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MEDIOCRACIA

por Enrique Dussel

El "derecho a la libertad de prensa" de la burguesía ante el Estado tradicional (absoluto y


mercantil) se ha pasado lentamente al otro extremo: al monopolio de la comunicación en
manos de dicha burguesía, ahora trasnacional, globalizada, que ejerce un poder nunca antes
visto sobre la opinión pública ciudadana, sobre todo de las masas antes no influenciables por la
prensa escrita.

Es decir, contemplamos una mediocracia (el "poder" de los "medios de comunicación") que no
sólo se sitúan sobre el Estado, sino también sobre la comunidad política misma. De los tres
términos del espectro comunicativo (el Estado, la comunidad política y los medios de
comunicación) estos últimos han sojuzgado a los otros dos, en nombre del "derecho a la
libertad de prensa".

Entiéndase que la sociedad civil y las empresas privadas de la


burguesía pueden tener un derecho a la libre expresión, pero
dentro de los límites que debe estipular la Constitución y las
leyes correspondientes, cumpliendo con las finalidades propias
de los "medios de comunicación". En principio, dicha función
ideal sería la educación de la comunidad política en su identidad
cultural, en la conciencia de su historia, en el aprendizaje de
novedades. El entretenimiento es permitido, pero no puede ser
la función ética esencial de los medios de comunicación, que en
realidad son la prolongación de la escuela, la universidad, como
otra institución social de formación de un pueblo. Sabemos que
esto ha sido completamente invertido, pero no por invertido
hay que olvidar el sentido de las cosas.

Los "medios" son medios "de comunicación" de una generación dada a la nueva, de
conocimientos útiles y morales para fortalecer a la comunidad política. De hecho se han
transformado en algo así como el mercado que muestra las mercancías del capital ante
potenciales compradores, mediando programas "atractivos" para ganar a la atención a la
"publicidad" comercial. Es decir, se han transformado los medios en instrumento de la empresa
capitalista, siendo ellos mismos una gran empresa que explota la comunicación,
"adormeciendo" la conciencia ciudadana con respecto a los grandes problemas que los acucian
cotidianamente.

En efecto, los medios de comunicación cautivan al espectador apresándolos con la imagen, el


sonido, dando el sentido a la cotidianidad, sea política, cultural o económica. La mayoría de
los espectadores se tornan impotentes de poder reaccionar ante la mediocracia, ante el
monopolio de la comunicación en manos de grandes consorcios.

De un "derecho a la libertad de prensa" se ha pasado al "monopolio despótico del mensaje


cifrado", discurso de dominación antidemocrático sin contrapartida, sin competidor posible. La
comunidad política no puede ejercer su "derecho a una información veraz" (tercer polo de la
comunicación, junto a los medios de comunicación y el Estado). La comunicación, un bien
público esencial, ha sido secuestrada contra la ciudadanía, que como pasivo espectador es
constituido en su subjetividad más íntima (en sus deseos, sus interpretaciones, su sentido de la
existencia cotidiana) según la voluntad omnipotente de los medios.

Por ello es necesario que el Estado ejerza sus derechos de conceder o no, de concursar
públicamente, o de penalizar cuando un medio no cumpla con la legalidad estatuida. Al
otorgársele a un medio la posibilidad de comunicarse con la comunidad política no lo priva de
cumplir sus obligaciones. Si, por ejemplo, participa activa y directamente en un "golpe de
Estado" es evidente que el Estado puede en el momento del término de la concesión privarle
de la posibilidad de dicho ejercicio. Es lo que ha acontecido en Venezuela. El enorme
escándalo que los mismos medios de comunicación han organizado indica que temen en
América Latina perder el ejercicio monopólico injusto que los estados irresponsables ante su
propia población les habían concedido.

Los pueblos latinoamericanos, que comienzan a saber elegir a su gobernantes (como en


Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua), empiezan también a
tomar conciencia que habrá que ordenar constitucional y legalmente a los medios de
comunicación, que de un ejercicio mediocrático deberá en el futuro descubrir su sentido
cultural y educativo al servicio del pueblo.

En este caso dicho pueblo podría ejercer el "derecho a la comunicación veraz" que los medios
de comunicación en manos de los intereses privados del mercado globalizado no le permiten
cumplir. El Estado debería igualmente reasumir su papel rector en la comunicación, que es
también un bien público y del cual hay que garantizar la libertad democrática eliminando
monopolios (o duopolios) mediocráticos.

La expresión de las masas populares por medios de comunicación comunitaria es igualmente


un "derecho a la libertad de prensa" del pueblo (no sólo de los medios de comunicación al
servicio del capital), de los ciudadanos, que debe protegerse y alentarse como esencia de la
democracia.

Lo que acontece en Venezuela (por negar legalmente una concesión) y en México (en cuanto a
la posibilidad de superar el duopolio existente) son buenas noticias.

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