La adolescencia es un factor determinante para considerar el factor cultura,
concebida como un estadio de la vida en el que se pueden observar conductas, formas de ver el mundo, lenguajes, propios de los jóvenes, sin embargo estas diferencias no se dan en términos netamente de edad, sino también de generación, es decir, considerando el contexto espacio temporal de este grupo humano perteneciente al periodo de la juventud (OMS, 2000), es decir, le dotará de experiencias singulares a su generación, posicionándole en diferentes instituciones como la familia, por medio de la socialización, injertando la juventud a la sociedad, y produciendo así un grupo humano diferenciado de otras generaciones, y con una modalidad particular de condición de “joven”, por lo cual a este colectivo “joven“ sería necesario percibirlo como siempre cambiante. Tenemos un grupo humano, entonces, siempre sensible a la influencia de las innovaciones culturales, tecnológicas, científicas y sociales, tomando como la normalidad lo que anteriormente, en otras generaciones fue objeto de rechazo o controversia. Si consideramos estos aspectos estaríamos hablando de un esquema cognitivo con sus propias acepciones “En la sociedad han existido siempre códigos culturales para la regulación de la sexualidad… ciertas reglas, como las que establecen qué uniones son legítimas… La distinción entre sexo y género, que ha cobrado mayor relevancia en las últimas décadas, tiende a poner de manifiesto que muchos de los comportamientos distintivos entre hombres y mujeres tienen su base en los procesos de socialización… “Sexo” remite principalmente a los comportamientos y diferencias que reconocen origen biológico o anatómico, mientras que la palabra “género” da relevancia a los condicionamientos de tipo cultural, el modo en que cada cultura ha ido definiendo históricamente los comportamientos esperados y el lugar social de hombres o de mujeres”. (Margulis, 2003) Es así que también existe una propia manera de percibir la sexualidad, se tienen restricciones y desinhibiciones propias de su contexto; una propia reglamentación social de la vida sexual, de las conductas aceptada y condenadas y de las nociones de “a quien desear y a quien no”, el modo de interactuar con personas del sexo opuesto, la manera de iniciar un cortejo, la valía del matrimonio, la autonomía y libertad según género, son conceptos que se ven matizados también por el aspecto de la novedad en la juventud. A lo largo de la historia de occidente, ha predominado la tendencia judeo- cristiana para definir al modelo de familia y de pareja, arraigándose grandemente en la sociedad la idea de la familia monogámica y el matrimonio legítimo, tomando esto como una base para la transmisión de patrimonio y linaje, así como de conservación, trayendo consigo prohibiciones y restricciones propias de las nociones eclesiásticas, tanto en el sentido de lo que se podía y lo que no se podía hacer en la practicas sexuales, como en la esfera de la familia y las normas de intimidad. Sin embargo lo que antes era un estilo de vida marcado, y un requisito para la vida digna, hoy en día no pasa de ser una recomendación que puede ser aceptada o rechazada según lo decida l individuo y según lo marque su nueva experiencia basada en otros principios, valores, nociones sobre el mundo y su propia sexualidad. Hoy en día es técnicamente improbable que un joven pase la mayoría de edad sin tener una noción clara sobre el sexo, genero, relaciones sexuales; hoy se tiene un control directo sobre la planificación familiar, un mayor acceso a las alternativas anticonceptivas, mayor información sobre cómo llevar una vida sexual gratificante, así como mayor libertad de elegir una pareja sexual, mayor conocimiento sobre su propio cuerpo y el de la pareja. En 1960 se dio la llamada “revolución sexual” en la que arrasó con el discurso moralista judeo- cristiano, un proceso social e histórico que dio pie a la búsqueda de la satisfacción personal en el área de la sexualidad, si bien es cierto primeramente en los países de tercer mundo se presentó una alta alza en la natalidad, el sentido de control producto de la información con la que ahora se contaba y los métodos para decidir la propia planificación familiar abrió un nuevo amplio panorama a las generaciones actuales. (Weinerman, 1994)
Bibliografía Margulis, M. (2003). Juventud, cultura y sexualidad. Buenos Aires: Biblos.
OMS. (2000). Los adolescentes. WHO.
Weinerman, C. (1994). Viviendo en familia: ayer y hoy. Buenos Aires: Losada-Unicef.