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La meteorización del material de partida por el agua determina, en gran medida, la composición
química del suelo que por último se ha producido. Algunas sustancias químicas se lixivian en las
capas inferiores del suelo donde se acumulan, mientras que otras sustancias químicas, que son
menos solubles, quedan en las capas superiores del suelo. Las sustancias químicas que se eliminan
con más rapidez son los cloruros y los sulfatos, a los que siguen el calcio, el sodio, el magnesio y el
potasio.
Los silicatos y los óxidos del hierro y el aluminio se descomponen con mucha lentitud y apenas se
lixivian. Cuando algunos de estos productos se ponen en contacto con el aire del suelo, tienen lugar
reacciones químicas como, en particular la oxidación, que provoca la formación de sustancias
químicas más solubles o más frágiles que las originales. En consecuencia, se aceleran los procesos
de meteorización, aumenta la lixiviación de las sustancias químicas y se producen otros cambios en
la composición química del suelo.
Cuando los suelos anegados que contienen sulfuros ferruginosos (piritas) se exponen al aire, como
por ejemplo, durante la construcción de estanques, éstos pueden convertirse en suelos ácido-
sulfáticos de agua dulce, lo que provoca la oxidación de las piritas y la acidificación del suelo. El
agua del estanque puede entonces hacerse demasiado ácida para la piscicultura. El aire presente en
el suelo contiene también dióxido de carbono. Al combinarse con agua, ese gas puede formar un
ácido débil (ácido carbónico) que reacciona con algunas de las sustancias químicas del suelo para
formar otras.
Las propiedades químicas son las que dependen de la parte más íntima del suelo como es su propia
composición química. Las más importantes desde el punto de vista de la génesis del suelo son la
alteración mineral y la formación de nuevas especies, así como lo relativo a la destrucción de la
materia orgánica fresca y la formación de las sustancias húmicas. Además se deben considerar
compuestos que perteneciendo a la fase sólida del suelo, pueden pasar fácilmente a la fase líquida
por ser extraordinariamente solubles, por lo que tienen una extraordinaria movilidad.
El contenido salino del suelo suele medirse de forma indirecta, dado que la presencia de iones en el
agua la hace conductora de la electricidad, se utiliza la conductividad del extracto de saturación para
estimar en contenido en sales solubles. Se entiende por extracto de saturación la solución extraída
del suelo después de saturarlo con agua, buscando ponerlo en un punto cercano a su capacidad de
campo, dada que esta es la situación más perdurable con una concentración mínima de sales. Un
estado de mayor humedad presentaría una solución más diluida pero de escasa duración temporal;
un estado más seco elevaría la concentración pero sería muy variable en el tiempo.
Entre las propiedades químicas del suelo tenemos: El pH, la capacidad de intercambio catiónico,
las arcillas.
Los suelos pueden tener una reacción ácida o alcalina, y algunas veces neutral. La medida de la
reacción química del suelo se expresa mediante su valor de pH. El valor de pH oscila de O a 14, y el
pH = 7 es el que indica que el suelo tiene una reacción neutra. Los valores inferiores a 7 indican
acidez y los superiores a 7 alcalinidad. Mientras más distante esté la medida del punto neutro,
mayor será la acidez o la alcalinidad.
El método de mayor precisión para la determinación del pH del suelo es el que se realiza mediante
un contador eléctrico del pH, que ofrece una lectura directa del valor de pH cuando los electrodos
de vidrio se introducen en una solución que se obtiene mezclando una parte de la muestra del suelo
y dos partes de agua destilada. Los equipos de esa índole se pueden encontrar en los laboratorios de
análisis de suelos.
Como indicación general del pH del suelo, se pueden utilizar sobre el terreno el papel de tornasol y
los indicadores cromáticos. El papel de tornasol que adquiere un color rojo en condiciones ácidas y
azul en condiciones alcalinas, es relativamente poco costoso y, por lo general, se puede comprar en
farmacia. Dicho papel se sumerge parcialmente en una suspensión de suelo que se obtiene
mezclando una parte de suelo y dos partes de agua destilada o, si fuese necesario, de agua de lluvia
pura recogida directamente en un recipiente limpio. También se pueden adquirir equipos para
ensayos de campo, incluidos diversos indicadores cromáticos. Como se indica en las instrucciones,
normalmente se mezcla una pequeña muestra de suelo con un poco de agua destilada y una
sustancia química, y se agregan varías gotas de un indicador cromático. El color de la solución
cambia y ese nuevo color se compara con un gráfico que acompaña al equipe de ensayo, a partir de
lo cual se determina el valor de pH.
El pH de las capas de suelo que más tarde constituirán los diques y el fondo de sus estanques
influirá considerablemente en su productividad. En agua ácida, por ejemplo, el crecimiento de los
microorganismos que sirven de alimento a los peces puede disminuir marcadamente. Cuando la
acidez o la alcalinidad son extremas, podría hasta verse en peligro la salud de sus peces, lo que
afectarla a su crecimiento y reproducción.
Para lograr buenas condiciones productivas, el valor del pH del suelo del estanque no debe ser
demasiado ácido ni demasiado alcalino. Es preferible que el pH esté dentro de la gama de 6,5 a 8,5.
Los suelos que tienen un pH inferior a 5,5 son demasiado ácidos y los que tienen un pH superior a
9,5 son demasiado alcalinos. Ambos casos requieren técnicas de ordenación especiales que
aumentan considerablemente el costo de la piscicultura. Si el pH del suelo es inferior a 4 o superior
a 11, debe considerarse como un suelo no apto para la construcción de diques de estanque o para su
utilización como fondo de estanque.
La fracción mineral del suelo proviene directamente de la roca madre, y está constituida por
fragmentos de roca de diferentes tamaños. Los minerales del suelo representan el 45% de los
componentes del suelo. Las propiedades físicas y químicas de los suelos resultan de la acción
combinada de los factores de formación y en los suelos bajo agricultura se agrega la consecuencia
de la acción humana. A su vez, también determinan en gran medida, la actividad química y la
biológica y por lo tanto, afectan la capacidad productiva de los mismos.
La fracción sólida mineral del suelo se encuentra integrada por partículas indivisibles denominadas
fracciones o separadas del suelo. Estas fracciones comprenden a la porción fina del suelo (2 mm o
menores. Hay tres tipos de partículas que integran esta porción.
Los tres tipos de partículas: (arena, limo y arcilla), son clasificados de acuerdo al diámetro
equivalente.
La arcilla es una roca sedimentaria descompuesta constituida por agregados de silicatos de aluminio
hidratados, procedentes de la descomposición de rocas que contienen feldespato, como el granito.
Presenta diversas coloraciones según las impurezas que contiene, desde el rojo anaranjado hasta el
blanco cuando es pura.
Se caracteriza por adquirir plasticidad al ser mezclada con agua, y también sonoridad y dureza al
calentarla por encima de 800 °C. La arcilla endurecida mediante la acción del fuego fue la primera
cerámica elaborada por los seres humanos, y aún es uno de los materiales más baratos y de uso más
amplio. Ladrillos, utensilios de cocina, objetos de arte e incluso instrumentos musicales como la
ocarina son elaborados con arcilla. También se la utiliza en muchos procesos industriales, tales
como en la elaboración de papel, producción de cemento y procesos químicos.
Desde el punto de vista químico, la arcilla constituye el componente más importante de la fracción
mineral del suelo, ya que está constituida por partículas cargadas capaces de interactuar con la
solución del suelo.
Propiedades
Las importantes aplicaciones industriales de este grupo de minerales radican en sus propiedades
físico-químicas. Dichas propiedades derivan, principalmente, de:
Como consecuencia de estos factores, presentan, por una parte, un valor elevado del área superficial
y, a la vez, la presencia de una gran cantidad de superficie activa, con enlaces no saturados. Por ello
pueden interaccionar con muy diversas sustancias, en especial compuestos polares, por lo que
tienen comportamiento plástico en mezclas arcilla-agua con elevada proporción sólido/líquido y son
capaces en algunos casos de hinchar, con el desarrollo de propiedades reológicas en suspensiones
acuosas.
Por otra parte, la existencia de carga en las láminas se compensa, como ya se ha citado, con la
entrada en el espacio interlaminar de cationes débilmente ligados y con estado variable de
hidratación, que pueden ser intercambiados fácilmente mediante la puesta en contacto de la arcilla
con una solución saturada en otros cationes, a esta propiedad se la conoce como capacidad de
intercambio catiónico y es también la base de multitud de aplicaciones industriales.
Por ejemplo los óxidos el óxido nítrico (NO) o el dióxido de nitrógeno (NO2). Los óxidos son muy
comunes y variados en la corteza terrestre. Los óxidos no metálicos también son llamados
anhídridos, porque son compuestos que han perdido una molécula de agua dentro de sus moléculas.
Los metales pueden mezclarse con el oxígeno (O). Por ejemplo, al hidratar anhídrido carbónico en
determinadas condiciones puede obtenerse ácido carbónico:
Los óxidos se pueden nombrar según el número de átomos de oxígeno en el óxido, (nomenclatura
sistemática), en caso de ser óxidos ácidos. Los óxidos que contienen solamente un oxígeno se
llaman óxido o monóxido; los que contienen dos átomos de oxígeno, dióxido; tres, trióxido; cuatro,
tetraóxido; y así sucesivamente siguiendo los prefijos numéricos griegos.
Tipos de óxidos
Según la estequiometria del compuesto:
Óxidos binarios, formados por oxígeno y otro elemento.
Óxidos mixtos, formados por dos elementos distintos y oxígeno como son las espinelas.
Atendiendo al comportamiento químico hay tres tipos de óxidos: óxidos básicos, ácidos y óxidos
anfóteros, aunque estos últimos no muy comunes en la naturaleza.
Los óxidos básicos se forman con un metal más oxígeno, los óxidos de elementos menos
electronegativos tienden a ser básicos. Se les llamaba también antiguamente anhídridos
básicos; ya que al agregar agua, pueden formar hidróxidos básicos. Por ejemplo:
Na2O+H2O→2Na(OH)
Los óxidos ácidos son los formados con un no metal + oxígeno, los óxidos de elementos
más electronegativos tienden a ser ácidos. Se les llamaban antiguamente también anhídridos
ácidos (nomenclatura en desuso); ya que al agregar agua, forman oxácidos. Por ejemplo:
CO2+H2O→H2CO3
Los óxidos anfóteros se forman cuando participa en el compuesto un elemento anfótero.
Los anfóteros son óxidos que pueden actuar como ácido o base según con quien
reaccionen.8 Su electronegatividad tiende a ser neutra y estable, tienen puntos de fusión
bajos y diversos usos. Un ejemplo es óxido de aluminio.
Los óxidos de los elementos químicos en su estado de oxidación más alto son predecibles y la
fórmula química se puede derivar del número de electrones de valencia para ese elemento. Incluso
la fórmula química del ozono es predecible como elemento del grupo 16. Una excepción es el cobre
para el que el óxido del estado de oxidación más alto es el Óxido de cobre (II) y no el Óxido de
cobre (I). Otra excepción es el fluoruro que no existe, como esperado, como F2O7 sino como OF2
con la menor prioridad dada elemento electronegativo. El pentaóxido de fósforo, la tercera
excepción, no es representado correctamente por la fórmula química P2O5 sino por P4O10 ya que
la molécula es un dímero.
Las plantas son la principal fuente de materia orgánica, ya que parte de sus hojas, tallos, flores,
frutos y generalmente todo el sistema radical, se quedan en el suelo cuando el cultivo es cosechado.
Estos residuos generalmente son frescos, es decir, poseen aproximadamente entre 60 a 90% de
humedad, lo cual depende del tipo de residuo orgánico. Esto significa que entre el 40 a 10% de
materia seca podría incorporarse al suelo y su composición es muy variada: carbohidratos, grasas,
aceites, lignina y proteínas, son los principales constituyentes y ellos son fuentes de carbono,
hidrógeno y oxígeno, así como también, en el caso de las proteínas, de nitrógeno, azufre, hierro,
fósforo, los cuales pudieran ser aprovechables por las plantas una vez que los microorganismos
descomponen estos compuestos.
Una vez oxidada, lo que queda de la materia orgánica ha sido definida como humus, que es un
material oscuro, heterogéneo y coloidal y responsable en gran parte de la capacidad de intercambio
catiónico (CIC) de los suelos.
De la energía liberada, una parte es usada por los microorganismos y el resto se queda entre los
residuos o es disipada como calor. Los nutrimentos liberados son esenciales para el crecimiento de
las plantas y absorbidos a través de su sistema radical.
Los microorganismos del suelo que descomponen la materia orgánica comprenden principalmente a
las bacterias, hongos, actinomicetos y protozoos. La descomposición de la materia orgánica tiene
lugar por distintas poblaciones de microorganismos. Los compuestos de bajo peso molecular son
descompuestos principalmente por levaduras saprófitas que son los colonizadores primarios. Los
colonizadores secundarios utilizan materiales más complejos, como los polisacáridos. Los
colonizadores terciarios metabolizan los polímeros más complejos, como la lignina. Entre algunos
de los microorganismos que descomponen la materia orgánica en el suelo tenemos: Streptomyces
spp., Methanomonas methanica, Clostridium disolvens, Clostridium werneri, Clostridium
amyloliticum, Aspergillus niger, Aspergillus clavatus, Penicillium sp., Fusarium sp.
Desde la antigüedad, los agricultores han reconocido el efecto beneficioso de la materia orgánica
del suelo sobre los cultivos. Sin embargo, estos beneficios son objeto de controversia aún hoy en
día. No siempre se ha valorado suficientemente el papel de la materia orgánica en los suelos
agrícolas, debido posiblemente al bajo contenido de estos componentes en estos suelos, muy
inferior en comparación con los suelos forestales. También se ha considerado tradicionalmente que
los fertilizantes pueden sustituir a la materia orgánica del suelo, lo cual es cierto sólo en parte. El
papel relevante de la materia orgánica se pone de manifiesto desde las etapas iniciales de la
formación del suelo.
La formación del suelo comienza cuando la vida vegetal y animal se instala en los primeros restos
de descomposición del material original. Los restos de los seres vivos se incorporan al suelo tras su
muerte. El relevante papel que ejercen sobre la fertilidad del suelo no se corresponde con la baja
proporción en la que estos compuestos se encuentran en los suelos. Muchos de los efectos
beneficiosos de la materia orgánica del suelo han sido investigados y demostrados. Otros, sin
embargo, parecen estar asociados con otros factores edáficos, de modo que es difícil atribuirles una
causa concreta. De hecho, el suelo debe ser considerado como un sistema complejo cuyos
componentes interactúan entre sí, y sus propiedades resultan del efecto combinado de todas estas
interacciones.
La materia orgánica del suelo constituye un sistema complejo y heterogéneo, con una dinámica
propia e integrado por diversos grupos de sustancias. La materia orgánica del suelo se compone de
vegetales, animales y microorganismos vivos, sus restos, y las sustancias resultantes de su
degradación físico-química. Normalmente representa del 1 al 6% en peso, aunque esta proporción
puede ser muy variable dependiendo del momento del año, tanto en suelos agrícolas (por causa de
la fenología del cultivo o la época de cosecha) como naturales (dependiendo en este caso de la
presencia de especies caducifolias o perennes, por ejemplo). Es de gran importancia por su
influencia en la estructura, en la capacidad de retención de agua y nutrientes, y en los efectos
bioquímicos que causa sobre los vegetales.
Una parte considerable de la materia orgánica está formada por microorganismos, que a su vez
crecen a partir de restos, o de enmiendas orgánicas. Durante el proceso degradativo, la relación
C/N disminuye, de modo que el contenido medio final en el humus está en torno al 5% de
nitrógeno.
El concepto de materia orgánica del suelo se usa generalmente para referirse a los componentes de
origen orgánico del suelo, incluyendo los tejidos animales y vegetales, los productos de su
descomposición parcial y la biomasa del suelo. La dinámica de este complejo sistema está
determinada por:
1) El contínuo aporte al suelo de restos orgánicos de origen vegetal y animal. Los compuestos
orgánicos que son aportados al suelo según cualquiera de estas vías sufren en primer lugar
una alteración mecánica, por acción de la fauna y los microorganismos del suelo.
2) Su continua transformación bajo la acción de factores de tipo biológico, físico y químico.
Así, las moléculas orgánicas complejas (como proteínas o polisacáridos) son degradadas
para obtener moléculas más sencillas (como aminoácidos u oligosacáridos). Algunos
productos de esta degradación pueden sufrir la acción de procesos de reorganización por
causa de los microorganismos del suelo.
Por estas razones, la materia orgánica constituye un conjunto de múltiples sustancias, en constante
transformación y difíciles de definir, frente a los componentes inorgánicos de la fase sólida del
suelo, lo que unido a la diversidad de reacciones químicas que tienen lugar y a la heterogeneidad del
medio, explica la gran diversidad de sustancias húmicas resultantes. El hecho de su constante
transformación sirve como criterio de clasificación, atendiendo a su grado de evolución. De este
modo, se puede agrupar el conjunto de la materia orgánica del suelo de la siguiente forma:
1) Vegetales y animales vivos, que viven en el suelo e influyen directamente sobre sus
propiedades. La falta de precisión terminológica hace que algunos autores excluyan a este
grupo de la materia orgánica del suelo, así como los productos de su descomposición
inicial. De una manera muy general, en este grupo se incluyen básicamente las plantas
(raíces), así como la biomasa microbiana, la fauna del suelo, etc. Este grupo constituye
aproximadamente el 5 % de la materia orgánica del suelo.
2) Materia orgánica muerta. Constituye la mayor parte de la materia orgánica del suelo (95%).
Contribuye tanto a la fertilidad química como a la fertilidad física del suelo.
En primer lugar, los restos orgánicos sufren un proceso de transformación mecánica, en el que la
materia orgánica se fragmenta por acción, fundamentalmente de los animales del suelo. La
actividad de los animales inferiores y superiores del suelo tiene como primer resultado la mezcla de
las partículas de origen orgánico con las de origen mineral que ya existen en el suelo. Este proceso
de mezcla favorece el ataque realizado por las bacterias y los hongos. Posteriormente, la materia
orgánica fresca comienza a sufrir procesos de transformación química intensos.
El modelo de los procesos que tienen lugar tras la incorporación de la materia orgánica al suelo se
muestra en la Figura 3-5. En este proceso de transformación pueden distinguirse varias etapas:
liberadas en esta fase son fácilmente asimilables por las plantas, y pueden agruparse de la
siguiente manera:
i. Productos inmediatamente fijadas por las arcillas y el humus, debido a las propiedades
coloidales de estos.
ii. Productos que sufren humificación, gracias a procesos de reorganización microbiana.
iii. Sustancias que se pierden por lixiviado.
2) Humificación. Suponiendo que la adición de materia orgánica es puntual, esta fase se inicia
inmediatamente después de la fase de proliferación microbiana, y prosigue a medida que
disminuye la población microbiana. La actividad de los microorganismos decrece
paulatinamente debido a la falta de carbono (cuya oxidación permite la obtención de energía).
En ese momento intervienen las bacterias nitrificantes, de modo que el nivel de nitratos vuelve
a los valores iniciales del proceso. El producto final está constituido por los compuestos
húmicos. El humus sufre también procesos de mineralización, pero en este caso se trata de una
degradación más lenta, debido a la estabilidad de las sustancias que lo componen. Los
productos de este proceso son, como en el caso de la mineralización primaria, un conjunto de
compuestos inorgánicos solubles o gaseosos que pueden seguir distintas vías dentro del sistema
o salir del sistema. Esta mineralización se conoce como mineralización secundaria o
mineralización lenta.
La celulosa y la lignina proceden de los restos orgánicos vegetales, mientras que los restos animales
son utilizados como fuente de proteínas por los microorganismos del suelo. La síntesis del humus
está controlada por una serie de procesos químicos (oxidación, polimerización...), procesos físicos
(desecación...) y procesos biológicos (síntesis microbiana).
Las ligninas, los compuestos fenólicos, los compuestos nitrogenados y las sales minerales funcionan
como materias primas que se incorporan a un proceso de síntesis de moléculas cada vez más
complejas y con nuevas propiedades físico-químicas. De este modo, mientras que los procesos de
mineralización suponen una simplificación, los procesos de humificación incrementan la
complejidad de las sustancias que se obtienen. El conjunto de moléculas húmicas, resultado de esta
cadena de síntesis, se conoce como humus o humus estable.
Esta influencia actúa en distintas escalas; así, en una escala global, la humedad y temperatura son
las que condicionan la distribución geográfica de los biomas, su producción de biomasa, el
aporte y acumulación de residuos orgánicos, la actividad biológica y en consecuencia, su
tasa de biodegradación. Esta en particular, finalmente es la que ejerce una acción directa
sobre la cantidad y tipo de materia orgánica ingresada y efectivamente acumulada en el suelo.
La transformación de materiales orgánicos en moléculas más simples es uno de los servicios más
importantes para los ecosistemas realizado por los organismos del suelo, pues representa el
complemento catabólico de la fotosíntesis que supone el anabolismo o síntesis de los compuestos
carbonados.
En el ecosistema edáfico, los microorganismos son los organismos responsables de una parte
importante del metabolismo aerobio y de todo el metabolismo anaerobio gracias a su gran
ubicuidad. De este modo, controlan las tasas de reciclado de nutrientes, a una escala global, de
forma directa mediante degradación hidrolítica de los compuestos orgánicos, o indirecta
modificando la disponibilidad de los nutrientes.
se hayan realizado recientemente aportes de estiércol al suelo, o que se hayan enterrado residuos
vegetales procedentes de los cultivos, el 90% de la materia orgánica presente en un suelo agrícola
corresponde al humus. Este hecho nos permite diferenciar entre dos conceptos distintos: humus y
materia orgánica total. La materia orgánica total es el parámetro que se estudia en los análisis
rutinarios de fertilidad del suelo.
Tipos de humus
Los distintos tipos de humus se establecen en función de su morfología y composición. La actividad
biológica del suelo, las características físicas y químicas del sustrato, la vegetación y el clima
influyen sobre el grado de estabilización y maduración de los complejos húmicos que se forman en
el suelo. De una manera muy general, los tipos básicos de humus que podemos encontrar en el suelo
son tres: humus mor, humus moder y humus mull.
Humus mor
El humus mor es un tipo de humus que se encuentra en suelos con una relación C/N superior a 25
(hasta 30 ó 40), y un porcentaje de saturación del complejo de cambio inferior a 15. El humus mor
es un tipo de humus de muy lenta evolución, como consecuencia de la lenta tasa de mineralización
de la materia orgánica. La lenta mineralización realizada por hongos acidófilos y otros organismos
favorece la formación de una capa de residuos gruesa sobre la superficie del suelo, y con frecuencia
se mantiene la estructura anatómica original de los restos vegetales. Por otra parte, la incorporación
de materia orgánica poco tansformada es muy lenta.
Humus moder
El moder es una forma intermedia entre el mull y el moder. Está presente en suelos con una relación
C/N del horizonte superior entre 15 y 25, así como una saturación del complejo de cambio también
entre 15 y 25%, como ocurre en los suelos podzólicos, el loess o las praderas de montaña. El
horizonte orgánico que puede apreciarse en estos suelos es rico en residuos vegetales de pequeño
tamaño (2-3 cm), que gradualmente pasa a horizontes acumulativos de humus.
El humus moder se forma cuando la actividad de las bacterias y actinomicetos es reducida, siendo
más importante la actividad de algunos artrópodos y de los hongos acidófilos. De este modo, en
climas templados, el humus moder aparece en el suelo cuando el pH es muy ácido (4.5 – 5.5), como
el que se desarrolla sobre materiales silíceos (areniscas o cuarcitas, por ejemplo) y bajo bosques de
coníferas o frondosas, bajo clima lluvioso. En climas fríos, la aparición de humus moder se debe a
la relativamente elevada descomposción de los residuos orgánicos de la vegetación de praderas.
Humus mull
El mull es un tipo de humus muy evolucionado, típico de suelos naturales y de sistemas
biológicamente activos. El humus mull puede ser de dos tipos: mull cálcico y mull forestal.
1) Mull cálcico. Está presente en suelos básicos donde la relación C/N es inferior a 12 y la
saturación del complejo de cambio es superior al 75%. La actividad de la microflora es muy
buena, de modo que los residuos orgánicos se transforman con rapidez.
1) Mull forestal. Es propio de suelos de clima templado o cálido, donde la relación C/N varía
entre 12 y 15, y la saturación del complejo de cambio está entre 25 y 75%. La roca puede
ser silícea o caliza (en este caso, el lavado debe ser intenso). La actividad microbiana se ve
favorecida por estas condiciones, aunque algo menos que en el caso del mull cálcico.
El conjunto de todas las formas bajo las que se presenta el C representa el carbono total del suelo.
No obstante, el análisis que se suele realizar y los datos que corrientemente se manejan se refieren
únicamente a la fracción oxidable, que sólo incluye los compuestos orgánicos presentes en el suelo.
El interés de este análisis reside en:
Obtener una información indirecta acerca de las propiedades físicas del suelo, ya que la
M.O. influye en la retención de agua, en la estructuración y aireación del suelo.
Interpretar aspectos relacionados con la nutrición de las plantas.
Poder llegar a conocer la relación C/N que da una indicación sobre la velocidad de
mineralización de la M.O., es decir, de la actividad de los microorganismos del suelo.
Efectuar la corrección en los cálculos referentes a los análisis granulométricos, etc.
Métodos por vía seca, basados en la medida del CO2 desprendido en una combustión o por
pérdida de peso de la muestra resultante.
El contenido de materia orgánica se obtiene por diferencia de pesada tras una combustión
de 5 horas en mufla a 550°C
Mediante auto-analizadores que incorporan un proceso de combustión a 950°C y un
posterior análisis de los gases generados. Su precisión es mayor que la de otros métodos al
poderse acoplar a una determinación de los gases de combustión por cromatografía de gases
o celdas de IR. Se obtiene el valor de C total del suelo
Métodos por vía húmeda, basados en una oxidación parcial con un agente oxidante. El grado
de oxidación logrado dependerá de las condiciones en que tenga lugar la reacción, con aporte
de calor, o sin él. Si no se trabaja a temperatura controlada (150°C) se hace necesaria la
utilización de un factor estadístico, que correlacione el C oxidable determinado con la técnica
de oxidación seguida y el C oxidable por vía seca. Este factor no tiene un carácter universal.
En ella se considera que la materia orgánica del suelo tiene la fórmula de un hidrato de carbono
(glucosa).