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III.

TERRATEN IENTES Y POLÍTICA


HORA, Roy, Los terratenientes de la Pampa Argentina. Una
EN EL CAMBIO DE SIGLO
historia social y política 1860-1945, Siglo Veintiuno, Buenos Aires,
2005. Capítulo 3.

La profundidad y la velocidad de la transformación social impulsa-


da por la expansión agraria que alcanzó su momento de mayor dina-
mismo desde la década de 1880, produjo una diferencia cualitativa
en la historia del proceso de formación de clases en la Argentina. En
esos años, la economía de mercado terminó de consolidarse y los
contornos de la sociedad capitalista se volvieron más nítidos. El de-
sarrollo de una clase terrateniente más poderosa, y también más cons-
ciente de sí misma, fue un producto típico de este período. Por un
tiempo, sin embargo, algunas consecuencias políticas de este cam-
bio permanecieron ocultas, A lo largo de la década de 1880, los
estancieros mantuvieron una notable unidad de miras: cualesquiera
hayan sido sus sentimientos personales hacia la administración del
PAN, todos parecían advenir muy bien que desafiar al gobierno era
una tarea que estaba más allá de sus posibilidades. Si bien las críticas
al gobierno no faltaron en esos años, los estancieros nunca mostra-
ron -interés en adoptar una actitud más comprometi da en la vida
pública. Las razones son comprensibles. El orden estatal nacido en
1880 no sólo era demasiado poderoso como para ser desafiado; el
clima particularmente favorable para el desarrollo de la actividad
rural que el PAN había colaborado decisivamente a crear también
hacía que el activismo ruralista resultara menos urgente que en el
pasado. Como muchos e~tancieros entonces percibieron con clari-
dad, los años ochenta funon una década particularmente buena para
hacer n¡;gocios, y particularmente mala para impulsar, u;~.lq111er pro-
yecto d~ activismo político
Dw ante esos años de necímienro y estabilidad, est.; modo de
relación entre terratf'niemes y Estado produjo beneficim para J.m-
130 l?o_y Hom fi-rratmientesy política en el cambio de siglo L'll

bos: permitió a los empresarios concentrar sus energías en sus asun- en torno al problema del proteccionismo. La emergencia de un cli-
tos privados, y le aseguró a la nueva coalición dominante la adhe- ma industrialista, particularmente fuerte en el Congreso, causó cier-
sión, no siempre activa pero en tndo caso bien firme, de la elite ta inquietud entre los grupos terratenientes, pero todos los proyec-
socioeconómica del país. Los años ochenta, sin embargo, termina- tos de crear un partido librecambista terminaron en el fracaso. Para
ron en una fuerte depresión económica, que se acompañó de una el cambio de siglo, nuevas circunstancias históricas modificaron la
crisis política no menos profunda. La expansión económica fue sü- forma en que los estancieros definían sus intereses y su relación con
biramente interrumpida, y con ello creció el número de los descon- el sector industrial y la pol.ítica económica proteccionista, y en ese
tentos. En consecuencia, las fuerzas que habían contribuido a ce- nuevo contexto sus antiguos temores dieron paso a una actitud me-
mentar la alianza entre terratenientes y orden político se debilitaron nos hostiL Durante la expansiva década de 1900, los terratenientes
notablemente. A aquellos estancieros que afirmaban que un grupo llegaron a la conclusión de que el crecimiento de la industria no
social que había crecido en poder y prestigio debía ocupar una posi- implicaba amenaza alguna a su posición privilegiada. Y sin embar-
ción política más prominenre que la que hasta entonces éste poseía, go, como lo indica la fundación de otro partido de clase en 1911, la
la convulsionada década de 1890 les ofreció la posibilidad de agitar relación de este grupo social con la elite política siguió siendo pro-
y movilizarse en favor de la creación de un lazo más estrecho entre blemática hasta el final del orden oligárquico.
terratenientes y poder político. Para aquéllos que veían a la partici-
pación política con menos entusiasmo, que sin duda conformaban A. LA UNIÓN PROVINCIAL
el grupo mayoritario entre los terratenientes, la situación también
había cambiado radicalmente, pues el costo de la indiferencia pare- A comienzos de la década de 1890, las referencias a la falta de poder
cía cada vez mayor. Aun a disgusto, también a ellos la crisis política político de los estancieros se volvieron corrientes. En diversas oca-
y económica de la primera mitad de los años noventa los obligaba a siones, distintos dingentes ruralistas llamaron la atención de sus pa-
considerar nuevas alternativas al dominio autonomista. res sobre las diferencias que los separaban de los productores agra-
Este contexto explica por qué una clase terrateniente renovada y rios de Europa y los Estados Unidos, a quienes veían como verdade-
más poderosa impulsó la formación de un partido político de clase, ros interlocutores del orden político: En la asamblea anual de 1891,
bauti?ado con el nombre de Unión Provincial. La historia de esta el presidente de la Sociedad Rural censuró duramente a los políticos,
fuena, que contó con el apoyo decidido de la Sociedad Rural, indica destacando el poder e influencia de los agricultores norteamerica-
hien que la relación entre tierra y política era compleja inclmo UJ;mdo nos.1 A fines de ese año, Ernesto Quesada, el estanciero y hombre de
el poder de los terratenientes se encontraban en su apogeo. La expe1ien- lrtras, firmó un artículo en Anales en el que criticaba abiertamente a
cia de la Unión terminó con un humillante fracaso, y de allí en adda11te 1:-lerbert Gibson y a aquellos de sus colegas que se quejaban de los
la Sociedad Rural permaneció remisa a participar abiertamente en el problemas rurales pero que se abstenían de particípar .en los asuntos
poco edificante mundo de la política criolla. públicos. Para asegurar una buena administración, argumentaba
F.sre no fue elt'mico problt>ma que afectó a los terrateniemt:.., del Quesada, "sólo se requiere que el Sr. Gibson y todos los que tienen
período. La década de 1890 también asistió a la definición de un intereses en la campaña ó qut> la habitan, intervengan honestamente
nuevo espacio de tensión entre terratenientes y Estado. En tsm ;¡ños, en elegir autoridades adecuadas". 2 La prensa también colaboró en la
el proceso de crecimiento industrial abrió e( camino para el s<~rgi­ creación de un clima de denuncia, que a mediano pla:w se revelaría
miento de nuevos grupos empresarios, ;-tSÍ como de nuevm pumos favorable para el ingreso de los terratenientes en la arena política. El
dt vista y grupos de interés que influeJH iaron la definición de h Periódico del EstanrÍfYIJ, por <:'jernplo, urgió a las clases poderosas a
política económica. Ello smcitó una dJsl:usión muy viva sobre el
'ASRil, XXIV:K ( IH91L Pl' li>R-71; ASRA, XXIV:9 {1891 ), pp. 203·8.
rumbo que debía tornar la política tconómica argentina, que girab.a
'ASRA. XXIV: 1O (J 8'll l. p !.4c·.
132 Roy Hom 7emttenientes y polítim en el mmbio de siglo 133

salir de su pasividad, argumentando que "el elemento conservador mente en un llamado electoral, en el que .finalmente la oposición
está obligado a actuar seriamente, y puede y debe hacerlo en home- decidió abstenerse. Para ese momento, las principales fuerzas de opo-
naje a la felicidad de todos. Es tiempo ya de que abandone esa acti- sición, los mitristas y los radicales, ya habían decidido que no valía la
tud de mero espectador, que no cuadra en absoluto a sus intereses". 3 pena concurrir a elecciones, y se dispusieron, sin más trámite, a pre-
Con el correr de los meses y la profundización de la crisis, los parar un levantamiento armado. 7
argumentos que insistían en la necesidad de impulsar a los terrate- Para entonces, la crisis económica, iniciada hacia fines de la dé-
nientes a la acción ganaron fuerza. La caída de Juárez Celman en el cada anterior, se había profundizado, afectando seriamente a mu-
invierno de 1890 había dejado una escena política muy fragmenta- chos estancieros. Los precios de la tierra cayeron más del 60 por
da, en la que ningún partido tenía primacía. 4 Uno de los intentos ciento entre 1889 y 1891, y permanecieron bajos por tres o cuatro
más serios de reorganizar al PAN, entonces quebrado en varias fac- años. 8 Como consecuencia, los terratenientes vieron que el valor de
ciones, tuvo lugar en la provincia de Buenos Aires, que no había sido su principal activo se reducía a menos de la mitad. Su ingreso tam-
afectada por el alzamiento de 1890. Julio Costa, el gobernador auto- bién se contrajo, por la caída de los precios de la lana y los cereales.
nomista de este Estado, había heredado una gran organización polí- La provincia no pudo servir su deuda, y cesó sus pagos. Los bancos
tica, que a su vez reforzó con vistas a competir por la presidencia en Hipotecario y de la Provincia se vieron obligados a cerrar sus puer-
1892. Gracias a su control absoluto del gobierno provincial, Costa tas, afectando seriamente el mercado de capitales. 9 Esros bancos ha-
construyó una poderosa maquinaria basada en los recursos de la ad- bían sido una importante fuente de crédito para la expansión de la
ministración. En cada elección, su Partido Provincial podía contar, actividad rural en la década de 1880, y cayeron cuando la provisión
afirmaba uno de sus críticos, con "la ayuda de las bayonetas provin- regular de crédito barato era más necesaria que nunca. El pánico
ciales, y los votos de los barrenderos, los matarifes y los empleados creció, y con él vinieron las recriminaciones. Las acusaciones de co-
provinciales". 5 Si bien el gobernador y sus aliados modernistas no rrupción gubernamental se escucharon por doquier. En 1891, un
pudieron hacerse con la Presidencia en 1892, de todas maneras con- terrateniente habitualmente moderado como Emilio Frers le escri-
servaron a Buenos Aires bajo férreo control, y la mantuvieron así en bía a un amigo que "en los últimos días nos ha tenido a mal traer,
un clima de creciente aislamiento y autoritarismo. 6 En su mayoría, aquí, la idea de la liquidación del Banco de la Provincia, el coloso
la opinión pública consideraba ilegítimo al gobierno de Costa, y argentino que era nuestro orgullo y que tantos servicios ha prestado
otro tanto hacían las fuerzas de oposición: ello, junto a la extrema al país [... ] ¿no le vienen impulsos de pedir una colgatina de juaristas
debilidad en la que había caído el gobierno federal, hizo que la vio- [... ] y todos los demás istas que nos han traído o han contribuido a
lencia volviese a conformar (como había sucedido en el período pre- traernos esto?". 10 Desde la perspectiva de los terratenientes, la per-
vio a 1880) un rasgo característico de la competencia partidaria. A cepción de que el gobierno se encontraba totalmente aislado de la
comienzos de 1893, los seguidores de Costa se impusieron violema- opinión pública y de que actuaba irresponsablemente se tornaba muy

1 PE, nro. 6, enero de 1892, pp. 81-2. 'Sobre la política en la provincia, remito a mi "Autonomistas, Radicales y Mi tris-
; Paula Alonso, Entre la revol11ción y las urnas. Los orlgenes de lr1 Unión Clvicr1 ras: el orden oligárquico en la provincia de Buenos Aires {1880-191 2)", B!R, III:23
Rodielll y la polftíca argentimt en los años noventa (Buenos Aires, 2000), pp. 72-99. (2001).
'RRR 25 de marzo de 1893, S; 4 de marzo de 1893, p. 5; Ezequiel Gallo, "Un "Herberr Gibson, Tht History rmd Pment Stflte ofthe Sheep-Br(eding lndmtry in
quinquenio difícil: las presidencias de Carlos Pellegrini y Luis Sát:nz Peña ( 1890- the llrgrmtine Republic (Buenos Aires, 1893) p. 96; Roberto Corté~ Con d.,, El progreso
189'5)", en (;ustavo Ferrari y E. Gallo (editores), Lt1 Argentina. Del Ochenta al Cente- argentino, 1880-19J.i (Buenos Aires, 1979), pp. 164-6.
nario (Buenos Aires, 1980), p. 223. " Adoldo Saldías. Buenos Aires en rf centenario (Buenos Aires, 1988}, v. Ill, pp.
•· Gallo, "lJn quinquenio difícil", pp 21 S·-43; Roberto Etchepareborda, Tm revo 195-200.
lutiones (Buenos Aires, 1968), pp. 136-40; Mariano G. Bosch, Historia del Partido le
"' Emilio Frers a Pedro Agote, 1O de abril de IS'Jl, en Emilio fr~rs. mm Diver-
Radical. Ln U. C. R. 1891-1930 (Bueno> Aires, 1931), p. 46. <os. Vll (Buenos Aires, llJ 19), Vil, p. 132.
134 Roy Hora
Ümltt·nimtes y polítim en el cambio de siglo 135

inquietante precisamente porque las condiciones políticas y e~onó­


a cargo de los gobiernos locales) con hombres provenientes de las
micas que les habían permitido prosperar en la década antenor se
filas de la burguesía terrateniente. De los 75 nuevos comisionados,
hallaban seriamente amenazadas. Es comprensible entonces que el
al menos 31 pueden hallarse en el listado de socios de la Sociedad
malestar ganara a muchos estancieros. Así lo testimonia una nota de
Rural confeccionado en 1890; tal vez 7 u 8 más, si bien no eran
La Prensa, que informaba, a mediados de 1892, que "la situación
miembros de esta asociación ruralista, pertenecían a importantes fa-
política y administrativa de la provincia es objeto de la censura uná-
milias propietarias. 12 Los terratenientes nunca habían estado tan bien
nime de la opinión pública [... ] El gobierno camina por el peor de
representados en la administración local.
los senderos, acentuando día a día su divorcio con la opinión [... ] Es
La crisis en Buenos Aires terminó de convencer a un grupo de
necesario oír lo que se habla en los centros de hacendados para for-
propietarios rurales de que el momento de entrar de lleno en el pan-
marse una idea de las impresiones del gremio y del temple de su
tanoso terreno de la política criolla finalmente había llegado. El pres-
espíritu respecto de las cosas de la Provincia". 11
tigio de Olivera, y su simpatía hacia la causa terrateniente, pueden
Por un tiempo, los terratenientes no hicieron otra cosa que que-
haber impulsado a muchos estancieros a dar los primeros pasos en
jarse y protestar. Su acritud cambió luego de los levantamientos del
este sentido. Si bien a poco andar Olivera fue acusado de favorecer a
invierno de 1893. A mediados de ese año, el presidente: Luis Sáenz
los radicales y a los cívicos, y debió dejar el cargo, su suceso.r Luci~ V.
Peña, muy debilitado por las desavenencias que dividían: a sus prin-
López, pronto reconocido como un intervent~: recto, e Imparc.Ial,
cipales sostenes, sorpresivamente decidió dejar el gobierno en ma-
era un hombre en quien los terratenientes tamb1en pod1an depositar
nos de la oposición. Para ello nombró a Aristóbulo del 'Valle como
su confianza. Estas circunstancias ayudan a explicar por qué un in-
ministro de Guerra, y lo dotó de poderes que lo volvían un jefe de
édito proyecto terrateniente de descender sobre la arena política con
gabinete de facto. La hostilidad del nuevo ministerio hacia los go-
una fuerza política propia cristalizó en ese preciso momento. Pero
biernos provinciales, que en su mayoría seguían en manos de hom-
esta acción debe ser entendida desde la perspectiva más amplia que
bres del PAN, lanzó a los radicales y a los mitristas a la acción, y a
ofrece el proceso de desarrollo y maduración de la clase terrateniente
fines de julio de 1893 éstos se levantaron en armas en varias provin-
pampeana. El factor decisivo que impulsó a los estancieros a tomar
cias. En Buenos Aires, la insurrección obligó a Costa a encerrarse en
parte en la política electoral. fue ~a conjunción de u?a s~:uación ~t~e
La Plata donde, rodeado por sus seguidores, se re~istió a renunciar.
juzgaban como de alta pehgros1dad -una combmac10n de c~Is~s
Unos d.ías más tarde, los levantamientos llegaron a su fin cuando
política y depresión económica- con un~ nueva forma de p~rc1b1r
Pellegrini, de fuerte influencia sobre el Congreso, volcó al· Parla-
su lugar en la sociedad rural y en la Argentina toda. En esos anos, su
mento contra el ministro Del Valle, a quien el presidente le quitó la
prestigio social, su poder económico, y su compromiso c~n el sector
confianza y lo instó a abandonar el cargo. Estos sucesos fueron se-
rural se habían profundizado al calor de las transformaciOnes de la
guidos por una intervención federal que desarmó a los alzados de
década anterior. Procesos de corto y largo plazo se potenciaron para
Buenos Aires. El presidente Sáenz Peña nombró a Eduardo Olivera,
impulsar a los principales señores de la pampa a la acción: una clase
entonces presidente honorario de la Sociedad Rural, a cargo de la
terrateniente más poderosa y prestigiosa se sintió repentinamente
intervención. Al designar a un hombre de gran prestigio entre las
amenazada por una crisis que se desplegaba en varios frentes. Para
clases acomodadas, Sáem. Peña parecía querer dar una señal de neu-
los estancieros, la combinación de crisis económica y caos político
tralidad, y al mismo tiempo convocar a los propietarios rurales a
siempre había sido peligrosa, pero situaciones de este tipo nunca les
colaborar en la restauración del orden. De hecho, Olivera inmedia-
habían dado a aquellos que tenían ambiciones de liderazgo la opor-
tamente designó a importantes terratenientes entre sm colaborado,
res, y llenó los puestos de comisionados municipales (lm..::rinamenre
1
' l.P, 18 de julio dt.! 1892. También fEA, 2 de julio de 18'>2, p. 7. - -~z Carlos Ravelio, l:.duardo Olivera (Remía biogrdfica) (Buenos Aires, 1928), pp.
1J4-5; ASRA, XXIJJ: 1 ( 1890), pp. 86-96.
]erratenientes y politicn en el cambio de siglo 137
136 Rr~yHom

importaran sus compromisos y fidelidades anteriores. Con el fin de


tunidad de guiar a sus colegas hacia la lucha política. En 1893, la afrontar los gastos de la elección, los estancieros aseguraron que re-
situación era distinta, pues los terratenientes, como colectivo, ha- unirían la notable suma de $1.000.000, equivalente a una décima
bían ganado poder y confianza en sí mismos. El dinamismo alcanza- parte del presupuesto provincial de 1893. 15
do por la economía rural en la década de 1880 y la consolidación de El anuncio del lanzamiento de los terratenientes a la arena polí-
la clase terrateniente que resultó de ella crearon las condiciones que tica concitó grandes expectativas. "Se inicia la formación de uncen-
hicieron posible una redefinición de la relación entre grandes estan- tro político accidental, independiente, fuera de los partidos, con
cieros y poder político. personas de posición alejadas de sus filas", reportaba con aprobación
A fines de agosto de 1893, los estancieros comenzaron a organi- el diario La Prensa. El principal diario argentino, cuyas simpatías
zarse. Entonces La Prensa informaba que "un grupo de personas co- entonces estaban con los radicales, continuaba afirmando que "los
nocidas, formadas en su totalidad por estancieros de los principales hacendados, los propietarios del suelo, las grandes fortunas son fuer-
de Buenos Aires trabaja ya en la organización de un comité electo- zas sanas y con influjo sólido y legítimo en todos los pueblos consti-
ral". 13 En el pasado, muchos de los hombres a los que este diario se tuidos de la tierra. [En Argentina] es deplorable que esos elementos
refería habían manifestado distintas afinidades políticas. Mariano no hagan vida permanente de partido [... ] debe celebrarse como un
Unzué, por ejemplo, que en esos momentos ya se destacaba entre los acontecimiento cívico la incorporación de los hacendados a las lu-
líderes terratenientes, había sido durante largo tiempo simpatizante chas elecrorales". 16 Con similar entusiasmo, la Review of the River
del general Mitre. Unzué era seguramente apreciado por los cívicos Plate, señalaba que "es grato observar que los hombres más ricos de
por sus contribuciones monetarias más que por su poder electoral o la provincia por fin toman conciencia del hecho de que participar en
su capacidad para liderar. Se contaba entre los estancieros más ricos política es su obligación, pues deben impedir que la horda de agio-
de la Argentina, y dejó a su muerte en 1906 unos $35 millones, tistas continüe arruinando y robando la provincia a sus anchas" . 17
cuatro quintas partes de esta cifra en propiedad rural. Aparte de El partido de los estancieros, bautizado con el nombre de Unión
poseer un cuarto de millón de hectáreas, Unzué dejó una hermosa Provincial, no era nuevo solamente porque se proponía movilizar a
residencia urbana, la "quinta Unzué", que en la década de 1930 pasó las clases propietarias. Esta fuerza también constituía una novedad
a ser la residencia oficial del presidente de la república, y el lugar en tanto rompía con la tradición política liberal que conformaba la
donde Evita murió. Ezequiel Ramos Mexía, otros de los líderes te- base de la política argentina. El país nunca había asistido a la apari-
rratenientes, era un autonomista y un amigo de Pellegdni, y habría ción de un partido de base clasista, y muy pocos estaban dispuestos
de tener una carrera püblica más distinguida que la de Unzué (que a sostener que un cambio en ese sentido era deseable, mucho menos
fue, por sobre todas las cosas, un empresario preocupado por su necesario. Algunos observadores estuvieron lejos de mostrar entu-
propio engrandecimiento patrimonial). Sus destrezas técnicas y admi- siasmo con la creación de un partido identificado con un grupo so-
nistrativas le abrieron, en reiteradas oportmúdades, las puertas del Con- cial particular antes que con la sociedad en su conjunto. Es entendi-
greso, así como también de los ministerios de Agricultura y Obras Ptl- ble que los voceros partidarios mostrasen mayor preocupación con
blicas. La falta de unidad partidaria, sin embargo, no era vista como un la aparición de una fuerza de estas características que, inevitable-
obstáculo por los iniciadores de este movimiento, pues su intención era mente, amenazaba su monopolio de la vida pública. Tribuna, que
presentar una candidatura independiente de todas las fuerzas en pug-
na, concebida como "más administrativa que política'' . 14 En conse- " 1 P. 2 de septiembre de 1S93; Lucio V. Lópe1., fntervención a la Provinda de
cuencia, todos los terratenientes fueron invitados a sumarse, sin que B11enos Aires. lnforme del Interventor Naríonal de la Provincia de Buenos Ams (Buenos
13
Aires, lS94), p. 22.
LP. 29 de agosto dr 1S93. 1
" I.P, 8 de septiembre de 1893.
l.P, 29 de agosto dt> IS93; 1o de septiembre d~ IS93; RRP. 16 de septiembre de
1
i 1 · RRP, 2 de septiembre de JS93, p. S. También LN, 1" de septiembre de IS93.
IS93, p. S.
13ll RoyHom Terratenientes y política en el cambio de siglo 13'>

expresaba los puntos de vista del roquismo, no veía con simpatía la de experiencia en esos asuntos. Como ya hemos señalado, algunos
aparición de una candidatura quepo d1a . . , . ls Este
, "acusar exc1usivismo
estancieros contaban con una historia política. Pero se trataba, casi
exclusivismo, deploraba también La Nación, era contrario a "los pre- sin excepción, de notables antes que de políticos populares, que no
ceptos igualitarios que son entre nosotros el fundamento tácito de se sentían a gusto ni tenían mayor destreza en la tarea de organizar y
rodas las asociaciones" . 19 Pero es importante advertir que, a pesar de movilizar hombres. Ramos Mexía, por ejemplo, cuyos talentos ad-
todas estas reservas, incluso los voceros partidarios celebraron el des- ministrativos fueron reconocidos por varías administraciones, más
censo de los estancieros desde su augusto lugar hacia la arena políti- tarde iba a recordar que "las luchas electorales nunca han suscitado
ca, pues compartían la creencia de que una participación más activa mis entusiasmos". 23 E incluso para los "vacunos" (el mote con el que
de las clases propietarias era necesaria para mejorar la baja calidad de los miembros de la Unión Provincial comenzaban a ser designados)
la vida pública del país. La Nación, por ejemplo, enfatizó que "he- que tenían un pasado militante, el mayor desafío que debían afron-
mos sido los primeros en lamentar la actitud prescindente, la especie tar era construir una sólida base política propia. Para esta tarea, su
de huelga política a que se habían reducido los grandes propietarios paso previo por el mundo político no ofrecía un punto de partida
[... ] Hemos de estar de parabienes de que se hayan decidido, por fin, demasiado seguro. En la mayoría de los casos, las posiciones que en
a hacer sentir el peso de su in.fluenéia en las luchas electorales". 20 el pasado habían alcanzado en el Congreso, en la Legislatura provin-
Los estancieros de la Unión pronto ganaron el apoyo de una cial, en la administración provincial o nacional, dependían más de
parte significativa de sus colegas. Para mediados de septiembre, die- sus vínculos con las elites políticas nacional y provincial que de sus
ron a la prensa un manifiesto electoral que llevaba las firmas de más credenciales como terratenientes o líderes locales. La tarea que los
de cien terratenientes, y que comprendía a una gran parte de los vacunos debían afrontar en 1893 era ciertamente compleja: debían
principales propietarios de tierra y ganado de la provincia. Los An- dotarse de una organización política no sólo independiente sino tam-
chorena, los Unzué, los Luro, los Marrínez de Hoz, los Cambaceres, bién opuesta a las maquinarias políticas existentes.
los Baudrix, los Duggan, los Pradere, los Díaz Yélez, los Santamarina, En décadas anteriores, los estancieros no habían hecho esfuerzo
. . al es
los Casares y muchos otros estamparon sus nom bres.-' 1 Las pnnCip alguno por alcanzar este objetivo, en alguna medida porque adver-
ausencias eran, probablemente, las de aquellos terratenientes de recono- tían, seguramente con razón, su debilidad políti' a. Ello invita a pre-
cida identificación con alguna fuerza política. Un ejemplo era el de Leo- guntarse si los profundos cambios experimentados por la campaña
nardo Pereyra, a quien hemos visto previamente como presidente de la de Buenos Aires en la década de 1880 habían modificado sustancial-
Sociedad Rural en la década de 1880. Considerado por muchos como mente la posición de los propietarios en la sociedad ruraL Como
el hombre más rico del país (dejaría más de 20 millones de pesos al vemos visto en el capítulo anterior, en esos años la dase terrateniente
morir en 1899), Pereyra era un activo militante del partido radical, sufrió un hondo proceso de recomposición: la creciente especializa-
que lo nominaría como candidato a vicegobernador en las eleccio- ción del empresariado en la actividad rural profundizó sus raíces en
nes que se avecinaban. 22 la campaña, y el papel desempeñado por los estancieros como mo-
Habiendo obtenido el apoyo de muchos de sus pares, los hacen- dernizadores de la ganadería contribuyó a mejorar su imagen públi-
dados de la Unión se dispusieron a organizar su partido. Esra no era ca. La confianza y el orgullo que los terratenientes comenzaron a
una tarea sencilla, en gran medida porque la mayoría de ellos carecía expresar desde los años ochenta sin duda era la fuerza que los impe-
lía a avanzar en esta inédita aventura de creación de una fuerza cla-
---¡;;-Tribun~l. 1o de septiembre dr 1R93 Tamhién LN, 17 De octubre de lll93 sista. Ello explica por qué la Unión Provincial --el primer partido
1
''LN, 1• de ~eptiembre de 1893.
~~~ LN, 17 de octubre de 1893.
de clase que registra la historia argentina- aparecíó precisamente
1
' LP, 15 de septiembre de 1893.
2' Tribuna, 11 de enero de 1894; tarnbien S T. 2.-l de enero de 18'.>4.
2
' Ezequiel Ramos MexJa. Mt• Memorias (Buenos Aire~. 1936). p. 55.
140 RoyHom 141
7érratenientes y polltica en el cambio de siglo

en esa coyuntura de crisis. La combinación de un clima de profunda de la sociedad pampeana no habían sido modificados por la expan-
inquietud con otro más permanente de confianza en el val?~ de sus sión de la estancia moderna. Como hemos visto en el capítulo l, la
propias fuerzas, todo ello en un contexto de fra~tura P?~ltlca q~e pampa nunca había sido un mundo rural simple, polarizado en~re
ofreció incentivos adicionales para la acción colectiva, abno el cami- un pequeño grupo de poderosos estancieros y la masa ~e sus tr~ba}a­
no para que los terratenientes se lanzaran de lleno a la arena política. dores, y cementado por lazos deferenciales o paternallStas. Y Sl bien
Que ello pudiera ofrecer una base adecuada para el éxito de esa aventura la expansión de las décadas finales del sig~o contribuyó.: crear una
no era más seguro en 1893 que un cuarto de siglo antes. elite terrateniente más poderosa y cohes10nada, tambien puso en
Para ofrecer una explicación de este hecho conviene hacer algu- marcha procesos que acentuaron la complejidad de la estructur~ so-
nas consideraciones sobre la sociedad pampeana del período finise- cial. No es fácil ofrecer un panorama preciso de los grupos propieta-
cular. Veamos, en primer lugar, la posición económica y social de los rios basada en datos estadísticos. Pero no pueden caber dudas sobre
terratenientes en la campaña. Como la Sociedad Rural había señala- su heterogeneidad. El censo de 1895 califica a 23.697 person~s como
do muchas veces, el ausentismo resultaba un obstáculo para la cons- "estancieros" y "hacendados", una cifra que representa el s1ete por
titución de una clase terrateniente poderosa en el nivel local. Esta ciento de la población económicamente activa de la provincia. El
25

práctica perdió importancia en la década de 1880, gracias al n~~vo censo no desagrega este grupo en categorías más específi~as, y ello
papel de los estancieros como modernizadores rurales, ~ las. v1s1tas nos impide focalizar la atención en los grandes estancieros. L~s
más regulares, a los veraneos en la campaña. Este camb1o, sm em- cálculos de Hilda Sabato para 1890 indican que, en la zona de antt-
bargo, no contribuyó a crear una clase propietaria que actuase como guo poblamiento al norte del Río Salado, las propiedades d~ más de
líder rural. Al respecto, las mansiones que los terratenientes manda- 5.000 hectáreas reclamaban para sí un tercio de la superficie, y q~e
ron edificar en sus estancias desde comienzos de la década de 1880 dos tercios estaban ocupados por propiedades pequeñas y media-
ofrecen indicios muy sintomáticos, pues en sí mismas revelan que nas. 26 Una estimación conservadora indica que en las tierras de po-
los estancieros le seguían volviendo la espalda a la sociedad local, y blamiento más reciente (de todas maneras menos importantes polí-
que se negaban a desempeñar el papel de una clase gobernante rural. ticamente), las propiedades de más de 5.000 hectáreas ocupaban, al
Aisladas geográficamente del resto de la sociedad local, en general menos, la mirad de la tierra. Aun así, ello dejaba bastante lugar para
ocultas de la mirada de los vecinos por amplios (y con el tiempo propiedades más pequeñas. Un estudio de Emilio ~ahitte de 1901
frondosos) parques, las grandes casas de campo estaban diseñadas muestra que en la provincia había casi 1.000 propiedades de entre
no para funcionar como centros de sociabilidad local, sino para sa- 5.000 y 10.000 hectáreas, y casi 500 de más d.e .10.000 he~tár.eas.
tisfacer los caprichos de confort y privacídad de sus dueños. De to- Estas propiedades eran la base sobre la cual se engieron las prmcipa-
das maneras, algo parece haber cambiado en esos años. Ciertos indi- les fortunas del país. Pero Lahitte también muestra que había 4.240
cios sugieren que algunos estancieros contaban con el respeto y la propiedades de entre 650 y 2.500 hectáreas, junto con otras 32.000
estima de los habitantes locales, y que ello podía ser transformado propiedades de entre 1O y 650 hectáreas. 27 En síntesis, las tierras de
en capital político. Por ejemplo, cuando un líder local llamado Hay los mayores estancieros de Buenos Aires coronaban una estr~crura
Sarmiento le describía a su jefe Dardo Rocha cómo era la situación en su de propiedad compleja. La diversidad de ~sta se pone de m~mfiesto
partido, le señalaba que allí había algunos grandes propietarios-" Dug- cuando la comparamos con la de otras sociedades rurales latmoarne-
han, Morgan, Duffi, Samuel Hale"-, y le señalaba "la influencia moral ricanas. En Chile, por ejemplo, los grandes terratenientes controla-
24
que esa clase de elementos ejerce en la opinión de las localidades".
Esta influencia, sin embargo, era limitada, como el propio Hay ; Censo Naciona/1895. v. 11, p. 139.
1

Sarmiento sabía bien. Ello se debía a que ciertos rasgos estructurales "'' Hilda Sabato, Capítttfismo y ganaderfrl en Buenos Aires: !tt fiebre del lanar. 1850-
1890 (Buenos Aires, 1989). pp. 65-74.
-z4f. Hay Sarmiento a Rocha, 7 de mayo de 189,1, Rocha. legajo 93. ,- l.SR, 1o de julio de 1905. pp. 1468-9.
142 RoyHora lfrmtenientes_y política en el cambio de siglo 143

ban alrededor del 80 por ciento de roda la tierra agrícola, y práctica- En alguna medida, la pampa no era como Salta por la debilidad
mente la totalidad de la tierra irrigada. En la mayor parte de Brasil, de ciertas instituciones como la Iglesia Católica. Una fiel aliada de
si bien las estimaciones son más difíciles debido a la falta de títulos las clases terratenientes en otros lugares de Europa y América Latina,
legales, la concentración de la tierra también era extrema (la dinámi- en Argentina, y especialmente en la pampa, la Iglesia era pobre en
ca zona cafetalera de San Pablo, donde los patrones de tenencia de la términos de recursos, personal y organización. Tanto los primeros
tierra, aunque más concentrados, no diferían tanto de los de la pam- gobiernos independientes como las administraciones que los suce-
pa, era quizás la principal excepción). 28 dieron contribuyeron a debilitar una Iglesia que había sido frágil
Es claro que la posición política de los grandes estancieros no incluso en tiempos coloniales. No se trataba solamente de que la
puede deducirse simplemente de la estructura de propiedad. Los la- Iglesia, como institución, estuviese lejos de ser poderosa; la práctica
zos entre éstos y el resto de los habitantes de la campaña son quizá religiosa, tanto de elite como popular, tampoco era particularmente
más relevantes que el m'1mero preciso de propietarios, o la cantidad vigorosa. Es por ello que en la segunda mitad del siglo XIX, los
de tierra que cada uno de ellos poseía. A este respecto, debe recor- reformadores liberales enfrentaron una Iglesia débil. A diferencia de
darse que tanto en las regiones de poblamiento antiguo como en las lo sucedido en México, Brasil o Perú, el programa de secularización
de frontera, la sociedad pampeana estaba lejos de constituir un blo- avanzó no sólo más rápido sino también, como recordaba Miguel
que social dispuesto a seguir la guía de las elites propietarias. Aun en Cané, "con más limpieza pues no tenemos obstáculos sociales secu-
los distritos más antiguos, la pampa alojaba una sociedad nueva, o lares que nos obstruyan el camino". 31 Cuando algunos militantes
profundamente transformada, en la que los lazos deferenciales, nue- católicos denunciaron-las políticas de secularización y de aceptación
vos o tradicionales, carecían de mayor relevancia. Si una soCiedad del pluralismo religioso lanzadas desde el Estado, sus lamentos caye-
deferencia! existía en la Argentina, ésta debe buscarse no en la pam- ron en saco roto. Para 1890, este programa había avanzado de modo
pa sino en las provincias del noroeste. 29 Así lo comprobaron diversos sustantivo, sin provocar mayor violencia o resistencia. Argentina
hombres del litoral que en este período recorrieron las tierras donde se nunca experimentó una Kulturkampf como la Prusia de Bismarck
había iniciado y enraizado mejor la colonización española. Cuando en ni una rebelión Cristera ·como la del México posrevolucionario. Si
1905 el positivista Carlos Octavio Bunge conoció la finca de Indalecio bien nunca alcanzó los niveles de secularización de la vecina Uruguay
Gómez, en la provincia de Salta, pudo experimentar lo que era una {una sociedad con rasgos similares pero en la que ellaicisismo era más
verdadera sociedad jerárquica. Tras visitar la propiedad rural de este cons- militante), la Argentina del cambio de siglo puede ser considerada
picuo miembro de la elite política nacional, Bunge observó que "ellos como una sociedad en la que la religión 'era, en esencia, un asunto
conservan su modo de ser de grandes señores españoles del tiempo propio de la vida privada antes que un elemento central de la cultura
de la Conquista [... ] sin duda en Buenos Aires no he encontrado colectiva con influencia en la vida política nacional.32 Los religiosos
hasta ahora gente tan clásica y distinguidamente hidálguica". 30 carecían de la autoridad para usar el confesionario y el sermón domi-
nical para instruir a los habitantes rurales sobre sus obligaciones sociales
2
" Arnold Bauer, Chilean Rural Society. From the Spauish Couquest ro 1930 (Cam- y políticas. En la pampa argentina estaba claramente ausente la escena,
bridge, 1975), p.l27; Warren Dean, "Economy", en l.eslie Bethell (editor), Bmzi!. familiar en otros lugares de América Latina, de la hacienda c:on su pro-
Empire and Republic, 1822-1930 (Cambridge, 1985), 233; Alfredo Puccíarelli, El pia capilla donde las familias de los propietarios y de los nabaíadores
capitalismo ,¡grnrio pampeano, 1880-1930 (Buenos Aires, 1986), pp. 254-5.
2'1 Sobrt! esta región, consúlrese James Scobie, Secondary Ciiies of Argentma: the
11
Eduardo Wilde a Cané, 24 de noviembre de 1884, en Cané, legajo :3.
soci,¡f history ofCorrieJJtes, Salta, rmd Mendoza (Stanford, 1980), e Jan Rurledge, (.ltmbio
·~ John Lynch, "The Catholic Church in l.atin America", en l.eslie Bethell (edi-
agrario r integración. El desarrollo del capitalismo en jujuy 1550-J 960 (Buenos Aires, 1975).
3
tor), Cambridge History ofLrttin Amerita, v. IV: c. 1870 to 1930 (Cambridge, 198'i),
" Carlos O. Bunge a Julia y Delfina Bunge, enero de 1905, citado en Eduardo José
pp. 530, 568-70; Roberto Di Srefano y l.oris Zanatra, Historia de la Iglesia Argentina.
Cárdenas y Carlos Payá, Ln A~gentina de los hermanos Bunge (Buenos Aires, 1997), p. 209.
Desde la Conquista hasta fines del szglo XX (Buenos Aires, 2000).
Sobre Gómez, Cu-los lbargmen, Ln historia qz~R he vivido (Buenos Aires, 1955), pp. 241-4.
RoyHorn
144 Temttmientes y política en el cambio de siglo 145

se reunían para escuchar misa, y con su párroco residente, que se notab~e contraste indica que parte de la enorme riqueza generada y
sentaba regularmente a la mesa del propietario y que predicaba des- apr~p1ada por el sector agroexportador argentino iba a parar a los
33
de el púlpito en favor de la moralidad y la obediencia. bolsillos de los menos poderosos. 1ambién ofrece un indicio de la
Este contraste indica una diferencia más general, y también más importan cia de las relaciones de mercado en la definición de los
sustantiva, respecto de la norma latinoamericana, referida a la fuerza vínculos entre trabajadores y empresarios rurales.
de trabajo. Durante los años ochenta, el proceso de centralización de . Au~ si acep.tamos la hipótesis de que los terratenientes podían
la estancia se aceleró, y ello puede haber favorecido la creación de eJercer mfluenc1a sobre sus empleados, los límites de su poder resul-
lazos más poderosos entre trabajadores, capataces, administradores tan igual~ente visibles. Si bien la fuerza de trabajo permane nte en
y propietarios. La estancia parece haber incremen tado su control las estancias de Buenos Aires es difícil de calcular, puede estimarse
-;obre los trabajadores, y mostrado mayor capacidad para inculcarles que, como mucho, sólo uno de cada diez varones adultos trabajaba
.•ctitudes y valores que favorecían la docilidad y la subordin ación al para un estanciero. 37 Ya Emilio Daireaux había notado en 1884 que
: 1 tmo de trabajo de una producci ón moderniz ada. Sin
embargo, el
las grandes estancias compren dían varias decenas de miles de hectá-
,·levado costo de la fuerza de trabajo, propio de una sociedad de reas, pero apenas algunas decenas de trabajadores permanentes. Aun
frontera, hizo que el uso intensivo de la tierra respecto del trabajo si estos hombres estaban dispuestos a seguir a sus patrones a la mesa
siguiese siendo un rasgo característico de la producci ón rural. La .electoral, su número era insuficiente como para volcar en su favor el
mayor abundan cia relativa de fuerza de trabajo desde la década de resultado de una elección. Como advertía Daireaux:
1880 no modificó este patrón, por lo que Daireaux podía afirmar
con razón en 1908 que "reducir el personal a su más simple expre- Hay dominio s que tienen cien leguas cuadradas, dos-
sión ha sido siempre uno de los propósitos más caros a todo estan- cientas cincuent a mil hectáreas, es decir la superficie de
ciero".34 Aunque toda comparación es difícil, se ha estimado que los esos departam entos franceses donde se mantiene hol-
salarios rurales en la pampa eran los más altos de América Latina, de gadamente y trabaja una población de trescientos a cua-
35
ocho a diez veces más altos que en Chile. Ello compelía a los em- trocientos mil habitante s [... ] Una legua cuadrada bien
pleadores a utilizar la fuerza de trabajo de modo más eficiente. Víc- ocupada puede recibir dos mil quinientas cabezas de
tor Bulmer- Thomas estima que el producto agrícola neto por traba- ganado mayor, una por hectárea; ahora bien para guardar
jador en la Argentina de comienzos de siglo XX era seis veces más cien mil cabezas bastan sólo treinta hombres, los cuales no
36 forman un ejército de vasallos muy temible.3
8
alto que en Brasil y casi cuatro veces más alto que en México. Este
El crecimiento de los centros urbanos también erosionó el poder
Malcolm Deas, "The Role of the Church, the Army and the Police in Colom-
33

bian Elections, c. 1850-1930", en Eduardo Posada-Carbó (editor), E!ections before


de los propietarios rurales. La visión que describe a la pampa como
Democracy: The History of Elections in Europe and Latín America (Londres, 1996), pp. dominad a por estancias y otras empresas rurales simplifica excesiva-
164-72; Bauer, Chílean Rural Socíety, p. 166; Richard Graham, Patronage ami PoliticJ mente los rasgos de esa sociedad, y no permite advertir la importan -
in Nineteenth-Century Brazil (Stanford, 1990), p. 64; Jan Ba-zant, "Land, labourer, da de otros centros de producci ón y sociabilidad. Desde los inicios
and tenant in San Luis Potosí, northen\Mexico, 1822-1910", en Kenneth Duncan e 1an de la expansión de la gran estancia, la especialización de estas empre-
Rutledge (editores), Land and Labour inl.atin America. Essays on the Development ofAgra- sas en la producci ón agraria estimuló la expansión de pueblos y pe-
rian Capitalism in the NirJeteenth and Twentieth Centurie.• (Cambridge, 1977), p. 67.
· Godofredo Daireaux, "La estancia argentina", en Censo
14 Agropemario Nacional,
en (Buenos Aires, 1908), p. 15.
v. 111, La ganaderla y la agrimltttra 1908 P Estos cálculos están basados en mi The l.andowners of the Argemine Pamp(JJ:
~ Bauer, Chiletm Rural Society, p. 102.
5
Assocíationrtl Life, Politics and 1dentity, 1860-1930, ttsis doctoral, Universidad de Oxford
3
'' Victur Bulmer-Thomas, The Economic History ofLatin
Arnerica since 1ndepen··
( 1998), pp. 95-6.
dence (Cambridge, 1994), p. 122. 3
" Emilio Daireaux, Vida y cost11mbres en el Plata (Buenos Aires,
1888), v. l, p 361.
146 Roy Horn 1í:rratenimw y polítim en el cnmbi11 de siglo 147

queñas ciudades en la campaña. Junto a Uruguay, la Argentina po- do de política se trataba, los habitantes del pueblo eran más impor-
seía la tasa más alta de urbanización de América Latina. 39 En algunos tantes que los de las estanciasY
partidos, los pobladores rurales habían sido superados en número En conjunto, la pampa alojaba una sociedad muy móvil y mer-
por los habitantes urbanos ya para la década de 1880, y práctica- cantilizada, que contrastaba claramente con otras áreas rurales de
mente en todos lados la población estaba creciendo más rápidamen- América Latina, en las que el dominio de los terratenientes sobre sus
te en los poblados que en la campaña.40 De acuerdo al censo de inferiores sociales se encontraba mejor enraizado. En Chile o en San
1869, el 28 por ciento de la población de la provincia (excluida la Pablo, por ejemplo, una gran parte de la población rural estaba ex-
ciudad de Buenos Aires) vivía en pueblos y ciudades. Para 1895, la cluida, o al menos sólo parcialmente integrada, en la economía de
población urbana había crecido al 40 por ciento. 41 mercado. En esas sociedades rurales, los terratenientes ejercían su
Estos centros urbanos se expandían porque proveían un comple- amoridad en diversos aspectos de la vida social. Los inquilinos y los
mento necesario para la economía de la estancia y de otras unidades colonos, que conformaban la parte mayoritaria de la población del
de producción. Mientras que la estancia se concentraba en primer valle central chileno y de la principal región cafetalera brasileña, no
lugar en la cría de ganado, gran parte de las actividades económicas sólo dependían de los terratenientes para ganarse la vida, sino que en
vinculadas a la producción pecuaria se desarrollaban fuera de su pe- general residían dentro de los límites de las haciendas y las fazendas,
rímetro. En los pueblos, la estratificación social era más compleja donde se encontraban directamente sometidos a la mirada inquisi-
que en las estancias. Comerciantes, empleados de la administración dora y la influencia de sus amos. 44 En la pampa, la complejidad de
pttblica, artesanos, empleados administrativos y del sector de trans- los sectores medios de la sociedad rural, la integración de la pobla-
portes, superaban en número a los trabajadores permanentes de la ción en actividades productivas que tenían lugar fuera de la estancia,
estanciaY Desde el comienzo de la expansión de la economía gana- y la ausencia de instituciones que pudiesen garantizar la subordina-
dera, el crecimiento de estos poblados promovió la formación de un ción de las clases dominadas, impidió que los terratenientes pam-
mercado de bienes y servicios, y una reserva local de fuerza de traba- peanos pudieran recurrir a las fuentes de patronazgo y autoridad que
jo. Los pueblos de la provincia deben haber servido para hacer más disfrutaban sus colegas chilenos y brasileños. Las condiciones es-
flexible la oferta de fuerza de trabajo, incluso generando algunos tructurales y las relaciones sociales necesarias para nutrir la "dialécti-
empleos durante los meses de menor actividad en la campaña. Te- ca deferencia!" que encontramos presentes en otros lugares de Amé-
nielldo en cuenta las necesidades de trabajo estacional de la econo- rica Latina faltaban en la pampa.
mi.l lanar, todavía entonces el corazón del sistema de producción de Un breve examen de la vida política en la campaña y del funcio-
Buenos Aires, una reserva local de trabajadores debía ser bienvenida. namiento de la maquinaria estatal en el nivel local resulta importan-
Pero una situación de este tipo seguramente no contribuía a asegu- te para entender la posición política de los terratenientes, en parti-
rar una relaCión estable entre estancieros y trabajadores, a partir cular algunas limitaciones de su base de poder. En las décadas de
de la cual podían reforzarse las aspiraciones de liderazgo de los 1860 y 1870, los jueces de paz reunían en su persona amplias atribu-
primeros. Por ejemplo, en el partido de Colón, donde la propie- ciones judiciales, políticas y administrativas. Como ya hemos visto,
dad estaba bastante dividida, un político local afirmaba que, cuan- estos funcionarios solían surgir de los estratos medios de la sociedad,
y debían su riombramiento a su5 relaciones políticas más que a su
'''Nicolás Sánche1. Albornoz, The Population o/Ltttin America. A History (Berke- lugar entre los grupos propietarios. En la década de 1880, antiguos
ley, Los Angel.:s y Londres, 1974), pp. 179-80.
'" Luis Alberto Romero e Hilda Sabato, Los tmbajadores de Buenos Aires. La expe · - ·11 F. Hay Sarmiento a Rocha, 7 de mayo dr 18'>3, Rocha, legajo 9:3
rimcia del mercado: 1850-/880 (Buenos Aires, 1992), pp. 26-30. '' Bauer, Cbilean Rural Society, pp. X1, 127; Thomas Holloway, lmmigmnt; on thr
ll Sabato, Capitalismo y ganadería, p. 84. Censo 189.5, v. II, pp. 56, 62. Land. Coffie ami Society in Sao Pardo. 1886·1 934 (Chape! Hill, 1980); Grah<1m, Pn·
12
Censo 189.5, v. II, pp. 139-42. tmnage and Politics, pp. 43-70.
Yémttenientes y polítim en el cambio de siglo 149
Rr~yHom
148
ño. Pero ahora el abigeato se convirtió en una actividad más organi-
reclamos de descentralización por fin encontraron un clima favora- zada, que en no pocos casos funcionaba gracias a la colaboración
ble. En esos años, el régimen de gobierno municipal fue colocado en en~re cuat.reros, aut?ridades y policías. Incluso importantes propie-
manos de los electores locales, mientras que las atribuciones de la tanos debteron sufnr sus consecuencias. "Es realmente escandaloso lo
Justicia de Paz se redujeron a cuestiones judiciales de segundo orden. qu:, pasa en_la, campaña de B~enos Aires con los ladrones y las autorida-
La descentralización le dio a las municipalidades, no sólo mayor inde- des , le escnbta Roca al admmistrador de La Larga cuando éste fue víc-
45
pendencia sino también mayor autarquía en cuestiones impositivas. tima de un robo. 47 Las estancias no sólo estaban al alcance de los ladro-
La descentralización no produjo un cambio sustancial en la posi- nes; también es~aban a merced de la policía. En 1893, el propio Maria-
ción política de los terratenientes en el nivel local. Y es incluso pro- no ~nz~é, prestdente de la Unión, no pudo impedir que tma partida
bable que la reforma los haya debilitado. Ello se explica en parte p~hClal, mgresara en una de sus estancias, "atropellando el Estableci-
porque, a medida que la campaña se tornó más segura y mejor orga- nuento , en busca de un peón en problemas con la justicia.48 Entrar en
nizada, el interés de los propietarios en los menudos asuntos locales un gran ~stablecimiento rural, que seguía siendo difícil para las fuerzas
seguramente decreció. Los grandes empresarios no precisaban tener ~e segtm~ad peruanas e~ la década de 1960, no presentaba mayores
incidencia en el gobierno municipal para hacer escuchar sus recla- mconvementes para la pohcía de Buenos Aires más de medio siglo antes.
mos sobre aquellos temas que les preocupaban especialmente (y que Estas inconveniencias no tenían una hondura suficiente como
además se volvieron más importantes en los años ochenta), como la para invitar a los terratenientes a volverse más activos en la vida lo-
construcción de ferrocarriles, de caminos, de obras de desagüe o de cal. Incluso observadores que solían adoptar el punto de vista de los
puentes. Todos estos asuntos solían ser decididos en La Plata o en propietarios, y que juzgaban a este grupo con abierta simpatía, te-
Buenos Aires, y en estos centros pesaban más los lazos de los terrate- nían clara conciencia de este hecho. Charles Leonardi, por ejemplo,
nientes con las elites políticas que su influencia local. Y por otra afirmaba que "el estanciero se queja, casi siempre, de que no se adminis-
parte, en muchos casos cuestiones tales como la construcción de fe- tra bien pero rara vez se presta de una manera completa a regular la
rrocarriles no siempre incentivaba la acción colectiva. A veces inclu- marcha del manejo". 49 La mayoría de los propietarios se mostraba indi-
so podía suceder lo contrario, pues daban lugar a la creación de dis- ferente, cuando no abiertamente hostil, a los dilemas y pequeños episo-
tintos grupos de interés que intentaban sacar provecho de los recur- dios que ritmaban la vida local, así como a los proyectos de mejora
sos estatales. 46 Orros temas seguramente invitaban a los terratenien- urbana e institucional. Ello se debía, en gran medida, a que su vida
tes a unirse. Una vez que el alambrado se extendió por la pampa, social estaba enteramente concentrada en sus estancias, lejos de la mira-
muchos estancieros abandonaron la costumbre de robarle ganado a da de sus humildes vecinos. "Solo agita a los pueblos el asunto local, el
sus vecinos. Los robos continuaron, de todas maneras, en parte por·· pequeño expediente de la aldea. Es este el síntoma común a toda la
que el precio del ganado se incrementó conforme se refinaba el reba- campaña", sostenía con abierto desdén Ramón Santamarina (h). Las
50

4' Roca a Sastre, 1O de agosto de 1887, en José Arce (editor) Origen de "La larga"
4
'Remito a mi "Autonomistas, Radicales y Mitristas". Véase también Andrés Allen-
de, "La provincia de Buenos Aires", en Academia Nacional de la Historia, Historia con apéndice documental, (Buenos Aires, 1964), p. 30. También "Un robo a Tornquist
Argentina Contemporánea. 1862-1930, v. IV (Buenos Aires, 1967), p. 39; Ismael Bu- y Cía", EN, 1O de febrero de 1888, p. 1 .
~ich -~scobar, Bt~eno~ ¿tres. La gran provincirJ (Buenos Aires, 1930); Eduardo Míguez, ·>• Mariano Unz.ué a Lucio V. López, nro. 6116, 20 de octubrr de 1893, Archivo
Polmca, part!c!pacJOn y poder. Los inmigrantes en las tit'rras nuevas de la Provincia López, AGN (en adelante, l.ópez).
de Bueno~ Aires en la stgunda mitad del siglo XIX", Eswdios Migratorios i.lltino.tmeri ;·> Charles l.eonardi, "Autoridades de la provincia de Buenos AJres", ECS, 15 de
canos, 6-·7 ( .!986). mayo de 1894, p. 2.171.
•• Algunos ejemplos en Lucio V. Mansilla a Roca, 9 de septiembre de 1894, Ro<.a, ;u Ramón Santamarina a Estanislao Zeballos, 24 de diciembre de 1893, en E'l
legajo 68, y Correspondencia 1820-1912. v. ll, documento nro. 15, 28 de julio df' Doctor Rmnón Santamarina. Su vzda y m obm (Buenos Aires, 1909), p. 98.
1881, Fages.
l'íO Roy Hom /árarenientes y política en el cambio de siglo 151

palabras de Santamarina son todavía más notables viniendo de quien chos como ciudadanos libres, osan votar por el hombre indicado en
vienen: uno de los pocos miembros de la elite estanciera que fue el lugar equivocado". 53 Y en todo caso, si un estanciero decidía em-
benefactor del pueblo en el que su familia se había afincado a poco plear sus recursos económicos y su autoridad para movilizar a sus
de arribar de España, antes de enriquecerse y cambiar Tandil por la trabajadores y a sus vecinos con el fin de desafiar a un jefe local, y
Capital Federal. ' 1 Como en la Colombia del siglo XIX, la idea de que aun si lograba hacerlo con éxito, su victoria estaba lejos de estar ase-
la participación en el gobierno local debía ser entendida como una obli- gurada. Su fortaleza en el nivel local seguramente contaba poco en
gación era ajena al modo de ser de los terratenientes. 52 En su Wlces perdi- un sistema electoral como el de Buenos Aires, que estaba diseñado para
dm (1907), el escritor y gran propietario Jorge Lavalle Cabo ofrece favorecer a las redes políticas que se extendían por todo un distrito elec-
un relato que refleja bien la alienación de los terratenientes de la vida toral. Como advertía Francisco Oliver en 1899, el poder local sólo se
municipal. Este sentimiento era incitado por los impuestos locales, volvía significativo si se integraba en una organización más amplia:
que los estancieros siempre consideraron una carga muy molesta.
A la vez que la participación de los estancieros en un gobierno Si la gran masa de los propietarios territoriales de la
municipal que solían juzgar por debajo de su rango se volvía cada provincia tomara en los partidos políticos y en los comi-
vez más esporádica, los antiguos agentes de la administración apro- cios la parte principal que le corresponde, no quedaría li-
vecharon la retirada del poder central, que abría nuevos espacios brado todo a la acción de los politicantes sin escrúpulos y
para promover una vida política local más autónoma. Bien inserta- mucho se habría adelar1tado. Pero con el sistema actual de
dos en la propia sociedad local, estos líderes mantenían estrechos elección por listas toda concentración de fuerzas conserva-
lazos con los habitantes del distrito. Su residencia permanente les doras en un punto dado es ahogada por los millares de
daba un conocimiento muy íntimo de los problemas locales, del que votos nominales de los otros partidos de campaña que for-
los terratenientes, más remotos, siempre carecieron. Algunos de es- man cada uno de los seis extensos distritos electorales. 54
tos hombres del medio de la sociedad provinciana deben haber sido En definitiva, las clases medias y bajas pesaban más que las altas
resistidos por muchos vecinos, mientras que otros debieron gozar de en las redes políticas de la campaña. La historiografía del último
su aprecio. En todo caso, las fuentes de su poder no se limitaban al cuarto de siglo ha mostrado que si bien las elecciones no moviliza-
mundo pueblerino o rural circundante. Su posición dependía tam- ban a las mayorías, tampoco se limitaban al círculo de los mejores.
bién de las redes políticas provinciales, que los autonomistas expan- En la Argentina existía un sufragio particularmente amplio, sin res-
dieron y reforzaron desde que dominaron la provincia en 1880. En tricciones censitarias. Todos los hombres adultos, con independen-
rigor, las transformaciones sociales y económicas que la provincia cia de sus calificaciones o su pmpiedad, estaban habilitados para
experimentó en esos años no fueron acompañadas por una vida po- votar, y de hecho las elecciones fueron predominantemente ejerci-
lítica nueva y más democrática. El gobierno se impuso repetidamen- cios de movilización de las clases subalternas. El grado en el que las
te en los llamados electorales. Si bien éste fue generoso a la hora de clases medias y altas tomaban parte en la vida electoral es materia de
incluir en la nueva coalición dominante a hombres que hasta el día cierta controversia. 55 La muy escasa información disponible para la
anterior habían sido sus rivales, no dejó mayor espacio para la orga-
nización de la oposición. El Standard se quejaba en 1886 de que "en " ST, 7 de febrero de 1886.
el campo, los votantes pueden comprometer sus ovejas y vacunos, y <> Francisco J. Oliver, "Reforma institucional de la provincia de Buenos Aires",
perder todos los caballos de su estancia si, en el ejercicio de sus dere- RDHyL. 1, v. II1 (1899), p. 588.
;; Véase Hilda Sabato, "La revolución del '90: ¿prólogo o epílogo?", Punto de
Vista, 39 ( 1990); "Citizenship, Polirical Participation and the Formatíon of rhe Public
51
Sobre la política en Tandil, véase Míguez, "Política, participación y poder" Sphere in Buenos Aires 1850s-1880s", Past and Present, 136 (J 995 ); y Paula Alonso,
52
Malcolm Deas, Del poder y la gramática (Bogotá, 1993), pp. 207-31. "Politics and Elections in Buenos Aires, 1890-\898".jl..AS, 25:3 (1993), pp. 4b5-87.
RoyHora
l'i2 7i:rratenientes y polftim en d mmbio de siglo 153

década de 1880 sugiere que, al menos en la ciudad de Buenos Aires,


residían algunos indígenas, "Melinao, cacique de la tribu de aquí"
la actitud predom inante entre las clases respetables fue mantenerse a
fue convocado por un caudillo local "para que me acompañe en las
pruden te distancia del mundo electoral. En esos años, los porteñ os próximas elecciones municipales".6°
rápidamente aprendieron que los autonomistas eran demasiado fuer-
En este contexto, la verdadera medida del poder de una organi-
tes como para ser desa:fiados. Desde 1890, la situación cambió,
56
zación partidaria dependía de su capacidad para movilizar a sus se-
pues el colapso del PAN y la emergencia de una vibrante oposición
g~i~ores, y al mismo tiempo para asegurar las condiciones que per-
ayudó a que las clases acomodadas se lanzaran más abiertamente a
mman que éstos sufragaran. Esto tlltimo era especialmente impor-
participar en la vida pública. La competencia entre los radicales, los
tante, pues la violencia y el hostigamiento de los votantes rivales era
cívicos y los autonomistas estimuló el compromiso y la participa-
habitual. Las elecciones provinciales de 1894, ampliamente conside-
ción.57 En la campaña, sin embargo, las cosas eran algo distintas. La
radas como un modelo de corrección política y competencia hones-
política, especialmente la política local, siempre fue más plebeya en
ta, "apenas" dejaron diez muertos. En San Pedro, el exgobernador
61

tono y estilo. Mientras que en la ciudad sólo el7,5 por ciento de los
Rocha era informado por entonces, "los mitristas no tienen en ésta
inscriptos en el registro electoral en 18 89 figurab58an como iletrados,
hombr e resuelto, capaz de hacerse matar [... ] en su mayoría son hom-
en la provincia la cifra trepaba al 56 por ciento. La historiografía
bres [... ] flojos". La violencia, real o potencial, y el carácter público
62

reciente ha enfatizado cómo, en mucho s lugares de América Latina,


del voto, contribuyeron a que el acto de sufragar resultase una ac-
las elecciones, y más en general la competencia política, despertaron
ción colectiva antes que individual. La emisión del sufragio era un
el interés de la población, contrib uyendo a la educación política del
acto colectivo en más de un sentido. Debido a que no existía obliga-
pueblo. 59 En la pampa , ello quizás no debería exagerarse. No sólo los
ción de registrarse para votar, el primer esfuerzo que convocaba las
que tomaba n parte en los actos comiciales no eran habitualmente
energías de un partido estaba dirigido a acercarse a los votantes po-
ramos, sino que las campañas electorales y los actos políticos eran
tenciales para invitarlos a inscribirse en el registro. La import ancia
63

excepcionales. La clave para alcanzar la victoria no residía, como


de los agentes electorales se acrecentaba cuando llegaba el mome nto
sucedería luego de 1912, en la interpelación a una ciudadanía com-
de los comicios. Los votantes de un partido o un candidato se re-
pelida o dispuesta a votar. Aun más que en la ciudad, dependía de la
unían en un lugar determinado, y de allí marchaban hacia el atrio en
organización y movilización de bandas de partidarios, formadas por
formación cerrada, guiados por sus líderes. Si no mediaban inconve-
miembros de .las clases subalternas. Con el fin de dotarse de apoyos
nientes, una vez frente a las autoridades comiciales, uno por uno, los
y seguidores, los líderes políticos dedicaban sus mejores esfuerzos a
votantes daban cuenta de su elección a viva voz. Sólo después de que
concitar la adhesión no de las clases al ras sino de miembros del mundo
los seguidores de un partido hubier an emitid o su sufragio, se acerca-
popular. Para lograr tal objetivo, muchos de ellos estaban dispuestos
ban al atrio los electores de otra fuerza.
a recurrir a toda clase de alianzas. En Bragado, por ejemplo, donde
En síntesis, la producción del voto requería organización, y ésta
les de
dependía en particular de los jefes políticos locales. Estos caudillos
56
Ema Cibotri, "Sufragio, prensa y opinión pública: las elecciones municipa tenían una función central dentro de cada partido , pues constituían
nes en Ibero-
1883 en Buenos Aires", en Antonio Annino (editor), Historia de lar4eccío
el verdadero lazo entre la elite partidaria y sus seguidores. Los parti-
américa, siglo XIX (Buenos Aires, 1995), pp. 170··5.
;· Paula Alonso, "Politics and Elecrions", pp. 474-80.
dos depend ían de los líderes locales para asegurarse que sus seguido-
'" Germán Tjarks et aL, "Aspectos cuantitativos del estado económico
y social de res votaran, así como para controlar y coordinar las distintas fases de
a potencia lmente votante ( 1860-18 90)", BIR, XI: 18 ( 1969), p.
la ciudadanía Argentin
89; Alonso, "Politics and Elections ", p. 477. "" Budcon a Rocha, 1• de diciembre de 1894, Rocha, legajo 96.
'''Véase, po1 ejemplo, los trabajos reunidos en Antonio Annino (editor),
Historitt '" Ezequiel Gallo, "El ruquismo", Todo es Historia, 100 ( 197'5), p. 25.
arbó, Elections before Democrac y. '' J. M. Mendía a Rocha, 18 de septiemb re
1 de 189:), Rocha, legajo 94.
de lr1s eleccione>· en Iberoamérica, y en Posada-C
"'A. Contreras a Rocha, 12 de noviembre de 1893, Rocha, legajo 9.'3.
154 Roy HIJrn Terratenientes y política en el cambio de siglo 155

la política electoral. Desde el momento de la inscripción hasta el que la mayoría de los votantes en la campaña eran "gente mercena-
conteo de los votos, los partidos descansaban sobre los políticos lo- ria"6;, que "sin dinero no es posible hacer política". 66 El dinero, un
cales y sus maquinarias. Todavía sabemos demasiado poco sobre las jefe local sostenía, "influye mucho en ciertos elementos", es decir, en
relaciones entre votantes y caudillos, y entre éstos y la elite de nota- "el paisanaje" .67 Ello sugiere, por una parte, que la elite política care-
bles de cada partido. De todas maneras, parece seguro que sus víncu- cía de un control estricto sobre los miembros de las clases subalter-
los se cementaban gracias a una combinación de lazos materiales y nas, cuya adhesión no era siempre firme, y debía ser negociada. Pero
simbólicos, que iban desde la entrega de dinero o la provisión de también habla de la complejidad de los lazos de la elite política con
empleo o favores del Estado, a la afinidad ideológica o el simple los jefes locales, que estaban lejos de constituir engranajes pasivos de
ascendiente personal. El control de la administración pública facili- una máquina mayor que se limitaba a cumplir las órdenes que reci-
taba la distribución de recompensas materiales. Los puestos en la bía desde arriba. Es significativo que los jefes locales fueran los que
administración pública, y en particular en la policía, eran cruciales, regularmente enfatizaban que se encontraban necesitados de fondos
pues ofrecían no sólo empleos e ingresos permanentes para los cau- para pelear una elección, o asegurar una "siruación". Es comprensi-
dillos, sino también posiciones de poder desde las cuales éstos po- ble que los caudillos tuviesen un marcado interés en recibir fondos
dían ejercer presiones sobre enemigos o indecisos, y ofrecer benefi- que les permitiesen hacer funcionar su maquinaria política, o refor-
cios a votantes potenciales. Por este motivo, los proyectos de crear zar su dominio sobre una localidad. En general, los caudillos locales
una carrera administrativa, que librara a la burocracia y la fuerza no parecen haber sido demasiado precisos a la hora de especificar el
policial de la influencia política, nunca contaron con el apoyo deci- destino que le daban a los recursos que recibían. Como cierras acu-
dido de las elites gobernantes. Hasta cierto punto, su desconfianza saciones lo sugieren, es probable que algunos de ellos orientase parte
hacia el sufragio secreto también se vincula con su rechazo de un de esos recursos para favorecer sus intereses personales. 68 Es más sig-
sistema electoral que, si se basaba en este principio, seguramente iba nificativo que los caudillos locales tuvieran capacidad para decidir
a resultar más impredecible y difícil de manipular. Los caudillos con bastante libertad cómo emplear esos fondos, pues ello indica
controlaban el voto de las localidades, pero dependían de los que su relación con las elites no era de completa subordinación. "Si
políticos de La Plata y Buenos Aires para acceder a las principales Ud. quiere que trabaje para las elecciones de diputados", Dardo Rocha
fuentes de empleo y favores, que conformaban una de las bases era advertido en 1894, "me mandará recursos pues de lo contrarío
sobre las que se asentaba su poder. Es importante recordar que nos será imposible" .69 En rigor, el poder de la elite política sobre los
estos lazos entre elites políticas, caudillos locales y clientelas po- caudillos locales no estaba fundado sobre su capacidad para proveer
pulares solían tejerse en la esfera política, y por lo tanto resulta- recursos económicos con los que afrontar los costos de los comicios.
ban relativamente autónomas de las jerarquías prevalecientes en La correspondencia entre la elite política y los jefes locales indica
otros campos de la práctica social. 64 que el ascendiente de los primeros sobre los segundos se aseguraba,
En la vida política argentina, el dinero no carecía de importan- en lo fundamental, gracias a otros mecanismos. Sus mayores fuentes
cia. La correspondencia entre los líderes locales y las grandes figuras de influencia (y de su capacidad de presión) surgían, además de su
de Buenos Aires o La Plata está poblada de testimonios que afirman propio ascendente personal, de sus vínculos con los estratos superio-

''' José N. Marienzo, El gobitrno representativo fédeml en úr Rtptíblico Argentino r.< R. Vargas a Rocha, 1o de marzo de 1894, Rocha, legajo 97.

(Buenos Aires, 191 O). pp. 234-6. Para una discusión de las prácticas electorales (en ''''Aparicio t;udiño a Rocha, 5 de octubre de 1893, Rucha, legajo 93.
particular las urbanas), const1lrese Natalio R. Botana. El orden comnz>odor. l.c¡ politico ,,.. Facundo Lugones a Rocha, 14 de febrero de 1894, RoLha, legajo 96.
argentino rntre 1880 y 1916 (Buenos Aires, 1977); Gallo, "Un quinquenio difkil"; ''' Elormendí a Saldla;, 1Ode julio Je 1899, en Archivo del doctOJ Adolfo Saldía;,
Alonso, "Polirics and clections"; Dolores Cu.llen Crisol, Elecroml P1'flctias m Argenti- AGN, VII (en addante Saldías), 3·6·5.
na. 1898-1904. 1esis doctoral inédita, Universidad de Oxford, 1Y94 "'' R. Varga; a Rocha, .1 o de marzo de 1894, Rocha. legajo 97.
1errrlteniente.< _v polítim en el mmbio de .<iglo 157
1% Ro_v Hom

lealtades internas tampoco permanecieron incólumes, en gran me-


res del aparato judicial, la administración y la policía. Estos eran de dida porque carecía tanto de liderazgo como de cualquier posibili-
enorme utilidad para liberar acólitos de la persecución de la justicia dad cierta de volver al centro de la escena. De todas maneras, era
o para hostilizar rivales, para ofrecer o negar empleo y favores, o para inevitable que el partido que se había sostenido en el poder por más
incrementar o moderar la carga tributaria. 70 En cualquiera de estos de una década siguiera manteniendo fuertes raíces en el nivel local,
campos, los grandes terratenientes no tenían mucho para ofrecer, y ello así como también, como afirmaba el interventor Olivera, "en la ad-
constituía un obstáculo para imponer o legitimar su autoridad a los ojos ministración y los rribunales". 71
de los habitantes comunes y de los caudillos de cada localidad. En este contexto, muchos jefes autonomistas caídos en desgracia
En definitiva, el dinero, sobre todo si era provisto en grandes comenzaron a ocuparse de su propia supervivencia. Los radicales y
cantidades, podía favorecer el progreso de una carrera en el marco de los cívicos no estaban dispuestos a perder esta oportunidad y, sin
las estructuras partidarias existentes. Pero difícilmente podía crear demasiadas preguntas, incorporaron a muchos de ellos a sus filas. A
de la nada una organización política. Este era, en síntesis, el proble- comienzos de septiembre, uno de sus seguidores le informaba a Ro-
ma que los vacunos debían enfrentar, pues sus recursos económicos cha que en La Plata, "los radicales no descansan y trabajan sin cesar
eran mucho más amplios que la base política que podía alojarlos y sobre el elemento ex-gubernista, y con tan buena probabilidad de
ponerlos a trabajar. La unidad de los vacunos no era política sino éxito que en la reunión que deben tener el lunes aquí los dichos
fundamentalmente social y económica. Bien enraizados en la elite 72
exgubernistas se tratará la cuestión ·de unirse con los radicales". En
urbana, en el mejor de los casos parcialmente rurales, los vacunos Altamirano, al igual que en otros lugares de la provincia, los caudi-
apenas podían contar con el apoyo de los trabajadores de sus estan- llos y sus seguidores estaban "todos comprometidos con los radica-
cias. Pero carecían de los medios para desplazar las lealtades e intere- les" .73 Al gunos caud'll .
1 os autonomistas tam b'tén se acercaron a los
ses políticos surgidos en el nivel local, que constituían las bases de las mitristas, aunque éstos siempre constituyeron una minoría, en gran
organizaciones partidarias. Y también carecían de una estructura medida porque los autonomistas juzgaban a los mitristas como a sus
política alternativa que pudiera reemplazarlas, enraizada en el nivel principales rivales (de hecho, se habían combatido por más de una
local y extendida por toda la provincia. década). 74 A comienzos de octubre, el diario Tribuna describía así la
La falta de una base política autónoma incluso en aquellos luga- situación: "los que ayer todavía eran personajes de la política, han
res en los que los miembros de la Unión tenían sus imperios territo- caído estrepitosamente. Todos andan como se dice, de capa caída;
riales los lanzó, quizás a desgano, a la búsqueda de aliados. Estos algunos buscando acomodo en las filas de nuevas y apresuradas agru-
aliados no podían sino encontrarse entre los hombres de peso políti- paciones; muchos, confundidos, presas de .estupor, no saben qué
co, y ~n especial de influencia local. Entre ellos ocupaban un lugar
pensar, qué hacer, ni qué decir; los más, imp.acientes por reconquis-
prommente los que hasta ayer habían integrado la maquinaria polí-
tar sus laureles, pugnan por entrar en· lucha, sin decidirse por
tica que había controlado la vida de la provincia: los seguidores de
ningún partido". 75 .
Costa. El alzamiento de julio y agosto de 1893 y la intervención El "desquicio, desorganización y anarquía que hay en los provin-
federal que lo sucedió habían expulsado del poder a la rama local del
PAN, quebrando su unidad. El profundo descrédito en el que había 1
' LP, 23 de septiembre Je 1893.
caído el costismo, por otra parte, dificultaba la reaparición del Parti- -Juan Dillon a Rocha, 2 de septiembre de 1893, Rocha, legajo 93; Ti.1mas Mahon
1

do Provincial. Dividido y criticado, en los meses que sucedieron a su a Rocha. 14 de febrero de 1S94. Rocha, legajo ~P. ' ·
caída el partido perdió gran parte de su unidad y organización. Sus ';Tomas Mahona Rocha, 14 de enero de 1894, legajo 97.
-,Solano Larguía a Rocha, 19 de septiembre de 11-:93, Rocha, legajo ')4; (;regoriu
-.. José Hcrnández a Roca, 7 de enero de 1!-180, Roca, legajo 9; Amcha Brian a Torres a Roca, 14 de enero de 1894, Roca, legajo 61-:.
Rocha, 4 de noviembre de 1893, Rocha, legajo 93. -Eunbién Ibarguren, La historia que -, Tribuna, 3 de octubre de 1R93.
he I•Íviclo, pp. 1SO- 1.
158 RoyHora Termtenientes y políticfl en el cmnbio de siglo 1)')

cialistas caídos" 76 ayudó a los radicales y a los cívicos a reforzar sus agrupar fuerzas, y se parecía más a una desbandada en distintas di-
maquinarias políticas. Para los vacunos, la crisis de los autonomistas recciones, que encontró a la Unión como un partido más hospitala-
tuvo consecuencias de mayor importancia. El prestigio que los es- rio que el radical o el mitrista para con los militantes autonomistas.
tancieros se habían ganado como guardianes del orden e impulsores Para entonces, éstos carecían de firmes liderazgos, tanto al nivel pro-
del progreso hizo que, en más de una ocasión, fuesen cortejados por vincial como nacional. Con Costa y Roca como observadores antes
"todos los que aspiran a ser candidatos". 77 Pero los vacunos siempre que como participantes, y con Pellegrini imposibilitado o temeroso
rechazaron las ofertas que les llegaban desde todo el arco político. Su de fracasar en su intento de llamar al orden a las diversas fracciones
negativa a unir su destino al de otras fuerzas políticas se debía a que, en las que se anarquizaba el partido, los autonomistas parecían una
al igual que los cívicos y los radicales, ellos también se estaban ro- "bolsa de gatos" 81 , en la que ninguna fracción predominaba.
busteciendo a gran velocidad gracias al ingreso de militantes auto- Si bien el ingreso de los autonomistas en la nueva fuerza tuvo
nomistas. Ya a mediados de septiembre, La Prensa informaba que los mucho de espontáneo, y estuvo lejos de estar coordinado, la ausen-
vacunos se encontraban "buscan[ do] la adhesión, mediante diversas cia de cualquier tipo de estructura partidaria en la Unión pronto llevó
ventajas, de los elementos más importantes del partido provincial a que los autonomistas reconstruyeran en ese nuevo marco, y sin encon-
[... ] aisladamente, es decir[ ... ] se trata de que sus hombres de impor- trar mayores obstáculos, sus antiguas redes y modus operandi. La situa-
tancia ingresen a la agrupación de propietarios rurales desvinculados ción se volvió más transparente, y también más tensa, cuando se acercó
de su pasado político, si bien haciéndoles algunas concesiones perso- el momento de definir candidaturas. "¿Qué es entonces la Unión Pro-
nales" .78 Sin embargo, lo que para los radicales y los cívicos apenas vincial?", se preguntaba La Nación a mediados de noviembre de 1893.
significaba la ampliación o el reforzamiento de estructuras políticas "Si es el partido de los hacendados, sus candidatos son Luro, D. Manuel
ya existentes (dotadas de fuertes liderazgos y cuadros medios) en las Guerrico, D. Mariano Unzué. Si es la resurrección del partido provin-
que los recién llegados siempre constituirían una minoría, para los cial, las simpatías rápidamente manifestadas por los sostenedores a outran-
vacunos implicaba la creación de una organización enteramente nue- ce de la anterior situación designarán al general Bosch." 82 A pesar de la
va, y por tanto muy difícil de controlar. La situación en Dolores, falta de liderazgo y de las rencillas entre los autonomistas, éstos tomaban
donde la Unión "puede decirse que no tiene más elementos que una creciente distancia de los estancieros. A fines de noviembre, la Unión
parte de los amigos de Julio Costa, pues los otros no tienen más que sus parecía a punto de quebrarse, y entonces Tribuna relataba que "con la
nombres de ricachos"79 no parece haber sido excepcional. entrada de numerosos y bravos elementos de la campaña ha sido pertur-
Los estancieros no desconocían los riesgos implícitos en esta es- bado el quietismo de algunos de los fimdadores de esa agrupación, que
trategia, y desde el comienzo se propusieron mantener a la Unión si bien representaban mucho caudal, no son ricos en actividad y menos
bajo estricto control. Así, por ejemplo, acordaron que el derecho de en experiencia en las luchas políticas". 83 En el partido vacuno, señalaba
designar candidatos a cargos electivos se limitaría estrictamente a los entonces el secretario del interventor Lucio V. López, "se han admitido
fundadores, excluyendo a todos aquellos que se habían sumado al con poca cautela los elementos recién des~ojados; digo con poca caute-
partido con posterioridad. 80 Al inicio, la Unión pareció manejable la, porque los hubieran tenido siempre agolpados a la puerta, como los
con expedientes como éste, pues el desembarco de los caudillos au- mendigos al portalón de los conventos". 84
tonomistas no respondía a una estrategia unificada destinada a re-
--,~Rodrigue?. a .Saldía~. 17 de noviembre de 1893, Saldías, nro. 76, 3-6-4;
.,, Octaviano Mencheca a Rocha, 21 de octubre de 189.3, Rocha, legajo ':.l4. Juan Maestre a Rocha, 'í de octubre de 1893, Rocha, legajo ':.l4. Mariano de Vedi;~ a
7' Trib11na, 29 de agosto dr 1893; 1o de septiembre de 1893. Roca, 11 de enero de 1894, Roe;~, legajo 68.
7 1
" LR 16 de septiembre de 1893. " LN, 17 de noviembre de 1893.
71
' Pedro Berro a Rocha, 19 de diciembre de 1893, Rocha, legajo 93. "' Tribuna, 2'1 dt noviembre de 1893.
"" LN, 1o de septiembre de 1893; Tribuna, 27 de noviembre de 1893. "' Santamarina a Zeballm. reproducido en El Doctor Ramón Santflmarirul, p. 86.
Terratenientf:s y política en el cambio de siglo 161
160 RoyHora

dadores, que hace mucho tiempo no se mezclan en la política activa,


Estos comentarios sugieren que la incorporación de los autono- 88
y que juzgan mal de los progresos operados desde entonces". Para
mistas no sólo obligó a los estancieros a ceder espacios en una fuerza
fines de diciembre, los terratenientes apenas conformaba n una mi-
que crecía. También provocó ira, desagrado y temor entre aquellos
noría aislada y sin margen de maniobra, descripta como un "marco
terratenientes que no se encontraban a gusto codeándose con los
decorativo" conformado por "los apellidos consulares -una buena
".bravos elementos de la campaña" que Santamarin a juzgaba despec- parte de la comisión directiva de la Sociedad Rural-", dispuesta a
tivamente como mendigos de la vida política. Ello instó a algunos 8
contribuir al esfuerzo electoral "da[ndo] su apellido y gracias!" 9 Te-
estancieros a tomar distancia de un proyecto que mostraba sus as- niendo en cuenta este panorama, La Prensa especulaba que "el cálcu-
pectos menos agradables. 85 Para fines de noviembre, Federico Leloir, lo de las probabilidades dice que la Unión Provincial, a pesar de la
Manuel Guerrico, Tomás Anchorena y Ricardo Lavalle, que se con- voluntad de sus iniciadores, se presentará en la arena política dispu-
taban entre los impulsores de la Unión Provincial, ya se habían ale- tando la Gobernación con candidatos partidistas [... ] el mayor nú-
86
jado, y muchos otros pronto los seguirían. La Prensa entonces la- mero de sus afiliados pugnará por imponerle su carácter".
90

mentaba que el "acercamiento a aquella región de la política electo- Otros sucesos contribuyeron a apurar la retirada de los hacenda-
87
ral partidista, operó un retraimiento del gremio de hacendados". dos. Después de septiembre de 1893, tras la caída del gobierno de
No es sorprendente que los estancieros que se sentían más próximos Costa, el orden fue rápidamente restaurado en la provincia. Gracias
a la Unión Cívica o al radicalismo se encontrasen entre los más moles-
a la ejemplar intervención de Lucio V. López, en poco tiempo el
tos con la creciente dependencia de la Unión del autonomismo. Como estado de tensión que dominaba a Buenos Aires se disipó. Todas las
resultado de esta metamorfosis, la Unión adquirió una tonalidad cre- fuerzas políticas, así como muchos terratenientes, elogiaron repeti-
dentemente autonomista, que resultaba tanto de la incorporación de damente la gestión de López. 91 Si bien la situación económica siguió
nuevos miembros como de la salida de muchos de sus fundadores. siendo particularmente mala, ganó espacio la idea de que el gobier-
Durante el mes de diciembre, tanto los radicales como los cívi- no no podía hacer mucho para mejorarla. Es por ello que, una vez
cos se aprestaban a convocar convenciones con el fin de elegir a sus superado el momento de mayor inquietud, los vacunos enfrentaron
candidatos. En reiteradas oportunidades, los nuevos militantes de la crecientes dificultades para movilizar los apoyos comprometidos en
Uni~n señalaron cuán antidemocrática era la dirección de su propio
los difíciles días del invierno de 1893. No fueron pocos los terrate-
parndo, que no estaba a la altura de las costumbres políticas del nientes que le volvieron la espalda al partido, sumergiéndose otra
siglo. Ello indicaba que los autonomistas desconfiaban de un comité vez en la esfera de la vida privada. Con ello, el proyecto de organizar
central partidario que no podían controlar, y que incluía terrate- y movilizar a la clase terrateniente recibió un golpe de muerte.
nientes cuyo corazón nunca había estado con ellos. Esta era la razón, A comienzos de 1894, los vacunos se reunieron para elegir can-
argumentaba Tribuna (para entonces ya convertido en un vocero de
didatos. La discusión se centró en torno a la vigencia de las disposi-
los políticos autonomistas que se lanzaban a la conquista de la Unión) ciones que autorizaban a los fundadores de la Unión a designar can-
"que detiene a muchísimos autonomistas que desean ardientemente
didatos con independencia de la opinión del resto del partido. Una
tomar parte en la lucha próxima, pero que de ningt'm modo quieren
dura campaña de hostigamiento se puso en marcha. El vocero auto-
aceptar fórmulas que riñen con la educación política contemporá- nomista argumentaba que "los verdaderos representantes de la co-
nea [... ] De allí que promuevan, dentro del comité, la idea de la
reforma de aquellos estatutos". La revisión de la carta partidaria, "" Tribuntl, 27 de noviembre de 189~.
continuaba Tribuna, "es sordamente resistida por un grupo de fun- "'' Santamarina a Zeballos, reproducido en 1:.1 Doctor Santamarina, p. 86.
''" LP, 22 de diciembre de 1893.
"' LN, 17 de noviembre de 1893.
'" Manuel Guerrico a López, 4 de octubre de 1893, Lópe7., leg:1jo 31; Diego Bau-
"' LN, 22 de noviembre de 1893; 28 de noviembre de 1893. drix a López, 6 defebrero de 1894, López, legajo 34.
"' LP, 22 de diciembre de 1893.
162 RoyHom 'fermtenientes y politictJ m el mmbio de siglo 163

lectividad política se ven en una competencia verbal con un peque- autonomistas hizo que la Unión perdiera su peculiaridad en tanto
ño grupo que no tiene importancia electoral de peso en la provin- fuerza política de clase. Apenas un puñado de terratenientes -Sa-
cia".92 Los estancieros no tenían todas las de ganar, pues el estatuto turnino Unzué, Vicente Casares, Ezequiel Ramos Mexía y unos po-
los facultaba para designar candidatos, pero no para hacer funcionar cos más- permaneció en el partido cuando los vacunos fueron a los
el partido. "La Unión provincial se compone de una cabeza y de un comicios. Estos hombres veían su inclusión en la lucha política como
cuerpo que están juntos pero no están unidos", decía Tribuna. "La un asunto personal antes que como parte de un proyecto que expre-
cabeza querría mandar sola; pero el cuerpo no quiere ejecutar sin la saba los intereses de la elite propietaria. Es indudable que su educa-
esperanza de una recompensa [... ] Si no se la dan, ni el cuerpo ni la ción, intereses y cultura definían los valores y puntos de vista que
cabeza irán al triunfo." 93 Había algo de verdad en esta afirmación, y defendieron en la vida pi'tblica. Pero no se trataba de hombres dedi-
los estancieros, no sin protestas, comenzaron a aceptar que debían cados a representar a sus pares, sino que sus carreras estaban impul-
someterse. Mariano Unzué, el más intransigente de los líderes terra- sadas por el deseo de acumular poder político. Y en este sentido, no
tenientes, finalmente aceptó que debía renunciar a su candidatura a eran muy distintos de otros hombres públicos del período menos
gobernador. Para entonces, todas las ambigüedades de la Unión ha- generosamente dotados en tierra y ganados. Independientemente de
bían desaparecido. su riqueza personal, para conducir a buen puerto sus carreras públicas,
Despojado de su candidatura a gobernador, a Unzué sólo le fue estos vacunos estaban dispuestos a confluir y aceptar las reglas de juego
ofrecida la posibilidad de competir por un premio menor (una di- de una vida política en la que la riqueza no podía transformarse sin
putación). Además, fue hostilizado y acusado, así como el resto de más en poder político.
sus colegas estancieros, de estar de más. "Un comité formado acci- Nacido como un partido de clase en el duro invierno de 1893,
dentalmente para iniciar trabajos electorales", afirmaba Julio Lla- para fines de la primavera la Unión se había convertido, tanto en
nos, una voz de importancia entre los costistas, "no podía en absolu- términos de estructura como en lo que se refiere a las características
to estar dirigiendo la política de la primera provincia argentina [... ] de sus militantes, en una organización muy similar a aquellas que
los estancieros que por accidente van a ella no tienen más vínculos habían intentado desplazar. De modo nada sorprendente, la Unión
que los materiales, mientras que ellos [los políticos autonomistas], entonces debió enfrentar los mismos problemas que afectaban a sus
los verdaderos representantes rurales, estaban unidos moral y políti- competidores. "Usted sabe", Gregario Torres le escribía entonces a
camente".94 La Unión, la Review ofthe River Plate entonces lamentó, Roca, "que sin dinero no se gana elecciones y sabe también las difi-
"establecida con las intenciones más encomiables, ha traicionado sus cultades que se tocan para conseguirlo, porque cuando se trata de
objetivos". 95 Muchos estancieros eran de la misma opinión. Disgus- jórmar son pocos los que se presentan". 97 Significativamente, fueron
tados con el rechazo de los autonomistas a elevar a un terrateniente los vacunos, más que los mitristas o los radicales, los que hallaron a
a la candidatura a gobernador, pero también con las posiciones muy sus militantes y acólitos menos dispuestos a contribuir al esfuerzo
secundarias que les fueron ofrecidas en las listas de candidatos parla- electoral. En sus días de afiebrado entusiasmo, los terratenientes de
mentarios, la mayoría de los terratenientes que at.'m permanecían en la Unión habían asegurado que reunirían un millón de pesos. Cuan-
la Unión decidió que había llegado el momento de abar.¿::~1arla. 96 do el momento de concurrir a los comicios finalmente llegó, y se
La retirada de los estancieros y la creciente importancia de los volvía necesario aceitar la maquinaria política (con vino y carne con
cuero, con regalos para los votantes), la Unión encontró mayores
2
'' Tribuna, 9 de enero de 1R94. diJicultades que sus rivales para recolectar una cantidad muchas ve-
•)i !bit!. ces menor. De hecho, sus líderes tuvieron que aguzar su ingenio y
''' LN, 13 de enero de 1894.
'" RRP, 20 de enero de 1894, p. 1 l.
''" l.l? 15 de enero de 1894. •r Saturnino Unzué y Julián Marrínez a Roca, 9 de febrero de 1894, Roca, legajo 68.
164 RoyHom
7érmtenientes y polltica en el ct1mbio de siglo 165

sus artes para reunir una suma que, en el mejor de los casos, alcanza-
Aires, Pellegrini lamentaba la debilidad de los grandes hacendados,
ba a una veinteava parte de su presupuesto originario. Entonces To-
y señalaba que "falta entre nosotros la burguesía política, la verdade-
rres le relataba a Roca que "es increíble lo que pasa, la Unión Provin-
98 ra opinión pública inteligente y consciente. La masa electoral es com-
cial no puede reunir un peso y los radicales gastan un dineral".
Algunos días más tarde, los radicales derrotaron a sus rivales en elec- puesta sólo de las clases inferiores dirigidas por caudillos salidos de sus
100
filas [... ] La burguesía rica e ilustrada [... ] no se mezcla en política''.
ciones muy disputadas, que quedaron registradas como uno de los
Sólo unos pocos estancieros se mantuvieron fieles a la idea de
ejemplos más típicos del carácter competitivo de la política de la
que la acción colectiva era capaz de revertir esta situación. Muchos
década de 1890. En esas jornadas, la Unión hizo una elección poco
de los terratenientes que hicieron suya esta visión se nucleaban en la
destacada, ubicándose detrás de los radicales y los cívicos. La victoria
Liga Agraria, una asociación de grandes propietarios surgida en 1892
radical no pudo impedir que la Unión Provincial y la Unión Cívica
en reacción a la negativa de la Sociedad Rural a desempeñar de modo
se unieran en el colegio electoral para imponer al mitrista Guillermo
Udaondo como gobernador de la primera provincia argentina. Para permanente el papel de vanguardia política de los terratenientes. La
ese momento, ya estaba claro que la participación autónoma de los Liga, cuya actividad comenzó a hacerse más evidente desde el año
terratenientes en la vida política permanecía como una promesa di- 1895, tenía un programa particularmente ambicioso, orientado a
fícil de cumplir. Lo único que la Unión conservó de su efímera iden- reforzar la posición de los grandes propietarios en el sistema político
tificación con la clase terrateniente fue el nombre con el que por argentino. Sus voceros repetidamente denunciaron la falta de repre-
largos años iba a ser conocida: el "partido vacuno". sentación de las clases productivas en el Parlamento, y también se
alzaron contra lo que describían como un peligroso divorcio entre
productores honestos y gobernantes corruptos. En esencia, los li-
B. DESARROLLO INDUSTRIAL, ARANCELES Y PROTECCIONISMO
guistas criticaban a una clase política aventurera y arribista que vivía
El proyecto terrateniente destinado a colocar a un gran propietario a costa de los productores rurales, la auténtica base sobre la cual se
101
en el gobierno del distrito donde se encontraban los principales im- erigía la sociedad argentina.
perios territoriales de la Argentina terminó de mala manera. Mu- En una economía agraria tan dinámica como la argentina, los
chos hacendados reaccionaron frente al fracaso del partido vacuno vicios que los liguistas y muchas otras voces condenaban, no signifi-
alejándose aun más de la vida pública. Howard Vincent, un parla- caban amenaza alguna a la posición privilegiada de los grandes pro-
mentario británico que visitó la Argentina en 1894, advirtió este pietarios territoriales. Se entiende, entonces, que el proyecto de la
estado de los espíritus. A Vincent le llamó la atención la abierta Liga concitara más simpatías que apoyos efectivos, sobre todo cuan-
negativa de los grandes propietarios a desempeñar el papel que, ase- do el recuerdo del fiasco de la Unión Provincial todavía estaba pre-
guraba, legítimamente les correspondía en la vida política. Vincent se- sente. Es por ello que la militante Liga Agraria siempre permaneció
ñalaba que "los caballeros argentinos de carácter decidido, amplia cultu- tenuemenre ligada a la clase a la que aspiraba a representar. La evolu-
ra, gran inteligencia y extenso patrimonio escapan de la política como si ción del proceso político también colaboró a aquietar los ánimos.
se tratara de la Plaga''. 99 En esos años, la indiferencia de la clase propie- Las elecciones de comienzos de 1894 en la provincia de Buenos Ai-
taria hacia la vida pública fue regularmente señalada como uno de los res fueron ampliamente consideradas como un paso crucial hacia la
102
mayores problemas del sistema político. Esta visión encontraba eco en estabilidad política, que se fue afirmando con el paso de los meses.
la propia elite gobernante, por ejemplo en figuras como Carlos Pellegri-
ni. En sus obserlfaciones sobre la situación de la provincia de Buenos
11111 Carlo~ Pellegrini a Estanislao Zc:ballos. reproducido en RDI-lyL. v. X..'<V (1906),
pp. 184-S.
"" Sobre la Liga Agraria, véase mi Lundowners ofthe Argmtine P"mp11s: Associtttio·
"" Gregorio Torres a Roca, 9 de febrero de 1894, Roca, legajo 68.
•J•J ST, 10 de enero de 1894.
nal L.ife, Politics and ldentity. cap. IV.
"" EE.A, 21 de abril de 1894, p. ;3.
1erratenientes y polítim en el cambio de siglo 167
166 RoyHom

destacaban los empresarios rurales. Al tornar las importaciones más


Para 1896, ya era claro que la crisis política había cedido, y que el PAN,
caras en moneda local, también le dio un impulso a la industria
que había anulado la amenaza radical, y controlado la cívica, recupe-
doméstica. En consecuencia, tanto las condiciones económicas como
raba parte del terreno perdido desde 1890. En este contexto, los in-
las políticas gubernamentales contribuyeron a crear un ambiente más
centivos para lanzarse a la actividad política se hicieron aun más tenues.
favorable para el crecimiento de la industria. Hasta la década de
Para los estancieros, la década de 1890 presentó otros proble-
1870 la industria local, dominada por pequeños talleres manufactu-
mas. Esos años pusieron de maniflesto un hiato entre el gobierno
reros, había realizado avances muy discretos, en gran medida porque
federal y el interés terrateniente, vinculado al desarrollo de la indus-
los mercados eran demasiado pequeños y los costos. de transporte
tria. Como consecuencia de la la Crisis del Noventa, el ingreso de
demasiado altos como para permitir la aparición de unidades de
capital extranjero cesó abruptamente, creando serios problemas en
producción de gran escala. En los años ochenta, esta situación se
la balanza de pagos. A poco de acceder a la primera magistratura tras
modificó. Lo que Warren Dean ha mostrado en su estudio pionero
la renuncia de Juárez Celman, el presidente Carlos Pellegrini lanzó
sobre la industrialización de San Pablo también resulta relevante para
un programa de reforma flscal. Con la intención de incrementar el
entender la expansión de la producción manufacturera argentina.
ingreso flscal y el saldo positivo de la balanza comerci~l, el gobierno
Aquí también la expansión agraria creó condiciones favorables para
impulsó la elevación de las tarifas aduaneras. En 1891, una nueva
el crecimiento industrial. 105 En los años ochenta, Argentina asistió a
ley de aranceles entró en vigencia. Esta posición se mantuvo en ad- 106
la aparición de las primeras plantas industriales de envergadura.
ministraciones posteriores. En 1894 y 1896, otra vez, el gobierno
De todos modos, la industria dio su primer gran paso adelante en la
favoreció el aumento de los derechos aduaneros. En 1898, una ley
década siguiente. De acuerdo a cálculos recientes, a comienzos de la
de compre nacional dio prioridad a los industriales locales en la ad-
década de 1890, por primera vez, la producción industrial creció a
quisición de pertrechos militares. 103
una rasa más alta que la producción rural y que el producto .bruto,
Estas medidas proteccionistas surgieron primordialmente como 107
cercana al diez por ciento anual.
respuesta a la penuria flscal. También indican el propósito de la elite
En general, los grandes propietarios rurales mostraron escaso en-
gobernante de ampliar el campo de la acción estatal y contribuir a
tusiasmo por las transformaciones asociadas al crecimiento manu-
diversificar la actividad económica. Carlos Pellegrini simboliza esta
facturero, que se acompañaron por la aparición de diversas asocia-
postura. Un conocido defensor de la industria pacional, el presiden-
ciones que, como la Unión Industrial (fundada en 1887), defendían
te encontró en esos años de penuria un clima propicio para propagar
los intereses de la industria. Las objeciones de los estancieros .no com-
sus ideas proreccionistas.l 04 Otras circunstancias, no menos impor-
prendían a la totalidad del sector manufacturero. La industria ar-
tantes, contribuyeron a favorecer el reemplazo de la producción im-
gentina tenía una estructura dual. Las grandes unidades de produc-
portada por la nativa. La depreciación del peso que se veriflcó desde
ción que reclamaban para s! una porción significativa del mercado
flnes de la década de 1880 benefició a aquellos grupos sociales cuyo
ingreso dependía directamente de las. ventas al exlerior, entre los que
--··---
llli Warren Dean, The !ndwtrializ<ttion ofSao Prmlo, 1880-1945 (Austín, 1969);

Carlos F. Díaz Alejandro, EsSliJJ on the Economic Histo1y of the Argentine Republic
1103
Jorge Schvarzer, Empresarios del pasado. La Unión lndwtríal Argentina (Buenos
(New Haven, 1970), p. 69; Ezequiel Gallo, "Agrarian Expansion ancl Industrial Deve-
Aires, 1991), p. 37; Fernando Rocchi, Building a Nation, Bttilding a Market: !ndm-
lopment in Argentina ( 1880-1930)", ~n .Raymond Carr (editor), St Anto~ys ?apers,
trial Cirowth and the Domestic Economy in 7itrn-o/the-rmtllry Argentina, tesis donoral
2.2 (Oxford, 1970).
inédita, Universidad de California, Santa Barbara ( 1997), cap. l; Adolfo Dorfman,
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Historia ele la indwtria argentina (Buenos Aires, 1986), p. 136;
1914, lomo VII (BuenosAires, 19J7).p. 17.
1114
Ezequiel (;al]o, Pellegríni (Buenos Aires. 1997), pp. 36-9. 'I::tmbién Donna
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Guy, "Carlos Pdlegrini and rhe politics of early industrialization in Argentina, 1876·
1906", }LA. S~ XI: J ( 1979).
XX), (Buenos Aires, 1997), pp. 230-l.
16/! RoyHom Terratenientes y pollticn en el cambio de siglo 169

coexistían con talleres de reducidas dimensiones y poco capitaliza- obstáculos a la libre circulación de mercancías eran entonces menos
dos. A su vez, estas empresas se distinguían de acuerdo a los merca- graves que después de 1930, la economía internaciona l no carecía de
dos en los que colocaban su producción. Algunas de ellas, en general barreras al intercambio , que por otra parte se encontraban en avan-
de gran escala, elaboraban productos primarios destinados a la ex- ce. En esos años, además, el principal mercado para las exportacio-
portación. Saladeros, frigoríficos, molinos harineros y lavaderos de nes argentinas no era Gran Bretaña sino Europa continental. La lana,
lana se destacan en este grupo. Los empresarios rurales alentaron la el principal producto de exportación de la república, iba dirigida
expansión de este sector que generaba eslabonamie ntos hacia ade- fundamenta lmente a los mercados de Francia, Alemania y Bélgi-
lante que valorizaban la producción primaria, y que reforzaba la orien- ca.109 A diferencia de Gran Bretaña, donde el compromiso de las
tación exportadora de la economía argentina. clases dominantes con el librecambio era firme, los países continen-
Un segundo grupo de industrias producía para el mercado do- tales estaban decididos a proteger sus sectores agrícolas de la compe-
méstico. Dentro del mismo, conviene distinguir dos sectores: el que tencia extranjera. 110 Al mismo tiempo, en los años noventa se produ-
manufactura ba bienes nó transables y el que producía bienes transa- jo una importante caída en el valor de las compras argentinas en el
bies. El primero, para el cual el emplazamie nto geográfico resultaba exterior que creó inquietud entre los principales socios comerciales
un factor crítico, elaboraba, por ejemplo, alimentos y bebidas que del país y aunque es indudable que esta baja era en gran medida
no soportaban altos costos de transporte desde el extranjero. El se- resultado de la crisis, el proteccionis mo también la acentuó. En este
gundo, en cambio, competía con la producción importada. Como contexto, la amenaza de represalias comerciales contra la producción
sucedió también en otros países de América Latina, este sector evi- argentina comenzó a tomar formas más precisas. En 1894, Francia ele-
denció problemas de competitividad, y se vio obligado a refugiarse vó los derechos aduaneros sobre el trigo importado, y el reino de España
detrás de barreras arancelarias. Las industrias de la confección, la amenazó con cerrar sus fronteras al ingreso de carne salada en caso de
vitivinícola, la aceitera y la azucarera, ofrecen ejemplos típicos de que Argentina elevase los derechos sobre el vino peninsular.
esta situación. 108 Actividades como éstas eran las que concitaban el La actitud española representaba una amenaza digna de cuidado.
rechazo de los voceros rurales, que afirmaban que estos emprendi- Para entonces, la exportación de carn~ salada todavía constituía un
míentos sólo podían sobrevivir gracias a la protección, que en defi- rubro destacado dentro del paquete de productos exportables argenti-
nitiva servía para mantener en vida industrias ineficientes, depen- nos, y alcanzaba al5 por ciento del total. La exportación de tasajo estaba
dientes de la ayuda estatal. Aun cuando muchos investigadores han concentrada en sólo dos mercados: la colonia española de Cuba y el
insistido hasta el cansancio en que los ruralistas reaccionaban contra Brasil. 111 No sorprende, entonces, que estancieros de peso hicieran sen-
el carácter "artificial" de estas industrias (ya fuera porque dependían de tir su inquietud frente a las amenazas españolas. La industria ganadera
la protección o porque elaboraban materias primas importadas), con- argentina, le informaron con alarma a la Cámara de Diputados, "se
viene remarcar que el punto de conflicto no era éste. Por sobre todas las expone a perder uno de sus principales mercados". 112 En el caso de
cosas, a los estancieros les preocupah:1 que las tarifas aduaneras que pro-
tegían a estas industrias concitaran represalias contra las exportaciones
rurales. En particular, temían que los países extranjeros que comercia- 1119 Sabato, Capitalismo y ganadería, pp. 203-8, y Francisco Latzina, "El comercio
argentino antaño y hogaño", en Censo Agropecuario Nadonnl. l.a gnmtderln y In ngri-
ban con Argentina respondieran a los obstáculos que encontraban sus
mlturn en 1908. Tómo lll. Monogrnflns (Buenos Aires, 1909), pp. 561-610.
exportaciones reduciendo sus compras de bienes pampeanos. 1111 Avner Offer, The Fínt World WWr: An Agrftritm lnterpretmion (Oxford, 1989).
Estos temores no resuhaban infundados . Aun cuando los pp. 95-6.
111 Ricardo Pillado, «EJ comercio de carnes en la Repúbh.:a Argentina",
en Censo
1908, p. 367. Diario de SesíoneJ de la Cámara de Díptttndos di? In Nación (en adelante
JHN Díaz Alejandro, Essays, pp. 209-214, Victor Bulmer-Thomas, The
Economic DSCDN), 28 de agosto de 1905, pp. 559-60.
Hístory ofLatín America sínce Indtpendence (Cambridge, 1994), pp. 130-149.
m LN, 31 de octubre de 1894.
7errcltenienmy polüim en el cambio tle siglo 171
J7()
Roy Hora

1896, el diario La Nación dio a conocer un par de editoriales en las


Brasil, la situación ofrecía motivos de preocupación, pues también que convocaba a estancieros y agricultores a encarar "una activa cam-
allí la producció n Argentina era hostilizada. Brasil constituía un paña política contra el actual régin1en aduanero". Un partido librecam-
mercado de importanc ia no sólo para el tasajo; también compraba bista, afirmaba La Nación, "debe congregar cuanto antes a los capitalis-
más del 90 por ciento de las exportaciones de harma. En rigor, Brasil tas de la industria rural". 118 Otros órganos de prensa, como El Econo-
era el quinto socio comercial de la Argentina, y demandab a alrede- mista Argentino y la Review ofthe River PIate se sumaron a esta campa-
113
dor del 1O por ciento de sus exportaciones torales. Considera ndo ña, y ofrecieron puntos de vista similares.
119

estos antecedentes, no eran pocos los que creían que la Argentina se La década de 1890 dio lugar así a la constitución de un clima
encontrab a al borde de una guerra de tarifas, que se volvió más temi- favorable para la emergencia de una fuerza librecambista liderada
ble cuando amenazó afectar también a las exportaciones de lana al por productor es rurales. La Sociedad Rural miró con simpatía la
continente europeo. 114 agitación contra el proteccionismo, pero permaneció renuente a li-
La crisis económica que todavía pesaba sobre el sector rural en derada. Ello no se debía a conflictos al interior del sector rural (por
esos años, a la que nos hemos referido en el capítulo anterior, volvió ejemplo, entre los intereses y posiciones de los grandes terratenientes
a estas amenazas at'm más acuciantes. La "inquietud de los hacenda- y de otros agricultores menos prominentes). Como Ezequiel Gallo y
115
dos ante la amenaza del impuesto al tasajo", y de modo más gene- Ernesto Laclau señalaron desde distintas posiciones, los mayores te-
ral sus temores frente a la posibilidad de represalias comerciales, die- rratenientes de la pampa eran los principales, pero no los únicos,
ron impulso a una campaña librecambista que encontró eco en di- beneficiarios de la exitosa economía de exportación pampeana . De
versos medios de prensa. En 1894, El Campo y el Sport comenzó a diversas formas, parte del excedente generado por la economía rural
alertar contra los peligros del proteccionismo, y Walker Stegman se diseminaba por todo el espectro social, que en las regiones domi-
llamó insistentemente a lanzar una campaña para reducir los arance- nadas por la economía de exportación era particular mente comple-
les aduaneros. La Sociedad Rural, afirmaba Stegman, "es la llamada jo. 120 Hasta la segunda década del siglo XX, cuando estalló el movi-
116
a tomar la iniciativa en un movimien to de esta naturaleza". Los miento de Aleona, la expansión de la frontera funcionó como válvu-
radicales y los cívicos también se mostraron preocupados por el temq. la de escape de muchas tensiones rurales, por lo que nunca se produ-
A fines de 1894, Francisco Barroetaveña, el vocero parlamentario jeron enfrentamientos abiertos entre terratenientes y pequeños agri-
del radicalismo en este tema, señalaba que la "tarifa arancelaria exor- cultores. Más aun, en temas como el arancelario, todos los produc-
bitante, prohibicionista" con la que Argentina protegía su industria rores rurales, independi entemente de su poder económico, compar-
contribuía a crear un ambiente favorable a "una hostilidad interna· tían visiones y objetivos similares. Estas posiciones también halla-
117
cional contra los productos de la ganadería y de la agricultura''. En ban buena acogida en el medio urbano, donde tenían lugar diversas
actividades que giraban en torno al comercio de exportació n-impor-
IH Larzina, "El comercio". Sobre la hostilidad brasileña a las exportaciones argen· tación, mayorista y minorista, y donde el prestigio de las ideas libre-
tinas, IN. 3 de diciembre de 1897, y 9 de diciembre de 1897. cambistas era considerable.
i Cario; Lix Klen, "La lana. Su crítica situación'', LA, 3 de enero
de 1!ll)<;, re·
Es significativo que distintos vocems de la campaña por la rebaja
11

producido en Carlos Lix Klert, Estudios sobre producción, comercio, .fint/IIZIIS e inte~eses
genmtles de la República Argentina (Buenos Aires, 1900), p. 49.
""IN. 5 agosto 1896. lambien LN, 27 julio 1896.
"' DSCDN, 'J noviembre Hl94, pp. 48f!.
'' · Véase, por ejemplo, Joaquln M. Ruíz, "¿Dteben los partido~ políticos ddlnir
'''• Walker .'ltegman, ".El proteccionis mo y las industrias rurales", ECS, 21 de agos-
sus ideale; económicos?" FHA. 4 de: agosto de 1894, pp. 2-3.
ru de 1894, p. 2. 511.1ambién "Peligros del proteccionismo'', F.CS, 14 de agosw de 1894, de producd<\n,
IJ<• Fzequiel Gallo, "Agrarian Expansion"; Ernesto Laclau, "Modos
p. 1.485; "!.as altas r:uitas y las industrias 1 urales'·, ECS. Hí de diciembre d<' 18\JLJ, p. Aproximació n histórica a lo~ caso> argcn·
sistemas cconómiws y población exc.;denu.
1.883; "Los derechos de exportación", ECS, 8 de diciembrt' de 1894, p. 2.907. Sociologífl, 5 (1969).
tino y chileno", Revista Latinoameric< lnil de
w DSCDN, 9 de noviembre de 1894, p. 488.
172 RoyHora Terrtttenimtes y polítim en el mmbio de ,·iglo 173

de las tarifas aduaneras viesen a la Sociedad Rural como a la institu- miemos. Los representantes radicales y mitristas encontraban sus
ción líder del sector agrario. La prensa rural presentó esta visión, que mayores apoyos en el litoral, esto es, en aquella región que más se
también compartieron órganos periodísticos más identificados con beneficiaba gracias a la profundización de los lazos con el mercado
la posición de los agricultores que con la de los grandes terratenien- mundial. En temas como la tarifa aduanera, existía unidad de pers-
tes, como La Agricultura. La renuencia de la Sociedad Rural a liderar pectivas e intereses entre todos los productores agrícolas, y ello no
la lucha contra el avance proteccionista provocó críticas en las pági- podía dejar de reflejarse en las ideas sobre el punto voceadas por las
nas de este qrgano. En 1896, un artículo en este periódico se pre- fuerzas políticas que aspiraban a representarlos.
guntaba por los motivos del "silencio inexplicable" de la Sociedad . El elevado grado de urbanización de la región pampeana sugiere
Rural sobre derechos y tarifas aduaneras, y por su negativa a encabe- 6mbién la presencia de una masa de consumidores urbanos que
zar el combare contra el proteccionismo. 121 Al responder esta acusa- podría haberse movilizado contra la protección aduanera. El argu-
ción, Julio Pueyrredón, presidente de la Sociedad Rural, señaló que mento de que el proteccionismo tenía un impacto negativo sobre el
los intereses industrialistas habían alcanzado una influencia en el costo de vida de los sectores populares era bien cortocido en la épo-
Congreso Nacional mayor que la que poseía la asociación ruralisra. ca, y gozaba de fuerte predicamento. Como se ha sugerido muchas
La fuerza de acción de la Sociedad Rural, sostenía Pueyrredón, "es
veces, esto debería haber provocado la reacción de segmentos muy
muy limitada, su intervención en el Congreso no daría resultados:
amplios de la población urbana, compuesta en proporciones signifi-
las induslirias protegidas están unidas y tienen allí elementos pode-
cativas por trabajadores inmigrantes afectos al consumo de bienes
rosos" . 122 Poco después, La Agricultura volvió a la carga, insistiendo
provenientes de sus zonas de origen. Sin embargo, ello nunca se tra-
en que los ruralistas debían encabezar la lucha antiproteccionista, y dujo en apoyo activo a la cruzada anriproteccionista. Para disgusto
denunciando que "en el orden político la acción de la Sociedad Ru-
del radicalismo y del mitrismo, y en especial del socialismo, que
ral ha sido mil a" .123 Sin embargo, este reclamo no fue seguido de un
hizo del librecambio una de sus propuestas más caras desde su cons-
análisis de la capacidad de la asociación ruralista para imponer sus
titución a mitad de la década de 1890, la movilización popular con-
puntos de vista. En cambio, La Agricultura sólo ofrecía una promesa
tra la protección aduanera siempre resultó extremadamente débil.
algo vaga, y señalaba que "los beneficios de lucha semejante comien-
Esta pasividad, que ha intrigado a muchos observadores, se explica
zan por la lucha misma" . 12~
en gran medida por el papel desempeñado por el sector industrial en
Pueyrredón apenas exageraba cuando llamaba la atención sobre
la generación de empleo, que probablemente alcanzó en la ciudad
la fortaleza de los grupos proteccionistas en el Parlamento argenti-
de Buenos Aires a un tercio de la población económicamente acri-
no. La visión que afirma que en los tiempos de la repüblica oligárquica
va.125 Las agrupaciones de izquierda no fueron las (micas que inten-
los intereses librecambistas eran políticamente dominantes precisa ser
taron ganarse la adhesión del mundo del trabajo. Los empresarios
rectificada. En la década de 1890, un clima moderadamente protec-
urbanos también lo hicieron, y quizás con mayor éxito, e incluso
cionista predominaba en el Congreso. Mientras que la mayoría de
llegaron a movilizar a una parte significativa de sus trabajadores. En
los representantes radicales y mi triscas se inclinaban por el librecam-
1899, por ejemplo, la Unión Industrial organizó una gran manifes-
bio, los autonomistas favorecían cierto grado de protección indus-
tación en defensa de la industria nacional, a la que asistieron más de
trial. Hasta cierto punto, un clivaje regional explica estos posiciona-
cincuenta mil personas, y que opacó la gran marcha en favor de la
baja de derechos aduaneros que comerciantes y l:onsumidores ha-
'! 1 LA. 1" de octubre de 1896, pp. 711-2.
w LA, 8 de octubre de 1896, p. 729. bíJn protagonizado unos pocos días ames. La columna que desHló
IH Forward, "La Sociedad Rural Argentina. Lo que hace y lo que putd,· hacer'',
LA, 15 de octubre dr 1896, p. 743.
1 4
--·--¡;-Fernando Rocchi, "La armonía de los opuestos: industria, importaciones y la cons·
~ !bid, p. 743.
rrucc!ón urbana de Buenos Air~s en el período 1880.-1 920", EntrepllHidos, IV:7 (19'J4).
174 RoyHom Termtenientes y polítictl en el c11mbio de siglo 175

por las calles de Buenos Aires estaba compuesta, en su mayoría, por prósperos mercados litorales. El instrumento privilegiado para lo-
obreros que salieron de las fábricas y marcharon disciplinadamente grar tal fin era la protección aduanera. 127
detrás de sus patrones. Si bien la adhesión de muchos concurrentes a En 1894, Domingo Morón, un influyente político sanjuanino,
la manifestación industrial tuvo poco de espontánea, ello no la vol- le escribía a Julio Roca denunciando las bajas tarifas aduaneras como
vió menos significativa, pues dejó pocas dudas sobre la importan- "una heregía económica'', y a continuación reclamaba un "protec-
cía de los intereses sociales que giraban en torno a la industria cionismo decidido" para estimular el desarrollo de la industria viti-
doméstica. 126 En definitiva, la población trabajadora se vio so- vinícola.128 Los representantes de las provincias cuyanas de San Juan
metida a una marcada tensión entre su papel como consumidora y Mendoza, donde se concentraba esta actividad, y Tucumán, que
y su papel como pro~uctora, y no parece errado concluir que este había encontrado un inesperado dinamismo gracias a la producción
último constituyó el polo dominante. Ello asestó un golpe de azucarera, conformaban el corazón de los grupos proteccionistas. A
muerte a cualquier proyecto de organizar una coalición anti-pro- ellos se sumaban los representantes de otras provincias del interior,
reccionista urbana. En esos años, las pos~uras librecambistas siem- que también esperaban encontrar algún nicho que les permitiese aso-
pre encontrarían una recepción simpática, pero escaso apoyo ac- ciarse más plenamente al próspero circuito económico que giraba en
tivo en el mundo urbano. torno a la economía pampeana. Los proteccionistas eran particular-
Las provincias del interior mediterráneo mostraban un paisaje mente poderosos en el Parlamento, en especial en el Senado, el lugar
político y productivo bien distinto. Ni siquiera cuando el poder del
. se hac1a
, de1 .m tenor
e1on de 1a so bre-representac1. 0n
, ev1'elente. 129
, mas
radicalismo y del mitrismo se encontraba en su zenit, la oposición En la Cámara baja su presencia también era marcada. En la segunda
logró conmover el dominio que el PAN ejercía sobre la vida política mitad de la década de 1890, por ejemplo, la Cámara de Diputados
de esta otra Argentina. En el interior, las ventajas derivadas de la era presidida por Marco Avellaneda, un poderoso industrial tucu-
gran expansión exportadora que estaba rehaciendo el litoral resulta- mano y destacado líder del PAN, que ejercía simultáneamente la
ban menos profundas. En consecuencia, los reclamos para proteger 130
presidencia de la Unión Azucarera.
industrias locales existentes (o a crearse) se hacían escuchar con más Sin embargo, la mayor parte de las manufacturas modernas que
fuena. Las elites del interior -los grupos que protagonizaban estos se desarrollaron desde la década de 1880 estaban localizadas en los
reclamos, y que dominaban la vida polírica de sus lugares de origen, alrededores de la ciudad de Buenos Aires, que reunía más de la mi-
y que además tenían una marcada influencia en la política nacio- rad del capital invertido en la industria. 131 A diferencia de otros paí-
nal- nunca rechazaron la expansión de la economía de exporta- ses latinoamericanos con estructura industrial más diversificada, como
ción. Un proyecto de este tipo habría resultado suicida, ya que la México o Brasil, Argentina no poseía ningún centro manufacturero
economía pampeana proveía prácticamente la totalidad de las ex- de envergadura aparre de Buenos Aires. Ninguna otra ciudad o re-
portaciones de la república, y toda la actividad económica dentro
del país estaba de una u otra forma vinculada a ella. En todo 127
Jorge Balán, "Una cuestión regional en la Argentina: burguesías provinciales y
caso, lo que las oligarquías del interior reclamaban eran asociarse el mercado nacional en el desarrollo agrocxponador", DE, 18:69 (1978); Fernando
a la prosperidad del litoral. Para ello, estas oligarquías impulsa- Rocchi, "El imperio del pragmatismo: intereses, ideas e imágenes en la política indus-
trial del orden conservador", Anuario !EHS 13 (1998), pp. 99-·130; Donna Guy, Ar-
ron la construcción de una red de transporte que conectara el
gentine Sug11r Polític.·. limundtJ and the Genemtionofthe Eighty (Temple, 1980), p. 92.
interior con el litoral. Cuando los trazos gruesos de esta red estu- 1.'" Domingo Morón a Roca, 27 de diciembre de 1894, Archivo Roca, Archivo
vieron tendidos en la dét.ada Je 1880, lo que restaba por hacer c;eneral de la Nación, legajo 68.
era garantizar el desemboque de sus productos regionales en los 1!.'' Balán, "Una cuestión".
1111
Ricardo Pillado, Políticcl Comercial Argentinll. Contribución fi w estudio (Bue-
nos Aires, 1906), p. 21.
"·" LP, 27 julio 1899. También RRP 29 de julio dt' 1899, p. 10.
l>l Dorfman, Historia de /ti indmtrin argentina, p. 220.
176 RoyHom Termtenienwy polítim en el mmbio de siglo 177

gión podía competir con la Capital Federal, que reunía el mayor y de la década, reconquistando plenamente el control de la escena
más rico mercado doméstico (un quinto de la población total del política. Para 1897, Roca había acallado toda oposición dentro o
país, la ciudad más grande de Hispanoamérica), y al mismo tiempo fuera del auronomismo: el desafío modernista había desapareci-
funcionaba como el eje de todas las redes comerciales, financieras y do, el Partido Radical se encontraba anarquizado y en desbanda-
de transporte del país. Sólo Rosario, la otra gran ciudad litoral, vol- da, y los seguidores de Mií:re perdían terreno en todas partes. A
vía menos abrumador el predominio industrial porteño. 132 Los in- excepción parcial de la provincia de Buenos Aires, el PAN con-
dustriales del litoral, un grupo extremadamente heterogéneo, se en- trolaba la totalidad del país. A fines de 1897, el PAN convocó a
contraban menos estrechamente conectados al poder político que una convención, donde Roca fue ungido candidato presidencial.
sus colegas del interior. Con todo, poseían recursos como para ejer- En esa ocasión, el partido dio a conocer un manifiesto electoral
cer influencia sobre el Parlamento y el gobierno, entre los que se con un fuerte sabor proteccionista. "El fomento de las industrias
destacaban {como ya hemos señalado) el que derivaba de su papel existentes, propendiendo al establecimiento de otras nuevas" era
corno empleadores, y su capacidad de presión sobre legisladores y uno de sus puntos centrales. 135
funcionarios. 133 Una de sus armas preferidas era explotar el temor a La inquietud que el manifiesto del PAN causó entre los grupos
la desocupación o a la emergencia de conflictos sociales en caso de terratenientes se vio acentuada- pues en forma casi simultánea seco-
que la protección aduanera, que había permitido que la industria "se noció en Buenos Aires una noticia poco feliz. A fines de 1897, al
convirtiese en proveedor de empleo de un gran número de hombres inaugurar las sesiones del Congreso estadounidense, el presidente
y mujeres", fuese reducida o eliminada. 134 MacKinley confirmó que mantendría la elevada tarifa aduanera apro-
En tanto fuerza política dominante de la república oligárquica, bada poco tiempq atrás. Además, aumentó los derechos que afecta-
el PAN ofrecía el principal canal a través del cual los industriales ban a las lanas y los cueros argentinos, que habían permanecido li-
hacían sentir sus demandas. Aun cuando éste estuvo lejos de ser un bres de impuestos desde 1894. En ese momento, los aranceles adua-
partido industrialista, su implantación en todo el país político, así neros estadounidenses se encontraban en el nivel más alto de la pre-
como su carácter de partido gobernante, hicieron que de hecho fun- guerra.136 Simultáneamente, se anunciaron nuevos impuestos a la
cionara como la fuerza dentro de la cual los reclamos de los grupos carne argentina en Brasil. 137 En este contexto, en marzo de 1898,
dominantes del interior y de los industriales del litoral encontraron poco antes de las elecciones nacionales, la Sociedad Rural dio a co-
acogida más favorable. El poder del autonomismo explica, en parte, nocer un "Manifiesto a los electores de la república". En ese docu-
la renuencia de la Sociedad Rural a liderar la campaña anriprotec- mento, la Sociedad Rural anunciaba que rompía "el silencio con que
cionista, que durante años permaneció restringida a debates perio- hasta ahora se ha consentido el desarrollo progresivo de una política
dísticos y parlamentarios. Hacia fines de la década, por un momen- económica cuya adopción es perjudicial á las verdaderas fuentes de
to, la situación pareció cambiar. Para entonces, el PAN se había re- riqueza nacional", y criticaba las políticas económicas seguidas des-
cuperado de la crisis en la que se había hundido en la primera mitad de la década de 1880, a las que calificaba como extremadamente
' nocivas para el sector rural. Los ruralisras denunciaban el proteccio-
lll Michael Johns, "The Urbanisation of a Secondary City: The Case of Rosario, nismo con argumentos que venían voceando desde unos años antes.
Argentina, 1870-1920",jl.AS, 23:3 (1991), pp. 499-513; Rocchi, Building,. caps. 4 y 6. ''A las altas tarifas aduaneras impuestas por esa política económica",
IH Rocchi, "El imperio del pragmatismo", pp. 109-21.

'·' RRR 26 de julio de 1899, p. 1O. Las desigualdad~s en m: los nivdes arancelarios
1
u> Citado en Carlos R. Mdo. "Los partidos pollticos argentinos'', Historifl Argen-
que protegían a distintas actividades parec~n deberse, al menos en parte, a una moda- tinfl contemporánefl (1862-1930), v. 11, (Buenos Aires, J 967), p. 97.
lidad de relación entre industriales y legisladores altamente fragmentada, en la que 'J~> Carlos Lix Klett, "La tarifa Dingley'', Lfl Producción Argentina, 7 de diciembre
primaban los contactos y las presiones individuales de algunos ~mpresarios por sobre de 1897, en Lix Klett. Estudios, pp. 373-5; l.N, S de diciembre de 1897.
la acción colectiva. Véase Rocchi, Building, cap. 6. u· LN, 3 de diciembre de 1897.
"f~rrmmit•llfrs y j'olititcl m r/ t'tilllbio de SJ;'I,io
17¡; Ro_yHom
los intereses
tenga el e±"edo deseado" , se lamen tó este órgan o de
112
os artícu -
afirmaba el manif iesto, "los países consu midor es de nuestr comtr ciJles británicos. Fuero n los redactores del.)tr mdard , ellos mis-
hos á los pro-
los de expor tación respo nden con la elevación de derec mos grandes terratenientes, quienes señalaron mejor que
nadie las
ltura, cuand o no con represalias
ducto s de la ganad ería y la agricu razones por las cuales el pronu nciam iento ruralista iba
a encon trar
su impor tación ". La So-
directas, que impo rtan una prohi bición de una recepción favorable, pero nada entusi asta, inclus o entre los mis-
factur a, para
ciedad Rural llama ba a limita r la protec ción a la manu mos propietarios rurales. No se trataba simpl emen te de que la re-
midor es de
de este modo evitar "las represalias de los países consu const itució n del PAN dejab a escaso margen para quien
es quisie ran
a los electores
nuestros produ ctos". El manifiesto finalizaba invitando disputarle d contro l de la escena. Para entonces, los estánd
eros co-
ieran el libre cambi o, y a la
a votar por aquellos candidatos que defend menz aban a percibir al protec cionis mo como un tema de cierta im-
la repúb lica.
ganadería y la agricultura, las indus trias madre s de
UH
mas de una
medid a portan cia, pero que estaba lejos de plantearles proble
El manif iesto ruralista conci tó gran atenci ón, en gran hondu ra tal que los incita ra a la acció n. Urgir a los
estancieros a
Argen tina
porqu e por prime ra vez en su historia, la Sociedad Rural reaccionar contra el protec cionis mo, sostenía el Standa
rd. era como
las opcio nes frente a las
expresaba abiert amen te sus op i 1; wnes sobre predicar en el desierto. Los estancieros, este diario argum entab a, "con-
al
cuales debía n pronu nciars e lo~ electores, y llamaba a negar apoyo lsand o tranqu ila-
rgo, ofre- tinuar án andan do graciosamente por la vida, embo
PAN. La forma en que el manifiesto fue recibido, sin emba mente el produ cto de su carne y su lana y su cuero, y 143
reunié ndose
camb io de perce pción sobre los peligros
ce un p.rimer testim onio del ocasio nalme nte en el ampli o salón de la Socie dad Rural ".
Para enton ces, el estado de
potenciales de la protec ción aduanera. Varias son las razones que explic an este camb io de actitu d. La
actitu d de comp ro-
los espíritus come nzaba a caracterizarse por una prime ra, y más impor tante, se vincula a la gradu al atenu ación de las
a la orien-
miso y resignación antes que por una oposición milita nte amenazas de una guerra de tarifas. Con el paso de los años,
Argen ti-
a nacio na-
tación que el PAN le impri mía a la econo mía y la polític na se tornó meno s vulnerable a las presiones externas.
Duran te los
su totali dad se mostr aron escépti-
les. Los órgan os periodísticos en últim os años del siglo XIX, las pamp as asistie ron a un formi dable
nciam iento rurali sta.
cos sobre las consecuencias prácticas del pronu boom expor tador que se prolo ngó hasta bien entrad a la década de
parti-
La l'ren;~· por ejemplo, .lo consideró como un heraldo de "los 191 O, impul sado por nuevos produ ctos entre los que
destac an los
representati-
dos palme os del porve mr -de principios económicos, granos y las carnes refinadas, que ampli aron la lista de
los bienes de
o caudi -
vos de la fortun a nacional y reemplazantes del personalism expor tación tradicionales. El aume nto de las remesas de
ganad o en
que las bue-
llesc~-"·J~·J En lenguaje más pedestre, ello signif icaba
pie y de carne congelada (y luego enfriada) contri buyó a dismi nuir
en las cir-
nas mtenc wnes de los ruralistas resultaban irrelevantes la depen denci a de las exportaciones argentinas de los merca
dos que
con lapo-
c.u?;tancias de e~e presente. La Nación tambi én coincidía absor bían sus lanas, cueros y carnes saladas. En 1894, las
exportacio-
nza en la capac idad del
SICio~ de la Soctedad Rural, pero su confia
nes de tasajo representaban el 37 por ciento de las expor taciones
otect: ionist a no era
mamfiesto de convo car una activa cruzada antipr totales de carnes. Nuev e años más tarde, para 1903, había n caído a
"Los distin guidís imos
11tayor que la que demo straba La Prensa.
140
expor ta-
sólo el6 por ciento. . Al mism o tiemp o, lus nuevos bienes
14 1

l .tballeros de la Socie dad Rural pierde


n su tiempo", declaró un voce- no hacia los
dos (la carne en espedal) se orient aban cre<.Íentemente
ro. del radical.~smo. Esta tambi én fue ~a opini ón de la
141 Review ofthe sino hacia la librecam·
mercadós protegidos de Europ a contin ental.
de la Socie dad Rural
Rzver !'late. No creemos que el mamfiesto
dl' 18'l8, p. 217;
1
RRR IJ dt abril d.: \89R, p. 7. Véasl· tambié n L1. ',Jt abril
'·'
ura1 Argenr ma .1lo~ electores de 1~ Iepúbl id', ASRA.
1
""La·S . ldR XXXI:3 ca llCÍón"' FfA.
AriHarco, "!.as deccione~ y la Socied ad Rural. ·rardi.)
OC!et a y rLnnni ÍtltéfVC
(181)8), pp. 83-4.
2 de abril d~ 1898, p. 2
u·• l.R 31 de rnarto de 18'18. 143
ST, 1" de ahril de 1898.
14
" IN, 31 de mano de 1898. 14 ' j)SCDN , 28 de agosto de 1905, pp. 559-bO.
141
1:l Tir:mpo, 31 de marzo de 1898.
180 RuyHom
7erratenientes y políticrl en el cambio de siglo 181

bista Gran Bretaña. En 1905 el diputado proteccionista Varela Orriz dos 0 pagaban derechos muy bajos. 148 Las exportaciones ru.rales no
podía afirmar, sin temor a ser desautorizado, que "la república Ar- soportaban gravámenes de magn~tud, y ~esde 1906 fu~ron hberadas
gentina puede perfectamente bien desenvolver su industria ganadera
de impuestos. El diputado Francisco Ohver no se equi~o~aba .~uan­
sin necesidad del mercado francés [... ] el mercado de Inglaterra [... ] do afirmaba que un sistema tributario de estas caractensncas .es un
absorbe con facilidad la mayor parte de nuestra producción". 145 Como sistema perfectamente calculado para hacer liviano, casi insensible el
resultado de estos cambios, a los que la expansión de la producción ' po derosas"149
tributo a las clases mas . .
granífera contribuyó decisivamente, para el cambio de siglo las ex- Lo que es más importante, el entusiasmo de los estanCier?s po~ el
portaciones argentinas se convirtieron, junto con las mexicanas, en librecambio siempre se vio morigerado porque éstos adverna~ bien
las más diversificadas de América Latina, tanto por la variedad de que el gobierno federal debía recat~dar recu~sos, y que cualqm~r. al-
bienes exportados como por:su destino final. 146 En este contexto, la ternativa a los impuestos sobre las 1mpor:a~10nes era, e~ definmva,
amenaza de represalias comerciales se volvió menos peligrosa que a más peligrosa. Es comprensible que las .umcas alternanvas reale~ a
comienzos o a mediados de la década del noventa, hasta práctica- los gravámenes a las importaciones, los 1mpuest~s a las exportaclO-
mente desaparecer. La Unión Industrial Argentina no perdió la opor- nes 0 a la propiedad, les resultaran poco atracnva~. Su.s, exalta.das
tunidad de señalarlo. Denunciando la falsedad de las predicciones reacciones frente a impuestos directos como la conrnbuc10n ternto-
en torno a las represalias comerciales, en 1912 este vocero industrial rial (que constituía la principal fuente de recursos de los Est~dos
podía sostener confiadamente que "desde hace veinte años viene agi- provinciales) sugieren cuán desagradable ~odía resultarles un siste-
tándose periódicamente ese fantasma, sin que en tanto tiempo se ma tributario que pesase más sobre la pr.op1edad o.la renta. En r:pe-
haya logrado nunca cohonestar el fundamento del temor con un tidas oportunidades, la Unión Indusmal Argen~ma ~: encargo de
solo hecho concreto". 147 señalar las aporías de los estancieros frente a esta muac10n. En 1894,
Desaparecida o atenuada la amenaza de represalias comerciales, cuando la campaña librecambista estaba en su apogeo, el v~cero de
se hizo evidente que el efecto negativo de la protección adu;mera los industriales señalaba que "todavía ninguno de estos, a~c10nados
sobre la economía de exportación resultaba menos dañino de lo que al cambio y a lo novedoso, ha descendido al terreno practico Y exa-
algunos terratenientes sostenían. Al afectar el precio de los produc- minado por dónde ha de prorrumpir el fisco nacional para sa.ca~ la
tos de consumo importados o producidos localmente, la protección renta inmensa, colosal, que exigen l.ts deudas acum~ladas, ~1" s1 se
actuaba como un impuesto sobre el consumo. Por ello, su peso re- puede acudir al terreno escabroso de los impuestos duecros sm des-
caía con mayor fuerza sobre los miembros más pobres de la sociedad truir el sistema federal". 15° Carlos Pellegrini también criticaba a los
argentina. Es cierro que el aumento del costo de los bienes de consu-
librecambistas, llamando su atención sobre el proble~a del. ~nan­
mo popular incidía sobre los niveles salariales rurales y urbanos, y ciamiento estatal. "Muchas veces me he preguntado , escnb1a en
afectaba el precio de los productos de exportación. Sin embargo,
19 02 "·qué
~
es lo que entenderán hoy estos estadistas por librecam-
para los empresarios rurales, las consecuenciasnunca fueron graves, bio en oposición a proteccionismo? ¿de que manera ap1'1canan '
, 1
sus
pues el sector de exportación no hada un uso intensivo del factor ' . 1 ~, 151
reorías a nuestra legislación aduanera, por e¡emp o. · .
trabajo. Al mismo tiempo, el sector rural recibía un tratamiento pre-
Los argumentos fiscalistas de Pellegrini nnnca fu~ron som.etldos a
ferencial, ya que sus principales insumas importados (maquinaria crítica. A pesar de sus agrios lan1entos, los voceros del hbrecamb1smo no
agrícola, semillas, alambre y reproductores de raza) estaban eximi-
145
DSCDN, 1° de septiembre de 1905, p. 594.
14"Díaz Álejandro, f.ssays, p. 287.
141
Díaz Alejandro, Essays, pp. 17-21.
'
w' DSCDN, 4 dr septiembre de 1905, P· 638.
w Boletin de la Unión lndmtrifll Argentina (citado en adelante como BUlA),
""BUlA, Vl:30L J 5 de agosto de 1894, p. 2
1;1 Carlos Pellegrini, "Protección y librecambio", BUlA, XVI:404, 15 de agosto de
XXV1:527, 15 de noviembre de 1912, p. 2.
1902, p. ].
182 RoyHora Terratenientes y política en el cambio d~ siglo 183

propusieron alternativa algtma al sistema impositivo basado en los dere- como nadie a traer casi una década de inusitada prosperidad. Des-
chos a los productos importados. En todo caso, lo que pretendían era pués de largos años de inestabilidad política, estos logros comenza-
mantenerlo dentro de ciertos límites. En 1902, Emilio Frers, uno de ban a ser mejor apreciados. Como señalaba El Campo y el Sport, la
los estancieros más respetados y un destacado campeón de la causa primera mitad de la década de 1890 había mostrado que todas las
librecambista, escribió una serie de artículos en La Nación, denun- alternativas al dominio en solitario del PAN, en lugar de proporcio-
ciando las "pretensiones casi siempre exageradas de los industriales del nar una mejor solución a los problemas de los terratenientes, habían
país y de los políticos de tierra adentro". 152 Pero esta figura rectora de la contribuido a hundir el país en una grave crisis política, que amena-
155
Sociedad Rural estaba dispuesta a aceptar que las tarifas no debían ser zó destruir los logros de la década anterior. El Economista Argenti-
eliminadas sino rebajadas. Para Frers, los impuestos aduaneros eran, en no ofrecía una visión similar. Con mayor pertinencia que neutrali-
definitiva, un "mal necesario". 153 En su gran mayoría, los estancieros dad, señalaba que "la gran mayoría de la opinión conservadora del
parecen haber coincidido con esta visión. Aun cuando a muchos de país, cansad[a] de agitaciones y de promesas que nunca se realizan,
ellos les desagradase la filosofía del proteccionismo, de todas mane- tiene necesariamente que mirar con mejores ojos a los que han dado
ras aceptaban que una tarifa moderada era la única forma relativa- repetidas pruebas de aptitudes gubernamentales". l% El pleno rein-
mente indolora de financiar los gastos del Estado federal. En rigor, greso de los términos "opinión conservadora" y "clases conservado-
ames que partidarios del librecambio, los estancieros eran partida- ras" en el vocabulario político argentino, una novedad de los tor-
rios de un intercambio más liberal. mentosos años noventa, ofrece una prueba adicional de este cam-
La creciente indulgencia de los estancieros hacia el proteccionis- bio en el clima de opinión, que por cierto no era exclusivo de los
mo fue favorecida por un contexto político y económico bien distin- círculos terratenient es. Una garantía de orden interno, el Gene-
to que el que signó gran parte de los años noventa. Para fines de la ral también acrecentó sus apoyos debido a la amenaza de un con-
década, se advirtió con claridad que no existían amenazas a un PAN flicto internacion al con Chile.
renovado y fortalecido. En las elecciones presidenciales de 1898, el No se trataba sólo de que muchos estancieros hubiesen cambia-
autonomism o sólo debió enfrentar una oposición nominal. En me- do su visión sobre el líder del PAN. El propio Roca también se mos-
dio de la "abstención deliberada" de las clases altas, Roca volvió a tró dispuesto a ganarse el favor y el apoyo de este grupo social. A
ocupar la primera magistratura. 154 En su mayoría, los grandes pro- poco de acceder al gobierno, el nuevo presidente impulsó una refor-
pietarios rurales pampeanos recibieron a Roca con más simpatía en ma de la constitución que aumentó el número de ministerios y otor-
1898 que en 1880. Para el cambio de siglo, las dificultades que las gó al Departamen to de Agricultura rango ministerial. Emilio Frers
clases altas porteñas habían experimentado en 1880 para adaptarse a fue elegido para presidir los destinos de la nueva repartición. Roca
la aparición de una nueva y poderosa elite gobernante, venida del también invitó a dos directivos de la Sociedad Rural a incorporarse a
interior del país, eran un recuerdo del pasado. Roca ya no era visto la lista de candidatos a diputados nacionales de su partido. Este in-
como el hombre que había derrotado a Buenos Aires por la fuerza, tento de ganarse el favor de los círculos terratenientes fue amplia-
enviando a la muerte a muchos hijos de la provincia. La opinión mente publicitado por la prensa roquista. "Despertamos al fin de
predominan te entre las clases propietarias lo señalaba como el Con- nuestra larga siesta criolla, y nuestros estadistas, la prensa y el Con-
Lluistador del Desierto y como el hombre que había contribuido greso se ocupan preferentemente de cuestiones de vital interés", anun-
ciaba Tribuna. "Hombres jóvenes, miembros de las asociaciones ru-
111
Emilio hers, El prohibicionismo y la polltíca wmercíal argentim1. Cartas a zm rales, conocedores y representantes de los intereses ganaderos que es
hombre de estado (Buenos Aire.s, 1902), p. 26.
J;) Jbid, p. 21.
Js; EC'~, 18 de octubre de 1898, p. 82S.
151
RRP, 16 de abril de 1898, p. 4. También LP, 11 de abril de 1898; LN, 8 y 12 de
abril de 1898. "" EFA, 17 de julio de 1 897, p. l.
RoyHom 1i:rrmenientes y política en el cambio de siglo 185
184

fijada al oro a ~n nivel que sobrevaluaba ligeramente el metálico, y


tiempo ya de tutelar" , contin uaba el vocero roquista, expresarían
157

por, lo tanto estimula~: la~ exportaciones y las actividades que coro-


las necesidades de este sector de la producción en la Cámara de Di-
penan con la produc cton Importada. Los beneficios de una moned a
putados. Finalmente, en su primer mensaje de inauguración de las
devaluada y estable eran claros tanto para los productores rurales
sesiones del Parlamento, Roca se compr ometió a no contin uar im-
~omo para los industriales. El retorno a la convertibilidad ayudó a
pulsando la política proteccionista, argume ntado que el país debía
tn;pulsar un boom de inversiones extranjeras que superó al de la
"esforzarse en aumen tar y mejorar en calidad, cantida d y precio,
decada de 1880, y que no se interru mpió hasta los prolegómenos de
aquellos ramos de produc ción que tienen ya fácil aceptación en los la Primera Guerra Mundi al.
mercados extranjeros, absteniéndose de proteger industrias efíme-
Esa década de sostenido crecimiento manufacturero también con-
ras, en condiciones de irremediable inferioridad, con menoscabo de
tribuyó a precisar mejor algunos límites del proceso de industri:aliza-
nuestras grandes y verdaderas industrias, la ganadería y la agricultu-
cíón argentino, y a poner de manifiesto su fuerte vinculación con la
ra' . 158 Esta postura, que coincidía con la posición que los voceros rura-
listas venían manteniendo, sonó bien en los oídos de los productores ec~no~í~ de ex~o~tación. Si bi~~ la Argentina era para entonces el
agrarios. El editor de la Revista de la Liga Agraria, por ejemplo, afirmó pats mas mdustn ahzado de Amenc a Latina, el sector manufacturero
que "las expresiones del mensaje relativas al punto [el proteccionismo ] no sólo resultaba modesto en términos comparativos, sino también
fueron muy bien recibidas por los hacendados y agricultores".
159
fuertemente vinculado al procesamiento de produc tos primarios de
Se entiende entonces que, a un año de la asunción de Roca, un exportación. Se ha estimado que entre un 15 y un 20 por ciento del
medio tan crítico como La Nación reconociera que el nuevo presi- valor de la produc ción manufacturera, resultaba de la elaboración
de ~arin~, lana, carne, lácteos y otros produc tos exportables. 1 Por
61
dente "ha tenido en su favor la opinión conservadora, más deseosa
de verlo salir adelante, que de crearle tropiezos en su camino". La
160
v~nas deca.d~s, la falta. de fuentes de energía como el carbón y la
htdroelectnctdad constituyó un obstáculo a la diversi ficació n de la
deferencia de Roca hacia los productores rurales tambié n dio lugar a en
producción industrial. La industria textil, cuyo papel fue central
la Ley de Convertibilidad de 1899. La misma, por otra parte, pone
la industrialización en Brasil y México, permaneció subdesarrollada
de manifiesto la compa tibilida d entre algunas demandas del empre-
sariado rural y del industrial. La recuperación económica de la se- hasta la década de 1930. El tamaño relativamente reducido del mer-
gunda mitad de la década, impulsada por el aumen to del volum en y cado interno y las dificultades para exportar obstaculizaron el creci-
el valor de las exportaciones, se tradujo en saldos favorables de la miento de industrias que dependían de un mercado de mayor esca-
balanza comercial. Como consecuencia, el peso se apreció, trasla- la, como el cemen to y el papel. Si bien Argentina era el país más rico
e industrializado de América Latina, el nivel de la produc ción ma-
dando ingreso desde las actividades de exportación y de las que sus-
tituían importaciones hacia los asalariados y los importadores. La nufacturera per cápita era inás bajo que el de muchos países euro-
peos de menor población e ingreso per cápita.l62
restauración de un sistema de paridad fija estaba orientado a detener
este proceso. Tambi én tenía por objetivo hacer a la Argentina más ~n definitiva, entonces, lo que resulta decisivo para entender la
respetable a los ojos de los mercados financieros externos que, luego cre~tente aceptación de la presencia industrial por parte de los terra-
de la crisis de Baring, abrigaban serias dudas sobre la probid ad y tementes es que, superada la etapa de inquie tud que compre ndió a
solvencia de las autoridades nacionales. La moned a argentina fue gran parte de los años noventa, para el cambio de siglo comenzó a
advertirse mejor que el desarrollo industrial no perjudicaba sus inte-
IS' Tribuna, 22 julio 1898.
Ar··
11 1
Díaz Alejandro, Essays, p. 21 1,
Horado Mabragaña, Los mensajes. Historia del desenvolvimiento de La Nación
15 '
"
Colin
gentína redactmia cronológicamente por ms gobernante! (Buenos Aires, 191 0), v. V. p. 353. "" Bulmer-Thomas, The Economic History of Lmin Amnica, pp. 144-5;
before 1930", en Leslie Bethell (editor), (~tmbrid ­
1
''' RLA, Il:ll (julio de 1899), p. 334.
Lewis, "Industry in Latin America
gt History, v. IV, p. 320.
"'' LN. 12 de octubre de 1899.
1
Roy Hom
186 iemttenientes y política en el cambio de siglo 187

reses, y que resultaba inofensivo para la expansión agraria. Si bien las En esa déca~: notable, los productores rurales finalmente llega-
tarifas aduaneras continuaron indicando las intenciones proteccio- r~n a la concluswn de que el desarrollo industrial resultaba compa-
nistas de la elite gobernante, la ausencia de una política crediticia tible con la expansión agraria, y aprendieron a aceptar la presencia
más favorable a la industria, así como el carácter asistemático de ,u de una economía más compleja, que no sólo no presentaba amenaza
apoyo a la manufactura, revelaban algunos límites de ese industria- alguna a su posición como los verdaderos motores de la economía
lismo. Para el cambio de siglo, ya resultaba posible poner algunos de argentina, si.no que también ofrecía nuevas oportunidades para
estos datos en perspectiva histórica. Así, en 1900, el presidente de la hacer negocws para estancieros emprendedore s o con una base
Unión Industrial señalaba que el período posterior a 1880 había territorial insuficiente. Significativamente, la discusión de la Ley
asistido al desarrollo de la industria y de una política arancelaria de Aduanas de 1905 pasó prácticamente inadvertida, a pesar de
proteccionista, al mismo tiempo que la economía rural experi- que r~afirmó una política arancelaria que estaba lejos del libre-
mentaba la expansión más formidable de toda su historia. Para cambio, y que se mantuvo en vigencia hasta la década de 1930.
entonces, los industriales podían afirmar confiadamente que "has- La reforma de 1905 reafirmó una política proteccionista que se-
ta ahora el llamado proteccionism o no ha dañado la exportación gún concluía un conocido estudio de la Liga de las Naciones edi-
16
y [... ] en adelante tampoco la dañará". 3 tado en 1927, hizo que la Argentina tuviese tarifas arancelarias
Cuando la economía rural ingresaba a una etapa de renovada promedi~ por encima de las de Canadá, Francia y Alemania. 6
16

prosperidad, los~terratenientes aprendieron a apreciar mejor el valor Ello exphca por qué Argentina fue descripta muchas veces du-
de estos argumentos. El Congreso Industrial de 1900, que contó rante esos años como un país "declaradamen te proteccionista". 67
1

con la participación de prominentes propietarios rurales, iba a mos- Por mucho tiempo, los estancieros no encontraron en ello un
t:ar que este cambio de humor era muy generalizado. Algunos parti- motivo de gran irritación. Desparecida la amenaza del cierre de
cipantes, entre los que se contaban Lauro M. Castro y José L. Suá- mercados externos, las diferencias entre estancieros e industriales
rez, alzaron sus voces contra la industria y el proteccionismo, argu- enco~traron un factor moderador en la formidable expansión
mentando que este último invitaba a las represalias comerciales. Pero agrana, que derramó prosperidad sobre el sector agrario y sobre
no fueron ~apaces de ofrecer pruebas concluyentes para sostener sus todo .el mundo de los negbcios, y que fue percibida por todas las
puntos de vista~ En cambio, la mayoría de los participantes del con- frac~wnes del empresariado como el motor del capitalismo ar-
greso consideraron a la industria no como una amenaza sino como gentmo. De. hecho, por dos décadas incluso los propios industria-
un complemento del sector agrario. 161 Conforme pasaban los años, les nunca de¡aron de reconocer que la ganadería y la agricultura consti-
este diagnóstico se confirmaba. El boom de las exportaciones de la tuían las "industrias madres", de las que dependía la totalidad de la
primera década de siglo ofreció pruebas irrefutables de que el cre- actividad económica del país.
cimiento industrial y el desarrollo agrario no eran un juego de
suma cero. En la década que precedió a la Primera Guerra Mun-
C. LA DEPENSA RURAL
dial, al mismo tiempo que la industria experimentaba una ex-
pansión sin precedentes, el sector rural recobró el dinambmo de En el cambio de siglo, el rechazo de muchos terratenientes hacia la
!
1~ década de 880, y creció a una tasa anual de casi el ocho por
16
participación política estaba estrechamente relacionada con la exito-
ciento (una c1fra notable para economías pre-keynesianas). ' sa evolución del secror rural. A mediados de la década d~: l 900, el
cónsul británico en Buenos .Aires informaba a sus superiores que
--·--·-
BUlA, X1Il:373, 20 enero 1900, p. 2.
J(,J

'··• Véase BUlA. junio 1900, XIV:378, pp. 1-19; AS.RA, XXXV: S, 31 de mayo de
1 1
Díaz Alejandro, Essays, p. 284.
"''
1900, pp. 10.?-17; LP. 19 de mayo de 1'JOO; RRP. 26 de mayo de 1900, p. 1O. . "•' N. L. Watson, The Argentine 11r n Market (Manchester, 1<J08), p. 4 J. Otro~
'' Cortés Conde, La economía, pp. 230-1.
11
~Jemplo~ en Díaz Alejandro, EísayJ. pp. 279-80.
188 RoyHom 7émttenientes y politica en el cambio de siglo 189

"1906 bien puede ser considerado como otro en la serie de brillantes rervenciones federales, causaron profundo malestar entre los terrate-
años de ininterrumpida prosperidad con los que el país ha sido ben- nientes. En 1896, por ejemplo, el parlamento provincial forzó a
decido desde el comienzo del siglo. Progreso, y más progreso, mar- Narciso Lozano, un estanciero muy respetado que había sido desig-
can la tónica dominante". 168 Incluso la Liga Agraria, cuyo interés nado al frente de la policía, a renunciar a su cargo. Lozano, que
por la actividad política era manifiesto, advertía bien que la formi- libraba una exitosa batalla contra el abigeato, gozaba de todo el apo-
dable expansión económica creaba un clima para nada propicio para yo de sus colegas estancieros. Sin embargo, las presiones de la Socie-
el activismo político. En 1905, Pastor Senillosa señalaba que "el país dad Rural y de la Liga Agraria no fueron suficientes para reponerlo
continúa en su apogeo; los negocios no faltan, todo el mundo con.: en su puesto. 172 La Jeratura
· .e d e po1'1c1a
' era d emas1a
· d o Importante
· en
rento, los valores en·suba". 169 Su hijo Eduardo había advertido las la vida electoral de la provincia como para dejarla en manos de al-
consecuencias políticas de este clima de bonanza generalizada cuan- guien que no gozaba de suficiente confianza política.
do le escribía a su río que de "política nada puedo informarte porque Para comienzos de la década de 1900, los autonomistas lograron
aquí nadie sabe lo qúe lo que significa tal palabra, tal es la saludable neutralizar a sus rivales, y desde la gobernación de Marcelino Ugarte
indiferencia que se nora en el pueblo alto, bajo y medio". 170 ( 1902-1906) ejercieron un férreo control sobre Buenos Aires. En
La expansión agraria atenuó las tensiones entre los terratenientes unos pocos años, Ugarte hizo de sus Partidos Unidos (originalmente
y el Esradofederal. Sin embargo, algunos propietarios continuaron una agrupación poco estructurada en la que se destacaban los auto-
experimentando una resignada incomodidad con el orden oligár- nomistas, pero que también recogía apoyos entre políticos cívicos y
quico. Pastor Senillosa expresa bien este sentimiento cuando afirma- radicales que pugnaban por su supervivencia política) una fuerza sin
ba, en 1908, que "la política mal que mal va continuando en paz rivales. La poderosa maquinaria política de Ugarte dominó Buenos
que es lo que el país precisa". 171 Es importante recordar que, para los Aires hasta 1917, y entonces el gobierno radical debió recurrir a una
terratenientes, la relación con el Estado provincial en este período intervención federal para eliminarla. 173
fue siempre más problemática que la relación con el Estado federal, El ascenso de los Partidos Unidos fue bien recibido por una par-
en parte porque mientras que la política nacional se estabilizaba ha- te sustancial de los grandes propietarios, que veían que esta fuerza
cia mediados de la década de 1890, la provincial saltaba de crisis en podía poner fin a la permanente crisis política que signó a las admi-
crisis. Los años que sucedieron a la caída de Costa se caracterizaron nistraciones de la década de 1890. A poco de consolidarse Ugarte en
por una competencia abierta entre cívicos, radicales y autonomistas, la gobernación, la situación comenzó a cambiar. El dominio indis-
las tres facciones que se disputaban el control del Estado provincial. putado de los Partidos Unidos, rebautizado Partido Conservador en
De 1894 a 1898, Buenos Aires fue gobernada por Guillermo Udaon- 1908, generó una cierta dosis de malestar en la provincia, que inclu-
do, ungido por un acuerdo entre cívicos y autonomistas. En 1898, yó también a los propietarios rurales. Ugarte pronto ganó merecida
los radicales y los autonomistas se aliaron para elevar a Bernardo de fama por el empleo sistemático de todos los recursos de la política
Irigoyen al gobierno. A lo largo de esos años, los tres partidos mos- criolla para consolidar el dominio de su partido; creó una maquina-
traron fuertes conflictos y divisiones internas. En más de una oca- ria política que no dependía del apoyo de las clases propietarias, y de
sión, el Poder Ejecutivo tuvo dificultades para góbernar debido a la una fama tan dudosa que incluso tiempo después La Vanguardia
oposición parlamentaria. Estos conflictos, que trajeron repetidas in- recordaría como "Marcelino Ugarte llenaba la legislatura provincial
con personas semianalfabetas y la administración con capataces y
'''" Waher 1cnvnley a Sir Edward Grey. febrero de 1907, Foreigri OHke, General
Report on the Argentine Republic, 1906 (Confidencial Print) No. 8877, p. 4. l'! l.N, 9 de marzo de 1895; 1O de octubre de 1896. Sobre Lozano, ECS, 17 de

"''' Pastor ~enillos~ a Julio Senillosa, lO de novit!rnbre de 1905, Senil! osa, 2·-6-2. septiembre de 1892, p. 27; Emilio Frers, El progreso agrícola de In Nación y la .Sociedad
''" Eduardo Senillosa a Juan A. Chopitea, 21 de noviembre de 1904, Senillosa, 2-6-l. Rural Argentina (Buenos Aires, 1916), p. 181.
171
Pastor Senillosa a Roberw Senillo.sa, 31 d<" agosto de 1908, Senillosa, 2-6.. 5. ~'' <;.>bre este punto remito a mi "Autonomistas, Radicales y Mitristas".
RoyHom Tt.>rratenientes y política en el cambio de Jiglo J91
190

ahijados de comité"} 74 El matonismo y la distribución desigual de ría. Los propietarios pagaban la contribución directa, que gravaba la
las cargas fiscales también generaron amplios resentimientos. En propiedad raíz, sobre la base de la valuación de 1907, que había
1908, algunas de estas tensiones salieron a la luz. En ese año, los quedado desactualizada tras varios años de aumentos sostenidos en
conservadores decidieron auspiciar una lista en las elecciones inter- el precio de la tierra. El incremento resultante de la valuación de
nas de la Sociedad Rural. Poco antes de la renovación de las autori- 1911 fue de un 25 por ciento. Aunque relativamente modesto, el
dades de la más prestigiosa de las instituciones ruralistas, más de aumento fue denunciado por varias asociaciones de propietarios y por
cien hombres se afiliaron a esta asociación con la intención expresa la prensa. 179 El nuevo impuesto territorial, insistió La Nación en enero
de 1911, "resultará una verdadera extorsión para los ganaderos". 180 A
de votar por una lista afín al conservadurismo provincial, encabeza-
da por Santiago Luro y Juan Orriz de Rosas. m Esta actitud no regis- pesar de algunas protestas, los propietarios se dispusieron a pagarlo.
traba antecedentes; incluso en períodos de aguda lucha partidaria, la Algunos meses más tarde, Cecilia López Buchardo, el ministro
Sociedad Rural siempre había logrado mantener su independencia de hacienda de la provincia, advirtió que los recursos generados por
frente a las facciones que se disputaban el control del Estado. En las la revaluación resultaban insuficientes para equilibrar el presupues-
eleccionés internas de la Sociedad Rural, habitualmente poco con- to, y lanzó una nueva ronda de aumentos. La valuación fiscal fue
curridas, excepcionalmente se registraban más de cien votos. En 1908, incrementada entre un 50 y un 100 por ciento y, en algunos casos,
la elección alcanzó una importancia inédita, pues fue vista como un por encima del 500 por ciento. 181 La Review ofthe River Plate, que
plebiscito sobre los méritos de la gestión conservadora en Buenos siempre gustaba recordar a sus lectores que los propietarios rurales
Aires. En esa ocasión, más de seiscientos socios se hicieron presentes resultaban los grandes beneficiados del sistema impositivo argenti-
para emitir sus sufragios, y la lista auspiciada por el Partido Conser- no, admitió que "en la mayoría de los casos las propiedades han sido
vador resultó derrotada. 176 Significativamente, dos prestigiosos es- valuadas sin proporción alguna a su valor real". 182 El Diario ofreció
tancieros de simpatías mitristas -Emilio Frers y José M. Malbrán- ejemplos de aumentos muy sustantivos, entre los que destaca el de la
fueron elegidos para presidir la Sociedad Rural. 177 propiedad de Carlos Alberto Mayal, en Balcarce, cuya valuación había
En 1911, las tensiones entre terratenientes y gobierno conserva- sido incrementada casi quince veces, de $126.000 a $1.800.000. 183
dor alcanzaron mayor intensidad. El aumento del gasto público pro- La irritación de muchos grandes propietarios creció con la certeza de
vincial se encuentra en el origen del problema. Durante la década de que el incremento estaba siendo distribuido de forma claramente
1890, el gasto se mantuvo bajo. Una vez que la economía salió de la desigual. El gobierno conservador de Inocencia Arias, se denunció
crisis, el presupuesto provincial creció a pasos acelerados. Acompa- repetidas veces, había "favorecido en exceso a sus propios amigos". 184
ñando la expansión económica, entre 1900 y 1905 el gasto público Dado que habitualmente se considera que en este período la pro-
prácticamente se duplicó, y entre 1905 y 191 O creció un 300 por piedad rural no resultaba gravada con impuestos de consideración,
ciento. De 191 O a 1911 volvió a subir otro 40 por ciento. 178 Es por conviene señalar algunas peculiaridades del sistema tributario argen-
ello que, necesitado de mayores ingresos, a comienzos de 1911 el tino, que desmienten esta afirmación, y que contribuyen a explicar
gobierno llevó adelante una revaluación de la propiedad inmobilia- la reacción terrateniente de la que más abajo pasaremos a ocuparnos.
Para comienzos de siglo, los terratenientes no tenían mayores obje-
174
LV, 8 abril de 1933, p. l. 1
17
"'' ED, 19 de enero J91 J; I.P, JO y ll de enero de 19J l.
ED, 'i de octubre de 1908; LR 9 de octubre d" l 908.
'"' LN, 4 de enero de 1911: .ED, 1<)de en.:ro de 1911; LP, 1Ov z¡ de enero de J') 11.
'
1
'" LP, 1 1 de octubre de 1908. 1
"' RRR 13 de ocrubre de 191 L pp. 945-6. .
17
ECS, 14 de octubre de 1908, p. SJ 8.
-. 1111
1
!bid, p. 945.
"Eugenio Blanco, "Las finanzas de Buenos Aires", Famlrad de Ciencias Económims
'•J ED, 5 de oc:tubre de 191 J
lnv~:stigaciones de SemirJtJrio (Buenos Aires, 1925), v. V, pp. 423, 440-5; ED, 19 de enero
'"' ST, 11 de o.:tubre de 1911; ED, JO de octubre de 19J J.
de 1911.
192 RoyHorn 7errnteniemesy política en d cmnbio de siglo 193

ciones al sistema tributario federal. La situación con las finanzas pro- de el grueso de las erogaciones se destinaba al mejoramiento urbano,
vinciales era bien distinta, y es por ello que las críticas de los ruralis- un rema que interesaba poco a los grandes propietarios, cuya vida
ras solían tenerlas por objeto. Careciendo de acceso a los recursos social se concentraba no en las "aldeas" de la provincia sino en la
generados por el intercambio internacional, e imposibilitadas de gra- ciudad Buenos Aires y en sus propias estancias. Por otra parte, para
var el movimiento de mercancías, las autoridades provinciales y muchos, los municipios no eran sino "una posición política y[ ... ] un
municipales hicieron que la propiedad inmueble pagase el grueso instrumento electoral" . 189 Por esta razón, las denuncias sobre el uso
del costo de la administración pública. En Buenos Aires (como en indebido de los recursos por parte de los "políticos de aldea" llenan
otras provincias), los impuestos directos conformaban la base del las páginas de las publicaciones del período, y no sólo entre aque-
sistema fiscal, a punto tal que el gravamen sobre la tierra contribuía llos con intereses rurales. Carlos Pellegrini ofrecía un ejemplo
más del 50 por ciento de los ingresos provinciales totales. 185 El pre- típico de esta visión cuando argumentaba que era necesario "qui-
supuesto de Buenos Aires era significativo, y reflejaba la centralidad tarle a las municipalidades la facultad de crear impuestos, para
de esta provincia en la economía nacional: representaba una cifra evitar que en un día cercano las camarillas de aldea arruinen a los
similar al de las demás 13 provincias juntas, y oscilaba entre el 1O y ganaderos y agriculrores". 190 Una reforma de este tipo nunca fuelle-
el 15 por ciento del total del presupuesto federal. 186 Publicaciones vada a cabo, y por razones bien comprensibles. Formas alternativas
que habitualmente expresaban puriros de visita similares a los de los de financiar la administración (y la política) local no eran fáciles de
estancieros solían describir al sistema fiscal provincial como "abru- encontrar. Es por ello que entre los terratenientes no faltaron reac-
mador e intolerable". 187 Para los niveles que alcanzó la presión fiscal ciones como las del ruralisra Ricardo Newton, que se preguntaba
en la segunda mitad del siglo XX, las demandas fiscales de este período amargamente si "¿suena por acaso un pito de agente de seguridad a
pueden parecer modestas. En su propio contexto histórico, sin embar- diez leguas de una estancia? Ninguno [...] Pídese la inversión de las
go, no eran percibidas como tales. El caso del impuesto del trigo en entradas de patentes de rodados en la campaña que fueron creados por
Santa Fe en 1891 ofrece un ejemplo valioso al respecto, que por otra ley exclusivamente para la conservación de caminos. ¿En qué se han em-
parte tuvo a otro grupo social como protagonista principal. En las colo- pleado? En alumbrado, en fiestas, hasta en elecciones, menos en lo
nias agrícolas, un alza muy modesta de los impuestos sobre este cereal que manda la ley." 191 En definitiva, es enrendible que los voceros
contribuyó a desencadenar una gran rebelión entre los agricultores, terratenientes denunciasen una y otra vez la injusticia de las finanzas
que culminó en un desafío abierto a la autoridad del gobernador. 188 provinciales, y que las condenasen con mayor violencia que las de la
Desde la perspectiva de los propietarios, más perturbador que el administración federal.
monto total que debían desembolsar era quizá el hecho de que con- En 1911, una sequía persisteme provocó la pérdida parcial de la
sideraban a las finanzas provinciales como un terreno que escapaba a cosecha y redujo las pasturas disponibles, colocando a agricultores y
su control. Ello era especialmente cierto en el nivel municipal, Jon- ganaderos en una posición incómoda. 192 El fuerte incremento impq-
1
sitivo decidido por el gobierno de Inocencia Arias resultó una nuevá
• "; Véase Eugenio Blanco, "Las finanzas de Buenos Aires", pp. 415-45: "Desarro-
presión sobre los productores, frente a la cual, por cierto, podían reac-
llo y estrunura dd régimen impositivo en el país", Revistfl Económica, V: 1O (noviem-
bre 1932).
'' l.P. 19 de mar..: o de 190 l: JO de enero de 190 1.
18
'"" ls1doro Ruiz Moreno, "Fcderali~mo y unitarismo ante los gastos públicos",
RACP, V. ll ( ]') 11 ), pp. 153-66. '''''Carlos Pellegriní a Viceme L Casares, 22 de febrero 1899, en Agustín Rivera
~;· LR 2 de agosto de 1901; 16 de en~ro 1890. Asrengo, Cflrlos Pellegrini (Buenos Aires, 1')Lj 1), v. ll, p. 521.
''" Sr ha calculado que el impuesto al trigo c:n Santa Fe en 1891, de 1O centavos ''" Ricardo Newton, "Estudio sobre los desagües del Sud", 1..5R, 12 de julio 1897,
p01 cada 100 kilo~ de trigo y lino, representaba menos del 2 por ciento de los ingresos p 74fl.
brutos de los agricultores. Ezequiel Gallo, Lfl pflrnpa gringa. La colonizilción ttgrícola en '"'IR 13 de enero de 191 l; Anibal Arcando, "El conflicto agrario arg~nrino de
Santtt Fe. 1870-1895 (Buenos Aires, 1983), p. 405. 1912: ens,tyo dL' interpretación" Di:, 20:7') ( 1980), pp. 362-4.
RoyHora
194 'Ji:mttenientes y políticrt en el cambio de siglo 195

cionar. Debido a que se trataba de un asunto eminenteme nte "técni- 198


elegante de renunciar. Sin embargo, los estancieros no se reunie-
co", la revaluadón no fue debatida en las cámaras, y hasta tanto no ron sólo para celebrar su triunfo. El éxito de la convocatoria conven-
recibieron las boletas donde figuraban los nuevos montos a abonar, ció a los ruralistas de que debían orientar sus esfuerzos hacia un
los propietarios no advirtieron el abrupto incremento del impuesto. proyecto político más ambicioso. Los estancieros habían sido gana-
Pero cuando las boletas fueron distribuidas en octubre, el fuerte y dos por una profunda desconfianza hacia el gobierno conservador, y
sorpr~sivo aumento dio lugar a una gran agitación y un "notorio temían que presiones impositivas similares se repitieran en el futuro.
193
malestar entre los grandes propietarios." Incluso la propia prensa En la asamblea, uno de los oradores afirmó que "el problema no
oficialista debió aceptar que el ministro de hacienda, López Buchardo, abarca solamente el momento actual. Tiene proyecciones para el fu-
se había ganado "el encono de todos los terratenientes de la provin- turo, pues debemos defendernos de asechanzas futuras, pues bien
cia''.194 Tan airada fue la reacción de los estancieros de Buenos Aires claramente se vislumbra que el gobierno, aflojando en sus exigencias
que el Partido Socialista, que en general prestaba muy escasa aten- transitoriamente, ante la fuerza de la protesta actual, nos esperará
ción a los sucesos de la provincia, tomó un súbito interés en el asunto. para el año venidero y aprovechará todo momento oportuno para
Sorprendidos por la agitación de los propietarios, los redactores de La 199
desquitarse imponiéndo nos nuevos gravámenes". El hecho de que
Vánguardía destacaron que, a los terratenientes, "lo único que les falta la maquinaria política conservadora hiciese abundante uso de los
195
para ser facciosos es empuñar armas." recursos estatales volvía a los estancieros especialmente sensibles a las
El generalizado descontento entre los hacendados incitó a las aso- demandas fiscales. Esca posición se. advierte bien en el manifiesto con
ciaciones ruralistas a organizar una gran protesta. Una vez que se que convocaban a su primera asamblea (del que imprimieron 250.000
hizo claro que el gobierno conservador no estaba dispuesto a volver copias). Allí los terratenientes afirmaban que:
atrás, la Sociedad Rural convocó a una asamblea para el 1O de octu-
bre, que encontró un eco masivo entre los estancieros de la provin- la llamada nueva valuación en la provincia es una ame-
cia. "Hace ya mucho tiempo que los propietarios territoriales no se naza contra el derecho de propiedad [... ] es sabido que
levantan 'en masse' como lo han hecho en esta ocasión'', informaba la renta pública se distrae en otros fines que los servi-
la Review of the River Plate. 196 Por su parre, La Prensa señalaba que cios indispensables del Estado, haciéndose de ella un
"no hay memoria de que el ruralismo acaudalado de la provincia de medio de protección, en subsidios, pensiones, altos suel-
Buenos Aires se haya incorporado de igual forma para discutir leyes dos de la administración pública. Por ese camino los
e
. que arecten a 1a proptec . , mas
, "197 En esa ocas10n,
. 1ad ra1z. ' presupuestos seguirán creciendo y cada día subirán los
arancelanas
de cuatrocientos terratenientes reclamaron airadamente la cancela- impuestos, hasta hacer imposible la vida [... ] en esta
ción de la valuación. Con la intención de redoblar la presión sobre el situación, cuando todos sufren, cuando los labradores
gobierno, también se autoconvocaron para una segunda asamblea. carecen hasta de semillas para continuar sus labores, se
Qe>s semanas más tarde, una reunión todavía más numerosa tuvo lanzan teorías subversivas anunciando llevar una guerra
200
lugar en la ciudad de Buenos Aires. Para entonces, las autoridades de social contra la propiedad y el capital.
La Plata habían dado muestras de que esraban dispuestas a ceder a
· Este documento ofrece una idea clara del clima de opinión terra-
los reclamos terratenientes, y López Buchardo buscaba una manera
teniente, y numerosas fueron las voces provenientes de este sector
que alertaban sobre esta "guerra social contra la propiedad y el capi-
'"' /.R 4 de octubre 1'1 11.
1
"·> !.a Tribuna, 16 de octubre de 1911.
'''' Lv~ R de octubre dP 1911. -¡:;;;¡_,R 29 y 30 de octub1e de 1911; ASRA, Xl.JV:'i (1911 ), pp. 2.66-8.
'% RRR 13 de octubre de 191 J. p. 945. ''"' ED, 10 de octubre de 191 l.
,.,. J.P, 11 de ocrub1e de 1911. También F.D, 12 de octubre de 191 l . 1"" RD. 16 de octuhre de 1911.
Termtenientes y polftica en el cnmbio de siglo 197
196 RoyHom
nución de las cargas fiscales". 205 Este diario estaba en lo cierto. En-
tal" que incitaba el gobierno conservador. Los dirigentes de la Liga
valentonados por su triunfo, temerosos de nuevos asaltos conserva-
Agraria, por ejemplo, consideraban que la presión fiscal era un ata-
dores, muchos terratenientes que acudieron al llamado de sus pares
que inaceptable sobre la propiedad privada, e hicieron claro que con-
se mostraron dispuestos a lanzar una nueva fuerza política. El parti-
sideraban que las demandas del Estado eran más dañinas que la ac-
do terrateniente, que fue bautizado con el nombre de Defensa Ru-
ción sindical o la agitación política de las clases subalternas. Diego
ral, tenía por objetivo dotar a las clases propietarias de Buenos Aires
Baudrix, el presidente de la Liga, denunció que "la clase social aco-
de un instrumento con el que mantener a raya a un gobierno perci-
modada se está sintiendo oprimida, por dos fuerzas: la socialista que
bido como una amenaza. Como advertían los socialistas, "los terra-
se siente desde abajo, y la comunista [sic] que se siente arriba, con-
tenientes proyectan todo un plan de acción política propia y directa,
ceptuando a ésta la más peligrosa por su manera y medios de ac-
dirigida a tutelar exclusivamente sus intereses de clase [... ] los terra-
tuar" .201 Saturnino Unzué, uno de los mayores propietarios del país,
tenientes quieren alejar el peligro de cualquier 'atentado' y estiman
abonaba este razonamiento cuando afirmaba que con la nueva va-
que la mejor manera de garantizar su privilegio es influir con un
luación el pago del impuesto territorial insumía el 55 por ciento del ' pronuncia. do y activo
espíritu de e1ase mas . en 1a v1'd a po1'mea
. " .206
ingreso que obtenía por el arrendamiento de su campo de 52.000
La Defensa Rural pronto comenzó a prepararse para las eleccio-
hectáreas en Adolfo Alsina. 202
nes que iban a tener lugar en abril de 1912. Resulta importante ofre-
Estos temores, probablemente tan exagerados como hondamen-
cer un somero panorama sobre cómo fue percibida la aparición de
te sentidos, fueron acompañados por una renovada confianza de los
esta fuerza terrateniente. La Defensa Rural generó amplias expecta-
grandes propietarios en su capacidad política. A mediados de octu-
tivas en la prensa y la opinión pública, poco acostumbradas a obser-
bre, Adolfo J. Pueyrredón, un hombre de larga trayectoria ruralista,
var la formación de un partido cuyos militantes conformaban "el
insistía en que "no es posible entrar en arreglos con el gobernador Arias.
núcleo más poderoso de elementos de riqueza territorial y ganadera
Este no sabe lo que quiere, ni a dónde va[ ... ] más que nunca necesita su
de Buenos Aires". 207 Distintos periódicos, entre los que se conta-
gobierno el control directo é inmediato del pueblo [...] vemos ahora en
ban La Nación y La Prensa, celebraron la aparición de la Defensa
transparencia que la provincia gime bajo el peso de leyes anacrónicas
Rural, a punto tal que La Vanguardia sostenía que roda la "prensa
y que su mandatario no inspira confianza porque carece de estabili-
rica" asistía "incondiciona lmente la carn' paña de los estancieros". 208
dad en sus ideas! En esta situación no cabe sino la acción conjunta
El partido terrateniente también concitaba apoyos entre lo.s mi-
de todos los damnificados". 203 Saturnino Unzué se manifestaba de
tristas y los radicales, cuya inquina contra el conservadunsm o,
modo similar, y reclamaba la renuncia del gobernador. 204 No fue-
muy abierta, era producro de la total eliminación de estas fuerzas
ron los únicos que tildaron a Arias de desequilibrado e incapaz.
de la política provincial. _
Al calor de estas opiniones extremas, la idea de fundar un partido
El vocero socialista no exageraba la simpatía con la que la ¡3rensa
pronto contó con amplios _apoyos. Al describir la asamblea terra-
celebró la decisión de los grandes terrateiiientes de buscar un lugar
teniente de fines de octubre, el Standard advirtió que "conside-
en la vida pública provincial. Caras y Caretas condenó al gobierno
rando la posición, carácter y ní1mero de los organizadores de este
conservador a través de una de sus caricaturas; se burló de los mé-
movimiento es probable que conduzca a la formación de un fuer-
todos autoritarios con los que el conservadurism o intimidaba a
te partido en la, provincia, que no limitará su acción a la dismi-
sus rivales, y describió al gobernador Arias preocupado por la
-"" IN. 12 de noviembre de 19 J J. También RLA, XV: 11-12 (19 J l ), p 227; Car ·
Jos Guermo, "Plaga nativa", RLA, XVI:2 (1912), p. 25.
¡u; ST, 31 de octubre de 19 11.
2u1 ED, 9 de octubre 1911.
1111
LV. 29 de octubre de 1911.

W7 ED, 1• febrero 1912.


zuJ ED, 14 de octubre 1911.
lll4 !bid. ""' LV. 9 y JO de octubre de 1911.
198 RoyHom
Terratenientes y polítictl m el cmnbio de siglo 199

Defensa Rural. 20 ~ La Razón, por su parte, afirmaba que "no pode-


Visiones como ésta indican que la campaña de la Defensa Rural
mos sino saludar con aplausos la incorporación á la actividad políti-
encontraba eco favorable, y sin duda ello debe haber contribuido a
ca de los valiosos factores que están representados en el centro de la
que los ruralisras lanzaran su partido a la arena política. Desde otra
Defensa Rural". 210 Como en otras ocasiones, la gran prensa argu-
perspectiva, la forma en que el gobierno conservador reaccionó fren-
mentó que la decisión de los grupos propietarios de tomar un lugar
te a la movilización ruralista ofrece un valioso testimonio sobre cómo
en la vida política contribuiría a la eliminación de un orden político
ésta era percibida. El gobierno demostró grandes temores frente a
fundado sobre maquinarias y caudillos electorales de dudosos ante-
este inesperado desafío. No debe sorprender, entonces, que su pren-
cedentes. El ingreso más pleno de las elites socioeconómicas en la
sa facciosa atacara a "los latifundistas de Buenos Aires, estos nuevos
escena p(Jblica permitiría estrechar el hiato entre una política co-
romanos de nuestra decadencia''. 213 De todos modos, los conservado-
rrupta y una sociedad pujante y saludable, favoreciendo el avance en
res prefirieron evitar ingresar en el terreno de la crítica social. Sus denun-
el proceso de democratización. El Diario señalaba que "ningún par-
cias sólo lateralmente describieron a los terratenientes como parásitos o
tido en el país, ni ahora ni hace mucho tiempo, levantó bandera más
a la gran propiedad como un obstáculo para el progreso social. En
amplia, ni con mayores prestigios en la tradición en el presente y en el
cambio, optaron por considerar a los estancieros como figuras re-
futuro". 21 1 La Prensa, entonces el diario de mayor circulación y prestigio
motas, como una casta superior que se consideraba no sólo distante
de la Argentina, ofrece un testimonio elocuente de esta perspectiva, y
sino también indiferente a la suerte del hombre común. Los terrate-
de la simpatía hacia la Defensa Rural que tanto enfurecía a los socia-
nientes de Buenos Aires, decía El Nacional "sólo se reúnen para fus-
listas. Conviene citarlo en extenso. Para La Prensa:
tigar y despreciar sus poderes constituidos, para protestar sus pagos y
Los hacendados que firman el manifiesto de la Defensa para descalificar al 'guarango' que es intendente o fimcionario en la loca-
Rural, representan la clase conservadora de la provincia lidad y a los 'guarangos' en conjunto que bien o mal ejercen la dirección
de Buenos Aires, su verdadera fuerza económica[ ... ] La de la cosa pública en su provincia''. 214 En esta visión de tonos marcada-
'Prensa ha ~anifestado muchas veces la necesidad y la mente populistas, los dirigentes conservadores aparecían como figuras
co.Íweniencia de esta acción por parte de los hacenda- de rango social similar al del común de los habitantes de Buenos Aires.
dos[ ... ] Su aislamiento, su inercia, significaban una gran Una vez confrontados con la gran movilización terrateniente, los
fuerza perdida para ~1 progreso ascendente lh· la pro- conservadores cambiaron el ángulo de su análisis, pues creyeron más
vincia en que están afincados. La buena prédica cons- conveniente insistir en que los ruralistas no expresaban los verdade-
tante no ha caído en el vacío [... ] La Defensa Rural se ros intereses del conjunto de los propietarios rurales. Así, El Nacio-
presenta como una promesa en el presente y como un nal se refirió a la gran asamblea de fines de octubre sólo para negarle
presagio para el futuro, pues ensaya el molde de los representarividad, y para denunciar que estaba movida por intereses
partidos argentinos del porvenir: agrupaciones de pro- políticos inconfesables. 215 La Liga Agraria, siempre más extrema que
gramas y propósitos puntualizados de alta administra- la Sociedad Rural, concentraba las diatribas de los conservadores, y
ción, acaudillados por ciudadanos de arraigo y respon- no debe sorprender que su prensa afirmara (falsamente) que se trata-
sables que buscan las posiciones gobernantes, no para ba de la única organizadora de la protesta, y que humillara a sus
satisfacer un apetito, sino para realzarlas, 212 miembros describiéndolos como un grupo de lunáticos que debían
ser encerrados en un ma01comw.· · n· 6 E"n dennmva,
.e · · e ' del
y a d'uen:nCJa
2"'' Ct1rm y Caretas, nro. 685, 18 de noviembre 1'J 11. 111
11
" Lt1 Rt1zón, JO de octubre de 1911. EN, 9 de octubre 191 l.
211
ED, 28 de octubre de 191 l. " ' EN, 11 de octubre de 191 l.
212
LR 13 de noviembre de 1911, "· FN, :30 de octubre 1911, p. 1.
'' tN, 17 de ortubre 191), p. l.
11
1ermtmientes y política m el cambio de siglo 201
200 RoyHora
peonada de los señores terratenientes es un gran renglón del cuerpo
conflicto entre Estado y terratenientes que tuvo lugar en 1940 por electoral bonaerense". 219 Otras voces, en este punto indudablemente
motivos similares, en 1911 el gobierno consideró que podía obte- más sabias, invitaban a una evaluación más cautelosa de las posibili-
nerse más rédito denunciando a los ruralisras como instrumentos de dades de la Defensa RuraL Al comentar la decisión de los ruralistas
designios políticos anticonservadores que como auténticos represen- de organizar su partido, El Diario observaba que "es tal su gravita-
tantes de su clase social. Ello sugiere que la figura del gran terrate- ción sobre la economía general de la provincia que, sin trepidar,
niente como un parásito y como un explorador de la comunidad debe asegurarse que el triunfo estará del lado a que se inclinen, si
todavía no había ganado el peso que habitualmente se le atribuye. algo pesa en el concepto de las cuestiones políticas electorales los
Cuando la Defensa Rural apareció en escena, algunos observa- · · en to das 1as demas.
f:actores que son decisivos , " 220 e·Iertamente, hab'1a
dores consideraron que esta fuerza terrateniente estaba a punto de buenas razones para hacer esta afirmación de modo condicional. En
inaugurar una nueva era en la vida argentina: la de los partidos de las elecciones provinciales realizadas a fines de noviembre de 1911,
clase. La necesidad de poner fin a una vida política basada en agru- menos de un mes después de la gran reunión ruralista, la maquina-
paciones que se organizaban en torno a liderazgos antes que a ideas ria política conservadora había funcionado con la eficacia acostum-
y programas, y que se definían como representativas de la sociedad brada. En el momento mismo en el que los hacendados se encontra-
en su conjunto antes que de alguna de sus partes, era uno de los ban en el punto de mayor tensión con las autoridades de la provincia
grandes temas de la discusión en torno a la reforma política en el en la que tenían sus imperios territoriales, y cuando era generalizada
cambio de siglo. Por este motivo, es entendible que la aparición de la la convicción de que las autoridades de La Plata eran "panicular-
Defensa Rural concitara cierta atención entre algunos grupos refor- mente impopulares, pues no han hecho otra cosa que robar dine-
madores, que insistieron en la novedad que significaba la presencia de ro"221, los conservadores ganaron en ochenta de los ochenta y cinco
este partido de clase. Los socialistas, que veían a la "política criolla" como distritos en los que hubo comicios. 222 La ausencia de toda "corriente
uno de los signos más visibles del atraso argentino, hicieron repetidas de opinión" que disputara la batalla de propaganda con las voces
afirmaciones en este sentido. Sus preocupaciones más inmediatas, sin terratenientes, que los socialistas en su momento habían deplorado,
embargo, estaban en otro lado. El Partido Socialista ·insistió sobre el no parece haber incidido en este resultado. Tras la avalancha conser-
poder de la nueva fuerza, a la que veía como una variante local de los vadora, ni siquiera los socialistas dejaron de advertir que "la nueva
partidos agrarios europeos que por entonces lanzaban a los campesinos hornada de municipales salió a gusto del gobernador Arias, buen
a la arena política bajo la égida de los terratenientes, y que se habían maestro en el arte de dirigir y manipular la máquina electoral de la
convertido en un motivo de preocupación para los socialdemócratas provincia'' .223 Quien tuviera ojos para leer estas señales podía con-
alemanes y austríacos. En su conflicto con las autoridades de la provin- cluir que el futuro de la Defensa Rural se presentaba menos promi-
cia, insistía La 'vánguartlia, la victoria de los hacendados "está desconta- sorio de lo que algunos de sus organizadores esperaban.
da de antemano. Primero, porque su movimiento no es contrarrestado A medida que el momento de ir a las urnas se acercó, se hizo
por ninguna otra corriente de opinión. Segundo, porque los rebel- claro que la posición política de los estancieros no había mejorado
des son grandes electores, grandes señores feudales que aportan mes- desde 1893. Cuando la euforia inicial se evaporó, se advirtió bien
nadas al comicío". 217 Los socialistas incluso dieron crédito a una ver- que ni las características de la sociedad rural ni de su vida política
sión que afirmaba que la Defensa RuróJl podía recibir unos 30.000
votos (lo suficiente para ganar la elección en la provincia). 218 --~V. 12- de noviembre de 1') l l.
Esta idea 1omaba par re de su fuerza de la creencia socialista en el ·'·'" ED, 2 de febrero de l 1J 1.2. También La Argentina, 30 de octubre de JI) 1 l.
poder elecwral de los grandes propietarios. Para La Vangttttrdia, "la :!.l RRP, 20 de octubre de 1911, p. 1010.

w ED, 27 de octubre de 1') 1 l.


21
~ LV, 9 y lO de octubre de 1911. n; LV, 27 y 28 de noviembre de 1911.
m LV, 3 de abril de 1912.
202 RoyHom Terratenientes y política en el cambio de siglo 203

auguraban nada bueno para los terratenientes. Si había habido al- minaban los agricultores arrendatarios por sobre los propietarios.
gün cambio, éste no había reforzado sino debilitado a los propieta- Como hemos visto en el capítulo anterior, incluso después de la
rios. Al igual que en el pasado, los trabajadores de la estancia eran el expansión de la agricultura cerealera que sucedió a la crisis de 1890,
grupo social que los terratenientes podían movilizar con mayor faci- la ganadería permaneció como la actividad central de la gr¡¡n estan-
lidad. Pero su peso como porcentaje del total de asalariados de la cia bonaerense. El interés de muchos hacendados por la producción
provincia no era significativo (seguramente menos del diez por cien- granífera estuvo inicialmente vinculado a la necesidad de mejorar las
to del total), y además se encontraba en disminución. El censo de pasturas con vistas a criar ganado refinado. Con este fin, impulsaron
1914 indica que en Buenos Aires había más trabajadores permanen- la expansión del cultivo, pero nunca abandonaro n del todo su posi-
tes en actividades manufactureras (152.627) que en tareas relaciona- ción· como rentistas para adoptar el papel de empresarios del cereal.
das con la ganadería y la agricultura (123.865). El nümero de los Como consecuencia, las estancias típicamente combinaron la activi-
trabajadores en el sector de comercio y transporte también era eleva- dad ganadera, realizada por gestión directa de los terratenientes o de
do (89.993). 224 Este cuadro es incompleto, ya que no toma en con- sus administradores, con el arrendamien to de lotes destinados al cul-
sideración a los obreros temporarios, que constituían el verdadero tivo de granos. En general, los chacareros de la provincia trabajaban
lazo entre los mercados de trabajo urbano y rural: esos trabajadores grandes unidades de producción (mayores que las de sus congéneres de
poco calificados que se desplazaban desde la ciudad al campo, si- Canadá o Estados Unidos), con ayuda de trabajo familiar durante todo
guiendo la demanda estacional pautada por la cosecha de granos y, el año y con trabajo asalariado durante la cosecha. La producción graní-
en menor medida, por la esquila de la lana. Pero d~.:jando de lado a fera estaba basada en contratos de corto plazo (habitualmente de dos a
los trabajadores temporarios (cuyos lazos con los grandes propieta- cuatro años), que no contribuían a afmcar a los chacareros a la tierra, ni
rios eran poco significativos), cuando comparamos la información a desarrollar lazos perdurables con los propietarios del suelo. 226
provista por los censos de 1895 y 1914, la tendencia que se advierte Para fines de la década de 1900, los chacareros habían superado
es clara. En el lapso de veinte años, el empleo en el sector primario en número a los trabajadores permanente s de la estancia. 227 Hasta
creció un 50 por ciento, mientras que en el sector secundario au- entonces, la relación entre terratenientes y cultivadores nunca había
mentó un 200 por ciento, y en comercio y transportes se duplicó. 225 desembocado en conflictos abiertos. Por muchos años desde el ini-
A comienzos del siglo XX, la economía bonaerense intensificó el cio de la gran expansión granífera, la escasez de fuerza de trabajo les
patrón productivo que se basaba en la concentración de la estancia había garantizado a los agricultores arrendatarios términos contrac-
en la producción de bienes rurales, y que a su vez fomentaba el desa- tuales muy favorables. De rodas maneras, a diferencia de los asalaria-
rrollo de una sociedad más compleja fuera de ésta. Más aun, tran- dos permanentes de la estancia ganadera, los chacareros nunca desa-
queras adentro, la estancia de comienzos de siglo se había vuelto rrollaron sentimientos de lealtad hacia los hacendados. Lo inverso
menos homogénea en sus lealtades sociales y políticas que la de 20 ó también parece cierto: a fines de la década de 1900 Godofredo Dai-
30 años atrás. Para cuando apareció la Defensa Rural, el cultivo ce- reaux afirmaba con razón que "el estanciero actual odia cordialmente al
realero se había extendido por todo Buenos Aires, que se había con- colono, al agricultor, á esa gente que pulula''. 228 Aw1 cuando muchos de
vertido en el principal distrito agrkola argentino. En la pampa, el
cultivo de granos era llevado adelante bajo diferentes sistemas de 11o José Boglich, La mestión agraria (Buenos Aires, 1937), pp. 204-':i.
La descrip-
tenencia dd suelo, gue incluían, como en el caso de algunas regiones ción clásica de h vida dd chacarero puede encontrarse en Jame~ Scobie. ReL>olucíón m
de Santa Fe, la propiedad de la tierra en manos de la familia agricul- !rts pampas. Historia social del trigo argentino, 1860-191 O (Buenos Aires. 1968). espf'·
tora. En Buenos Aires, así como en el territorio de La Pampa, predo- dalmente cap. 11.
1 ,. (.'eruo agropemario nrtcional m la Reptíblica
Argentina en 1908 (Buenos Aires,
niCenso Nacional JY/4, v. IV, pp. 21 S· 2.3. 1909), v. 1, p. 376, y v. IJ, p. :185; Censo Nacion,lf1914, v. IV, pp. 21 5··6.
m Censo Nttáonal 1895, v. IJ, 13'J-42; Cemo Ntlcional 1914, v.IV, 215-223. 2'" Daireaux,
"La estancia argt>rltina''. p. 15.
204 Roy Horrt
lérratenientes y política en el cambio de siglo 205

éstos eran extranjeros, y en su mayoría permanecía al margen de la vida


mienzos d~ 1912, que instituía el sufragio secreto y obligatorio, y
electoral, parece claro que la expar1sión de la agricultura granífera debi-
que gara~nzaban una mayor rrasparencia de procedimientos. Por
litó la posición política de los terratenientes en la sociedad rural.
este motivo, estos comicios darían una imagen adecuada del poder
La Defensa Rural debía lidiar entonces con una sociedad que se
electoral de los grandes propietarios.
revelaba diversa y compleja no sólo fuera sino también dentro de las
. El compromiso del presidente Roque Sáenz Peña de garantizar elec-
propias estancias. Lo que es más importante, también debía enfren-
C10nes honestas seguramente favoreció el ingreso del partido terrate-
tar una poderosísima maquinaria política, cuyo dominio sobre la
niente en la arena política. Pero ello no era suficiente. Como se advierte
vida de Buenos Aires no había enfrentado rival alguno por años.
al seguir la pobre campaña de la Defensa Rural, los grandes terratenien-
Para desailarla, los estancieros debían organizar una red política que
tes estaban mal preparados para una tarea de proselitismo y agitación
cubriese la provincia. Esta tarea requería de saberes propios del mundo
que reclamaba dedicación y organización. De hecho, pronto se advirtió
político, que muchos estancieros no tenían, y que pronto descubrie-
que la campaña de la Defensa Rural no estaba a la altura de los desafíos
ron que tampoco estaban del todo dispuestos a adquirir. En este
que imponía el nuevo sistema. El éxito muy relativo de sus actos pübli-
sentido, el desprecio con que muchos de ellos juzgaban el mundo polí-
cos sugiere bien las dificultades de los terratenientes para dotarse de una
tico local-el del comité, el caudillo, el matón, etc.-, si bien inicial-
amplia base popular capaz de secundarlos. Es comprensible, entonces,
mente los debe haber impulsado a la acción, en el mediano plazo
que tras la euforia inicial, las adhesiones disminuyeran. Algunos sucesos
seguramente operó como un obstáculo para que perseveraran en una
que estaban fi.1era del control de los ruralistas también contribuyeron a
tarea organizativa de cuyos aspectos más sucios y rutinarios siempre
quitarles seguidores. La Defensa Rural había nacido en un momento en
prefirieron no ocuparse. Los conservadores, por otra parte, nunca se
el que la oposición había desaparecido del escenario provincial. Ello le
mostraron dispuestos a hacerles las cosas sencillas a sus nuevos riva-
había permitido recolectar adhesiones, muchas de ellas interesadas, de
les. En diversas ocasiones, la Defensa Rural se quejó de que los conser-
todo el arco anticonservador. La situación cambió con la sanción de la
vadores les impedían desarrollar normalmente sus actividades proselitis-
nueva ley electoral en febrero de 1912, pues ésta estimuló la reorganiza-
tas.229 De todas maneras, los ruralistas encontraron más dificultades
ción de radicales y cívicos, que desde entonces se ocuparon más de sus
en su propia incapacidad para movilizarse y reclutar apoyos entre la
propios proyectos que de celebrar a los terratenientes. 232 Las defecciones
población local. En Baradero, por ejemplo, los ruralistas contaban
crecieron. La Defensa Rural había invitado a dos notables mitristas
con tan pocos seguidores que todos ellos "fueron nombrados voca-
Norberto Piñero y Luis María Drago, para que se sumaran a su lista d;
les" del comité local. 2 ·~ 0 Un mes antes de las elecciones, la Defensa
candidatos, pero éstos desisrieron. 213 Lo que es todavía más revelador es
Rural denunció airadamente que debido a la interferencia oficial no
211 que los propios líderes ruralistas comenzaron a renunciar a sus candid.l-
iba a presentar candidatos en las elecciones provinciales.
turas cuando se les hizo evidente que el partido marchaba indefectible-
Pronto se hizo evidente que los problemas de los estancieros no
mente hacia la derrota. Dos semanas antes de las elecciones, el presiden-
eran sólo consecuencia de la politiquería sucia del Partido Conserva-
te de la Sociedad Rural, José M. Malbrán, sübitamente recordó que
dor. Impedida su participación en los comicios provinciales, la De-
como afiliado a la Unión Cívica no le estaba permitido candidatearse
fensa Rural presentó candidatos en las elecciones federales que se
por otro partido. 234 Esto no era más que una excusa, ya que Malbrán
llevaban a cabo simultáneamente. Es importante señalar que estas
"nunca se había interesado en política". m La actitud de Julio Puey-
elecciones federales fueron las primeras que se realizaban bajo el
imperio Jr: la nueva ley electoral que bahía •ido sancionada a co·-
· ·~ FD. 23 fi·brero J,. 1912
•;. l.N, 22 dt: marw d~ 191?.
,., l:'LJ, ¿o d~ n<>vi~:mhre de 191 l.
'' l N, 30 de marzo J,· 1') 1?..
~"· LN. ]1 de rn.trt.o de 1912.
'' Reginald Lloyd (ediwr). f'u.mtztth ( 'enmr_y lmprrs.<iom ~/Ar¿;mtmti (Londres,
"' LN. !')de m.mo de 1912.
1'>11 L p. ~88.
206 RoyHom

rredón fue más franca. En una carta al comité central de la Defensa


Rural, en la que comunicaba su renuncia, aceptó sin vueltas que "la
maquinaria administrativa está montada de tal manera que es impo-
sible la lucha en el comicio". 236
Este expresidente de la Sociedad Rural estaba en lo cierto. Al
igual que en noviembre de 1911, en abril de 1912 la victoria del
Partido Conservador fue apabullante. En la Capital Federal, la De-
fensa Rural obtuvo 1.600 votos, una cifra que representaba el 2 por
ciento del total de sufragios emitidos. 237 En la provincia, el partido de
los terratenientes apenas reunió unos pocos centenares de votos. 238 Tras
los comicios, la prensa conservadora se vengó de las afrentas sufridas,
y se regocijó ante la humillación experimentada por los terratenien-
tes. La Defensa Rural, decía El Nacional, "á base de la Liga Agraria y
otras yerbas, que se atribuía en un momento dado la inmensa mayo-
ría de la provincia. ¡Qué bonito papel ha hecho ayer! Es la agrupa-
ción que ha tenido menos adherentes de todas y eso que no le ha
faltado propaganda y proclamaciones bombásticas de candidatos."239
Después de la derrota, el partido terrateniente rápidamente se
disolvió. Para sus impulsores, la lección había sido dura, y de hecho
cancelaría definitivamente toda propuesta de crear tma fuerza política
terrateniente. En W1 sentido más general, la experiencia de la Defensa
Rural indica que los grupos gobernantes del régimen oligárqtúco esta-
ban lejos de ser un instrumento que los grandes propietarios manejaban
a su antojo, y que los terratenientes carecían del poder suficiente como
para modificar esta relación. Cuando los ruralistas se lanzaron a desafiar
las posiciones de la elite gobernante, se volvió evidente que no poseían
los recursos necesarios para una tarea tan ambiciosa. Las bases políticas
de los grupos gobernantes eran lo suficientemente amplias como para
condenar estos esfuerzos terratenientes a una derrota inapelable. La hu-
millación que los hacendados de Buenos Aires sufrieron a manos de la
maquinaria política conservadqra en 1912 explica por qué la Defensa
Rural fue un capítulo de la historia de la clase terrateniente que sus
propios protagonistas y sus descendientes siempre prefirieron olvidar.

'" LR 26 de marzo de 1912.


1

"" LP, 21 y 30 de abril de 1912.


"" LR 2') de abril de 1912.
3
' '' EN. 8 de abril de 191 2..

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