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CÁRCELES EN EL DESIERTO
PRÓLOGO
Esta historia pudo suceder en cualquier lugar, pero sucedió aquí, en esta tierra de
en tiempos en que la justicia de Dios era el único orden establecido por sobre los demás
órdenes humanos, aunque no pocas veces la justicia de los hombres, aquella que emana
impresas con tinta de agallas sobre las hojas de blancura maculada por la humedad del
LAUDARE
Inconstantes son las aguas que se adentran hacia el infinito donde termina el mar,
la cubierta del navío, del lado derecho, casi debajo del timonero, está Fernando, quieto
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también sin moverse de su lugar, alterado como esas olas que nacen ante el avance del
navío. Todas las ideas del mundo se concentran en sus ojos que miran lo que todavía no
imágenes mentales a las que quiere alcanzar de inmediato porque si no llega pronto a ese
lugar llamado Nueva España quizás la temeridad que lo acompañaba hasta hace un
tiempo atrás, la decisión, al igual que la de todos sus compañeros de viaje para atravesar
esos mares y la fe de todos sus años de estudio en el monasterio, puedan haber perdido
vitalidad desde cuando, orgulloso, se sintió elegido por alguna providencia divina a la
que siempre estuvo seguro no poder definir, comprender o alcanzar con su intelecto
joven, caballero sin armadura que avanza hacia un futuro que sólo él puede arquitectar.
Recuerda con cariño las gaviotas que sobrevolaban en el puerto. Hace muchos
Pudiera llegar a pensar que allí en esas nuevas tierras, en ese nuevo continente no
existen las aves, pero muchos han sido los dichos que afirman, en leyendas maravillosas,
que las aves del nuevo mundo no tienen igual en su vieja tierra, y que en ella no existen
Fernando, de pecho frágil pero de decisiones fuertes, que avanza con la lentitud
del navío, más con la firmeza del timonero, resiste a los embates del mar interior
vigoroso.
Juzgado de Indias, a Sevilla. En las nuevas tierras otras ocupaciones serían menesteres
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cotidianos o extraordinarios
evangelizador, la cruz santa y la voluntad forjada en el pasado. Por ahora sólo canónicos
bien Amado Redentor en pos de propagar las enseñanzas recibidas. Muchos serían los
santos americanos, muchos los monjes y monjas dominicos, como santa Rosa de Lima,
que dejarían para siempre sus marcas de sacrificio y humildad en las tierras sin arado y
sin cosecha. No menor sería su reconocimiento por parte de la iglesia, porque esas
Había partido hacía dos meses de tierra firme y en medio de aquel océano sólo
ponderaba presagios injustificados pero a los que todos prestamos, en algún momento,
atención, no sea que los instintos nos abandonen y quedemos a la deriva en otros
Después de descender
del navío restaría permanecer el tiempo suficiente en aquella localidad portuaria y si los
instalada allí por gracia del sumo pontífice Inocencio XII, también dominico y merced a
designado.
Frente a las costas de las tierras de la corona portuguesa habían cruzado un navío
inglés cargado con esclavos negros traídos directamente de África, y un navío francés de
seguro con contrabando de paños hechos con hilo de Flandes, canela y pimienta.
semanas atrás, cuando el viento arreció sin mengua y fueron obligados a descartar
barriles de pólvora y granos humedecidos por la lluvia torrencial. Si bien los animales
estaban bien amarrados con fuertes cinchas a los soportes de madera, nunca se pudo
evitar que el oleaje los asustara de tal manera que corcovearan en los diminutos recintos
Fernando había codiciado un percherón blanco con instinto garañón, que bien
podría servirle en sus viajes hacia Córdoba, pero lejos quedaban en el tiempo sus
correrías sobre el lomo de los caballos de la finca de sus parientes, los descansos
despreocupados sobre la hierba de las orillas de los arroyos y las miradas perdidas en la
rápido. Es que con sus diecinueve años pero con el acumulo del largo adoctrinamiento
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adquiriera a tan corta edad la seguridad de los adultos y la madurez de los líderes.
Liderazgo que se vería puesto a prueba en el futuro muchas veces en su tarea evangélica.
Nadie crece por crecer, nadie abandona una vida porque sí. Siempre hay motivos
en demasía para elegir una u otra circunstancia para el cumplimiento concreto del deber.
Deber que a pesar de agobiarnos, en la mayoría de las veces, siempre delata una decisión
Aires tres meses después de larga travesía marítima. Los sonidos del tronar de cañones
lo hicieron salir de su cabina pequeña y húmeda para correr a la derecha del buque desde
donde pudo apreciar la algarabía de gentes a ambas márgenes del lecho por donde
pasaban. Le causó mucha curiosidad ver aquellos cuerpos de torsos desnudos, tanto en
adultos como en niños y las cabelleras en desaliño de pequeños bultos que por la
distancia mal se delineaban. Las expresiones parecían de júbilo, pero nunca se podía
estar seguro ya que las noticias que corrían por la madre patria aseveraban, en la
mayoría de las veces, que se hacía difícil distinguir una expresión de alegría de la ira
incontrolable de estas gentes belicosas cuando se alzaban en ataque. Mucho tendría que
aprender, en adelante, sobre estos reconocidos vasallos del soberano en este mundo
nuevo por las imágenes pero tal vez más antiguo que el mismo continente de donde
Fernando venía.
El deslizar lento del navío se detuvo a unas tres leguas de la ciudad donde debía
recoger las órdenes estipuladas en cartas. Mientras tanto, descargaron todo lo traído
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Fernando y algunos tripulantes subieron a los botes que los transportarían por el
río hasta donde el fondo se hacía más pantanoso, después, allí aparecieron varios
muchachos montados en pelo que sacaban a los pasajeros de las barquillas para que
adobe, con apenas dos calles y una plaza. Supo sí, que cuatro conventos estaban
De resto era tierra rasa y desabrigada, con campos dilatados y pocos árboles,
donde el hierro era más caro que cualquier material precioso que se pudiera consignar.
igual modo en hábitos desgastados. Las telas de sus prendas se asemejaban a las arrugas
de sus fisonomías, y, si bien no eran mucho más viejos que Fernando, sus pieles
mostraban la hostilidad del tiempo transcurrido en estos parajes, algo más feroz que en
obispado de Córdoba. Cuando quedó a solas y antes de decidirse a abrirla, pudo ver a
través del ventanal que daba a la callejuela empedrada, una mujer joven, descalza, con
ropa sencilla.
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sobre un banquillo bermellón que combinaba con la decoración de la enorme sala, las
cortinas y los forros de los demás asientos. Abrió el documento luego de examinar
largamente el lacre que lo sellaba. Cuánta emoción saberse elegido por sus superiores
para tan ardua tarea de evangelizar corazones en bruto de estas lejanías. Haber sido
requerido por la sede episcopal era un estímulo mayor como lo sería para cualquier
resinosa del sello escondió las órdenes ansiadas hasta que el muchacho respiró profundo
Leyó y releyó los párrafos centrales unas tres veces. O no estaba comprendiendo
bien el significado de las palabras o el cansancio del viaje aún lo mantenía en un mareo
severo y sería éste el culpable de tan equivocada interpretación. Porque lo que acababa
de leer le abría las puertas hacia una alternativa real que desconocía.
muerte del vicario de una pequeña parroquia localizada en Cuyo, debía dirigirse hasta
una comarca, en el camino de paso entre Buenos Aires y Santiago, tierra delimitada por
carta. Demasiada atención en la lectura. Una corriente de aire se adentró desde la calle,
arrastrando consigo polvo y la hoja que se desprendió de sus dedos hasta acabar sobre el
empedrado, a pocos pasos de donde se acercaba la joven de cabello oscuro, tan liviana
como la brisa y que cargaba una estatua de la virgen. El dominico intuyó que si la
muchacha seguía en la misma dirección llegaría a pisarla. Ya iba a avisarle cuando otra
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levantó su falda. Ella atenta a no soltar la sagrada carga, aplacó la rebeldía de las telas
con una mano y siguió caminando tan atenta a su obligación que efectivamente pisó con
el pie descalzo el papel sin dar cuenta de otra cosa que sucediera a su alrededor. Así el
sacerdote inmigrante, a apenas dos días de arribado, pudo ver su futuro marcado con la
contradicción.
Por variadas carencias habían pasado, escasa provisión de agua, comida, y dos
averías de los vehículos, una en los cueros del techo, otra en las ruedas. Y como si fuera
poco, una borrachera de los guías y la amenaza temida y declarada, por boca de los
paisanos, de ser interceptados por malocas. Por lo que, cuando llegó a la puerta del
minúsculo el edificio.
mirada. El indio lo saludó en español y con un respeto que hasta el momento no hubiera
que no pudo adivinar de inmediato la edad, se movía con la prestancia de un adulto bien
educado. Más tarde, cuando supo que había sido apadrinado por el padre Franco,
durante sus últimos años de vida, comprendió la razón de sus modales pasivos que al
mismo tiempo contrastaban con un qué de aspereza tenaz que latía en su carne.
Luego de la bienvenida el criado lo ayudó a entrar el baúl con las pocas cosas que
traía de España. Entre las que había libros de filosofía, geografía, cartas papales, algún
autor declarado prohibido, ropa, estampas de santos, dos estuches y su capa con
esclavina negra.
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Fernando no esperó hasta que el alba lo despertara. Este nuevo instante, era en sí
esperanza e ilusión de los últimos meses que, hasta esa mañana, fueran poco
alentadores. La misa, la preparación del culto ¡Qué magnificencia la del tiempo que por
fin conseguía llevarle, cual ofrenda, una experiencia dulce, una faena grata, de aquellas a
las que se sentía capaz de significar! ¿De qué otro modo podría sentirse si parecía
incluso milagroso que al fin, luego de tantas jornadas oscurecidas, dominadas por el
éxodo, además de, claro, las decepciones que la transición Europa- Nueva España. Sí,
era un hálito de caridad divina que a pesar de todo aquello las fuerzas no le
abandonaran, y sirviera aún, a los designios del Padre. Es que el hombre, santo o
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el fin que elije para su vida de manera tal que hace de su paso por la tierra el medio para
Aun aquí en tierras infértiles de devoción sabía que encontraría un terreno donde
cultivar la santa fe que lo acompañaba desde los años de convento. Durante muchos
años se había preparado para ser el mensajero de palabras balsámicas porque así estaba
escrito en el libro sagrado “Omnis sapientia a Domino Deo est et cum illo fuit semper et
Fernando se había dejado arrastrar por sus obligaciones, había sido succionado
por los planes de los altos prelados dominicos, y aún así, desorientado en cuanto al
futuro, podía igual cumplir con el deber de pregonar una fe que en él, vacilara
resultara, con el pasar de los sucesos, en pruebas que su Dios, siempre omnisciente,
pretendía hacerle pasar. Incluyendo la tormenta y el desvío de destino. Sí, eran pruebas
celestiales, que tenían como objeto ir adecuando el espíritu del joven para ser apto a
confrontar cualquier tentativa que el demonio, más vivo en los pueblos que en el mismo
infierno, impusiera contra él. Por lo mismo podríamos decir que aquellas transgresiones
a las que Fernando estaba a punto de entregarse, no eran sino conflictos con que Satanás
se divertía regalándole; o quizá, como en este caso, se tratase de las manipulaciones que
una madre tierra decepcionada de los ultrajes en manos de sus hijos blancos, hubiese
Pero sus palabras estaban bautizadas desde hacía bastante. Incluso el discurso,
concebido para esta primera misa inaugural de tantas futuras; encuentro introductorio
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ostentación de Cuyo, este nuevo banquete, esta pequeña degustación del dulce símbolo
de salvación era en la integra, labrado para ser el camino hacia la felicidad perdida.
Porque aquella misa venía con Fernando desde mucho antes de su llegada a la
Nueva España.
Las palomas espiaban desde las vigas de maderas, en el medio del círculo que se
asemejándose a los cuerpos de la gente que parecían estar igual distribuidos dentro de el
templo. Y así como las palomas, hombres y mujeres agitaban las nuevas peticiones que
sus corazones exigían al altísimo. Aquéllas que habían sentido, durante el período
puerta que unía su habitación a la iglesia y habiéndose visto, por tal circunstancia,
obligado a llegar por el mismo acceso que todos los mortales, su revelación no dejó de
ser sorprendente.
hubieran vislumbrado en aquel nuevo culto la sensación que los criollos puntanos serían
capaces de rememorar hasta incluso el día después de muertos. No eran aquellos lejanos
compatriotas, víctimas infalibles del sudor frío y desesperanzado con que los crudos
aquellos, alojar en su alma el arduo deseo de protección, que por medio del adolescente
mensaje de Fernando, sentían ahora cumplirse en sus espíritus los habitantes de aquella
punta de venados?
Era comprensible que la esperanza, que este módico varón les ofrecía, fuera en
hecho de pasar sus vidas allí, desérticos; lejanos de las novedades tecnológicas, de las
fiestas burguesas, en fin, omitidos por el confort tan buscado por los mestizos, que los
sometía. Sin dejar de apelar a las precarias y últimas misas antes de morir, que el fraile
Franco había sabido darles con gran dignidad, muy a pesar de su salud.
Y no era una sensación de envidia por las convidadas vidas que acostumbraban
los cuyanos, o el afán con el que Córdoba se volvía cada vez más poderosa. Era una
acentuación colonizadora, les acariciaba las almas como una madre a un niño asustado.
El clan Hernández se disponía de igual forma que las otras quince familias que
todos los ramajes de los Gil de Ciroga, de los Quiroga, de los Vidal Holgin, de los
Orosco, los Lusero, los Romero, los Toro, los Barroso, los Días Varroso, los Garin de
Aspeytia, los Ygostigui, los Balenzuela, Echeverria, Sosa, Oliva, y cada cual tenía total
gozaban desde su propia asignación, de los lugares más cómodos para asistir al aula del
Marcelo y Jorge, quienes entraban triunfales durante la misa comenzada, sólo para que
comportamientos que podían esperarse de una estirpe como ésta. El más pequeño,
Francisco, era un niño de aquellos que disfrutan de gritar cuando una situación no los
convence, táctica que era imitada por su padre en el cabildo durante las sesiones
legislativas. Francisco llegaba a remedar, sin querer, la gritería de los indios cuando
niño activaba las membranas de sus cuerdas vocales y gritaba todo lo que no había
gritado durante el inicio de la misa. La disconformidad estaba en que creía que aquello
-la santa comunión- que consumían todos menos él, era una vaina azucarada de
cualquier contención. Más radicales serían sus presunciones cuando al cumplir cinco
años y ante la explicación de que la hostia no era una golosina sino el cuerpo del mismo
Señor, su llanto fuera acrecentado al suponer que todos los que engullen carne humana
Si bien en rango de edad la que suponía seguirle era su hermana Ramona, que
para el momento del arribo de Fernando había cumplido los nueve años,
intelectualmente era Hugo el que se comportaba como el hijo del medio y aún con sus
avergonzarse con aquella escena. No le importaba que Hugo no supiera nada más útil
que no supiera leer las localizaciones de la Cruz del sur, o del pesebre y la Virgen en la
luna, ni diferenciar las estaciones del año o que se negara a tomar leche por la
suposición de que en realidad las vacas eran toros y sus urbes, penes, pero
la ciudad? ¿A quién se le
podía ocurrir? Era un suicidio social, para él y para ella también cuando se
Solía pensar, para conformarse, que Hugo era más bien la mascota de la familia;
que estaría pegado a la madre cuando ella noviara o contrajera matrimonio y que
cuidaría de los hijos de Francisco cuando aquél se fugara con alguna princesa india. O
tal vez sólo siguiera los condenados pasos de su padre y obrara como funcionario en un
cabildo que lo único que lograba resolver era quién se encargaría de encender los faroles
de la plaza, decisión que por en cuanto le competía a Jaime y a toda la esfera compuesta
por Felipe, Jorge y Marcelo Fernández y Pepe y Raúl Montebuey que eran quienes
saber: alcalde, capitán, alférez real, teniente, alguacil mayor, regidor de vecinos, maestre
de campo.
darles la prioridad debida para ser tratados en el cabildo. Tal vez la metodología
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utópico, porque casi imposible se tornaba discernir entre las necesidades de los que
precisaban recuperar las tierras cedidas a los indios, y los otros, trabajadores y
campesinos que demandaban herramientas para labrar esas tierras. De igual forma era en
extremo complejo establecer esquemas efectivos para los precios de las mercaderías en
zapatero, según fuera la oferta y la demanda mayor o menor en cada semana o mes.
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Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Duque de Milán, Soberano de los Países Bajos comienzo
éste, que habrá de ser un documento privado y secreto dadas las circunstancias que los
la ley, sí, al amparo de sus propias intereses, nada menor que sea el motivo que los
impulsa comparado con las necesidades que aquejan a los pobladores de estos parajes
donde la tierra se asemeja a un edén de arena y piedra, tal vez olvidado de la Justicia
Divina pero siempre presente en las mentes de los jerarcas enviados desde España. No
menos autoridad tienen los nobles pobladores que atienden a las necesidades de la
Corona aunque de ella apenas conozcan los sellos epistolares y algún que otro óleo de
los soberanos.
instituciones de la fe, con certeza reconocerán algún día la esencia espiritual que nos
movió y nos mueve a los sacerdotes aquí afincados a pesar de la pobreza, que nada más
mundo nuevo.
mi orden, la misma que movió al fraile Valenzuela. No se trata de decidir qué es lo que
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heredero, permanecía desde su primer año y durante los dieciséis siguientes al lado
derecho del padre Álvaro, un hombre éste, honesto desde cualquier ángulo que se lo
de una muchacha devota llamada Rosario Bertran, que venía de uno de los conventos de
la península al que había sido enviada para preparación para el matrimonio, pero al
morir sus padres y su hermano, llevado con parientes que lo prefirieron por su género, la
joven permaneció allí durante dos años y finalmente la superiora del convento decidió,
ya que nadie de su familia se opuso y dado que la púber no alojaba ninguna vocación
religiosa, enviarla hacia aquí para contraer matrimonio con alguno de los hombres que
se radicaban en esta región de la Nueva España donde fue elegida por un compañero
violento y vulgar. Aquella Rosario había recibido enseñanza en los temas fundamentales
de la doctrina cristiana, lectura y escritura, un poco de latín. Sabía coser, cocinar, tejer,
Rosario Bertran respeto forjado en la dignidad que la mujer había demostrado durante la
convivencia con un hombre, que estaba más cerca de pertenecer a una casta animal,
social. Por eso, en más de una oportunidad, sentir que por su sangre corría la herencia de
vicios a los que Álvaro aberraba profundamente, y por eso dedicaba su tiempo a criar
cuidadosamente a los hijos bajo una moral pía y sustentada en los mandamientos divinos
Su propia esposa, Ivana Sucre, madre de María del Rosario y de Julián, había
jóvenes, alcanzados sus años adolescentes, ambos se sentían gratificados con su labor
orientadora. Aunque, muy a su pesar y durante los últimos meses, Álvaro notara en
Julián ciertos ademanes de insolencia para con él y que se hacían cada vez más
evidentes. La razón del desacuerdo parecía haberse originado años atrás cuando Álvaro
decidió ceder parte de las tierras, recibidas de su padre, para asentamiento de un rejunte
de indios que los mandatarios del cabildo y en decisión consensuada amontonaran en las
cercanías de la ciudad.
Álvaro estaba convencido de que era una manera de retribuir a aquellos seres,
algo de todos los sufrimientos a los que el bandido de su padre y otros españoles habían
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aunque fuera por un tiempo, tierras a las que no se les estaba dando uso alguno. Pero
disposición. Sólo esperaba disfrutar de la vida que le restaba y estar seguro de que sus
hijos serían personas de bien. No obstante, la vehemencia con la que los diecisiete años
Con mucho esfuerzo la población alcanzaba a subsistir en una mediocre dignidad para
entre si. Cualquier rencor sería extinguido tanto en la sangre de los idiotas que iniciaran
callados por igual los impotentes ajenos a la situación y los que intentaran hacer alguna
Los asientos dispuestos paralelamente del otro lado del pasillo de la capilla,
Magdalena, la madre de Raúl, había fallecido cuando éste tenía apenas siete años,
durante el nacimiento de la segunda hija, Carolina, para quién criarse sin el amparo y la
comprensión de una madre resultó triste, pero el verdadero aguijón se generaba a raíz
del rechazo que su familia le dispensaba. Al parecer, y por lo que lograba traducir de las
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en rededor del póstumo nombre de su madre, aquélla había sido una mujer muy
y masculina de Pepe, que Magdalena había sido el único vínculo real entre la familia
El día en que Carolina celebró los trece años su vecina Choli organizó un festejo
ocupar el rol de anfitriona, Raúl le gritó delante de su padre y todos los vecinos,
_ ¡Boba, fea, floja! Si no le atrae al menos ser una buena ama de casa ¡No se va a
casar nunca! ¡No tiene ni la mitad de la belleza de mamá! Dios la va a castigar por su
Esa tarde luego de llorar durante toda la hora del almuerzo mientras servía a su
padre, al hermano y al resto de los invitados, percibió que el poco cariño que les
Aquella noche dormiría en casa de Renata porque temía que el odio que se había
liberado dentro de su pecho fuera capaz de obrar sin su permiso y matara a puntazos a
Raúl.
desdichas que sucedían en el pueblo bastaba mirar a la pobre Inés que se las veía peor
lidiando con Teresa, la insufrible ciega hermana de Renata. No podía creerse que
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compartieran sangre. Teresa resultaba odiosa para cualquiera que compartiera algunos
momentos de su compañía. Era soberbia y ruin con las congéneres, más, de diferente
la personalidad sumisa ante los juicios fálicos, característica de sus contemporáneas, era
un humor que, cualquiera que la conocía, le envidiaba. De las más ancianas en La Punta
obligatorias para alguien de su edad. Renata se erguía como el sol mañana a mañana,
dispuesta a iluminar a la gente del pueblo con su altruismo y gracia. Si bien varios
amado marido ya no ocupaba un cuerpo en el suelo de los vivos, casi había logrado
cualquier muchacha y manejaba el telar aun con mayor creatividad. La fama de sus
ponchos era la de ser los más acertados para empilcharse y sus jergones, los más
cómodos. También al ser una cocinera eximia, conocía a la perfección los secretos de la
preparación de patay, del arrope, así como del aguardiente, charque y quesos. La huerta
de su casa era la más fértil y colorida con plantas de tomate, apuntaladas en varas
En el umbral, Renata
pudo ver los rastros y las sombras del dolor húmedo de Carolina rodando por sus
mejillas y por el camisón de algodón que humeaba con el aire helado, detrás, la plaza
solitaria y cómplice.
_ Pase m´ija, pase. Venga, en el fogón hay té y no haga rechinar la madera del
Renata era una de las pocas italianas. La gran mayoría se había asentado en los
puertos del Río de la Plata, pero a ella le había tocado seguir a su esposo hasta aquel
desierto. Enzo había sido el médico del pueblo. Él, junto al difunto fraile Franco habían
ayudado a “repuntar” el crecimiento del lugar, después de los primeros ataques indios,
sobre los indios. Ambos caballeros de bien, honrados y altamente leales a las tareas
encomendadas, a ellos les había cabido la misión de arengar a más de cien personas por
tal vez el destino de La Punta de los Venados no fuera más que el de conjugarse en un
algo así como ser el deshidratado purgatorio entre dos paraísos terrenales.
Carolina entró frotándose las conjuntivas con los nudillos. Desde la puerta de
calle hasta la cocina, que quedaba a continuación del zaguán con el que se unía la sala
de recibimiento, se deslizó en puntas de pie, sobre las chancletas de cuero de ternero que
vestíbulo, Enzo la observaba a través del espectro carbónico de los siete retratos que
y cuando estuvo completamente cerrada, giró sobre sus pies hasta quedar frente a la
muchacha que recién en ese instante llenaba de aire el pecho con apariencia
desprotegida.
_ ¡Niña, que le he dicho que no hiciera ruido, pero respirar podía! Vamos
inteligente pero no lo culpo por sentir celos de usté ¡Mírese muchacha, mírese!
_ ¡Es preciosa, y los hombres no tardaran en quererla para ellos! Eso le ocurre a
Raúl, él lo sabe y no soporta la idea de que la saquen de su lado. Además, miente acerca
_ Sí, niña… Ehhh, ¿Qué puedo decirle que no haya dicho? Su madre era una
mujer muy decidida… Ehhh… Y bueno, le gustaban las cosas bellas, de materiales
_ ¿Por qué, doña? ¿Por qué dice que mi mamá era especial?
_ Y, porque una mujer tan bella como su madre, fue muy codiciada por los
hombres del pueblo, su madre ha arrastrado un halo de fuego, siempre despertó pasiones
en quienes la conocían…
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eso la verdad no entiendo por qué se casó con mi tata. Podría haberse casado con un
_ Bueno niña, pero los indios no tienen toda la culpa de nuestras penas… Hay
armé un catre junto al mío, vamos a acostarnos y así no incomodamos la paz de Enzo.
Renata deseaba curar las heridas de la pequeña por eso decidió levantarse un
poco más temprano para recibirla en la cocina con el desayuno listo. Cuando Carolina
mirada desesperanzada, creyó que haber dormido en su compañía había sido una utopía.
Inmediatamente supo que la noche siguiente estaría sola de nuevo, como todas las
noches en que el único objetivo de su existencia era el de tener la cena lista antes de la
llegada de los hombres de la casa; luego dormir, dormir desde temprano para que el
-Buen día Ña Renata. Sí, estoy acomodando las colchas. Ya bajo a preparar el
Cuando la joven entró a la cocina encontró que la mesa con platos colmados de
patay y una botija con arrope. El aroma dulzón inundaba la habitación y parecía tener el
recipientes dispuestos sobre la mesa, en el justo centro, se veía un jarro de barro cocido
-Niña ¿Qué hace aún en el pasillo? Vamos pase y siéntese que hoy seré yo quien
expresión alguna.
_Gracias.
_ ¿Gracias? ¿No es que tengo la más amable de las patroncitas… que agradece
mis labores? Le sirvo señora, permítame. ¡Ay, con todo este teatro se me ha olvidado lo
minutos en los que Carolina bebió y comió con exultante disfrute. Ya se sentía más
tranquila y reconfortada.
_Tome…
Escuchó a su espalda.
Renata traía en sus manos un poncho precioso, colorido y grueso como ningún
lo usurpe. Tal vez haya perdido la juventud, pero la astucia nunca, niña, nunca.
Carolina se abalanzó sobre la anciana con tanta impulso que casi acaban las dos
_ Bueh, calma muchacha. Venga siéntese que de eso quiero hablar. Niña, soy su
amiga y está bien que así lo sienta, pero estoy grande para compartir algunas cosas...
ahora que ya está en los trece necesita de alguien que entienda y comparta sus mismas
inquietudes.
_ ¡Es que, las niñas de este pueblo son todas unas bobas! Claro, es fácil burlarse
de mí porque no tengo madre que me peine bella o me enseñe a vestir como debiera.
charabón en lugar de Carolina y estoy segura de que eso fue idea de Raúl.
_Tiene que tener paciencia, es muy probable que sean menos maduras que usté
porque no han sufrido lo suficiente para comprender ciertos aspectos de la vida. Por eso
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¡Eso! ¿Qué le parece si hablo con mi hermana para que le permita salir durante la
tarde, durante la siesta? Así ustedes pueden pasar un rato juntas y hacerse amigas, tal
vez…
_ Ta bueno, todo cierto entonces. Ahora váyase a su casa así nadie se irrita por su
ausencia, pero no planee nada para esta tarde y asegúrese de tener sus quehaceres listos
para las cuatro. Prepare el mate y espérenos para la hora de la siesta ¿Le parece?
Renata, gracias!
_ Lo hago con todo gusto niña, pero ¿Se acuerda que le pedí que no me dijera
Renata rió a carcajadas hasta que la niña estuvo fuera de la casa, incluso Carolina
Ni siquiera tuvieron que golpear la puerta, Carolina oyó los pasos cerca de la casa
y espió desde la ventana por la que solía espiar desde ése frágil mundo al que pertenecía.
_ ¡Vinieron!
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abrir la puerta y sin querer sus ojos se posaron en el vientre de Inés, que parecía estar
ligeramente más prominente de lo que en general aparentaba “Debe ser difícil vivir con
la tensión de gritos permanentes, con certeza tanta agitación está matando su silueta”
Pensó.
amiga.
Entre risas, las tres entraron a la casa de Carolina y durante toda la tarde
del pueblo. Al día siguiente repitieron el encuentro, y así, durante unas semanas hasta
que Renata comenzó a ausentarse de las tertulias para que las niñas tuvieran la intimidad
encuentro si una de ellas contraía una enfermedad o estaba de castigo. Como por
ejemplo, durante el mes en que Inés cumpliría los dieciséis años, unos cinco meses
enfermedad, aquélla de “ansiedad que la hacia engordar tanto” y estuvo bajo el cuidado
Cuando Carolina la volvió a ver se sorprendió, parecía otra mujer. Parecía incluso
más distinguida, además de verse más delgada y atractiva. Su cuerpo había cambiado
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mujercitas superiores al resto en el pueblo y que debían usar sus inteligencias para
cometidos más importantes que afirmar la hipótesis de que la hija de los Pedernera
usaba los calzones de su padre porque ninguna otra ropa interior le entraba. Fue ahí que
sus reuniones se tornaron intelectuales y dieron comienzo a las tardes “L. A. T.” que
para todos era “Las Asombrosas Tejedoras” pero en verdad significaba “Las
a Inés a leer y a escribir, práctica que percibía gracias a Renata, quién traía el
conocimiento del viejo continente mientras que La China iniciaba a su amiga en los
♣♣♣
De igual forma que venía obrando durante los últimos nueve meses, Fernando
procuraba nuevamente orientar sus mensajes para ofrecer los dones que tanto deseara
ofrecer a aquellas almas paganas y perturbadas, pero los ojos de María del Rosario le
habían perforado la firmeza como casi nadie en su vida previa lo había hecho. Eran sus
diecinueve años los culpables de tal indecisión, mezclados con las memorias cuasi
sexuales que aun guardaba del único encuentro humano que hubiera experimentado, la
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su prima.
revelación. Tal vez fuera aquella conmoción de descontrol la que lo arrimara a los pies
del monasterio que más tarde le brindaría la entrada al universo de la virtud carnal y la
envidió, desde el instinto, obtener también adentrar parte de su cuerpo en las fauces
erógenas que le mostraba, de esa forma, por segunda vez ante su expectación. Le estaba
_ El cuerpo de Cristo.
Rozó la mejilla de María del Rosario, quien sonriendo, despejó los dientes
_ Amén.
_ Gracias padre.
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resurrección.
Más tarde, la vela aún ardía en la soledad del altar cual leal representante de la
inútil confusión con la que Fernando intentaba apagar de su espíritu las penetraciones
expresivas que las palabras de la niña habían enterrado en él, como múltiples réplicas.
“Gracias padre” repitió su memoria en consecuencia. Uno a uno las venias del
imponente con que la madre tierra, ópera prima del devenir humano, azota las
Igual de obtusa que la oscuridad en su intento de alimentarse del fulgor que ardía
en la cera a través del pabilo manufacturado por el artesano del pueblo, se desangraba su
Vio en los bancos más alejados del altar millares de juicios fundamentados en el
silencio, que se deleitaban con él, como avarientos cachorros de lobisones desterrados
en el avance del blanco y oscuro humano. El hambre del vacío lo asustó, pareció querer
Dijo a viva voz, procurando alejar, aunque sólo fuera por pequeños instantes, el
temblaron como las velas en el altar. Julián estaba diferente, parecía que el malestar
padecido durante las ocho semanas anteriores en las que se ausentara de la misa, lo
hubieran traído directamente desde la infancia a la pubertad. Sin duda había crecido
algunos centímetros y su cabello se mostraba más largo y vaporoso. La niña sintió como
si toda su pesadumbre fuera borrada del pecho por una luz divina. El estómago se le
contrajo, como acostumbraba cada vez que su hermano o su padre renovaban algún
comentario nocivo en público hacia ella, pero en este caso le deslumbró la sensación.
Tuvo vergüenza porque debajo del poncho sus pezones se sabían duros y con ellos los
hubieran crecido de repente junto con los cabellos de Julián y su rostro bien formado.
Quiso, como una necesidad incontrolable, estar vestida con prendas más adultas y
embargo alguien notó la situación, fue Rosario que, sentada junto a Julián, dio un
vistazo hacia atrás y advirtió la expresión atónita de Carolina. Rosario le ofreció una
sonrisa cómplice y delicada y volvió su atención hacia el altar donde el fraile estaba
llegando.
acceso hasta el altar y al pisar el último trecho que de él lo separaba inclinó el cuerpo y
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frente, recorriendo en sagrada devoción por el pecho la señal de la cruz. Después, ya con
la columna erecta y sin decir palabra alguna, se ubicó detrás del humilde atril donde
reposaba la Biblia y con la mirada fija en el Jesús petrificado, que parecía no perder de
_ Amén.
Respondieron.
_ Dominus vobiscum.
Tornaron a responder.
_ Hermanos, para celebrar dignamente este sagrado misterio, pidamos perdón por
nuestros pecados.
mucho de pensamiento, palabra, obra. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima
culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles y arcángeles, a los
santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
Mediante estas palabras todos los presentes pidieron por su alma al Dios
abstraído en su sacrificio, todos salvo algunos niños que aún eran demasiado pequeños
para pedir disculpas por males que no sabían si habían cometido. Ellos y Carolina, quien
permanecía dispersa con los aromas que el varonil cuerpo de Julián desprendía. Un codo
observaba furioso.
las palabras en el orden pretendido y repitió sin sentido alguno aquello que el conjunto
Con la única diferencia que al pronunciar la palabra “eterna” sólo pudo pensar en
ella y Julián, ambos caminando la vejez y sus manos rozándose en el funeral de algún
conocido.
_ Amén.
♣♣♣
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que los hombres cuidan el ganado, levantan cercas y fabrican las herramientas de hierro.
En realidad la demanda de herreros es grande por estas horas pero bien llegará el día en
que tengamos material humano suficiente para no tener que andar esperando que la
fragua y las manos de los artesanos nos provean en tiempo y forma de los encargos.
que se insista en el pedido de auxilio parecen no tener oídos para nuestras peticiones.
permanencia por estos lugares insisten en llevar una vida normal dentro de lo que las
condiciones permiten.
Por el momento no cuenta La Punta de los Venados con más de unas pocas
acuerdos conjuntos para encontrar ciertas soluciones no por ser menos urgentes más
porque los encargados de encontrarlas están más ocupados en los quehaceres de sus
estancias y preocupados por una legua a más de tierra que puedan obtener en concesión.
Muy frecuentemente se usa el escaso papel y la tinta para redactar petitorios a Cuyo que
demoran meses en dar respuesta y así sigue la reiteración de los problemas no resueltos
Hubo la reunión en el
Cabildo en día primero de enero para que fueran elegidos los alcaldes ordinarios y
acostumbrado fui requerido para el juramento por Dios Nuestro y fue momento de
elevar una plegaria por las pobres viudas presentes quiénes andan precisando de ayuda.
♣♣♣
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del catre. Vistió el hábito y condujo su cuerpo hasta el patio del fondo, allí donde la
letrina despedía sus malos olores pero a prudente distancia de su habitación. Después
volvió al interior de la vivienda donde sobre la mesa de algarrobo le esperaba una jarra
cobriza y una artesa a medio llenar de agua en la que se lavó las manos y el rostro.
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El indio mudo, más por decisión que por impedimento, colaba, concentrado, la
infusión que exhalaba vapores aromáticos. Inaca había despegado del fuego el recipiente
de cobre dentro del cual hervían las hojas de cedrón y decantaba su contenido dentro de
una taza tosca de cerámica colorada. Enjuagó el jarro y, una vez lleno de agua, lo
dispuso sobre el fogón nuevamente. Sobre una bandeja de madera raída, organizó la taza
llena, algo de miel, una cesta repleta de tortas asadas al rescoldo, una media calabaza
con manteca, otra con arrope de tunas y un plato. La levantó y le indicó al fraile con la
mirada que inaugurase el paso hacia la mesa. Fernando se acercó y tomó ubicación cerca
del hogar encendido. Inaca acomodó frente al fraile todos los elementos de la bandeja,
abrió las telas que revestían la abertura de la ventana y la luz de un sol radiante, pero
lejano, entibió dulcemente los pétalos de las retamas, que reposaban dentro del florero
en el centro de la mesa.
_ El Chorrillero está atropellando hoy, peor que ayer… ¿Le traigo una chuchocaii?
El indio se aproximó del fraile y dejó una cuchara de madera para que pudiera
_ Tomé un candeal temprano, Padre, luego de preparar el pan, pero me quedo con
Cortés…
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Fernando. Inaca se sentó del otro lado de la mesa, enfrentado al fraile quién lo miraba
Recorrió la nave angosta con pocas aberturas, de interior sobrio y una vez más palpó los
sólidos muros.
♣♣♣
No le resultó raro, Álvaro siempre obraba con mayor juicio que su abuelo y era
una buena idea establecer vínculos personales con el nuevo representante de la corona.
Pero la avidez parecía no existir en Pepe y, si bien su título de teniente regidor del
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cada ocasión en que precisaba algo, como garantía segura de que obtendría lo que
doblegándose ante las disposiciones obispales. Por eso es que resultaba más conveniente
organizar encuentros con los representantes de la iglesia que con cualquier criollo o
español que tuviera ideales de grandeza avaladas por títulos otorgados sin el menor
respaldo de nobleza.
Ramona. Junto a Carmela se erguía de engreimiento su marido Jaime que parecía llevar
marcado en la frente “Teniente corregidor”. Junto a él, Felipe, su cuñado, que no dejaba
estaba ocupada por el anfitrión y dueño de la casa, Álvaro Cortés, a su derecha Julián y
Los intereses de aquel encuentro se arremolinaban como los vientos del desierto
puntano, con la misma vehemencia y contradicción. Por un lado los instintos más
inocentes dormían en los deseos de los jóvenes. Ramona pretendía establecerse como un
perfecto ejemplar de una dama de bien, pero veía sus deseos truncados por la
demostración de vulgaridad que chocaba con sus quimeras cada vez que su madre
alimentaba a Hugo, en la boca, con charque. Carolina, además de envidiar el afecto con
el que la muchacha había sido criada, no perdía oportunidad en sonreír irónica ante la
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tiempo que ocupaba sus ojos sofocados por la presencia de Julián. Él era realmente un
muchacho atractivo visto desde cualquier perspectiva. Julián era ibérico desde el cabello
hasta las convicciones. De mirada dura y decidida a colonizar cualquier imagen que
que su antecesor mantenía con el fraile Fernando respecto del destino de unas tierras que
Álvaro cediera a los indios con intenciones pacíficas con lo que el primogénito estaba
obsesionado pretendiendo el desalojo de las tierras por parte de los “salvajes” para hacer
con ellas un campo aprovechable para la crianza de ganado. Estaba convencido de que
ése sería el estímulo para que su ciudad pudiera mejorar el intercambio comercial con
Cuando uno garantizaba la posibilidad de lazos fraternales con los indios, el otro insistía
en el rechazo constante para disminuir las amenazas. Lo que Julián ignoraba era que
Tampoco Fernando conocía los motivos de aquella cena. Era Álvaro quien
heredero antes de que algún verdugo, o la vejez, se lo llevaran consigo. El buen hombre
pueblo. Quería sí, ayudar al muchacho a labrar una prudencia apta para regirse en
orientada únicamente a hacer con que Fernando se sintiera cómodo y sus padres
Carolina, en cambio, estaba atenta a las pretensiones, brotadas desde el amor, que su
le retorcían las tripas de celos por el rumbo errado que ese cariño tomaba y que por
cuestión de sangre lo veía como suyo y no con el nombre de otra mujer. No eran apenas
celos que la llevaban a odiar a Raúl y a su padre, era también el dolor de saber que
nunca su propia familia había sentido aprecio por ella, verdadera miembro del clan.
primer trayecto del recorrido, desde el interior de la propiedad hasta el cruce del camino.
No todos los jóvenes estaban deseosos de instrucción. De hecho, ellas eran las
únicas que nunca faltaban a clase, en parte por voluntad propia, en parte porque sus
padres les permitían tomarse una tarde a la semana para cultivar el aprendizaje y, de más
está decir, que oportunidad como ésa no era otorgada a la mayoría de las adolescentes
del pueblo, a las que, por causa de su género, les aguardaban otros deberes más
A los varones, en cambio, se los consideraba más en favor de que estudiasen. Las
clases impartidas a los muchachos se distinguían por ser más frecuentes y organizadas.
Ella estaba convencida de que en las mujeres radicaba el futuro cultural de las
generaciones que se harían cargo de la ciudad “Si la evolución toca la puerta del hogar
Esa tarde comenzaron con el Evangelio según San Mateo, capítulo 6, versículos
del 9 al 13, siendo leído al comienzo por la maestra, despacio y luego ambas repetían.
Pero, las clases de Doña Dominga tenían una peculiaridad, la mujer solía declamar hasta
espaldas a las alumnas, posición elegida en favor de su propia estima porque al quedar
con el rostro escondido, las niñas no se percatarían de sus cabeceadas. Muy por el
espectáculos. Durante esa tarde la maestra modulaba, “Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu charque, que hay hambre en el
pueblo, danos hoy nuestro mal de cada día, perdona nuestros berrinchesssszzzzzzz”,
fétidos.
Entre una gracia y la otra, las muchachas se desternillaban de la risa a la vez que
guardaban en la memoria la variedad de versiones sobre los versículos leídos, hasta que
Doña Dominga despertó por una carcajada al unísono y suspendió la clase, claramente
ofendida por la actitud de las niñas. Por lo que Rosario y Renata, con el resto de la tarde
libre, decidieron correr hasta el árbol “Pelao”, tronco seco que así llamaban y que servía
por costumbre, recoger bichos canasto. Rosario por pura diversión, Ramona por una
razón más despiadada. Dejaba los cestos escondidos en el catre de su hermano, para, al
momento de salir las larvas, acusarlo de ser un niño realmente sucio, tan sucio que los
Después de eso decidieron ir a recolectar vainas de algarrobo, que debían ser las
Fernández. Allí, sabían, esos árboles crecían muy bien gracias a una vertiente que nacía
cerca y siendo su propio tío el dueño, quién no le inspiraba suficiente afecto, Renata no
La tarde fue buena ocasión para que La China y Carolina realizaran uno de sus
encuentros del L. A. T. en la que intentaron interpretar el libro que Inaca les prestara.
Para comenzar, la joven Montebuey leyó un párrafo del tomo I, discurso V del
libro de Feijoo, “Teatro crítico universal”. Párrafo que hablaba de la medicina entendida
sobre conceptos casi absurdos a su noción de niña. Por lo que, Carolina modificó todo el
contenido del texto en favor de que su amiga lo entendiera. Ella podía hacerlo, porque
Pero hubo algo que la dejó pensando horas, después del encuentro. Una frase en
el discurso XVI “La defensa de las mujeres” en el que se hablaba del maltrato y
menosprecio a las mujeres “que hay hombre tan maldito, que dice que una mujer no es
♣
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recoger los charques secos y terminar de moler, en el mortero, las vainas verdes de
de machacar las chauchas que se secaban al sol desde una semana antes hasta volverlas
harina para cernerla y mezclarla con agua para el patayv. Después venían los moldes, el
apisonamiento y las brasas. Odiaba trabajar tanto para alcanzar el resultado, pero más
odiaba, ser ella la encargada de llevar a cabo todo el proceso que luego nadie agradecía.
Semana tras semana estaba condenada a recoger las vainas, secarlas, molerlas,
preparar la masa, cocer a las brasas. En cierto modo, una sola cosa le excitaba en la
faena, el mortero, fuera tal vez porque podía, a través de la fuerza empleada, descargar
un poco de la furia que se enredaba en su pecho por los disgustos del mal solucionado
amor fraternal. Ella, como el patay, tardaba demasiado en volverse dulce, pero
futuro con las condiciones necesarias para forjar algún beneficio y despegarla así de los
Colocó los charques sobre la mesa y aproximó una candela para iluminar la
velada. Dispuso sillas para Pepe y Raúl y se preparó a servirlos como tarde tras tarde le
incumbía hacerlo. No había acomodado los utensilios sobre la mesa cuando padre y
_ Ay hermana querida,
cuándo llegará el día en que tenga sus labores listas para el momento en que son
necesarias ¿Pretende que luego de atravesar la ciudad a caballo tengamos paciencia para
calmar nuestros estómagos y explicarle que “Está preparando la cena” cuando debiera
tenerla lista antes de nuestra llegada? Mírenos ¿No ve el cansancio dibujado en el rostro
de nuestro tata? Ha estado toda la jornada velando por su bienestar y así como por el de
todos en esta ciudad. Ha intervenido en su nombre para que las decisiones capitulares le
sean beneficiosas ¿Y usté no es capaz de tener una simple comida lista para
reconfortarlo?
Pepe no dijo nada, simplemente miró con recelo a Carolina como si un simple
de disponerla.
_ ¡Puaj!
Exclamó Raúl.
_ ¿Cuántas veces le he dicho que debe salar más la carne? ¡Esto no tiene sabor!
¿Por qué no me alimenta directamente con un pedazo de suela? Sería lo mismo para mi
Como todas las actitudes humanas, aquello tenía una explicación. Días atrás
Carolina había gozado al reírse y avergonzar a Ramona durante la cena de los Cortéz y a
pesar de que el carácter de Raúl siempre se mostrara recio, sin dar señal alguna en
culpable por el resentimiento que su hermana revelaba hacia la muchachita. Sabía que su
trato hacia ella no era el mejor que se podía forjar entre dos hermanos, pero aún así, no
una rivalidad insignificante propia de la normalidad del vínculo entre dos hermanos,
más o menos de la misma edad, pero a medida que los años pasaban y sus ánimos,
sufrimientos y necesidades que reflejaba a las claras en sus actitudes para con las demás
♣♣♣
oponía a su padre. Estaba convencido de que los “salvajes” eran el mayor, aunque no el
era vencerlo como a cualquier enemigo, derrotarlos por completo y disfrutar, desde el
triunfo, de la legitimidad del vencedor y en esa sospecha ya consideraba que todos los
que no se sumaran a la causa pasarían a formar parte del grupo oponente, sin importarle
hijo en el centro de la plaza, se dejó rozar el rostro por la brisa del atardecer en la carrera
_ ¡Julián! ¡Julián!
calle que la separaba del deseo y atravesó la plaza hasta llegar a su lado. Le tocó la nuca
_ ¿No me oyó? Le grité varias veces ¿Qué sucede? Tiene un extraño semblante
¿Está bien?
_ Hola, niña ¿En que anda? ¿Buscando alimentos para preparar la cena?
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quise venir a brindarle a mi alma un poco de orientación divina, pero ahora que lo dice
_ No quiero ser impertinente, Julián, pero conozco sus gestos demasiado bien
como para no darme cuenta de la angustia en su rostro ¡Vamos, puede confiar en mí!
¿Qué sucede?
_ Nada, niña, nada grave, es que hay ocasiones en que coincidir con las opiniones
de los demás se vuelve un poco complicado, especialmente cuando uno debe obedecer a
vivo bajo el mismo techo que uno de los Regidores del Cabildo y, aquí entre nosotros, su
inteligencia es bastante resumida como para proteger la información con la que cuentan
¿Cree que no he escuchado acerca de las iniciativas que Álvaro ha tomado a favor de
nuestros enemigos?
_ ¡No sea impertinente! Está hablando sobre nuestros padres… pero dígame
_ ¡Claro! ¿Qué sentido le encuentra uno en ayudar a quienes no nos dejan vivir en
paz? Yo creo, sinceramente que cuando el peculio de los Cortés pase a sus manos, su
familia obtendrá muchos más beneficios, aquéllos que le corresponden por estirpe y si
_ Es más inteligente de
lo que parece, pero no olvide que el don de la genialidad en las mujeres no siempre es
benévolo. Si lo usa para aconsejar a los hombres que la rodean, sin ser pedante o
demasiado entremetida, hará bien; si lo utiliza para dar a sus hijos la educación necesaria
para que sean personas agradecidas con sus compatriotas y su destino, hará bien, más si
sus ambiciones de poder esquivan aquella inteligencia con la que pocas mujeres son
acompañen y el castigo divino. Las mujeres deben aspirar a ser como la Santísima
_ ¡Ay, Julián! ¡Qué palabras más inspiradoras las que salen de sus labios! ¡Sueño
con que un hombre como usté me elija para compañera en la vida y me permita ofrecerle
todo de mí para que su éxito y felicidad sean seguros! ¡Me tengo que ir! El sol está
abandonando nuestro horizonte y ya sabe que los estómagos de mi familia son muy
sensibles a la impuntualidad.
_ ¡No olvide que puede contar conmigo! Le seré útil en cualquier asunto en que
precise de un “compinche”
que provinieran de una dama y menos aún de una dama más joven que él.
Definitivamente Carolina poseía agallas comparada con sus pares, lo que se podía
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despertado en ella. Pero es bueno recordar que la libertad en tiempos de nuestras aquí
Sólo que Carolina tenía muy claros sus objetivos al igual que sus prioridades. Si
futuras, su pericia no podía tropezar en baches de ningún tipo, y con esto de Julián,
había que cincharvii. Parte del plano de acción ya estaba siendo realizado y las fichas
caían en las casillas pretendidas con tanta facilidad, que la muchacha se sorprendía con
su propia picardía y el escaso juicio ajeno. Porque su principal ambición era casarse con
aquellos que lo influenciaban. De allí que su iniciada amistad con Rosario resultaba
conveniente y, al mismo tiempo, que Raúl se perdiera en las cualidades de Rosario. Eso,
que ella, su hermana, estaba plantando posibilidades que pronto serían triunfos rotundos.
Por otro lado, más adelante Rosario podría ser la indicada para persuadir a Raúl,
La amistad con quien consideraba su futura cuñada, había multiplicado las armas
información, que en años venideros sería de vital trascendencia para sus planes.
Rosario ya no negaba su interés, más que normal, por Fernando. Condición que
resultaba más que apropiada para los planes de Carolina y tan oportuna, como fuera de
lo común, que había ocasiones en las que debía recordarse si lo que oyera de la boca de
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que, y ésta la mejor parte de la historia, el propio fraile correspondía a aquel interés
indecente.
♣♣♣
dueños de las tierras han recibido la orden del Cabildo de hacer el rejunte y recuento
para que ningún alma deje de ser evangelizada so pena de pagaren con multas o prisión.
Es sabido que esas almas impuras no pueden ni deben alejarse más de cuatro leguas del
poblado pero siempre hay alguna que se deja atraer por las promesas de tierras y ganado
que les hacen los caciques de las tolderías que nos circundan. Bien es sabido que las
tierras son ahora de la corona por derecho y privilegio y que el ganado cimarrón fue
traído aquí por nuestros colonizadores y pastan y se reproducen apenas por la bondad
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cosas y es gente de un lado y del otro reclamando poses que hay que delimitar con actas
para que los vecinos no entren en discusiones malogradas y las almas vasallas de su
Yo mismo no doy a basto con esta tarea. Ando en negociaciones para solicitar al
Cabildo un solar mayor donde construir una escuela y una cocina grande para que
alguna dama de la ciudad enseñe a las indias a hacer nuestros platos ya que las pobres
apenas saben consumir lo que Dios da en la naturaleza y muchas veces sin pasar por el
cocido. Así es que se expanden algunas dolencias en la carne y en los vegetales que ni
♣♣♣
tierra y el cielo obran bajo las licencias de tan noble patrón, lo más adecuado para
invalidar sus órdenes sería que la autoridad en vigencia padeciera los repudios de sus
divulgar.
acontecimientos estaban lejanos aún. Por el momento, sus manos sólo entrelazaban el
tejido destructor.
La penosa situación se sumaba a la casi nula reserva de ganado con la que contaba el
pueblo.
Seis meses atrás la ciudad había sufrido una nueva rebelión indígena y, si bien los
“salvajes” no se habían llevado más que dos mujeres y tres niños, las cabezas de ganado
robadas superaban el sesenta por ciento del ganado total de la comarca, de todas las
familias juntas.
Para entonces sólo Lusiano Lusero, un paisano criollo, poseía algunas cabezas
mencionada sin paciencia ante las autoridades del cabildo, de modo que toda la
sus camaradas.
porque sabía que la única que luego pagaría “los platos rotos” sería ella, con el
padre “Ando olisqueando olores raros y no es yerbiadoviii”, que había en la casa cuando
él llegaba. Hedores que provenían de las infusiones preparadas en sus encuentros con La
China, ambas decidieron a contra gusto, que durante esa semana en especial, el L. A. T.
podrían jurar, no aprobaría sus inocentes ensayos de alquimia. Así que, como segunda
opción, pensaron en la casa de Ingrid, pero allí también el permiso estaría denegado,
resolvieron darle un sedativo cada tarde durante toda la semana. De cualquier forma la
anciana dormía la siesta y con té o sin él, nadie, ni ella misma notaría la diferencia. Todo
el plan consistía en machacar unas pocas hojas de chamico y mezclar gotas del zumo en
el almuerzo para lograr unas horas sin sobresaltos y luego suministrarle infusión de
lantana para que no padeciera el resto del día la somnolencia que lo primero le
produjera. Los resultados eran de maravilla. Transitaban por el día miércoles y no había
comenzaba a cambiar.
escasez de agua.
muchas otras, de familiares y vecinos de ellos, impedía que el agua de los ríos serranos
llegara con el caudal acostumbrado a la ciudad. La noticia acrecentó el enojo de los que
padecían la falta de agua y la irritación sumergió a toda la ciudad que se separó en dos
bandos, el que vivía en el alto, que exigía el derecho a sembrar lo que les viniera en
ganas y el otro que poseía tierras en la parte baja y exigía que se detuvieran las
intransigencias.
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El enfrentamiento creció
de tal manera que las autoridades del Cabildo tuvieron que pedir la mediación del fraile
Fernando para que, con su orientación de hombre santo, conciliara relaciones entre los
Cabildo. En la reunión decidieron que las familias habientes de terrenos en el alto, sólo
caso contrario deberían pagar multas elevadas. De esta forma se vería preservada el agua
para aquellos que vivían en el bajo, donde estaban ubicadas las casas de los habitantes
estaba cometiendo injusticia y argumentaban que nadie podía quitarles lo que era suyo y
otro, escrutando con la mirada a los titulares del Cabildo y al gentío bullicioso. Mientras
buscaba una solución, su atención se detuvo en Lusiano Lusero que estaba sentado lejos
del escándalo en un banco de la plaza, masticando tabaco. De pronto todo cobró sentido
situación.
_ ¡Compañeros!
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de las opiniones
_ ¡Sí!
Exclamó todo el sector del alto, vecinos de Olguin. Mientras el sector opuesto,
calló atónito.
mismo rey, como compadres, como vecinos ¡Como hermanos hijos del mismo Dios!
_ ¡Sí!
Repitieron todos.
Aquellos que estaban con Olguín no comprendieron esas palabras; sin embargo
Guillermo decía.
supervivencia los unos a los otros; pero de la misma manera, aquellos que aún tienen
entera no caiga en pestes y achaques! Así que si los del alto compartimos el agua, que
_ ¡Sí!
Aclamaron.
bermellón y, desesperado, agitó los brazos con desorbitados ojos. Al mismo tiempo, los
vecinos, creyendo que todo aquello era producto de un ataque de furia, permanecieron
alejados para evitar ser víctimas del enojo. Pero gracias a la presteza de Inés el apremio
no pasó a mayores. La muchacha, que pasaba por allí en dirección a la casa de Renata,
ya que precisaba la olla que le había prestado sin permiso de Ingrid y que, esa mañana,
su patrona le había exigido demencialmente, al ver a Lusiano Lusero, y sin saber nada
de lo que sucedía, corrió en su dirección, lo tomó desde atrás por debajo de las axilas y
le dio un fuerte apretón, maniobra indicada para asistir a quien se ahoga con algo. Así
cuatro veces hasta que el bolo de tabaco y saliva salió despedido de la boca de Luciano e
ardoroso debate.
La que más se divirtió con el percance fue Ramona, quien, aunque no se rió, por
pura cortesía, fue feliz sabiendo que su hermano al fin pasaba un poco de la vergüenza
exactamente lo propuesto por Olguin, de modo tal que todos en el pueblo, salvo Lusero,
♣♣♣
golpear dos veces sin recibir respuesta, decidió entrar para evitar los ruidos de los toques
a la puerta. Ya adentro, buscó a su amiga por toda la casa, con la tranquilidad de saber
que la dueña se hallaba dormida. Al no encontrarla en ningún sitio, salió al patio trasero
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en dirección a la alcoba de La
China.
Allí, en el catre de su amiga vio a una niña de unos tres años sumida en un sueño
los rasgos de la infante confirmaron que la niña que reposaba en el jergón era, sin duda
alguna, pariente de su amiga. De pronto todos los recuerdos que alojaba su memoria
aparente desarrollo de los pechos. Todo. Todo cobraba nuevo sentido ahora.
Allí de pie, como detenida en el tiempo, sintió una mano sobre el hombro. Inés le
hizo una seña para que no hablara y la escoltó hasta el patio, entre la casona y la choza.
_ Carolina… no voy a negarle nada… usté es mi amiga… por favor, júreme que
nunca dirá palabra alguna sobre lo que acaba de ver ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Júrelo!
_ Se lo juro.
La misa, concluyó. Las últimas palabras habían sido dadas y las personas, como
los segundos, abandonaban la ceremonia apurando los pasos para retomar cada cual a su
deber, ése que los definía según hicieran o por quienes los hicieran, artesanos,
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ganaderos, comerciantes,
vértebras pesaban cada uno de los destinos de las almas a las que debía adoctrinar. Él
como los demás sólo sabía ser aquello que debía. Sin embargo, la dualidad humana
inherente desde antes del dogma cristiano, estaba disgregando poco a poco su identidad
magnánima puerta de algarrobo abierta, siempre abierta salvo en ocasiones en las que la
Santa Fe del lugar obraba como único escudo protector contra enemigos más concretos
armados con lanzas inflamadas de odio con las que quemaban lo sembrado en estas
muchacha reposaba, sentada sobre una raíz expuesta sobre la tierra, brazo indolente del
tronco grueso que en las alturas exponía sus gajos al vaivén del viento.
Fernando olvidó por unos momentos la amargura eferente en sus venas. Separó el
_ María, aún no te has ido… pude ver a tu madre y a tu hermano alejándose ¿Por
cuán doloroso es volver a casa entendería por qué prefiero quedarme aquí sufriendo los
_ Hija…
_ ¡Por favor no me llame así! Oír esa palabra en su boca es sentir como si
mordiera mis entrañas avarientas… poco falta para que desaparezca de este mundo el
_ Rosario, no entiendo lo que dices. Tal vez si me explicases al menos por qué
estás llorando, pudiera ayudarte a desganar tu angustia para que se revele en otros
menos inocentes.
usté tanto devota… es que en estos momentos dispenso creencias divinas… me hacen
de la iglesia, momentos que utilizó para librar de sus tareas a las mujeres encargadas de
limpiar los asientos y el piso de la capilla. No hizo falta excusa alguna para lograr
obediencia y así, cuando las cuatro damas doblaron la otra esquina, el fraile hizo señas a
la muchacha para que entrara. Cuando ambos estuvieron adentro, el fraile cerró las
puertas.
_ ¿Qué dices?
_ Veo que tengo razón cuando le digo que soy inoportuna, de otra forma no
cerraría usté las puertas. Teme por los dichos de la gente. Estoy enredándolo en
_ Estás exagerando, debe ser un achaque cotidiano, con reposo mejora, ya verás.
_ No diga eso ni trate mi dolor con tanta liviandad. Usté no ha visto el color de la
Señor, mi madre no llora por cualquier cosa, sólo conocí sus lágrimas cuando mi abuelo
igual que las palomas escondidas entre las vigas y la paja del techo, temblaron ante el
gemido de angustia. Entre ecos la mirada de la Virgen pareció torcerse hasta desfigurar
el pétreo rostro sagrado. Fernando apresuró pasos hasta el altar y tomo de él el cuenco
donde vacilaba el agua bendita. Después se acercó a la niña y le dio a beber para que
calmara su llanto. La muchacha elevó la mirada hacia el Dios de las alturas y creyó ver,
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Fernando le retiró el cuenco de las manos y lo dejó debajo del banco. La observó
callado unos instantes. Acercó su palma al rostro y la acarició con la misma dulzura con
la que lo había hecho en aquel primer encuentro cuando la alimentara con el cuerpo de
su Dios. Traía el recuerdo de los dientes serafines y el deseo de volver a verlos. Cedió al
impulso de su hombría y separó con los dedos los labios de la joven para disfrutar,
complacido, el calor húmedo de la lengua. Unos instantes fueron suficientes para que el
Rosario sabía que ésa avidez era la culpable del escozor desconocido que
Las manos del fraile se inundaron de sudor sobre la despojada dermis del rostro
de su amante. Recorrió, así, la mejilla tibia, el cuello erguido hasta la nuca endurecida de
prohibiciones. Sus dedos rompieron, definitivamente, los límites y los cuatro labios se
Las luces de las velas centellearon desde el altar como estrellas indecisas.
Morían y revivían en brillo, conmovidas por ser parte de ese único escenario de pureza
y entrega humana.
hombre ¡Hombre más que nunca! ¡Hombre! Mientras la reclinaba sobre el banco y
mordía insaciable los primeros tres botones del vestido, umbral de los pechos. ¡Hombre!
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las patas de los bancos. La espalda de la joven se humedeció en el piso aún mojado y
manchas de polvo húmedo impregnaron las telas de su ropa. Los indicios del pecado
arrancó las bragas. La sotana siguió impidiéndole alcanzar el placer venéreo pero las
manos de ella la removieron a un costado de manera que pudiera acariciar la piel beata
de la vulva.
bendita desde su boca, en las alturas, sobre el vientre y el pubis y cerca de la vulva posó
promovido sí por placeres igual de tenaces. La imagen de la Virgen escuchó los tonos
Fernando. ¡Hombre más que nunca! Ahora que alimentaba con su carne y con le de
ningún otro, el apetito de ambos. “Amén” resonó la palabra entre ecos. “Gracias Padre”
Fernando nunca había creído que existiera una forma para el hombre pagano de
placer, que Rosario sentía, la hubiera transportado hacia algún lugar de inigualable
calma. Un espacio sin alteraciones triviales o de cualquier otra naturaleza por el rostro
impasible de la niña pero, de repente, la notó asustada otra vez. Casi pensó que era por
cuerpo y en ese instante se le hicieron reales los golpes en la puerta. Había alguien a la
entrada de la iglesia.
confesionario obedeciendo una seña del fraile, quien, luego de cerrar la puerta del
locutorio, él enderezó sus pasos hacia la entrada y abrió una de las hojas de la puerta
demoniacos! ¡Ave María Purísima! ¡La furia del mandinga ataca contra la familia
desaparecido. Su padre morirá sin el último beso del ángel más puro. Tampoco se ha
confesado hace días porque su salud le impedía venir ¡Por favor, Padre! Acompáñenos a
verlo, por lo menos que reciba la extremaunción. Ya mandé a alguien a buscar a la niña
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hombre. Permítame juntar lo necesario e iré con Vuestra merced ¿Has traído caballos?
_ Sí, mi Padrecito ¡Por favor apresure el paso que el hombre se nos va!
Tomó la Biblia del altar y entró al confesionario. Rosario había abandonado el llanto.
Fernando abrazó el menudo ser con firmeza, prometiéndole con ternura que siempre
existiría un lugar entre sus brazos para un alma tan vulnerable y dulce como la suya.
Le susurró al oído,
bonanza… pero danos tiempo a que partamos, María, luego puedes salir… me ocuparé
de dejarte un caballo en la entrada para que llegues sin dificultad. Ten paz.
verdadera magia sanguínea que lo hacía secular. Las emociones que lo enloquecían de
amor por la niña lucharon ferozmente contra las inclinaciones del hombre santo y, sin
embargo, su dolor y las incapacidades que surgían a borbotones por haber osado
palabras seguían siendo las del soldado augusto y puro. Nada de culpa.
Ordenó Fernando.
_ Que he mandando buscar a Inaca para que encuentre a la niña Rosario, pero no
inmediatamente.
Rosario asomó el rostro pálido entre la puerta entreabierta y enterró sus pupilas
sus actos y de los ajenos de los que había sido protagonista y cómplice durante la
jornada. Pero la luna altanera sí los comprendió y pareció bajarse de su pedestal brillante
Rosario entendió que sería adecuado montar la yegua y correr hasta el lecho de
partida de su padre. Así lo inició. Arrastró con terquedad un tronco hasta el costado
izquierdo del animal. Subió. Desde allí pudo con un pequeño envión alcanzar el lomo,
cuando percibió que su cabalgadura aún estaba atado al árbol tuvo que bajarse,
El viento frío sacó a Rosario del ensueño y la sumergió de nuevo en el llanto por
todo el extremo inferior de su cuerpo con cada paso de la yegua y sin que ella lo
advirtiera, la sangre dejaba huellas sobre el camino como marcando la despedida. Esa
Llegó a la tranquera.
Chimeia supo frenar donde debía. Incluso se agachó para que la niña pudiera
bajar del lomo sin golpearse y Rosario se deslizó como si su pelaje fuera una rampa
Apenas sus pies rozaron el suelo escuchó melodías, que no le era permitido
Corrió entre las retamas mientras observaba en la lejanía, como eyaculadas detrás
de la casa, las pircas dividían las propiedades. Entonces lo vio cerca de la loma,
saludándola con la mano en alto. La niña tropezó en los pastizales y cayó de rodillas
sobre la tierra. Cuando elevó nuevamente la mirada, quedaba una vaporosa luminosidad
en el horizonte sobre las piedras, donde momentos atrás viera a Álvaro. Creyó que
amanecía pero de pronto la claridad se esfumó. La fugaz sonrisa que se había dibujado
La armonía del canto de un ave se escuchó entre los desniveles de las sierras e
inundó los oídos de Rosario como un rasguño al alma. La joven se irguió y continuó el
La imagen en frente, con manchas de sangre en la ropa, los ojos enrojecidos, las
que el dolor de Rosario hubiera llegado hasta el mismo infierno y allí le robaran, en un
buscaba algún rincón libre de pesares para florecer, rincón que ya no encontraría.
después despertó sobre la cama grande a la que había sido arrastrada por los brazos de
Entreabrió los ojos y entendió que yacía en el mismo lecho que su padre, ladeada
por el cuerpo de sangre fría y postura tiesa. De pie, alrededor del mueble, la asistían con
de donde oyera el canto de aquel pájaro. Es que Rosario, en cierto modo, estaba muerta
también.
♣♣♣
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Tengo en cuenta siempre que algunos vecinos continúan maltratando a los pobres
cabalgadura y las distancias entre los terruños de los hacendados es enorme pero bien
tenga en su gloria era un grande hombre pero es sabido que la ambición malogra las
conductas poco preocupadas en mantenerse cerca de los mandatos del Creador. Veré en
estos días cómo puedo resolver eso. Algunas informaciones no están mayormente claras
pero con paciencia y la ayuda de Inaca tal vez pueda anoticiarme mejor.
Bien es sabido que el bendito fray Bartolomé de las Casas ya hubo reclamado por
estos desmanes y Dios lo tenga en la gloria hubo de mucho luchar y enfrentarse a los
enemigos de Dios y del Rey para conseguir que sus ideas fueran al menos escuchadas.
Nadie en su sano juicio habrá de ser cómplice de las privaciones de libertad a las que
estos pobres seres se ven obligados y humillados a una servidumbre tan vil como las
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♣♣♣
BENEDICERE
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de tanta intolerancia? ¿Era el abuso supeditado a los pigmentos con que la tierra lo había
heredado?
_ Ya no más,
Se dijo,
_ ¡Ya no más!
Repitió en el humo de sus pensamientos. Ése día estaba marcado para él y sus
forma constante.
entrar por su boca y nariz. La visión no le fue perturbada, parecía poseer en los ojos una
la habilidad de la lechuza que encuentra lo que busca pese a la oscuridad. Nada sería
capaz de distanciarlo de su presa y entre sombras cazaría la carne que tanto preciaba.
Pero le temblaban las manos, develando una ínfima cobardía en su temple. Algo
alguna manera sólo ellos serian los testigos sobrevivientes de la emboscada en algún
futuro.
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Se decidió a cruzarla.
Rodeó las quemas más avanzadas. Pasó frente al templo cuyo techo de paja ardía y se
aquellos ojos crucificados al fin tenía una explicación lógica para Inaca.
_Llora.
Pensó,
_ Llora que no hay alma en la tierra capaz de evitarte el sufrimiento que mereces.
Los salvajes, bien sabemos, que la culpa no la tiene el chancho, sino el que le da el
afrecho.
ácido.
Se dijo,
alma en pena.
Se dirigió hacia la tercera manzana. Cayéxii debía estar allí. Siempre corría al
mismo protegido sótano cuando quería apartarse de la realidad. Inaca entró por la puerta
de atrás que se mantenía intacta. La casa no había caído bajo la violencia de los
escondiéndose debajo de la vivienda. Golpeó la tapa de madera al ras del suelo. Nadie
respondió.
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María del Rosario ¿Está ahí? El padre Fernando precisa de Vuestra merced, que lo asista
_ Ivana está bien. No se preocupe. Ahora, venga conmigo que debemos ayudar al
Padre.
_ ¿A dónde vamos?
Dijo Inaca.
construcción todavía no acabada, sin techo y adobe aun fresco, Inaca dijo,
sonido de sus sollozos mordiéndose el puño mientras se encaminaba hacia una de las
pero individualizó un tono de enojo y arrogancia. Los cascos de los caballos volvieron a
repicar. Rosario más tranquila miró la oscuridad del cielo, después escuchó pasos.
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hombres de torso desnudo alejándose de la casa. Muda dejó brotar de sus ojos el miedo.
El indio Inaca pareció estar siendo dominado por un cierto placer animal, sin
embargo ese gozo nacía de la codicia humana. Aquello no era más que venganza, todas
las venganzas en una sola. Bien se dice que la venganza es el vino de los dioses… tal
vez lo único que hace falta para subir un paso más cerca de las deidades es ser capaz de
regocijarse tanto frente al dolor ajeno como ése. Dolor que cobraba vida en las lágrimas
reprimidas de Rosario que reñían con los párpados pesados, imposibilitados e inútiles.
Las manos del nativo rozaron las carnes femeninas como ahuyentando los
los lazos que aprisionaban la melena en una trenza y así brotaron desde el cuero
cabelludo, uno a uno, los mechones renegridos que serpentearon sobre los hombros de
El odio le recorrió las venas, encendiendo de rabia sus tripas. El odio como guía
que embestía contra la desnudez de Rosario. Primero fue lento pero de violencia firme.
Inaca jadeaba con las embestidas que aumentaron en ímpetu. Sintió que le quemaba la
ira de cada segundo de soledad disimulado. Hasta que su naufragio erupcionó desde el
manada de ganado cimarrón le había pasado por encima. De pronto recordó a los tres
indios. Quiso levantarse pero todo a su alrededor giraba muy rápido. Cayó de nuevo
sobre la tierra. Sintió frío en las piernas y el bajo vientre. Irguió el tronco para mirarse y
por momentos creyó que había sufrido algún tipo de mutilación, por la sangre aun
húmeda y tibia que descubrió en la piel. Cuando se enderezó de vez se convenció de que
cuerpo inconciente.
_ ¡Me ha castigado! ¡Todo esto es culpa mía, sólo mía! ¡Perdóneme Señor, no
_ ¡Inaca! ¡Inaca!
Aquel cuerpo tendido entre los pastizales le pareció ser el de su amigo. Las
fuerzas le surgieron de algún rincón muy bien escondido y cubriendo sus vergüenzas
con el vestido que encontró al costado de su cuerpo, consiguió ponerse de pie y caminar
El cuerpo estaba tendido boca abajo y su pecho se elevaba todavía con deslucida
respiración. Rosario se arrodilló junto a él y lo giró con mucho esfuerzo hasta dejarlo
boca arriba.
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_ ¡Inaca! ¡Inaca
responda! ¡Ay, cuánto se ha equivocado mi querido Fernando al decir que nada le harían
los salvajes ¡Míreme a mí, al borde del infierno! y usté amigo, a punto de cortarsexiv!
Rosario abrió la boca de Inaca y puso su boca para darle aire al tiempo que
rezaba.
ya tenía suficiente con la muerte del esposo para que ella generara más dolor en la
♣♣♣
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del viento, danzaban las fibras de las acacias y producían un sonido metálico como si
voluntad de Rosario con la misma firmeza con la que el viento desgastaba el adobe de la
casa.
_ ¿Qué cree mi amiga? ¿Qué debo hacer? ¿Habrá algún santo, compasivo lo
suficiente, para interceder por mí ante el Señor? ¿Habrá algún perdón para este ser en el
que me he convertido? ¡Un demonio, Carolina, eso es lo que soy! Mis actos han
“desgraciado” a todo el que se me acercó. Dios ha desviado su mirada de mí, sólo restan
_ ¡Oh, Rosario querida, tenga calma! Que no hay nadie libre del mal en este
mundo absurdo. Sólo ármese de paciencia que nuestro Señor encontrará la forma de
redimir sus pecados y librarla de la condena eterna. Sea obediente y haga penitencia que
_ Shhh, escucho pasos y ese andar nervioso sólo puede ser el de Julián. Él no
sabe de ninguno de todos los venenos bajo los que agonizo, tan infecta mi alma
perversa.
habitación.
_ ¿Puedo hablarle?
estaba aquí y no debería estar! Usté es conciente de los síntomas que Rosario presenta,
si trascienden los dichos sobre su visita es muy posible que la condenen a cuarentena
también ¡Niñas irresponsables! ¿No les acusa su conciencia que están poniendo en
riesgo a todos en el pueblo? ¡Esta peste es terrible, peor que las anteriores! Claro, debo
suponer que su edad no les permite darse cuenta de la gravedad en la que nos vemos
envueltos por esta epidemia que nos azota, pero no es esa excusa válida ¡Váyase
_ Hermano no sea tan duro con nosotras. Carolina ha venido a escuchar mis
lamentos y velar por mi salud. Además, no sea tan obsesivo con mi cuidado, sólo tengo
de nuestro padre! Era sumisa con las decisiones de él pero ahora está rebelde y
débiles como el de las mujeres. Parece una salvaje con su comportamiento ¿Acaso debo
recordarle mi autoridad sobre su tutela? Agradezca que ahora yo sea el jefe de esta
familia y pueda oponerme a que siga actuando así. En otras circunstancias estaría a la
deriva de su mala voluntad y la de, vaya a saber, qué hombre de costumbres inferiores a
su noble sangre y moral cristiana, que ha recibido por educación gracias a la corona ¡Y
no se diga más! ¡Que mis palabras sean obligaciones! ¿Me ha oído? Va a seguir mis
si se empecina en oponerse a mis deseos será enviada lejos de aquí donde las manchas
de las razas no la contagien. Por supuesto, estará al cuidado de régimen más estricto que
Dijo carolina.
querida, que la salud volverá a usté como la claridad vuelve con el amanecer!
he sido madre aún, tal vez sea mi carácter de hembra lo que empuja a mi espíritu a
autoridad. Es la piedad la que me conduce cuando pienso que aquéllos, los que tan
empecinadamente quiere enfrentar, sufren las mismas peripecias que Dios ha puesto en
nuestro camino, le cuerpeanxvi a la mala suerte igual que nosotros, el mismo desabrigo,
_ ¡Qué cosas dice! Dios no nos pone dificultades, es el mañosoxvii que obra a
través de esos salvajes, a quienes usté llama de humanos ¿O acaso me va a negar que
son ellos los que nos roban el ganado, las tierras y las mujeres, queman nuestros hogares
y la sagrada capilla? No la entiendo Rosario ¿Qué cosa dentro de usté puede concebir
tanta vana adhesión para esos verdugos, ladrones y asesinos? Usté es tan tonta que tiene
la capacidad de relacionarse con ellos. ¿No ve que ellos son oscuros y opacos como la
tierra y nosotros claros y diáfanos como las nubes? ¡Cuánta ignorancia! ¡No puedo
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Reconsidere y sea indulgente con su única hermana ¡Madre no soportará que nos separe!
_ ¿Quién se cree, criatura, para culparme de sus errores? Entienda, es usté misma
quien se ha separado de nosotros. Actúo así para su bienestar y en resguardo del buen
las pupilas se retrajeron, víctimas del ardor que endureció su pecho para dilatarse luego
como enormes lunas llenas y adentrarse, el líquido, hasta el vacío que habitaba en la
muchacha.
ésta se quedó en la habitación, vigilando que las hierbas comieran los gorrones que
piadosamente el sudor de la frente. Ensangrentada y poseída por el terror, sintió que sus
carne. Así gimió entre vómitos durante la vigilia y se mortificó en el delirio cuando veía
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muerte, que se retorcía tan vulnerable en las tinieblas terrenales que pronto dejarían sin
En ese momento Rosario no tenía conciencia de los verdaderos motivos por los
que sus próximos años estarían bajo la tutela de un extraño. Aquel cambio no sería
Sería, tanto ella y su futuro alterado así como la esclavitud de siete hombres, otra de las
tantas manipulaciones con las que Julián jugaba a ser dios de sus territorios.
capaz de despejar ataques. Nada que fuera lo suficientemente habilidoso para detener su
Carolina arropó los músculos deshechos de la muchacha y limpió, por última vez,
llegar a la plaza antes que su padre y su hermano, ya que Renata sería una de las
♣
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La mañana se embellecía
con la luminosidad de los reflejos distantes que propagaban los pistilos de las velas.
unísono, plegarias en favor de la salud de los enfermos con la mediación del caritativo
Jesús.
Las ojeras estaban acentuadas. Tenía un color casi violáceo en la piel. Si bien es cierto
que le preocupaba bastante el destino de esa grey, también es cierto que estaba
intranquilo por la salud de uno de ellos en especial. Y que Rosario no estuviera presente
ausencia era señal de algún problema en potencia que podía ser peor que la peste
desastre.
El joven Fernando no sintió piedad por su propia alma a pesar de saberse dentro
de un fuego descontrolado. La mecha encendida en aquella primera misa o tal vez antes,
Pero Rosario era otra cosa, no tenía culpa alguna. Pobre muchacha a quién el
paraíso se le negaba por entregarse al hombre incorrecto. ¿No era su amor lánguido
era no conseguir sacar de sus labios la sensación de aquella boca que se había
desconocidos. Si hubiera un lugar al que quisiera llegar después de muerto, era hasta
_ Renata, ya llegué.
cuatro, ya son las cinco menos cuarto ¡Casi logra infartarme muchacha! ¡Ay, sí que usté
justificar su ausencia? Sabe que tendría que haberme estrujado los sesosxviii si me metía
_ Bueno… pero seguramente Enzo ande confundido, usté ya sabe que a veces la
_ Tenga cuidado, no se
burle de los muertos, que ellos escuchan sus reniegos en el aire. Usté debe mostrar el
debido respeto si quiere contar con su apoyo, y debe hablar con buenas palabras de de
estoy muy nerviosa por todo lo que está pasando. Ya son siete los enfermos, Renata,
muchas pestes en este lugar. Siempre ha sido más el escándalo que la realidad. Es cierto
que si mi Enzo viviera estaríamos todos más seguros ¡Con qué sabiduría curaba
cualquier achaque! Pero de igual forma nuestro Señor es bondadoso y si hacemos las
debidas plegarias, como ahora mismo, pronto nos librará de estas calamidades. A Él no
le gusta ver sufrir a sus hijos pero vamos que no es a su juicio que le temo sino al suyo,
mundo miserable.
_ Bueh, tampoco es para tanto, no se ponga así m´ija. Yo nunca la dejaría sola
frente a cualquier adversidad. Sólo pretendo un poco de retribución por la confianza que
esquinas. El repiqueteo de los cascos de los caballos asustó a los pájaros que dormían en
abrumado, elevando la voz a las alturas para que todos oyeran y repitieran la invocación,
pero con la mirada clavada en el polvo. A su lado Inaca sostenía el cirio más grande, el
que parecía querer iluminar las palabras que el fraile leía. Inaca repetía en su lengua las
plegarias.
Los votos serían muchos, tantos como la suma de los pasos marcados alrededor
Durante toda aquella semana y firmado en un acta del Cabildo, había sido
Todo tiempo de ocio debía ser utilizado con fines sagrados, para rezar
sanitarias. Si bien sólo siete personas estaban en cuarentena por la viruela, todo el resto
estaba consumido por el miedo y el arrepentimiento. Si Dios los castigaba de esa forma
y la culpa dormía en sus almas, deberían hacer lo imposible para lavar sus pecados antes
que éstos los arrastraran a una muerte segura y la eternidad entre fuegos abrasadores que
♣♣♣
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Será bueno solicitar también un espacio mayor para que mi criado pueda realizar
otras tareas además de la preparación de mis refrigerios ya que las damas limpian la
mantenimientos.
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costumbre. Dios ha de querer que aprenda rápido así le ahorraría a este siervo buenas
horas de redacción.
El comercio con Buenos Ayres y Chile está mejorando día a día con la bendición
de Nuestro Señor. Las vaquerías recorren leguas llevando el ganado hasta las
poblaciones que tienen cómo pagar nuestros precios y así los vecinos están cada día más
♣♣♣
cena y con la sensación de que su cuerpo era un eslabón más, parte de la cadena pagana
que intentaba pagar por sus pecados. Con el peso de la santidad negada. Lloró y sus
_ Agua…
Pensó.
_ Mis ojos la derrochan con petulancia y tantos días hace que no tenemos en el
Sus labios se despegaron por voluntad desconocida y su alma gritó sin reparo
_ ¡Tanta ironía como las leyes del resto del mundo que machacas! ¡Sí, a vos os
hablo, mi Cristo! Que dices amarnos más que a ti mismo. Que has sufrido en la cruz y la
descargues tu magnifica ira sobre estos inocentes! ¿Qué pueden hacer ante lo
paraje entre la vida y la muerte, a este desierto que es semejante a la espera, un agujero
para hermanarme con tus hijos de la Nueva España, para que mi historia sirva de
honor a la verdad, Padre ¡Cuánta mentira! ¿Serías capaz de soportar que las huellas de
levantar mi frente al cielo, tu cielo, ése que ahora no es más que un espacios vacío que
nada, ya, representan para mí. No encuentro consuelo. Os ruego ¡Sal de mi cabeza! ¡No!
sacrificio lo tendrás. Todos verán que mis venas estallan por la presión que ejerces sobre
mí. ¡Qué ironía morir lastimado por el rosario… ¡Rosario, mi Rosario! ¿Dónde te
rostro al mío!
Las lágrimas fueron creciendo en número. Pronto las concavidades de sus manos
se mojaron delatando la piel antes seca del fraile. Después cubrió con ellas el rostro y
sintió que se sofocaba. Preveía períodos duros. Había atravesado caminos de los que no
imperfección humana, lo agitaba entre dos mundos y él era el hombre que obedecía a
dos amos. Estaba a merced de una marea voluptuosa que solo los mortales sienten, sólo
infierno, Dios ajeno, Dios de los blancos ¿Me azota con más placer tu demonio esclavo
para ver qué sangre brota de mi carne oscura? Los dos sabemos que lo intenté. Quise
unirme a tu rebaño, ser aceptado, sentirme parte de sus familias pero siempre seré
forastero con cada límite impuesto por los ojos que me miran ¿Quién más intentará
decidir si soy apto? ¿Hasta cuando seré juzgado para que se me permita la entrada a tu
venganza y ni tus castigos ni los de nadie podrán quitármela. Rosario no volverá a ser
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han quitado. Pronto todos sabrán que ha sido mujer de un “salvaje” y nunca más la
verán igual a ellos ¡Su sangre se oscurecerá, será negra y contagiosa y no habrá mano
que le ofrezca sincera compañía! Sólo tendrá ulceras que la masticarán como han hecho
conmigo y sus “hermanos blancos” y sus fantasmas irán a la lucha para ser aplastados
sepa lo que ha ocurrido, entonces tendrá el motivo que le hace falta para asesinar a todos
y lo mataré con mi lanza. Morirá a mis pies asumiendo su inferioridad… y cuando vea
mi rostro por última vez, sabrá que fui yo quien escupió sobre la honradez de su
hermana. Después… podré ir a tu encuentro para saldar cuentas con vos… Solos, vos y
yo.
♣♣♣
El control sobre la vida de María del Rosario ya no estaba en sus manos ni en las
de nadie que escuchara por acaso sus objeciones. Su cuerpo era un fragmento de tierras
disputadas al azar, manipulado por deseos ajenos. Esas tinieblas invasivas que más de
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Así subió a la carreta porque de nada le valía negarse, con el rostro marcado por
trazos rojos y el semblante de borrega resignada al lamento. Aún llevaba en las uñas,
familia.
En leguas quedaron marcados los cascos de los caballos y las ruedas de las
hombres que no dejaban de mirarla mientras ella apenas podía sentir la parálisis de una
Despertó algunas horas después con la secura del polvo salitroso en la garganta.
Fue el rumor producido por las aguas del río lo que la incitó a despegar los párpados.
Sus ojos parecían haber erupcionado humores espesos que le producían ardor en los
lagrimales como si en realidad aquellos cogollos de lagañas que se liaban tenaces con
sus pestañas, fueran lava seca. Pero más que el desagrado en los párpados, retomar a la
vigilia era como ser arrastrada hacia un vacío que la digería una y mil veces
Tres golpes en el cuero que cubría la carreta fueron suficientes para que Rosario
decidiera salir. No había motivo alguno para convertirse en un problema para aquel
capataz que sólo cumplía con su trabajo. Él y el resto de los peones que acompañaban a
la tropa, obedecían órdenes como cualquier hombre o mujer en estas tierras arenosas que
atravesaban. Eran partículas sin albedrío en derredor de los deseos de aquellos otros que
entre las otras carretas y los bueyes que estaban atados a ellas. Su andar autómata hacia
el río, la inclinación del cuerpo y el modo como bebió el agua atribuyeron a su figura
femenina la condición básica de las bestias que tiraban de la carga. Pero su cuerpo,
aunque inutilizado, permitió que los sentidos apreciaran cada uno de los estímulos que le
pulpería donde vivían el maestro de posta, sus esposa y cinco hijos, tres de los cuales,
mujeres.
participar de cualquier labor que los alejara de la nada en la que se veían sumidos en sus
rutinas. Las niñas trajeron huevos hervidos y se los ofrecieron a Rosario y a los demás
viajeros. El puestero pidió que a la vuelta del viaje le trajeran vino. La esposa, mujer
sufrida y melancólica, asaba charque en las brasas, y los niños más chicos arrastraban
leña hasta la casa con el simple objetivo de, al menos, ayudar a sus padres a mantener el
fogón encendido.
conversación. Mientras tanto los peones arreglaban sus monturas, daban agua a los
intentó inútilmente callar el zumbido en sus oídos hasta que no aguantó más y se dejó
caer al agua desde una piedra donde había permanecido sin moverse desde que llegara.
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también escarchó los cabellos y la ropa de Rosario. La mujer del lugar le proveyó
algunos trapos secos y la encaminó hasta cerca de la fogata que los hombres armaron
con troncos, una gran pirámide que no tardó en avivarse. Pira que no atinaba a ser buena
decisión porque cualquier humareda vista a la distancia atraería malas visitas de los
saqueadores.
tropa era compuesta por no menos de diez carretas para poder ofrecer alguna resistencia
en caso de que las lanzas enemigas la atacaran. Éste, no era como cualquier otro,
de gente.
intenciones esclavistas del cuyano, le entregaba doce indios en trueque del favor de
recibir bajo su tutoría a su hermana para hacer de ella algún bien. Y si bien Julián había
anoticiara, porque nadie hubiera impedido tal actitud. Diferente sería si el fraile o los
hacia Mendoza.
consanguíneo y la realidad de la muerte. Sentía tanta falta de los labios del amado que
Julián, la pérdida del posible hijo de su enamorado y el ataque de aquel salvaje. En una
venidero sufrimiento por el resto de su vida, restaba aun esperar la hora en que el
escucharon el retumbe de los cascos del malón. Todos quedaron petrificados por un
instante, salvo la joven que llevaba, en ese estado, más de ocho semanas.
El malón avanzó siguiendo las huellas de las carretas. Cuando el tumulto se hizo
más cercano, y a sabiendas de que los bueyes serían alcanzados por la velocidad de los
carreta disparó en dirección a los quince jinetes que galopaban voraces en el ataque.
que escoltaba a la niña y la otra, el hombro del que había abierto fuego. Juan, el que
sobró ileso desvistió con rapidez el cadáver junto a Rosario. Ella siquiera hizo
movimiento.
Gritó el hombre.
Rosario en la entrega del que nada tiene que perder, obedeció la orden y se
desnudó tan velozmente como volvió a vestirse, pero ahora con pantalones, botas y la
chaqueta ensangrentada del muerto. Mientras ella se cerraba los últimos botones Juan le
de que ella no estaba convencida de que la vida en las tolderías pudiera ser peor de la
que había pasado o de la que esperaba pasar con el hombre que la aguardaba en el oeste,
Juan se movía como si toda su vida hubiera sabido qué hacer en un momento
como aquel. El muchacho calculó la distancia que los separaban de sus atacantes y tuvo
esperanzas de que algunos pudieran salvarse. Corrió y ordenó que dispusieran las
Desamarró los tres caballos que llevaban como refuerzo y con una mirada se supo
102
Juan ayudó a Rosario a montar un caballo y otros dos hombres los imitaron.
El que había disparado por primera vez quedó a cargo de quemar la carroza
promoviendo así el incendio pretendido, de manera que los “esclavos” que trasladaban
Con esa maniobra intentaban que una parte de los atacantes suspendieran la
cacería en beneficio de rescatar a sus pares. Los otros indios serían enfrentados por los
intentarían más bajas entre los enemigos. El resto de los viajantes estaba en manos de la
“Tu suerte quiso estar partida, mitad verdad, mitad mentira” Escuchara de la
Con las piernas zurcidas al vientre del caballo, los brazos alrededor de la cintura
de Juan y la sangre seca en el rostro, Rosario pensó que tal vez en esta ocasión la otra
El galope duró leguas, por paisajes idénticos, situación que los desorientaba
porque ninguno de los que corrían en esa fuga gozaba de información fidedigna acerca
fuerte El Talaxxii.
103
Al oscurecer, los
animales mostraron extremo cansancio, no obstante, tanto bestias cuanto jinetes sabían
seguridad.
Juan desmontó y ayudó a Rosario a hacer lo mismo. Los otros dos hombres
siguieron su ejemplo y libraron a los caballos del peso de los aperos. Era evidente que
Juan continuaba ejerciendo cierto liderazgo sobre los demás, de manera que cuando
caminata, silenciosos para evitar el escape de potenciales presas. Nadie expresó palabra
los indios.
Felipe sacudió los jergones que habían cubierto al animal e indicó a la muchacha
que se recostara junto al cansado cuerpo del animal para aprovechar el calor, por encima
de una de las mantas y que se cubriera con otra. La joven se durmió con la imagen de
Después, Felipe se sentó sobre una piedra, cubierto con la manta que le sobraba a
darse cuenta. Cuando despertó, ni Juan ni Manuel habían regresado pero al observar el
despertó también a Felipe que luego espió a los hombres que se acercaban. Rápidamente
se libró de la manta que lo cobijara y comenzó a agitar los brazos para atraer la atención
de los visitantes. Uno de ellos hizo el mismo gesto y Felipe se dispuso a preparar a las
cabalgaduras cuando descubrió que en lugar de tres caballos había sólo dos lo que
conseguir alimento hubiera sido completada y, además, ahora con un caballo menos, el
obstáculo de tener que montar en pares sobre un único animal lo que obligaría a
_ ¿Cómo no ha despertado con el andar del animal? ¿Acaso no dicen que ustedes,
las mujeres, tienen instinto más atinado? ¡Dónde ha dejado el suyo muchacha! Ellos han
de culparme ahora, estoy seguro ¡A mí, que debiera estar bebiendo aguardiente! ¡A mí,
Felipe Fernandes! ¿Qué culpa tengo yo de haber recibido instrucción más distinguida?
¿Por qué tengo que ser más diestro en estas tareas que no me corresponden?
con usté! ¡Maldito Julián, individuo de mala laya! Ese amargo, siempre con sus
105
Felipe ensilló, a toda velocidad, el caballo más fuerte y montó sobre él. Miró a
aproximaban y gritó.
pantalones, ponchos y birretes. No presentaban mejor semblante que los rostros de Juan
aquel cuerpo sucio de sangre y tan aislado de todo lo que lo rodeaba que era Rosario.
_ ¡Usté es Felipe?
Preguntó uno.
Rosario evitó hablar. Se quitó la manta y poniéndose de pie, apretó los brazos
_ Pedro, es la muchacha.
_ ¡No la asuste compadre Dimas! Déjeme hablar a mí… Muchacha, ayer durante
consiguió avisarnos de usté y del otro hombre y los tres caballos. Pero… ahora no
entendemos por qué uno ha escapado al vernos y sólo queda usté y su montura.
cubierta de sangre? Ya lo quiero ver al compadre después de pasar una noche en este
_ Ellas no me desprecian, yo soy quién las dispensa ¡Qué raza más irritante!
Pedro preparó el caballo que pastaba a unos metros, cubrió a la joven con una
manta, le extendió el chiflexxiii con agua e instigó a Dimas para que la ayudara a montar.
Estando listos retomaron la ruta del Fuerte. Caminaron bastante antes de que Rosario se
que acontecía alrededor del fogón donde todos se reunían diariamente a las once para
alimentarse con las pequeñas raciones de comida y el mate. Antes de que la muchacha se
dispusiera a comer Doña Ana Alarcón le pido que la acompañara hasta la aguada
pertenecieron a un hombre muy bueno. Tiene suerte de que el pobre Atanasio no pueda
usarlas más, murió de frío haciendo la guardia hace unos días. Cuídela, por aquí no
Rosario vistió la camisa y pantalón del difunto. Se calzó las botas y el poncho y
en el rincón que le asignaran en la casa de los Alarcón, donde vivían también Pedro, su
ella. Aunque llevara el cabello en desaliño y la cara lavada, Rosario emanaba gracia y
calidez. La piel del rostro le resplandecía con un humor tibio, como si partículas
La joven se sentó donde Ana dispuso, junto a sus hijas Tránsita y Micaela. Ambas
hicieron espacio entre sus cuerpos para que ella se ubicara cerca del fuego. En cuestión
de segundos Doña Ana le trajo un plato de madera con carne, choclos y dos galletas.
cumpliendo con las raciones debidas, pero quédese tranquila que no morirá de hambre
Reclamó Micaela.
Respondió Tránsita y
continuó.
_ El hombre que la mando a buscar, su marido, también era muy buen mozo.
_ ¡Hermana! Pero ¡Ya metió la pata! ¿No ve que no la han anoticiado todavía?
_ Debe ser muy difícil para usté comprender porque Diosito se ha llevado a su
esposo. Pero debe tener fe, debe confiar en las decisiones del Altísimo y agradecer por
haberle permitido a Manuel decirles a los soldados dónde estaba, con el último aliento
del hombre. Usté debe ser alguien muy importante en los planes del Señor para haber
dilatado la muerte de un hombre sólo para salvarla. Todos dicen que su marido vivió lo
suficiente para decir su paradero… por eso, Hermana, si puedo llamarla así, debe
cuidarse como él lo hizo, tiene que comer… las bondades del Señor ayudan si lo
permitimos.
Tránsita le besó las manos y volvió a alcanzarle el plato con comida que Rosario
jefe de la guarnición del Fuerte. La muchacha lucía un poco más viva cuando entró en la
_ Señora, pase, siéntese. Lamento tener que informarle que su esposo, Don
para que la vengan a buscar. Por eso necesito que me diga su nombre y el de su marido,
completo.
El comandante se puso de pie y se acercó a ella. Puso una mano sobre su hombro
y lo palmeó nervioso.
El comandante retiró con cuidado la mano y dispuso que ella se quedara allí
Por la tarde cuando todos acudieron al fogón para el mate, el mensajero ya había
sido enviado a La Punta de los Venados. Era necesario recibir orientación para
solucionar aquella situación y como no contaban con ningún dato de la mujer, Antonio
♣♣♣
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El Acta capitular deste día 20 de julio, acordada en reunión del Cabildo, Justicia y
Regimiento de La Punta de los Venados fue en demanda de los reiterados problemas que
con el suministro de agua vienen aconteciendo. Para ello tuvo el cabildo la misión de
alcalde de aguas para que gobierne las acequias principales y los ramales en provecho de
de acuerdo. Es sabido que la comarca tiene repartidas sus tierras en el alto y en el bajo y
son estos últimos los que más sufren por la falta de las aguas cuando los vecinos del alto
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punto de que el agua disminuya para los sembradíos del bajo. Don Joseph de Salinas
dijo que aceptaba lo tengan como Juez de aguas en el nombramiento y juró por Dios
Nuestro Señor y una señal de la Cruz que hará mandar, prender y multar a quien no
obedeciere el mandato de hacer correr por semanas el agua corriendo por una parte una
semana y la otra por la otra parte por ser poca la que viene de arriba y no alcanzar a
todos. Los firmantes de esta acta fueron: Felipe Fernandes. Jorge Fernandes. Pepe
Barroso. Marselo Magallan. Pero es sabido que tales actuaciones no sirven de nada
cuando por aquí pasan las tropas y los troperos permiten a las reses beber en las acequias
cabildo, siendo que los escribanos se llevan las actas a sus hogares sin dejarlas en el
♣♣♣
presencia de Rosario.
Esa mañana, se había levantado como todos al toque de Diana, unas tres horas
jornada estaban compuestas por tres hombres quienes serían los encargados de explorar
infectadas y rasquetear las pezuñas para soltarlo a pastar, luego que la partida de
Ya con las vacas pastando y sin otro contratiempo, le concernía, a las habilidades
femeninas, la preparación del té pampa sin endulzar, que se servía a modo de desayuno
Ese día Antonio había determinado que podían realizar el lavado de las ropas, así
que toda la tropa, salvo aquellos aspirantes que formaban la guardia de prevención, se
dedicó a eso. El ambiente del Fuerte era un solo jolgorio porque, además, se acercaba la
fecha de pago de sueldo a los soldados y se corría la voz de que este mes era casi seguro
que llegarían los seis pesos mensuales para cada uno y también los víveres considerados
de lujo, galletas de arroz, tabaco y la yerba, que andaban escaseando tanto en la última
temporada.
Sin embargo nada de eso llegó hasta la semana después cuando la alegría invadió
corte de totora en la laguna, usada para los techos y otras ocupaciones. Lo hacia con tal
esmero que incluso Antonio tuvo leves esperanzas de que nadie la reclamara.
azabache que producía la luz de la luna sobre él, arrancó sonrisas disimuladas en los
masculinos rostros mozos, sonrisas a las que ella respondía con leve inclinación de la
cabeza.
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Dimas no tardó en
encariñarse con la joven. Solía afirmar que era la única mujer que había conocido que no
turnaban por la noche para arroparla y rezar de rodillas junto al catre para que recuperara
la voz y la memoria, pero Transita, especialmente, que odiaba esperar milagros sin hacer
nada, inventó un lenguaje de señas para comunicarse mejor con Rosario, lo que las
llevaba a divertirse mientras los muchachos se descosían las neuronas por adivinar de
En general las charlas eran sobre el amor profundo que Tránsita sentía por uno de
los soldados del Fuerte, Rafael Peres, quien más de una vez se percataba de las miradas
furtivas de la joven Alarcón sin evitar sonrojarse cuando las sorprendía dibujando
corazones sobre el polvo. Corazones que llevaban la primera letra del nombre de
Rafael sabía que la pequeña Escudero cumpliría los quince años en pocos meses
y tenía el secreto afán de pedirle la mano al padre pero lamentablemente la ocasión que
ordenada por el Comandante para ir al encuentro que se hacía cada seis días con
_ Mire Pedro, las cosas andan bien últimamente, pero usté sabe que las
_ ¡Caracho, que no se puede vivir en paz! Ya decía yo que mejor me hubiera sido
_ ¿Sabe lo que pasa cumpa? Las traiciones de los hombres no son las mismas que
_ ¿Vio la Ana?
_ ¡No me mire así hombre! el marido anterior era mala gente, la golpeaba y casi
Pedro, pero usté sabe que ese niño tiene algo raro ¡Hasta en la forma de andar! Parece
medio caído del catre ¿Y lo crespo? Es evidente que ni usté ni la Ana son de tiene rulos
en la cresta.
_ Sí, bueh, es verdá que el pobre no piensa bien a veces. Siempre creímos que era
_ ¡Shhh!
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exploración.
Lo que encontraron adentro les heló la sangre un poco más que el frío sufrido por
Ninguno tocó nada. El estado de los compadres era evidente. Apuraron el paso
para alertar al resto rápidamente, además, el frío ya les consumía las fuerzas.
caballería fueron enviados hasta El Bebedero y otros dos hasta El Lince con la terrible
noticia. Los hombres asesinados resultaron ser soldados de una guardia del segundo
fuerte.
Esa noche Dimas y Pedro sucumbieron a una fiebre fuerte, y según entendidos, y
por lo que se veía a simple vista, no les quedaba mucho a los dos.
El joven Peres decidió que superaría su timidez esa misma noche dado que podría
ser la última oportunidad. Para eso fue primero en búsqueda del jefe Antonio y solicitó
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explicando su intención, a lo que el hombre accedió porque también presintió que los
_ Ojala esta noche no estire la pata… ¡Qué suerte la mía ésta de dejar el pellejo
Pensó Pedro como muchas veces, él mismo, se había cuestionado sobre la validez
del sacrificio entre arenas saladas y totoras mudas de sangre ausente ¿Quién podría
aseverar que los exentos de tales pruebas eran hermanos? ¿Que aquellas pieles fueran
Así, entre cavilaciones dejó que el firmamento, que ilustraba la bóveda del
páramo en aquella noche, lo absorbiera para mostrarle la mejor visión de la luna, ésa que
_ Sí, es preferible.
A su lado, Dimas experimentaba la vigilia más lucida de todas las que hubiera
vivido, sin embargo, al ver entrar a Rafael a la habitación creyó, por un segundo, que se
trataba de Rosario pero no mostró rechazo alguno, aunque sí, decepción. Recordó que
había conocido la aprensión del primer enamoramiento y a pesar del cuerpo enfermo
podía sentir las palpitaciones subversivas de todo un mundo dentro de sí. Subversivas,
sí, porque desde el día en que Dimas la viera por primera y única vez, sentada dentro de
la carreta, con los cabellos finos, pero dispersos al capricho del aire; la tez transparente
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atrevimiento que sus corrientes en lo encarnado de los labios, desde aquel día, sus
quince años despertaron en las pupilas perdidas de la cieguita italiana que exhalaba
un nuevo sentido y el corazón de Dimas concibiera su propia versión. Desde luego que
inmovilizado dentro de las estructuras de lo correcto fue lo que permitió a los preceptos
Dimas entendía, más por sabio que por cualquier otra causa, el afecto recíproco
entre la pequeña Alarcón y Peres. Amor que germina como un soplo pasional y eleva a
los hombres más allá de las vivencias terrenales. Supo por qué el muchacho estaba
las deudas antiguas, aquéllas que dicen, sólo se pueden pagar con sangre. Fue conciente,
a pesar de la fiebre, de que nada podría enmendar los años infelices, el insuficiente
coraje de sus tiempos de mocedad, que le habían provocado frustraciones futuras, pero
ese joven soldado, de pie junto a la puerta con gesto de igual asombro no era
comparable con aquel joven Dimas. Peres no miraría la carreta de lejos para verla llegar
y partir de su vida sin hacer objeción. Algunas pasiones varoniles son capaces,
ciertamente, de dar apoyo en estas hazañas que alimentan el espíritu púber de los
hombres, con la misma ingenuidad con que el cáliz materno alimenta a los recién
nacidos.
_ Vamos, hombre, acérquese, es seguro que Pedro puede cruzar con usté algunas
que pronto ambos se reencontrarían en la próxima posta, indicada para ellos en esa
noche. Con movimientos lentos, levanto la manta y dio una palmadita en el hombro del
Dimas murió treinta y tres pasos adelante, sentado cerca de las últimas brasas
ardientes del fogón de la tarde. Murió con los ojos fijos en un corazón dibujado en la
tierra con las iniciales “T” y “R” y una sonrisa en los labios.
Rosario fue quien lo encontró minutos más tarde, aun tenía la carne tibia. Ella se
sentó a su lado y rezó, a viva voz, todas las oraciones que recordaba.
Alarcón, entre delirios se regocijaba con los últimos latidos del corazón de quien no
dejaba en mal futuro a sus seres queridos. Las lágrimas de reconocimiento se deslizaban
de sus ojos, al ver a su frente, un joven esforzado y decidido que cuidaría de su pequeña
A este paso el campo santo aledaño pronto estaría más habitado que el Fuerte.
No hubo tiempo para rituales ni cura que los realizara, de modo que unas horas
antes de la Diana los hombres del Fuerte, entre ellos Rafael, desvistieron los cadáveres y
los trasladaron trecientos metros al sur, para luego enterrarlos en el campo donde los
El resto de la jornada se sucedió como todos los días. No se podían permitir caer
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Ana, movida por la urgencia, solicitó que Antonio efectuara la unión nupcial de
su hija y Peres lo más pronto posible. Aún estaba sentida por la muerte de su marido,
pero quería con este hecho, que el alma de su esposo, todavía por cerca, estuviera
presente en un momento tan importante. Después, todos sabemos que las almas rumbean
lugares como aquellos no podían permitirse demasiado festejo, por un lado, debido a
que cada uno era indispensable en las tareas asignadas, y por otro, si bien la alegría es
buena para alimentar las almas, pesaba la ausencia de los fallecidos en el deber. Además,
segura sería un malestar cuando volvieran a la realidad desnuda y cruda de vivir bajo el
peso de tremendas responsabilidades como eran las del Fuerte. Ningún ser humano que
no hubiera pasado, por lo menos, un mes en un lugar como ése podría reproducir con
autenticidad lo significaba.
Si bien las amenazas parecían idénticas tanto en los fortines como en las
consenso; tener la libertad de asistir domingo a domingo e incluso con más frecuencia
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representante del Creador en la tierra, quien aceleraba la recepción de las peticiones ante
el Señor de todos los Cielos, marcaba la diferencia. Es que los hombres somos seres
demandantes y poder requerir la presencia de un Padre dinámico, por peor que éste
fuera, resultaba más efectivo que no tener padre alguno. Además, estaban las escapadas
adobe resultaba para los habitantes del Fuerte una irremediable quimera.
El desierto corroía los límites impuestos por el blanco así como, poco a poco, los
Sabemos que las demarcaciones, si bien expandidas cada día a fuerza de lucha,
eran y son hasta hoy, pertenencia de araucanos, ranqueles y huarpes, esos rudos
preparados para subsistir, conocedores de los caprichos del viento y señores de los
escondites del agua dulce. Y como es normal, todo lo que transcurriera en tierras
“prestadas” sufría la amenaza recurrente de volver a las manos de sus dueños, “Los
hijos de la arena”. Frente a ellos, los pobladores eran como niños desmadrados, como
un gajo de caldén, borraba las huellas de la niña para que ningún otro hombre que
El comandante estaba
A la derecha de Peres, don Lucas Vilches de pie se aprontaba para dar lectura al
Micaela había entrelazado dos festones con tiras de tela vieja de la camisa del
primer uniforme de su padre. Ana los colocó alrededor del cuello de cada núbil y, luego
de esta distinción, Rafael recibió a su esposa en brazos, le besó la frente, las mejillas y
las manos. La giró de espaldas hacia él y aflojó lentamente la corona de trenzas que
adornaba su cabello. Tránsita cerró los ojos y se permitió imaginar a través de las
La ceremonia fue breve y perdurable. Luego los siete volvieron a sus faenas con
la leve sensación de que Pedro Alarcón había permanecido junto a la laguna, listo para
quedaba en silencio o daba respuestas que en nada tenían que ver con la temática
haberle sido permitido estar presente en las nupcias de su hermana. Varias personas se
habían acercado a explicarle, repetidas veces, que no se podía descuidar el Fuerte y más
aún con la pérdida de dos hombres valiosos, pero Mario no comprendía, él no se sentía
Muerto su padre, único guía que había aceptado, aspiraba a desviar su rumbo
Desde el rincón de la casa observó a Ana, su madre, sirviendo la mesa y odió que
hubiera sobrevivido a Pedro. En su consideración la mujer era menos que nada, una
mula de carga, pero mientras Pedro vivía al menos era mula con dueño, lo que
adjudicaba una pequeña porción de valor. Viuda de Alarcón, Doña Ana no era más que
Así pensaba Mario cuando se disculpó para retirarse en dirección a las letrinas.
Nadie notó que se dirigía directamente a la despensa donde se guardaban las provisiones
Escondió todo lo que pudo dentro del morral de su padre y se dirigió a uno de los
¬ Oiga José… lo veo cansado compañero. Si quiere tomo su lugar esta noche y
_ ¡Oh, Mario, agradecido! pero verá usté, no sé si sea conveniente, digo, tal vez
_ ¡Qué nada! Al contrario Don, me hará mejor distraer mi atención con algo más
beneficioso.
_ Bueh, siendo así, acepto el trato, vaya nomás, pero espérelo a Vilches que le
“salvajes” tan cercana, no le fue difícil a Mario convencer a José que, como más de uno
los valientes. Así, partió con Don Lucas una media hora más tarde. Ambos portaban sus
rifles listos pero especialmente Lucas tenía la inteligencia suficiente para reconocer a
qué tipo de enemigo se enfrentaban y por eso respetaba la amenaza nativa. Al contrario,
el huérfano por segunda vez estaba convencido de que su presencia y el rifle eran
de hacer.
Le quitó el rifle y lo arrastró cerca de la entrada del Fuerte. Después, a pie, se alejó con
doble fuego en el pecho, la vibración del anhelo casi alcanzado y el orgullo personal.
Decidido estaba que desertaría de El Tala. Decisión que muchos pagaran de diferentes
maneras, muertos en manos de los indios, sometidos a los caprichos del desierto o por el
castigo impuesto por sus propios jefes al declararlos autores de alta traición.
Caminó un tiempo más con una de las armas enhiesta y la otra, la que había
rama hizo que Mario disparara al aire asustado, y en el impulso golpeó a la otra que
impactara en su pie derecho. El muchacho se mordió los labios para no gritar del dolor.
Le era suficiente con darse cuenta de la torpeza de su accionar. Así, herido, anduvo
cuanto pudo con el miembro ensangrentado. Llegó a arrastrase casi inconciente por el
su mísera inteligencia.
Las pisadas del caballo se hicieron eco del disparo. Juan siguió el rastro cobarde
que manchaba la tierra seca. Así encontró a Mario enroscado como una reptil, posición
que sugería su naturaleza. Con el rostro sobre el polvo, el pulgar izquierdo dentro de la
algunos de los víveres que Mario traía. Con cierta esperanza se dirigió a El Tala, lugar
que aún no había explorado en su búsqueda por Rosario, Manuel y Felipe. Se sintió un
cielo que sus compañeros desaparecidos estuvieran en aquel lugar ya que a El Lince no
habían vuelto ni habían pasado por El Tala y no tenia noticias de ellos hacía tiempo.
Sobre el andar tranquilo del equino, el noble hombre no tenía idea de que llevaba
explicaba qué había sucedido pero subió el otro cuerpo y se propuso llegar hasta las
puertas de El Tala ya con el temor de tener que explicar la causa del estado de aquellos
dos hombres.
Al llegar lo recibió Antonio, quién tuvo como reacción primera apuntarlo con su
fusil y obligarlo a postrarse de cara en el suelo con las manos detrás de la nuca.
yegua flaca y vieja que habían asado esa tarde cuando reconoció a Juan. De inmediato
soltó los alimentos y corrió en su auxilio. Dada la circularidad del mundo esta vez le
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correspondía a la muchacha
Rosario se situó entre el arma y Juan. Éste, que no la había reconocido por la
oscuridad ni por la voz que nunca escuchara, vislumbró la figura pequeña bajo la luz de
la luna y sintió como aquellas lágrimas, fueran de alivio, se le escapaban intensas pero
pocos.
Casi al mismo tiempo Don Lucas salió de su inconciencia y sin darse cuenta de la
incómoda posición levantó el torso y cayó golpeando en seco contra el suelo. Antonio
bajó el arma y fue a socorrerlo mientras Juan se arrodillaba a los pies de Rosario.
_ ¡Yo sabía, muchacha! ¡Sabía que usté era de madera de ley! ¡Qué esencia la
_ Comandante, es verdad que estoy algo mareado pero eso no modifica mis
_ Ya me decía yo que no
observaba.
_ No señor, lo encontré así como lo ve, a una poca distancia uno de otro. Escuché
un tiro y corrí en auxilio pero primero encostré al herido de bala y me sorprendió que
_ ¡El muy desgraciado! ¡Pobre las Alarcón! Pérdida tras pérdida… pero no debo
ni puedo perdonarle la a un traidor cobarde como éste... ¡Va para la fosa con la basura
del día!
Articuló las últimas palabras previo al tiro en la cabeza que propinó al bulto
humano después que lo deslizó con asco del caballo para que el animal no se asustara.
nerviosos. Por un lado estaban los que se sentían identificados con la idea de abandonar
esa vida yerma que los consumía hasta el autismo para lo que la ejecución de Mario
compromiso se figuraba una espada suspendida sobre sus cuellos en el cumplimiento del
segundo de obediencia a sus instintos más íntimos de supervivencia, ese cordón tensado
sobre sus existencias podría romperse y llevarlos a la deshonra de una muerte sin ningún
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prestigio.
manera de proteger a sus habitantes del caos. Entonces, visto desde esta perspectiva,
cada muerte, bajo estos cargos, no hacía más que justificar el propio sacrificio ante una
tan diferentes opiniones. Si bien pesaba en sus pechos el duelo por el pariente, en sus
mentes se instalaba la tranquilidad de saber que el error había sido enmendado, que el
El pobre paisano estaba amarrado a un palo en medio del patio resistiendo el frío
preguntas incesantes de sus pares y del mismo jefe. No porque no tuviera nada para
decir, su silencio fue una protesta contra la actitud tomada con quien creía su amigo.
cuerpo de Mario fuera arrojado al pozo junto a los deshechos de la jornada anterior,
de su viaje, omitiendo el
traslado ilegal de indios. Como siempre no quiso aumentar el recelo entre ambos bandos
salvajes. Antonio escuchó atentamente hasta que la joven pronunció el apellido Cortés.
♣♣♣
comarca. Dicen que las mercaderías originarias podrán ser vendidas a los viajantes que
transitan el Camino Real. Pero sospecho y Dios no permita tal indecencia que muchos
son ya los varones que se complacen con la bebida y algunas indias de mala naturaleza
andan coqueteando con los viajeros. Dios no permita que esto pase a mayores.
Propuse que el Cabildo se reuniera y así lo hicieron el sargento mayor don Pepe
ordinario de primer voto, el capitán Raúl Montebuey, alcalde ordinario de segundo voto,
el alférez Marcelo Fernández, alguacil mayor y Jorge Fernández, regidor todos unidos
trataron sobre mi preocupación de las pulperías y siendo así dijeron que por cuanto el
señor don Thomas Marin de Pobeda, caballero del Orden de Santiago, gobernador y
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reino, concedió que hubiese dos pulperías en esta ciudad porque es necesario al bien
común y al útil que de ellas se haga, se les obligará a pagar treinta y cinco pesos y
ordena que ninguna persona de cualquier calidad y condición que sea no venda vino ni
aguardiente en ninguna casa ni paraje so pena de pagar veinte pesos y perder el vino,
aguardiente y los géneros vendibles que allí almacenaren multa que será también
aplicada a los propios de la ciudad o cualquier poblador que en tal falta incurriere.
♣♣♣
animal en el que Rosario había llegado al Fuerte de manera que ambos tuvieron su
propia cabalgadura.
El tramo recorrido fue hasta Chalantaxxvii, donde pasaron la noche. Allí Rosario
cambió el birrete de soldado y una de las camisas de algodón, recuerdo de Ana, por un
poco de agua y charque suficiente para el trayecto siguiente que sería el doble de
distancia.
Habían sido tan abruptos los asesinatos de aquellos soldados de El Lince, que
deseaban llegar con premura al lugar donde habría mayor comodidad y, una vez allí,
potenciales. Pesaba sobre la espalda de los jóvenes, a diferencia de cualquier otro viajero
por la región, la certeza de ser reconocidos por los indios por ser ellos los que se
escaparan del ataque a las carretas tiempo atrás. Aun ignoraban la suerte que pudieran
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abandonados al incendio, y eso hecho los hacía participes y culpables ante los ojos de
olvidadas las faltas religiosas que, desde hacía algún tiempo, no se permitía recordar con
dispuso un pequeño fogón en un hueco en la tierra para conservar el calor de las brasas
hasta la madrugada. Tomaron turnos para dormir y dejaron que los caballos pastaran,
amarrados a un árbol, en un pequeño sector cerca de una aguada que les proveyó
hierbas ralas.
Hasta ese momento, Rosario no había indagado sobre los sucesos durante la
no se hablaba del tema sería como dejar los recuerdos para atrás en aquellos parajes
Sin embargo al llegar a El Bebedero, luego de superar horas de viaje en las que
sus residentes los reconfortó en una bienvenida carente de curiosidad hacia los que
parecían nada más que una pareja en tránsito, con lo que ninguno de los dos se tomó el
posibles miradas inquisitivas de alguna mentalidad más sujeta a criterios puritanos que
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relación entre un hombre y una mujer sólo ofrece un camino a ser recorrido, el del
los tres días que permanecieron en el Fuerte, o esbozo de Fuerte, ya que todos los
puestos visitados eran apenas una débil línea imaginaria con intención defensiva ante el
avance indio, tal cual trazos de las futuras tácticas en ese confronto permanente de
culturas.
para pocos, una reparo como aquél cobraba importancia en la seguridad de las rutas
destinos seguros cuando viajaban de un hogar a otro, confiados que en tales postas
fueran apenas parte del camino con principio y final definitivos y no una perdurable
escaramuza de la muerte.
Rosario no respondió. Estaba por demás distraída en sacar los abrojos de sus
ropas. Después se cubrió con la frazada rústica y entonces su silueta se asemejó al lomo
_ Vamos moza, que los dos hemos pasado lo suficiente juntos como para no
tu hermano de que llegarías donde debes, y voy a cumplirlo, como que me llamo Juan.
intención pero por estos lugares el inocente termina comiendo de la carne de su vecino y
hasta el mismo Dios, a veces, se deja tentar por el resentimiento. Por eso, tenga
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salen de sus labios, mucho carancho anda suelto por el desierto y usté puede ser uno
más.
admiración.
_ Entiendo que no quiera hablar del asunto, quién sabe un poco de distracción no
ir hasta el fogón en el patio, de seguro ya están reunidos los paisanos contando historias.
Oído esto, la joven empujó el paño que la separaba del mundo y salió con la
trémula necesidad de ver los leños consumirse, como si en ellos quemara traiciones.
encomendados, a los que Juan desconfiaba por no creer que pudieran llegar a ser
sumisos y educados. Para este criollo todo llevaba implícito la sospecha, todo era una
comunidades criollas porque, a pesar de la admiración que sentía por ellos, por
propusieran, tendrían con qué expulsar a los “huinca” de sus tierras. De hecho, en las
noches de insomnio se preguntaba por qué todavía no lo habían hecho, pero la situación
Rosario, por el contrario, no les temía, a pesar de haber sido ultrajada por ellos.
133
entraña!
culpables quiénes la habían tomado a la fuerza si sus instintos rudos comos los del lobo
somete a su hembra? ¿Qué diferencia hay entre la dulzura de una pareja cuando
vaivenes armoniosos con la simple unión sexual del roce de carnes tibias y perecederas?
Esto pensaba la joven cuando a la distancia vio a los indios sentados junto al
fuego y el recuerdo de Inaca sacudió sus pensamientos ¿Cómo estaría su amigo entre
sus casas bien disfrutaban azotando a los criados indios o vendían como vacas lejos de
sus hogares? Si ella, mujer de apellido prestigioso había sido sojuzgada y trocada como
mercadería igual que esos seres de cuerpo sepia. Cercana se sentía de ellos en el
Qué lugar ocuparía cada uno alrededor del fogón, estaba prefijado. Los criollos
de un lado y los indios del otro. Rosario no dudó en saber dónde le correspondía estar y
fue a sentarse junto a una indiecita de unos siete años de nombre Antumalen.
En ese momento un indio adulto, el padre de la pequeña, le hizo señas para que
fuera cerca de él. Antumalen desamarró un tiento fino, colgado del cuello, adornado con
Rosario estaba sorprendida por las palabras de la niña cuando Juan ocupó su
lugar.
cháchara.
Rosario giró el rostro hacia Juan, después miró a “Antulxxx” entre las estrellas y
dijo.
entusiasmo.
_ ¡Que nadie diga lo contrario! ¡La pucha que yo lo he visto con mis propios
ojos! Sé que hay quien asegura que puede que sea el reflejo de alguna luz sobre los
cauces de agua escondidos ¡Pero no compañeros! Aquel día que me tocó hacer la
guardia, Ufff... no se imaginan el calor que hacía ese verano, le había pedido a la
Virgencita que cuidara el alma de mi mama, allá por los caminos de las nubes donde uno
no llega para poder ayudar. Estaba tan triste este paisano que no tenía voluntad ni para el
mate, aquella mañana. La pérdida de un ser querido… Bueno todos saben, las mujeres
son todas maravillosas pero no hay como la madre de uno. La cuestión es que me había
tocado hacer la descubierta solo porque mi cumpa el Jeremías andaba muy achacado y
sin consultarle nada al jefe, le dije que se quedara; y así salimos nomás, mi rifle y yo, a
¡Que no supieran que la vieja había muerto y no tener derecho de ir hasta La Punta de
los Venados para darles el parte en carne y hueso… ¡La desdicha me consumía la
cabeza! En fin, como les decía, iba yo con el rifle en alto y las ansias de dispararle a
¡Ay Virgen Santa! No sería sincero si no les confesara que me achuschéxxxii todo, desde
los pies hasta la punta del rifle ¿A qué le iba a ser puntería yo? Si ni siquiera podía
quedarme firme. Y se me venían nomás los endiablados. Los escuché acercarse cada vez
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rodeando. Empecé a girar como si me buscara la cola y ¡Pucha digo! que no podía ver a
ninguno. Para mí eran unos cuatro por lo menos, así que sólo me quedaba esperar el
ardor del diente entrando en la pierna. Y ahí… ¡Ahí fue cuando la vi! ¡Perfecta! Una luz
plateada alumbrando justo el lugar por donde venían las fieras. Ahí, rapidito, disparé una
vez y creo que acerté a alguno porque escuché un chillido fiero. Cargué rápido el arma y
disparé otra vez, ahí pude ver que se daban en retirada. Por eso les digo paisanos… y yo
que pensaba que tenía que preocuparme por la vieja y la muy mañosa me salvó de que
los cimarrones me masticaran el pellejo como a una yegua vieja ¡Yo hablo de lo que vi,
señores! Y esa noche ¡Juro que no había luna ni luz que se reflejara en el agua!
la madera. La incandescencia de las brasas era lo que restaba. Los que se habían reunido
a su alrededor, los de piel blanca curtida por el sol, comenzaron a retirarse para
Por el contrario, el ritual de los indios apenas comenzaba. Cinco de los hombres
Un anciano miró fijamente a Rosario, después a Juan que tenía los ojos entrecerrados.
levantaron. Juan hizo un gesto con la cabeza a modo de despedida y se dejó conducir
volvió al lado de la fogata y, una vez sentada, cerró los ojos y se dejó invadir por el tono
penoso, casi lamento, de los cánticos indios. Experimentó la imagen interna de aquellos
seres bailando sobre las llamas tornasoladas y la melodía la fue poseyendo más allá de la
Aumquei
Elfilalay ñi lalay
Ella no entendía lo que estaban diciendo ni tenía la certeza de que fueran sus
labios los que modulaban, pero las ondulaciones cadenciosas se regulaban con las
molicie de la madrugada. Entretanto el viento jugaba a las escondidas entre los troncos y
con la realidad, el fuego casi consumido, el tronco del algarrobo, los ojos de Antumalen,
manos. Este último descanso les había dado fuerzas nuevas y la voluntad de llegar a
asemejar los días sucesivos a la llegada a El Bebedero hasta parecer uno. Con la única
diferencia del aumento de la debilidad física por el cansancio y la incapacidad del sol de
Suerte para los dos, que el río Desaguadero no estuviera correntoso, pero así
mismo la dificultad fue la de bajar con los caballos el pronunciado declive de las
barrancas. Al llegar a la balsa, servicio de cruce que prestaba un hombre mal encarado
animales y las alforjas para llevarlos con ellos en la embarcación donde sólo se admitían
pasajeros y equipajes. Los caballos cruzaban a nado atados a una canoa para poder
pudieron abastecerse de comida ni de agua por encontrarse los barriles vacíos desde el
día anterior. El agua era traída a lomo de animales desde una estancia vecina.
Después de cruzar y de constatar que sólo les restaba seguir viaje con lo poco que
traían, Rosario y Juan echaron un vistazo dentro del cobertizo donde vivía el balsero,
Antes de partir el balsero, con inusitada gentileza, le alcanzó a Juan un chifle con
vino.
sabores de un pedazo de sandía deshaciéndose en la boca y del vino que Renata hacía
con las uvas del parral de su amado Enzo. La sed parecía menguarle el juicio mientras
mantenía los ojos en la ruta y la polvareda que levantaba el caballo de Juan más
adelante. El cuerpo caliente, fuera por el cansancio, fuera porque menstruaba como no
De repente Rosario inclinó el peso de su cuerpo hacia atrás y tiró de las riendas.
Su compañero, que
_ Creí que le había pasado algo ¿No era que estaba apurada? ¡Vamos mujer, deje
de mirar el sol que usté puede disfrutar del atardecer sobre el caballo!
Juan alguna vez había considerado que las mujeres debían ser autónomas y más
decididas, pero justo en ese momento que Rosario lo fuera le resultaba un despropósito.
Los ojos del paisano adquirieron brillo nuevo. Saltó del caballo con el afán de
quién no se alimentaba desde hacía tiempo. De manera que aquellas frutas le sabían a
milagro.
se elevaron libres del peso de las decenas de higos. Peso que fue trasladado, en parte, a
los estómagos de los viajantes, en parte a las alforjas. Durante el resto de la jornada
Rosario sabía que aunque no mereciera demasiada misericordia por los hechos
acontecidos en la distante La Punta de los Venados, esa mancha que veía acercase a la
141
Juan. Era obvio que la presencia de una figura femenina vestida de hombre, cubierta por
Llegaron a la casa del hermano de Juan y luego de atar los caballos al palenque,
La joven se bañó y vistió ropas, acorde. Juan, mientras tanto, insistía en que se
disimulasen los maltratos del viaje en la mujer, instigando a su cuñada para que
observación, Rosario.
habitación donde las mujeres se acicalaban y cuando vio salir a Rosario, no supo dónde
mirarla primero. Hasta ahora no había notado la solidez con que se pronunciaban sus
La cuñada lo censuró.
Rosario soltó una carcajada, que en nada era adecuado a la conducta de una
criolla de esa época, pero si a alguien poco le importaba seguir el protocolo, ese alguien
era ella.
142
Inmediatamente, ambos
salieron a la calle donde la luz escaseaba y ella caminó entre la gente como siguiendo el
Así, las luces los llevaron hasta la plaza central y mientras caminaba, Rosario
giraba en ambas direcciones para poder ver todo, al tiempo en que su vestido rumoreaba
en el roce de las telas y los bucles sueltos rodaban por la espalda. La atención de la
muchacha se dividía entre la enorme cruz de la iglesia, la gran puerta del edificio del
Juan se le acercó por detrás y tomándola del brazo le indicó que caminaran hasta
_ No Rosario, por ahí no. ¡Sígame! Ya tendrá tiempo de pasear tranquila. Vamos
La negra Simona atendió al llamado de los jóvenes en la puerta y los hizo pasar
hasta el salón donde se recibían las visitas. Allí, imponente sobre el resto de la
decoración, incluso más soberbio que la escalera de mármol, estaba una pintura al óleo
del General y una de las mujeres más hermosas que Rosario hubiera conocido. El
caballero, un hidalgo, pero Rosario puso su atención en la mujer, peinada con un tocado
medalla dorada con una “M” grabada en el centro. Las mejillas, cubiertas con delicadas
pecas que encendían levemente el semblante de la bella dama. Había en ella algo de muy
conocido para Rosario, algo que durante el tiempo de contemplación en que los hicieron
_ Teniente de Corregidor,
Sargento Mayor Don José de Mayorga, justicia mayor de esta provincia de Cuyo.
Rosario que había estado hipnotizada por la dama del retrato, giró sobresaltada
♣♣♣
144
mozo llamado Dionisio Escobar que había sido cautivo del cacique Melcaguen fue
socorrido por el capitán Balthasar de Quiroga y habiendo sido interrogado dijo que su
cautiverio se prolongó durante catorce meses en la toldería junto con otros cinco
asentamientos de indios. Dijo el hombre que durante el tiempo en que estuvo con los
Quelesenain y Yacachu para venir a la sierra de Casuati para atacar cualquier tropa que
encontraren entre Buenos Aires, Córdoba, y esta ciudad y provincia. Este mozo que
había sido traído junto con los indios en una caminata de casi un mes tuvo la fortuna de
conocimiento alguno y milagrosamente llegó a los veintiocho días a esta ciudad. Dijo
también que no habiendo hombres suficientes para castigar a estos indios no aconsejaba
consecuencias que esto podría aparejar porque desde hace un tiempo no hemos
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experimentado desgracia ni
♣♣♣
PRAEDICARE
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sensaciones encontradas. Por un lado, que su secreto reposara sobre tres espaldas, en
lugar de dos, la reconfortaba. De allí en adelante, en caso de que ella no estuviera para
bondad durante el embarazo y los primeros dos años de vida de la niña, y … Carolina.
Inés, La China, no era boba, llevaba en la sangre el instinto del animal más
salvaje, y olía el palpitar de una constante amenaza cada vez que pensaba que Carolina
conocía su secreto.
porque la cieguita no estimara a su criada, la inmigrante tenía por ella una gran cariño.
Pero al principio, es cierto, sintió cierto rechazo por la mestiza, principalmente porque
Si había algo por resolver en aquella familia eran los sentimientos de Ingrid hacia
resentimiento para separarlas y, además, la había traído desde tan lejos a esta Nueva
España cuando tenía trece años. Aquí donde nunca habría de conseguir marido. Donde
ningún hombre, en su sano juicio, se casaría con una mujer ciega en una tierra que
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precisaba de heroínas y no de
víctimas. Quién sabe- Ingrid estaba convencida- en Italia habría encantado a algún
caballero distinguido, tal vez, más maduro que ella, que al verla tan bella y frágil, la
hubiera desposado. Pero por Renata su vida era soledad constante, y a veces, cuando el
pecho le ardía demás, se congraciaba con el hecho de que su hermana no concibiera hijo.
pudiera oxigenarse con la proximidad de aquel cuerpo. Ingrid conocía todos los
pormenores de la vida de Inés. Que había sido abandonada. Que era inteligente y
compasiva. Tanto la quería que había decidido dejarle en herencia todos sus bienes. A
La China seguía sentada en la misma posición en que estaba durante la visita del
día anterior. Encorvada hacia adelante, apenas apoyando las nalgas en el borde del catre
de la celda.
corazones, aun bajo el efecto del agua ardiente que había bebido en cantidades durante
la madrugada, en la pulpería.
Poco antes del amanecer llegó Raúl con un paquete en las manos e hizo señas al
guardia para que le abriera la reja. Raúl miró al ebrio que de nuevo se había tendido a
dormir e hizo un gesto de desagrado. Con otro ademán sugirió que lo dejaran solo con la
muchacha y tras caminar unos pasos se arrodilló frente a ella y depositó el paquete en
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_ Le agradezco la amabilidad, pero uno come para vivir ¿vio? así que no sirve de
mucho ahora.
y quiero pedir para casarme con usté… la multa también la puedo pagar.
_ Perdóneme la ingratitud pero, debo pagar mis culpas... Nadie tiene que librarme
cayó al suelo.
_ Inés, no tiene por qué demostrar una fortaleza con la que no cuenta. Defienda
Dios! Hago lo que quiera, lo que necesite… menos andar matando gente con morteros
por ahí.
_ ¿Puedo confiar en usté? ¿Me lo jura por su alma? ¿Por el alma de su señor?
_ No temo por mí, sino por… por… tengo una hija pequeña.
Raúl cayó hacia atrás. Inés lo tomó de los brazos para ayudarlo.
_ Por favor, preciso que sea usté quien la cuide. Para mí eso valdría más que
vivir.
ofrecido?... La muy…
_ Disculpe, prefiero no hablar de ella. Lo único que le pido es que evite que mi
La fachada de la casa de Renata parecía estar igual de apagada que la mujer que
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la habitaba.
La anciana parecía vencida. Sentada en una silla con los ojos fijos en una hoja de
papel amarillenta que documentaba la llegada de Enzo, Ingrid, y de ella misma al puerto
de Buenos Aires.
_ Me acuerdo del vestido celeste ¡Te quedaba tan lindo! Combinaba con los
colores de los lazos en tu pelo y destacaba tus pecas, esas hermosas pecas en los
compañía y nunca contemplé tus deseos. Esas fantasías que tenías de casarte con un
hombre mayor que supiera protegerte. Querida, siempre te hiciste la dura y en realidad
eras, eras más frágil que yo pero más valiente. ¡Ay hermana mía! Te traicioné desde el
día en que guardé tu ropa en el baúl, junto a la nuestra, y convencí a nuestros padres de
que estarías mejor conmigo ¿Cómo? Sin volver a verlos, nunca más, a ellos ni a nadie.
Cuando viajábamos, yo estaba llena de entusiasmo y vos vomitabas, callada, sin decirme
nada. Así fue en el barco y luego en el coche de caballos. Vomitabas como gritando que
querías volver. Mira como acabó todo… me merezco toda la soledad y la culpa, la
infecundidad, esta ancianidad vacía porque no fui conciente de mis actos. Diagramé
futuros como si cerca hubiera estado de la sabiduría del altísimo… Tú estás más cerca
Así, llegaba la mujer abatida, desde la cárcel a la plaza. Más arriba, el campanario
de la iglesia parecía ser el hermano mayor de los edificios, ese santuario impuesto en
tierras paganas como fortín inaugural de la guerra entre el fanatismo nada pueril de los
fantasía y realidad.
hasta la posición delante de los armas. Julián se le acercó. La sujetó por los hombros y
su esposa cayó a sus pies y abrazada a sus piernas, se lamentaba impotente. Bien
sabemos que dentro del pecho de la hidalga era el capricho que la movía hasta el
_ ¡Esposo mío, haga algo! ¡Usté es un Cortés! ¡Tiene que poder hacer algo!
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los designios del Señor! Nada podemos hacer para cambiar lo sucedido. Despídase de
ella con calma. Sólo le queda rogar perdón para ella cuando la reciban, allá arriba, donde
de mayo de mil setecientos y once años habiéndose este auto presentado ante el Cabildo,
Justicia y Regimiento…
de abril de este año… la mujer de casta india, Inés. Será sometida a la penitencia de
_ Permítame, padre.
_ Yo, Raúl Fernández, pido en matrimonio a la señorita Inés, ante los ojos del
santo fraile, de las autoridades capitulares y de todos los vecinos. He de pagar la multa
La reacción de la gente
fue casi corrosiva. Se endurecieron los rostros, se apretujaron los dedos y alguno gritó
_ Acepte, Inés. Acepte y mañana mismo nos vamos, los tres... Nos vamos los tres.
La China se separó de Raúl. Caminó hasta el centro del círculo de curiosos y dijo
Pepe, entonces, dio la orden de que la mujer fuera dispuesta de espalda a los
Los cuatro hombres de la milicia, firmes, formaron fila a unos cinco metros
detrás de La China. Pepe dio la orden de preparar armas y el redoblar del solitario
tambor comenzó.
Inés levantó el rostro al cielo y, tal vez, en comunicación íntima con el Señor,
sintió los últimos rasguños del sol que se hicieron lejanos como las percusiones.
El sonido del disparo entró junto con el polvo por la pequeña abertura de la
puerta de la casa de Renata. Ella sucumbió a la fuerza del sollozo y así la encontró
_ ¡Doña, doñita!
154
La mujer se volvió en su
dirección.
_ Pase, pase. Entre así no le ven los vecinos ¿Sabe?, andan diciendo que lo han
visto con el padrecito Franco, el viernes pasado y de seguro ya empezaron los chismes.
_ Ja ja ja… Enzo ¿Usté le cree lo que dice?... ¡Sí, ya sé que el niño se llama
Inaca, hombre!... Ese nombre me ha rondado en la cabeza desde que me lo contó, hasta
que estos sentimientos vienen con toda mujer… Tal vez la madre de éste, allá en la
_ Hermana… Ingrid, espéreme… Enzo ¡Digale que me hable! ¿Está con usté,
_ ¡La niña, la niña! ¡Dónde está la niña! ¡Traigame la niña! ¡Yo juré, China! ¡Le
♣♣♣
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de la planificación. Carolina se convencía del camino que debía seguir para convertirse
en esposa de Julián Cortes y hacer que éste, antes o después de la boda, llegara a ser el
Carolina con el camuflaje necesario para fingir durante el tiempo que durara la reunión.
Preguntó Carolina.
probable que no regresen hasta la madrugada, ambos borrachos, así que no nos
Caminaron ligeras y atentas a que nadie las viera deambulando solas por esas
horas.
Por poco don Estevao, las ve. El portugués era el encargado semanal de encender
las luminarias públicas y así caminaba con la antorcha de farol en farol, dedicando algún
insulto en los intermedios, cuando escuchó a sus espaldas la conversación entre las
muchachas.
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Carolina, habiéndose
dado cuenta de la presencia del hombre, imitó el maullido de un gato y obligó, con un
empujón, a que Rosario y ella se escondieran en las sombras de los árboles. Rosario
escupió al hablar.
_ ¡No puedo más! Gracias por querer escucharme. Si no lo digo creo que me
explotará el estómago.
_ La comprendo. Cuénteme.
_ Varias veces. La otra mañana, cuando acabó la misa ¿Se acuerda? Usté llevaba
_ Siendo así le digo que… ¡Propósito cumplido, amiga! Cuando usté se despidió
y se fue del brazo de su padre ¡Por Dios! ¡Hubiera visto como se le perdían los ojos en
su espalda descubierta! ¡La miraba como si algo de divino se hubiera refugiado en sus
caderas!
_ Yo lo vi, pero no lo hice. Si son los designios del Altísimo... Dígame una cosa
¿Siente que haya algo demoniaco cuando le late el corazón con fuerza al verlo?
_ En esos momentos no. Es puro placer y plenitud. Después, cuando pienso en las
santo y yo puedo apostar que siente lo mismo que usté siente, por eso no hay forma de
que este amor entre ustedes no sea un designio divino. Nuestro Dios es quien lo hizo.
Hay que aceptar y conducirse por lo que el alma manda. De seguro esa culpa, que siente
_ ¿Usté cree?
Rosario. Fe.
maniobra para matar a su futuro suegro sin dejar de poner atención en la limpieza de la
casa y la preparación del almuerzo. Culpaba a la conversación con Rosario por el sueño
que ahora sufría y su irritación crecía, como siempre, cuando no podía hacer total uso de
concreción de sus planes. En ese momento ella veía nuevas posibilidades dados los
Fernando.
favor, estaba tornándose amigo de la bebida, según él creía, porque los problemas
aumentaban y el alcohol tenía ese don de aliviar la carga. El alcohol, como un joven
anoticiada que, cuando padre e hijo discutían, el primero rumbeaba para la pulpería de
don Pascual y Julián para la de don Romero, apenas para no encontrarse. Mujer que era,
obtener beneficios de la situaciones. Y, tal vez fuera por la desvirtuada lógica del
cansancio, tal vez por la temeridad de otra ebriedad que, en aquellos momentos cuando
audacia que Carolina imaginaba la muerte de su suegro de una forma algo menos
Álvaro y Julián, cosa que se había tornado reiterada. Seguiría a su suegro hasta la
aseguraría para nadie los viera y en algún lugar entre la mercería y la estancia lo
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definitivamente el buen funcionamiento del cuerpo. Podía sentir aún ese quemor en el
estómago acompañado del aliento repugnante de los fracasados. Giró en la cama hasta
descubrir que su mujer no estaba acostada. Supuso que ya sería tarde y que la actividad
Pensó el hombre sacudido por el malhumor que le produjera discutir con Julián la
noche anterior.
¡Aprenderá antes de que me vaya de esta familia, como que soy hijo de Rosario Bertran
Se puso de pie con bastante dificultad y caminó con movimientos torpes hasta la
el rostro inclinado sobre una de las esquinas del altar que se erguía contra la pared. La
propia Virgen parecía contemplar a Ivana con compasión, con sus iris, manufacturados.
Algo en esos ojos lo quemaba con la culpa y la sensación que el alcohol le provocara
momentos atrás se suprimió para dar paso a otros rencores más ponzoñosos. Se remordía
por haberle fallado a su esposa una vez más, por andar entregándose a la bebida en lugar
incidía permanentemente en la armonía del clan Cortés. Nunca habían visto tamaña
ambición y necedad como la que Julián erigía como estandarte, reforzada en su brío
juvenil.
Qué frustrante resultaba para Álvaro verse convertido a la imagen del hombre que
más había repudiado. Finalmente, tal vez sin darse cuenta, él mismo acabara
allí estaba él, contrariando a la siguiente generación como si nada valieran los
completa conciencia de ello, la niña ahora era casi una mujer, y transitaba sus propios
períodos, tal vez claves para que la semilla de su crianza se forjara consistente en el
consuelo.
Ivana que inmediatamente lo acudió y con gritos atrajo a los hijos para que la ayudaran a
confusión de voces y risas se encontraban autoridades del propio Cabildo, los mismos
que habían prohibido la venta de bebida alcohólica. Don Cerezo servía a los asiduos con
una sonrisa amplia e interesada, principalmente a Felipe Fernandes quien, como todas
las noches, disfrutaba de los beneficios que el poder le otorgaba, una mesa sólo para él,
161
y la certeza de un buen
descuento en la consumición.
Julián entró enardecido, siquiera tuvo que decir a Cerezo que quería que le
Felipe observó a Julián con íntima atención. Hacía unas semanas que el
ningún inocente, sabía que Cortés y su hijo andaban distanciados y también era de su
conocimiento la causa del conflicto. Por eso no pretendía perder tiempo. Tarde o
temprano Álvaro moriría y este adolescente esquivo y desanimado que bebía sin control,
sería dueño del poder y las riquezas para abordar cuanto proyecto, lícito o ilícito, se
dudó en aceptar lo que le pareció una invitación amigable y desinteresada. Horas más
tarde, antes de las primeras señales del movimiento diario en La Punta de los Venados,
Felipe acompañaba a Julián hasta su casa, iniciando lo que consideraba uno de los
♣♣♣
162
Son tantas las necesidades y calamidades que sufren los habitantes desta ciudad
que a pesar de los tantos pedidos realizados a los señores oidores y corregidores de la
que hay casos más graves que atender y su escaso tiempo y las muchas actividades le
impiden hacer una inspección del dilatado territorio cuyano, sobretodo por encontrarse
el riesgo de los indios tan cercano de nuestras fronteras de La Punta de los Venados. En
hoy reunido el cabildo pasaron a mi casa los vecinos Vilches, Fernandes y Lusero y en
calidad de Vicario desta ciudad me hicieron saber de sus necesidades actuales que
padecen de enfermedades y muertes y ofrecí con toda voluntad dar principio el día de
♣♣♣
de su disconformidad pasada. Por fin lucía el apellido Cortés como propio y durante las
semanas subsecuentes había notado cierta predisposición para con ella, por parte de su
familia. Ciertos gestos de afecto y algunos obsequios la llevaban a creer que su unión
Pero a medida que los días pasaron y su vientre pareció incapaz de generar otros
órganos que no fueran los propios, el desagrado ante su presencia en los ojos de los
hombres de su familia retornó. Incluso Julián, cada vez más inaccesible y ausente. De
hecho lo había sorprendido varias veces, teniendo conversaciones secretas con Ivana.
Además, no le pasaba inadvertido, a ella, que bastante conocía sobre hierbas, que desde
abril su marido mezclaba, en sus ingestiones diarias, yuyos para estimular su fertilidad.
Contexto
atrás. No obstante el hecho de que Rosario hubiera sido alejada y Fernando continuara
ignorante del tráfico de indios que Julián y Felipe perpetraban, su poder se desvanecía
Carolina seguía asfixiada por los quehaceres de la casa y hastiada por las
obligaciones carnales de las que no disfrutaba. Sin embargo aún podía contar con la
solvencia.
Aquel día Carolina Cortés preparó una cena para Raúl, Pepe, Julián y Renata y La
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incumbirles sólo a ellos mientras en la cocina, Renata y las jóvenes lavaban la vajilla
usada durante la velada. Carolina se aseguró de servir aguardiente a los caballeros para
prevenir una escapada a la pulpería, sabiendo que las lenguas se sueltan con el alcohol y
posicionado, lo que suponían cierta conveniencia para ambos, debido a los contactos que
sus intereses.
Pero lo que Carolina presenció esa noche indicaba que muy lejos se estaba de un
Renata decidió a cierta hora que era momento de retirarse, de manera que
Fue cuando subía los escalones de la vereda hacia la galería que escuchó las
carcajadas. Primero identificó las de Pepe, después las de Raúl, lo que le pareció
bastante normal ya que ambos solían desinhibirse con la ayuda del aguardiente. Lo
165
escuchó a Julián y a la China también riéndose. Raro porque Julián no era hombre de
Decidió que no interrumpiría, pero sí intentaría conocer la causa por eso rodeó la
casa y entró por la puerta de la cocina. Así ninguno reparó en ella, detenida en la sala y
glúteos de la criada.
_ ¡Diez crías por lo menos! Créame, tengo ojo para estas cosas.
Agregó Pepe enfatizando la mirada lasciva al decir “ojo para estas cosas”. Los
tres rieron hasta que la frente de Pepe se contrajo en arrugas, induciendo al silencio a los
presentes.
_ ¡Ay Julián! ¿Y que me dice de usté? ¿Será que mi hija está seca? … ¡Qué mala
pata!
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Carolina no soportó la
inactividad calculada de estar siendo testigo de esos comentarios y recogió una segunda
El recinto pareció congelarse por unos segundos y con él las palabras en los
rostros que se volvieron duros y serios. Julián se puso de pie y delineó una sonrisa
Carolina clavó sus ojos en la China, de pie entre los asientos de Pepe y Raúl. Este
disimulando la situación.
Dijo la criada
_ Sabe, hay algo que he querido decirle… desde hace algún tiempo.
Comenzó Inés.
_ Bueno, amiga, dígamelo ahora, siempre estoy dispuesta a oírla ¿Lo sabe verdá?
_ Sí, ha sido tan amable conmigo… tan buena… siento que la traiciono si no me
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dos…
_ ¡Pero qué cosas se le ocurren! Uste es tan inteligente, pero no, no es eso. Lo que
quiero que sepa es que… bueno… yo sé que de niña la han tratado muy mal… a veces
las relaciones en la familia son complicadas, sobretodo cuando se es niño, pero ahora…
una mujer feliz y además ¿Quién mejor que usté para cuñada? pero…
sobre… bueno sobre aquello que está para cumplir ocho años.
_ ¡Mujer! ¡Él no haría eso! Es incapaz de hacerle mal a alguien que no sea yo.
_ ¡La saco! En las noches sale, incluso Renata ya la llevó a la iglesia…una vez.
_ ¿Y el fraile lo sabe?
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_ Bueno, en realidad al
principio sólo lo sabía Inaca. Él las ayudaba a escabullirse, pero una noche Fernando las
capaz de convencer a que me juzguen por haberla engañado durante todos estos años.
_ Vamos querida que seré estéril pero no idiota. ¿Cree que no sé que se
Inés no respondió.
_ No se ponga así. No la juzgo. Ustedes han de hacer lo que mejor les parezca,
♣♣♣
lagañas. El cuarto estaba igual de oscuro que la noche y el resonar de las palabras
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mantenía afuera y dentro de su cabeza. Sintió agradecimiento por mantener esa conexión
con su marido muerto. Enzo debía estar muy cerca de Dios para convencerlo a que se
comunicara con ella. ¡Qué hombre santificado! Aunque tanta dicha se comparase a la
preocupación que tales visiones le dejaban durante días. Estaba abatida. Las
alguna mucosa desviada, goteó desde su nariz. La China, era ella quien había visto a
Enzo cargar en los brazos, tranquila pero de aspecto transitorio, casi borrosa. Como si no
Sabía que su marido solía ser dramático en lo que a desvelos oníricos se refería
Volvió a acostarse. Intentó conciliar el sueño, convencida de que tal vez le trajera
indicaciones más precisas sobre las adversidades próximas. Puede que soñara con el
futuro más claramente. En la mañana sólo pudo recordar a su Enzo y las maneras
oscuras, tal vez elucubradas por el Señor para entrelazar las dimensiones del tiempo.
♣♣♣
Habiendo pasado el santo Obispo Fray Bernardo Carrasco por esta comarca dio
que respondí que Dios proveerá y prometió interceder ante el Gobernador de Chile para
que si bien la humildad es la base de nuestra congregación se hace menester contar con
lo necesario para pasar la vida y poder servir mis beneficios. Instó, mediante pedido
verbal a los capitulares a que me provean de una parte de las entradas mensuales a la
mesa capitular a favor de que no falte el pasto espiritual en la ciudad y que como
entregado el curato por y según sus propias palabras “hallarme en bastante inteligencia
ayuda para que pueda obtener yo este conocimiento. También ordenó que nunca
descuide la enseñanza del Evangelio y que todos los domingos enseñe a los
parroquianos la Doctrina Cristiana y los principales misterios de nuestra fe, así mismo
que toda la gente de servicio en esta iglesia recen todas las oraciones empezando por la
señal de la cruz y acabando por un acto de contrición. Que haga matrícula todos los años
de todos los feligreses, que tenga mucho cuidado en que no trabajen los días de fiesta,
que procure atraer a los indios infieles para que cogiendo amor a nuestra religión
católica, se reduzcan con facilidad a nuestra fe. Y que no permita que se les hagan
extorsión ni agravios por los jueces seculares, ni que les cobren la tasa o el tributo, sin
los niños rogó a las autoridades que se nombren hombres con aptitudes para la
Obedeciendo a este pedido del hermano en la fe, el Cabildo se reunió a los pocos
días y acordó citar a cinco vecinos de la zona del valle de San Javier para que sean
maestros.
♣♣♣
Carolina podría jurar que por más interesado que Raúl estuviera en Inés, Pepe
nunca le permitiría casarse con una india. Por alguna razón las mujeres le resultaban a
172
endemoniada, de modo que una mujer india estaba casi a la altura de un mero
entretenimiento y peor si se trataba de una hembra de ésas, con un hijo bastardo. No,
nunca lo aceptaría. Ni ella misma en quien la compasión se diluía día tras día. La China
se lo tenía bien merecido por haber sido cómplice en las humillaciones que había tenido
que soportar. ¿Cómo podía una amiga de verdad reírse tan cruelmente de la incapacidad
de su vientre? ¿Acaso no entendía que la infecundidad en una mujer era algo así como
una maldición?
¿No era suficiente con todo lo pasado con su propia su familia? ¿Tener que
soportar la desdicha de ser traicionada por una amiga también? No iría a tolerar ese
sinceramente.
cuidando de la hija enferma de la ingrata que se riera a sus espaldas. Leal, mientras la
Pepe? ¿Sería capaz? ¿Y si todos conseguían felicidad menos ella? Siempre añadida y
humillada.
Miro a la niña que dormía sobre el catre, con las mejillas enrojecidas por la
fiebre.
_ “Apenas una fiebre”, nos dijo Renata… Yo creo que deberías morirte para
hombre ¡Qué mujer más…! Y yo con vos ¿Qué hago cuidando hijos ajenos? “Carolina,
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aconsejó… Sí, pienso decírselo esta noche, pero mi niña está achacada ¿Puede
cuidármela hasta que vuelva? Tengo miedo que se despierte y no me encuentre… anda
más chiva que nunca, la muy inquieta es capaz de meterse en lo de Ingrid…” ¡Qué
idiota que soy! ¡Nunca voy a aprender! La gente tiene razón, mujer tenía que ser por lo
¿Cómo una mujer de clase menor consiguiera concebir a los quince años y ella, con
Con saña se lanzó sobre la niña y, tapándole la boca con una mano, golpeó el
cuerpo indefenso durante unos minutos de extrema violencia. Cuando volvió en sí, sintió
Decidió que culparía a Ingrid. “Sí, esa vieja odiosa era capaz de agredir a un ser más
La China frenó las justificativas cuando pudo entender la escena. Carolina lloraba
despertara hasta la noche... se lo llevé a la alcoba y tuve que ir al baño y ahí… ahí
escuché... seguramente tu hija despertó y fue a buscarte... Ingrid debe haber escuchado
el ruido porque volvió a preguntar gritando si eras vos... yo no quise responder para que
no pude hacer nada... ¡Ay, amiga perdóneme!... la vieja maldita estaba asustada y
empuñaba el facón, ése que guarda bajo la almohada… se ve que ya había bebido el té
el cabello despeinado sobre los ojos, parecía la Salamanca... la niña estaba de pie,
petrificada, mirando aquella figura… dio un paso hacia atrás y quedó cerca de la ventana
pero… Ingrid escuchó mis pasos cerca de la puerta, entonces giró hacia mí… ya estaba
mareada por el efecto del yuyo y perdió el equilibrio… chocó contra Llaulillay y la
pobrecita cayó desde allá arriba… ¡Perdóneme! ¡Por Dios esto no tenía que pasar!…
_ La vieja duerme…
Inés temblaba desde los párpados hasta las manos. Salió de la casucha y entró en
la casa grande, haciendo descaso a los llamados de su amiga que sollozaba junto al
madera y tomó la maza del mortero. Con ella entró a la habitación de Ingrid y se detuvo
a ver cómo los rayos del sol teñían la nuca de la anciana que dormía de costado, de
centímetros de la patrona.
Levantó el palo, sostenido entre ambas manos y golpeó el cráneo de Ingrid siete veces.
Tres en la parte superior, uno que se desvió hacia la nuca, el quinto y sexto a los
costados de la cabeza, encima de las orejas, y para el séptimo, pasó por encima del
cuerpo y le pegó en la frente. Los gritos ahogados de la anciana acompañaron los dos
primeros golpes.
♣♣♣
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cuerpito santa sepultura, todo había tomado nuevo rumbo gracias a la intervención del
fraile.
ese momento. Por lo que quedaban Inaca y él mismo, pero, pedirle a Inaca participación
conmocionado por los hematomas terribles que la niña presentaba en el cuerpo. Pero no
había tiempo para perder. Pasados los primeros momentos las autoridades judiciales
irían a la casa. El dominico cargó a la niña envuelta en unos trapos y la llevó a la iglesia
para que se vieran… por última vez… además, quiero saber que quiere que haga por
ella.
La China sonrió y extendió los brazos hacia la niña que corrió a abrazarla, a
♣♣♣
Una vez más todos se reunieron para escuchar la palabra del fraile. Único ser,
sabemos que no era más que un hombre con vestuario diferente pero de igual materia, de
igual imperfección.
Siempre han sido las jerarquías las que imponen compromisos inalcanzables. Así
estaba Fernando, enaltecido en los conceptos del credo quimérico, tutelando corderos,
que ese día aguardaban voraces, cualquier respuesta para detener dudas íntimas y
amenazantes.
Desde igual aspiración es que Rosario lo vio, “el mentor”, con su báculo y
guiándolos hacia la liberación prometida pero no asegurada, por ser, él mismo, esclavo
que conduce en nombre de otro. ¿No son acaso los dogmas ajenos apenas nuevos
conflictos de fe? Fe, en la mayoría de las veces, nula de lógica y matizada de abstracción.
desterradas, se encuentran las intenciones humanas, y la fe, un poco más abajo, imparte
los destinos de quienes, como en ese templo, responsabilizaban al hombre que les
Pensó Fernando mientras su discurso entrenado proseguía con la lectura del Evangelio
indicado para esa misa. Evangelio o cuerda suspendida en el abismo para comunicar el
cabellos desprolijos. Sostenía con fuerza un rosario entre las manos. Había marcas en los
espacio vacío que solía ocupar su marido, ausente de la ceremonia por el malestar de
enfermedad y de la muerte. Julián, con muecas entre ira y malestar. Desde el comienzo
entre las manos, los codos sobre las rodillas, el cabello, más largo que lo usual, le cubría
Aquel día, Renata se había ofrecido para cuidar a Álvaro en lugar de Carolina, que
Cortés que por lo que le ocurría a su padre. Ambas acostumbraban a conversar bastante
compañera de clases estaba siendo relegada con tanta atención de la familia hacia el
179
duda que Rosario era de buena madera. Con lo que no acordaba era con esas miradas
sensuales de Rosario hacia Fernando y su amistad con Carolina. Nunca le había caído en
gracia. Aquella joven le producía lástima y rechazo. La Fernandes no miraba a los ojos
cuando hablaba con alguien y Ramona había aprendido que eso significaba culpa. Lo
mismo hacía su perro cuando se robaba el patay de la cocina y Hugo cuando mentía
Carolina fue una de las últimas en salir de la capilla. Siempre esperaba que su
padre y su hermano caminaran adelante para ir detrás de ellos. Ya afuera, vio a Rosario
Ivana subían al “sulky”. Esperando descubrir algo más, dejó que Raúl y Pepe se alejaran.
Nunca voltearían para ver si los seguía. Se escondió en su lugar favorito, a la vuelta de la
iglesia, desde donde podía espiar los alrededores de la plaza, cobijándose gracias a la
oscuridad del farol que siempre estaba apagado por causa del hombre, aseguraban, que
había vivido frente a él. Individuo que tenía por costumbre contemplar las estrellas desde
el portal de la casa y que de seguro apagaba la candela cada vez que pasaba el farolero. Y
aún después de difunto parecía continuar con su terquedad, cosa que no asustaba a
_ ¡Ay que rabia! ¡Cómo la odio! Yo envidiando su familia, Rosario, y usté con su
Pero la misma tirria la hizo sonreír con esa mueca dura, dibujo de una sonrisa.
180
No faltaba mucho para saber de su muerte. Hasta resultaba sorprendente que el viejo
Julián cedía a su constante seducción. Eran compinches, al fin. Hasta había concordado
con las dosis agregadas en el alimento de su padre. Y en esto Carolina estaba cierta. El
muchacho no desconocía los efectos. El engaño del principio ya no era tal porque Julián,
cómplice cobarde, pero cómplice al fin, no hacía más que ayudar, aunque inseguro, a la
concreción de la muerte de Álvaro y ella, Carolina tomaba la decisión por los dos o en el
menor de los casos daba rienda suelta a su capricho. Muerto Cortés, el casamiento sería
desestimaba tener que adornar un poco la situación. Tal vez sumar un beso que nunca
viera o una caricia escandalosa. Estaba segura de que Julián acabaría por convencerse de
Así divagaba Carolina cuando Rosario se encaminó hacia donde estaba ¿La habría
descubierto? La espía retrocedió y fue obligada a esconderse detrás del tronco próximo.
Desde allí vio que Rosario doblaba en dirección a la iglesia para perderse de vista.
iglesia, supo, mucho antes de mirar por la rendija, que Rosario y Fernando estaban solos.
♣♣♣
Vinieron por estos días noticias de que los hermanos de la Compañía vendrían a
donadas dan a los frailes una cómoda situación que contrasta con la pobreza desta
hace tanto tiempo que pido al cabildo un solar para la escuela y hasta ahora nada he
Los límites de jurisdicción son a saber los que llenan informes que son llevados a
Cuyo y a Chile sin que se tenga hasta ahora ninguna resolución no habiendo recursos en
la región más que aquellos que se refieren a la cría de ganado por esta causa la población
esta ciudad a siete manzanas y algunas chacras todas carentes de agua. El archivo de la
Córdoba.
Con el ganado orejano y sin marcar ha sido resuelto que cualquier dueño realice
llegue tenga por orden del cabildo identificarse y solicitar permiso por escrito para su
entrada en los limites de la cuidad, siendo construidas barricadas con hombre armados
♣♣♣
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Julián se apartó unos pasos. Los presentes quedaron cerca del cadáver de Álvaro y
aquello ni la valentía para aceptar el resultado de su acto. Con una botella de aguardiente
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padre, se erigió en el nuevo jefe de la familia. Salió al patio de la casa y se apoyó sobre
la barriga de Chimeia, aún alerta en el lugar que la dejara Rosario. El animal resopló,
como fastidiado por el roce con su cuerpo, y amagó alejarse de él. Finalmente, cuando
salió de su garganta.
sabe quién soy ahora? ¿Eh? ¿No le han dicho? ¡Bestia repugnante!
Julián no tuvo más que sentarse sobre un atado de paja y beber de un sólo trago
un cuarto de la botella. Después encendió el cigarrillo y dio una gran bocanada. Cuando
Ella sonrió y lo encaró desde una autoridad que se desconocía hasta entonces.
Julián tambaleándose se abalanzó hacia ella, que nada más precisó correrse de
lado para que el muchacho cayera para adelante, llevado por su deplorable estado.
_ ¿Me puede explicar qué es lo que pretende hacer con esa actitud torpe que está
teniendo?
Julián se paró al tercer intento y volvió al lugar donde estaba sentado. Siguió
bebiendo como si no la escuchara. El poco caso la irritó y sin dudar se le volvió a acercar
¡Qué vergüenza!
♣♣♣
Inaca seguía pensando en la mujer negra que viera descender de la carreta aquella
mañana. Pensó que mejor hubiera sido no ser testigo de lo escuchado y visto. Andaba él
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encomendados por las haciendas locales, tarea que le encomendara Fernando para el
De por sí, tener que recorrer estancia por estancia recibiendo la información sobre
contrario de lo que declaraban los dueños de las tierras, la mayoría maltrataba a sus pares
donde eran vulnerables a cualquier achaque. Con el pasar del tiempo muchos morían
muy enfermos o eran fusilados por intentar recuperar la libertad alguna vez normal. Por
eso le hervía la sangre con sólo imaginar a alguno de sus hermanos en tal situación. Y ni
pensar, lo que en cualquier momento podría suceder, que su hermanita viniera a ser
forzada por algún blanco. “Nuestros indios gozan de perfecta salud y tratamiento”
decían algunas declaraciones pero se sabía que no pasaba semana sin que se los azotara
La mujer negra, decíamos, fue lo que Inaca vio mientras divagaba entre ideas. La
pobre mujer mostraba miedo por vaya uno a saber cuántas atrocidades hubiera
el vientre aún no se le bajaba. La tristeza en los ojos, mayor que el temor, justificaba la
separación de su prole.
por el puerto de Buenos Aires y no los adquiridos desde Brasil, para evitar el recargo del
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comerciales, navegación, tasas, tributos y escalas, entendía claramente que aquellos seres
valían lo mismo que cualquier producto de la tierra aunque fueran personas. Estaba
convencido de que los blancos tenían métodos muy extraños para ponerle valor a las
La noche se le venía encima y debía hablar con Fernando antes de que se acostara
y entregarle los datos obtenidos hasta el momento, un tercio de lo encargado. Los dos
mentiras y absurdos. Inaca se sentía asqueado lo que contribuía a que su rabia aumentara.
Luego de que los papeles estuvieran en manos del dominico, fue a la casa de
compromiso de llevar a pasear a la pequeña sin que fuera vista, especialmente a la iglesia
para inculcarle la religión cristiana porque la anciana andaba cansada y con falta de vista.
Así había sido consigo cuando el fraile Franco lo criara. Algunos blancos suelen ser
ángeles y el indígena que cuente con vínculo tal puede ahorrarse la mitad de los pesares
Esa noche vio corretear a la pequeña entre las imágenes sagradas y los bancos,
varios días en que las dos amigas estuvieran ausentes, La China por lo cuidados
La China no estaba celosa, pero siempre se había sentido muy cómoda siendo la
amiga y aunque poco poseía, se le ocurrió hacerle un regalo. Por eso, la noche anterior
cuando Inaca trajo a la niña a casa, le pidió si podía conseguirle algún libro,
justificándose con que Carolina le estaba enseñando a leer y escribir y no tenía ninguno
para practicar. Inaca prometió traérselo antes de la hora del mate para que su aprendizaje
no se viera detenido.
_ ¡China!
_ Diga patroncita.
_ Siempre tan silenciosa ¡Parece una rata escondiéndose! cof cof cof. Fíjese en el
desorden del otro cuarto, hay unos juguetes y ropa de niña que traje de Italia, no sé por
qué mi hermana insiste en conservarlas tanto tiempo, seguramente pensaba que iba a
tener una hija ¡Deshágase de todo! A menos que Renata crea que todavía puede quedar
preñada...
patrona se lo ordenaba tirar todo, tenía a quien dárselas, su hija sería la receptora de
todos aquellos juguetes y las lindas ropas. Y cuando Inaca le trajo el libro se convenció
_ ¡Cuando lo vea Carolina! ¡Muchas gracias, Inaca! ¡Le debo un tremendo favor,
_ Por nada, Inés, asegúrese de que no lo vea nadie más que usté y Carolina. El
dueño no notara falta, pero si alguien se entera y llega a oídos de Fernando, estaríamos
Esa tarde, Inaca prosiguió con el censo. Estaba recorriendo la zona noroeste de la
comarca, por lo que en breve estaría golpeando las puertas de la hacienda Cortés. Tratar
con el sucesor de Álvaro, ese adolescente insoportable, metido a querer manejar el poder
y las riquezas que heredaría le resultaba odioso, además, sabía por comentarios de
Fernando que padre e hijo andaban distanciados por causa de las tierras que Cortés padre
había cedido a los indios. Con esta perspectiva, el hombre enfermo, la posibilidad de su
Al pasar la tranquera, estaba cansado y con la cabeza caliente por el sol. Golpeó
_ ¡Ave María! Cayé, me manda el fraile para que busque los datos que pidió
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esperándolo, desde hace rato. Disculpe que no lo acompañe, estamos tratando del aseo de
El establo estaba bien alejado de la casa. Inaca caminó pesaroso los doscientos
metros que separaban una edificación de la otra. “¡Pobre Cayé! Quedarse sin padre tan
joven” pensó solidario. Pero él no estaba preparado para presenciar lo que ocurría tras
Sorprendió a Julián con los pantalones bajos, en los tobillos, encima de una india
de unos trece años que sollozaba en silencio mientras el muchacho la sujetaba por las
paja. A su lado, una botella goteaba los últimos vestigios de alcohol, empapando la blusa
de rabia.
Ninguno de los dos hombres hizo movimiento alguno hasta que los gritos
desesperados que venían de la casa los hicieron reaccionar. Rápidamente Julián se puso
de pie, acomodó su ropa y corrió afuera. La india se cubrió los pechos con el brazo y aún
_ Por favor, no diga nada, si mi gente se entera lo matan… y después los matarían
191
a ellos.
Inaca prometió con la mirada. Salió del establo. Cerró la puerta y caminó
Carolina que le aconsejó que volviera en otro momento para buscar la información. Ella
Cuando pasó cerca de la ventana, Julián lo miró amenazante haciéndole señas con
Inaca corrió a campo traviesa hasta que sus pulmones quemaron. Entonces se
detuvo frente a un tronco caído y lo golpeó con los puños hasta sentir los huesos
cobarde. Nada más que un animal disminuido, domesticado por el blanco. Se desconocía.
momento, habría atravesado a Julián con su lanza para hacer justicia con la muchacha
violada. Pero ahora, un dios era el dueño de sus emociones ¿Acaso ese mismo dios no
debiera controlar también el accionar de los blancos? ¿Por qué él, un indio, no había
quebrado los mandatos divinos y aquel otro los manipulaba sin el menor remordimiento?
¿Qué contradicción era ésa propuesta por el Todopoderoso? ¿Franco había estado
Aunque tocó varias veces a la puerta nadie respondió. La anciana parecía haber
olvidado que esa noche iba a llevar la niña a pasear. Giró hasta ver la iglesia. Tal vez
Entró a la casa y la esperó, como Renata le sugiriera varias veces. Sentado frente a
la ventana vio a los devotos saliendo de la capilla. Giró la cabeza cuando Julián y su
madre subían al carro. Después distinguió a Rosario sentada bajo un árbol de la plaza,
Raúl y Pepe que se alejaban y Carolina, volviendo sobre sus pasos hasta perderse en la
oscuridad.
Renata tardaba en salir. Fernando también salió y caminó hacia la joven Cortés.
_ Sí, padre, háblele, usté sabrá cómo darle un poco de sosiego a la pobrecita, si la
Pensó Inaca.
sentido contrario a Rosario. Fernando volvió a salir y condujo a la Cortés adentro y cerró
las puertas. Renata no estaba allá, ahora lo sabía. De pronto Carolina salió de entre las
sombras y caminó hasta la capilla. Espió por la helgadura, caminó hacia atrás con
♣♣♣
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todos sus elementos de combate disponibles pero la escasa renta del cabildo impide
como siempre estar preparados para detener el avance de las malocas. Los indios
encomendados son muy pocos por estos días y los ataques por el sur de los rebeldes
la Compañía y algunos requieren de las autoridades se haga prevalecer los títulos que
♣♣♣
La ciudad se nubló por la tristeza. Sollozos en los cuatro puntos cardinales. Gente
carro sin lona, especialmente preparado para llevarlo en el último trayecto por las calles
de La Punta de los Venados. Flores blancas adornaban el carruaje y los arneses de los
estuvieron en tan íntima ceremonia. Julián los miró con antipatía pero Rosario intervino
vergonzoso. Por eso el reciente heredero, al verse impedido de realizar su capricho dijo
con él pero resolvió no tomar una posición tan contumaz. Ahora había que ser más cauta
Rosario caminaba tomada del brazo de Ivana, ambas adelante junto a Fernando.
Inaca, y a contra gusto, manejaba los caballos. Si por él fuera largaría los animales a que
corrieran a donde les diera el instinto. Seguramente los equinos gozaban de mejor juicio
Llegando el final de tarde y con el escasear de la luz, se encendieron las velas que
algunas personas llevaban, sumando al cortejo una belleza lastimosa. Nadie había
Siquiera los niños se quejaban. Si Inaca diera rienda suelta a su imaginación y los
encaminara hacia un abismo, con certeza todos caerían a la muerte antes que resignar su
lugar en la memoria de aquel día. Aunque de aquel día, la ciudad de Loiola recordaría
rodeó con el brazo la cintura de la viuda para ayudarla a caminar pero Rosario le indicó,
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a su madre a sentarse en el sulky. De manera que la niña Cortés quedó sola con Fernando
La niña se sintió reconfortada con la proximidad del único que le había dado un
poco de felicidad en las últimas horas. Todo había pasado tan rápido que la abertura
hacia su íntima feminidad todavía ardía, fuera por la penetración, fuera por el contacto
Se acercó con disimulo a Fernando que cargaba la Biblia abierta. Estiró el brazo lo
suficiente para rozar el codo del fraile con intención de tomarse de él. Cuando el
dominico sintió el contacto no pudo evitar que las manos le temblaran y la Biblia cayó
sobre la tierra, empolvándose las tapas y algunas de las páginas de papel de seda.
Entonces las mejillas del rostro abrumado de la niña se sonrojaron. Fernando se agachó y
levantó el libro. Miró a la muchacha con un gesto que ella interpretó de reprobación y
limpió la Biblia con la sotana para alejarse luego unos pasos adelante. La angustia se
abrazos. Le prometieron que el dolor de la pérdida cesaría poco a poco y que su corazón
se remediaría del pesar. Rosario casi no las escuchaba, sentía el ímpetu del llanto
Inaca despertó del sueño hostigado por el miedo. En la pesadilla, una avanzada de
blancos recorría la toldería matando a todos los de piel marrón. Aunque despierto, la
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lastimeros de las mujeres. La visión de su hermanita mutilada por la violencia entre razas
lo aturdía hasta la locura. Él creía en las visiones. Aquel sueño y los acontecimientos en
el lugar hacían creíble el presagio, como la calma antes de la tormenta. Guerra entre
elementos. Guerra entre humanos. No era de negar, que Julián no limitaría esfuerzos
hasta recuperar las tierras entregadas, si bien, para ello tuviera que acabar con cada uno
resolver el conflicto y proteger a los vasallos originarios de las colonias. En cambio este
Había preferido entretenerse con las curvas de Rosario en lugar de tomar real
participación en el conflicto que ahora amenazaba con arrasar todo lo construido por las
sensaciones que lo dividían. Había sido hombre de estimar en mucho a las mujeres. Las
sabía guías de los deseos y destinos de la humanidad pero en este caso la seducción que
Rosario ejercía sobre Fernando no estaba llevando a nada que no fuera peligroso,
entonces, pensó “Habrá que disminuir la influencia de la dama al mismo tiempo que
ocuparse de Julián ¿Quiénes se creen ellos para que sus intereses personales se
caballo que, de inicio, no montó para evitar el barullo de los cascos. Luego cabalgó en la
dirección que creyó correcta. Al bajar del animal, encendió una fogata y en ella una
Uno de los pampa le apuntó con su lanza al pecho y luego la acercó al cuello de
Inaca. El compañero, algo más robusto y de más edad detuvo el gesto amenazador del
_ Lo conozco, es el renegado.
los indios rebeldes atacaron esa misma noche. El cuerpo de La China todavía estaba
fresco.
Este asalto fue más cruento que el primero. Trecientos hombres a caballo
teas encendidas dispuestos a quemar todo. Antes de que los habitantes pudieran atinar a
cualquier acto defensivo, la ciudad se sumió en una humareda espesa y gritos de terror y
dolor.
El cacique asintió y le indicó con un gesto que subiera a la grupa para salir a toda
199
velocidad en dirección a la
Las mujeres salían de sus casas, corriendo aterradas y cargando a sus hijos para
protegerlos del fuego que se expandía por los techos, pero en cuanto alcanzaban la calle
eran interceptadas por los hombres de pieles curtidas y rostros severos que las atrapaban
por las melenas y las subían al lomo de sus cabalgaduras. Así eran raptadas, de bruces y
atravesadas en el cuerpo del animal. Muchos niños, desorientados corrían igual destino.
el suelo. En la confusión, Felipe corría de un lado para otro con las ropas en llamas hasta
que una lanza lo atravesó desde la nuca hasta la barriga y cayó a los pies de una negra
que, desorientada igual a los niños, permanecía inmóvil, tal vez a la espera de que
la hija de Inés y entró al templo donde ya se encontraban los pocos que habían podido
Carolina supuso a qué se exponía su esposo. Sin perder tiempo arrastró a Julián,
semidormido en su borrachera, hasta el establo, donde después del primer ataque indio
habían construido un sótano. Una vez que el hombre se desplomó dentro, y cuando ella
200
el galope a su espalda. Entendió que ya no podría ocultarse, de manera que cerró la tapa
del agujero, ateó fuego a la paja y salió por atrás. Corrió lo más velozmente que pudo,
_ Es su mujer.
comprometido de Julián.
caballo. Ambos desenfrenados. “¡Corre! ¡Corre aún después de que el aliento se acabe!
Y si la niña, que fui, renuncia ¡Corre más! El desamor endurece los músculos… el
corazón es un músculo”
Sintió las piernas aflojársele. Levantó la falda con ambas manos para que sus
pasos no se enredaran con las telas estampadas. La sangre se le espesó y costó a fluir por
las venas, como púas o rejas que se erguían en sus paredes intestinas. Cárcel,
melena y patas rasgó la humareda, alzó las boleadores y dobló la velocidad del galope.
En un renovado impulso, ella perdió uno de las alpargatas y a pesar del ardor que
201
rasgándole las plantas de los pies, siguió. Las flores anaranjadas de su falda ondearon en
el paisaje y la tierra seca le refregó los labios. Presintió el golpe antes mismo de
errantes”
madera, en las piedras caldeadas. Ya lejos, los trecientos indios arrastraban más de la
mitad de las mujeres y los niños pobladores, además de unas quinientas reses. Inaca
Cuando se reanimó, Carolina tenía la cabeza apoyada sobre un hombro que olía a
ceniza y grasa. Sin desviar la mirada del camino, allá al fondo ya se veía la toldería, el
jefe indio pronunció unas palabras que ella no comprendió “wedaymi cha?xxxvii”. Sin
embargo, entre esos brazos cubiertos de venas y salpicados de sangre ajena, sintió una
cierta dicha que no recordaba estar acostumbrada. Cansada de usurpar afectos ahora
estaba siendo requerida aunque fuera el trofeo de alguien. Los pasos del caballo la
adormecieron. Volvió a recostarse sobre el pecho de su captor. Se entregó sin luchar a esa
♣♣♣
202
todas las provincias y comarcas para que vivan bajo vuestra obediencia, buena vigilancia
gobernar, se les hace menester determinar más por lo jurídico que por lo arbitrario
porque esta provincia en todo el reyno de Chile es la que más necesidad tiene de
203
extraordinarias se ofrecen que proveer, por tener las calidades notorias que en este
servido a su Magestad sin ninguna esperanza de premio, por estar el gobernador ausente
pedir gratificación por lo que han servido, siendo este lugar de los más peligrosos y
donde más fortaleza de los pobladores se requiere. Tiene por buen crédito la persona que
le entrega este informe, aspirar a los más altos deseos de cada uno de los súbditos
vuestros para que en el cumplimiento de la ley se haga justo oído de nuestros reclamos
Magestad bien puede mostrarle para ver y entender que la necesidad y obligación nos
Vuestra majestad proveerá lo que fuere necesario y más conviniere y nuestro Señor en la
recíprocos y señoríos como vuestros vasallos deseamos desde esta ciudad de La Punta
de los Venados.
♣♣♣
204
Las telas blancas del hábito pretendieron detener los pasos acelerados de
Fernando. Sacudidas irregulares, de los golpes de sus rodillas contra los pliegues
clavada en su mente, tal cual veía todos los días los clavos de su Redentor en la cruz
modesta, esculpida por su ayudante indio, le produjo, a cada paso, una especie de
desmayo intelectual. ¿Cuál sería la reacción de sus superiores y del rey, en la península,
sobre hojas que, con el pasar del tiempo, se fueron transformando en un informe
señalar coyunturas complejas o errores ajenos sino para que, como todo en su vida,
párrafo había esparcido tanto la euforia cuanto la decepción. Con palabras recatadas,
Querido Fernando,
desde mi destierro de La Punta de los Venados. Usted sabrá mejor que nadie lo costoso
que me resultó durante este tiempo solevantar nuevas alforjas, sin olvidar el suelo del
que vengo y al que pretendo volver sea el momento en que fuere. Noté, en las últimas
cartas recibidas, que la situación, tal vez, sí sea lo grave que usted declara desde el inicio.
Sepa disculpar mi desconfianza al respecto, es que los comentarios que nos llegan hasta
Cuyo sobre la Compañía son tan variados cuanto contradictorios y se nos hace difícil,
modo no quiero que se alarme por lo que voy a confesarle. Yo, por mi parte, he intentado
desde aquí convenir alguna solución, más, no hay jurisdicción interesada en atravesarse
de los Venados se trata. Usted sabe, que ahora sí cuento con la voluntad necesaria para
intereses de los míos, y de aquellos otros que también habitan nuestras tierras.
206
zarpará desde Santiago hacia España, y su informe tomará el mismo rumbo conmigo,
buscando cobijo en juicios ajenos. Ojalá encuentre respuesta en aquellos que nos han
el mundo es la herramienta menos agradable pero más provechosa, ésa que se afila con el
tiempo y es menester darle uso en las últimas acometidas. Si nadie responde en nuestro
Sepa que he vuelto a la capilla. Aún siento a mi virgen cómplice y calma. ¿Será
que me reconoció y no he cambiado a sus ojos? Comencé a creer que nunca me fui
la he dado, fraile, y comprenda que no queda sangre litúrgica en mis sollozos. A veces
creo que canjeé la inocencia por la verdad, y hoy soy otra persona que no siente afecto
por los muertos ni aflicción por los vivos, nada más que compromiso por los que estamos
♣
207
La Punta de los Venados, lugar donde algunas personas vivían para el acúmulo,
con movimientos, tal vez, menos veloces y exactos que los de su juventud pero igual de
eficientes. La liturgia había concluido. Vio los rostros de los que a ella concurrieran, ni
cuidando que estuvieran impecables para luego poder re-sumirse en la acción segura de
mirada al vientre de la imagen, rígido como la materia que lo componía, prescrito como
el tiempo pasado, carnívoro como las flores que se nutren de insectos, libre como las
_ Estoy solo como siempre pero esta mano pequeña de piel curtida por la
incomprensión humana que ahora me roza, la dueña de esta mano a quién supero en
altura, que me mira con los ojos llenos de sorpresa y humanidad, amistad y ausencia de
desconfianza, esta mano entibia la mía con sólo tocarla. Si la aprieto en el afán de no
sentirme tan perdido, tal vez me conduzca el paso hacia lo que aún me resta de futuro.
♣♣♣
Juan intentaba imaginar cuántas marcas habría, sobre la tierra y precediéndolo. “El
pasado de nuestra provincia, en los lejanos y oscuros tiempos de sus orígenes y en los más
que nuestros antepasados no estaban para conservar papeles, pues les bastó transmitir a sus
referidas, en las horas del reposo o del desaliento, en las intimidades del hogar”1
negado de “las” que no empuñaron armas pero sí, limpiaron la sangre y la fertilizaron una y otra
vez?
Tal vez las respuestas estuvieran en el polvo seco e indocto que se levantó, más allá de su
Ahora los sueños cobrarían cuerpo; silueta de viajes y conocimiento primerizo como si
después, el juicio reiterado lo defendería como siendo el único que reescribiera la identidad
1
Parte del prólogo de Juan W. Gez en “Historia de la provincia de San Luis”. Reedición de junio de 1996. San
Luis Libro.
210
té debería seguir esperando así como la historia a ser contada. Tal vez cuando volviera para
Gez pidió que lo trajera hasta la sala y fue a su encuentro, luego de vestir el saco oscuro.
mundo.
Jouvita lo miró y en la palma abierta depositó un envoltorio de cuero del que salían hojas
amarillentas y ajadas.
_ Señor Gez, no quiero molestarlo… Desde mis antepasados, que esos escritos pasan de
uno a otro, en la familia. Nadie supo nunca qué hacer con ellos. Usté seguro les encontrará buen
uso.
Gez tomó, de la petaca de cuero, la hoja que más sobresalía. Acomodó los lentes sobre la
daba al jardín, la abstracción casi alienada del hombre blanco. Vio la espalda, de hombros
caídos, que reverenciaba al tiempo. Las manos estremecidas, la frente ebria de ahínco y el brillo
tierra y piedras? Perdimos tanto, vidas, pero ahora estamos aquí, sobreviviendo a un amargo
día después del otro, penosamente, uno de cada vez. Los hombres blancos ya estaban en
nuestras tierras cuando yo nací, por eso no me es extrañó convivir con ellos, viéndolos dar
órdenes y arreándonos, como a ganado, de una región a otra, como si nuestra necesidad de
211
Suan nació cuando yo tenía ocho años, es el quinto hijo de mi familia y la tercera hija
mujer. Fue en un invierno frío y lleno de sucesos inesperados para nuestra ya venida a menos
población, así que casi no tuvo tratamientos especiales, ni los cuidados, a los que nuestros
niños habían estado acostumbrados a recibir en otros tiempos. Pero Suan creció como
cualquier crío, que no se deja contaminar con las agruras de la gente grande y en un ambiente
extraño de movimiento militar. A veces hacía preguntas que recibían por respuesta gestos
silenciosos o caricias en la cabeza con la intención de “un día comprenderás”. Para mí ha sido
más difícil, lejos de mi familia. Aunque ya comprendí en cuerpo y alma todos esos absurdos,
aún duele, rebela, resiente más y más. Y así ha sido hasta hoy…
212
i
Toda sabiduría viene del Señor, y con él está por siempre (Eclesiastés I:1)
ii
Choclo secado al horno, que se conserva mucho tiempo.
iii
Perro.
iv
Bebida que se prepara con algarroba molida, blanca o negra, o fruta de molle beber. Se la deja
fermentar poco tiempo, en agua abundante, en tinajas, noques, jarras. Es dulce, refrescante,
agradable.
v
Especie de mazapán, que se hace con harina de algarroba, mientras más cernida mejor,
ligeramente humedecida y puesta en moldes, donde se la apisona y luego se pone a cocer a las
brasas.
vi
Aturdido, atontado.
vii
Trabajar esforzadamente. Ayudar a otro en sus penas y trabajos.
viii
Infusión que se prepara con la yerba mate. Se le dice también: mate cocido.
ix
Prenda muy criolla de la vestimenta femenina, comúnmente ancha, que se sujeta con pretina a la
cintura.
x
El caballo que tiene el pelaje blanco en la parte anterior de la cabeza.
xi
(Ah, mal haya) Interj. Expresa deseo. Ojalá. Se usa mucho en dos sentidos contrarios: ¡Amalaya
te parta un rayo!
xii
Nombre huarpe: corazón
xiii
Manada de caballos baguales. Hacienda de animales alzados o salvajes.
xiv
Expirar, morir.
xv
Intoxicación alimentaria, frecuente en los niños. Se “quiebra el empacho” con cataplasmas y
tisanas de yuyos medicinales.
xvi
Moverse de manera de evitar los golpes. Levantarse después de las adversidades.
xvii
Diablo, Satanás.
xviii
Fatigarse la mente por resolver un problema, por encontrar una solución.
xix
Manta de lana de llama o de oveja, que conserva los tonos naturales. Es tejido en telar criollo y
luego cardada.
xx
Tejido fuerte, para ropas bastas, hecho en telar criollo.
xxi
A unos 20 kilómetros al sur este de la ciudad de San Luis. Poblado a principios del siglo XVIII.
xxii
A 30 Kilómetros al sur de la Ciudad de San Luis.
xxiii
Recipiente para llevar agua, vino y alguna vez municiones. Hecho con un asta de vaca, cerrado
con una rodaja de madera en la base y un tapón en la parte angosta.
xxiv
Parte de la cabezada, la que rodea el cogote del animal.
xxv
Hombres del fuerte que salen a rastrear el campo inmediato en búsqueda de rastros de indios.
Deben ir al paso y con los caballos de tiro.
xxvi
Estar embarazada la mujer
xxvii
La localidad de Charlone ubicada a 55 kilómetros al sur de la ciudad de San Luis, antiguamente
era conocida con el nombre de Chalanta.
xxviii
Confusión, desorden
xxix
Interj. Voz con la que se asegura ser verdad lo que se dice.
xxx
Sol (Mapuche)
xxxi
Dícese de la persona que se enoja y se queda hosca y como metida en su rabia.
xxxii
Temblar. Sentir escalofríos.
xxxiii
Toda la tierra es una sola alma y somos parte de ella, no podrán morir nuestras almas, cambiar
sí que pueden pero no apagarse. Una sola alma somos como hay un sólo mundo.
xxxiv
Mezclar, confundir (Deformación de mixturar).
xxxv
Aficionado a galantear, si es varón; a aceptar o provocar festejos, si es mujer.
xxxvi
Mod. Aplícase a las personas que no saben guardar secreto, o lo que se les ha confiado en forma
reservada.
xxxvii
¿Estás satisfecha? (Ranquel)