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Es decir, contemplamos una mediocracia (el "poder" de los "medios de comunicación") que no
sólo se sitúan sobre el Estado, sino también sobre la comunidad política misma. De los tres
términos del espectro comunicativo (el Estado, la comunidad política y los medios de
comunicación) estos últimos han sojuzgado a los otros dos, en nombre del "derecho a la
libertad de prensa".
Los "medios" son medios "de comunicación" de una generación dada a la nueva, de
conocimientos útiles y morales para fortalecer a la comunidad política. De hecho se han
transformado en algo así como el mercado que muestra las mercancías del capital ante
potenciales compradores, mediando programas "atractivos" para ganar a la atención a la
"publicidad" comercial. Es decir, se han transformado los medios en instrumento de la empresa
capitalista, siendo ellos mismos una gran empresa que explota la comunicación,
"adormeciendo" la conciencia ciudadana con respecto a los grandes problemas que los acucian
cotidianamente.
Por ello es necesario que el Estado ejerza sus derechos de conceder o no, de concursar
públicamente, o de penalizar cuando un medio no cumpla con la legalidad estatuida. Al
otorgársele a un medio la posibilidad de comunicarse con la comunidad política no lo priva de
cumplir sus obligaciones. Si, por ejemplo, participa activa y directamente en un "golpe de
Estado" es evidente que el Estado puede en el momento del término de la concesión privarle
de la posibilidad de dicho ejercicio. Es lo que ha acontecido en Venezuela. El enorme
escándalo que los mismos medios de comunicación han organizado indica que temen en
América Latina perder el ejercicio monopólico injusto que los estados irresponsables ante su
propia población les habían concedido.
En este caso dicho pueblo podría ejercer el "derecho a la comunicación veraz" que los medios
de comunicación en manos de los intereses privados del mercado globalizado no le permiten
cumplir. El Estado debería igualmente reasumir su papel rector en la comunicación, que es
también un bien público y del cual hay que garantizar la libertad democrática eliminando
monopolios (o duopolios) mediocráticos.
Lo que acontece en Venezuela (por negar legalmente una concesión) y en México (en cuanto a
la posibilidad de superar el duopolio existente) son buenas noticias.