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Principio de legalidad y tipicidad en el proceso administrativo disciplinario:

El principio de legalidad constituye una garantía constitucional de los derechos fundamentales


de los ciudadanos, consagrado por la Constitución en su artículo 2º, inciso 24, literal d), con el
siguiente tenor: “Nadie será procesado ni condenado por acto u omisión que al tiempo de
cometerse no esté previamente calificado en la ley, de manera expresa e inequívoca, como
infracción punible; ni sancionado con pena no prevista en la ley”.
El principio de legalidad en materia sancionadora impide que se pueda atribuir la comisión de
una falta si ésta no está previamente determinada en la ley, y también prohíbe que se pueda
aplicar una sanción si ésta no está determinada por la ley. Como lo ha expresado el Tribunal
Constitucional (Cfr. Expediente N.° 010-2002-AI/TC), este principio impone tres exigencias: la
existencia de una ley (lex scripta), que la ley sea anterior al hecho sancionado (lex praevia), y
que la ley describa un supuesto de hecho estrictamente determinado (lex certa).
Se ha establecido, además, que "Dicho principio comprende una doble garantía; la primera, de
orden material y alcance absoluto, tanto referida al ámbito estrictamente penal como al de las
sanciones administrativas, que refleja la especial trascendencia del principio de seguridad
jurídica en dichos campos limitativos y supone la imperiosa necesidad de predeterminación
normativa de las conductas infractoras y de las sanciones correspondientes; es decir, la
existencia de preceptos jurídicos (lex praevia) que permitan predecir con suficiente grado de
certeza (lex certa) aquellas conductas y se sepa a qué atenerse en cuanto a la aneja
responsabilidad y a la eventual sanción; la segunda, de carácter formal, relativa a la exigencia
y existencia de una norma de adecuado rango y que el Tribunal Constitucional ha identificado
como ley o norma con rango de ley”. (Cfr. Sentencia del Tribunal Constitucional español Nº
61/1990).
Sin embargo, no debe identificarse el principio de legalidad con el principio de tipicidad. El
primero, garantizado por el artículo 2º, inciso 24, literal d) de la Constitución, se satisface
cuando se cumple con la previsión de las infracciones y sanciones en la ley. El segundo, en
cambio, define la conducta que la ley considera como falta. Tal precisión de lo considerado
como antijurídico desde un punto de vista administrativo, por tanto, no está sujeto a una
reserva de ley absoluta, sino que puede ser complementado a través de los reglamentos
respectivos.
Por consiguiente, y conforme a lo expuesto en la sentencia recaída en el Expediente Nº 2192-
2004-AA/TC, el subprincipio de tipicidad o taxatividad constituye una de las manifestaciones o
concreciones del principio de legalidad respecto de los límites que se imponen al legislador
penal o administrativo, a efectos de que las prohibiciones que definen sanciones, sean éstas
penales o administrativas, estén redactadas con un nivel de precisión suficiente que permita a
cualquier ciudadano comprender sin dificultad lo que se está proscribiendo, bajo amenaza de
sanción en una determinada disposición legal.

LA INVERSIÓN DE LA CARGA DE LA PRUEBA EN PERJUICIO DEL IMPUTADO AFECTA


LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA TAMBIÉN RIGE EL
PROCEDIMIENTO ADMINISTRATIVO SANCIONADOR:
“No puede trasladarse toda la carga de la prueba a quien precisamente soporta la imputación,
pues eso significaría que lo que se sanciona no es lo que está probado en el procedimiento,
sino lo que el imputado, en este caso, no ha podido probar como descargo en defensa de su
inocencia. Por ello, al disponerse en este caso que sea el propio investigado
administrativamente quien demuestre su inocencia, se ha quebrantado el principio
constitucional de presunción de inocencia que también rige el procedimiento administrativo
sancionador, sustituyéndolo por una regla de culpabilidad que resulta contraria a la
Constitución” (2192-04- AA/TC)
La discrecionalidad puede vincularse a algunas de las cuatro materias siguientes:
La discrecionalidad normativa:
Consiste en el arbitrio para ejercer la potestad de reglamentar las leyes sin transgredirlas ni
desnaturalizarlas.
Como consecuencia del ejercicio de dicha competencia, un ente administrativo puede dictar
reglamentos institucionales, en donde se establezcan los aspectos referidos a la organización
y funcionamiento administrativo, así como las responsabilidades y derechos de los
funcionarios y servidores públicos a él adscritos; reglamentos ejecutivos, que tienen por
finalidad principal la especificación de detalles y demás aspectos complementarios de una ley;
y reglamentos autónomos, que no se fundan directamente en una ley, aunque coadyuvan al
cumplimiento de tareas atribuciones o funciones encomendadas por ella.
La discrecionalidad planificadora:
Se la entiende como el arbitrio para la selección de alternativas de soluciones en aras de
alcanzar racionalidad y eficiencia administrativa. Para tal efecto, será necesario determinar la
relación de objetivos, políticas, programas y procedimientos compatibles con los recursos
materiales y humanos disponibles.
La discrecionalidad política:
Es el arbitrio de la determinación de la dirección y marcha del Estado. Por ende, tiene que ver
con las funciones relacionadas con el curso de la acción política, los objetivos de gobierno y la
dinámica del poder gubernamental. Para tal efecto, define las prioridades en lo relativo a
políticas gubernamentales y al ejercicio de las competencias de naturaleza política.
Dicha discrecionalidad opera en el campo de la denominada cuestión política; por ello, se
muestra dotada del mayor grado de arbitrio o libertad para decidir. Es usual que ésta opere en
asuntos vinculados con la política exterior y las relaciones internacionales, la defensa nacional
y el régimen interior, la concesión de indultos, la conmutación de penas, etc.
Esta potestad discrecional es usualmente conferida a los poderes constituidos o a los
organismos constitucionales.
La discrecionalidad técnica:
Se define como el arbitrio para valorar o seleccionar, dentro de una pluralidad de opciones, un
juicio perito o un procedimiento científico o tecnológico.
_______________
VER EXP. N.° 0090-2004-AA/TC - LIMA - SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL.

STC 8495-2006-PA/TC:
“un acto administrativo dictado al amparo de una potestad discrecional legalmente establecida
resulta arbitrario cuando sólo expresa la apreciación individual de quien ejerce la competencia
administrativa, o cuando el órgano administrativo, al adoptar la decisión, no motiva o expresa
las razones que lo han conducido a adoptar tal decisión. De modo que motivar una decisión no
sólo significa expresar únicamente bajo qué norma legal se expide el acto administrativo, sino,
fundamentalmente, exponer en forma sucinta –pero suficiente– las razones de hecho y el
sustento jurídico que justifican la decisión tomada”.

El artículo 6º, inciso 3º de la Ley Nº 27444, Ley del Procedimiento Administrativo General,
dispone que: “(...) no son admisibles como motivación, la exposición de fórmulas generales o
vacías de fundamentación para el caso concreto o aquellas fórmulas que por su oscuridad,
vaguedad, contradicción o insuficiencia no resulten específicamente esclarecedoras para la
motivación del acto”. De otro lado, el numeral 1.2) del artículo IV del Título Preliminar de la
citada Ley establece que forma parte del debido procedimiento administrativo el derecho del
administrado a obtener una decisión motivada y fundada en derecho. Dicha motivación debe
efectuarse en proporción al contenido y conforme al ordenamiento jurídico, en concordancia
con el numeral 4) del artículo 3º de la citada ley.
A ello, se debe añadir la estrecha vinculación que existe entre la actividad administrativa y los
derechos de las personas. Es indiscutible que la exigencia de motivación suficiente de sus
actos es una garantía de razonabilidad y no arbitrariedad de la decisión administrativa. En esa
medida, se debe enfatizar que la falta de motivación o su insuficiencia constituye una
arbitrariedad e ilegalidad, en tanto constituye una condición impuesta por la Ley N° 27444.
Así, la falta de fundamento racional suficiente de una actuación administrativa es, por sí sola,
contraria a las garantías del debido procedimiento administrativo.

En sede administrativa, el principio de congruencia procesal es denominado principio de


informalismo y se expresa en un criterio de favorecimiento a las pretensiones de los
administrados, bajo la premisa de que las formas procesales no constituyan impedimentos que
obstaculicen la prosecución de la petición.

El Tribunal Constitucional en la STC 00090-2004-AA/TC, el derecho a la defensa protege el


derecho a no quedar en estado de indefensión en cualquier etapa del proceso judicial o del
procedimiento administrativo sancionatorio. Este estado de indefensión no solo es evidente
cuando, pese a atribuírsele la comisión de un acto u omisión antijurídico, se sanciona a un
justiciable o a un particular sin permitirle ser oído o formular sus descargos, con las debidas
garantías, sino también a lo largo de todas las etapas del proceso o procedimiento y frente a
cualquier tipo de articulaciones que se puedan promover.

INVOCACIÓN DEL PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD COMO MANDATO DE EXCESO


EN LA IMPOSICIÓN DE UNA SANCIÓN EN EL ÁMBITO ADMINISTRATIVO Y COMO
EXPRESIÓN SUSTANTIVA DEL DEBIDO PROCESO, STC N° 0408-1997- AA, F.J. 4:
“(…) así como el debido proceso es distorsionado formalmente cuando se contravienen los
derechos y principios de quien es procesado judicial, administrativa o corporativamente,
(hipótesis que por cierto, también ha ocurrido en el caso de autos) dicho atributo es
igualmente distorsionado, empero, en términos materiales o sustantivos, cuando, como en el
presente caso, no hay coherencia entre la infracción cometida y la sanción adoptada"

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