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El dinosaurio de Daniel

Dino era un dinosaurio de goma del tamaño Daniel miró a su prima como si acabara de
de un balón. volverse una marciana:
Tenía ojos almendrados, bracitos de bebé y —¿Tú estás loca o qué? Dicen que ese
una boca risueña, llena de dientecitos trapero, cuando desapareció aquel niño…
puntiagudos, que te hacían quererlo como ¿te acuerdas? Bueno pues que … ¡que él
si fuera un cachorro. Cuando Daniel era tuvo algo que ver! Ese tío es peligroso…
más pequeño, Dino había sido el —Pero lo encuentra todo. Puede hacer
protagonista de sus juegos: siempre lo magia y, si realmente lo deseas, te
llevaba al parque, dormía y se bañaba con devuelve lo que se te ha perdido…
él, y no lo soltaba ni para sentarse en el —¿No me dirás que todavía crees en esas
orinal. Hasta le había tatuado su nombre en tonterías? ¡Ja, ja, qué burrada!
la barriga. Pero en una limpieza a fondo de Marta se puso más colorada que un
su habitación, su madre lo había tirado a la tomate, pero le contestó que, si aquello
basura, pensando que hacía tiempo que eran tonterías, le daba igual.
Daniel no jugaba con él. —Todos los sábados pasa por delante de
—¿Qué habéis hecho? ¡¡¡Dino era mío!!! mi casa, se lo podríamos preguntar. ¡No
¿Por qué lo habéis tirado? perdemos nada por intentarlo! Porfa,
—Vamos Daniel, no te pongas así… Daniel…
Había sido un error imperdonable, pero ya —Vaaaaale, de acueeeeerdo, ya iré.
no tenía remedio. De modo que su padre le Pero el día acordado, Daniel no se
dijo: presentó. Marta se pasó toda la mañana
—No era más que un juguete viejo. espiando la calle desde una ventana y
Evitando mirarle a los ojos, añadió: cuando vio aparecer al lúgubre perdulario,
—Estaba gastado y descolorido. Y casi no con su carrito cargado con un montón de
jugabas con él. trastos que había acumulado, bajó
—¡Quiero mi Dino! ¡Es mío, devolvédmelo! corriendo por las escaleras, cruzó el portal
Su padre y su madre aseguraron que y gritó:
pronto lo olvidaría, pero el niño gritó: —¡Se-señor, espere señor!
—¡¡¡Eso no es verdad!!! —y se encerró en El Chatarra gruñó como un perro enfadado
su habitación dando un portazo. y continuó caminando hacia el contenedor
Al cabo de dos días era domingo. La prima de reciclaje. Una vez allí, se puso a
Marta fue a jugar con Daniel y cuando se examinar lo que la gente había tirado:
enteró de lo que había pasado con Dino se un taburete plegable, una impresora
disgustó mucho: averiada, unos botes de pintura…
—¿Que lo tiraron a la basura? Pero… —a —¡S-señor! —tartamudeó Marta, cuando le
ella también le encantaba aquel muñeco, alcanzó
¡cuántas horas se había pasado Dino — ¿P-por casualidad, ... la semana
sentado a su lado, mientras Daniel y ella pasada, …n-no habrá encontrado usted un
leían cuentos o miraban juntos alguna di-dinosaurio?
película en televisión!— Entonces el hombre se volvió bruscamente
¡tienes que hacer algo, Daniel! No puedes y, de golpe, la cara llena de arrugas del
dejar que Dino… Chatarra se acercó mucho a la de la niña.
—¿Y qué quieres que haga? Mostrando una hilera de dientes desiguales
—¡Habla con el Chatarra, el trapero! Haz del color de los caramelos, exclamó:
que lo busque. Consigue que te lo —¿Un dinosaurio? ¡Sí, claro! Tengo uno en
devuelva, porfa… casa, pero es más grande que una
montaña y, desgraciadamente, no me ha ¿Tú te llamas Marta?
podido acompañar esta mañana. ¡Lárgate, —¿Cómo lo sabe?
si no quieres que lo traiga para que se te —¡Coge esto y déjame en paz!
coma! Marta recibió el muñeco con un golpe en el
Marta continuaba temblando de miedo, pecho. Lo abrazó y echó a correr hacia
pero no se echó atrás: casa, gritando:
—Y-yo quiero decir un dinosaurio d-de —¡Muchísimas gracias, señor!
juguete. Es de goma: así, del tamaño de un Al día siguiente la niña volvió, como cada
balón. domingo, a casa de Daniel. Llevaba a Dino
—¡Ah, “ése”! También lo tengo, pero no te escondido en una bolsa porque le quería
lo puedo dar. dar una sorpresa. Pero cuando entró en su
—¿Por qué no? habitación se lo encontró muy entretenido
—Porque no es tuyo. con otro juguete. Su primo ni siquiera le
—Pero es de un primo mío y t-tiene su preguntó si había visto al trapero, y cuando
nombre grabado en la barriga. Marta le quiso explicar la manera como le
—¿El nombre del dinosaurio? había ido a buscar y lo valiente que había
—No, el de mi primo: se llama Daniel. sido persiguiéndole y hablando con él,
Refunfuñando, el Chatarra se puso a Daniel le soltó que no valía la pena andar
hurgar entre los trastos que llevaba en el por la calle poniéndose en evidencia por un
carrito con un garfio y, de repente, unos maldito dinosaurio de goma:
ojos marrones preciosos aparecieron entre —El Chatarra es un… un… un indeseable.
el montón de trastos. Marta exclamó: Y de todos modos mis padres ya me han
—¡Está ahí! comprado algo mejor.
El Chatarra tuvo que desenredar varios ¿Qué llevas ahí?
alambres. Después sacó a Dino y, —Nada, déjalo correr…
mirándolo muy de cerca, comentó: Marta intentó apartar la bolsa, pero su
—En una cosa llevas razón, tiene el primo la había cogido y los ojos
nombre de Daniel grabado en la barriga. almendrados y la tierna sonrisa de Dino
Pero sigo sin podértelo dar. aparecieron, haciendo que el niño
—¿Por qué? ¡Este dinosaurio es muy exclamara:
importante para mi primo! —¿¡Lo has encontrado!? ¡Es Dino, mi
—¿De verdad? Dino…!
—Sí… —Ya no.
—Pues si tanto le interesaba a ese primo —¿Cómo que no?
tuyo debería haber venido él a buscarlo, o —El Chatarra le ha hecho… un cambio:
sea que… ¡fuera! mírale la barriga.
Marta dio una última mirada al pobre Dino y Daniel obedeció. ¡Y se quedó pasmado!
suspiró. Agachó la cabeza, le dio un —P-pero… ¡esto no puede ser!
puntapié a una piedrecita que había en el Donde siempre había estado su nombre,
suelo, se volvió muy lentamente y empezó ahora había aparecido el de su prima:
a caminar de vuelta al portal de su casa. Marta.
Pero antes de que tuviera tiempo de dar
más de tres pasos, el viejo gritó:
—¡Espera un momento! —el Chatarra
había vuelto a examinar la barriga de Dino:
no lo había guardado—.

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