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Guía de estrategias de comprensión lectora: técnica del periodista

Para reflexionar: ¿Qué utilidad crees tiene esta estrategia?

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"Chinito se fue” Autor: Sergio Cortés

Jugábamos a la pelota, juntos, amigos de asados, de la vida. Hasta que un día le confesé al Diego de mi
orientación sexual… y de que me gustaba. Pensé que me llegaría un combo de vuelta, pero para mi
sorpresa recibí un beso.
Con él tuvimos diez años de relación, donde todo fue muy bonito, hermosa historia, pero con un triste
final: Se fue, con otro, dejándome un fuerte dolor en el corazón, abandonándome en este pequeño
departamento, junto a nuestro hijo, el Chinito, nuestro gato.
Lo extrañaba demasiado, pero jamás quise que lo supiera, siempre digno. Me hice otro Instagram y de ahí
revisaba su cuenta abierta, donde podía mirar cada foto que subía con su nueva pareja. En todos los
stories aparecía contento, y yo no lo soportaba. Pasaba el tiempo y era imposible olvidarlo, me iba a la
Blondie para sacar el clavo, pero no hubo caso, el dolor se hacía cada vez más profundo. Asistí a un
psicólogo que terminé abandonando al cabo de un par de sesiones. Me empastillé para dormir, y me
pegaba unas petacas de vodka todos los santos días.
Para peor, una mañana, después de mucho rato me di cuenta de que el Chinito no estaba.

- ¿Chinito, ¿dónde está mi niñito? ¿Chinito, anda por ahí?


Me volví loco, se me apretó el estómago de la desesperación. Miré por el balcón, quizás se había caído,
pero no se veía desde el tercer piso. Bajé corriendo a conserjería para preguntar si lo había visto
merodear por ahí, y tampoco. Volví a subir, e insistí en su búsqueda.
- ¿Chinito? ¡Ya pues mi niño, salga! ¡¿Dónde está?! ¡¿Chinito, mi niño?!
Llorando publiqué su foto por las redes sociales. Un montón de personas me enviaban mensajes, pero
nadie tenía noticias. Incluso, hasta ese imbécil del Diego apareció.
- Hola ¿Es verdad que se perdió el Chinito?
- ¡No, fíjate que lo hice para llamar tu atención!
- Ya, relájate, va a aparecer.
- ¡¿Y tú que te haces el preocupado, ahora?! ¡Si nunca llamaste ni siquiera para saber cómo estaba!
- Ya, mejor después hablamos, estás fuera de tus casillas.
- ¡No! ¡Nada que después! ¡Nunca! ¡No me hables nunca!
“Chinito se fue”
Esta vez, el abandono se convertiría en mi peor enemigo, junto a él, una amarga soledad.
Y así fueron los meses, y todo se volvía cada vez más oscuro para mí. Intenté irme de esta vida, varias
veces. En un momento ya ni siquiera me levantaba de la cama. Cada vez que cerraba los ojos, esperaba
no poder volver a abrirlos.
Me volví una vieja, despertando en las mañanas viendo el matinal, mientras comía galletas de agua con
Pamperita. Y en la televisión, una madre suplicando por su hijo desaparecido.
- ¡Vicente, mi niño, nadie te va a retar en la casa! ¡Por favor regresa! ¡Nadie está enojado contigo!
¡Vuelve, mi guagua!
Veía todos los días aquel programa, porque de alguna manera con aquel morbo comencé a sentirme
menos miserable. A medida que pasaban los días me sumergí tanto en el caso, que al Chinito comencé a
deshumanizarlo, convirtiéndolo en lo que siempre fue: Un gato. El animal no me había abandonado por
"razones personales"… mi ex siempre tuvo razón: tenía que extirparles los testículos, sino se iría por el
celo de alguna gata y partiría detrás de ella instintivamente, punto.
Una noche alguien comenzó a acariciarme el rostro, sentía sus manos. Abrí los ojos, y era Diego. No
entendía que hacía ahí.
- Déjame ir.
Me tocaba el pelo y me miraba con rostro de pena. Quise responderle, pero al tratar de sacar la voz,
comencé a sentirme ahogado. Me asfixiaba cada vez más, y solo podía mover mis ojos.
Y desperté. Parálisis del sueño. Sentí mi respiración, sin embargo, aún continuaba un pequeño peso sobre
mí. Lo toqué… su cuerpo peludo, las orejas, la nariz, sus patitas.
- ¿Chinito? ¿Eres tú?
- Miau.
El llanto, la emoción, lo abracé y lo besé… se sentía un tanto esponjoso y húmedo.
- Seguramente te metiste a un charco ¿Dónde andarías metido?
Me levanté, prendí la luz... y el grito que dí se escuchó en todo el edificio.
Se veía ensangrentado, pero este como si nada se lamía las patas.
- ¿Chinito, qué es eso?
Me acerqué lentamente, pensé que era un ratón que había cazado en la calle. No pude convencerme en un
principio.
- ¡Auxilio!
Abrí la puerta y salí corriendo. Tomé el teléfono y llamé a las autoridades.
Al otro día, era noticia.
“Gato habría encontrado mano amputada del niño desaparecido: Vicente Ruiz”
La policía revisó mi departamento completo, y les explicaba que no tenía idea de donde mi gato había
sacado aquella "cosa". Para peor, el resto del cuerpo no podía ser hallado, fue una locura. Se llevaron al
Chinito por unos días para hacer pericias, pero no sacaron nada. Todos los canales hablaban de mi gato,
como si se tratara de la única pieza de aquel puzzle policial. E incluso, un día, llegó la madre de Vicente
Ruiz, a mi departamento.
- Mijito, ayúdeme. Lo único que quiero es encontrar el resto del cuerpo de mi hijo y poder enterrarlo.
- ¿Pero qué quiere que haga, señora?
- Mire, yo hablé con una de estas brujas, y lo que me dijo es que puede encontrar al Vicente, entrando en
la mente de su gato. Pero para eso necesito llevármelo.
- ¿Y no puede ser acá?
- No, tiene que ser en mi casa, por donde mi hijo dejó rastros.
Me dio tanta pena, que sentí que no podía ser un egoísta, así que intenté tomar al Chinito y entregárselo,
sin embargo, este andaba como loco, no quería nada con nadie. De hecho, la señora trató de acercarse
pero este le mordió un dedo. Finalmente, mi gato se escondió y no quiso dejarse atrapar. Aquella mujer
se marchó y pasando los meses, solo pudo hacer una ceremonia con la mano de su hijo.
- ¿Diego? ¿Qué haces acá, de nuevo?
- Me imagino que ya aprendiste a despojarte de mí.
- ¿Por qué me preguntas eso?
- Nunca te voy a dejar de amar.
Su oído derecho comenzó a sangrar, y nuevamente comencé a ahogarme.
Desperté.
- ¿Chinito?
La ventana abierta, y ningún rastro de él.
Sonó el teléfono, a las tres de la mañana.
- ¿Aló?
- Lo siento mucho.
- ¿Con quién hablo?
- Hablas con Nicolás, el novio de Diego.
- ¿Y este llamado? ¿Qué pasa?
- Diego, Diego se fue. Sufrió un accidente en el auto…
Lo dejé hablando solo. No dije nada, no hice nada. Me senté en la cama, me levanté, caminé. Me devolví,
me senté, miré al suelo, luego el techo. Me paré, caminé por el living, abrí la puerta de la cocina, me serví
un vaso de agua, no me lo tomé. Volví a mi pieza, miré el teléfono, me lo puse en la boca, mente en
blanco. Volví a sentarme. Shock. La información procesó después de largos minutos. La noticia se hilaba
lentamente en mi cerebro, corría por las venas, hasta que llegó a mi corazón, al estómago. Me paré y me
desestabilicé, pero logré sujetarme con un brazo en la pared. Quise vomitar. Arcadas y llanto, bilis de
tristeza, mi pecho, fuego. Diego.
Ayudé a su familia a organizar el velorio. Nuestros amigos en común que no veía hace tanto, tirando la
talla, recordándolo. Me tocó subir a leer un pasaje bíblico en la iglesia, por petición de su madre. Llegamos
al cementerio, y me marché antes de que bajaran el ataúd, desapareciendo entre medio de la multitud.
Me fui en micro, mirando por la ventana, pensándolo, y sonriendo. Había sido feliz, solo lamentaba no
habérselo dicho.
Llegué a mi departamento, y mi gato no había regresado, pero esta vez no hice ninguna alharaca, ya
entendía que tenía que dejarlo ir. No podía amarrar a nadie. Me dormí, siempre con la imagen de Diego.
- Anda al refrigerador. Ahora si quieres hacer el pollo, lo tienes que descongelar en el microondas.
- No, no tengo hambre. Mejor anda a servirle comida al Chinito, mira que andaba callejeando, y debe
andar con hambre.
- Adonde, si ese debe andar leseando no sé adonde.
- No, mira ahí… síguelo.
¡Desperté!
- ¡Chinito!
Me quedé quieto, observándolo, me miraba fijamente desde la ventana de la pieza.
- Éntrese, venga mi guagua, venga.
Pero el gato saltó. Corrí y vi que estaba en la alcoba del segundo piso, luego se lanzó hacia la vereda.
Me levanté rápido. Bajé corriendo por las escaleras. Lo vi. Caminé detrás de él y este me esperó en todo
momento, y cuando me aproximaba, Chinito avanzaba. Pasé por varias cuadras, hasta que el gato se
quedó afuera de una casa.
Este, de pronto, subió al techo de aquel hogar y me observó con sus ojos brillantes en plena oscuridad.
Caminé lentamente hacia la puerta… eran las cuatro de la mañana, pero tenía que hacerlo.
Golpeé una vez… luego dos veces.
Se encendió la luz, y alguien se asomó por la cortina, no alcancé a ver de quien se trataba. Abrió,
lentamente, y me atendió.
- ¿Usted? ¿Qué hace aquí?
- Hola. Usted es la madre de Vicente Ruiz.
- Si… claro, yo vivo acá. Ahora yo me pregunto qué hace usted por aquí, y a esta hora ¿Se siente bien?
- Si… bien. Pasa que ha pasado tanto tiempo, y no he podido olvidar lo de su hijo. Lo lamento tanto. Le
prometo que he soñado con él - inventé.
- ¿Ya?
- ¿Sabe? Es terrible sentirse abandonado, que se alejen de uno, debe ser peor que te lo arrebaten. Yo
acabo de perder a mi ex pareja, bueno, además fue mi mejor amigo de toda la vida.
- Lo siento mucho.
- No… no se preocupe. Perdone haber venido a molestarla tan tarde. Y discúlpeme también lo desubicado
por nombrar a su niño. Es que no estoy pasando por un buen momento, y creí que solo usted podría
entenderme.
- Pero la vida es larga, tiene todo para seguir adelante.
- ¿Y usted, cómo lo hace para dejar ir a su hijo?
- No sé, tiempo quizás.
- Tiempo. Claro… tiempo.
- Me encantaría poder ayudarlo con su pena. Pero me entenderá que es tarde, y mañana debo salir a
trabajar temprano.
- Sí, entiendo. Buenas noches, señora. Y gracias por escuchar.
- No hay de qué. Descanse.
Cuando ella cerró la puerta, respiré agitado, con muchas ganas de orinar. Me marché, lentamente, y al
avanzar un poco giré mi cabeza hacia atrás, y ella estaba ahí, mirándome, fijamente desde su ventana.
Ella entendió todo… yo también. Abrió la puerta y gritó:
- ¡Mijito, vuelva! ¡Conversemos!
Entonces comencé a correr para escapar bien lejos, tan lejos que mi gato ya no me veía desde arriba de
aquel techo.
- ¡Buenas noches!
- Buenas noches ¿En qué lo puedo ayudar?
- Mi gato... mi gato... él encontró la mano en la casa de la madre de Vicente Ruiz... fue ella, ella mató a
su hijo.

ACTIVIDAD. A continuación, completa el siguiente cuadro utilizando la estrategia del


periodista, según el texto lo leído.

Acontecimientos más Personajes implicados Circunstancias relevantes


importantes del relato ¿Quién? ¿Cómo?¿Cuándo?¿Dónde?
¿Qué?

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