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En el presente caso, no se está aduciendo una falla del servicio médico desde el
punto de vista científico porque se discuta la actuación de un profesional de la
Medicina, sino una inadecuada atención por cuanto al momento de llegar al centro
hospitalario con el menor enfermo no había un doctor, por lo cual fue atendido por
una enfermera que le administró un medicamento que fue el que le produjo la
muerte al menor; frente a tal afirmación, considera la Sala que el régimen de
responsabilidad dentro del cual se debe analizar el caso es el de la falla del
servicio probada, razón por la cual habrá de estudiar el material probatorio
allegado al plenario, para concluir a partir del mismo si efectivamente, la parte
demandada incurrió en dicha conducta y por lo tanto, si debe responder por el
daño antijurídico ocasionado. En el presente caso sí se presentó una falla del
servicio, no por cuenta de la ausencia del médico, sino de las actuaciones y
omisiones de la enfermera, que se suponía que debía estar entrenada y contar
con la formación necesaria para adelantar las actividades propias de su profesión,
máxime tratándose de las que laboran en estos centros de salud, en los que
puede faltar ocasionalmente la presencia del médico. Están probados pues, el
daño y la falla del servicio; con relación al nexo de causalidad, que no se presume,
debe indicarse que el análisis del mismo en los casos de responsabilidad como el
que aquí se analiza debe ser flexible, puesto que resulta a veces imposible
determinar la causa de la agravación o muerte de los pacientes, incluso desde el
mismo punto de vista científico; por ello, es indispensable establecer el mayor o
menor grado de probabilidad de que dicho nexo exista, con base en los hechos
probados.
CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCION TERCERA
ANTECEDENTES.
1.- La demanda:
Según la demanda, los señores Próspero Curcho Avila y María del Carmen
Blanco contrajeron matrimonio católico el 25 de julio de 1964, dentro del cual
fueron procreados sus hijos José Román, María Eugenia, Angel Mario, Nancy
del Carmen, Jorge Eliécer, Carlos Martín y Germán Daniel, quienes siempre
han vivido en la vereda Cruz Verde del Municipio de Támara, bajo el mismo techo.
Por otra parte, llamó la atención sobre el hecho de que los registros civiles de
matrimonio de los padres y de nacimiento de los hijos, fueron posteriores al
fallecimiento del menor, alegando que los asentados originalmente habían sido
destruidos por un ataque guerrillero, hecho que no fue probado en el proceso y
que de haber sido así, han debido recurrir a la Registraduria Nacional del Estado
Civil para conseguir “...los registros respectivos de las copias de los seriales que
por Ley son enviados por las notarías y registradurías locales” (fl. 177, cdno 1).
Admitido el recurso de apelación interpuesto por las partes, se corrió traslado para
alegar de conclusión, término dentro del cual la actora reiteró los argumentos
esgrimidos a lo largo de todo el proceso anotando que en casos como el presente,
la jurisprudencia ha establecido que opera la presunción de responsabilidad y el
actor está eximido de probar la conducta irregular en la prestación del servicio
médico por parte de la demandada y ésta, para exonerarse de responsabilidad,
debe demostrar su diligencia y cuidado, lo cual no sucedió en el presente caso (fl.
207, cdno 1).
CONSIDERACIONES DE LA SALA
I- Competencia.
Al respecto, se observa que según el Contrato 0003 “De constitución del servicio
de salud de la Intendencia del Casanare” suscrito el 4 de junio de 1974 entre la
Nación - Ministerio de Salud y la entonces Intendencia de Casanare (fl 11, cdno 2),
se creó el Servicio Seccional de Salud como una dependencia de dicha
intendencia, el cual comprende, según la Cláusula Segunda de dicho contrato,
“...todos los recursos ejecutivos de Salud existentes en su territorio tales como
hospitales, Centros y Puestos de Salud, Agencias de Salud de las entidades
descentralizadas, demás instituciones y las que se establezcan en el futuro...”.
De acuerdo con lo anterior, el Centro de Salud “San Miguel” -no hospital (fl. 6,
cdno 2)-, del Municipio de Támara - Casanare, hace parte o depende del Servicio
Seccional de Salud del Departamento y en consecuencia, es esta entidad
territorial, la llamada a responder por las actuaciones u omisiones cumplidas en
dicho Centro de Salud; no obstante lo dicho, la Nación - Ministerio de Salud no
apeló el fallo de primera instancia, por lo cual no podrá reformarse en este
extremo.
En sentencia de la Sala proferida ese año 3, varió el criterio respecto de los actos
médicos propiamente dichos, al reconocer la jurisprudencia la complejidad que
ellos encierran y en consecuencia las dificultades que desde el punto de vista
probatorio implican para el paciente lego en la materia, en virtud de la cual
ameritan un tratamiento diferente.
3
Sentencia del 30 de julio de 1992, Expediente 6897. Actor: Gustavo Eduardo Ramírez.
pacientes, el suministro de drogas, los procedimientos de enfermería, los
exámenes de laboratorio, etc. etc., continuó siendo el de la falla del servicio
probada en los términos enunciados -es decir que resulta indispensable acreditar
los tres elementos que la componen: daño, falla propiamente dicha y nexo causal-,
cuando se tratase de determinar la responsabilidad médica, es decir aquella en la
que interviene la actuación del profesional de la medicina en materias tales como
diagnóstico, tratamiento, procedimientos quirúrgicos, etc. etc. en los que está en
juego la aplicación de los conocimientos científicos y técnicos de la ciencia de la
medicina, el tratamiento probatorio variaría.
Esta solución surgió en aquellos casos en los cuales, por las particulares
circunstancias en las que se producía el hecho dañoso, era la entidad demandada
quien estaba en mejores condiciones de aportar la prueba; por ejemplo, cuando se
aduce que el daño provino de una intervención quirúrgica, a la cual desde luego
quienes tienen acceso y conocen todas sus incidencias, son precisamente los
profesionales que la practicaron, mientras que el paciente o los parientes de éste,
se hallan en imposibilidad de aportar las pruebas necesarias para acreditar la falla
que se pudiera haber presentado por desconocer tanto la ciencia, como las
incidencias mismas del procedimiento.
En el presente caso, no se está aduciendo una falla del servicio médico desde el
punto de vista científico porque se discuta la actuación de un profesional de la
Medicina, sino una inadecuada atención por cuanto al momento de llegar al centro
hospitalario con el menor enfermo no había un doctor, por lo cual fue atendido por
una enfermera que le administró un medicamento que fue el que le produjo la
muerte al menor; frente a tal afirmación, considera la Sala que el régimen de
responsabilidad dentro del cual se debe analizar el caso es el de la falla del
servicio probada, razón por la cual habrá de estudiar el material probatorio
allegado al plenario, para concluir a partir del mismo si efectivamente, la parte
demandada incurrió en dicha conducta y por lo tanto, si debe responder por el
daño antijurídico ocasionado.
Así mismo, que el grupo familiar del menor estaba compuesto por los padres,
señores Próspero Curcho Avila y María del Carmen Blanco, quienes
contrajeron matrimonio el 25 de julio de 1994, tal y como consta en la copia del
Registro Civil de Matrimonio (fl. 5, cdno 1), unión de la cual nacieron Nancy del
Carmen, José Román, Jorge Eliécer, Angel Mario, María Eugenia, Carlos
Martín, (que no demandó) y Germán Daniel, de quienes también se aportó la
copia de los respectivos registros civiles de nacimiento (fls. 6 a 12, cdno 1).
4
Consejo de estado, Sección Tercera. Sent.10 de febrero de 2000. Exp.11878
Aparte de la mencionada prueba documental, también obran testimonios de
personas que declararon conocer a la familia Curcho Blanco por razones de
amistad y vecindad, dando cuenta del nombre de los padres y de los hijos y de las
buenas relaciones entre ellos; así lo declararon Rusbel Ariel Romero Leal, quien
dijo que para la época de los hechos era secretario de la Alcaldía de Támara
(Casanare); Salomón Gómez Cárdenas, que dijo conocer a la familia hace como
30 años porque son del pueblo; Magdalena Jaimes, vecina del pueblo, de
profesión: empleada de Servicios Generales del Centro de Salud de Támara,
quien dijo conocer a los demandantes porque era modista y que ha cosido desde
hace años para la familia Curcho Blanco; Silvestre Tumay Duarte y Oscar
Alfonso Naranjo Cañas, quienes fueron trabajadores en la finca de la familia
demandante, ubicada en al vereda de Guaseque, y que ayudaron a trasladar al
niño Germán al pueblo el día de su muerte; y Bernardino Inocencio Jiménez,
vecino del pueblo (fls. 67, 71, 75, 83, 85 y 87, cdno 1).
Con relación a la forma como se produjo la muerte del menor, obra en el plenario
la copia de la Historia Clínica 05434 de la Secretaría de Salud de Casanare, Notas
de Enfermería, en la cual consta que el día 11 de mayo de 1992 llegó a las 8:10
a.m. al Centro de Salud, al que fue llevado en hamaca; sobre el estado físico del
niño, se anotó (fl. 8, cdno 2):
Así mismo, se dejó constancia de que se les dijo a los parientes que trasladaran al
menor al hospital de Yopal, pero ellos dijeron que no, porque de pronto se les
moría por el camino y que a las 8:45 a.m., no respondió a ninguna llamada y a las
9:00 a.m., se les confirmó la muerte del menor a sus familiares.
Magdalena Jaimes Cantor, empleada del Centro de Salud, dijo (fl. 55, cdno 2):
Rosa María Gómez, enfermera del Centro de Salud que estaba de turno el día del
fallecimiento del menor Germán Daniel, quien narró los hechos en los siguientes
términos (fl. 79, cdno 1):
“...ellos llegaron como a las Siete y Cuarenta don PROSPERO y la
señora MARIA DEL CARMEN CURCHO y MARIO CURCHO y otros
vecinos de la vereda de Guaseque trayendo al niño GERMAN en un
chinchorro y entraron y preguntaron por el Médico EDWIN, yo les dije
que el Doctor no estaba que estaba para (sic) Yopal que lo entraran a la
enfermería ahí le tomé temperatura porque la mamá dijo que estaba
enfermo el niño que tenía diarrea, vómito y fiebre, le tomé la
temperatura, y estaba alta la temperatura entonces yo le dije a don
PROSPERO y a la señora que tocaba aplicarle dos Centímetros de
Dipirona y se los aplicamos y luego que había que canalizarle vena
para hidratarlo lo intenté varias veces pero no le pude coger vena y
subí y le avisé a la odontóloga, no me acuerdo el nombre, la
Bacterióloga era la Doctora MARTHA no recuerdo el apellido les pedí
que bajaran a ayudarme porque el niño estaba grave y les dije a ellas
que le dijeran a don PROSPERO y a la señora que el niño había que
llevarlo a Yopal, ellas bajaron y la bacterióloga intentó canalizarle la
vena, el niño a ratos la piel cambiaba de colores, el niño hablaba pero
no consciente porque hablaba cosas incoherentes, estando la
Odontóloga, la Bacterióloga, Magola, don PROSPERO, MARIO el niño
empezó a perder conocimiento a cambiar el color de la piel,
movimientos de la cabeza y del cuerpo, lo último que habló el niño fue
pidiendo una gaseosa y MARIO salió a traerle la gaseosa y a mí me
parece que no se le alcanzó a dar la gaseosa porque el niño murió ...
No se le hizo ninguna prueba porque los Médicos nunca acostumbran a
que se le haga al paciente prueba para esa clase de droga, y le apliqué
dos Centímetros que es lo normal para un niño ... No sé el nombre de la
inyección eso consta en la Historia del menor porque la dipirona es el
nombre genérico de la droga que se le aplicó. ... en el momento que
ingresó y falleció fue como de Cuarenta y Cinco (sic) a una hora”
(negrillas fuera de texto).
Cuando fue llamada nuevamente a declarar, casi un año después, manifestó que
el niño sí fue canalizado en un pie, y que se le suministró dextrosa en agua
destilada; así mismo, que la droga suministrada fue “un antileptico (sic), Gifaril,
que es para bajar la temperatura”; también manifestó en esta oportunidad haber
hablado con la Promotora de Guaseque, Mercedes Chaparro, quien le dijo que el
día anterior a la muerte del niño, su madre le había aplicado droga, una inyección
de “allerpen”, y que le había encargado a aquella otra droga para bajar la fiebre,
pero que no se la alcanzó a llevar (fl. 57, cdno 2).
V- El análisis del acervo probatorio allegado al plenario así como de los hechos
relatados por la parte actora en el libelo introductorio, conducen a la conclusión de
que el menor Germán Daniel Curcho Blanco, el día 9 de mayo de 1992 empezó
a manifestar síntomas de enfermedad que su madre trató inicialmente en el hogar,
sin resultados puesto que el niño empeoró, siendo trasladado el día 11 de mayo a
la cabecera municipal, en busca de ayuda médica. De acuerdo con la misma
narración fáctica de la demanda, la madre le suministró droga: ambramicina y
novalgina, cuando aún no contaba con un diagnóstico médico, formulando ella
misma al menor.
Por otra parte, se observa que al llegar al Centro de Salud, no hallaron un médico
que de manera inmediata atendiera a Germán Daniel e impartiera las
instrucciones necesarias, pero lo cierto es que la falla del servicio debe analizarse
dentro de las condiciones de relatividad de la misma, sin perder de vista las
precisas circunstancias reales que rodean la actividad administrativa en el país; es
así como, en casos como el que aquí se estudia, no puede perderse de vista que
los hechos sucedieron en un centro de salud de un municipio pequeño y que,
dadas las limitaciones del sistema general de salud, no puede exigirse que
permanentemente esté disponible un médico en sus instalaciones, puesto que así
haya uno designado, en cualquier momento y por diversas razones tendrá que
dejar las instalaciones del Puesto de Salud, sin que ello pueda considerarse como
una falla del servicio.
Están probados pues, el daño y la falla del servicio; con relación al nexo de
causalidad, que no se presume, debe indicarse que el análisis del mismo en los
casos de responsabilidad como el que aquí se analiza debe ser flexible, puesto
que resulta a veces imposible determinar la causa de la agravación o muerte de
los pacientes, incluso desde el mismo punto de vista científico; por ello, es
indispensable establecer el mayor o menor grado de probabilidad de que dicho
nexo exista, con base en los hechos probados.
Por las anteriores razones, la Sala considera que se configuraron los elementos
de la responsabilidad de la Administración y en consecuencia procede la
confirmación de esta decisión del a-quo.
VI- Los perjuicios.
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Ver sentencia del 6 de septiembre de 2001, expediente 13.232-15.646.
En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Tercera, administrando justicia en nombre de la República
de Colombia y por autoridad de la ley,
FALLA
A Angel Mario, José Román, Jorge Eliécer, María Eugenia, y Nancy del
Carmen, la suma de $ 6’453.652,oo para cada uno.