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Tanto expertos como teólogos reconocen en la actualidad que los relatos bíblicos de la
Creación, de Adán y Eva, del Jardín del Edén, del Diluvio o de la Torre de Babel se
basaron en textos escritos milenios antes en Mesopotamia, en especial escritos por los
sumerios. Y éstos, a su vez, afirmaban con toda claridad que obtuvieron sus conocimientos
acerca de lo acontecido en el pasado (muchos de ellos de una época anterior al comienzo de
las civilizaciones, incluso anterior al nacimiento de la Humanidad) de los escritos de los
Anunnaki (“Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron”), los “dioses” de la antigüedad.
Es decir, clara y llanamente seres extraterrestres.
Adán y Eva fueron los dos primeros seres creados por esos extraterrestres. Adán fue el
primer experimento con éxito y Eva fue una clonación. De ahí el mito bíblico de que Eva
salió de la costilla de Adán.
Cuando hablamos de “extraterrestres” estamos hablando de espíritus como nosotros, pero
que han nacido en planetas distintos de la Tierra.
Desde el momento en que tienen la tecnología como para viajar por el espacio puede
afirmarse que están más evolucionados que nosotros. Y si son capaces de crear organismos
físicos mediante la ingeniera genética, más aún. Esto sin desmerecer a nuestros científicos,
que son capaces de crear bebés de probeta o inclusive clonarlos.
Pasemos ahora a la historia de Adán y Eva, una cuestión que es ampliamente
incomprendida tanto por la comunidad Cristiana como por los Evolucionistas. Aunque
parezca increíble mucha gente piensa, aun en la actualidad, que toda la raza humana deriva
de tan solo dos individuos llamados Adán y Eva… (teoría creacionista). Los evolucionistas
afirman que todos nosotros provenimos de una casualidad, mientras los cristianos fallan al
no reconocer que hay mucha más información en la Biblia original que en las versiones
traducidas.
Las historias de la Creación de todo el mundo antiguo tienen un tema en común: la
humanidad es creada por un ser divino a partir del polvo, el barro o la arcilla. Estas
historias son parecidas a la historia bíblica de Adán y Eva. Esta similitud se extiende
igualmente a las historias de la Torre de Babel y a las de La Gran Inundación. Los
Esquimales de Alaska, los antiguos Egipcios, los japoneses, y los sudamericanos, todos
ellos nos cuentan que sus ancestros fueron transportados por sus dioses o que sus dioses les
enseñaron sus lenguajes o sus escrituras. La historia de cómo la humanidad (Adán) fue
creada es difícil de aceptar al principio, pero en cuanto se investiga en profundidad los
hechos quedan claros. Las similitudes recién mencionadas en las historias de la creación de
la humanidad, La Inundación y la Torre de Babel todas tienen una raíz común. Y esa raíz es
la antigua Sumeria.
El Jardín del Edén estaba precisamente localizado en Sumeria, en lo que hoy conocemos
como Irak. En el capítulo 2, versículo 7, del libro del Génesis, en la traducción inglesa del
Rey James, en la que los Cristianos creen, dice que los humanos fueron creados por “Dios”.
Pero si consultamos la Biblia Hebrea, que es la original, se descubrirá que el acto de
creación del hombre es atribuido a “Elohim”, palabra que debe ser traducida por “dioses”.
Además, explica la razón de que “Adán” haya sido creado: “Porque no había Adán para
labrar la tierra”. Éstas son dos pistas importantes sobre quién había creado al Hombre y por
qué lo hizo. También se habla, en primer lugar, de que “Dios dijo, hagamos al hombre a
nuestra imagen y semejanza”; y después, en segundo lugar, se habla de que “Y Dios creó al
hombre a su propia imagen, a la imagen de Dios le creó; macho y hembra los creó”. En
concreto, ha quedado claro tanto para los orientalistas como para los estudiosos de la Biblia
que lo que ocurrió fue el resultado de la manipulación y que el resumen fue realizado por
los compiladores del Libro del Génesis basados en textos –mucho más antiguos y
considerablemente más precisos– escritos por primera vez en Sumeria. Las antiguas
tablillas Mesopotámicas dicen que hubo un tiempo en el que no había humanos sobre la
Tierra. En cambio, la tierra estaba habitada por los dioses. Los dioses minaban y explotaban
los recursos terrestres. La vida en la tierra no era fácil para estos dioses, pues el trabajo era
pesado y el sufrimiento demasiado. Y al no estar felices con su situación eran propensos a
rebelarse contra sus líderes. La solución fue la creación de una nueva raza de esclavos que
cargaran sobre sus espaldas el trabajo agotador.