sachs, Rank, Abraham y el millonario benefactor (y en esos días moribundo)

Anton von Freund, el cual luego es sustituido por Max Eitingon.12

12 Aunque larga, es importante hacer una pausa a título de nota al pie: Las reuniones del grupo de Adler se
celebraban los jueves. Hasta hoy, los grupos adlerianos continúan, son muy respetados y productivos. Hay
que decir que en mucho gracias a las ideas de estos dos pensadores, se fueron gestando las bases para el
desarrollo de la psicoterapia breve y estudios psicoanalítcos sobre psicosomática, entre otros puntos. Por
el contrario, la escuela de Stekel llamada “Asociación Independiente de Analistas Médicos” creada entre
otras razones porque se oponía a la formación de analistas no médicos, no tuvo el mismo éxito, en parte
porque perdió fiabilidad entre los grupos de psicoanalistas, pues se le consideraba un charlatán ya que
llegó a saberse que muchos de los ejemplos clínicos eran invenciones. Stekel inventaba pacientes que se
adecuaran a las discusiones. Jones recuerda que se referían ya irónicamente a él como “El paciente de los
miércoles de Stekel”, así como había fuertes rumores alrededor de su relación con pacientes del sexo
femenino. En su autobiografía, Stekel recuerda particularmente las muy personales y duras críticas de
Tausk hacia él, calificándolo de mentiroso y cuentista al hablar de sus casos. Stekel se dirigió en una carta
a Freud quejándose de dicho trato, comentando que de seguir así dimitiría, a lo que al parecer Freud le
pidió a Tausk que dejara de agredirlo. En dicho libro, Stekel mismo dice acerca de tal suceso: “si yo
inventara mis casos, sin duda sería mejor poeta que Shakespeare”.

!15
No sólo sucedía del lado de Freud y seguidores. Stekel en su libro Estados Nerviosos de

Angustia refleja su dolor alrededor de las presiones del grupo ortodoxo. Así, mientras

que en la primera y segunda edición (1908 y 1912) muestra su gratitud a Freud, ya en la

tercera (1920) cambia: “Como discípulo de aquel genial psicólogo, me encontré sujeto a

su influencia, permitiéndole un severo control de mi trabajo” (p. 21). Y más adelante

sostiene: “Comprendí también que la teoría de la libido de Freud era un error. No pude

seguir más las explicaciones casi místicas del profesor y de su escuela” (p. 22). Cuatro

años después, con el grupo ortodoxo, en la cuarta edición confiesa sus sentimientos:

“Me es imposible seguir por las vías sombrías y místicas de esta escuela ortodoxa. Soy

enemigo de inútiles especulaciones teóricas” (p. 21). Tal agrupación, siguió escribiendo:

“atrajo sobre mí el odio de toda la escuela ortodoxa de Freud, que se esfuerza en lanzar

contra mí el gran anatema pronunciado por el maestro y por rebajar la obra de mi vida

mediante una crítica mezquina” (p. 26.). Ello le llevó a omitir el prólogo de Freud a su

libro de 190813.

Hacia la Navidad de 1924 Freud, luego de recibir la biografía de éste escrita por Fritz

Wittels (donde se subraya la postura de Freud ante Stekel y Adler) le dice: “acierta al

deducir que con frecuencia me he visto obligado a dar un rodeo a fin de seguir mi

camino. También tiene razón al pensar que no admito ideas ajenas cuando éstas se

presentan en un momento inoportuno. (No obstante, respecto a este punto, creo que

podría usted haberme defendido de la acusación de que repudio ideas cuando en

realidad es sólo que, momentáneamente no puedo pronunciarme.)”. Como vemos, la

13 En su Autobiografía, Stekel escribió: “Yo era el apóstol de Freud y él era mi Cristo” con el seudónimo
de Serenus, publicó novelas y obras de teatro. Fue analista además de Otto Gross y del psicólgo A. S.
Neill. Enfermo de diabetes y sabiéndose afectado de gangrena en un pie, se suicidó en Londres el 25 de
junio de 1940, en una habitación de hotel, con una fuerte inyección de insulina (Bos y Grememdijk, 2004.

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relación de Freud con A. Adler y W. Stekel fue tan dolorosa como la que tuvo con

Fliess, de hecho, le llega a confesar a Ferenczi (16-XII-1910): “he superado la historia

de Fliess. Adler es un pequeño Fliess redimivo, igual de paranoico. Por lo menos,

Stekel, como apéndice suyo se llama Wilhelm” (p. 287).

Por otro lado, en torno a las ideas acerca de las pulsiones de agresión y muerte es

verdad que antes de 1920 hubo otros intentos de varios autores psicoanalíticos de

describir estas expresiones motivacionales inconscientes. Tanto Sabina Spielrein en

1912, tímidamente pero mucho más apegada a la idea de Stekel la desarrolla sin

independizarla de la pulsión de vida. Por otro lado, S. Ferenczi al año siguiente en su

ensayo acerca de la “tendencia a la muerte”, en su obra El Desarrollo del Sentido de

Realidad y sus Estadios, como August Strärcke en 1914 (Freud, 1920; Vives, 2001)

tocaron el tema de impulsos destructivos, sin embargo, todos lo ubicaron siempre dentro

de la explicación freudiana, esto es, como parte de los aspectos destructivos inmersos en

la pulsión sexual, jamás como una pulsión independiente (incluso por correspondencia a

Freud tanto Ferenczi como Strärcke se lo dejaron claro a Freud, manteniendo su

fidelidad a la teoría original). Al mismo tiempo, es interesante resaltar que en toda su

obra Freud casi no usó el término Thánatos. En el volumen XXIV de The Standard

Edition realizada por A. Richards, la cual contiene índices y bibliografías no aparece en

el índice dicha palabra, sólo instinto de muerte precisamente a partir de Más Allá del

Principio del Placer.

Freud tomó no sólo de poetas, las artes, mitología y literatura recursos para fincar sus

ideas. Muchas otras ya iniciado su desarrollo como teorizador del psicoanálisis las

tomaba de otros colegas (a veces sin hacerles saber ello). Así, de Jung se inspiró para

desarrollar Tótem y Tabú, de Abraham para escribir El carácter y el Erotismo Anal, de

!17
Groddeck el Yo y el Ello (así como en otros momentos les pedía a algunos, como a

Ferenczi, que pospusieran la publicación de un ensayo hasta que lo hiciera primero

Freud). En una carta a su esposa (15-V-1923, citada en Roustang, 1980, p. 125)

Groddeck, luego de leer el Yo y el Ello, le hace ver que la pulsión de muerte ha sido

“tomada de Stekel y de Spielrein”.

Stekel buscó sin éxito reconciliarse con Freud. Éste último le escribe el 13 de enero de

1924 (luego de que Stekel le enviara una carta con buenos deseos ante su frágil salud).

En ella Freud le recuerda que inicialmente gozó de su simpatía, pero, luego de los

conflictos con el órgano de difusión, el Zentralblatt, “perdí la confianza en usted, sin

que después me haya dado base alguna para recuperarla”. Y continúa: “También me

opongo a su frecuente afirmación de que le rechacé en virtud de ciertas diferencias

científicas. Esto suena bien en público, pero no corresponde a la verdad. Fueron

exclusivamente sus cualidades personales –definidas habitualmente como carácter y

conducta- las que imposibilitaron para mis amigos y para mí toda futura colaboración.

Como no cambiará usted –ni siquiera lo necesita, pues la Naturaleza le ha dotado de un

grado insólito de autocomplacencia-, es improbable que nuestra mutua relación pueda

ser alguna vez distinta de la que fue durante los últimos doce años” (pp. 308-309). Y a

vuelta de correo Stekel le contesta: “Las disensiones han sido provocadas por unos celos

mutuos suscitados por una demanda de amor, más que por la reivindicación de sus

derechos sobre su intelecto.” (Jones, 1955)

El psicoanálisis desde sus orígenes fue conformado por personas quienes se

identificaron con las ideas y personalidad de su fundador, enfrentaron críticas, rechazos

y fueron víctimas del prejuicio. Las interacciones oscilaban en múltiples fenómenos,

desarrollando a mi juicio la fantasía del “todos somos uno”. Bien lo señaló J. Drevillion

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“el hombre vive la existencia de varios grupos de los que es parte integrante, hasta tal

punto que no le es posible integrarse o separarse de ellos sin consecuencias visibles, no

sólo para sí mismo, sino también para los demás” (1978, p. 10). La fundación de los

grupos pioneros y de las ideas seminales siempre producirán reacciones interaccionales,

reacciones que pueden ser estimulantes del pensamiento, la creatividad y el desarrollo, o

sucumbir en la marginación, la idiopatía y la mayor soledad. Es esta la historia de las

ideas, los grupos y en general, de los destinos del Hombre.

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Alberto Villarreal Hernández
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W. Stekel y sus alumnos. 1924

W. Stekel en uno de sus últimos viajes a Suiza en su intento de evadir la persecución


nazi

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