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ACCION DE REPARACION DIRECTA - Daño antijurídico / DAÑO

ANTIJURIDICO - Acción de reparación directa / FALLA DE SERVICIO -


Elementos

De conformidad con lo dispuesto por el artículo 90 de la Constitución Política, el


Estado tiene el deber de responder patrimonialmente por los daños antijurídicos
que le sean imputables, causados por la acción o la omisión de las autoridades
públicas, norma que le sirve de fundamento al artículo 86 del Código Contencioso
Administrativo que consagra la acción de reparación directa, cuyo ejercicio dio
origen al presente proceso y que establece la posibilidad que tiene el interesado
de demandar la reparación del daño cuando su causa sea un hecho, una omisión,
una operación administrativa o la ocupación temporal o permanente de un
inmueble por causa de trabajos públicos o por cualquier otra causa. No obstante
que la norma constitucional hace énfasis en la existencia del daño antijurídico
como fuente del derecho a obtener la reparación de perjuicios siempre que el
mismo le sea imputable a una entidad estatal, dejando de lado el análisis de la
conducta productora del hecho dañoso y su calificación como culposa o no, ello no
significa que la responsabilidad patrimonial del Estado se haya tornado objetiva en
términos absolutos, puesto que subsisten los diferentes regímenes de imputación
de responsabilidad al Estado que de tiempo atrás han elaborado tanto la doctrina
como la jurisprudencia, entre ellos el de la tradicional falla del servicio, dentro del
cual la responsabilidad surge a partir de la comprobación de la existencia de tres
elementos fundamentales: el daño antijurídico sufrido por el interesado, el
deficiente funcionamiento del servicio, porque no funcionó cuando ha debido
hacerlo, o lo hizo de manera tardía o equivocada, y finalmente, una relación de
causalidad entre este último y el primero, es decir, la comprobación de que el daño
se produjo como consecuencia de la falla del servicio.

PRESTACION DE SERVICIO DE SALUD - Responsabilidad. Evolución


jurisprudencial / FALLA DEL SERVICIO PROBADA - Responsabilidad por la
prestación de servicios de salud. Prueba / ACTO MEDICO - Inversión de la
carga de la prueba / FALLA DEL SERVICIO PRESUNTA - Servicio médico
asistencial / PRINCIPIO DE LA CARGA DE LA PRUEBA DINAMICA - Prueba
quien sale en mejores condiciones para hacerlo

Con relación a la responsabilidad por la prestación de servicios de salud a cargo


de la Administración Pública, hasta 1992 ésta se manejaba con fundamento en la
2falla probada del servicio, por lo cual quien alegaba haber sufrido un daño
producido por una actuación u omisión imputable a determinada entidad
prestadora de servicios médico-asistenciales, soportaba la carga de probar los tres
extremos mencionados: el daño, el mal funcionamiento del servicio, y el nexo
causal entre estos dos, para que prosperaran sus pretensiones. En sentencia de la
Sala proferida ese año, varió el criterio respecto de los actos médicos propiamente
dichos, al reconocer la jurisprudencia la complejidad que ellos encierran y en
consecuencia las dificultades que desde el punto de vista probatorio implican para
el paciente lego en la materia, en virtud de la cual ameritan un tratamiento
diferente. Es así como a partir de ese fallo, mientras que el régimen de
responsabilidad aplicable en los casos de daños producidos con ocasión de los
servicios prestados por las entidades hospitalarias, por ejemplo la atención y
manipulación de los pacientes, el suministro de drogas, los procedimientos de
enfermería, los exámenes de laboratorio, etc. etc., continuó siendo el de la falla del
servicio probada en los términos enunciados -es decir que resulta indispensable
acreditar los tres elementos que la componen: daño, falla propiamente dicha y
nexo causal-, cuando se tratase de determinar la responsabilidad médica, es decir
aquella en la que interviene la actuación del profesional de la medicina en
materias tales como diagnóstico, tratamiento, procedimientos quirúrgicos, etc. etc.
en los que está en juego la aplicación de los conocimientos científicos y técnicos
de la ciencia de la medicina, el tratamiento probatorio variaría. En efecto, en tales
casos la jurisprudencia de esta Sala contempló la inversión de la carga de la
prueba respecto del elemento “falla”, presumiendo su existencia y radicando en
cabeza del demandante únicamente la carga de probar el daño y su nexo con el
servicio; acreditados estos dos elementos de la responsabilidad, le correspondería
a la entidad demandada para exonerarse de la misma, la obligación de acreditar
que su actuación fue oportuna, prudente, diligente, con pericia, es decir, que no
hubo falla del servicio, o romper el nexo causal, mediante la acreditación de una
causa extraña, como lo son la fuerza mayor, la culpa exclusiva de la víctima o el
hecho también exclusivo y determinante de un tercero. Esta solución surgió en
aquellos casos en los cuales, por las particulares circunstancias en las que se
producía el hecho dañoso, era la entidad demandada quien estaba en mejores
condiciones de aportar la prueba; por ejemplo, cuando se aduce que el daño
provino de una intervención quirúrgica, a la cual desde luego quienes tienen
acceso y conocen todas sus incidencias, son precisamente los profesionales que
la practicaron, mientras que el paciente o los parientes de éste, se hallan en
imposibilidad de aportar las pruebas necesarias para acreditar la falla que se
pudiera haber presentado por desconocer tanto la ciencia, como las incidencias
mismas del procedimiento. Nota de Relatoría: Ver Exps. 6897 del 30 de julio de
1992 y 11878 del 10 de febrero de 2000

FALLA DEL SERVICIO PROBADA - Prestación del servicio de salud. No


científico / FALLA DEL SERVICIO - Enfermera / PROBABILIDAD
PREPONDERANTE DE LA PRUEBA - Nexo causal. Falla del servicio médico

En el presente caso, no se está aduciendo una falla del servicio médico desde el
punto de vista científico porque se discuta la actuación de un profesional de la
Medicina, sino una inadecuada atención por cuanto al momento de llegar al centro
hospitalario con el menor enfermo no había un doctor, por lo cual fue atendido por
una enfermera que le administró un medicamento que fue el que le produjo la
muerte al menor; frente a tal afirmación, considera la Sala que el régimen de
responsabilidad dentro del cual se debe analizar el caso es el de la falla del
servicio probada, razón por la cual habrá de estudiar el material probatorio
allegado al plenario, para concluir a partir del mismo si efectivamente, la parte
demandada incurrió en dicha conducta y por lo tanto, si debe responder por el
daño antijurídico ocasionado. En el presente caso sí se presentó una falla del
servicio, no por cuenta de la ausencia del médico, sino de las actuaciones y
omisiones de la enfermera, que se suponía que debía estar entrenada y contar
con la formación necesaria para adelantar las actividades propias de su profesión,
máxime tratándose de las que laboran en estos centros de salud, en los que
puede faltar ocasionalmente la presencia del médico. Están probados pues, el
daño y la falla del servicio; con relación al nexo de causalidad, que no se presume,
debe indicarse que el análisis del mismo en los casos de responsabilidad como el
que aquí se analiza debe ser flexible, puesto que resulta a veces imposible
determinar la causa de la agravación o muerte de los pacientes, incluso desde el
mismo punto de vista científico; por ello, es indispensable establecer el mayor o
menor grado de probabilidad de que dicho nexo exista, con base en los hechos
probados.

CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO

SECCION TERCERA

Consejero ponente: RAMIRO SAAVEDRA BECERRA

Bogotá D.C., veinticuatro (24) de febrero de dos mil cinco (2005)

Radicación número: 85001-23-31-000-1993-00074-01(14170)

Actor: PROSPERO CURCHO AVILA

Demandado: NACION - MINISTERIO DE SALUD - DEPARTAMENTO DE


CASANARE - SECCIONAL DE SALUD - HOSPITAL SAN MIGUEL DE TAMARA

Referencia: APELACION SENTENCIA - ACCION DE REPARACION DIRECTA

Procede la Sala a resolver el recurso de apelación interpuesto por la parte actora y


la parte demandada -Departamento de Casanare- en contra de la Sentencia
proferida por el Tribunal Contencioso Administrativo del Casanare el 6 de agosto
de 1997, por medio de la cual se acogieron parcialmente las pretensiones de la
demanda; en el fallo se declaró a la Nación - Ministerio de Salud, Departamento
de Casanare y Hospital San Miguel de Támara, parcialmente responsables de la
muerte del menor Daniel Curcho Blanco y se las condenó a pagar perjuicios
morales en cuantía equivalente a 500 gramos oro a favor de los padres, y 200
gramos oro a favor de los hermanos.

ANTECEDENTES.

1.- La demanda:

El 10 de mayo de 1994, ante el Tribunal Administrativo de Boyacá, a través de


apoderado debidamente constituido y en ejercicio de la acción de reparación
directa contemplada en el artículo 86 del Código Contencioso Administrativo, los
señores Próspero Curcho Avila y María del Carmen Blanco (padres); y José
Román, María Eugenia, Angel Mario, Nancy del Carmen y Jorge Eliécer
Curcho Blanco (hermanos), presentaron demanda en contra de la Nación -
Ministerio de Salud, el Departamento de Casanare, la Seccional de Salud del
Departamento de Casanare y el Hospital San Miguel de Támara, cuyas
pretensiones se encaminaron a obtener la declaratoria de responsabilidad
administrativa y solidaria de las entidades demandadas y su condena al pago de
los perjuicios morales y materiales sufridos por los actores con ocasión de la
muerte del menor Germán Daniel Curcho Blanco ocurrida en el Municipio de
Támara el 11 de mayo de 1992. (fl. 16, cdno 1).

2.- Los hechos.

Según la demanda, los señores Próspero Curcho Avila y María del Carmen
Blanco contrajeron matrimonio católico el 25 de julio de 1964, dentro del cual
fueron procreados sus hijos José Román, María Eugenia, Angel Mario, Nancy
del Carmen, Jorge Eliécer, Carlos Martín y Germán Daniel, quienes siempre
han vivido en la vereda Cruz Verde del Municipio de Támara, bajo el mismo techo.

De acuerdo con el mencionado libelo, el 9 de mayo de 1992, el menor


Germán Daniel empezó a quejarse de dolor en una pierna, al día siguiente
tuvo escalofríos y le dio diarrea; su madre le dispensó remedios y cuidados
caseros, así como droga -ambramicina y novalgina-; como no mejoraba, sus
padres lo llevaron al hospital del Municipio de Támara, en donde no encontraron
al médico, siendo informados de que se hallaba en Yopal; la enfermera de turno
le prestó los primeros auxilios, le puso el termómetro y dijo que tenía 37
grados de fiebre y dijo aplicarle una inyección de lisalgil o gifaril; inmediatamente
el niño sintió trastorno; la enfermera ordenó llevarlo a una cama para
prepararle dextrosa pero el menor manifestó que le había dado algo en la
garganta que no lo dejaba hablar bien, y que le estaba pasando a la nariz;
entonces se agravó y la enfermera dijo que mejor lo llevaran a Yopal porque
“...estaba convulsionado...”. El niño tenía los ojos cerrados, no podía modular,
trataron de tomarle muestras de sangre, le tomaron muestras de materia fecal,
pero el niño murió.

Los demandantes imputan responsabilidad a las entidades estatales porque en el


momento de llegar el menor al hospital, no se encontraba el médico; el niño se
agravó cuando le pusieron la inyección, siendo, según ellos, ésta la causa
principal de su muerte. El niño no llegó agonizando al hospital y sin embargo, una
hora después falleció. Sugiere el demandante que la droga aplicada pudo estar
“pasada”.
La muerte del menor ocasionó gran sufrimiento a sus padres y hermanos, por lo
cual reclaman la indemnización de los perjuicios morales, así como materiales
para el señor Próspero Curcho Avila, por concepto de los gastos de entierro de
su hijo.

3.- Trámite en la primera instancia.

El auto admisorio de la demanda fue notificado personalmente al Gobernador del


Casanare, al Director Seccional de Salud del Departamento de Casanare y a la
Nación Ministerio de Salud, en la forma autorizada por el artículo 150 del Código
Contencioso Administrativo (fls. 61 vto., 62 y 92, cdno 1).

El apoderado del Departamento de Casanare contestó la demanda y se opuso a


las pretensiones, haciendo referencia al sistema de descentralización de la
Administración de los servicios de salud y las funciones de los gobernadores y
jefes seccionales de salud en materia de política regional en esta materia,
acotando que si bien el Gobernador es el Presidente de la Junta Asesora del
Servicio Seccional de Salud, dentro de cuyos objetivos se encuentra la vigilancia
del cumplimiento de las políticas y programas en materia de salud a ejecutarse
dentro de su territorio, el Departamento de Casanare no administra en forma
directa la actividad de los hospitales y en este caso, las presuntas fallas fueron
ajenas a esta entidad “...y por actos que material y físicamente, fueron difíciles de
controlar directamente por la propia Gobernación de Casanare, pues el
Departamento no tiene sobre el Hospital de Támara la autonomía y el poder de
dirección que se pretende abonarle” (fl. 107, cdno 1).

Con relación al demandado Hospital “San Miguel” de Támara, se observa que el


Tribunal requirió al doctor Rafael Segundo Garizábal, Director de esa institución
con el fin de que enviara copia auténtica de sus estatutos así como de la historia
clínica del niño Germán Daniel Curcho, “...hospitalizado en dicho centro el día 10
u 11 de mayo de 1992”, a lo cual, el doctor Garizábal, Médico Director del Centro
de Salud “San Miguel” del Municipio de Támara, del Servicio Seccional de Salud
de Casanare, le respondió que no existen en los archivos de su despacho los
estatutos solicitados y le remitió copia de la historia clínica solicitada,
manifestando que el menor fue “...atendido en este Centro de Salud el día 11 de
Mayo de 1992” (negrillas fuera de texto). (fls. 3 y 6, cdno 2).
Mediante auto de 12 de julio de 1995 se ordenó la remisión del proceso, por
competencia, al recién creado Tribunal de Casanare, quien avocó el conocimiento
y reinició el término probatorio (fls. 117 y 121, cdno 1).

Celebrada la audiencia de conciliación, a la misma no concurrió el apoderado de la


parte actora, por lo que el Tribunal corrió traslado para alegar de conclusión (fls.
136 y 139, cdno 1), término dentro del cual intervino el Procurador Judicial 53 en
Asuntos Administrativos, y presentó concepto en el cual solicitó la denegación de
las pretensiones, por considerar que de los hechos probados no podía deducirse
responsabilidad de ninguna de las entidades demandadas ya que no se reunieron
los requisitos exigidos para ello: una hecho dañoso imputable a un ente público
por acción u omisión, un daño sufrido por el actor y una relación de causalidad
entre el hecho y el daño, “...lo cual no se presenta en el caso que nos ocupa pues
la entidad asistencial no ejecutó ningún hecho que ocasionara por acción u
omisión daño al niño Germán Daniel, por cuanto está demostrado por el dictamen
del médico legista que no fue la aplicación de la inyección la causa de su
muerte...” (fl. 141, cdno 1).

Por su parte, la demandante también intervino para reiterar lo sostenido en su


demanda, en el sentido de que el niño llegó enfermo, no había médico, fue
atendido por una enfermera que lo inyectó y el menor se agravó inmediatamente,
muriendo enseguida. Luego de transcribir declaraciones de algunos testigos,
sostuvo que los mismos demostraban los hechos de la demanda y en especial,
respecto de la inyección que le fue puesta al menor, que “la droga en lugar de
ayudarlo lo mató”, sugiriendo que no era la adecuada o pudo estar pasada.
Manifestó que hubo impericia y negligencia, porque no pudieron canalizarle la
vena al menor para inyectarle suero y concluyó que al menor “...los padres lo
llevaron no en estado de coma y a las pocas horas ya estaba muerto. No hubo por
tanto un tratamiento médico eficaz porque no estaba en ese momento el médico,
porque la droga correcta como era el suero no se le aplicó y la que se le puso lo
agravó y lo mató” (fl. 144, cdno 1).

4.- La Sentencia de primera instancia

El Tribunal Contencioso Administrativo de Casanare declaró la responsabilidad


parcial de las entidades demandadas por la muerte del menor Germán Daniel
Curcho Blanco y las condenó a indemnizar los perjuicios a los demandantes en la
forma ya indicada, por cuanto luego de analizar el acervo probatorio y en especial
los testimonios rendidos dentro del proceso y el dictamen “médico pericial” sobre
las causas del deceso del menor, concluyó que, de un lado, la parte demandada
no desvirtuó uno de los argumentos de la actora fundamento de la responsabilidad
endilgada, cual es la ausencia del médico en el momento en que se recibió al
menor en la entidad de salud; pero por otro lado, también encontró probado que
cuando éste llegó al centro hospitalario, el menor ya estaba afectado por una
afección diarreica grave, por lo que su madre le estaba suministrando
medicamentos para su afección, y la enfermera que lo atendió hizo lo que estaba
a su alcance de acuerdo con los recursos disponibles; en consecuencia, consideró
que el deceso del menor se produjo en parte como consecuencia de la reacción
tardía de los padres, que solicitaron ayuda profesional cuando ya el menor estaba
grave. Por ello, reconoció sólo un porcentaje de los perjuicios morales solicitados
en la demanda (fls. 157 a 174, cdno 1).

5.- El recurso de apelación.

Inconformes con lo decidido, las partes interpusieron sendos recursos de


apelación (fls. 177 y 185, cdno 1).

La parte actora solicitó reformar la sentencia de primera instancia, en el sentido de


acceder a la totalidad de las pretensiones de la demanda, toda vez que no
comparte la disminución practicada por el a-quo, porque en su sentir, en el
plenario se probó la falla del servicio por omisión y por acción de la parte
demandada; la falta de un médico en el centro hospitalario -afirmó-, fue el hecho
determinante para que no se le pudiera salvar la vida al menor, pues se le aplicó
una droga que no era la efectiva; la misma enfermera declaró además, “...que no
le fue posible coger la vena al niño para hidratarlo...”, lo que de por sí indica una
falla del servicio, ya que “...Como no se le cogió la vena el paciente se deshidrató
y falleció”; sostuvo el apelante, que la sentencia de primera instancia no debió
rebajar la condena, ya que no se probó ninguna causal de exoneración por parte
de las entidades demandadas (fls. 194 y 201, cdno 1).

Por su parte, el apoderado del Departamento de Casanare, manifestó su


desacuerdo con la sentencia de primera instancia por cuanto a su juicio la muerte
del menor no le era imputable a la parte demandada, ya que cuando llegó al
centro hospitalario ya estaba grave y su deceso, según el dictamen médico legal,
se produjo por un cuadro de enfermedad diarreica aguda severa con una
evolución de 48 a 72 horas; es decir que su muerte no se produjo por una
inyección, sino por una alteración hidroelectrolítica llamada Deshidratación Aguda
Severa. Fue entonces, la negligencia de los padres al llevarlo de manera tardía, la
que ocasionó el hecho dañoso, no existiendo tampoco el nexo causal con el
servicio.

Por otra parte, llamó la atención sobre el hecho de que los registros civiles de
matrimonio de los padres y de nacimiento de los hijos, fueron posteriores al
fallecimiento del menor, alegando que los asentados originalmente habían sido
destruidos por un ataque guerrillero, hecho que no fue probado en el proceso y
que de haber sido así, han debido recurrir a la Registraduria Nacional del Estado
Civil para conseguir “...los registros respectivos de las copias de los seriales que
por Ley son enviados por las notarías y registradurías locales” (fl. 177, cdno 1).

6.- Actuación en esta instancia:

Admitido el recurso de apelación interpuesto por las partes, se corrió traslado para
alegar de conclusión, término dentro del cual la actora reiteró los argumentos
esgrimidos a lo largo de todo el proceso anotando que en casos como el presente,
la jurisprudencia ha establecido que opera la presunción de responsabilidad y el
actor está eximido de probar la conducta irregular en la prestación del servicio
médico por parte de la demandada y ésta, para exonerarse de responsabilidad,
debe demostrar su diligencia y cuidado, lo cual no sucedió en el presente caso (fl.
207, cdno 1).

La Nación - Ministerio de Salud intervino en esta oportunidad, en escrito en el


cual alegó falta de legitimación en la causa por pasiva; se refirió al Sistema
Nacional de Salud, que opera de manera descentralizada, bajo la supervisión de
los entes territoriales, departamentos, distritos y municipios, como consecuencia
de lo cual “...es claro que cada hospital tiene absoluta libertad y autonomía para
designar sus cuadros directivos, nominar y designar al personal médico,
paramédico, auxiliar y administrativo que requiera para su funcionamiento” .

Hizo un recuento normativo de la descentralización en materia de salud y los


distintos objetivos que se persiguen con ella, así como los niveles de
responsabilidad y competencias de las diferentes divisiones territoriales, aclarando
que al Ministerio de Salud le corresponde la Dirección del Sistema Nacional de
Salud1, función en virtud de la cual debe formular políticas y dictar las normas
científico administrativas del sector, es decir que es el ente rector de las políticas
de salud pero no ejecuta ni presta servicios de salud; los servicios seccionales no
hacen parte de su estructura administrativa, “...por lo que resulta ilógico tratar de
endilgarle responsabilidad alguna por las acciones, omisiones, hechos u
operaciones de los entes prestadores de salud que existen en todo el país”, y en
consecuencia, “...los yerros dimanados de las accines u omisiones en la
prestación del servicio público de salud, corresponde asumirlos al centro
hospitalario y/o al ente territorial del cual depende administrativamente”..

Refiriéndose específicamente al presente caso, analizó la prueba recaudada y


adujo que la falla del servicio no se probó, y lo que hubo fue retardo de los padres
del menor fallecido en llevarlo a recibir atención médica, por lo cual no puede
predicarse relación de causalidad entre el daño y el hecho; “...Dentro del hospital
se produjo la muerte como consecuencia de hechos ocurridos fuera de la
prestación del servicio de salud y el perjuicio se ocasionó por descuido de los
padres que dejaron avanzar la enfermedad sin tratamiento médico” (fl. 217, cdno
1).

CONSIDERACIONES DE LA SALA

La Sala comparte la decisión del a-quo, por lo cual la confirmará, modificando


sólo el monto de la condena, como adelante se verá, con fundamento en los
siguientes razonamientos:

I- Competencia.

En primer lugar, se observa que el Consejo de Estado es competente para


conocer del presente asunto en virtud del recurso de apelación interpuesto por las
partes, toda vez que la pretensión mayor de la demanda 2 fue el equivalente a 1000
gramos de oro por concepto de perjuicios morales, que correspondían a la suma
1
Ley 9 de 1973, Decretos 056 y 356 de 1975, Leyes 10/90, 60 y 100/93 y Decreto 1292 de 1994.
2
De acuerdo con lo estipulado en el numeral 2º del artículo 20 del C.P.C., la cuantía de la demanda
se determina por el valor de la pretensión mayor, cuando se acumulen varias
de $10’837.230,oo y para la época de presentación de la demanda -19 de agosto
de 1993-, la cuantía para que un asunto tuviera vocación de doble instancia era de
$9’610.000,oo

II- La legitimación en la causa.

En el presente proceso fue demandada la Nación -Ministerio de Salud, por hechos


que se produjeron en el Hospital San Miguel del Municipio de Támara, Casanare;
así mismo, fue demandado el Departamento de Casanare, el Servicio Seccional
de Salud de este Departamento y el mismo Hospital San Miguel.

Al respecto, se observa que según el Contrato 0003 “De constitución del servicio
de salud de la Intendencia del Casanare” suscrito el 4 de junio de 1974 entre la
Nación - Ministerio de Salud y la entonces Intendencia de Casanare (fl 11, cdno 2),
se creó el Servicio Seccional de Salud como una dependencia de dicha
intendencia, el cual comprende, según la Cláusula Segunda de dicho contrato,
“...todos los recursos ejecutivos de Salud existentes en su territorio tales como
hospitales, Centros y Puestos de Salud, Agencias de Salud de las entidades
descentralizadas, demás instituciones y las que se establezcan en el futuro...”.

De acuerdo con lo anterior, el Centro de Salud “San Miguel” -no hospital (fl. 6,
cdno 2)-, del Municipio de Támara - Casanare, hace parte o depende del Servicio
Seccional de Salud del Departamento y en consecuencia, es esta entidad
territorial, la llamada a responder por las actuaciones u omisiones cumplidas en
dicho Centro de Salud; no obstante lo dicho, la Nación - Ministerio de Salud no
apeló el fallo de primera instancia, por lo cual no podrá reformarse en este
extremo.

III- El régimen de responsabilidad patrimonial.

De conformidad con lo dispuesto por el artículo 90 de la Constitución Política, el


Estado tiene el deber de responder patrimonialmente por los daños antijurídicos
que le sean imputables, causados por la acción o la omisión de las autoridades
públicas, norma que le sirve de fundamento al artículo 86 del Código Contencioso
Administrativo que consagra la acción de reparación directa, cuyo ejercicio dio
origen al presente proceso y que establece la posibilidad que tiene el interesado
de demandar la reparación del daño cuando su causa sea un hecho, una omisión,
una operación administrativa o la ocupación temporal o permanente de un
inmueble por causa de trabajos públicos o por cualquier otra causa.

No obstante que la norma constitucional hace énfasis en la existencia del daño


antijurídico como fuente del derecho a obtener la reparación de perjuicios siempre
que el mismo le sea imputable a una entidad estatal, dejando de lado el análisis de
la conducta productora del hecho dañoso y su calificación como culposa o no, ello
no significa que la responsabilidad patrimonial del Estado se haya tornado objetiva
en términos absolutos, puesto que subsisten los diferentes regímenes de
imputación de responsabilidad al Estado que de tiempo atrás han elaborado tanto
la doctrina como la jurisprudencia, entre ellos el de la tradicional falla del servicio,
dentro del cual la responsabilidad surge a partir de la comprobación de la
existencia de tres elementos fundamentales: el daño antijurídico sufrido por el
interesado, el deficiente funcionamiento del servicio, porque no funcionó cuando
ha debido hacerlo, o lo hizo de manera tardía o equivocada, y finalmente, una
relación de causalidad entre este último y el primero, es decir, la comprobación de
que el daño se produjo como consecuencia de la falla del servicio.

Con relación a la responsabilidad por la prestación de servicios de salud a cargo


de la Administración Pública, hasta 1992 ésta se manejaba con fundamento en la
falla probada del servicio, por lo cual quien alegaba haber sufrido un daño
producido por una actuación u omisión imputable a determinada entidad
prestadora de servicios médico-asistenciales, soportaba la carga de probar los tres
extremos mencionados: el daño, el mal funcionamiento del servicio, y el nexo
causal entre estos dos, para que prosperaran sus pretensiones.

En sentencia de la Sala proferida ese año 3, varió el criterio respecto de los actos
médicos propiamente dichos, al reconocer la jurisprudencia la complejidad que
ellos encierran y en consecuencia las dificultades que desde el punto de vista
probatorio implican para el paciente lego en la materia, en virtud de la cual
ameritan un tratamiento diferente.

Es así como a partir de ese fallo, mientras que el régimen de responsabilidad


aplicable en los casos de daños producidos con ocasión de los servicios prestados
por las entidades hospitalarias, por ejemplo la atención y manipulación de los

3
Sentencia del 30 de julio de 1992, Expediente 6897. Actor: Gustavo Eduardo Ramírez.
pacientes, el suministro de drogas, los procedimientos de enfermería, los
exámenes de laboratorio, etc. etc., continuó siendo el de la falla del servicio
probada en los términos enunciados -es decir que resulta indispensable acreditar
los tres elementos que la componen: daño, falla propiamente dicha y nexo causal-,
cuando se tratase de determinar la responsabilidad médica, es decir aquella en la
que interviene la actuación del profesional de la medicina en materias tales como
diagnóstico, tratamiento, procedimientos quirúrgicos, etc. etc. en los que está en
juego la aplicación de los conocimientos científicos y técnicos de la ciencia de la
medicina, el tratamiento probatorio variaría.

En efecto, en tales casos la jurisprudencia de esta Sala contempló la inversión de


la carga de la prueba respecto del elemento “falla”, presumiendo su existencia y
radicando en cabeza del demandante únicamente la carga de probar el daño y su
nexo con el servicio; acreditados estos dos elementos de la responsabilidad, le
correspondería a la entidad demandada para exonerarse de la misma, la
obligación de acreditar que su actuación fue oportuna, prudente, diligente, con
pericia, es decir, que no hubo falla del servicio, o romper el nexo causal, mediante
la acreditación de una causa extraña, como lo son la fuerza mayor, la culpa
exclusiva de la víctima o el hecho también exclusivo y determinante de un tercero.

Esta solución surgió en aquellos casos en los cuales, por las particulares
circunstancias en las que se producía el hecho dañoso, era la entidad demandada
quien estaba en mejores condiciones de aportar la prueba; por ejemplo, cuando se
aduce que el daño provino de una intervención quirúrgica, a la cual desde luego
quienes tienen acceso y conocen todas sus incidencias, son precisamente los
profesionales que la practicaron, mientras que el paciente o los parientes de éste,
se hallan en imposibilidad de aportar las pruebas necesarias para acreditar la falla
que se pudiera haber presentado por desconocer tanto la ciencia, como las
incidencias mismas del procedimiento.

Al respecto, la Sala en la mencionada Sentencia del 30 de julio de 1992, se


pronunció en los siguientes términos:

“Ahora bien, por norma general le corresponde al actor la demostración


de los hechos y cargos relacionados en la demanda. Sin embargo, con
mucha frecuencia se presentan situaciones que le hacen
excesivamente difícil, cuando no imposible, las comprobaciones
respectivas, tal es el caso de las intervenciones médicas,
especialmente quirúrgicas que por su propia naturaleza, por su
exclusividad, por la privacidad de las mismas, por encontrarse en juego
intereses personales o institucionales entre otros, en un momento dado
se constituyen en barreras infranqueables para el paciente, para el
ciudadano común obligado procesalmente a probar aspectos científicos
o técnicas profesionales sobre las cuales se edifican los cargos que por
imprudencia, negligencia o impericia formula en ejercicio de una
determinada acción judicial, contra una institución encargada de brindar
servicios médicos u hospitalarios.

Sin duda, resultaría más beneficioso para la administración de justicia


en general, al resolver esta clase de conflictos, si en lugar de someter al
paciente, normalmente el actor o a sus familiares, a la demostración de
las fallas en los servicios y técnicas científicas prestadas por
especialistas, fueren éstos, los que por encontrarse en las mejores
condiciones de conocimiento técnico y real por cuanto ejecutaron la
respectiva conducta profesional, quienes satisficieran directamente las
inquietudes y cuestionamientos que contra sus procedimientos se
formulan.

Podrán así los médicos exonerarse de responsabilidad y con ello los


centros clínicos oficiales que sirven al paciente, mediante la
comprobación, que para ellos, se repite, es más fácil y práctica, de
haber actuado con la eficiencia, prudencia o idoneidad requeridas por
las circunstancias propias al caso concreto, permitiéndole al juzgador
un mejor conocimiento de las causas, procedimientos, técnicas y
motivos que llevaron al profesional a asumir determinada conducta o
tratamiento”.

No obstante, tal y como lo ha sostenido la Sala, la adopción del régimen de la falta


presunta en la prestación del servicio médico asistencial ha debido ser moderado
mediante el llamado principio de las cargas dinámicas, el cual encuentra su
fundamento en las normas constitucionales que consagran el principio de equidad,
toda vez que en algunas ocasiones éste puede verse vulnerado por la exigencia
hecha a la parte actora de aportar determinadas pruebas al proceso dada su
dificultad; y por lo mismo, supondría la inaplicación, en tales eventos, de la norma
procesal civil que consagra a su vez, el principio del onus probandi. Sin embargo,
en otros casos es la parte actora la que está en condiciones de aportar los medios
de convicción pertinentes, por lo cual resulta innecesaria la inversión de la carga
de la prueba que conlleva la presunción de falla del servicio; opera entonces el
principio de la carga dinámica de la prueba, en virtud del cual si es el demandante
quien se encuentra en mejores condiciones de demostrar determinados hechos,
será a él a quien le corresponda acreditarlos y no a la entidad prestadora del
servicio, por cuanto tal y como lo manifestó la Sala en otra ocasión:

“ Resulta, sin embargo, que no todos los hechos y circunstancias


relevantes para establecer si las entidades públicas obraron
debidamente tienen implicaciones técnicas o científicas. Habrá que
valorar, en cada caso, si éstas se encuentran presentes o no. Así,
habrá situaciones en las que, sin duda, es el paciente quien se
encuentra en mejor posición para demostrar ciertos hechos
relacionados con la actuación de la entidad respectiva. Allí está,
precisamente, la explicación del dinamismo de las cargas, cuya
aplicación se hace imposible ante el recurso obligado a la teoría de la
falla del servicio presunta, donde simplemente se produce la inversión
permanente del deber probatorio. Así las cosas, la tarea del juzgador
resulta más ardua y exigente, pues es él quien debe establecer, en
cada caso, cuál de las partes se encuentra en condiciones más
favorables para demostrar cada uno de los hechos relevantes, en
relación con la conducta del demandado, para adoptar la decisión”. 4

En el presente caso, no se está aduciendo una falla del servicio médico desde el
punto de vista científico porque se discuta la actuación de un profesional de la
Medicina, sino una inadecuada atención por cuanto al momento de llegar al centro
hospitalario con el menor enfermo no había un doctor, por lo cual fue atendido por
una enfermera que le administró un medicamento que fue el que le produjo la
muerte al menor; frente a tal afirmación, considera la Sala que el régimen de
responsabilidad dentro del cual se debe analizar el caso es el de la falla del
servicio probada, razón por la cual habrá de estudiar el material probatorio
allegado al plenario, para concluir a partir del mismo si efectivamente, la parte
demandada incurrió en dicha conducta y por lo tanto, si debe responder por el
daño antijurídico ocasionado.

IV- Los hechos probados.

Se probó que el día 11 de mayo de 1992, falleció el menor Germán Daniel


Curcho Blanco, según se desprende de la copia del Registro Civil de Defunción
(fl. 13, cdno 1).

Así mismo, que el grupo familiar del menor estaba compuesto por los padres,
señores Próspero Curcho Avila y María del Carmen Blanco, quienes
contrajeron matrimonio el 25 de julio de 1994, tal y como consta en la copia del
Registro Civil de Matrimonio (fl. 5, cdno 1), unión de la cual nacieron Nancy del
Carmen, José Román, Jorge Eliécer, Angel Mario, María Eugenia, Carlos
Martín, (que no demandó) y Germán Daniel, de quienes también se aportó la
copia de los respectivos registros civiles de nacimiento (fls. 6 a 12, cdno 1).

4
Consejo de estado, Sección Tercera. Sent.10 de febrero de 2000. Exp.11878
Aparte de la mencionada prueba documental, también obran testimonios de
personas que declararon conocer a la familia Curcho Blanco por razones de
amistad y vecindad, dando cuenta del nombre de los padres y de los hijos y de las
buenas relaciones entre ellos; así lo declararon Rusbel Ariel Romero Leal, quien
dijo que para la época de los hechos era secretario de la Alcaldía de Támara
(Casanare); Salomón Gómez Cárdenas, que dijo conocer a la familia hace como
30 años porque son del pueblo; Magdalena Jaimes, vecina del pueblo, de
profesión: empleada de Servicios Generales del Centro de Salud de Támara,
quien dijo conocer a los demandantes porque era modista y que ha cosido desde
hace años para la familia Curcho Blanco; Silvestre Tumay Duarte y Oscar
Alfonso Naranjo Cañas, quienes fueron trabajadores en la finca de la familia
demandante, ubicada en al vereda de Guaseque, y que ayudaron a trasladar al
niño Germán al pueblo el día de su muerte; y Bernardino Inocencio Jiménez,
vecino del pueblo (fls. 67, 71, 75, 83, 85 y 87, cdno 1).

De acuerdo con lo anterior, para la Sala no queda duda de la conformación del


grupo familiar demandante y de sus relaciones como padres e hijos, por lo cual no
queda duda de que con la muerte de Germán Daniel, sufrieron un daño
antijurídico.

En este punto, resulta necesario observar que el Juzgado Promiscuo Municipal de


Támara, practicó dos veces los testimonios ordenados por el Tribunal
Administrativo de Casanare, una en 1994, y otra en 1995 (fls. 67 a 90, cdno 1 y fls.
55 a 79, cdno 2).

Con relación a la forma como se produjo la muerte del menor, obra en el plenario
la copia de la Historia Clínica 05434 de la Secretaría de Salud de Casanare, Notas
de Enfermería, en la cual consta que el día 11 de mayo de 1992 llegó a las 8:10
a.m. al Centro de Salud, al que fue llevado en hamaca; sobre el estado físico del
niño, se anotó (fl. 8, cdno 2):

“Pte presenta diarrea dolor de pierna izquierda deshidratación grado 3.


el niño se nota decaído ojos hundidos ruidos con dientes masticadera y
mausias (sic). se control. Temperatura 40º (ilegible). Se notaba la piel
color oscuro. al contacto con los dedos daba color blanco y se
preguntaba qué dolor tenía manifestaba el pte que no tenía ningún dolor
que (ilegible). Se canalizó vena con D.A.D. 5% se pasaron 50 c.c. y 1
c.c. de gifaril (ilegible)... presentaba reacción pupila borrosa,
movimiento en las vistas y dificultad respiratoria y manifiesta que sentía
dolor en la garganta y atoramiento y dijo yo no puedo hablar se aplica
oxígeno a 5 litros (ilegible).”

Así mismo, se dejó constancia de que se les dijo a los parientes que trasladaran al
menor al hospital de Yopal, pero ellos dijeron que no, porque de pronto se les
moría por el camino y que a las 8:45 a.m., no respondió a ninguna llamada y a las
9:00 a.m., se les confirmó la muerte del menor a sus familiares.

Obra también copia de un examen de laboratorio -coprológico- realizado el 11 de


mayo de 1992 a Germán Cuncho Blanco, en el que se hallaron: bacterias +++,
leucocitos 25-30 x c., hematíes ocasionales y moco ++++ (fl. 7, cdno 2).

Los testigos ya mencionados, también declararon sobre el estado de salud del


menor antes de fallecer; así, se observa:

Magdalena Jaimes Cantor, empleada del Centro de Salud, dijo (fl. 55, cdno 2):

“A mí me consta que al niño lo llevaron al hospital en hamaca, bastante


delicado de salud, y con una diarrea fuerte porque lo llevaban con
pañales, un niño ya grande y como no estaba el médico EDWIN
MONTES, la enfermera de turno lo recibió, le tomó la temperatura doña
ROSA MARÍA GOMEZ; y como estaba con fiebre bastante alta doña
ROSA MARIA le aplicó un calmante para bajarle la temperatura y de ahí
de la camilla lo pasaron a la cama, él estaba con un desasosiego, con
un ahogo, pero él hablaba; luego yo me retiré hacer mis quiaceres (sic),
después vi que la mamá lo cambió los pañales y cuando yo llegué a la
sala el niño siguió grave y doña MARY o ROSA MARÍA dijo que tocaba
remitirlo para Yopal y también llamó a la Bacterióloga FRANCELINA
CONGUTA para que le recogieran una muestra y la llevara a
laboratorio, pensando que sería el cólera que le había dado y ahí llegó
toda esa gente y el niño murió”

Declaró la testigo que la enfermera le inyectó al menor lisalgil o dipirona, una de


estas dos, y que entre la llegada del niño y su fallecimiento transcurrieron como
dos horas, aunque no recuerda exactamente; esto fue en la declaración rendida
en 1995, puesto que en la que se recepcionó en 1994, había manifestado
desconocer qué le habían inyectado al menor, y que el lapso transcurrido entre su
llegada y su deceso, fue de una hora (fl. 75, cdno 1).

Rosa María Gómez, enfermera del Centro de Salud que estaba de turno el día del
fallecimiento del menor Germán Daniel, quien narró los hechos en los siguientes
términos (fl. 79, cdno 1):
“...ellos llegaron como a las Siete y Cuarenta don PROSPERO y la
señora MARIA DEL CARMEN CURCHO y MARIO CURCHO y otros
vecinos de la vereda de Guaseque trayendo al niño GERMAN en un
chinchorro y entraron y preguntaron por el Médico EDWIN, yo les dije
que el Doctor no estaba que estaba para (sic) Yopal que lo entraran a la
enfermería ahí le tomé temperatura porque la mamá dijo que estaba
enfermo el niño que tenía diarrea, vómito y fiebre, le tomé la
temperatura, y estaba alta la temperatura entonces yo le dije a don
PROSPERO y a la señora que tocaba aplicarle dos Centímetros de
Dipirona y se los aplicamos y luego que había que canalizarle vena
para hidratarlo lo intenté varias veces pero no le pude coger vena y
subí y le avisé a la odontóloga, no me acuerdo el nombre, la
Bacterióloga era la Doctora MARTHA no recuerdo el apellido les pedí
que bajaran a ayudarme porque el niño estaba grave y les dije a ellas
que le dijeran a don PROSPERO y a la señora que el niño había que
llevarlo a Yopal, ellas bajaron y la bacterióloga intentó canalizarle la
vena, el niño a ratos la piel cambiaba de colores, el niño hablaba pero
no consciente porque hablaba cosas incoherentes, estando la
Odontóloga, la Bacterióloga, Magola, don PROSPERO, MARIO el niño
empezó a perder conocimiento a cambiar el color de la piel,
movimientos de la cabeza y del cuerpo, lo último que habló el niño fue
pidiendo una gaseosa y MARIO salió a traerle la gaseosa y a mí me
parece que no se le alcanzó a dar la gaseosa porque el niño murió ...
No se le hizo ninguna prueba porque los Médicos nunca acostumbran a
que se le haga al paciente prueba para esa clase de droga, y le apliqué
dos Centímetros que es lo normal para un niño ... No sé el nombre de la
inyección eso consta en la Historia del menor porque la dipirona es el
nombre genérico de la droga que se le aplicó. ... en el momento que
ingresó y falleció fue como de Cuarenta y Cinco (sic) a una hora”
(negrillas fuera de texto).

Cuando fue llamada nuevamente a declarar, casi un año después, manifestó que
el niño sí fue canalizado en un pie, y que se le suministró dextrosa en agua
destilada; así mismo, que la droga suministrada fue “un antileptico (sic), Gifaril,
que es para bajar la temperatura”; también manifestó en esta oportunidad haber
hablado con la Promotora de Guaseque, Mercedes Chaparro, quien le dijo que el
día anterior a la muerte del niño, su madre le había aplicado droga, una inyección
de “allerpen”, y que le había encargado a aquella otra droga para bajar la fiebre,
pero que no se la alcanzó a llevar (fl. 57, cdno 2).

El señor Oscar Alfonso Naranjo Cañas, cuyo testimonio ya se citó, trabajador de


la familia Curcho, declaró que el día de los hechos él llegó a trabajar y el niño
estaba enfermo, por eso decidieron traerlo al hospital y que aunque él quería viajar
a caballo, los padres por más cuidado resolvieron transportarlo en chinchorro; al
llegar al Centro de Salud acostaron al niño en una cama y le inyectaron una droga,
“...y de una vez el niño quedó como inconciente, moradito y de pronto ni más, se
murió” (fl. 83, cdno 1). Y en la segunda declaración que rindió ante el mismo juez,
casi un año después, declaró también que entre el momento en que llegaron al
Centro de Salud con el niño y la muerte del mismo, transcurrió “Por ahí una media
hora larguita” (fl. 64, cdno 2).

La anterior declaración es similar a la rendida por el señor Silvestre Tumay


Duarte, quien manifestó que también ha trabajado con la familia Curcho como
unos 20 años; como el anterior testigo, dijo que él ayudó a llevar al niño al pueblo,
asegurando que no estaba tan enfermo, porque él mismo se sentó en el
chinchorro que utilizaron para transportarlo; que el testigo llegó hasta San Antonio
y los demás siguieron, y cuando él llegó, el niño ya estaba en el hospital “... y al
rato no más dijeron que el niño había muerto más o menos media hora después...”
(fl. 87, cdno 1).

No consta en el plenario que se hubiera realizado la necropsia al cadáver del


menor, pero el Tribunal le solicitó al Instituto Nacional de Medicina Legal y
Ciencias Forenses Dirección Regional Oriente - Seccional Casanare dictaminar
con base en las fotocopias del proceso que le remitió, sobre las posibles causas
del deceso de Germán Daniel Curcho Blanco, a lo cual el médico legista de
dicha institución luego de relacionar las piezas probatorias que consideró
apropiadas, testimonios, básicamente, respondió (fls. 132 y 139, cdno 1):

“DISCUSIÓN: Los apartes que he transcrito textualmente resumen los


signos y síntomas de una alteración hidro-electrolítica llamada
deshidratación aguda severa la cual se puede presentar por diferentes
causas. Entre estas, la más frecuente en menores de 15 años es la
enfermedad diarreica aguda, no tratada a tiempo y adecuadamente. El
cuerpo humano está constituido en un gran porcentaje por líquido. En
los niños, a menor edad, mayor porcentaje de agua constituye su masa
corporal. Es por esta razón que un lactante menor, mayor o un escolar
puede desarrollar este cuadro en una forma rápida. En la diarrea, la
pérdida de líquidos y electrolitos es muy marcada y está directamente
relacionada con el volumen de materia expulsada, si estos líquidos que
se pierden ya sea por respiración, transpiración, vómito o diarrea no se
reponen, el paciente puede presentar un cuadro similar al que presentó
el menor GERMAN DANIEL. De otra parte el Girafil es un medicamento
perteneciente al grupo de las Dipironas, droga utilizada como
analgésico, antinflamatorio y antipirético (Bajar la fiebre), se debe evitar
su uso por periodos superiores a una semana ya que sus efectos
secundarios son más frecuentes cuando se supera este periodo de
tiempo, se evita su uso en paciente con discrasia sanguínea 5,
enfermedades hepáticas, hemorragia por vías digestivas y embarazo.
5
“Discracia Sanguínea: Anomalía en cuanto a la cualidad o la cantidad de cualquiera de los constituyentes de
la sangre, como por ejemplo la leucemia o la hemofilia”. Diccionario de Medicina Océano Mosby, pg. 400
CONCLUSIÓN: Por lo anteriormente expuesto concluyo que el paciente
de la referencia falleció por un desequilibrio hidroelectrolítico secundario
a una enfermedad diarreica aguda severa de etiología inespecífica”.

V- El análisis del acervo probatorio allegado al plenario así como de los hechos
relatados por la parte actora en el libelo introductorio, conducen a la conclusión de
que el menor Germán Daniel Curcho Blanco, el día 9 de mayo de 1992 empezó
a manifestar síntomas de enfermedad que su madre trató inicialmente en el hogar,
sin resultados puesto que el niño empeoró, siendo trasladado el día 11 de mayo a
la cabecera municipal, en busca de ayuda médica. De acuerdo con la misma
narración fáctica de la demanda, la madre le suministró droga: ambramicina y
novalgina, cuando aún no contaba con un diagnóstico médico, formulando ella
misma al menor.

Por otra parte, se observa que al llegar al Centro de Salud, no hallaron un médico
que de manera inmediata atendiera a Germán Daniel e impartiera las
instrucciones necesarias, pero lo cierto es que la falla del servicio debe analizarse
dentro de las condiciones de relatividad de la misma, sin perder de vista las
precisas circunstancias reales que rodean la actividad administrativa en el país; es
así como, en casos como el que aquí se estudia, no puede perderse de vista que
los hechos sucedieron en un centro de salud de un municipio pequeño y que,
dadas las limitaciones del sistema general de salud, no puede exigirse que
permanentemente esté disponible un médico en sus instalaciones, puesto que así
haya uno designado, en cualquier momento y por diversas razones tendrá que
dejar las instalaciones del Puesto de Salud, sin que ello pueda considerarse como
una falla del servicio.

No obstante lo anterior, en el presente caso sí se presentó una falla del servicio,


no por cuenta de la ausencia del médico, sino de las actuaciones y omisiones de
la enfermera, que se suponía que debía estar entrenada y contar con la formación
necesaria para adelantar las actividades propias de su profesión, máxime
tratándose de las que laboran en estos centros de salud, en los que puede faltar
ocasionalmente la presencia del médico.

Efectivamente, se consignó en la historia clínica que cuando Germán Daniel llegó


al Centro de Salud con los síntomas que ya quedaron reseñados, la enfermera
que se hizo cargo del menor procedió a tratar de controlarlos, mediante el
suministro de droga -Gifaril- para bajar la fiebre, ya que tenía 40 grados de
temperatura, se le suministró oxígeno y además, se lee en la misma historia
clínica y así lo declaró la enfermera, que le fue canalizada una vena “con D.A.D.
5%” es decir que se alcanzó a poner suero al enfermo ya que presentaba así
mismo un cuadro de diarrea aguda; a pesar de estas medidas, el menor falleció
poco tiempo después de haber llegado a la institución de salud, ya que de acuerdo
con los testimonios y la historia clínica, su deceso se produjo en un término
aproximado de una hora.

A pesar de lo anterior, la Sala considera que la historia clínica no resulta


totalmente confiable, puesto que aparentemente la misma se hizo después del
deceso del menor; esta conclusión surge, primero, del hecho de que tratándose de
una urgencia y encontrándose sola la enfermera en el puesto de salud, no había
tiempo en ese momento para elaborar dicho documento; y segundo, de las
contradicciones que surgen entre lo consignado en la historia clínica y lo declarado
posteriormente por la misma enfermera, como se verá más adelante.

En realidad, el análisis del material probatorio permite deducir que la conducta de


la enfermera que atendió al menor que llegó con síntomas de deshidratación al
Centro de Salud no fue tan diligente, puesto que en primer lugar, le aplicó un
medicamento para bajar la fiebre: dipirona, droga sobre la cual la literatura médica
manifiesta que se trata de un “Agente analgésico, antipirético y antiinflamatorio
que se utilizaba antiguamente para combatir el dolor y la fiebre”, aclarando así
mismo que dicha droga. “Ha dejado de prescribirse, excepto en casos raros de
fiebre intratable, ya que puede producir agranulocitosis fatal” 6

En segundo lugar, no obstante que se consignó en la historia clínica que a


Germán Daniel le fue canalizada una vena para suministrarle dextrosa, en su
testimonio ante el juez comisionado la enfermera que lo atendió en el Centro de
Salud se contradijo, como ya quedó visto, puesto que en la primera oportunidad en
la que fue llamada a declarar manifestó que a pesar de intentarlo no pudo
canalizarle la vena al niño y tuvo que llamar a la bacterióloga, quien también
intentó canalizarle la vena, pero no aclaró si lo logró o no; en cambio en su
segunda declaración, manifestó enfáticamente que al no poder hacerlo en el
6
Diccionario de Medicina Océano Mosby, Editorial Océano, 4ª ed., pg. 399. “Agranulocitosis: Alteración
sanguínea caracterizada por una gran disminución del número de granulocitos (basófilos, eosinófilos y
neutrófilos) que produce fiebre, malestar general, irritación faríngea y úlceras sangrantes en recto, boca y
vagina. Es una enfermedad aguda y puede deberse a una reacción medicamentosa o a radioterapia”. Ibídem,
pg. 32.
brazo, le había canalizado una vena del pie y se le suministró dextrosa en agua
destilada; en tales condiciones, no existe certeza de que efectivamente se haya
realizado el procedimiento indicado, lo cual resulta demostrativo de una falta de
pericia por parte de la enfermera, puesto que se trata precisamente de un
procedimiento propio y rutinario de sus funciones, falta de pericia que condujo a
una de dos alternativas: o bien no se le suministraron líquidos al menor, o bien, se
retrasó de manera grave el inicio del tratamiento.

Es decir que no existe realmente certeza sobre si se produjo o no, ni de cuánto


tiempo transcurrió desde la llegada del niño y el inicio del procedimiento de
hidratación en el evento de que efectivamente se haya adelantado, que para el
estado en el que se encontraba, resultaba determinante.

En consecuencia, se advierte que la conducta de la enfermera de turno estuvo


seguramente encaminada a obtener la recuperación de la salud del menor, pero le
faltó pericia al momento de poner en práctica los procedimientos y tratamientos
indicados, en tal forma que demoró el inicio del que hubiera podido ser el camino
más probable a la recuperación de Germán Daniel, es decir, su hidratación.

Están probados pues, el daño y la falla del servicio; con relación al nexo de
causalidad, que no se presume, debe indicarse que el análisis del mismo en los
casos de responsabilidad como el que aquí se analiza debe ser flexible, puesto
que resulta a veces imposible determinar la causa de la agravación o muerte de
los pacientes, incluso desde el mismo punto de vista científico; por ello, es
indispensable establecer el mayor o menor grado de probabilidad de que dicho
nexo exista, con base en los hechos probados.

Para la Sala, las circunstancias analizadas en el presente caso, resultan


suficientes con miras a establecer la relación de causalidad entre las omisiones y
actuaciones de la entidad estatal y el daño antijurídico derivado para los
demandantes a partir del fallecimiento del menor.

Por las anteriores razones, la Sala considera que se configuraron los elementos
de la responsabilidad de la Administración y en consecuencia procede la
confirmación de esta decisión del a-quo.
VI- Los perjuicios.

La parte actora como ya se dijo, solicitó en el recurso de apelación la modificación


de la condena proferida por el a-quo, en el sentido de reconocer el 100% de lo
pedido en la demanda y sin la reducción que se hizo en la condena.

Al respecto, la Sala comparte la decisión del Tribunal de reducir el monto de la


condena, toda vez que tanto de la relación de los hechos que hizo la parte actora
como de las pruebas obrantes en el plenario, tales como testimonios y dictamen
de Medicina Legal, se deduce que los padres de Germán Daniel decidieron
llevarlo a buscar atención médica cuando su estado ya era delicado, y después de
tratar de manejar su dolencia de manera autónoma e inconsulta por un lapso de al
menos dos días, al punto de que su madre le suministró drogas, una de ellas
antibiótico, como lo es la ambramicina, sin contar con la prescripción médica
necesaria; esta actitud imprudente de los padres y esa demora en hacerlo atender
profesionalmente, contribuyeron sin duda en la producción del desenlace fatal, por
lo cual resultaba procedente la disminución de la condena en la forma establecida
en la sentencia impugnada.

Por lo anterior, se mantendrá el monto de la condena de primera instancia, que fue


proferida en gramos oro, pero trasladándola a salarios mínimos, de conformidad
con jurisprudencia de la Sala7 que resolvió abandonar el sistema de cálculo de los
perjuicios morales con base en el patrón gramo de oro para acoger en su lugar la
indemnización de los mismos en salarios mínimos legales, considerando
apropiado para la tasación de los perjuicios sufridos en mayor grado, el monto
equivalente a 100 salarios mínimos legales mensuales vigentes, por lo cual se
hará la conversión respectiva, así:

El gramo de oro para la fecha de esta sentencia es de $ 32.268,26, por lo cual,


500 gramos oro -valor de la condena a favor de cada uno de los padres del menor
fallecido- equivalen a $ 16’134.130,oo; por otra parte, el salario mínimo legal
mensual vigente es de $ 381.500,oo, por lo cual, la mencionada cantidad equivale
a 49,29 salarios mínimos legales mensuales vigentes; y 200 gramos oro, que
tienen un valor de $ 6’453.652,oo, equivalen a 16,91 salarios mínimos legales
vigentes, en consecuencia éstos serán los montos de las respectivas condenas.

7
Ver sentencia del 6 de septiembre de 2001, expediente 13.232-15.646.
En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Tercera, administrando justicia en nombre de la República
de Colombia y por autoridad de la ley,

FALLA

Modifícanse los numerales primero y segundo de la parte resolutiva de la


Sentencia proferida el seis (6) de agosto de mil novecientos noventa y siete
(1997) por el Tribunal Contencioso Administrativo del Casanare, los cuales
quedarán así:

Primero. Declárase a la Nación - Ministerio de Salud y al Departamento


de Casanare responsables en forma solidaria por la muerte del menor
Germán Daniel Curcho Blanco.

Segundo. Condénase, en consecuencia, a la Nación Colombiana -


Ministerio de Salud y al Departamento de Casanare a pagar por
concepto de perjuicios morales las siguientes cantidades:

A Próspero Curcho Avila y María del Carmen Blanco, la suma de $


16’134.130,oo para cada uno.

A Angel Mario, José Román, Jorge Eliécer, María Eugenia, y Nancy del
Carmen, la suma de $ 6’453.652,oo para cada uno.

Devuélvase el expediente al Tribunal de origen, una vez ejecutoriada la presente


sentencia.

CÓPIESE, NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE

RUTH STELLA CORREA PALACIO MARIA ELENA GIRALDO GÓMEZ


Presidente de Sala
ALIER E. HERNÁNDEZ ENRÍQUEZ GERMAN RODRÍGUEZ VILLAMIZAR

RAMIRO SAAVEDRA BECERRA

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