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$:Lffiil:rTs'X,Hil:::,"*ffi1#,f:¿,',or,rTffi;l
cia individual, quizá l? genge diría: «Me asusta su .pregun-
ta>>, en vez de esquivarla o de mentir; <<Me pasma sti sañer»,
en vez de adoptar un aire de fría superioridád; <<Me encanta
su simpatía», en vez de afectar indiferencia.
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estii apabullado polggg aburre ar terapeuta confrontará
-
su exagellda susceptibitidad ar respecto, y se re podra;;.:
ñar a hablar de una manera más inter"rJnr., ya cambiando
de vocabulario,. ya impostando *9jor r;;;;, ya
expresando
q". en realidad -piensa, sin apelu. a lrrg;, comunes.
!Otras veces ,.,láp:uta-puede uti"r"rrlir-r,, propia elq)e-
"].
riencia no articulándola verbalmente, sino actuando sobre .)-1'):: I
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tres veces, tuvo que ser un hombre de considerable dinamis-
ffio, que no se ándaba con vueltas cuando se Ie antojaba
I
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,I sonal. Sacrifica de este rnodo Ia vitalidad de la relación mu-
trra entre dos seres humanos, y se priva a sí mismo á" tpor-
tunidades de crecimiento. Cuandó reconozca su r"ueríd"d
99mo parte integrante de su condición hurnana, quizá des-
bloquee las fuentes de su compasién. o tal vez, en caso de
no volverse compa§ivo, advierta, como Perls, que también
'-,'..:.:t' su conducta frusiratoril puede áar frutos. Perls hablaba a
l.o' ',t, menudo de una frustracián diestrarll aunque también sabía
",J,_.,r hacer lugara su ternura. De cualquier moáo, si el terapeuta
",
!l*.. reconoce y sostiene su intransigente severidad, y deja que se
tlj',;;,-+{constituy, elemento vital te una nuev,a ionfioniación
"r,
]'l.i,i* entre el pacienb, y é1, es posible que esa intransigencia dé ori-
ii.=;or.ge.l t un_ vínculo más sólido que el engendradó por la per-
' ,,lill ,misividad terapéutica convencional. Si, por el contrario, ig-
t.i'1,.,.r'iÍ9ra este rasgo de su carácter,
---) podrá hacer un trabajo efl-
t§' ira'.. - !) Í'
ciente en muchos casos, pero no será más que un técnico
i qrr. administra la terapia a otros sin viürla plenamente.
fmporta, además, que el terapeuta trabaiejibiemente_, pues
de otro modo se arriesgaría a estropear su principal inJtru-
mento, que es él mismo. Habrá ocasiones en que necesitará
bloquear su funcionamiento espontáneo, como una conce-
sión especial, y r,a;ra no alterar el movimientp del paciente
con una reacción que quizá aquei no podría soportar. Aun-
que nada le impide decir que está an-urrido si lo está, ,.r.ri''
que otrra vez, por condescendencia, admitirá aburrirse en si-*
Iencio, sabiendo que puede poner fin al aburrimiento cuan-
do quiera, si el paciente no io hace. Sea como fuere, sólo
(puede permitirse una cantidad limitada de esras liberalida-)
' des y convendrá que no las derroche. Resultan demasiado
caras-si ponen en peligro Ia fluida efervescencia que siente
cuando funciona en condiciones óptimas. Como el gato agu-
m las zarpas en su pelambre, o el carterista se li;a las
yemas de los dedos, el terapeuta tiene que mantenerse siem-
pre afilado.
Esta concepción sobre la utilidad de Ia experiencia_interne _
del terapeüta contiene evidentemente, gérmener€rgrgÑ 7''":: ¡2!
F primel térryino, lo predispone a considerar et l-iEre iiujo
de su subjetividad como un paradig*,u de excelencia, Io gue
cicrtamente no es. Decir que uno está aburrido lo
estil no es una declaración de alto vuelo, por -aunque
auténtica
que sea. Los empeños más pueriles pueden liegar a sacrali
e¡¡e si uno supone, gratuitamente, que solo porque algo ocu- ,
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ce falta tacto y talen,to pata ir ajustando el flujo entre el
paciente y eI terapeuta de modo que resPonda a los fines de
-,., imbos v a la continuidad de sus intereses' De no ser así, la
' 'orientaóión
)'t' teórica, concebida como una guía y no como
\"'" - una garaetia, pod.íu traducirse en una certificaóión de ex-
. "' celencia, con solo adherir servilmente a sus preceptos.
,''. La libre expresión alcanza su pleno significado primordial-
mente dentio de una conducta que acepta ta responsabili-
dad por las consecuencias. Hagamos lo que hagam.osr- si_em-
pre hay un momento siguiente. g1o¿i¡-la¡esry!§a.bili.dad- en
ese momento que sigue es una forma de- dgspersonaliz4r.
Si bien p*i*ite ina libertad de acció" iüfficial;-ám-
"rtá
bién levanta una pared entre dos personas cualesquiery -.Y
desde luego entre el teraPeuta y el paciente- por- f'alta de
un interés-genuino. El reiultado no es un sistema de asocia-
ción libre, slno lo que Perls llamaba vna «dus-qi¿§iégliLrq¿,'*
algo así .o*o el equiv'alente adulto del diálog-o^- errátil de
Ioi niños que describe Piaget: 13 mlentras doa niños conver-
san, cad, ürro es auténtico dentro de su propio marco de re-
feréncia, pero a ninguno de los dos le afecta 19 que está
oc.rrtierrdó en el otro. Aunque como ejercicio tiene poder
generativo, lu qggl.qlérrjib¡" debe, en definitiva,^_orientar
ál sujeto hacia su necesidad de hacer .elesggggili.blies- -La
diferéncia principal entre una asociación libre y. ula elec-
ción libre ás b *it*, que hay entre el receptor pasivo y-el
creador activo: el prim-ero está a rnerced de sus asociacio-
nes; el segundo contribuye a crearlas. Cargar e-l ac¡ntg.tF\
bre la asoiiación libre, como es corriente entre los fanáti*l
de la espontaneidad, suele ser una forma de escallar a lz)
Iey natuial que insisie en que una cosa sigue- a otra. Hacer
elácciones libres, aunque hiya que atenerse a la consigui"-t"*
concatenación áe acontecimienlos nuevos, nos ayuda a des-
cubrir cómo uno crea su propia vída'
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