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NOVENA EN HONOR A LOS SANTOS JOSÉ Y NICODEMO

Novena dispuesta por el Padre Fray Francisco Valdés, Religioso descalzo


de la Santa Provincia de San Diego de México, y reimpresa en la Puebla
de los Ángeles en 1817.

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor


✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
Crucificado Dueño mío, mi Jesús, sin duda que soy de piedra, pues no se
enternece mi corazón al ver que mueres por amor mío, no sólo con los más
acerbos dolores y tormentos, y con la mayor deshonra e ignominia; sino que
quieres morir también en la más extremada pobreza, sin tener un lienzo en
qué envolver tu Sacratísimo Cuerpo, ni un sepulcro en qué depositar tu
Cadáver. Si amor con amor se paga, yo te agradezco tan grande fineza; y en
prueba del amor con que te correspondo, te ofrezco mi pecho para depósito
de tu Majestad, y te pido que de las telas de mi corazón hagas lienzo para
envolverte y cubrirte: admite, Dueño mío, la oferta, y no permitas entre en
mi corazón afecto alguno que no sea un verdadero dolor de haber ofendido
a quien amo, a quien quiero, y a quien adoro como único bien mío. Amén.

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA PARA TODOS LOS DÍAS


Purísima Reina de los Ángeles, María: ninguna entre todas las criaturas sabe
mejor que tú cuán grande es la aflicción de un corazón necesitado, y ninguna
mejor que tú sabe compadecerse y lastimarse de él: a ti, por tanto, recurro en
mi necesidad, persuadido a que no has de dejar sin el socorro a un alma que
no funda sus esperanzas sino en tus entrañas compasivas. Y no tengo otro
mérito que alegar, que el de aquellos santos Varones José y Nicodemo:
acuérdate, Señora, de aquella tribulación que padeciste viendo a tu Hijo
Santísimo muerto en la Cruz, sin tener quién te lo bajara, ni sábana en qué
envolverlo, ni sepulcro en qué depositarlo; pero acuérdate también del
consuelo que recibió tu Espíritu cuando estos piadosos Varones se ofrecieron
a socorrer tan grandes necesidades, y alcánzame de tu Hijo divinísimo el
socorro de esta necesidad: pídele infunda en mi corazón un verdadero dolor
de mis pecados, que fueron la causa de sus tormentos y tus aflicciones.
Amén.

DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que alentados de una divina Fortaleza, y
deponiendo todo temor y miedo, entrasteis a pedir a Pilato el Cuerpo de Jesús
Crucificado, en testimonio de que lo reconocíais y adorabais como verdadero
Dios y Hombre: Mirad mi corazón, y hallaréis que, vencido de su flaqueza,
a cada paso falta a sus obligaciones por los respetos humanos: remediad tanta
necesidad, y pedid a Dios nuestro Señor me fortalezca de manera que nada
tema, nada me embarace, y nada sea capaz de hacerme faltar a sus divinos
mandamientos, ni de ofenderle en cosa alguna. Amén.

Se rezan tres Credos en memoria de las tres horas que estuvo Jesucristo
Señor nuestro en la Cruz, y luego se dice la Oración siguiente:

Varones nobles, piadosos, Santos, que lograsteis la fortuna de socorrer en


sus más graves necesidades a la Emperatriz del Cielo: ¡cuántas virtudes
ejercitasteis en esa sola obra! Consolasteis a una pobre Viuda desamparada;
cubristeis la desnudez del Cuerpo Sagrado de Jesús, le disteis honrosa
Sepultura, y sacudiendo de vuestros pechos el temor de los judíos, fuisteis
los primeros en confesar por verdadero Dios al que acababa de morir en un
infame madero. ¡Cuán agradecida quedaría a vuestra piedad María
Santísima! ¡Cuán complacido quedaría el Padre Eterno de vuestros servicios!
¡Y cuán agradables serán a su Divina Majestad vuestros ruegos y peticiones!
Pues, rogad por mí: Pedidle a su divina Majestad remedie mis miserias,
socorra mis necesidades y consuele mis aflicciones. Usad conmigo la piedad
que usasteis con la Virgen Madre, pues os lo pido por aquella Sangre que
tiñó vuestros vestidos y lavó vuestras almas. Amén.

℣. Rogad por nosotros, oh Santos José y Nicodemo.


℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

ORACIÓN Oh Dios, que te dignaste elegir a los bienaventurados San José


de Arimatea y San Nicodemo para que, despuesto de la Cruz el Cuerpo de tu
dilecto Hijo Jesús, le honrasen enterrándole en un sepulcro nuevo,
concédenos te suplicamos que, purificados por la Sangre de tu mismo Hijo,
y consepultos y configurados con su muerte, vivamos eternamente en Él, por
Él y con Él. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que despreciando la murmuración de los
Judíos, y apreciando como única verdadera honra ser discípulos de
Jesucristo, no dudasteis dar testimonio público de que lo érais, yendo al
Calvario a bajar de la Cruz al Redentor Sagrado: Mirad, que lejos yo de
imitaros, he dejado de hacer muchas acciones virtuosas por el qué dirán del
mundo, remediad esta necesidad de mi alma, y pedid a Dios nuestro Señor
me dé luz para conocer que nada hay de que me deba avergonzar sino del
pecado, y nada hay que honre a un Cristiano sino obrar como discípulo de
Jesucristo. Amén.

DÍA TERCERO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que ilustrados con las luces de la fe, y
conociendo que el cuerpo que estaba colgado en la Cruz era de un verdadero
Hombre y verdadero Dios, no os desdeñasteis de ejercitar con él los oficios
humildes y bajos de arrimar las escalas y subir por ellas a bajarlo: Interceded
por mí con Dios nuestro Señor, y suplicadle me conceda el espíritu de
humildad, para que cerrando mi corazón a las ideas y a los pensamientos
altivos y orgullosos, no me desdeñe de ejercitar con mis prójimos los oficios
caritativos que pidiere su necesidad. Amén.

DÍA CUARTO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que habiendo desclavado de la Cruz el
Sacrosanto Cuerpo del Salvador, lo recibisteis en vuestros brazos, y lo
cargasteis, y teñisteis vuestros rostros y manos con la Sangre que manaba de
las heridas: Felices mil veces vosotros, por haber dado los primeros abrazos
al Héroe que acaba de triunfar del demonio, de la muerte y del pecado:
volved, volver a abrazarlo por mí, dadle los plácemes por la victoria que ha
conseguido, y pedidle me ayude misericordioso con su gracia, para triunfar
también de mis enemigos. Amén.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que llenos del espíritu de veneración y
reverencia hacia el Cuerpo deífico de Jesús, no permitisteis se envolviese en
otro lienzo que, en una sábana nueva, limpia, que no había servido a otro
alguno; infundid en mi corazón iguales sentimientos de respeto y veneración:
alcanzadme de Dios nuestro Señor lágrimas de verdadera penitencia para
purificarlo de las asquerosas manchas de mis culpas, y poderlo ofrecer limpio
a su Divina Majestad. Amén.

DÍA SEXTO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que después de haber bajado de la Cruz
el Cuerpo Santo de Jesucristo, lo pusisteis en los brazos de su Madre
Santísima, regalándola con el más apreciable tesoro que hay en los Cielos y
en la tierra: ¡qué ocasión tan oportuna ésta para pedir mercedes! Pedidle a
esa Señora, que en cambio del regalo tan rico que le hacéis, me reciba a mí
en los brazos de su protección, y me conceda la gracia que necesito para
obrar como hijo suyo, y no desmerecer el beneficio que me hizo Jesús desde
la Cruz, de dármela por Madre. Amén.

DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que sin reparar en gastos, ni deteneros en
el precio, comprasteis una gran cantidad de bálsamos y especies aromáticas
para embalsamar el Cuerpo deífico del Crucificado, y dar con esto un
testimonio auténtico de la alta estimación con que lo venerabais; yo os
suplico intercedáis por mí con ese mismo Señor, y le pidáis me conceda la
gracia que necesito para practicar las virtudes, que son el buen olor que debo
despedir de mí, para agradar a su Majestad Santísima y edificar a mis
prójimos. Amén.
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que, para hacer el último obsequio
religioso a vuestro divino Maestro, tomasteis en vuestros hombros el féretro
o ataúd en que iba el Cadáver Sacrosanto, y caminasteis con él hasta el
Sepulcro: permitidme que os vaya yo también acompañando; suplicad a la
afligida Madre del Difunto infunda en mi corazón afectos de compasión y de
ternura, para tener siempre en mi memoria la Pasión de su santísimo Hijo y
sus Dolores, y consolarme con ella en mi muerte. Amén.

DÍA NOVENO
ORACIÓN
Varones Santos, José y Nicodemo, que movidos del Espíritu Santo elegisteis
para sepultar al Salvador un Sepulcro nuevo, entero y virgen, en que nadie
se había depositado, para dar a entender que éste, y no otro, convenía a quien
había nacido de Madre Virgen, intacta y pura: seáis por toda la eternidad
benditos del Señor por la piedad que habéis usado con el Hijo y con la Madre:
usadla también conmigo, y no ceséis de pedir al Padre Eterno que labre en
mi pecho, con el poder de su Gracia, un sepulcro digno de Jesucristo, a quien
adoro real y verdaderamente presente en la Hostia consagrada. Amén.
NOVENA EN HONOR A SANTO TOMÁS DE AQUINO

Novena compuesta por el padre Felipe Lesmes Zafrilla, de la Real


Academia de Teología de Madrid, y publicada la primera vez en dicha
Villa y Corte en 1832, y reimpresa en Lérida en 1864, con aprobación
eclesiástica. El arzobispo de Toledo, mediante decreto del 30 de enero de
1832, concedió cien días de Indulgencia a cuantos, con las condiciones
conocidas, realizaren esta novena rogando por el bien de la Iglesia y del
Reino, y que por la intercesión de Santo Tomás de Aquino sean
comunicadas a todas luces para conocer y seguir la sana doctrina.

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor


✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, mi Padre, mi Criador y mi Redentor, en quien creo, en
quien espero y a quien amo sobre todas las cosas, tened compasión de mí,
miserable pecador, y concededme por vuestra bondad un verdadero
arrepentimiento de todos mis pecados. Lo siento de veras por ser Vos quien
sois, me pesa de haber ofendido con ellos a un Padre tan bueno, que sois todo
amor. Perdonadme, Padre misericordiosísimo, y concededme la gracia de
morir mil veces antes que volver a pecar. Amén.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS


Dios y Señor de las ciencias, Padre Omnipotente, cuya voz fecunda en sí
misma hizo venir al ser todas las cosas, cuya providencia se extiende a todas
ellas, cuya bondad se ostenta particularmente en la efusión de vuestra gracia,
que dais a cada uno según la medida de la donación de Cristo Señor nuestro:
Salvador divino de nuestras almas, y fundador prudentísimo de nuestra
Religión, que disteis a unos Apóstoles, a otros Profetas, a otros Evangelistas,
y a otros Pastores y Doctores para la consumación de los Santos en la obra
del ministerio, para edificación de vuestra Iglesia Santa, y para que no
fluctuáramos como niños, arrebatados de todo viento de doctrina por la
malignidad de los hombres, que engañan con astucia en el error, sino que
siguiendo la verdadera Fe animada de la Caridad, creciéramos por todas las
cosas en Vos, que sois nuestra cabeza: Espíritu divino, que siendo uno y el
mismo en todos los siglos comunicasteis vuestros dones y gracias a tantos
Doctores y Maestros, dividiéndolas a cada uno según vuestra santísima
voluntad, y enriquecisteis abundantemente con la efusión de todas ellas la
bendita alma de nuestro Angélico Maestro el Señor Santo Tomás, haciéndole
como un depósito general de la santa doctrina, y padre de una posteridad
numerosa de verdaderos sabios: nosotros, humildes siervos vuestros y
discípulos indignos suyos, apoyados en vuestra infinita misericordia, y en la
intercesión de este glorioso Doctor y Maestro nuestro, acudimos al trono de
vuestra gracia e imploramos vuestro patrocinio. Elegidos para sucesores
suyos en tan glorioso ministerio, nos vemos rodeados por todas partes de las
tinieblas y corrupción de tantas sectas, reunidas contra la verdad en estos días
desgraciados: necesitamos más que nunca de la suavidad de vuestros dones
para preservarnos de la seducción, y conducir por los pastos saludables
vuestra grey. Nuestras culpas nos han hecho acreedores al mayor de los
castigos, que es la privación de vuestras luces; más constituidos en tan
miserable situación, no hallamos otro recurso que levantar los ojos a Vos,
¡oh Padre de las luces!, de quien viene toda dádiva buena y todo don perfecto;
a Vos, sabiduría increada, que elegisteis lo débil para confundir lo fuerte, y
lo ignorante para desvanecer la ciencia altanera de este siglo; a Vos, Espíritu
consolador, enviado para enseñar toda verdad, y dirigirnos en nuestra
peregrinación. Venid, Espíritu divino, e iluminad nuestro entendimiento con
la sabiduría celestial, que concedisteis a nuestro Santo Maestro; venid,
distribuidor de los dones, y enriqueced nuestra voluntad con los que tan
abundantemente derramasteis sobre la suya; venid, luz de los corazones, y
disipad del nuestro las tinieblas de los vicios, preparándole como Moisés en
otro tiempo las tablas, para que vuestro dedo divino grabe indeleblemente
sobre él la ley santa que prometisteis en otro tiempo escribir sobre los
corazones de los nuevos fieles: haced que profesemos siempre una
veneración suma a los libros Santos inspirados por Vos, seamos depositarios
fieles de la Tradición, hijos dóciles de la Iglesia Católica, ovejas sumisas a
la voz de los pastores, súbditos rendidos del romano Pontificado sucesor de
San Pedro, y cabeza visible de la Iglesia, religiosos defensores de la doctrina
de los Santos Padres, discípulos constantes de los Doctores y Maestros fieles
que nos han precedido, emuladores de los hechos de nuestra Religión, y
cautivadores de toda ciencia natural en obsequio de la fe. Estas virtudes, con
que enriquecisteis a nuestro Angélico Maestro, elevándole por ellas al alto
grado de sabiduría, que le ha hecho en todos tiempos el consuelo de la
Iglesia, oráculo de los Concilios, guía de las Escuelas, y asombro de sus
mismos enemigos, son las que rendidamente os pedimos por su intercesión
en esta Novena, que consagramos gustosos a su culto en agradecido recuerdo
a su protección. Comunicádnoslas, Señor, para que, siendo imitadores de sus
virtudes, e hijos de su sabiduría celestial, merezcamos instruir en la salud a
muchos durante esta vida, y resplandecer en la otra por perpetuas
eternidades. Amén.

DÍA PRIMERO
Glorioso Maestro y Protector mío, Varón bienaventurado, que ni os dejasteis
llevar del consejo de los impíos, ni corristeis el camino de los pecadores, ni
os sentasteis jamás en la cátedra pestilencial del error, sino que fijando
vuestra voluntad en la ley santa del Señor, pasabais los días y las noches en
su meditación, creciendo como árbol plantado a las corrientes de tan
saludables aguas, para dar frutos sazonadísimos de doctrina en todos los
siglos; por la singular ternura y veneración que profesasteis siempre a las
sagradas letras, y por los heroicos actos de virtudes que en su lectura
practicabais, os suplicamos nos alcancéis del Señor odio eterno a la lectura
de obras impías, y un amor decidido al estudio de la palabra divina,
acompañado de la sencillez de intención y pureza de afecto que requiere. No
permitáis, Maestro gloriosísimo, que nuestra soberbia convierta en lazos el
camino de la verdad; no muramos en la letra, seamos vivificados con el
espíritu; conozcamos con el Apóstol San Pedro, que su inteligencia no pende
de la interpretación propia de cada uno, sino que habiendo hablado por
inspiración del Espíritu Santo los hombres santos escogidos por Dios para
órganos suyos, a este Espíritu residente en la Iglesia Católica es a quien toca
la interpretación de sus palabras: haced que siguiendo siempre, a imitación
vuestra, esta regla infalible de la verdad, y animados del mismo espíritu en
su lectura, salgamos de ella hechos unos hombres de Dios, instruidos para
toda obra buena en esta vida, y dignos del premio prometido en la eterna.
Amén.
Ahora se pedirá a Dios el buen uso de este lugar, por la intercesión del
Santo Doctor.

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA


Santísima Señora, concebida sin pecado, Aurora deseada por tanto tiempo,
que por vuestra profundísima humildad merecisteis ser Madre de la
Sabiduría increada, disipando como tal las tinieblas del mundo, y
destruyendo las herejías en todos los siglos; por la singular ternura con que
miráis a los que aspiran a ser algún día evangelizadores de la paz, y por el
cariño especial con que distinguisteis a nuestro Angélico Maestro el Señor
Santo Tomás, siendo su guía y protectora en los estudios, os suplicamos no
desamparéis a los que siguiendo su doctrina desean juntamente imitarle en
la práctica de las virtudes, singularmente en la tierna devoción para con Vos.
Recibid, Madre dulcísima, la ofrenda que os hacemos de nuestro corazón,
entendimiento, talentos y estudios: dilatad sobre vuestra Academia el manto
real de vuestra augusta protección, para que trabajando a la sombra de tan
benignos auspicios, crezcamos en virtud y letras, evitemos los escollos que
nos cercan por todas partes, y rotos los lazos de la impiedad, brillemos con
una humilde sabiduría, y recibiendo la aureola preciosa de Doctores en la
otra, cantemos vuestras misericordias por los siglos de los siglos. Amén.

GOZOS
Ya Tomás la escuela en Vos
Todo honor y auxilio fía,
Sol de la Iglesia de Dios,
Grande horror de la herejía.

Vuestra cuna ya se sabe,


Os predijo en gloria suma
Hombre de primera pluma,
Pues tragáis en ella un Ave
Aquella, donde suave
Nido el Redentor tenía.

Sin que a vuestra casa cuadre,


Os lleváis de la afición,
Que el punto de Religión
Es el que os saca de madre,
Allegándoos al buen Padre
Grande Guzmán que os quería.

De buey mudo el apellido


El silencio os dio, por cierto:
Mas conoció el grande Alberto,
Que daríais gran mugido,
El que al mundo ya aturdido
Por todas partes tendría.

De un hermano la crueldad
Macular vuestro candor
Antes pensó con rigor,
Después con la liviandad
Cuando río de castidad
El fuego que en Vos ardía.

Viendo Dios que con tesón


De Luzbel rechazó el arte
Quiso a tal baluarte
Añadirle otro cordón
Cual para mayor blasón
Os lo triplicó María.

Cinco libros os mostraron


En carácter encarnado
El Maestro consumado
Que de espinas se la creó,
Doctor quinto os aclamó
La cátedra en que pendía.

Porque su gloria se explique


Vuestro escrito fue al Supremo,
Quien le proveyó su extremo,
Visto ya se notifique;
Pues para que se publique
Tal visto bueno tenía.

Porque a tu fin te prepares,


Comenzarte al acabar
Un cántico singular
Que es un cantar de cantares:
Con glorias tan singulares,
¿Tal cisne cuál volaría?

Desde el trono superior


Rayos vibra en abundancia,
Las sombras de la ignorancia
Disipa del pecador,
De la lascivia el ardor
Reprime al que en él confía.
℣. Ruega por nosotros, bienaventurado Santo Tomás de Aquino.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

ORACIÓN
Oh Dios, que iluminasteis a vuestra Iglesia mediante la maravillosa erudición
de vuestro bienaventurado confesor Santo Tomás, y que la fecundáis
mediante la santidad de sus obras, concedednos la gracia de comprender sus
enseñanzas e imitar sus virtudes. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

DÍA SEGUNDO
Angélico Maestro y Protector mío, Timoteo fiel, que evitando las novedades
profanas de las voces y la ostentación orgullosa de la ciencia de falso
nombre, que ha hecho naufragar a tantos acerca de la Fe, guardasteis con
escrupuloso desvelo el depósito sagrado de la Tradición. Beseleel ingenioso,
que sin alterar ni corromper el tesoro de las Verdades católicas recibidas de
nuestros Padres, supisteis adornarlas, ilustrarlas y engarzarlas en la cadena
de oro de vuestros escritos, para que eslabonadas así pudieran más fácilmente
transmitirse de generación en generación hasta el fin de los siglos; por la
adhesión constante de Vuestro entendimiento a esta regla infalible de la
verdad, y por la veneración profunda que profesásteis siempre a este depósito
sagrado, os suplico humildemente nos alcancéis del Señor una aversión firme
a toda novedad, luz y humildad para conocer sus atractivos, destreza en
desbaratar sus sofismas, un ánimo constante para hacer frente a su seducción,
y una voluntad decidida para la Ley Santa del Señor, para que enriquecido
nuestro corazón con tan saludables aguas podamos algun día derramarlas
sobre los pueblos, confiarlas a otros que las enseñen en lo sucesivo, y
preservados por vuestra intercesión de todo error en esta vida, seamos gozo
y corona vuestra en el Señor por los siglos de los siglos. Amén.

DÍA TERCERO
Angélico Maestro y Protector mío, Moisés iluminado de Dios, que huyendo
de la casa de Faraón, y prefiriendo a los tesoros del Egipto de este mundo el
improperio de Jesucristo Señor nuestro, fuisteis elegido para guía del Pueblo
Santo precediendo la columna luminosa de la Iglesia como antorcha
resplandeciente entre las tinieblas del error, y nube que os defendía de los
ardores de una curiosidad indiscreta; para que ni anduvierais errante en la
variedad de las sectas, ni os oprimiera la gloria y resplandor de los misterios
más profundos de la Religión: por la humilde docilidad con que seguisteis
siempre este norte seguro de la verdad, os pedimos humildemente nos
alcancéis del Señor la sencillez de pequeñuelos; para que como recién
engendrados en Cristo, racionales, sin dolo ni malicia alguna, apetezcamos
la leche pura de la doctrina, y arrojados en los brazos de esta Santa Madre,
columna y firmamento de la verdad, crezcamos en edad y sabiduría delante
de Dios y de los hombres, nos levantemos como hijos fieles, y la hagamos
predicar bienaventurada en esta vida, y ser alabada de su Esposo celestial en
la otra por los siglos de los siglos. Amén.

DÍA CUARTO
Angélico Maestro y Protector mío, humilde Pablo, que en medio de las
extraordinarias luces y singulares favores de Dios, que os había escogido
para vaso de elección que dilatara su Nombre por todos los siglos, nivelasteis
siempre vuestra doctrina por la de los Sagrados Concilios, no sea que
corrierais en vano, o hubierais corrido; por la sumisión profunda que tuvisteis
a la voz de los Pastores, oyendo en ellos la de Jesucristo, Maestro y Redentor
nuestro, os pedimos humildemente nos alcancéis del Señor una humilde
desconfianza de nosotros mismos, un ánimo rendido a la determinación de
los Sagrados Concilios legítimamente celebrados, la inteligencia de sus
Cánones, y una voluntad pronta en el cumplimiento de ellos, para que
siguiendo este camino real de la verdad, sin declinar a la derecha ni a la
izquierda, evitemos los escollos y precipicios del error, seamos buen olor de
Jesucristo en nuestras costumbres, y guiando con el ejemplo y doctrina a los
pueblos por el desierto de esta vida, merezcamos entrar con ellos en la tierra
de Promisión de la gloria, donde os acompañemos por los siglos de los siglos.
Amén.

DÍA QUINTO
Angélico Maestro y Protector mío, Samuel obediente, que llamado de Dios
para ser uno de los más célebres Doctores de la Iglesia, y enriquecido de
preciosos tesoros de sabiduría celestial, acudisteis siempre al Supremo de los
Pastores deseando recibir de su boca la doctrina, y evitar por este medio las
ilusiones del espíritu del error, transfigurado en Ángel de luz para nuestra
ruina: por la prudentísima sumisión y obediencia a la Silla Romana, que
formó vuestro carácter y distintivo dejándola como en herencia a vuestros
verdaderos discípulos, os suplicamos humildemente nos alcancéis del Señor
gracia con que despreciemos las inicuas fábulas de los enemigos de esta
Santa Madre, un amor tierno al Vicario de Jesucristo y Sucesor de San Pedro,
y una adhesión constante a su Cátedra y doctrina, para que fundados sobre
esta piedra, y cimentados en ella, seamos superiores a los asaltos del Infierno,
formemos un rebaño bajo la dirección de un Pastor en esta vida, y muriendo
en el seno de la Iglesia Católica, pasemos a triunfar con Vos en la Jerusalén
celestial por los siglos de los siglos. Amén.

DÍA SEXTO
Angélico Maestro y Protector mío, José precioso enviado por Dios al Egipto
de este mundo para acumular pastos abundantes de doctrina, y alimentar las
escuelas en la grande hambre que había de venir sobre la tierra; hijo
creciente, siempre exasperado por vuestros hermanos, cuyo arco no se sentó
en la fortaleza, y cuyos lazos fueron desatados por mano del poderoso Jacob,
saliendo de allí para Pastor y piedra de Israel: Nazareo escogido, en cuya
cabeza descansaron las bendiciones de vuestro Padre, confirmadas con las
bendiciones de los suyos; por la piadosa afición y singular destreza con que
manejasteis las obras de estos órganos de la verdad, mirándolos como
depositarios de la doctrina de la Iglesia, consultándolos en vuestras dudas, y
reuniéndolos en vos como en un foco donde reconcentrados en uno redujeran
a polvo las más obstinadas herejías; os suplicamos humildemente nos
alcancéis del Señor la veneración debida a sus talentos y virtudes; una
fortaleza invicta en confesar, y no esconder ni negar a nuestros Padres en la
Fe; luz y acierto en el manejo de sus escritos, y que fundados en estos montes
santos, y enriquecidos con las saludables aguas que se desprenden de su
eminente santidad, aprendamos a despreciar la novedad de los sectarios,
sigámoslos en la Fe y pureza de la vida, logrando acompañarlos por
eternidades en la gloria. Amén.

DÍA SÉPTIMO
Angélico Maestro y Protector mío, Escriba docto en el Reino de los Cielos,
que sacando del tesoro de vuestra celestial sabiduría lo nuevo del método,
sin dañar a la antigüedad de la doctrina, presentasteis como un escuadrón
bien ordenado los dogmas de la Religión, haciendo formidable su aspecto a
los enemigos de la verdad en todos los tiempos: Aod ambidextro, que
manejando igualmente los primores de la Teología y del Derecho Canónico,
atravesasteis con esta espada de dos filos a los opresores del Pueblo santo:
por la singular destreza con que manejasteis las verdades de la Religión, y
por el nervio, orden, claridad y precisión en enseñarlas, que os han granjeado
el renombre glorioso de Doctor Angélico, Oráculo de los Concilios, y Sol de
las Escuelas, os suplicamos humildemente nos alcancéis del Señor una
adhesión constante a vuestra doctrina, la estimación y precio debido al
método escolástico, horror a las calumnias y burlas de la impiedad conjurada
contra este antemural precioso de la Fe, y la gracia que necesitamos para que
armados con este escudo peleemos las batallas del Señor en esta vida, y
triunfando del error, seamos en la otra coronados por los siglos de los siglos.
Amén.

DÍA OCTAVO
Angélico Maestro y Protector mío, Jefté esforzado, que puesto al frente de
los Reales del Señor revolvíais cuidadosamente los fastos de la Religión para
animaros con sus ejemplos, y rebatir las calumnias y falsedades de tantos
Amonitas empeñados en corromper sus hechos y denigrar el buen nombre
de nuestros mayores: por la sencillez santa con que como abeja solícita
recorristeis este jardín, hermoso en todos los siglos, sacando de sus flores
miel con que alimentar nuestro espíritu, y cera con que alumbrar el Santuario,
os suplicamos humildemente nos alcancéis del Señor acierto para evitar
tantos lazos y sombras esparcidas en este campo de la literatura, prudencia
sencilla con que huyamos los artificios de una crítica vendida de la impiedad,
y una discreción segura, para que separando lo precioso de lo vil, seamos
como la boca del Señor en este siglo, imitando los hechos gloriosos de
nuestros Padres, mereciendo ser compañeros suyos en la gloria por los siglos
de los siglos. Amén.

DÍA NOVENO
Angélico Maestro y Protector mío, David magnánimo, que animado del celo
del Señor despojáis a la Filosofía terrena de los tesoros de ciencia que detenía
en la mentira, santificándolos con vuestro estudio y consagrándolos al
servicio de la Religión: Salomón magnífico, que acumulados muchos tesoros
de conocimientos humanos, fabricasteis de ellos un templo majestuoso
donde descansara la ciencia de las ciencias, recibiendo el homenaje y
obsequio de todas ellas: por la sobriedad santa con que manejasteis sus luces
sin dejaros arrebatar de una curiosidad vaga, ni seducir de los atractivos de
la soberbia, os suplicamos humildemente nos alcancéis del Señor una
prudente cautela con que ni despreciemos las verdaderas luces que la
Religión Santa no teme, ni abracemos las falsas que cubiertas bajo la
apariencia de verdaderas preparan los caminos al error, fomentan la
insubordinación de nuestro espíritu y le arrastran miserablemente a la
impiedad. Haced, Santo mío, que penetrados de un sólido amor a la sabiduría
merezcamos el renombre glorioso de Filósofos, envilecido en estos días por
tantos profanadores de esta ciencia; venguémosla por vuestra intercesión de
sus insultos, aprendamos en ella a humillar nuestra razón bajo el peso de
tantos misterios naturales, elevémonos de su contemplación a la de un Dios,
autor a un mismo tiempo de la gracia, para que cautivando a imitación
vuestra todo entendimiento en obsequio de la Fe, hagamos racional nuestro
obsequio, despojemos al Egipto que es la Filosofía de este mundo de sus
tesoros, enriquezcamos con ellos al pueblo del Señor, y cortando las uñas y
cabellos a esta esclava, la introduzcamos al tálamo de la Religión, hagamos
triunfar la verdad en esta vida, y merezcamos verla cara a cara en la otra por
los siglos de los siglos. Amén.
NUEVE SALUTACIONES A LA SANTA CRUZ

Puesto de rodillas en presencia de alguna Imagen de Cristo crucificado,


o de la Santísima Cruz, habiéndote persignado, dirás:

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor


✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.

Te adoro Santa Cruz,


Puesta en el Monte Calvario,
En ti murió mi Jesús,
Para darme eterna luz,
Y librarme del pecado.

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, que con tu saludable contacto santificaste el madero
de la Cruz, para lavar con ella y con tu Sangre preciosa las manchas de mis
pecados; me pesa de todo mi corazón de todos los que contra ti he cometido
en mi vida; propongo una y mil veces la enmienda, y espero en tu piedad
infinita me los has de perdonar, y me propongo la conversión a una vida de
gracia.

PRIMERA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los nueve Coros de celestiales espíritus,
y doy al Señor con ellos todas cuantas gracias puedo, porque se dignó de
honrarte, haciendo de ti trono de Su Majestad Divina para remedio del
mundo, crédito de sus milagros y reparo de aquella primera caída, por lo que
seas alabada. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

SEGUNDA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Patriarcas, y doy al Señor
con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, queriendo que
fueses adorada por las gentes; y, lo que, es más, de la Reina de los Ángeles
con aquella adoración que solo se debe a su Majestad Santísima, que sea
alabada para siempre. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
TERCERA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Profetas, y doy al Señor con
ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, poniendo en ti el
fundamento de la militante Iglesia, adornada de los siete Sacramentos, y
demás misterios que en tu virtud veneramos, porque seas alabada en los
siglos de los siglos. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

CUARTA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Apóstoles, y doy al Señor
con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, haciendo que en
tu virtud se conviertan tantas almas, así de obstinados pecadores, como de
apóstatas y gentiles, que alumbrados de tu luz corrigen sus errores,
confesando una Fe, un Bautismo, una Iglesia, una verdadera Ley y un Dios
y Señor de todo, que sea adorado para siempre. Amén. Padre Nuestro, Ave
María y Gloria.

QUINTA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Evangelistas, y doy al Señor
con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, haciendo que en
tu virtud se salve tanto sin número de almas, siendo tú la llave maestra que a
todos les franqueas el Paraíso, para gozarse en la gloria, cantando a Dios
alabanzas por toda la eternidad. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

SEXTA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Mártires, y doy al Señor con
ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, queriendo que en tu
invención milagrosa se halle el más precioso tesoro que venera nuestra Fe,
suscitando en él sus antiguas maravillas con destrucción de los ídolos,
confusión de los gentiles y herejes, y crédito de su loable Providencia, que
sea alabada para siempre. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

SÉPTIMA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Santos Confesores, y doy al Señor
con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte, obrando en tu
virtud admirable triunfo que en las Navas de Tolosa hizo cantar a los fieles
la victoria con la vista rubicunda de tu Santísima imagen; y sobre todo por
el triunfo que consiguió del demonio, quedando éste confundido y exaltada
la Majestad verdadera, que sea ahora y siempre venerada en la Santísima
Cruz. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

OCTAVA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todas las Santas Vírgenes, y muy en especial
con la primera de ellas, y doy al Señor cuantas gracias puedo, porque se
dignó honrarte permitiendo el que fueses restituida con gloriosa exaltación
al mismo lugar en que antes te habías visto exaltada por el Autor de la vida,
con el aplauso que hasta hoy hace venerarte como preciosa reliquia, llenando
el mundo de admiración y milagros, para que así confesemos lo que debemos
a Dios en la Santísima Cruz, que sea adorada para siempre. Amén. Padre
Nuestro, Ave María y Gloria.

NOVENA SALUTACIÓN
Salúdote, Cruz Santísima, con todos los Justos de la tierra y Cortesanos del
Cielo, y doy al Señor con ellos cuantas gracias puedo, porque se dignó de
honrarte proveyendo en tu virtud los muchos frutos que redundan a la
Católica Iglesia, en la expulsión de los demonios, extirpación de las herejías,
dilatación de la Fe, exaltación de su Santísimo Nombre y demás misterios
que confesamos a honra y gloria de Jesús, que en la Cruz y con la Cruz sea
alabado eternamente. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

ANTÍFONA: Oh Cruz Santísima, más resplandeciente que todos los astros


y más Santa que los Santos; para el mundo célebre, para los hombres amable,
que sola fuiste digna de contener en tu madero todo el rescate del mundo:
Dulce Leño, dulces Clavos, dulces penas que, toleradas en ti por mi Señor
Jesucristo, fueron el remedio nuestro: Salva a todos los cristianos, que en
este día repiten tus alabanzas.

℣. Adorámoste, Cristo, y bendecímoste.


℟. Que por tu Santa Cruz redimiste el mundo y a mí que soy pecador.

ORACIÓN
Oh Cruz Santísima, noble entre todos los árboles frondosos, que hermoseas
el Jardín ameno de la militante Iglesia: reino del Padre, Cetro del Hijo, sello
del Espíritu Santo; honra y gloria del mismo Crucificado, crédito de las
maravillas de Dios, esperanza de los cristianos, vida de los muertos, báculo
de los débiles, guía de los ciegos, consuelo de los pobres, freno de los ricos,
padre de los huérfanos, defensa de las viudas, descanso de los atribulados,
luz de nuestras ignorancias, pregón de los Profetas, predicador de los
Apóstoles, gloria de los Mártires, abstinencia de los Monjes, castidad de las
Vírgenes, alegría de los Santos, júbilo de los Sacerdotes, seguridad de los
Justos, fundamento de la Iglesia, fortaleza de los flacos, medicina de los
enfermos, pan de los necesitados, fuente de los sedientos, abrigo de los
desnudos, triunfo sobre el demonio, muerte del pecado, raíz y causa de todo
bien; oliva frondosa, cedro escogido de Dios, palma encumbrada en el jardín
de la Iglesia, ciprés excelso, trono sagrado del Omnipotente Rey, árbol de la
vida, y fuente de la bienaventuranza: adórote, bendígote, alábote y doy a
Dios muchas gracias, poniendo debajo de tus misteriosos brazos la necesidad
presente..., con todas las de la Iglesia, para que por tu virtud se digne el Señor
de remediarlas, si ha de ser para servirle, bien de mi alma, aumento de la
virtud y crédito de ti misma, que es lo que yo más deseo; y sobre todo una
acertada, feliz y dichosa muerte, y que por ti me reciba el que por ti se dignó
de redimirme, que es mi Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu
Santo vive y reina por todos los siglos de los siglos. Amén.

Tres salves a la Santísima Virgen de los Dolores, y la oración siguiente:

Soberana Emperatriz de los Cielos, que al pie de la Santísima Cruz


padecisteis tan agudos dolores, y por dignación suprema quedaste
constituida madre de todas las criaturas, dígnate, afligidísima Señora, de
patrocinar mis peticiones, y socorrer las necesidades de mi alma, que yo te
prometo no apartarme ya de la Cruz, y acompañarte siempre en tus dolores,
sintiendo tantas penas como ingrato te causé con mis pecados; para que así
consiga, con tu amparo, y por el Santo Madero de la Cruz, los frutos de la
redención, que en ella obró tu Hijo Jesús. Amén.

ALABADO A LA SANTÍSIMA CRUZ


Alabado sea mil veces
El Santísimo madero
De la Cruz, en quien obró
Jesús el remedio nuestro.

Y la sagrada pasión
De Redentor tan Supremo,
Que, siendo Dios por esencia,
Murió por salvar su pueblo.

Y los agudos dolores


De la Reina de los cielos,
Que como piadosa Madre
Le acompañó en los tormentos.

Así sea por los siglos,


Y de los siglos eternos:
Para que así para siempre
La Santa Cruz adoremos.

Amén, oliva preciosa,


Amén, escogido cedro,
Amén, encumbrada palma,
Ciprés de la Iglesia excelso.

Amén, árbol de la vida,


Amén, hasta que en el cielo
Por toda la eternidad
Tus alabanzas cantemos.
NOVENA A LA SANTA CRUZ

Novena impresa en Lima por Justo Montoya en el año 1856, con las
debidas licencias. Puede rezarse en cualquier momento del año, y
particularmente en preparación a las fiestas de la Santa Cruz:

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor


✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
Único Dios y Señor mío, creo firmemente estar delante de tu infinita
Majestad, en cuya adorable presencia tiemblan y se postran humildes todos
los Ángeles y Potestades del Cielo, y por tanto también yo vuestra miserable
criatura, anonadado aquí delante de Ti, te adoro y reconozco por único Dios
y Señor mío; por único Criador, Conservador y Redentor mío. Así te rindo
todas las gracias que puedo con todo mi corazón, con toda mi alma, por los
innumerables beneficios que me has hecho hasta ahora con tanta liberalidad
y amor. Sumamente me pesa, ¡oh Padre de misericordias!, de haberos
correspondido tan mal con tan graves y tan repetidas culpas, teniendo sólo
presente para confusión mía, que han sido ofensas contra Ti, que eres bondad
infinita: propongo firmemente desde este instante nunca ofenderte en lo
futuro, mediante el auxilio de tu divina Gracia, y primero morir que
quebrantar tu santa Ley. Ruégote me concedas tu Santo Espíritu para poder
meditar aquí en tu presencia, con fruto de mi alma y gloria tuya, en los
misteriosos bienes que contiene y encierra la Cruz preciosa en que murió tu
Unigénito Hijo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN
Señor mío Jesucristo, dame tu gracia y concédenos cuanto tienes prometido
a los que hacen memoria de tu Pasión y Muerte de Cruz, os lo pedimos por
tu Santísima Madre, por cuya poderosa medianera espero conseguir todo lo
que deseo y pido para alivio y bien de mi pobre alma. Amén.
SALUTACIÓN A LA CRUZ
Oh Cruz santa y preciosa, altar de propiciación, fuente de todas las gracias,
árbol de la vida y monumento eterno de las misericordias divinas: tú eres la
que has llevado este sagrado depósito, la que has recibido en tus brazos al
Santo de los Santos, y la que has sido rociada con esta Sangre adorable: ¡Ah!
¿Por cuántos títulos no mereces el homenaje de mi respeto y de mi
veneración? Ojalá que fueses siempre grabada en mi corazón, y que obrases
en él los prodigios de aquella gracia que está depositada en ti.

℣. Esta señal de Cruz habrá en el cielo.


℟. Cuando venga el Señor a juzgarnos.

Adórote Cruz bendita, deseada y amada de mi Señor Jesucristo, buscada y


hallada en sus brazos, en sus espaldas cargada, con su preciosísima sangre
bañada, de mi Señora la Virgen María acompañada, de las criaturas
venerada, de la gloriosa Santa Elena buscada y hallada: por ti, ¡oh Cruz
Santísima!, el mundo fue redimido, el infernal enemigo vencido, la misma
muerte dominada, y contigo el Cielo fue comprado: suplico al Señor que en
ti murió y fue crucificado, por la hiel y vinagre que en ti gustó, por las siete
palabras que en ti habló, por las cinco llagas que en ti recibió, por las agonías,
afrentas y tormentos que en ti sufrió, por la muerte cruelísima que en ti
padeció, por los dolores y angustias que mi Señora la Virgen María a tus pies
sintió, te suplico me alcances una humildad profunda y un espíritu obediente,
para que muriendo con Jesucristo, logre también resucitar con Él por toda la
eternidad. Amén.

Un Padre nuestro y Ave María gloriado a Santa Elena, dándole las gracias
por habernos descubierto este madero santo, seguido por la siguiente
oración:

Oh Señor mío Jesucristo, que te dignaste revelar a Santa Elena el lugar donde
se ocultaba tu Cruz, para enriquecer por ella a tu Iglesia con este precioso
tesoro, concédenos por su intercesión, que, por el precio de este vital leño,
consigamos los premios de la vida eterna. Tú que vives y reinas con Dios
Padre en unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por todos los siglos de los
siglos. Amén.
DÍA PRIMERO
CONSIDERACIÓN
Considera cómo pronunciado ya el decreto de muerte contra el Santo de los
Santos, ya estaba preparada la Cruz, que había de ser el instrumento de su
Pasión: mira a Jesús como lo apercibe, se postra delante de ella, la recibe y
se dispone para llevarla. ¡Oh Cruz santa! ¡Oh Cruz preciosa! La había
esperado y deseado el Redentor, y aun suspirado por ella ardientemente
desde el primer momento de su vida. Se la carga sobre sus espaldas, y toma
el camino del Calvario para consumar allí su sacrificio. ¡Oh dolor! ¡Oh
espectáculo que aflige al Cielo, y al que sin embargo la tierra se manifiesta
insensible!

ORACIÓN
Oh almas cristianas redimidas por la Sangre de un Dios, venid, unámonos de
concierto, consideremos a nuestro Rey, con aquella diadema sangrienta con
que le han coronado nuestras culpas; veámosle desfallecer bajo el formidable
peso de la Cruz que está cargando. ¿Mas seremos insensibles al dolor que le
causamos? ¿No procuraremos aliviarle sus tormentos? Ya veo a este inocente
Isaac cargado con la leña de su sacrificio, conducido o arrastrado más bien
hasta el lugar de su tormento. ¡Qué triste y dolorosa carrera para el Salvador!
Debilitado, falto de Sangre y de fuerzas apenas puede sostenerse: cada paso
que da es señalado por una caída: no hay lugar que no quede teñido con
alguna gota de la corta porción de Sangre que ha quedado de sus venas: el
sumo abatimiento a que se le ha reducido no sirve sino de exasperar el furor
de sus enemigos. Permitidme que os acompañe, ¡oh adorable Salvador mío!,
y que durante vuestro viaje al Calvario os manifieste los sentimientos de mi
corazón. Amén.

Aquí se alienta la confianza y se pide la gracia o favor que se desee recibir,


y se hace este acto de caridad:

Dios mío, Salvador mío, Redentor mío, esperanza mía, vida mía, y todas mis
cosas. ¿Cómo podría yo no amaros? Sí, yo os amo, o a lo menos deseo
amaros de todo mi corazón; haced que os ame únicamente por Vos mismo,
y que os ame más que a todas las cosas, que no quiera a otra cosa que a Vos,
que os ame con el mismo amor con que Vos me habéis amado, que os ame
sobre la Cruz, como os aman los Santos del Cielo, y que os ame toda mi vida
en la tierra, para amaros después más perfectamente en la eternidad.
ORACIÓN
Oh buen Jesús, único amor y bien de mi alma: por aquellos dolores que
padeciste en la Santísima Cruz, y señaladamente por aquella acerbísima
amargura que sentiste cuando se arrancó vuestra preciosísima alma de
vuestro cuerpo santísimo; os ruego Señor, tengáis misericordia de mi alma,
y cuando salga de mi cuerpo, os suplico la llevéis a la gloria a gozar de
vuestra presencia por toda la eternidad. Amén.

SÚPLICA FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


¡Oh Santísima Cruz! ¡Oh inocente y piadoso Cordero! ¡Oh pena grave y
cruel! ¡Oh pobreza de Cristo mi Redentor! ¡Oh llagas muy lastimadas! ¡Oh
Corazón traspasado! ¡Oh Sangre de Cristo derramada! ¡Oh muerte de Cristo
amarga! ¡Oh majestad de Dios digna de ser reverenciada! Ayúdame, Señor,
a alcanzar la vida eterna a la hora de mi muerte. Amén.

ALABANZAS A LA SANTA CRUZ


Oh Cruz, Esperanza de los cristianos. Por ti me reciba, quien por ti me
redimió.
Oh Cruz, Resurrección de los muertos.
Oh Cruz, Guía de los ciegos.
Oh Cruz, Camino de los desesperados.
Oh Cruz, Báculo de los cojos.
Oh Cruz, Consuelo de los pobres.
Oh Cruz, Freno de los ricos.
Oh Cruz, Destrucción de los soberbios.
Oh Cruz, Pena de los que viven mal.
Oh Cruz, Triunfo contra los demonios.
Oh Cruz, Vencedora del diablo.
Oh Cruz, Pedagoga de los jóvenes.
Oh Cruz, Sustento de los necesitados.
Oh Cruz, Esperanza de los aburridos.
Oh Cruz, Gobernadora de los navegantes.
Oh Cruz, Puerto de los que peligran.
Oh Cruz, Muro de los obsesos.
Oh Cruz, Madre de los huérfanos.
Oh Cruz, Defensora de las viudas.
Oh Cruz, consejera de los justos.
Oh Cruz, Consuelo de los atribulados.
Oh Cruz, Guarda de los niños.
Oh Cruz, Cabeza de los varones.
Oh Cruz, Fin de los ancianos.
Oh Cruz, Luz de los que se sientan en las tinieblas.
Oh Cruz, Grandeza de los reyes.
Oh Cruz, Escudo perpetuo.
Oh Cruz, Sabiduría de los necios.
Oh Cruz, Libertad de los esclavos.
Oh Cruz, Filosofía de los emperadores.
Oh Cruz, Ley de los impíos.
Oh Cruz, Pregón de los Profetas.
Oh Cruz, Anuncio de los Apóstoles.
Oh Cruz, Gloria de los Mártires.
Oh Cruz, Abstinencia de los Monjes.
Oh Cruz, Castidad de las Vírgenes.
Oh Cruz, Gozo de los Sacerdotes.
Oh Cruz, Fundamento de la Iglesia.
Oh Cruz, Cautela de la redondez de la tierra.
Oh Cruz, Repulsa de ídolos.
Oh Cruz, Destrucción de sus templos.
Oh Cruz, Escándalo de los judíos.
Oh Cruz, Perdición de los impíos.
Oh Cruz, Virtud de los inválidos.
Oh Cruz, Medida de los enfermos.
Oh Cruz, Limpieza de los leprosos.
Oh Cruz, Descanso de los paralíticos.
Oh Cruz, Pan de los hambrientos.
Oh Cruz, Fuente de los sedientos.
Oh Cruz, Protección de los desnudos.

DÍA SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Considera, alma, cómo llegando el Salvador al lugar donde había de
cumplirse la más cruel sentencia, la Cruz es para Jesucristo, como dice el
Padre San Agustín, «un altar en donde se sacrifica por nosotros, y como el
Sacrificio no se consuma sino por la muerte de la víctima, era necesario que
Jesucristo consumase el suyo por su muerte».
ORACIÓN
¿Y qué holocausto más completo, ni más perfecto que el de Jesucristo sobre
la Cruz? Sacrifica todo lo que tiene y todo lo que es: sacrifica su libertad
reduciéndose a la condición de un siervo, su honor por los oprobios de que
está cubierto, sus bienes por la desnudez que padece, su cuerpo por los vivos
dolores que sufre, su corazón por las amarguras interiores de que está
inundado, y finalmente su vida, por la muerte más cruel. Sacrificador y
víctima se ofrece a Sí mismo a su Eterno Padre. ¡Oh prueba admirable de su
amor! Sacerdote según el orden de Melquisedec, cuyo sacerdocio es eterno;
sacerdote del Altísimo, que ofrece no víctimas extrañas, sino su propio
Cuerpo, no la sangre de los animales, sino la Sangre del Cordero inmaculado;
sacerdote Santo que descendió de los Cielos, y ha consumado la grande obra
de nuestra santificación por la única oblación de Sí mismo. La Cruz pues
vino a ser como el altar de todo el mundo: por la sangre de esta Víctima por
excelencia fue expiada la culpa, domada la muerte, desarmado el Infierno y
abierto aquel santuario divino en el que podemos entrar fácilmente si
seguimos a nuestro sacrificador: la Cruz es el camino, Jesucristo nuestro
conductor, y el Cielo el término a que debemos aspirar. Salgamos pues al
campo, unámonos por la fe a este sacrificador divino, llevemos con Él la
ignominia de la Cruz, y hagámonos uno con él. Amén.

DÍA TERCERO
CONSIDERACIÓN
Considera a la Cruz como la cátedra donde Jesucristo nos instruye: y en
efecto, ¿En dónde este divino Salvador nos ha enseñado tan plena y
eficazmente como en la Cruz? ¿En dónde nos ha manifestado de una manera
tan sensible y admirable las verdades fundamentales, las verdades
evangélicas, las verdades de la mortificación, en una palabra, las verdades
de nuestra salud? La grandeza de un Dios, que no puede ser dignamente
adorada sino por un Dios; el rigor de su justicia, que no puede ser aplacado
sino por una víctima divina; la enormidad del pecado, que pedía una tal
víctima, y la excelencia de nuestras almas, que no podían ser redimidas sino
a tanto precio. ¿No son todas estas unas verdades luminosas, que salen del
seno de la Cruz? ¿No fue en la Cruz, en donde más eficazmente que en la
montaña, nos manifestó estas máximas grandes y sublimes de la pobreza de
espíritu, hallándose desnudo; de la mansedumbre, por ser el mismo carácter
del Cordero divino, que se ha dejado degollar sin quejarse; del llanto y la
persecución para ser semejantes al Santo de los Santos, ¿que ha sufrido
persecuciones y ultrajes? ¿Quién sino el Espíritu de la Cruz, puede darnos
una inteligencia de sí mismo, para ir en pos del Salvador, y de todo lo que
posee para saber ser discípulo? ¿Qué cosa no nos dirá la Cruz, cuando el que
descansa en aquella dura cama, lleno de dolores y tormentos, abre su divina
boca para pedir perdón por sus enemigos? Abre, ¡oh alma mía!, tus oídos
para oír, pues tu celestial Maestro abre su boca en la cátedra de la Cruz para
hablar: No la abre para pedir fuego que los abrase como Elías, ni para
echarles su maldición como Noé y Eliseo a los que le escarnecían, sino para
rogar a su Eterno Padre que les perdonase el pecado que cometían
crucificándole y escarneciéndole, doliéndose más del daño que les venía por
esta culpa, que de los tormentos e injurias que de ellos recibía. ¡Oh lección
toda de amor! ¡Quién pudiera estudiarla desde este punto!

ORACIÓN
Vos, Señor, me decís: «Miradme pendiente de esta Cruz, consideradme, pero
imitadme después y obrad, escuchad mi palabra, pero sobre todo seguid mi
ejemplo: yo ruego, rogad vosotros conmigo; yo padezco, padeced conmigo;
yo perdono, perdonad como yo y por mi amor». Concededme, Señor tal
caridad como esta, para que yo también ame a mis enemigos y ore por los
que me persiguen y os persiguen. Perdonad a todos, ¡oh Padre de
misericordias!, para que todos gocen de ellas. Amén.

DÍA CUARTO
CONSIDERACIÓN
Considera a la Cruz como el Tribunal Supremo en donde juzgará y
sentenciará el Salvador a todo el universo. Es este trono de justicia y tribunal
tan espantoso en donde, ¡oh Jesús mío!, pronunciáis tantos decretos, y en
donde comenzareis a ejercer vuestros formidables juicios en el momento de
vuestra muerte, cuando de dos criminales que teníais a vuestro lado,
salvasteis al uno en virtud de una gracia inefable, y condenasteis al otro
usando del rigor de vuestra justicia.

ORACIÓN
Desde esta Cruz será, ¡oh Dios mío!, donde me juzgareis algún día, llamareis
a juicio contra mí aquellas mismas gracias que me habéis concedido por los
méritos de esta Cruz: me haréis presente la obligación que me imponía de
seguiros, de llevar mi Cruz, de morir a mí mismo, y de llegar a ser copia viva
del gran modelo que me proponías. Si en aquel momento halláis en mí una
conformidad santa con Vos clavado en un madero, ejerceréis conmigo un
juicio de misericordia, y daréis a mi favor una sentencia de vida como la que
disteis al ladrón: «Hoy serás conmigo en el Paraíso». Pero si no fuese
conforme a Vos, ¡oh Dios mío!, no tengo que esperar sino una sentencia de
muerte. ¡Ah! Cuál sería entonces mi desdicha, si en Aquel que no deseaba
sino ser mi Padre, no encontrase yo sino un Juez terrible; si en el que debía
ser mi Salvador, no hallase yo sino un Dios lleno de venganza, y si aquella
misma Cruz que según los designios de Dios debía ser el instrumento de mi
salud, por el abuso que yo haya hecho de ella, llegue a ser el título de mi
condenación. Oh Salvador del mundo, en cuyas manos elevadas en la Cruz
está la llave de David, con la cual abrís y ninguno cierra, cerráis y ninguno
abre: abridme las puertas del Cielo, que mis pecados cerraron, y cerradme
las del Infierno, que ellos abrieron, para que en el día de mi muerte pueda
como el buen ladrón entrar con Vos en el Paraíso. Amén.

DÍA QUINTO
CONSIDERACIÓN
Considera a la Cruz como el gran libro que debes leer continuamente, y el
espejo el que debes consultar: porque nada hay que ella no te enseñe. Sí,
Redentor mío, así como vuestro Evangelio es una expresión fiel de la Cruz,
así la Cruz es un compendio fiel de todo el Evangelio. Sí, aquí contemplo
vuestro amor y la autoridad que me mostráis en medio de tantos desprecios
y dolores, atiendo a las obras de piedad y misericordia, y a las obligaciones
de vuestro oficio, como si no estuvierais padeciendo. Ya rogáis por vuestros
enemigos, como Sumo Sacerdote. Ya prometéis el Paraíso como Redentor,
y ya miráis por tu Madre como Hijo, y por tu discípulo como Maestro.

ORACIÓN
Pondera, alma, estas lecciones que dicta Jesús en el libro de la Cruz: «Mujer,
ves ahí a tu hijo», como quien dice, «no me olvido de ti, ni de la obligación
que tengo como hijo, ves aquí al que concebiste por el Espíritu Santo y
pariste sin dolor, al que reclinaste en un pesebre en medio de dos animales,
y le diste leche con tus pechos: al que trajiste en tus brazos recreándote en
mirarle y regalarle, vedlo aquí puesto en los brazos de una terrible Cruz, y
en medio de dos ladrones todo desfigurado y desangrado. Mira si me conoces
por hijo, y si me mandas algo como Madre; y pues callas y no me dices nada,
en mi lugar te dejo a mi discípulo». ¡Oh Jesús mío! ¡Oh crucificado mío!
Gracias te doy, dulcísimo Padre mío, por haber encargado a tu Madre que
nos tome por hijos, haciéndonos con esto tus hermanos. Oh Virgen
benditísima, desde ahora os diré confiadamente: Veis aquí, Señora, a vuestro
hijo, acordaos de que os mandó vuestro Unigénito que me tomases por hijo
adoptivo, reconocedme por tal y mirad por mi remedio. Y vos, ¡oh glorioso
San Juan Evangelista!, suplicad a vuestro dulce Maestro me dé el espíritu de
hijo, que os dio para con su Madre, para que la sirva yo como vos la
servisteis, En fin, ¡oh Salvador mío! Pues tan liberal os mostráis en la Cruz,
que dais vuestro Paraíso al ladrón, y vuestra Madre al discípulo que os ama,
usad conmigo de esta liberalidad, dándome en esta vida devoción cordial con
vuestra Madre, por cuyo medio espero hallar entrada en el Paraíso, donde
reine con Vos y con Ella por todos los siglos. Amén.

DÍA SEXTO
CONSIDERACIÓN
Considera, alma, a la Cruz Santísima como un lugar de oración. Mira cómo
habiendo cumplido en ella Jesús todos los oficios de piedad, caridad y
ternura para con los hombres, quiso en aquellas tres horas de tinieblas que
sucedieron, ocuparse totalmente en orar, aplicando su oración por todos los
fieles, que tenía presentes, de los cuales eras tú uno, ¡Oh Salvador adorable!
¡Víctima inocente!, qué multitud de objetos diferentes no se presentan aquí
a vuestra vista. Los pecados, que los hombres han cometido en todos los
tiempos, vienen como de tropel a colocarse al pie de vuestra Cruz, para ser
lavados en vuestra Sangre preciosa, y todos los pecadores, que han existido
y existirán en adelante, están presentes a vuestra vista y a vuestro Corazón.
Concebís todo el horror de sus culpas, lleváis todo su peso, bebéis toda su
amargura, os sacrificáis por ellos y por su salud, sufrís solo por librarlos de
los tormentos eternos, y morís por darles la vida. ¡Qué sentimiento no se
excitaría en vuestro adorable Corazón cuando discurriendo por todos los
siglos, se os presentaban por una parte tantas almas que abrazaban la Cruz
con Vos y por Vos, y por otras tantas que la detestaban y maldecían
profanando el fruto precioso de vuestra Pasión! ¡Qué congoja al ver que os
desamparo, apartándome de vuestra voluntad por cumplir la mía: que aun
vuestros discípulos os dejan, el pueblo hebreo y millares de hombres dejan
la Fe, ¡atropellan vuestros Sacramentos y desechan los frutos que de vuestra
Cruz podían sacar!
ORACIÓN
¡Oh dulce Jesús! No me espanto que os quejéis de este desamparo, cuando
también os veo desamparado en este mundo. Unas naciones no quieren
recibir vuestra Fe, otras la dejan con descaro y escándalo, y otras, aunque
reciben vuestra ley, omiten su cumplimiento: unos en fin desamparan a otros,
desamparándoos en cada uno de vuestros pequeñuelos. ¡Oh! Padre Eterno:
no desamparéis así a vuestro Hijo; y pues también lo ha trabajado en su
Pasión, haced que sea de todos conocido y adorado por ella. Oh Maestro
dulcísimo, no me desampares con demasía; y cuando desfalleciere mi virtud,
no me abandone tu gracia. Amén.

DÍA SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Considera, alma, esta palabra que salió de los labios del Señor en el árbol
santo de la Cruz: «Mi virtud se sacó como una teja, y mi lengua se pegó al
paladar, llegué a estar como polvo al punto de perecer»: ¡oh valeroso
Sansón!, que después de matar los filisteos infernales con la quijada de un
jumento, cual es el hombre a quien redimiste, tenéis mortal sed; pedid a
vuestro Padre que de esa Cruz en que vencéis a vuestros enemigos, saque
una fuente de agua, con que se apague vuestra sed. ¡Oh piedra viva, y
pedernal de fuego amoroso, pues estáis herido con la vara de la Cruz, brotad
como la piedra que hirió Moisés, una fuente de agua, con que refresquéis
vuestra afligida lengua! Mas yo veo, Señor, que vuestra caridad no requiere
sino brotar arroyos de Sangre para lavar nuestras culpas, porque su refrigerio
es padecer por librarnos de ellas.

ORACIÓN
Oh alma mía, mira que tu Señor pendiente de este madero está diciendo que
tiene sed: sed de que seas obediente, paciente, humilde y caritativo: dale de
beber lo que te pide para aliviar su trabajo: ¡Oh, y qué excelentísimas
virtudes se descubren en esta sed que le aflige! Ella es una sed insaciable de
obedecer, con lo cual deseó cumplir la voluntad de Dios en todas las cosas,
sin dejar una jota, una tilde, ni cosa alguna por penosa que fuese; y como
sabía que era voluntad del Padre que en su sed le diesen vinagre, no quiso
dejar de cumplirla. Ella es una sed entrañable de padecer por amor nuestro;
porque, por mucho que había padecido, deseaba padecer mucho más; y sin
duda lo padeciera, si esta fuera voluntad de su Padre. ¡Oh Redentor mío!,
confuso estoy de mí mismo; porque la sed que yo tengo no es de padecer
dolores, sino de tener muchos regalos: quitad de mí tan penosa sed, y trocadla
en otra sed como la vuestra. La sed que padece es también de la salvación de
las almas que con su Pasión redimía, deseando que su Sangre aprovechase a
todos y que todos sirviesen a su Padre, y le diesen la gloria y culto debido
como a Dios; porque siempre el celo ardiente de la casa de Dios le comía las
entrañas, que con mayores ansias padeció en la Cruz. Salvador mío,
concédeme vivas ansias de obedecer a Dios, de padecer por Dios, y de que
muchos sirvan a Dios: tomad, dulce Jesús, el vaso de mi corazón, en el cual
Os ofrezco desde ahora al pie de este sacrosanto leño los más fervientes
deseos de serviros. Bebed lo que deseas, ocultándome en vuestras entrañas
de modo que nunca salga de ellas. Amén.

DÍA OCTAVO
CONSIDERACIÓN
Alma mía, levanta los ojos hacia ese madero santo, pon tu atención con Jesús
en todos los trabajos y tormentos que su Padre Eterno quiso que padeciese
desde el instante de su Encarnación hasta el punto en que estaba, que era el
fin de su Pasión y de su vida; pasando por la memoria los trabajos de su
nacimiento y circuncisión, los de su destierro a Egipto, los de su predicación
por Judea y Galilea, y últimamente los de su crucifixión, y viendo cómo
todos estaban cumplidos sin faltar alguno, se consoló grandemente de ver
que hubiese llegado el fin de sus trabajos tan a gusto de su Eterno Padre. Así
es que lleno de reconocimiento y de gratitud exclama: «Acabado está todo».

ORACIÓN
¡Ah! Esta misma proporcionalmente será la voz que yo oiga en la hora de mi
muerte cuando venga a juzgarme, pues para mí todo está acabado en aquel
terrible instante. Entonces es ya acabado el mundo y su gloria vana, ya es
acabado el tiempo de merecer y desmerecer, y ya son acabados los deleites
de los malos y los trabajos de los buenos: ya es acabado el reino del demonio
para tentar y engañar de nuevo a los hombres: ¿y con esta consideración no
me resolveré a vivir de tal manera que pueda decir con San Pablo: «He
consumado y acabado mi carrera y en ella he guardado la fe y lealtad que
debía a Dios sin desfallecer en ella»? Oh Juez supremo de los hombres, cuya
justicia será tan cumplida y consumada como lo ha sido tu misericordia:
completa ahora en mí llenándome de gracia y de merecimientos, para que
después cumplas en mí tu justicia, dándome la corona de ellos en tu gloria.
Amén.

DÍA NOVENO
CONSIDERACIÓN
Considera, alma, al que expira entre los brazos de la Cruz para volver a entrar
para siempre en el seno de su Padre. Mira a Jesús cómo se ofrece de nuevo
en cáliz de víctima a su Padre, encomienda su alma entre sus manos, inclina
la cabeza en señal de sumisión, y no espera sino el momento que debe
terminar su muy triste y dolorosa carrera. ¡Ah! Astros del Cielo, negad
vuestra luz a la tierra. Sol, eclípsate y oculta sus resplandores a vista del Sol
de justicia cubierto con las sombras de la muerte. Tierra, estremécete y haz
que tiemblen tus fundamentos. Velo del templo, rásgate y hazte mil pedazos;
y tú, toda la naturaleza, entra en la desolación, y cúbrete de horror al ver
padecer y morir a tu autor en medio de los más crueles tormentos.

ORACIÓN
Cruz Santa, Cruz bendita, alienta mi voz para que en el medio de las tinieblas
que cubrieron este día, pueda yo levantar la voz, y dirigiéndome a ti, hable
así a mi Señor: «Oh Jesús crucificado, por mi salud sacrificado a la divina
justicia y hecho víctima de nuestras culpas, os veo tal como estuvisteis sobre
el Calvario, tenéis vuestra cabeza inclinada para darnos en vuestra muerte un
beso de paz: vuestros brazos extendidos para convidar a todos los pecadores
a que vengan a Vos: vuestro Corazón abierto para recibirnos en el seno de
vuestra misericordia, y vuestro sagrado Cuerpo ensangrentado y hecho mil
pedazos para salvar nuestras almas. Vuestro espíritu lo encomendáis en las
manos del Padre, para significar que sólo en tales manos y no en otras puede
estar seguro. Estas manos criaron nuestro espíritu y en ellas nos tiene escritos
para no olvidarse de nosotros. ¡Oh alma mía! Arrójate en las manos de tu
Padre, en quien está tu suerte; pues que de ellas depende nuestra salvación:
si en ellas te tiene escrito, no te borrará del libro de la vida. Oh dulce Jesús;
así como Vos encomendáis vuestro espíritu en manos de vuestro Padre, así
yo encomiendo el mío en las vuestras: sí, en esas que tenéis extendidas en la
Cruz para abrazar a los pecadores que se acogiesen a ellas: Allí tenéis a
vuestros escogidos escritos con vuestra Sangre y asidos con vuestra
fortaleza, de modo que ninguno podrá sacarlos de ellas. En las mías no está
seguro mi espíritu, porque son muy flacas; yo lo entrego en las vuestras que
son muy fuertes; y pues con ellas le habéis redimido, haced que por ellas sea
glorificado. Acordaos pues de mí ahora y en la hora de mi muerte, limpiando
mi alma de toda mancha de pecado, de modo que satanás no pueda prevalecer
contra ella, y enviadme vuestro Santo Ángel para que me defienda, tanto que
cuando sea suelta de su cuerpo, merezca ser colocada en vuestra gloria. A
vuestra Cruz llego con esta confianza: ella es mi reclinatorio y santuario; este
sagrado me valga, Jesús mío, para que aprendiendo en ella todas las lecciones
que me has dado, mi gloria, mi consuelo y mi amparo no sea otro que la Cruz
de mi Señor Jesucristo, por cuya gracia espero vivir crucificado para el
mundo, y crucificar al mundo para mí». Amén.

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