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INDICE
Introducción…………………………………………………………..……. 3
Desarrollo
I.- Liderazgo………………………………………………………………… 4
Conclusión…………………………………………………………..……… 8
Bibliografía………………………………………………………….……… 9
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INTRODUCCIÓN
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¿PORQUE NECESITAMOS SER LÍDERES CON UNA VISIÓN
ESPECÍFICA?
I.- LIDERAZGO
La Iglesia tiene una misión especial y específica que debe cumplir aquí en la tierra, a
la iglesia Dios la ha puesto para ofrecer sanidad a las almas, pues la Iglesia es la esperanza
del mundo. Por lo tanto, al entender la inminente necesidad espiritual que adolece en
nuestro alrededor, y que el futuro de nuestro mundo depende en gran parte, de que nosotros
como líderes entendamos la misión que nos corresponde, asumiendo que; “El liderazgo es
una decisión que usted toma, no un lugar donde usted se sienta” (C, Maxwell, 200,7), el
amor y el servicio es lo que debe caracterizar nuestro ministerio como líderes.
Que importante es entender y reconocer que la iglesia de Cristo posee un poder para
transformar el corazón de las personas, un poder transformador que no se puede encontrar
en ningún otro lugar, ni con el mejor siquiatra, psicólogo, ni el mejor terapeuta, ningún
recurso humano puede cambiar un corazón, ni sanar un alma herida, ni transformar el odio
en amor, ni mucho menos traer arrepentimiento, ni producir el perdón ni la reconciliación,
ni traer la paz. Es decir, ninguna solución alternativa propuesta por el ser humano, puede
llegar al corazón del problema existencial del ser humano, solo Cristo puede transformar las
vidas, y esa es la tarea precisa y específica de la Iglesia, revelar y atraer las almas a Cristo,
a través de la obra del Espíritu santo, y en obediencia a la gran comisión, tarea específica de
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nosotros como iglesia. Responsabilidad que pone sobre nuestros hombros; consolar al
afligido, sanar al quebrantado, ofrecer la verdad al confundido, brindar recursos a los
necesitados, consolar al olvidado, ayudar al cansado y al desilusionado, romper las ataduras
de las adicciones, liberar a los oprimidos y abrazar al marginado. Es decir que, cualquiera
que sea la necesidad y el sufrimiento humano, la iglesia debe responder con sanidad y
restauración, esto responde al PORQUE de nuestra razón de ser como Iglesia misional, en
propósito y existencia, puesto que ninguna otra organización en la tierra es como la Iglesia,
y nosotros como líderes y parte del cuerpo de Cristo debemos asumir nuestra
responsabilidad.
II.- VISIÓN
Sin duda alguna, la visión es el arma más poderosa para cambiar el mundo. La visión
debe ser no una parte de nuestro ministerio sino el corazón y el motor de nuestro servicio
en la obra de Dios y de nuestro liderazgo, entendiendo cual fue la visión de Jesús y
encarnar esa misma visión en nuestras vidas, tal como lo hizo él con sus discípulos; “El
deseo de un verdadero líder es que los demás mejoren, hacerlos más fuertes, más eficaces y
más motivados” (J, Macarthur, 2006, 37). La visión debe ser en nosotros el combustible
que nos lleve a la acción, el fuego que encienda la llama de nuestra pasión por almas, y aquí
es donde empieza el verdadero cambio del mundo, a través de nuestra cosmovisión y/o
cambio de mentalidad; “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de
Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2 Reina Valera 1960). Vayamos pues,
cristalizando la idea, la visión, de acuerdo a la definición de Bill Hybels es la siguiente;
“Visión es una imagen del futuro, que produce pasión” (Hybels, 2002, 32). Lo cual no solo
es acertado sino pertinente a la vez, ¿Por qué a la Iglesia, La Esposa de Cristo pareciera que
la sola idea de la responsabilidad que conlleva la gran comisión no produce pasión en
nosotros? Es obvio, una iglesia sin visión es una iglesia sin pasión.
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Dondequiera que haya necesidad hay un llamado para nosotros, para nuestro
liderazgo, para una visión específica. Mientras haya niños hambrientos habrá necesidad de
suplir de alimentar, mientras haya matrimonios al borde del fracaso, habrá necesidad de
restauración de aconsejar, mientras haya mujeres, adultos mayores y niños maltratados,
habrá necesidad de compasión de amar, mientras haya suicidio y violencia habrá necesidad
de aconsejar de orar, es decir, mientras Cristo no regrese por su Iglesia, nosotros debemos
intencionalmente ser la respuesta a este mundo que agoniza, y aunque muchas veces
tenemos líderes activos, la iglesia en su mayoría sigue pasiva, porque no hemos
comprendido aún, que sin una visión específica y sin un líder que transmita y encarne esa
visión, la iglesia seguirá en su letargo. Por lo tanto, nosotros como líderes debemos primero
ver la visión, ver esa imagen del futuro transformadora de vida, esa visión que acelere
nuestro pulso, con la cual demos respuesta específica a una necesidad específica y que en
esa necesidad nos veamos a nosotros mismos siendo usados poderosamente por Dios para
traer solución y ser de bendición, de tal manera que no solo se produzca la satisfacción de
estar siendo útiles en el reino de Dios, sino que haya una firme convicción en nuestro
espíritu de poder descubrir el propósito por el cual Dios nos ha permitido nacer en este
tiempo, y no tan solo aventurarnos a decir; “Creo que puedo dedicar mi vida a esto” sino
que la visión que Dios haya puesto en nosotros, nos lleve a decir con toda seguridad; “sin
duda para esto nací”. Porque si nosotros como líderes no sabemos hacia dónde vamos,
mucho menos lo sabrá la iglesia local. Es decir, la gran comisión es una tarea concerniente
a toda la iglesia universal, pero precisamente la labor de nosotros como líderes, es
aterrizarlo a nuestra iglesia local, a nuestro contexto, a nuestro aquí y ahora, esto es a una
visión específica.
Nosotros como líderes, debemos ser los primeros en ver y sentir la visión,
encarnándola, para luego inspirar a otros a que se sumen a la causa. El apóstol Pablo estaba
completamente seguro de su misión y propósito aquí en la tierra; “Pero de ninguna cosa
hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con
gozo y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la
Gracia de Dios” (Hechos 20: 24 Reina Valera 1960). La visión específica es sin duda
cuestión prioritaria, o al menos así debería serlo. Todo líder tiene un llamado específico
dentro del reino de Dios, nuestra tarea es encontrar nuestro lugar dentro de nuestra iglesia,
y dedicar toda nuestra vida a ello, pues al algún día a todos se nos pedirá cuenta de ello.
Porque sin vacilar, sabemos qué; “Todos pierden cuando la visión de una iglesia es
confusa” (Hybels, 2002, 43). Por lo tanto, nosotros al exponer, transmitir y compartir la
visión específica que Dios nos ha dado para nuestra iglesia local, lo debemos hacer de una
forma sencilla, accesible, digerible y cien por ciento, práctico.
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Es decir, que todo creyente y miembro de nuestra iglesia después de oírnos compartir
la visión, no tan solo debe saber, el QUE, y el COMO, sino también el PORQUE, y en ese
sentido de pertenencia, también deber arder en ellos la pasión por la visión, de igual forma
que arde en nosotros. Como bien nos lo recuerda Rafael Pola; “Tener una visión enfoca tu
futuro, en términos de resultado. Comunicar adecuadamente la visión hace posible que
tengas seguidores”. (Pola, 2010, 21). De tal forma que nuestra visión nos lleve
directamente a la acción.
La visión específica no es un sueño utópico, sino más bien un plan, una explicación
paso a paso de cómo pasar del ensueño futuro a la realidad, donde todos caben y todos
somos importantes, donde todos somos útiles y líderes potenciales. Por lo tanto, los
resultados de nuestra visión específica no solo deben llevar a las personas involucradas en
acrecentar su fe en Dios, sino que también los debe desarrollar en su madurez espiritual, en
su compromiso con el evangelismo y con la expansión del reino, a través de metas a corto y
largo plazo, esa es la tarea de nuestro liderazgo, nuestra visión específica provee una
identidad que funciona bíblicamente y que honra a Dios, y nos recuerda que fuimos creados
por Dios con un propósito especial. Para lograr el total potencial redentor de nuestra iglesia
local, necesitamos más que proyectar una declaración de nuestra visión, encarnar metas
claras y objetivos específicos, conectando a cada uno de nuestros miembros a su función
específica, porque somos un cuerpo y Cristo es la cabeza, de tal forma, que nuestra iglesia
esté vinculada tanto de medio tiempo como de tiempo completo con nuestro plan
estratégico de nuestra visión específica, de tal manera que, todos y cada uno de nuestros
miembros, puedan sentirse responsables del futuro de nuestra iglesia como un todo, y no
como en la mayoría de los casos, donde la responsabilidad solo recae en los líderes.
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Nosotros como líderes, al igual que Jesús debemos tener en claro la visión global,
apuntar hasta los confines de la tierra, pero aterrizarlo primeramente a nuestra Jerusalén, es
decir, buscar discípulos que abracen nuestra visión y que a su tiempo sean líderes que
avancen hacia el siguiente paso, hacia Judea. Debemos descubrir que necesidades hay con
los jóvenes, con los niños, con los matrimonios, etc., y formar los líderes que desarrollarán
su potencial de liderazgo en dichas áreas, es decir, acompañarlos en este proceso, así como
Jesús pasó tiempo con sus discípulos, y estos a su tiempo, continuaron con el ministerio del
maestro, Jesús. Así también nosotros, al igual que Jesús empapó a sus discípulos con la
visión, nosotros debemos empapar de la visión específica a los líderes bajo nuestra
supervisión y mentoreo, y ellos a su vez empaparán de la visión a los demás, a fin de que la
visión no sea solo de los líderes, sino de toda la iglesia, unánimes como lo era la iglesia
primitiva; “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros,
en el partimiento del pan y en las oraciones” (hechos 2:42 Reina Valera 1960).
Recordemos, pues, que la iglesia debe abordar cada una de las necesidades más profundas
del ser humano, dirigiendo a las personas a una manera totalmente nueva de vivir, amar y
servir, transformando así nuestra toda sociedad. Sin duda alguna, ser líder es una gran
bendición pero también una gran responsabilidad.
CONCLUSIÓN
Si damos por entendido que la iglesia local es la esperanza del mundo, es decir, “La
agencia redentora ordenada por Dios, sobre la cual descansa el destino del mundo entero”
(Hybels, 2002, 34). Y que el arma más poderosa con la cual, Dios ha dotado a la iglesia,
para transformar el mundo, es la visión, y que la única manera de que dicha visión sea
puesta en marcha es a través de nuestro liderazgo, a fin de atraer el futuro hacia nuestro
presente, puesto que lo que hace realmente poderosa a la visión, es precisamente aterrizarlo
a nuestro contexto, a nuestra iglesia local, a una visión específica, siendo ésta no
simplemente la imagen del futuro, sino más bien, la energía y la pasión que brota desde lo
más profundo de nuestro ser, accionándonos hacia ella. Jesús a sus doce años estaba
convencido de su papel mesiánico sobre la tierra, de su misión y de su visión; “¿No sabías
que en los negocios de mi padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49 Reina Valera 1960).
Nosotros de igual manera debemos estar completamente seguros de la visión que Dios ha
depositado en nosotros. Parte de la razón de que los discípulos de Jesús voltearan al mundo
al revés, es que el más grande líder del mundo les había comisionado la meta más clara y
más emocionante alguna vez establecida; La redención del mundo por medio del ministerio
de la Iglesia. Nunca debemos olvidar lo siguiente: “Así que hermano míos, estad firmes y
constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el
Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).
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BIBLIOGRAFÍA