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Toda comunicación oral con una intención ética requiere un potencial generador de valores, que a
la
vez originan actitudes y conductas positivas, que funcionan como fortalezas del comunicador.
La verdad
Hablar con la verdad es un principio moral que todo comunicador debe seguir.
La verdad se refleja en la consistencia que guardan las actitudes de una persona con las
proposiciones que defiende ante los demás por medio de su palabra.
Reconocer como verdadero lo que decimos contribuye a generar seguridad en nosotros y
confianza en quienes nos escuchan, propiciando credibilidad en el proceso comunicativo.
La verdad es una fuente de poder que imprime dinamismo y vitalidad a la palabra.
Cuando alguien transmite su mensaje sin ánimo de decir la verdad, escuchamos datos sin
sentir la influencia de la convicción personal; en cambio, si las ideas se expresan demostrando
plena identificación con los valores que encierra, serán escuchadas con entusiasmo e influirán
notablemente en los receptores.
La verdad tiene un gran poder intelectual, porque reúne en sí misma las actitudes positivas
que mueven la conciencia del comunicador.
Es la aptitud que nos ayuda a descubrir la intención o el propósito de la acción, el espíritu
ético de la comunicación.
Todo aquel que recomiende o hable de lo que sabe que es falso, difícilmente dará a su
palabra la fuerza necesaria para lograr que su mensaje sea creíble y aceptado, pues quien se
miente a sí mismo también miente a los demás.
La verdad debe practicarse siempre, pues es el valor que exige la actitud positiva más
decisiva e ineludible para un comunicador, así como la mentira es el contravalor más imperdonable
para él mismo.
La verdad debe ser el fundamento de cada uno de sus actos: “Nunca habla mejor el orador
que cuando parece hablar con verdad”.
El valor
El valor es la fuerza positiva que fortalecerá nuestra actitud para realizar acciones.
El valor desvanece las condiciones adversas y contrarresta los obstáculos cuando
pensamos que no podemos hacer tal o cual cosa.
El valor revitaliza el esfuerzo impulsa nuestras decisiones, además de que se fortalece la
actitud de seguridad en nosotros mismos.
El valor nos ayuda a sobreponernos al temor al atender nuestras responsabilidades y
enfrentar situaciones que creemos importantes, pues el valor se manifiesta en la actitud firme y
resuelta de alcanzar las metas a pesar de los obstáculos.
La confianza
La confianza implica tener fe, para convencernos de que no se debe desperdiciar tiempo
pensando en los obstáculos o las actitudes negativas que se puedan presentar.
La confianza nos impide desanimarnos, pues bloquea la idea de que cuesta mucho trabajo
mejorar nuestras acciones.
La confianza fortalece el conocimiento de nosotros mismos; además, genera más fuerzas
en sentido positivo y, en consecuencia, actitudes éticas.
El autodominio
La justicia