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No es difícil concluir que desde las concepciones del idealismo mecanicista, o del

mecanicismo biologista, no será posible construir una teoría científica ni proponer los
procedimientos metodológicos que nos permitan conocer la historia de una personalidad,
por ejemplo, cuando es preciso atenderla por los problemas que le aquejan; mucho menos
que nos permitan superar las limitaciones que le imponen las condiciones sociales en que
vive. La misma historia de las psicologías, dentro de estas concepciones, ha demostrado
que no se puede ir más allá del estudio de algún aspecto de la personalidad en sí. Por
ejemplo, el psicoanálisis en realidad el análisis de las expresiones verbales de un sujeto
nos permite ver únicamente su desarrollo afectivo; el análisis de la conducta en realidad
el análisis del desempeño en ciertas tareas nos permite ver solamente algún aspecto
cognitivo de dicho sujeto. Se pueden pues tomar, y de hecho se han tomado, diversos
aspectos del psiquismo de la personalidad para formular teorías acerca de la misma. Se
ha tomado el sexo, el aprendizaje, los motivos, el humor, o “la estructura”, "la actividad"
humana, en el mejor de los casos, pero aislados, y en el mismo sentido del estudio de los
naipes o la palma de las manos. Pero es también interesante que ninguna de ellas haya
partido del aspecto que más diferencia al hombre de los animales, el aspecto moral de la
personalidad y de hecho no hay una tipología basada en una concepción ética de la
personalidad. Y es que estos análisis no van más allá del nivel de los atributos naturales,
más primitivos, que compartimos con los animales, desdeñando todo aquello que es en
realidad la esencia de los hombres. .

De otro lado, tratándose de la personalidad, como en ningún otro ámbito de las ciencias,
se toma imprescindible la explicación de la historia de un individuo social concreto, tal
como vive dentro de las relaciones sociales, y no de una generalidad, de una abstracción
o de un objeto sin pasado ni futuro. Se trata de conocer un sujeto que si bien es parte del
universo físico, vivo y social, tiene también una historia personal única. Además, se trata
de una realidad material cuya lógica interna y especial pretendemos reflejar y explicar en
nuestro pensamiento como científicos, no como curiosos que quieren conocer la vida del
vecino.

Más aún, si se trata de conocer y explicar para ayudar a formar y desarrollar una
personalidad concreta cuya historia se da lógicamente dentro de la historia de una
sociedad, en el tiempo, es a todas luces erróneo limitarse a la observación de su
desempeño en una simple tarea, y a la descripción y tipificación de su individualidad de
apariencia invariable y definitiva en el marco de una clasificación de rasgos, cuando el
verdadero objetivo científico es descubrir las formas de determinación y el curso de los
procesos formativos de su actividad que se estructura en el curso de su historia al interior
de una formación socioeconómica dada, la que incluye sus bondades, como también sus
raras, injusticias y enfermedades. Todo ello en vista de que debe influirse sobre su futuro,
lo cual es de una responsabilidad moral invaluable.

En tal sentido, para conocer e influir sobre el desarrollo de una personalidad, no puede
usarse otro método que el método clínico, por medio de cuyos procedimientos habrán de
obtenerse los datos con los cuales se elabora la biografía clínica acerca de esa
personalidad, biografía que debe reflejar la historia de sus procesos internos y de sus actos
con que ella se había insertado y formada dentro del proceso social donde le ha tocado
vivir. Pero el análisis biográfico sería parcial, sesgado y hasta inútil, si no se tomaran en
cuenta aquellos procesos internos que se dan dentro del sistema de la persona, así como
los procesos externos de la sociedad que lo determinan, en especial aquellos que son
relevantes para la explicación de los problemas que le limitan o aquejan. Es aquí donde
es preciso tener en cuenta, los esquemas teóricos que son imprescindibles para el trabajo
práctico del mencionado análisis. Y es que, afortunadamente, la historia de una persona,
por más informal que fuese, no es un conjunto de acciones y actos, de comportamientos
y conductas que sean sucedido al azar. En otras palabras la historia de cada personalidad
tiene una lógica coherente no por sí misma, sino coherente con la historia de la sociedad
dentro de la cual ella vive y actúa. Y es que en sentido estricto, la informalidad de las
personas no es que sea resultado de una falta de organización o de normas que regulan su
devenir, sino que es por sí misma la lógica de la historia de la sociedad, la que una vez
asumida por la persona se convierte en su propia historia.

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