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Universidad Central de Venezuela

Doctorado en Ciencias Económicas y Sociales

Economía y cultura en Venezuela


…entre lo popular y el desarrollo
Por Fabricio Briceño Graterol

Índice:
1.- Sobre el enfoque de interpretación ……………………………………………… 1

1.1.- Determinismo o interrelación entre cultura y economía ……………….…... 2

1.2.- De lo abstracto del homo economicus a lo concreto del homo convivalis….. 6

1.3.- Complejo matrisocial: el mercado en el laberinto familiar ……………….... 8

1.4.- Transculturación: cambio histórico en economía y sociedad ……………... 10

2.- Extractivismo: clave económica de formación cultural ……………………….. 12

2.1.- Sociedades apropiadoras, tribales y señoríos indígenas …………………... 12

2.2.- Coloniaje y esclavismo: resistencia cultural y acumulación originaria …… 14

2.3.- Monoproducción y latifundio: la cultura de la plantación ………………… 16

2.4.- Rentismo: la cultura del petróleo …………………..………………………. 18

3.- Lo festivo en nuestra dependencia económica …………………………….….. 21

3.1.- Calendario festivo: sincretismo ……………...………………………...….…23

3.2.- Tradiciones mirandinas: mestizaje …………..……………………………... 24

4.- Consideraciones finales ……………………………………………………..….. 27

Referencias bibliográficas ………………………………………………………...… 29


UCV Fabricio Briceño Graterol 2016
Doctorado en Ciencias Sociales fabricioucv2@gmail.com

Economía y cultura en Venezuela


…entre lo popular y el desarrollo

1.- Sobre el enfoque de interpretación


Profundizar sobre las categorías economía y cultura nos obliga a repensar la
interpretación de cada una, no tanto en lo abstracto sino en la complejidad de la
venezolanidad, con mayor énfasis en Barlovento. Iniciar la comprensión del ethos
significa adentrarnos en quiénes somos: entender que el horizonte de cada etapa
histórica está más allá de la celebración a los héroes y efemérides como comúnmente
nos han enseñado la historiografía, crítica plasmada por Briceño Iragorry que aún actúa
como clave cultural y sociopolítica.
El mestizaje1 no quiere decir que haya sido consentido por las partes involucradas ni
mucho menos idílica (Ascencio), su conceptualización puede llegar a simplificar la vasta
diversidad si desconocemos a priori que en nuestra herencia cultural tenemos de todos
los reinos (Lemmo), o las transformaciones que hasta la actualidad permiten rastrear los
aportes, sincretismos y creaciones por medio de la transculturación (Acosta Saignes).
Somos occidentales aunque esa esencia la cercenamos en la práctica con el exceso de
papeleo y burocracia, con el vaciamiento institucional que llenamos con relaciones
filiatorias, con el desdén a leyes y normativas sustituyéndolas con el amiguismo y
crónicas caudillescas. Es el impedimento al desarrollo… en nuestro seno sobrevive cierta
resistencia cultural “en sumisión aparente, rebeldía ocasional, astucia permanente y
oscura nostalgia” propia del pensar salvaje que nos habla Briceño Guerrero (2014: IX).
Se aspira civilización, progreso y desarrollo sin haberlos cosechado, se quiere
alcanzar riqueza súbita, sin asumir el riesgo de transformar insumos con nuestra
tecnología, se recolecta simbologías de culturas importadas en desmedro de la
creatividad que genera la libertad o la búsqueda de ella. Venezuela se caracteriza por el
reconocimiento del otro por medio de un diálogo que mantiene viva la posibilidad de

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Mestizaje biológico y cultural como indicador de violencia donde Michaelle Ascencio, en una entrevista
realizada por Milagros Socorro en 2010, plantea que desde el siglo XIX “hay un discurso empeñado en negar
las tensiones entre los diversos grupos que conforman la sociedad venezolana”.

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comprensión a culturas extranjeras, las cuales en su adaptación las vamos asumiendo


como propias y expresadas en nuestro modo de relaciones, aunque en desmedro de las
especificidades locales propias de la diversidad.
Convivimos con el “nosotros” no-occidental que se nutre de un comportamiento
“silvestre” o de cultura primigenia fundamentalmente en los sectores populares. Sí
somos un laberinto cultural. ¿Entonces, desde qué ángulo epistémico observamos la
economía y la cultura en Venezuela?, ¿el ejercicio de comprensión nos motiva a una
práctica de lo concreto que se traduce en políticas públicas, accionar comunitario o solo
para la descripción académica o museográfica?

1.1.- Determinismo o interrelación entre cultura y economía


Existe diversidad en las concepciones de cultura y economía, ya que las podemos ver
desde la teoría o desde los procesos sociales bajo las cuales se entrecruzan con
elementos históricos y políticos de un determinado contexto. La primaria relación se da
con el culto a la tierra como trabajo de la naturaleza: agri-cultura; en ese sentido Dusell
plantea que “la síntesis dialéctica de la cultura son los modos o estilos de vida (ethos),
que es la totalidad tanto de la producción, de los objetos materiales y simbólicos, como
modos de consumo vividos por la comunidad en la unidad de la historia (2011: 221).
Vista desde las relaciones sociales ambas dimensiones dejan de ser elementos
conceptuales aislados, están interrelacionadas como dinámica histórica donde la
producción no sólo genera mercancías sino forma agentes sociales, aspectos de orden
material y cultural que inciden en el comportamiento de quienes viven y conviven en
sociedad. El análisis debe ser desde su propia complejidad, se forman a sí mismos
mientras producen su mundo2.
Si analizáramos la cultura desde una pretensión idealista ésta sería autónoma frente
al modo de producción, mientras en una visión más objetiva sería la expresión de los
intereses de las clases dominantes. Si nos remitimos a las claves marxistas, el conjunto
de las relaciones sociales de producción ―correspondientes a un grado de desarrollo de

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Se analizan economía, cultura y política conjuntamente.

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sus fuerzas productivas― constituye la base económica sobre la cual se eleva la


superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas sociales
de conciencia (Marx en Girardi; 2005: 34), en función de la cual se desarrolla la praxis, lo
que ahora entendemos como participación democrática por mejores condiciones de
vida, elemento fundamental en los cambios entre una y otra categoría.
Profundizar al respecto nos sitúa en la reproducción de la vida simbólica y material,
donde el avance de la tecnología incide en la dimensión cultural y, a su vez, la
comprensión de las tensiones y resoluciones inherentes a ésta última dialécticamente
modificará su relación con la base material. No es el folklorismo como reducción
culturalista que permitirá alcanzar niveles complejos de comprensión, tampoco el
economicismo, entendiendo “lo económico como factor determinante que
obligadamente daría lugar a formas culturales ya predeterminadas” (Monsonyi; 2012:
171).
Así que no existe una determinación y un mecanismo que defina los rasgos de la
cultura con base a lo económico, pero sí un condicionamiento dialéctico entre factores
económicos y no económicos (Ibídem; 2012: 172). Si la definición de cultura es social,
transmitida de generación en generación, la que se divulga es la que trata de mantener
el orden del status quo, o el “desorden” institucional en nuestro caso venezolano, de
aquí el dicho: ‘quien hace la ley hace la trampa’.
Tanto Adam Smith como Marx coinciden que el trabajo es lo que genera riqueza, sin
embargo en Venezuela debemos encontrar otras luces sobre el comportamiento cultural
con relación a la creación de valor, condición económica sine qua non. Las prácticas
derivadas del pensamiento sumadas a la interdependencia con la naturaleza fueron
desconocidas por la filosofía (occidental) en los saberes indígenas, africanos y
actualmente en el campo de lo popular. Inclusive las ideas y representaciones de
conformación hispano-árabe de 800 años de influencia en la Península Ibérica cuyo
apego a labores artesanales, mercantiles y científicas fue vedado por considerarse
propias de moros, judíos y conversos (Capriles; 2011: 90), justamente en el período final

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de la Reconquista ibérica (1492) y la llegada a América. Comportamiento acentuado por


las riquezas repentinas y el mito de El Dorado.
En tiempos de la colonia, Europa estaba camino a su cenit de expansión civilizatoria
con la razón segunda, donde la filosofía se transformaba en ciencia e iba camino a la
maquinaria industrial, con justicia ante las leyes y no de autoridad divina, con libertad de
pensamiento e igualdad de derechos; lamentablemente los españoles que llegaron a
América prefirieron afianzar a Europa primera para alcanzar posiciones más ventajosas
con sus prácticas esclavistas y señoriales bajo la figura del caudillo carismático, “pues
eran hombres de ocio y altivez que no querían envilecerse con la práctica de oficios
útiles” (Briceño Guerrero; 2014: 43). Desde el siglo pasado se ha robustecido e idolatrado
lo mágico de un Estado petrolero, aspecto que poco contribuye a desarrollar la
capacidad de trabajo en la sociedad, a la creación de valor con capacidad autónoma.
El estudio de esas categorías no pueden ser ahistóricas. En el caso venezolano, ¿la
estructuración de la economía en sus fases de encomiendas durante la colonia, la
fundación del latifundio a partir del siglo XVIII, la reproducción simbólica de valores (vida
ostentosa) y mercancías europeas desde el siglo XIX y, el posicionamiento definitivo del
petróleo modificando toda forma socioeconómica en el territorio, dan razón de nuestra
crisis como pueblo y proyecto de sociedad? Son interrogantes necesarias por responder
desde un enfoque latinoamericano. Por eso Monsonyi expresa que “debemos buscar
marcos teóricos y metodológicos dentro de esa visión multilineal del progreso,
entroncados en nuestra especificidad sociocultural” (2012: 13).
La cultura es un fenómeno social que se recrea en lo individual y se complejiza en lo
colectivo; en la psiquis se contrastan la representación entre lo material e intangible,
donde el inconsciente colectivo contribuye a los rasgos de identidad en su conjunto:
conocimientos, costumbres, idioma, literatura, teatro, danza, música, artes plásticas,
cerámica, tejidos y gastronomía (Colombres; 2012: 23). La economía se desarrolla en
permanente interacción con su contexto desde la extracción, producción, intercambio,
distribución y consumo de bienes y servicios que son escasos y pueden tener un uso

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alternativo, generadas por seres sociales y no como agentes aislados. Cooperación y


competencia no son necesariamente excluyentes.
¿Siendo así, la cultura es una mercancía como cualquier otra? La cultura tiene un
valor social, espiritual, ético y simbólico de representar y producir los sentidos e
imaginarios en los pueblos, pero a su vez genera un impacto económico que ha dado
lugar a las nacientes industrias culturales: cine, radio y tv, literatura, etc. (Guzmán; 2005:
184). En este aspecto es necesario conocer la circulación de dinero y reinversión en
tecnologías y esfuerzos alrededor de la esfera cultural del país, tanto del sector privado,
público y comunitario. No solo las cuentas nacionales sino lo productivo y rentable que
puede ser lo creativo del sector, aunque no exclusivamente para los grandes capitales.
Sin embargo, todo lo cultural no es reducible a una unidad económica cuantificable
desde la eficiencia3, inclusive, pretender mercantilizar toda reproducción simbólica
termina distorsionando la amplia esencia humana a meros consumistas, o normalizar
patrones civilizatorios donde la naturaleza y redes de vida puedan ser explotadas
indefinidamente sin tener consecuencias para la vida planetaria.
¿Es el tiempo socialmente necesario para producir un tambor o escribir una décima
la que determina su precio? ¿Cómo hacer en una justa valoración del estado devocional
que se mueve en las tradiciones venezolanas, el disfrute de un recital de poesía en una
plaza pública o el proceso de tradición oral donde se transmiten modos de vida y luego
se socializan en la escuela-comunidad?
Economía y cultura son intrínsecas al ser humano, quien no es exclusivamente
racional como sí plantea la teoría neoclásica sino que despliega toda su creatividad en
tanto que es un “todo físico-químico-biológico-psicológico-social-cultural-espiritual”
(Martínez Miguélez; 2009: 75), donde la múltiple interacción lo vuelve
indeterminable…somos parte del todo, más allá de lo cuantificable. Esta interacción
depende de un entorno específico que tiene una trama de significados para satisfacer

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Este concepto que reorienta las preferencias de los agentes económicos para generar una economía óptima
se desarrollada exclusivamente como ejercicio didáctico en la teoría del homo economicus.

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necesidades, más allá de las creadas por cada sistema económico, a las que se pueden
denominar artificiales, financieras, religiosas, suntuarias y otras.
La dinámica cotidiana en las circunstancias venezolanas actúa bajo incertidumbre e
influye en el comportamiento de los individuos donde, las dimensiones cultura y
economía ―y sus componentes en permanente complejidad― interactúan socialmente
con innumerables elementos de todo tipo, de forma tan acelerada que las relaciones
causa-efecto se desdibujan (Castellano; 2014: 16), no dan explicación suficiente a
nuestros problemas.
Todo está conectado con todo, cada parte es un sistema en sí mismo y a su vez se
corresponde a uno mayor, expresado en un contexto inmediato y perteneciente a una
etapa histórica. Por eso es que “el estudio de las relaciones entre creencias, organización
y ajustes socioeconómicos perfila una estructura teórica que ayuda a comprender el
sistema de comportamiento de la población venezolana en su conjunto” (Quintero; 2014:
14), que permita la comprensión y planificación del desarrollo4.
Entonces, ¿qué es lo característico del “nosotros” que hace tener un modo de
comprender, valorar e imaginar tanto material como simbólicamente nuestro
comportamiento para la producción, distribución y consumo de bienes y servicios, en el
marco de una estructura cultural determinada?

1.2.- De lo abstracto del homo economicus a lo concreto del homo convivial


La economía no la vemos encerrada en los postulados teóricos que simplifica,
disgrega y abstrae a sus componentes de la dinámica cultural en la cual actúa la sociedad,
lo cual nos hace tener un modo particular de vivir la venezolanidad.
La visión neoclásica insiste en mantener al análisis libre de juicios que “distorsionan”
el proceso económico de los agentes individuales, diseñando modelos abstractos de la
realidad basados en el homo economicus completamente racional. Maximiza e interpreta
desde el costo-beneficio para tomar decisiones óptimas, y como plantea García Larralde
fundados en sustentos lógico-matemáticos que necesitaban de supuestos y

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Es interesante la lectura de Castellanos (CENDES-UCV) en su libro Caos y planificación del desarrollo (2014).

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restricciones para analizar los problemas económicos con una consistencia interna del
modelo previamente diseñado (2008: 412)5.
Lamentablemente esta simplificación modelística fue sustituyendo el análisis
concreto de la realidad, a la espera que ésta actuara según los supuestos de dicha
abstracción. Justamente una de las deudas del pensamiento económico como ciencia
social es el atributo cultural, la precomprensión del mundo social de la vida
parafraseando a Gadamer. Se necesita un diálogo permanente tomando en cuenta la
razón histórica a la cual pertenecemos como investigadores e intérpretes.
Se pretende “extraer un objeto del mundo concreto de sus relaciones y aplicar un
modo de entender y explicarlo que no guarda relación con su mundo sino con los apriori

y lógica de una ciencia en particular”, como bien afirma Panchi (2004: 30)6. Éste pensar
es una derivación de la episteme occidental que no hace el necesario esfuerzo por
comprender las claves de nuestro ser latinoamericano. Entonces, ¿qué pensamiento
requerimos para abordar estas inquietudes ya que el homo economicus no responde
suficientemente a nuestra realidad?
Pareciera que desde la lógica occidental solo se ve lo que está dentro de sus
parámetros. El comportamiento de los sectores populares no está directamente
asociado a dicha lógica, se sobreestima el consumo mientras se subordina en su
experiencia más profunda la convivencia de vecindad (Moreno; 2008; 351), se vive en
“relación”. No es suficiente analizar desde las relaciones de producción-consumo, hay
que trascender a relaciones de convivencia, las cuales son sociales y vivientes en el
pueblo, no en forma de contracultura exclusivamente sino una ruptura que permite otra
racionalidad.
La distinción básica de la cultura es “vivir relación”, desarrollada a plenitud en los
sectores populares con la sencillez característica del común, de ese barloventeño
heredero del nos-otros que contiene intrínseco una otredad, una cultura afrovenezolana
con un pensar occidental conjuntamente con un comportamiento no-occidental. No es

5
Humberto García Larralde en el libro de los 70 años de la Escuela de Economía.
6
Esta crítica está bastante desarrollada en el libro: De ética económica a economía ética.

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visión individual sino horizonte convivido. En palabras del padre Alejandro Moreno: “El
registro hermenéutico de la relación que se vive, revela a la comunidad popular como
mundo-de-vida, esto es, como la integración de todas las prácticas de vida populares en
una practicación primera que las dota de sentido” (2008; 352).
La venezolanidad popular no es otra cosa que un “convive”, como afectivamente se
denominan: ¡epa convive!, de lo que deriva antropológicamente un homo convivial, es
vivirse no como ser ni como individualidad sino como relación (Ídem: 353), con sentido
de pertenencia. Originada en su otredad, es una clave cognoscitiva complementaria a la
modernidad, una racionalidad disímil; la riqueza no está en el consumo sino en la
convivencia: “del horizonte del ser al horizonte del vivir” (Ídem: 355), de estar-en-la-
riqueza a vivir-en-relación.

1.3.- Complejo matrisocial: el mercado en el laberinto familiar


En Venezuela la estructura familiar funciona de un modo coherente como sistema
cultural a partir de relaciones sociales de difícil solución, denominado matrisocialidad. El
eje central de esta estructura está en la relación mujer-madre con el varón-niño, no como
entes aislados sino como relación conviviente de familia. Aquí se desarrolla la
sobreprotección hacia el niño (luego sobreprotección al adolescente-joven-adulto) por
parte de la madre, o de la “gran madre” (abuela), con el perdón como práctica
permanente7 sin importar las consecuencias de sus errores.
La madre toma las decisiones; el trabajo doméstico expresa su diseño y su saber
hacer, tomando en cuenta la ausencia del padre como clave psicodinámica en la gerencia
cultural. En cuanto al niño, la realidad-en-madre limita su ser autónomo, mientas la ley-
en-padre se atreve a desacatar. Así, al socializarse simbólicamente, el Estado

7
Lo que en esencia desencadena el machismo a través de su socialización posterior; no se le enseña el riesgo-
compromiso de su tránsito de niño a adolescente, a diferencia de la niña que lo aprende biológicamente con
la menstruación, e igualmente en muchas etnias que desde la antigüedad han realizado distintos ritos de
iniciación ―a veces inentendibles desde nuestra precomprensión histórica, desde nuestra tradición cultural―
en el tránsito de la niñez a la adultez.

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sobreprotege a su pueblo mientras que las acciones sociales del mismo se dan con
ausencia de ley (o moral), o siempre se actúa saltándose la norma, acentuando la
contradicción entre lo real y lo ideal, entre la vivencia y el pensamiento.
Si la socialización la realiza la madre y sus prácticas sociales, el referente de la cultura
en Venezuela para esta socialización es la familia. Ésta sustituye a las instituciones desde
un papel cohesionador, siendo su matriz de significaciones la madre, no el mercado
como en otras sociedades. Aquí la relación dialéctica entre cultura y economía a
diferencia de los países desarrollados, no está en las fuerzas productivas (apropiación
tecnológica) sino en la superestructura (relaciones filiales y festivas).
El pueblo venezolano sale socializando como un experto en “familiar” las relaciones
sociales8, el compadrazgo por ejemplo, a diferencia de otras sociedades emigrantes
(turcos, sirios, libaneses, etc.) que salen expertos en “negociar” estas mismas
relaciones9. Otra de las diferencias con las sociedades occidentales está en el Complejo
de Edipo desarrollado históricamente, mientras en la matrisocialidad venezolana éste no
se genera en los mismos términos que planteó Freud. Dicho Complejo tiene que
redefinirse ya que existe la ausencia del padre, de autoridad; lo que se corresponde con
el sentido tiránico en la sociedad griega en Edipo Rey tampoco lo capitaliza la mujer al
ejercer el rol de madre y padre a la vez, por lo que se genera una contradicción en los
hijos al tener que identificarse con la madre benévola y defenderse de la madre mala
(Hurtado; 1998: 297).
Esta ausencia paterna en la gerencia familiar y social junto al frágil proyecto
modernizador para nuestra sociedad, puede que se traslade desde el inconsciente a la
política buscando un padre fuerte, tipo caudillo, militarista por demás, donde se conjuga
con la picardía o viveza criolla que se salta leyes, planificación y el orden de lo
establecido. En el marco de estas contradicciones se genera lo que Moreno denomina
encontronazos culturales entre “el proyecto modernizador, racionalmente pensado y

8
No se trata de producir relaciones, sino de liberar la potencialidad de la relación real viviente (Moreno;
2008; 362)
9
Explicación dada en los seminarios del Doctorado por Samuel Hurtado.

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elaborado, y el proyecto popular, vivido y sentido, por eso mismo resistente” (2008;
356).
El venezolano tiene dificultades para una memoria colectiva (pasado) o un proyecto
social (futuro). Su falta de afectividad promueve un proceso ambivalente donde
coexisten la generosidad colectiva, espontánea y transitoria, y el compromiso individual
de lo instantáneo o espasmódico, por lo que éste no adquiere institucionalidad cultural
ni permanencia social (Hurtado; 1998: 300).
Aquí la importancia de urdir en nuestra historia sobre quienes han gobernado y
planificado al país. Comprender la conformación de familia, política y cultura venezolana,
desde “la intención de rastrear los aportes, sincretismos y creaciones nuevas que
resultaran del choque cultural y que forman parte integral de la identidad venezolana
actual” (Tarble; 2010: 162). Por ejemplo, la transmisión cultural en aquellos
desencuentros indígenas donde los victoriosos caribes permitían que la mujer, con su
cosmogonía Arawak, enseñara a los futuros nacientes dentro de un sistema político y
económico de los Caribe, dando un papel matriz a la sociedad jerárquica incipiente.

1.4.- Transculturación: cambio histórico en economía y sociedad


Toda comprensión de la historia venezolana que pretenda contemplarla en su
totalidad, tiene necesariamente que echar mano del concepto de transculturación
(Soriano; 2004: 21), propuesto por Fernando Ortiz (1940). El vocablo expresa las
diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, donde se adquieren
elementos de una nueva y se pierden otros de la precedente. Además, la resultante
creación de nuevos fenómenos culturales tiene algo de ambos progenitores y a su vez
distinto de los dos (Ortiz; 1983: 90), respaldados por previos procesos de transformación
necesarios para la subsistencia, convivencia y relación política en diferentes niveles
donde se produce el contacto.
Comprender las características de la cultura y la economía venezolana pasa en gran
medida por detenerse en el devenir de nuestra historia, para entender qué somos
debemos estudiar de dónde venimos y cómo llegamos a ser lo que somos. ¿Qué
préstamos culturales mantenemos de la expansión bantú en África central y de su

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relación milenaria con los pueblos de incidencia Yoruba, Dahomey, Ashanti y Fon en
África occidental, en términos de su cosmogonía religiosa y su devoción por la fertilidad
y la siembra? ¿La esencia cultural, económica y política de los pueblos que habitaron e
invadieron a la península ibérica: celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos,
visigodos, árabes-musulmanes y canarios durante siglos, y luego con la llegada a América
dan significado del pensamiento y comportamiento del ser venezolano? ¿La práctica
espiritual de los indoamericanos, su relación de equilibrio técnica-naturaleza y el
conocimiento del cosmos fueron elementos empobrecidos por el concepto de
civilización occidental?
El resultado es más estructural de lo que habitualmente consideramos. Lo plural y
diverso es aún visible en la dinámica popular que resiste, en forma transculturante, al
intento de homogeneizar los elementos culturales: normas, creencias, utensilios y
costumbres, condicionados de muchas formas por los elementos económicos y políticos
alineados a la expansión y concentración del capital. La llegada del petróleo a la escena
venezolana produjo nuevos fenómenos y formas de relacionamiento entre la sociedad y
los ingresos petroleros10.
Estos fenómenos, del que inicialmente hablaba Ortiz, se dieron con la desigualdad
correspondiente en la colonia pero siguen su curso cuando los rasgos distintivos se
encuentran en distintas fases de desarrollo. La llegada de la democracia y la cibernética
también han contribuido a ese mismo proceso de transculturación reciente; se debe
redimensionar el pensamiento con el avance de técnicas de investigación sobre procesos
de interacción cultural y sus distintas fases históricas.
En esa medida Soriano plantea:
“la necesidad de inventariar el caudal de los encuentros de transculturación,
las posibilidades de aceptación de los intercambios, la permeabilidad de la
resistencia (intercambios forzados, voluntarios y pasivos); el análisis de las
preferencias de las formas culturales que se imponen; la cuantificación de la
velocidad de los cambios, de las relaciones generacionales y de los grados de

10
Desde lo musical, el reguetón ha influido hasta en la forma de bailar tambor en las fiestas tradicionales de
San Juan Bautista; se introduce una nueva psicodinámica social que recolecta lo novedoso como propio
trasmitido por medios audiovisuales.

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asimilación; el examen de los fundamentos y supuestos sociológicos y


psicológicos del procesos y la necesidad del trabajo colectivo e
interdisciplinario” (2004: 24).
Pareciera a simple vista una propuesta inagotable, dada la diversidad de formas
expresivas en fases transitivas y desencuentros, adaptaciones, resistencias, paralelismo
cultural, sincretismo religioso, integraciones regionales, dependencia transnacional y
toda una serie de gamas derivadas de la glocalización. La transculturación sigue su
recorrido histórico hasta las modificaciones recientes que se desarrollan cada vez de
forma más aceleradas.
¿Cómo entender nuestro-ser-en-el-mundo y fundamentalmente nuestro-mundo-
venezolano en el sistema-mundo-capitalista como proceso histórico? Es decir, según la
lógica occidental, que pensemos y actuemos en función del papel que nos han designado
para países como el nuestro: extracción de materias primas.

2.- Extractivismo: clave económica de formación cultural


Con la expansión europea sobre América se inicia la característica extractivista en la
cual todavía estamos; desde minerales y objetos preciosos, productos agrícolas y ahora
fundamentalmente petróleo ha caracterizado dicha época. Con las prácticas económicas
que se fueron gestando desde el inicio colonial florecieron las tensiones de la cultura
venezolana, desconociendo deliberadamente lo que aquí se encontraba. La historia no
empieza con los españoles.
Previamente a este corto período de mestizaje se tiene constancia, muy poco
estudiada, de más de 14mil años de la presencia organizada de diversas etnias en nuestro
territorio, de influencia circuncaribe y norteamazónico, donde su relación económica con
la naturaleza se desenvuelve en una forma equilibrada. Esta etapa de acumulación de
conocimientos, prácticas sociales y variaciones en los modos de vida se reflejaría en el
modelo de poblamiento que se asumió después de la colonia… proceso que hubiese sido
muy diferente sin la presencia y desarrollo económico-cultural de las etnias indígenas.

2.1.- Sociedades apropiadoras, tribales y señoríos indígenas

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La diversidad de las sociedades indígenas en nuestro territorio no alcanzó los niveles


de desarrollo de las civilizaciones incas, mayas y aztecas. Los cambios sociohistóricos
fueron muy lentos debido la baja densidad poblacional; el vasto territorio con los pocos
encuentros y tensiones que permitiría desencadenar mayores complejidades
sociopolíticas se dieron de forma periférica a los centros autóctonos de Mesoamérica y
los andes centrales.
En los primeros tiempos (14.500-10.ooo años previos a nuestra era) el indígena vivió
bajo circunstancias de cambios ambientales persiguiendo la megafauna, estilizando las
puntas de lanza y flechas alcanzando mejores resultados con la especialización de sus
conocimientos (del 6.000 al 3.000 aC.). Un tránsito largo y diverso hacia la caza, pesca y
recolección, conocidas por sociedades apropiadoras como forma económica más
antigua para proveerse los materiales y bienes necesarios para su reproducción social,
sin clases ni excedentes que repartir (Sanoja; 2011: 51).
El tránsito de una sociedad apropiadora hacia una tribal productora de alimentos
significó un cambio histórico primordial (2.600 aC.), no solo por la fijación de la tierra sino
la posesión de la misma y su producto; pasan a ser sociedades sedentarias agro-alfareras
donde “el trabajo social se expresó en logros socioeconómicos y culturales más
complejos en las regiones geohistóricas del noroeste y en los Andes venezolanos”
(Ibídem: 41).
En este tránsito surgen formas de autoridad restringiendo el acceso colectivo e
igualitario a lo producido, privilegiando la complementariedad con otras aldeas… es el
inicio de la sociedad tribal jerárquica11 en el cual un linaje se apropia sobre la fuerza de
trabajo y su producción (Ibídem: 99). El conocimiento que alcanzó la especialización del
trabajo al tener certeza de los ciclos de crecimiento de las plantas, de la sucesión de los
equinoccios y relación con el cosmos, derivó en un modo de vida jerárquico de

11
Las sociedades tribales en Venezuela tuvieron dos fases de desarrollo, la igualitaria ―vegecultor, semicultor
y mixto― y la jerárquica-cacical (Vargas-Arenas; 1990: 108). “En Mesoamérica y los Andes, la fase jerárquica
evolucionó hacia formas estatales autóctonas y hacia sociedades muy complejas (clasistas iniciales), donde
una clase social era propietaria de los medios de producción (la sacerdotal o teocrática), mientras que la otra
se constituyó como una clase de productores directos (Sanoja; 2011: 100).

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reciprocidad intercomunitaria (Ibídem: 108), rompiendo con el criterio de


consanguineidad hacia formas políticas centralizadas.
Previo a la era cristiana se agudizan las contradicciones internas de la sociedad tribal
por medio de nuevas relaciones sociales de producción basadas en una división entre el
trabajo manual de productores directos y el conocimiento especializado de los
trabajadores intelectuales: “medición del tiempo y predicción de eventos climáticos
claves para la agricultura, procesamiento de metales, construcción de sistemas de
irrigación, etc.” (Sanoja; 2011: 121). Sobre este conocimiento se fundamenta la relación
directa de las épocas de siembra con las celebraciones festivas y creencias indígenas:
épocas de lluvia-sequía y su relación cosmogónica incidirá en las fiestas que se
sincretizaron con la de los españoles.
Esta división social del trabajo llegó a conformarse por regiones geohistóricas a
partir de señoríos y cacicazgos como sociedades clasistas iniciales que se permitieron
intercambiar excedentes (Ibídem: 128). Se inicia la transculturación de estos pueblos
como realidades dinámicas, distintas concepciones-mundo y diversidades lingüísticas
con la presencia de una jerarquía de economías centro y periferias que animan aquellos
procesos regionales desde la era cristiana hasta la conquista; especialmente la integrada
en Lara donde confluían vectores de intercambios hacia Yaracuy, Carabobo, Falcón,
Trujillo y Mérida, con la periferia más lejana de las regiones geohistóricas costeras e
insulares y sur del país (Ibídem: 132). Todas éstas etnias actuarían como culturas
receptoras (a veces resistentes, otras inocentes) del proceso “civilizador”, mejor
conocidas como familias arawaks y caribes fundamentalmente, de filiación chibcha en
los andes y, los waraos en el Delta del Orinoco, etnia lingüísticamente independiente y
de las más antiguas en llegar a este territorio.
Por otra parte, en mesoamérica y los andes centrales el aumento de la fuerza de
trabajo por el dominio de los medios de producción y de unos grupos sobre otros, les
permitió alcanzar variados desarrollos económicos, y con ello, niveles de organización
que establecieron jerarquías y clases capacitadas para controlar estructuras muchísimos
más complejas que las tribales (Guerra; 1998: 15), adoptando cultos de las etnias

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sojuzgadas y sus respectivos rituales que se transformarían dando lugar a ceremonias


con símbolos muy complejos “que al ser ejecutadas colectivamente formaban una
intensa actividad de la vida comunal en la cotidianidad” (Ibídem: 9). Bien es sabido que
la danza y la música condicionan el ritual por el que se atrae o repele mágicamente a los
espíritus, por lo que podemos inferir a partir de las danzas conocidas como areito en las
islas caribeñas, también las realizaban los indígenas de igual filiación en el actual
territorio venezolano.
Según Fernando Ortiz, el areito “era como un conjunto de música, canto, baile y
pantomima aplicadas a las liturgias religiosas , a los ritos mágicos, a las narraciones
epopéyicas, a las historias tribales y a las grandes expresiones de voluntad colectiva”
(1950: 26), como en las rebeliones y funerales, cumpliendo un papel más que ceremonial.
En algunas oportunidades llegaban a participar más de 300 hombres tomados de los
hombros con un particular hincapié de la exactitud del movimiento coreográfico (Guerra;
1998: 10), con toda su música e instrumentos, con un canto antifonal o responsorial
parecidos a lo que hoy vemos en la música afrovenezolana donde un guía entonaba una
frase y el coro le respondía. “Todo un mundo de expansión danzaria florecía en América
a la llegada del conquistador, semejante al de la antigüedad occidental, y que fue
apagado por el cristianismo cuando separó danza del ritual y la condenó al ostracismo
pagano” (Ibídem: 16).
Sin embargo, la economía colonial de subsistencia se fundamentó en la adopción y
conservación de las formas productivas agrarias de varios cultivos en simultaneidad,
desarrolladas por los indígenas, utilizando formas económicas regresivas y superadas
por Europa basada en el trabajo forzado, servil o esclavista para la producción de
materias primas como el oro, plata, melazas, perlas, tabaco, cacao, cereales, etc. Era
nuestra inserción al mercado mundial, orientados por la Corona española e intereses
comerciales privados.

2.2.- Coloniaje y esclavismo: resistencia cultural y acumulación originaria


En el proceso de conquista los españoles se apoyaron en el esfuerzo que por siglos
habían trabajado los indígenas, fundamentalmente la alimentación y prácticas culinarias,

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toponimias, construcción de viviendas, tejidos, actividad agrícola y almacenamiento de


agua, es la cultura indohispana. Esta es la fase inicial de reproducción y recreación
occidental, al contrastar con cosas que nunca habían visto en España se modifica su
propia comprensión en algo distinto a lo simplemente europeo.
Los provincianos hicieron una interpretación de las leyes, cédulas y decretos reales
como mecanismo de adecuación de la visión metropolitana a los problemas regionales,
aspectos que fueron articulados para un contexto en los cuales la experiencia europea
tenía muy pocas respuestas locales, tejida siempre por la sed de riqueza12 que circundaba
violentamente el usufructo americano.
Este contacto fue uno de los cambios más significativos para la historia mundial,
quienes la vivieron no solo cambiaron en su perspectiva-mundo sino que contribuyeron
a un pensar latinoamericano que atado al mundo occidental fue forjando, tal vez sin
planificarlo, un comportamiento cultural totalmente nuevo por la acción del lugar
ocupado y los beneficios en las empresas y encomiendas… una de esas particularidades
es la formación de la figura del caudillo, una estructura de poder que expresaba los

intereses de la empresa y sus allegados (Beroes; 2002: 40)13 que superpuso primero su
estatus socioeconómico a los objetivos imperiales, de aquí el inicio de la frase “se acata
pero no se cumple”, comportamiento que nos ha acompañado hasta la actualidad.
¿El sentido de equilibrio que las etnias indígenas tuvieron por la naturaleza se perdió
al ser dominados por occidente con la cultura extractivista y de acumulación de riqueza
como valor moral? Las primeras incursiones de empresas se dieron con la búsqueda de
artefactos de oro y plata, con su posterior extracción junto a cantidades importantes de
perlas para su traslado a España hasta prácticamente extinguir su “producción” natural.
Esta dinámica no solo acabó con dicho equilibrio sino implementó por medio de la
esclavitud un cierto dominio irracional de la naturaleza para la acumulación de capital-
mercantil y poder… la acumulación originaria referida por Marx.

12
Esta sed de riqueza fue mitificada por la leyenda de El Dorado, lugar platónico de acumulación interminable
de oro y piedras preciosas que estaba en algún lugar de la selva bien reservado.
13
Este texto es parte de las investigaciones del equipo sociohistórico del CENDES.

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Para alcanzar los objetivos la corona autorizó la esclavización de miles de africanos


ante la disminución demográfica indígena, quienes se conectaron mejor con la siembra
monoproductiva ya que en su continente lo hacían desde hace cientos de años. La
producción agrícola de un sólo rubro se genera con la adquisición violenta de grandes
extensiones de tierra, dando origen a haciendas y terratenientes.
En todo el proceso de la colonia hubo resistencias indígenas y rebeliones de negros
libres y esclavizados, integrándose ambas cosmovisiones de culturas primeras: de
tradición mítica y dioses locales, con la Europa segunda: razón objetiva (que incluye sus
propias culturas primeras), en el marco de un proceso de transculturación
universalizante y unificante que intenta homogenizar lo diverso, en palabras de Briceño
Guerrero. Se empiezan a conformar los cumbes, pueblos descendientes de africanos
esclavizados e indígenas (cimarrones) que luchaban por su libertad, donde las prácticas
y creencias milenarias florecen en un ambiente desconocido. Inclusive en el ámbito
lingüístico hay modificaciones lexicales del español creolizado en Barlovento,
investigado por Mennegey. Lamentablemente “los residuos del loango barloventeño
―antigua habla criolla con fonología y vocabulario de base hispana― se están
desvaneciendo ante nuestros ojos” (Monsonyi en Ramos Guedez; 2011: 18); como
ejemplos están Birongo, Tacarigüita, Ganga, Salmerón, Corozal, Arenita, Morocopo,
Guayabal y Cumbo, asentamientos sin la planificación inicial de la cuadrícula colonial:
plaza, iglesia y autoridades civiles, conservando a su vez los toques de tambor y cantos
polifonales más antiguos.
Haciendo una conexión entre la lingüística y la etnomusicología hay que advertir los
errores comunes al comparar distintos paradigmas al analizar la realidad compleja de
nuestra cultura, hay palabras occidentales que no tienen significado en idiomas
indígenas por lo que hay que detenerse, si posicionar el criterio interventor o crear una
nueva palabra según la etnia. En términos musicales sucede lo mismo, se pretende
traducir desde la percusión africana a la notación académica, donde Suárez plantea:
“los sonidos se desplazan hacia adelante y hacia atrás en pequeñas fracciones
de tiempo, para dar como resultado un ritmo morfológicamente distinto al

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simétrico patrón de la escritura exacta. La escritura musical es muy útil para el


análisis de los golpes, pero no refleja los contenidos expresivos” (2004: 53).
No se puede abstraer los ritmos musicales de la tradición cultural y de su contexto local. Por
eso es que la herencia afro está absolutamente mediada por las condiciones sociales,
geográficas, políticas y económicas en el marco de un tiempo histórico, el latifundio de la
plantación.

2.3.- Monoproducción y latifundio: la herencia de la plantación


Los africanos ya habían demostrado su experiencia en labores agrícolas para trabajos
en las plantaciones azucareras de las Islas Canarias, establecidos allí para suplir la
demanda europea creciente de azúcar, “cuyo procesamiento y consumo fue introducido
por los árabes al continente europeo y había pasado a formar parte de los hábitos
alimenticios de la población española” (Fuentes; 2012: 46). Ya en Venezuela, la
transculturación fue dando luces en las haciendas, expresión de los latifundios, lo que
Michael Ascencio denominó herencia de la plantación14.
Se desarrolla una confluencia cultural en danzas, música, bailes, comidas, rituales,
literatura y léxico, arquitectura, medicina, sexualidad y lo mágico religioso,
transformándose en los elementos conformantes de la cultura criolla. Dos de las
grandes celebraciones en las plantaciones fueron las de San Benito (sur del Lago de
Maracaibo) y San Juan Bautista (todo el norte de Venezuela entre Miranda y Yaracuy);
“significaron una ilusión de libertad dentro de un régimen que pretendía reducir al
esclavo a mero instrumento de producción (Ascencio; 2001: 101).
La economía siguió su curso con la especialización de monocultivos que contribuyó a
los intereses de la Corona por medio de la agroexportación, destacando las haciendas
en principio de cacao y azúcar, luego de café, donde ingentes cantidades de esclavizados
dieron su esfuerzo, muchos hasta perder la vida por los malos tratos y pésimas
condiciones de salubridad.

14
Maza Zavala califica “como plantación colonial un tipo de explotación agrícola prevaleciente en los siglos
XVII y XVIII en Venezuela, especializada en un determinado cultivo cuya producción se destinaba
sustancialmente al mercado interior y/o extranjero y en la cual se hacía un uso extensivo de la tierra y la fuerza
de trabajo, esta última sometida por lo general a la condición de esclavitud y servidumbre” (En Ascencio;
2001: 101)

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Una cultura nació con rasgos mestizos: de procedencia indígena con su desarrollo
desigual; africana con sus diversas expresiones rítmicas y creencias mitológicas; hispana
con su paideia: racional, imperial, cristiana y señorial de manera universalizante y
unificante; árabe con instrumentos de cuerdas, danzas de pareja, contribuciones
musicales, lingüísticas, arquitectónicas y comerciales; canaria con la impregna de
religiosidad popular y otras expresiones culturales que se fueron desarrollando a partir
del contacto entre todas estas.
El mestizaje forzoso de la colonia fue autorizado por el clero religioso (siempre
ambiguo) ampliando la base demográfica, derivando en “familias paralelas” y un papel
de la mujer-madre jurídicamente subordinado, culturalmente aceptado y socialmente
difundido en todos los poblamientos y clases sociales. Mientras, hoy en día el papel de la
madre ha trascendido gerencialmente al del hogar ―y simbólicamente al Estado
sobreprotector―, se encuentra actuando en diversos procesos y niveles de la economía;
aunque sigan vulnerándose los derechos de igualdad de género y produciendo otras
distorsiones en la economía15.
Economía y cultura, desde la dominación, contribuyeron a la extracción de materias
primas a favor de la corona y luego de latifundistas aliados con el capitalismo mercantil;
mientras que desde la resistencia más ocasional que intensa, favorecieron a la
visión de subsistencia con el conuco campesino con ascendencia indígena y
supervivencia convivencial y el mestizaje festivo. Los pueblos progresivamente
fueron guardando sumisión en apariencia, donde la astucia individual les permite
ascender socialmente mientras mantienen añoranza a su pasado de libertades.
Este proceso de acumulación de capital a través del cual se impone la división
internacional del trabajo (y de la naturaleza) actúa en aras de satisfacer las necesidades
de las naciones en crecimiento económico. Durante los últimos siglos Venezuela
abasteció de materias primas agrícolas y mineras a dichas potencias, mientras en el siglo

15
La participación de la madre en la vida comunitaria venezolana ha llegado a niveles importantes, sin
embargo, dos índices expresan la vulneración de los derechos humanos: el embarazo en adolescentes y el
homicidio en jóvenes varones, aspectos que contribuyen a la feminización de la pobreza y limitan el desarrollo
del país.

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XX las abastecemos de energía sin lograr involucrarnos en los procesos de


transformación industrial y aprendizaje tecnológico. Se puede resumir nuestra historia
en tres elementos: cacao-azúcar (siglo XVIII), café (siglo XIX) y petróleo (siglo XX).

2.4.- Rentismo: la cultura del petróleo


Luego del siglo XIX con un frágil Estado dada la Guerra Federal finaliza la fase de los
caudillismos históricos y transición hacia la modernidad política, llega una etapa de cierta
“estabilidad” económica bajo los gobiernos andinos con su poder cafetalero-
latifundista. Inicia el siglo con un nuevo elemento económico en boga, el petróleo, con
un nuevo general que arriesgará poco, mantendrá las apariencias (políticas y jurídicas) y
pactará con muchos para incrementar su influencia: Gómez.
Estas características iniciales tendrán, posiblemente, efectos trascendentales en
nuestra cultura: dependencia económica con el rentismo petrolero (¿riqueza sin creación
de valor?), personalismo político (el Estado soy yo), poco compromiso (asumir riesgos y
proyectos) y amiguismo burocrático (favoritismo, compadrazgo). Una mentalidad
cortoplacista y rentista que sustituye la insuficiente cultura del trabajo. La venezolanidad
es en gran medida la cultura del petróleo (Quintero), con lo cual la transformación del
Estado se dota con poderes mágicos (Coronil).
Esta etapa modifica sustancialmente algunos patrones culturales que hasta
entonces se tenían: migración de modos de vida, prácticas de consumo,
comportamientos políticos, etc. Se fortalece una cultura que no contribuye a conservar
la conciencia sobre el pasado aunque mantenemos la esencia de adecuarnos a
patrones impuestos desde la colonia ni a tener lo necesario para superar las
circunstancias hacia el futuro con un proyecto de sociedad encaminado hacia el
desarrollo propio; por el contrario, ésta tiende a subestimar lo venezolano e imitar lo
foráneo, lo importado.
Rodolfo Quintero plantea que “la cultura del petróleo es una cultura de conquista,
que establece normas y crea una nueva filosofía de la vida, para adecuar una sociedad a
la necesidad de mantenerla en las condiciones de fuente productora de materias primas”
(2011: 19). El Estado se convierte en un agente que interviene en la economía ampliando

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su ámbito de acción y ejerciendo control sobre sectores no económicos. Se produce la


combinación o crisis de segmentos desigualmente desarrollados en la sociedad, distintas
etapas del camino y la combinación de distintas fases (Trotsky; 2006: 16) a partir de la
cultura petrolera, donde se amalgaman formas arcaicas y modernas.
Son las dos Venezuela que hace más de medio siglo habló Uslar Pietri con inmensas
diferencias sociales, urbanísticas, acceso a servicios y a la educación entre los directos
beneficiarios de la renta y las grandes mayorías. Dicha combinación se evidencia en las
características de la venezolanidad con la sociedad discrónica planteada por Soriano:
coexistencia de elementos estructurales de distintas fases de desarrollo histórico no
surgido en consonancia con el resto de la realidad contemporánea, iniciado
fundamentalmente por la transculturación (2004: 31), es una adaptación a la teoría del
desarrollo desigual y combinado de Trotsky.
Entonces al modificarse la base material con los ingentes ingresos del petróleo, lo
cultural, jurídico e ideológico modifica a su vez el modo de vida hasta entonces conocido,
aunque no llegue a transformarse en una relación estructural y cualitativamente distinta
en tanto modo de producción. La renta petrolera contribuye a establecer patrones de
especialización interna y dependencia externa derivando en planes de desarrollo y
“diversificación económica” que finalmente intensifican la dependencia con la
racionalidad capitalista a favor de los centros globalizantes (Coronil; 2013: 43) 16.
Pasamos de la monoproducción agrícola a la monoproducción petrolera, de una
forma de dependencia a otra con mayor profundidad, a la neocolonización; les
proveemos de materias primas a los países industrializados que luego compramos como
productos de consumo final a un precio mayor. Nos sitúa en un papel determinado de la
globalización en su actual expansión (y crisis) neoliberal.
Debemos ver el hilo relacional del coloniaje, latifundio, transnacionales, burocracia
estatal y burguesía comercial que se promociona en el plano ético ideológico con el hilo
esclavizados, mestizos, campesinos y trabajadores, que supone la no realización de una
cultura “nacional” homogénea, ni siquiera a golpes y porrazos como fue en Barlovento,

16
Comillas nuestras.

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como tampoco con placeres y festivales. La historia es dinámica, su análisis


interdisciplinario.
Luego de 100 años de petróleo queremos cosechar sin haber sembrado, seguimos
con nuestra cultura recolectora17 que importa valores, modelos académicos y estilos de
comportamiento. Esta preocupación se traslada a los gobiernos llamados
“progresistas”, quienes han acentuado la lógica populista extractivista para responder a
las demandas sociales de la gente que votó por ellos, como ha apuntado el investigador
Edgardo Lander en varias conferencias y entrevistas.
Así que debemos pensar sobre nuestra conciencia de lo que podemos llegar a ser,
de una cultura independiente hacia el desarrollo de las fuerzas productivas. En esa línea
de proyección se posiciona Víctor Alvarez18 cuando plantea:

Se impone utilizar de manera inteligente parte de esa cuantiosa renta en


proyectos productivos, evitando la sobrevaluación de la moneda que implanta la
tendencia a importar lo que bien pudiera producirse localmente, toda vez que
esto solo conduce a enterrar bajo un alud de productos extranjeros las débiles
agriculturas e industrias nacionales. Solo así los venezolanos podremos vivir de
nuestra capacidad emprendedora y esfuerzo productivo.
Por todo lo que se ha expuesto hasta entonces, es fundamental avanzar en las
concepciones del desarrollo, superando los errores que se han cometido y perfilando
una serie de transformaciones que tomen en cuenta diversas perspectivas para la
discusión. En una conferencia sobre los 40 años del CENDES el Prof. Asdrúbal Baptista19
(IESA) enfatizaba que en Venezuela se había probado de todo y no daba resultado, por
lo que había que retomar la discusión sobre nuestra propia concepción de desarrollo
tomando en cuenta nuestro capitalismo rentístico. El Estado venezolano no entra en la
caracterización típica centro-capitalista, donde éste se financia por retención de
impuestos, sino por el contrario su fuente de ingresos es la renta del suelo, alcanzando

17
Ramón J. Velásquez dice que el venezolano es parejero, a lo cual Hurtado amplía: un ser social receptivo,
sumamente acogedor y de cuanta cosa pueda recoger en la importación (…) es un recolector (2014: 33).
18
Artículo publicado en El Mundo, periódico venezolano, bajo el título: ¿Qué es el neo-extractivismo? (2014).

19
Baptista desarrolló el concepto de capitalismo rentístico, como la singularidad estructural de la economía
venezolana y la superioridad del ingreso nacional respecto al Producto Nacional Neto de Depreciación. De
aquí deben partir las concepciones de desarrollo.

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cierta autonomía que lo ayuda a ver como un agente independiente del capital, aunque
se mantenga subalterno (Lander en Coronil; 2013: 12).
La discusión del desarrollo debe partir de una revisión crítica sobre nuestro
fracasado modelo industrial, pensar alternativas a los patrones energéticos de consumo
pensados con visión ecológica, con énfasis en los intereses de las grandes mayorías y no
exclusivamente la productividad del mercado o en el acomodaticio burocratismo del
Estado. Salir de este imaginario colectivo, abandonar las salidas mágicas provenientes
del Estado rentista y el heroísmo bonchón que deja disfrutar las mieles del petróleo, son
parte de la agenda de discusión.

3.- Lo festivo en nuestra dependencia económica


Con la conquista y colonización se cristianizan los ritos indígenas y africanos,
complejizándose la adaptación y resistencia de dichas culturas las cuales poseían una
diversidad imponente, siempre simplificada en aras de universalizar y homogeneizar por
parte de los europeos la esencia de occidente (paideia).
Uno de los elementos que llega a Venezuela y se desarrolla de manera especial, a
partir de la supervivencia española y deidades africanas de ahí Tío Conejo en la
literatura, es la característica de la picardía, ese rasgo que se fue fortaleciendo con el
tiempo para instituir un comportamiento de lo desmedido para desligarse de los moldes,
normativas y compromisos institucionales. Heredada de la España de Reconquista
materialmente fue suplantando al héroe, el vivaracho se incentivó a saltarse leyes
guardando las apariencias para alcanzar mejores posiciones en los estratos sociales en
España y luego en América.
En ese sentido las cofradías y sociedades durante la colonia permitieron a los negros
(libres y esclavizados) y mulatos no solamente organizar fiestas católicas, que era lo
único autorizado, sino que desde ese espacio sociopolítico expresaban los ritmos y
toques de tambor como en África y con ello las creencias a sus deidades. Esta
organización conformante de la religiosidad popular les permitía filtrarse socialmente
hacia las capas medias con “funciones de ayuda mutua” (Pollak-Eltz; 1991: 32), desde

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diversas formas de economía solidaria, en la aceptación institucional en función de la


ascendencia social y sus particulares intereses.
“Lo que hace de la viveza criolla un rasgo resaltante de nuestro carácter social es el
hecho de que se le celebre. Hay un sesgo en la cultura que promueve el festejo y el
aplauso de la trampa (…) tenemos por signo ser la excepción a la ley” (Capriles: 2011:
153). Dicha celebración se conecta muy bien con las fiestas de todo tipo en Venezuela,
de todo hacemos un chiste porque nos permite relajarnos ante las penurias, sentir en
apariencia que todo está bien; es una especie de escape de lo cotidiano, una salida de la
“opresión” que ejerce la moral y las leyes, un pretexto de sanación para el regreso
posterior a la cotidianidad donde la astucia llega con nuevas energías.
Lo festivo ha tenido un papel cohesionador desde tiempos inmemoriables; los
cultos romanos en su crecimiento como imperio fueron robustecidos por las
antiguas creencias cercanas al Mediterráneo: sirio-fenicias, turcas, persas, griegas y
egipcias (Hernández y Fuentes; 2012: 25). Al calendario festivo pagano se superpuso el
sistema de celebraciones cristianas, que más tarde se trasladó a América criollizándose
con el mestizaje. En Venezuela, la variedad de celebraciones hispanas se pensaron como
medio para apaciguar el descontento, sin embargo también ha sido la oportunidad para
rebeliones colectivas y liberaciones emocionales; africanos e indígenas profundizaron
sus conocimientos sobre lo espiritual y material (botánico, curativo y gastronómico) que
lograron bajo camuflaje cristiano.
Lo plural y diverso es aún visible en la dinámica popular que resiste al intento de
homogeneizar los elementos culturales. Por eso se produjo, como plantea Rama: “la
variedad de respuestas que cada región opuso al impacto modernizador, enfatizando la
capacidad de adaptación a ese impacto como estrategia para el resguardo de la propia
cultura” (citado en González; 2009: 88). Esta diversidad se produce como remembranza
a la cosmovisión mítica local, donde su mundo era el comportamiento social explicado
en rituales derivados de su conexión astros-naturaleza inmediata en los toques, bailes y
amarres de tambor según los diferentes pueblos en Venezuela; esto contrasta con la
visión universal de occidente que aún intenta homogeneizar criterios culturales (Danzas

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nacionalistas, Tambor Urbano, el reguetón); no existe musicalmente hablando un


exclusivo toque de tambor culo e’puya o tamboras en Miranda, o de Pailas o Burro negro
en Vargas… Cumaco en Aragua; es un despliegue diverso de los toques, variantes y
escapes de esos instrumentos en cada uno de los pueblos de esos tres estados.
En ese sentido lo festivo ha permitido a los gobierno legitimarse y lograr difuminar
las energías de resistencia en las clases sociales menos favorecidas, y éstas, buscando un
“escape” en las fiestas, logran alcanzar el éxtasis a partir de la libertad simbólica en su
estado anímico mas no materialmente, ya que inmediatamente vuelven a la realidad, a
sus relaciones desiguales… son las mutuas conexiones, empíricas y estructurales, entre
la actividad mágico-religiosa y las actividades económico sociales de un pueblo
campesino como Curiepe (Chacón; 1969: 67).
Siempre se ha dicho que los venezolanos somos alegres, parranderos; profundizar
sobre esa socialización cobra pertinencia en la dinámica de las manifestaciones
culturales. David Guss aborda el carácter del estado festivo, “escrito con mayúscula o
minúscula, entendido como aparato o como espíritu y emoción” (2005: iv), es decir, la
participación del Estado venezolano (con mayúscula) en las tradiciones desde la colonia
hasta acá ha sido importante, fundamentalmente la intención ideológica de dominio y
control social más que apoyo a los organizadores de las mismas; a su vez, el estado
anímico (con minúscula) en permanente alegría y con bastante inclinación al sistema de
fiestas se desarrolla a plenitud, a un extremo normativo a veces.
¿Cómo se puede entender entonces lo festivo y la participación del Estado en el
marco de relaciones económicas y políticas? Según Inestrosa “la fiesta es el espacio
donde se revela la vida social de un pueblo, su historia y su fuerza transmisora de valores,
pero a la vez afloran y se revelan los puntos de tensión y de ruptura” (; 1994: 88). Las
fiestas tradicionales cumplen diversas mediaciones y funciones según la participación de
la gente, lo que permite expresar su relación de sentido tomando en cuenta que la
función alterna del espacio se debe a que la fiesta se organiza en un tiempo
extraordinario previsible (González Ordosgoitti; 2006: 223), que luego retorna a su
“normalidad”, a su tiempo ordinario.

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3.1.- Calendario festivo: sincretismo


En ese proceso se generan diversas maneras de expresar su relación de sentido,
panorama de tradiciones musicales que en Venezuela se pueden clasificar en tres rubros
según Lengwinat: el ciclo agrario con un interés particular en las cosechas (en tiempos
indígenas y coloniales), el ciclo del ritmo de la vida individual (ciclo vital, sin fechas fijas),
y finalmente el complejo venerativo a entidades divinas donde se desarrolla la

religiosidad popular20. Estos tres rubros contienen las expresiones predominantemente


devocionales, de mayor recogimiento místico, y las de carácter festivo, de menor
recogimiento dado lo lúdico y bailable (2013: 16).
Esta clasificación contiene el sistema de fiestas indígenas y se diferencia de la
historiografía elaborada por organismos oficiales, investigadores y fundaciones, donde
el calendario de fiestas es a partir de los solsticios verano e invierno y, en menor
proporción, los equinoccios, copiándose de Europa (hemisferio norte); es importante
destacar que en nuestra región la naturaleza no se comporta de igual manera sino de
forma tropical, con temporadas de lluvia y sequía como las celebraban los indígenas,
sumado al calendario sagrado: sol, luna y estrellas21.
Las tradiciones populares se van constituyendo a lo largo del tiempo y desarrollan
diversas significaciones a partir de actividades económicas, técnicas agrícolas y creencias
asociadas, fiestas y conmemoraciones religiosas para invocar la protección divina, fiestas
patronales y prácticas mágicas (Fuentes; 2012: 34). Ésta ha sido la historia de Barlovento
en cuanto a sus fiestas tradicionales, muchas de las cuales, como plantea Guss, se han
adaptado al sistema de producción capitalista sin perder su sistema de producción
cultural histórica… no han desaparecido con la modernidad (2005: 11). En dicha
adaptación se antepone el placer a los intereses económicos… parafraseando el dicho:
“nadie les quita lo bailado y lo gastado”.

20
Una manera de unir el hecho religioso con el festivo (González Ordosgoitti; 1997: 43).

21
González Ordosgoitti (2014) tiene publicado en línea el artículo: La importancia del Calendario de Fiestas
Indígenas en Venezuela.

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3.2.- Tradiciones mirandinas: mestizaje


Aunque en este escrito no se profundizará sobre cada manifestación cultural, sí es
importante hacer un bosquejo de las de mayor arraigo para algunos de los pueblos de la
región barloventeña y del Estado Miranda, las cuales en su mayoría se realizan con el
significado de abrir/cerrar los ciclos de la naturaleza y la veneración a entidades divinas:
velorios a la Cruz de Mayo, Diablos Danzantes de Yare, San Juan Bautista, Parrandas de
San Pedro, del Niño Jesús y de los Santos Inocentes son las más difundidas y concurridas.
En Venezuela, ¿dichas celebraciones escenifican festivamente nuestros complejos
culturales, nuestras condiciones sociales y las limitaciones intelectuales a nuestra
libertad y creatividad autónoma como pueblo?
Estas celebraciones al mezclarse (desde la transculturación) con las creencias
indígenas y africanas dan parte de nuestro complejo sistemas de fiestas, donde las
diversas formas de participación en la fiesta es imponente: los tocadores, cantadores,
bailadores, rezanderos, alrededor de las imágenes: adornos, ofrendas, vestimentas,
cargadores, en la parte turística: vendedores de tambores, comidas, bebidas, artesanías,
fotógrafos, investigadores, mientras el pago de promesas está siempre presente:
transferencia monetaria, esfuerzo en la organización, asistencia por varios años y
participación directa; evidencia contracultural planteaba por Rama en el apartado
anterior.
Profundizando sobre la diversidad del minotauro salvaje de Briceño Guerrero, en la
mayoría de las celebraciones la percusión está compuesta por los patrones
“sostenimiento” y “escape” (base rítmica y liberación musical), descritos por Max
Brandt en Barlovento (1987: 126), donde los tonos agudos y graves son fundamentales,
los primeros asociados a los elementos de repetición en la estructura polirrítmica y los
segundos expresados en el tambor más grande como desviación o liberación del patrón
básico (Ídem: 127). Además, desde la tradición africana, los tambores y elementos
sonoros están atravesados de visiones míticas nombradas por género (sexual): el
tambor macho de sonoridad más grave es el que improvisa, mientras el tambor hembra
con los toques básicos y el colectivo en coro con el ritmo del estribillo

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establecen un tiempo recurrente… sin ser homogéneo ni lineal sino internamente


heterogéneo (Quintero-Rivera; 2015: 28). En nuestras tradiciones, según Verenzuela en
un estudio sobre San Juan, la repetición invita a sostener una tradición, mientras que las
variantes producen estados de jolgorio, trance y escapes momentáneos de la realidad
(2012: 108).
Es interesante el análisis de la antropóloga Margaret Mead al relacionar las
variaciones por género en las concepciones del tiempo desde lo psicológico, donde el
ritmo de la mujer se relaciona con los patrones de sostenimiento o tiempo recurrente:
desfloración, embarazo, parto, crianza y menospausia, mientras el hombre con
momentos llenos de alicientes y de repentina melancolía, parece no tener un ritmo (En
Quintero-Rivera; 2015: 28); y desde la endocrinología: “las mujeres tienen una capacidad
para realizar trabajos continuos mientras que los hombres tienen la capacidad para la
movilización de repentinas reservas de energía seguidas de una necesidad de descanso”
(Ídem: 29). En la celebración San Juan Bautista en Barlovento existe la combinación de
género con “el” mina y “la” curbata como tambores de llamado, y en la batería culo
e’puya está “la” prima junto al cruzao y pujao como masculinos acompañando al santo.
Desde esta perspectiva, música, baile, cantos, teatralidad y devoción se analizan juntos.
La celebración con velorios a la Cruz de Mayo son de rogativa y pasión, de
procedencia muy antigua realizada en diversos continentes en adoración al Palo Mayo y
como conexión entre el cosmos y la tierra; se desarrolla con cierta uniformidad (altar,
décimas y ritual) en lo que se conoce como fulía central (polirritmias) organizada desde
la religiosidad popular con devoción a la cruz, donde el velorio “significa la convivencia y
la hermandad entre los que proponen la festividad” (Lengwinat; 2013: 152). Los
instrumentos en general son 7, aunque pueden llegar a 14 en Birongo22: en la percusión
tres tamboras de origen congo (prima, cruza’o y puja’o); en las cuerdas, cuatro, guitarra,
mandolina, violín, marímbola23 y el tres; los idiófonos como las maracas, la charrasca de
tapara, el plato de peltre, el cilindro metálico y las palmas de las manos.

22
Autodenominados la cuna de la fulía.
23
Hoy en día lo sustituye el Birban, una especie de bajo musical de creación casera.

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Los Diablos Danzantes de Yare (fecha movible a 9 semanas después de jueves santo)
es una expresión inicialmente hispánica-eclesiástica (Corpus Christi) que enuncia el
triunfo del bien sobre el mal. Los frailes fundaron las cofradías para negros libres y
esclavos para fomentar la devoción a un santo y aumentar la fe en general, sin darse
cuenta que en el seno de estas se conservan las tradiciones africanas: bailes y elementos
mágico-religiosos (Pollak-Eltz; 1991: 32). Las máscaras de los diablos ya no son talladas en
madera, sino hechas en papel maché, aunque conserven rasgos similares a los de las
ancestrales (Ibídem: 15); de igual manera se realiza al final de la sequía en Venezuela y
África (Planchart; 2005: 16).
San Juan Bautista se celebra en muchas poblaciones el 23, 24 de junio en muchas
poblaciones de Barlovento y el 25 se hace el Encierro sólo en Curiepe y Tacarigua; se
mantienen rituales de la liturgia católica los cuales se han complejizado con creencias de
ascendencia africana y la polirritmia de los tambores de procedencia Bantú del Congo
(Liscano). Su desarrollo se remonta a procesos sociales de cientos de años en Venezuela,
donde toques de tambor, bailes y cantos se conjugan con el rojo y el blanco de la
vestimenta. Dicha festividad y su cosmogonía para las poblaciones primigenias de tres
continentes fortalece lo mágico-religioso conectado con época de siembra, fertilidad y
su llamado a la sexualidad, conformando los mitos que en la actualidad nos siguen
acompañando. Se asocia al solsticio de verano realizado en Europa desde tiempos
inmemoriables, aspecto muy bien estudiado por George Frazer en su denso libro La rama
dorada, sin embargo, existen diferencias tropicales con nuestro calendario festivo.
La Parranda de San Pedro se festeja el 29 de junio en Guarenas y Guatire, nace como
promesa de la esclava María Ignacia por salvar a su pequeña hija (siglo XIX); en los años
siguientes su esposo se disfraza de ella cargando una muñeca simbolizando a su hija,
mientras sus compañeros se visten con la ropa de sus amos en forma de burla.
Posteriormente, lo colorido de sus trajes simboliza una crítica a los partidos liberal
(amarillo) y conservador (rojo), acompañados de caras pintadas de negro como
recuerdo a su origen esclavo.

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Estas tradiciones mantienen su carácter de irreverencia aunque han adoptado


distintos elementos económicos-culturales de los últimos dos siglos. Alrededor de la
organización de cada una está la simbología materna, su conexión emocional acompaña
el fervor religioso y la circulación de dinero-mercancías referentes al sistema capitalista,
características de la cultura popular, identidad y desarrollo.
4.- Consideraciones finales
En estas consideraciones finales traemos a colación a José Balza y Ramón Piñango
en el prólogo de la obra Suma del pensar venezolano:
Somos ese nuevo matiz humano que absorbe el múltiple pasado y somos la
transformación de éste. Tras la condición emotiva e intelectual (…) vibra la
energía del individuo y de la arrolladora cercanía de los grupos: lo que obliga a ser
distinto y a ser, no obstante, el mismo. Porque de la confluencia entre ambas
potencialidades24 o de su choque crece la transfiguración de lo íntimo y lo
público, de lo remoto y lo presente, hasta desembocar en un proceso complejo,
único, que bien podemos llamar Venezuela (2012: XXXVII).

Dicha diversidad se evidencia con la sociedad discrónica de Graciela Soriano, donde hay
un salto de cantidad a cualidad en la coexistencia de elementos estructurales de distintas
fases de desarrollo histórico en la contemporaneidad venezolana, o en las modernidades
(occidental y disímil) planteadas por Moreno para explicar el comportamiento del homo
convivial en los sectores populares.
Si lo vemos desde lo festivo, la manifestación en cada población que lo celebra se
desarrolla en una singularidad sumamente compleja, donde la no estructuración de un
pensamiento propio se interconecta favorablemente a las culturas industrializadas, y
negativamente hacia las condiciones sociales y ambientales.
Esto genera una simbología que plasma las creencias de sus habitantes, que deriva
en especificidades de los toques de tambor, cantos, bailes, instrumentos, lo organizativo
y las conexiones emocionales que alrededor de las festividades se desarrollan, pero que
a pesar de los cambios políticos no quedan plasmados en proyectos de sociedad de
avanzada y menos ejecutados en planes de gobiernos o gerencias de responsabilidad
social empresarial.

24
Aquí queda bien la relación entre culturas primeras africanas-indígenas y razón segunda europea.

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En el plano económico existe una relación entre la economía y las necesidades


materiales que se expresa de manera sorprendente en la picardía del venezolano, en esa
viveza que genéricamente se ha llamado bachaqueo. Dada la coyuntura económica 2015-
2016 ―la peor crisis económica en 20 años por lo menos―, el comportamiento de la
venezolanidad se escenifica en intensas búsquedas de salidas individuales como
mecanismo de ascendencia social ―en este caso se trata de sobrevivencia ante la
escasez―, escenificada en las colas principalmente con los bachaqueros que se
aprovechan, violencia de por medio, de la situación para la reventa, y, en segundo plano,
los coleados que se comportan saltando la norma o flexibilizando la moral ―analizando
desde la matrisocialidad― con la premisa de conseguir la mercancía “como sea”; existe
una especie de “cargo” de revendedor que transfiere recursos de la clase media a la clase
baja, lo cual limita una salida de lucha colectiva. Complementariamente también hay
elementos de solidaridad, trueque, complementariedad e intercambio de mercancías e
información de manera autónoma por parte de familias y comunidades.
En definitiva se puede concluir:
1. Las discusiones del desarrollo deben trascender la linealidad histórica de
planificación para actuar desde la complejidad como alternativa a concepciones
desarrollistas y occidentales, donde la extracción energética se sustente en
equilibrio ecológico y sus ingresos contribuyan a la capacidad productiva y social.
2. Reflexionar sobre nuestra visión de modernidad a partir de la episteme en los
sectores populares (homo convivial), sin limitar la diversidad cultural y
especificaciones locales. Aquí entra en juego el cumplimiento de los derechos
culturales como superación de nuestra dependencia.
3. La comprensión de la historia venezolana no es a partir de las efemérides sino
desde las distintas formas y etapas de transculturación, donde los elementos
prevalecientes tienen significaciones previas al mestizaje.
4. Lo festivo, como categoría aglutinante del sistema de fiestas en Venezuela,
prevalece como añoranza a un sentir de libertades que en la dinámica está
ausente, se convierte en una salida a la opresión simbólica y material de la
realidad, de sus instituciones y del sistema jurídico-moral.

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