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humanista:
Atención física: La atención que se presta al paciente ha de ser
claramente percibida por el, y una de las maneras más claras de hacerlo
es a través de la postura corporal, de la mirada y de las respuestas no
verbales que el terapeuta hagan a lo largo de la sesión.
Atención psicológica: Es aquella habilidad que se va desarrollando
con el tiempo, en la que el terapeuta puede discernir los puntos
importantes dentro de la sesión y usarlos para acompañar mejor a su
paciente.
Atención no verbal: Es observar los movimientos, cambios de voz,
gestos, etcétera que el paciente realiza sin darse cuenta, pues en ellos
hay información importante que puede ser aprovechada dentro de las
sesiones.
Concretización: Ayuda importante para ir de lo vago a lo concreto, de
lo general a lo particular en muchos de los temas tocados por el paciente
y que le pueden ayudar a clarificar su situación.
Reflejo simple: Partiendo de la base de que el paciente ya hace lo
mejor que puede y que dentro de él están los recursos para alcanzar lo
que desea, este tipo de reflejo permite enfatizar algunas frases o
palabras dichas por el paciente, pero de las cuales puede no haber
tomado conciencia. Reflejar ayuda a enfatizar o a hacer más prominente
lo que se dice, además de ser una excelente manera para dejarle claro al
paciente que no está sol@.
Reflejo de sentimientos: Las palabras del paciente comunican
mucho más que sólo ideas. También hay en ellas sentimientos y
emociones implícitos que, al ser tomados por los terapeutas humanistas
y reflejados oportunamente, ayudan al paciente a profundizar en su
experiencia interior.
Reflejo no verbal: Las vivencias del paciente también pueden ser
expresadas con un ademán, un gesto o incluso el movimiento de todo el
cuerpo. Al hacerle patente estos actos al paciente, desde una perspectiva
fenomenológica, él mismo podrá completar piezas de información
respecto a lo que está sucediendo en ese momento.
Comunicación de la comprensión empática: Podríamos decir que
es la otra cara de la moneda de la empatía. Una vez que logramos vivir el
mundo interno del paciente como si fuera el mundo del terapeuta, es
esencial comunicárselo, pues la empatía como herramienta terapéutica
sólo es útil al paciente cuando éste se vive claramente entendido,
acompañado.