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Conocerse a sí mismo desde la danza

inclusiva en el marco de la compasión

Contexto escolar
La educación en primaria supone el inicio del desarrollo de competencias tanto
académicas como sociales, que derivan en la atención racional y emocional del
estudiante. El desarrollo del carácter crítico y de sujetos sensibles es vital en las
edades en las que se enmarcar esta etapa, para vivir en comunidad y la
construcción individual. El entorno convivencial en la escuela, al margen de la
competencia académica, propicia situaciones de exclusión desde los marcos
académicos, cuerpos institucionales o dentro de la misma población estudiantil. Así,
desde el contexto en el que está expuesto el estudiante, las nociones autónomas
de individuo se fragmentan y diluyen, llegando a una exclusión de la propia persona
que se realimenta con el rechazo y desaprobación del medio.
El autoconcepto se entiende como la opinión que una persona tiene sobre sí misma.
Es la imagen que se proyecta sobre si mismo, en la medida en que la imagen que
se tiene de sí mismo influencia profundamente la percepción de los otros y del
mundo externo en general. (Rogers, 1959). Está directamente asociado a la
autoestima, demanera que proyecta una idea de sujeto para entrar en relación con
el exterior, y a la de una persona. Es un espacio de confrontación en el que el sujeto
se rebate a sí mismo para construirse. Inicia en la visualización del rechazo personal
y colectivo, y se proyecta a la aceptación del yo entendiendo las dinámicas y
conflictos emocionales que componen al ser. Para ello la exploración sensible de
las artes, y para el caso local, la danza, se propone como ente interventor de la
problemática. Se extiende su espectro sensorial al cuestionamiento del estudiante
frente a su medio, a experimentar emocionalmente las diferencias de su persona
con el resto y su relevancia en comunidad. Esta vertiente inclusiva permite que todo
estudiante pueda interactuar en cada sesión consigo mismo por igual.

Exclusión y autoconcepto

La exclusión se define como el disfrute en grupo de las oportunidades económicas,


sociales, culturales y políticas existentes en la sociedad afectando a otros grupos
culturalmente definidos y se encuentra inmersa en las interacciones sociales (ONU,
1998).

En el aula encontramos conductas locales de exclusión que fragmentan el grupo así


como a los individuos. El rechazo entre estudiantes en situaciones sociales es
notorio así como vital en esta etapa, pues desde aquí se consagrarán grupos de
amigos, dinámicas sociales y la resultante jerarquía del salón con la que, para el
caso colombiano donde los ciclos escolares mantienen los mismos grupos de
estudio inalterados a lo largo de primaria, el estudiante se identificará a lo largo de
su vida escolar. En esta categorización entrarán factores diversos como la
competitividad académica, la aceptación y atención del docente y las burbujas
sociales de interés y simpatía que despierta entre los estudiantes. Aquí las prácticas
de exclusión aparecen continuamente cuando el estudiante carece de alguna o
varias de las cualidades escritas aquí.

La estigmatización consecuente que sufren los estudiantes que han resultado


excluidos termina por convencer al señalado, interiorizando en su identidad la idea
de que algo mal ocurre en el. Emociones como la angustia, la apatía, la tristeza y el
rencor confluyen en la situación cumbre que pretende transformar el presente
proyecto: el rechazo a sí mismo.

El reconocimiento individual en la escuela surge como primera necesidad, pues es


el que establece relación del niño con el entorno, debido a que desarrollan
dinámicas de comportamiento que llevan a la identificación de convivencia. En las
instituciones educativas surgen distintos tipos de exclusión como los ya
mencionados, que tienden a generar rupturas en el entorno social, como: la
deserción acadèmica, y percepción borrosa de sì mismo. De esta manera la
exclusión impacta en la representación de mundo del estudiante como: Burlas por
características físicas relevantes, rasgos culturales y exclusión de índoles raciales.
Asi mismo se buscará desarrollar procesos de auto reconocimiento en los niños a
través de la bio danza para practicas que busquen confrontar la exclusión.
El autoconcepto permite ver las características que el rechazo y otras
consecuencias grupales han marcado en nuestra identidad. Sus atributos, sus
limitaciones y su capacidad potencial de interacción con los demás, así como la
imagen que se tiene de si mismo enmarcará en el estudiante una nueva perspectiva
del yo, para ser campo y objeto de transformación. Dados los alcances del rechazo
se busca que el estudiante inicie su trabajo en la consecuencia que más lejos a
llegado, siendo paradójicamente la más cercana a experimentar: el yo. Pues,
modificar esta perspectiva y llegar a la aceptación es crucial para determinar la
convivencia emocional del individuo.

Los alcances de este cambio de perspectiva se complementan en la alteridad.


Siendo este cambio un movimiento de doble vía, dónde se comprende al sujeto
como habitante de un medio, el cual debe cambiar a su vez para que los logros
obtenidos no se pierdan en un primer intento sin repercusiones contextuales, se
buscará dar pie a un elemento emocional que fortalezca los vínculos heterogéneos
en la comunidad escolar. La compasión es una práctica intrínseca de nuestra
naturaleza humana, que impide que el egoísmo desenfrenado no gobierne en
nuestra conducta. La compasión puede movilizarnos a la acción sólo si se da una
conexión con la razón o la voluntad, que sólo se produce entre iguales y que se
traduce en sentimiento colectivo. En el desarrollo estudiantil del caso colombiano,
con sus características ya explicadas, esto resulta imprescindible para el desarrollo
y sostenibilidad de una comunidad. Desde la perspectiva de Ortega y Mínguez
(2001) la compasión se convierte en ayuda, compromiso o denuncia,
fundamentando el reconocimiento de mi responsabilidad frente al otro, cualquier
otro. La enlazan con la educación moral, porque ésta se orienta, desde la inevitable
reflexión moral, hacia la praxis de la compasión y la solidaridad del reconocimiento
del otro en su dignidad ultrajada, de la empatía y simpatía, de la denuncia y del
encuentro con el hombre.

La danza inclusiva se enfoca en este tipo de dinámicas, reconociendo la estética y


técnica como un segundo plano respecto a las emociones e interacciones sociales
que vive el sujeto danzante en su cotidianidad. Según lo expone Rolando Toro:

Considero, y de ello estoy seguro, que una de las misiones fundamentales


del maestro es la de desarrollar las facultades espirituales e intelectuales del
niño. Incitarlas, estimularlas sin forzarlas nunca. Esto, indudablemente, habrá
de producir a la larga un elemento bien dotado, sensible, rico en espíritu, para
nuestra sociedad (…) Estos juegos no son propiamente danzas, ni teatro, ni
pantomima en el sentido tradicional. Se trata de formas libres de expresión
corporal con música y sonidos dentro de pautas coreográficas permitiendo
gran creatividad, sinceridad y fuerza vital de los bailarines.

arte

Conocerse
a si mismo
Emoción compasión

La experiencia artística y emocional e danza devela la forma en que interactuamos,


como nuestro movimiento se acopla o distancia del de los otros, de los cuerpos
paralelos, de los diálogos cinemáticos. La triangulación entre arte, emoción y
compasión supone el inicio, desarrollo y proyección de la experiencia de
autoconcepto.
Propuesta

Se propone hacer una serie de talleres de danza inclusivas con el fin de mitigar las
prácticas de exclusión a través del autoreconocimiento-autoconcepto.
Se hará un estimado de 14 sesiones con una intensidad horaria de dos horas por
sesión, con estudiantes de cuarto y quinto grado (10 a 12 años) porque su desarrollo
crítico es capaz de abordar las temáticas propuestas y porque esta etapa
comprende el momento previo a la adolescencia. Experimentar grupal e
individualmente el reconocimiento. Socializar y conversar sobre lo vivido.

Paula Cuaical

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