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INTRODUCCIÓN.
En este tema nos centraremos en el desarrollo de las teorías políticas y económicas durante
el siglo XIX, lo que nos permitirá descargar de los contenidos ideológicos más complejos
las UD dedicadas a las revoluciones liberales, los movimientos nacionalistas y el
movimiento obrero. Aunque algunos manuales incluyen en esta UD el movimiento obrero,
creemos más razonable incluirlo en la UD del desarrollo económico-social del siglo XIX.
Resumen.
El siglo XIX estuvo dominado por los movimientos culturales del romanticismo y el
positivismo, y en él se consolidaron las doctrinas políticas y económicas que se habían
desarrollado en los siglos anteriores, y que son fundamentalmente las mismas del siglo XX
y de la actualidad. Fundamentalmente, las doctrinas políticas son tres: liberalismo,
nacionalismo y socialismo; y las doctrinas económicas son consecuentes con aquellas:
economía de propiedad privada con libre mercado (liberal) o con intervencionismo del
Estado (nacionalista), y economía de propiedad estatal (socialismo). Pero no hay una
separación tajante entre ellas. Por ejemplo, el nacionalismo es compartido por muchos
autores del liberalismo y del socialismo; y las doctrinas económicas se gradúan en
múltiples matices. En realidad no hay una oposición absoluta entre liberalismo y
socialismo. El socialismo es una continuidad con el liberalismo: toma de este parte de sus
doctrinas sobre los derechos humanos, su aspiración al progreso, y lo que hace es criticar la
injusticia del reparto de la riqueza. No se puede entender a Marx sin sus antecedentes
liberales (Smith, Malthus...).
Pensamiento político.
Pensamiento económico.
A mediados del siglo XVIII ya aparece el liberalismo, como una doctrina dividida en varias
corrientes, y que se convertirá en dominante en el siglo XIX. Los precursores del
liberalismo son Petty, Boisgilbert, Cantillon y Hume, que critican la doctrina del
mercantilismo dominante en Francia y Gran Bretaña en el siglo XVII. Durante la segunda
mitad del siglo XVIII aparecen las corrientes liberales de la fisiocracia y la escuela clásica,
que se interesan respectivamente por los fenómenos contemporáneos de la revolución
agrícola y la revolución industrial.
La escuela clásica es iniciada por Adam Smith, que sigue el carácter liberal de la
fisiocracia, pero reconoce a la industria la capacidad de obtener un “producto neto”.
Examina los requisitos del crecimiento económico: acumulación previa de capital y
extensión del mercado. Ricardo es el autor “clásico” por excelencia, el profeta de la
burguesía industrial. Considera una renta neta, formada por las rentas de los propietarios,
los beneficios capitalistas y los salarios de los trabajadores, en la que las rentas de la tierra
presionan y reducen las otras dos. Completa la tesis de Smith con un esquema del
crecimiento y la estagnación del capitalismo. De Ricardo salen dos líneas: la primera (John
Stuart Mill) distingue entre las leyes de la producción —intocables— y las de la
distribución —reformables—; la segunda, más radical, pasa por los socialistas ricardianos y
acaba en Marx.
EL IDEALISMO ALEMÁN.
Hegel.
Hegel es el pensador más importante de su época, el más representativo del llamado
“idealismo alemán”.
Su teoría política se enraiza en su filosofía. Hegel tiene una idea básica: la realización del
hombre mediante el ascenso de la Razón y la Libertad, de la Idea absoluta, en un proceso
dialéctico histórico (tesis, antítesis, síntesis).
Los hegelianos.
El tradicionalismo es básicamente una corriente francesa, pues a principios del siglo XIX,
sus principales representantes fueron los franceses Joseph de Maistre y Louis de Bonald,
que legitiman la Restauración y atacan a la Revolución. En España inspiraron al
absolutismo de Fernando VII, al carlismo, y al pensador Juan Donoso Cortés.
EL LIBERALISMO.
Los orígenes del liberalismo están en las ideas de la Ilustración (el iusnaturalismo y
utilitarismo) y la Enciclopedia (Locke, Montesquieu, Voltaire, Diderot, Rousseau), y el
ejemplo del parlamentarismo inglés y de la Revolución Francesa.
-La libertad individual: se respetan los derechos del hombre en cuanto a religión,
pensamiento, imprenta, igualdad jurídica (no económica ni cultural).
-La participación del ciudadano en la vida política, con el derecho de voto y de ser elegido.
Un antecedente: Mandeville y la doctrina económica liberal.
Bentham.
Mill.
John Stuart Mill (1806-1873), también economista e hijo de James Mill (1773-1836, otro
destacado teórico político liberal), defiende en Sobre la libertad el libre albedrío del
ciudadano y el principio de libre concurrencia a las elecciones (para votar y ser elegido).
Spencer.
El liberalismo francés.
Como reacción ante el absolutismo de los legitimistas y de la Restauración, aparecen los
liberales franceses, que defienden los logros políticos y económicos de la
Revolución francesa. Benjamin Constant (1787-1830) se inspira en el modelo
constitucional británico. Alexis de Tocqueville (1805-1859) aboga también por este modelo
democrático, aunque también admira el modelo norteamericano.
EL NACIONALISMO.
De las obras de los autores alemanes (Fichte, Schegel) de principios del siglo XIX puede
deducirse que el nacionalismo (en su versión de entonces) es un sentimiento cultural y
político que considera que cada nación, o entidad histórica, debe constituir un Estado
independiente. Según estos escritores la nación está compuesta por grupos humanos con
unos vínculos comunes: la lengua, la cultura, la raza, los lazos históricos. Fichte proclama
(Discursos a la nación alemana, 1807): “Todos los que hablan un mismo idioma hállanse
unidos entre sí desde el principio por un cúmulo de lazos invisibles, porque pueden
comprenderse unos a otros y se comprenderán cada vez con mayor claridad formando,
naturalmente, un todo homogéneo”.
EL PENSAMIENTO CATÓLICO.
Pero su sucesor León XIII, en su Rerum Novarum (1891) llegó a aceptar un catolicismo
liberal, para poder pactar con los gobiernos burgueses.
EL IMPERIALISMO.
A finales del siglo XIX, entre 1890 y 1900 aproximadamente, el imperialismo, como
ideología, fue aceptado masivamente, incluso por los liberales que antes se le habían
opuesto y muchos socialistas, pero sobre todo por la derecha nacionalista. Las doctrinas de
legitimación son muchas, pero se pueden reunir en tres: liberal, socialista y nacionalista-
racial.
El imperialismo liberal.
En Gran Bretaña es defendido por los radicales, los masones y muchos pensadores y
políticos: Rhodes, Cromer, Livingstone, Milner, Curzon, Salisbury, Chamberlain, Kipling.
Carlyle sostiene que Gran Bretaña es la “nación predestinada”, con una misión universal.
Dilke (1868) sostiene la idea de la Greater Britain, en “un mundo cada día más inglés”.
Seeley (1883) sistematica la Expansión of England. Kipling argumentará que el imperio es
un obligatorio “deber del hombre blanco” y que hay una misión británica. Joseph
Chamberlain explica que la raza británica es la más apta para la gobernación.
Algunos liberales sostendrán que el imperialismo aporta beneficios no sólo a las colonias
sino que también regeneran a los países colonizadores. Partidarios de esta tesis son los
británicos Carlyle y Froude y los franceses Lyautey y Onésime Reclus (el hermano del gran
geógrafo).
Muchos socialistas defendieron que el imperialismo era útil para los obreros de Occidente e
incluso para los pueblos sometidos, así liberados del despotismo e introducidos en la senda
del progreso. Tuvo partidarios socialistas en Gran Bretaña (Manifiesto Fabiano, 1900),
Francia y, sobre todo, Alemania, donde Renner escribe: “la expansión del sistema
económico europeo a través del mundo es históricamente necesaria, inevitable y
culturalmente prometedora”.
El imperialismo nacionalista-racial.
EL SOCIALISMO UTÓPICO.
La mayoría de los socialistas utópicos son franceses. Pero hay la excepción del inglés
Owen, tal vez el más exitoso de todos. El comunismo tuvo un antecedente en el
revolucionario francés Babeuf (1750-1797), autor del Manifiesto de los iguales, propugna
una reforma fiscal y una ley agraria comunista.
Son socialistas utópicos, porque lo que intentaban parecía imposible de realizar. Los
socialismos utópicos partían del principio de que el hombre es bueno por naturaleza y que
si se le ofrece una auténtica igualdad de oportunidades, sin injusticias ni egoísmos, dejará
de haber pobres y ricos, todos los hombres serán realmente iguales. Para ello consideraban
que era preciso suprimir la propiedad privada de los medios de producción (campos,
fábricas, máquinas), los cuales debían pasar a ser de propiedad colectiva.
Los socialistas utópicos.
Saint-Simon creía en una sociedad de hombres iguales, con una organización social basada
en las clases productivas, en la que no habría clases y que sería igualitaria, con auténtica
igualdad de oportunidades para todos. Para conseguirlo había que aumentar el progreso
social mediante la industrialización y una nueva moral laica.
Louis Blanc lanzó los Talleres Nacionales, fábricas de autogestión obrera (los trabajadores
se quedan el producto integral de su trabajo), en la revolución de 1848.
El británico Owen, un rico industrial, defiende que el medio social conforma el carácter
humano, y propugnó unas comunidades ideales (New Lamark), que fracasaron en la
práctica. Fomentó una política social a favor de los obreros, con mejores salarios y
condiciones de trabajo, vivienda, educación, sanidad, etc.
EL SOCIALISMO CIENTÍFICO.
En 1848, poco antes de estallar la revolución, dos alemanes emigrados en París, Marx y
Engels, publicaron un folleto titulado Manifiesto Comunista, en el que exponían los
principios de una nueva teoría socialista:
Los hombres no viven ni actúan aislados, sino formando grupos sociales diferentes, que
siempre se han enfrentado y han luchas entre sí (lucha de clases). De la lucha entre
proletariado y burguesía debe salir la destrucción del sistema capitalista y la conquista del
Estado por parte del proletariado. El capitalismo quedará desmontado cuando desaparezca
la propiedad privada de los medios de producción. Entonces desaparecerán las clases
sociales, todos los hombres serán iguales y ya no habrá más lucha de clases. Esto se
conseguirá mediante una etapa previa de dictadura del proletariado y cuando esto esté
conseguido, el Estado podrá desaparecer.
El marxismo alcanzó gran difusión entre el proletariado europeo y llegó por primera vez al
poder en Rusia, mediante la revolución de 1917. La I Asociación Internacional de
Trabajadores fue la organización que lo difundió.
Por otro lado, la vertiente reformista del movimiento obrero, reuniendo las tesis de los
socialistas utópicos (sobre todo los cartistas) y del marxismo, y con la acción de los
partidos obreros (laborista en Gran Bretaña, socialdemócrata en Alemania y Austria) y del
sindicalismo, consiguió importantes mejoras, sobre todo desde que la amenaza
revolucionaria convenció a los burgueses de que había que hacer concesiones. Mejoraron
los salarios, los seguros sociales, disminuyeron las horas de trabajo, etc.
EL ANARQUISMO.
Bakunin.
Kropotkin (1842-1921), otro aristócrata ruso, residió en Gran Bretaña, Suiza y Francia. Es
el teórico del anarco-comunismo. Su anarquismo es más moderado en la acción política,
más atento a la protección de la naturaleza.
Los continuadores.
Otros influyentes pensadores anarquistas de finales del siglo XIX fueron Tolstoi, Réclus y
Grave.
-Una actitud científica frente al desarrollo del capitalismo, que se traduce en la formulación
de leyes y teorías para explicar la realidad.
-La noción de “excedente”, que se obtiene a partir de la utilización del trabajo, y el que
dicho excedente se realiza en un mercado.
-La teoría del “valor trabajo”, que permite explicar tanto la formación de este excedente
como la formación del valor.
A pesar de estos rasgos comunes, existieron considerables diferencias entre estas tres
escuelas, producto tanto del análisis de la realidad económica, como de las distintas
posiciones ideológicas en tal análisis.
2.1. EL LIBERALISMO.
A mediados del siglo XVIII ya aparece el liberalismo, que cree en los ideales del progreso,
de la razón y de la libertad. Es un movimiento político y económico. En lo económico es
una doctrina dividida en varias corrientes, y que se convertirá en dominante en el siglo
XIX. Los precursores del liberalismo son Petty, Boisgilbert, Cantillon y Hume, que critican
la doctrina del mercantilismo dominante en Francia y Gran Bretaña en el siglo XVII.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII aparecen las corrientes liberales de
la fisiocracia y la escuela clásica, que se interesan respectivamente por los fenómenos
contemporáneos de la revolución agrícola y la revolución industrial.
LA FISIOCRACIA.
El pensamiento fisiocrático apareció en Francia a mediados del siglo XVIII y perduró hasta
1820, aunque más tarde siguió influyendo en muchos terratenientes, políticos y
economistas. Su máximo téorico es Quesnay, autor de Le Tableau Economique (1758),
mientras que su discípulo Turgot, ministro de Luis XVI introdujo el liberalismo en Francia,
con su lema “Laisser faire, laisser passer, le monde va de lui même”.
-La sociedad se divide en tres clases: productora, estéril y disponible. La productora estaría
integrada por la agricultura, la ganadería y la industria extractiva; la estéril por los
industriales, artesanos y comerciantes; la disponible por la nobleza y los funcionarios. Es la
clase productora la que mantiene a las otras dos, la estéril porque le compra la mayor parte
de sus productos y la disponible porque paga los impuestos de los que vive.
-Valoran sobre todo la agricultura, como principal fuente de riqueza, ya que es la actividad
económica que mejor puede “aumentar” la cantidad de productos netos. De ella parte un
“movimiento circulatorio”, a través del que se difunde la riqueza por el resto de la sociedad.
El gran factor productivo es la tierra.
-El comercio sólo es apto para transportar e intercambiar los productos, no para crearlos.
-La economía debe regirse por las leyes naturales, por lo que rechazan la intervención del
Estado en la economía y defienden la iniciativa privada.
-El propietario debe pagar al Estado una parte proporcional de su riqueza (contribución
única).
-Un mercado nacional e internacional cada vez más amplio, sin barreras arancelarias.
LA ESCUELA CLÁSICA.
La escuela de economía clásica (también llamada “escuela liberal” porque fue más seguida
que la fisiocracia) defiende el liberalismo económico, con una teoría paralela a la del
liberalismo político. Es una economía política, que considera que no hay un determinismo
absoluto de lo económico: el hombre puede modificar con su acción la economía, para
asegurar el bienestar. Pero la lectura neoliberal ha olvidado este cariz humanista de la
escuela clásica y se la presenta como radicalmente antiestatalista, aunque Mill, p.e.,
defendía el papel subsidiario del Estado para defender el bien común.
Aparece en Gran Bretaña h. 1770 con Adam Smith y continúa con Malthus, Ricardo, Mill y
Say hasta mediados del siglo XIX, divulgándose rápidamente por Occidente.
Hacen una revisión crítica de las ideas fisiócratas, de acuerdo a la experiencia de la naciente
Revolución Industrial británica.
Su doctrina se centra en la trilogía ganancia, ahorro, capital. Sus tesis básicas son:
-Las leyes del mercado son la mano invisible que rige el mundo económico, regulando la
producción y el consumo.
-El Estado sólo defiende la libertad económica, sin intervenir en la actividad económica,
aunque asegurando la defensa, la justicia y otros aspectos necesarios para el bien común.
Adam Smith.
-El interés individual y el social coinciden siempre. El mejor medio de obtener una riqueza
general es que los individuos obtengan su riqueza particular: “Cuando uno trabaja para sí
mismo sirve a la sociedad con más eficacia que si trabaja para el interés social.”
“Las cosas que tienen valor de uso tienen, a menudo, muy poco o ningún valor de cambio;
por el contrario, las cosas que tienen mayor valor de cambio tienen con frecuencia poco
valor de uso. Nada es más útil que el agua; pero no se puede comprar casi nada con ella.
Por el contrario, un diamante no tiene valor de uso, pero sirve para cambiarlo por una gran
cantidad de bienes.”
-El capital invertido es el factor básico en el desarrollo del proceso productivo porque
permite aumentar la productividad del trabajo humano. “La industriosidad de la sociedad
sólo puede aumentar en proporción al aumento de su capital”.
-El capital procede del ahorro de las rentas acumuladas sin consumir por los ricos e
invertidas en mejorar el proceso productivo.
-En el precio de un producto se incluyen: el salario del trabajador (que debe ser lo menor
posible) y el beneficio del empresario (que debe maximizarse para compensar su riesgo).
-La vida económica se rige por un orden natural, que regula la cantidad y el precio de los
productos, según la ley de la oferta y la demanda.
-Para que funcione el orden natural, el Estado no debe intervenir en la actividad económica
y debe crearse un mercado extenso, tanto nacional como internacional (el librecambio).
Malthus.
Considera las crisis como consecuencia del desajuste entre ahorro y consumo. Cuando el
ahorro es excesivo hay una depresión económica.
Ricardo.
Sintetiza las ideas de Smith y Malthus. Defiende el liberalismo, pero critica la idea
pesimista de Malthus y la identificación valor-coste de producción que hace Smith. Según
Ricardo, el valor de los bienes está determinado por su coste de producción y el capital ha
de considerarse como trabajo acumulado.
Estudia la renta de la tierra y concluye que es necesaria la libre circulación de los productos
agrícolas entre los países, por lo que abogó por la abolición de las Corn Laws.
Las mercancías aumentan su cantidad por el trabajo: “Hay mercancías cuyo valor sólo
depende de la escasez. Ningún trabajo puede aumentar su cantidad... De todas maneras,
estas mercancías forman una pequeña porción de la masa de mercancías que cada día se
intercambian en el mercado... Así pues, al hablar de mercancías, de su valor en cambio y de
las leyes que regulan sus precios relativos, nos referimos sólo a aquellas que puedan ser
aumentadas en cantidad por el trabajo humano y en cuya producción opera la competencia
sin restricción”.
Say.
Juan Bautista Say (1767-1832) publica Tratado de economía política (1803), la mejor obra
de la economía clásica francesa. Defiende la “ley de los mercados”: la economía tiende al
equilibrio con pleno empleo, mediante una autorregulación de los precios que evita la
sobreproducción (desajuste entre oferta y demanda).
Mill.
John Stuart Mill (1806-1873) es considerado como el último clásico. Say y Mill constituyen
lo que Marx llamó despectivamente “economistas vulgares” (porque eran los más leídos).
En realidad, Mill fue quien mejor formuló la teoría liberal, al sintetizar las corrientes
optimista de Smith y la pesimista de Malthus y Ricardo. En su obra Principios de
Economía Política (1848) acepta la ley del trabajo de Smith, la tesis de la renta de la tierra
de Ricardo, la tesis de la población de Malthus y las ideas del librecambismo. Pero
considera que hay que superar el pesimismo respecto al bienestar de las clases populares y
propone soluciones: limitar el derecho de herencia, gravar con impuestos la tierra y
fomentar cooperativas de producción. El Estado debe mejorar la sociedad, pero no lo debe
hacer en la economía ya que es un mal empresario frente a los particulares.
Mill no considera justo dejar que el sistema se autorregule, por lo que distingue entre las
leyes de la producción, que son inmutables, porque dependen de la naturaleza; y las de
la distribución, que son reformables, porque son humanas. Es una distinción muy
importante en la política económica contemporánea, porque así el Estado puede intervenir
en la distribución del producto social (la redistribución de la renta, uno de los rasgos del
Estado del bienestar moderno). En este sentido sería un reformista social de enorme
influencia posterior.
Mill inicia la ruptura con la teoría del valor trabajo, pues considera que el valor de un bien
depende de varios factores y no sólo del trabajo.
2.2. EL SOCIALISMO.
EL SOCIALISMO UTÓPICO.
-A Ricardo que puede ocurrir que no coincidan la riqueza individual y colectiva, que la
riqueza esté mal distribuida.
-A Smith que su régimen de libertad de derecho no implica la libertad de hecho, puesto que
al concertarse un trabajo las dos partes no están en la misma situación.
El socialismo científico es iniciado por Marx (quien es auxiliado por Engels), que explica
la evolución del capitalismo en base a las propias fuerzas internas del sistema. Abre camino
a una serie de economistas socialistas posteriores (en especial la escuela austramarxista),
que seguirán las ideas marxistas y desarrollarán una teoría económica sobre el
imperialismo, pero esto ya es a principios del siglo XX, con Hobson, Hilferding, Lenin,
Bujarin, Luxemburgo.
Marx distingue dos categorías de valor-trabajo:
Hay una sola mercancía cuyo valor de uso es superior al de cambio: el trabajo. Esto es
porque el empresario se queda con la diferencia entre el valor de uso y de cambio:
la plusvalía.
Respecto a la teoría de la plusvalía como valor trabajo (primer sentido), Marx intentaba
salvar el problema de la existencia de sectores con capitales fijos distintos, lo cual hace que
no haya correspondencia entre las cantidades de trabajo y los precios.
Explica los procesos de crecimiento y de crisis por las contradicciones entre la creciente
capacidad productiva y el más reducido crecimiento del consumo proletario o entre los que
poseen bienes de producción y los que no los poseen.
La crítica de la teoría clásica será emprendida por los pensadores socialistas (que hemos
visto) y por dos escuelas, la marginalista-neoclásica y la histórica alemana (con su rama de
la institucional norteamericana). La principal aportación de estas críticas a la teoría del
trabajo-valor, es que es el producto lo que confiere valor a los factores de su fabricación.
El bien-valor es el que valoriza al trabajo, y no al revés.
LA ESCUELA MARGINALISTA-NEOCLÁSICA.
La escuela marginalista-neoclásica (a partir de 1870), cuyos principales autores son
Marshall y Walras.
Considera un modelo de estado de equilibrio perfecto, donde los precios del trabajo y del
capital son establecidos por la cantidad de nuevo producto que aportan las últimas unidades
aplicadas de trabajo y capital. Así, la productividad marginal del trabajo será el salario, y la
del capital será el beneficio. Este equilibrio automático ocupará totalmente los recursos
existentes y supondrá que se puede establecer una curva de producción para la cual son
posibles cualesquiera combinaciones de trabajo y capital.
Los marginalistas aceptan la mayoría de los principios de la escuela clásica (sobre todo en
la versión de Mill), pero entienden que la competencia no es perfecta, aunque como
hipótesis sea válida para establecer modelos. La política económica debe intervenir para
corregir los errores del mercado. Esta será la doctrina económica predominante,
“académica”, entre finales del siglo XIX y los años 1930, apoyada en avances estadísticos y
metodológicos, hasta que la crisis de 1929 ponga en duda sus principios y Keynes
demuestre en su General Theory que puede haber una situación de equilibrio estable con
inutilización de recursos (p.e. de trabajo).
El marginalismo.
Las cuatro escuelas del marginalismo son: inglesa (Edgeworth, Sidgwick, Wicksteed)
con la Escuela de Cambridge neoclásica (Marshall), austríaca (Wieser, Böhm-Bawerk), de
Lausanne (Walras, Pareto, Pantaleoni).
Gossen, Cournot y Dupuit, que sentaron las bases para el desarrollo posterior del
pensamiento marginalista, fueron los primeros en considerar la utilidad como la fuente del
valor y en formular el concepto de utilidad marginal de los bienes.
La gran escuela neoclásica es la Escuela de Cambridge, que puede considerarse una rama
del marginalismo. Su máximo representante es Alfred Marshall (1842-1924), que intentó
compaginar la economía clásica con el marginalismo. Utilizó el modelo del equilibrio
parcial, que consideraba más cercano a la realidad y más operativo. Coincide con el
marginalismo y otras escuelas posteriores a 1870 en el desarrollo de unos instrumentos
conceptuales y matemáticos surgidos con el estudio del equilibrio económico.
Institucionalismo norteamericano.