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Debes partir de un texto/tema bíblico. El estudio comienza con la Palabra de Dios. Tanto como
sea posible, será de gran valor que estudies las Escrituras de manera expositiva, libro por libro
y versículo por versículo.Esto permitirá que sea el texto divino quien determine el mensaje a
proclamar.
A veces la cultura y la sociedad alrededor parecen exigir que busques un tema en el texto, una
idea contemporánea que demanda explicación. Pero siempre será más seguro que sea el
Espíritu de Dios quien use las Escrituras para guiar nuestros pensamientos, nuestros afectos y
nuestras acciones de manera que podamos vivir sabiamente.
No importa cuáles sean las circunstancias que cada persona en la audiencia esté enfrentando
actualmente, el mensaje de la Palabra de Dios siempre será relevante.
Debes conocer a profundidad el texto. Antes de interpretar las palabras de la Biblia, debes
observar cuidadosamente el texto mismo. Cada palabra y frase. Su orden y estructura, su
secuencia y progresión, sus énfasis y contrastes, sus emociones y acciones.
Debes entender claramente el texto. Una vez que has observado cuidadosamente las palabras
del texto, debes entonces asegurarte de entender su significado.
La Biblia contiene afirmaciones e historias que muchas veces se describen en términos con los
cuales, ni tú ni tu audiencia están familiarizados. Asegúrate de entender el significado histórico
y contextual de los términos e ideas expresado en el texto.
Debes aplicar oportunamente el texto. Los principios bíblicos contenidos en el texto tienen
como propósito guiar a los hijos e hijas de Dios a vivir de una manera digna del evangelio.
Por tanto, al predicar y enseñar, debes presentar los principios bíblicos de forma que
sean también principios prácticos que la audiencia pueda implementar oportunamente
en su vida.
Debes culminar en el evangelio de Cristo. Por último, en cada oportunidad que Dios te conceda
para exponer su Palabra, debes mostrar la manera en la cual los principios prácticos en el texto
se asocian a la gracia y el poder del evangelio de Jesucristo para transformar la vida de
las personas. Al predicar y/o enseñar, no motives a las personas a una vida moral, sino a una
vida cristiana; una vida que se caracteriza por la santidad que produce el Espíritu de Cristo
en la vida de todo aquél que cree.