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rk* a ilIsdifid& pr cu*lqui*s üeÉdio ar¡cá*iw o et*crrü¡¡í
co. rncluyendo fotoqopie. grrbació* o crralquiff sirtema dc
alm*rp¡e¡mlmto y r¡csperarién * inssrmrc¡ün* ro ¿urori-
aadr par Eg*¿d¡Ésrc§. lirk der,wsr:* *svt-*dgt, Crlasulcr
utiiir*iür¡ dctx *cr pf¿",¡iixsrale :alicit*Sr.

§üS*srie rgr$ia*. hiaJc ia ,{rg*fisin*,

lrnprsoe*lor Tdl*tm ür*frw* Cr¡ts Efe F¡s I*1, Aw.


lltmde. provimie üe Bumos Ai¡as, Gn rflGls dÉ lgg¡

Tir*dr d* r¡u cd&;i6m l"f0{l qirrnplare.


E. y Polster, M. (1980). El terapeuta r, p-
".
I
-Polster, (pp. 3a-3_§). Buenos Aires. Amorrortu

$:Lffiil:rTs'X,Hil:::,"*ffi1#,f:¿,',or,rTffi;l
cia individual, quizá l? genge diría: «Me asusta su .pregun-
ta>>, en vez de esquivarla o de mentir; <<Me pasma sti sañer»,
en vez de adoptar un aire de fría superioridád; <<Me encanta
su simpatía», en vez de afectar indiferencia.

Et terapeuta es su propio instrumento


segrin Joyce caryro todo arte es la combinación de un he-
cho con el sentimiento que suscita. A semejanza del artista,
el terapeuta parte de sus prqpios sentimientos, y utiliza su
Propio-estado de ánimo comolnstrumento terapeutico. Des-
de luego gue, así como el artista, al pintar un árbol. tiene
que ser afectado por ese árbol particular, así ,también el
terapeuta debe sintonizarse con la persona con quien está
en contacto, convirtiéndose, en cierto rnodq en una cámara
de resonancia par',a Io que ocurre entre el paciente y é1. Re-
cibe y hace reverberar todo el acontecer dé esta interacción,
1'_la amplía hasta incorporarla a Ia dinámica de la terapi.a.
., ..o Valiéndose de - su propia reactividad dirá, por ejemplo, si
uoz.del pacierte se'vuelve áspera y gruñtna: «trde ástá
' j- - \a
ti.',^,_
haciendo sentir como un chico que se ha portadé mal»; o,
'expresión,un guiño traviLso, se lanzará" a
,n..¡ir si descubre en su
i "' fantasear sobre la clase de camarada de juegos que el pa-
ciente podúa haber sido, o es. A veces el terapeuta está
aburrido, confuso, divertidq enojadq consternadq excitado
sexualmente, asustado, acorralado, inhibido, abrumadq etc.,
etc. Cada una .de estas reacciones dice *lgo acerca de éI y
-sintetiza muchos datos vitales de la expe-
del pacienter. I
riencia terapéutic-a.
F** alimentar estas experiencias bastará que jlq§_qq¡-ba IA
isuya, y siga hasta eI fin los efecros que sus o6seIr-ácftrnés )
.¡rI pueda-n tener sobre la interacción. Si dice, por ejemplo, que
ír:.'' está aburridq quizás el paciente le respondl qrrá et-no eitá
¡." allí para -entretenerlo, o quizá se declare apabullado por el
comentario. Cualquler cosa que ocuma será buen grano pa-
,,',"''ra. e_l molino
't"t"p.utico. Ei el primer caso. el Lrapeuta
¡.,i,,. ,.,,i puede preg_untarle qué objeciones opondría,a entretener§
, - .;
promoviendo así una gama de respuestas posibles, que acaso
'' ,, ' recaigan en el deseo ulterior del paciente de ser una persona
interesante dentro de la terapia y en su vida externa. El que

3+
estii apabullado polggg aburre ar terapeuta confrontará
-
su exagellda susceptibitidad ar respecto, y se re podra;;.:
ñar a hablar de una manera más inter"rJnr., ya cambiando
de vocabulario,. ya impostando *9jor r;;;;, ya
expresando
q". en realidad -piensa, sin apelu. a lrrg;, comunes.
!Otras veces ,.,láp:uta-puede uti"r"rrlir-r,, propia elq)e-
"].
riencia no articulándola verbalmente, sino actuando sobre .)-1'):: I

el]a. Retendrá entre las suyas -qr.-ño-


ra *ar",o á.i pr.i.",.
f,-pn9f,Éun1ardrd.
999.:t4.a: iregntas io hagan i*"tiri
que
vrcuma
__a;¿-tan cre le preftará-diffi se pon_
rü¡ioso co*o el^paciente si a ;r;;'1.;;;;*i#i-
gún dañq contará una'historia divertida cuando se sienta
en vena, o elogiará Ia beileza. ra eregancia der pr"i.lt.-ri
?
las aprecia. o bien dejará fluir sus r?rrti*i.r,tos en forma
de fantasías simbólicas que, confrontando al pu.i.rt.-.on
alguna caracteristica imp'ortante de ,r., p..rorralidad, lo ilus-
tren acérca de sí mismo.
Chartes, un hombre de veintisiete años que se
l::-f:l¡I" ihomosexual,
conslderaba pero buscaba la heterosex.r.iidud,
se.había puesto a cortejai por fin a una muchacha. rrublo
y habló sobre el asuntó, .r, for*a peculiaÁ.rrt. dilatoria,
sin ir del todo al grano, dejando grund.s lagunas en el relato,
y comg si esperara que Ia historá fuera sa"liendo, .r, ,r., JÉ
contarla incisivamente. yo me recliné hacia atrás en el si_
Ilg" r di rienda sueita ,a una f.antasía visuaL- En mi turriurá,
charles es un demonio de aspecto siniestrq .*borado en una
capa alternativamente verdé y roja. e meai¿, q.r.l; **
creta la escena fantástica r" ra materializando ;;, ;;i.;.
Está desnuda y sexualmente dispuesta prru charre{ q;;l;
ha llevado , trance en virtud d_e_ su magia demoníacá, y
"r.
no a través de una actividad real. yo *r.o á la mujer .oáá
una combinación- de mi esposa, mi madre y la muchacha de
charles. Ahora el demonió tendría que qrit"rr. r,
ra consumar un coito humano, y entoncés sería un "rju-p"-
hámÉre.
Pero como al mismo tiemp-o q"í91" seguir siendo ¿ir[i.,
titubea. En ese momento de vacilacióñ intervengo"*yo y po-
r9o ? Ia mujer. Fin de Ia fantasía. cuando ,."-bo 'de'cán-
társela, abro los ojos y veo en
lu cara una expresión ¡. p;;-
fundo ensimismamiento. h{i historia Ie ha-}íecho .rro.u', ul
recuerdo de su padre, y enseguida empi rru i habrar
un hombre por q.ui:? iie*pré sintió ,lp,rgnrncia, un irÁ-
J" ¿ii
ponsable que se había crsado tres veces. A mí ,ro
cuentra repugnante, sin embargo, y hasta se Ie ocurre de
*. .r-
pronto que su padre, por er soro rrecho de haberse cusado

35
tres veces, tuvo que ser un hombre de considerable dinamis-
ffio, que no se ándaba con vueltas cuando se Ie antojaba
I

hacer-algo. Ahora está encantado de tener esta nueva ima-


gen de su padre, y encantado también de mi audacia. Poco
áespués de-la sesión que comentamos, conoció- a otra mujer,
con la que experiméntó satisfacciones sexuales gue jamás ,

había imlginadt. Por supuesto, hubo en su terapi? mucha-* ''.:,


otras .*p.ii.rrcias que irflt,yerán en su madutatiótt sexual, '"t
pero esta fue por 1ó menos tan importante .;;; c,ralqoie; ^:"
otra' t'
La gama de interaccionés dentro de la cual resulta Perti- '¿r;'i;'!'
nenté, y hasta imprescindible, la experiencia del-.terapeuta 1'l;
para una cabal relación terapéutica es muy amplia. Su in- i¡
iervención personal tiene reconocida importancia, no solo ' ;
en la terapia guestáltica, sino también en Ia rogeriana, en {.vvl
lu- en los gr,rpo, de sensibilización y entre to- "i"'
"*p.rieicial]
dos lbs profesionales de la psicología con orientación exis- i

tencial, q..e corciben la terapia como una relación humana


de doble mano. Dentro de este marco mental, incluir Ia ex-
periencia del terapeuta" es tan simple como que uno más
uno es igual a dos.
Ha de observarse, sin embargo, gue la participación del
terapeuta con su propia experiencia reporta algo más que
la véntaja cuantitativa de incluir en el encuentro terapéutico
todos los elementos disponibles. Cuando el terapeuta inter-
viene, no solo pone al a'lcance del paciente algo que ya exis-
tía: contribuye, además, a que ocurran nuevas experienctas,
fundadas en su propia acción y en la del paciente. No se
limita a ser un reactivador y realimentador automático: se
convierte en un colaborador artístico en la creación de nue-
va vida. A diferencia de un factor catalítico, Qüe produce
una trasformación química sin variar en sí mismo, el tera-
peuja cambia: se vuelve más abierto a toda la gama de ex-
penencras que puede conocer de primera mano, y descubre
junto con ei paciente la realidad viva de internarse por los
numerosos caminos que se abren a su paso.
Supongamos, por ejemplo, que descubre en sí mismo una
aniha veta de adustas exigencias que ce'den Poco a la com-
pasión y entorpecen reiteradamente toda intefacción nor-
mal con obstáculos gue la frustran. ,Será asunto suyo tornar
conciencia de esta caracteristica, y aceptar esta toma cle
conciencia como parte de la corriente terapéutica. Si des-
cuida hacerlo, pira concentrarse solamente en Ia llarnada
naturaleza patoíígica del paciente, fomenta la distancia per'

36
,I sonal. Sacrifica de este rnodo Ia vitalidad de la relación mu-
trra entre dos seres humanos, y se priva a sí mismo á" tpor-
tunidades de crecimiento. Cuandó reconozca su r"ueríd"d
99mo parte integrante de su condición hurnana, quizá des-
bloquee las fuentes de su compasién. o tal vez, en caso de
no volverse compa§ivo, advierta, como Perls, que también
'-,'..:.:t' su conducta frusiratoril puede áar frutos. Perls hablaba a
l.o' ',t, menudo de una frustracián diestrarll aunque también sabía
",J,_.,r hacer lugara su ternura. De cualquier moáo, si el terapeuta
",
!l*.. reconoce y sostiene su intransigente severidad, y deja que se
tlj',;;,-+{constituy, elemento vital te una nuev,a ionfioniación
"r,
]'l.i,i* entre el pacienb, y é1, es posible que esa intransigencia dé ori-
ii.=;or.ge.l t un_ vínculo más sólido que el engendradó por la per-
' ,,lill ,misividad terapéutica convencional. Si, por el contrario, ig-
t.i'1,.,.r'iÍ9ra este rasgo de su carácter,
---) podrá hacer un trabajo efl-
t§' ira'.. - !) Í'
ciente en muchos casos, pero no será más que un técnico
i qrr. administra la terapia a otros sin viürla plenamente.
fmporta, además, que el terapeuta trabaiejibiemente_, pues
de otro modo se arriesgaría a estropear su principal inJtru-
mento, que es él mismo. Habrá ocasiones en que necesitará
bloquear su funcionamiento espontáneo, como una conce-
sión especial, y r,a;ra no alterar el movimientp del paciente
con una reacción que quizá aquei no podría soportar. Aun-
que nada le impide decir que está an-urrido si lo está, ,.r.ri''
que otrra vez, por condescendencia, admitirá aburrirse en si-*
Iencio, sabiendo que puede poner fin al aburrimiento cuan-
do quiera, si el paciente no io hace. Sea como fuere, sólo
(puede permitirse una cantidad limitada de esras liberalida-)
' des y convendrá que no las derroche. Resultan demasiado
caras-si ponen en peligro Ia fluida efervescencia que siente
cuando funciona en condiciones óptimas. Como el gato agu-
m las zarpas en su pelambre, o el carterista se li;a las
yemas de los dedos, el terapeuta tiene que mantenerse siem-
pre afilado.
Esta concepción sobre la utilidad de Ia experiencia_interne _
del terapeüta contiene evidentemente, gérmener€rgrgÑ 7''":: ¡2!
F primel térryino, lo predispone a considerar et l-iEre iiujo
de su subjetividad como un paradig*,u de excelencia, Io gue
cicrtamente no es. Decir que uno está aburrido lo
estil no es una declaración de alto vuelo, por -aunque
auténtica
que sea. Los empeños más pueriles pueden liegar a sacrali
e¡¡e si uno supone, gratuitamente, que solo porque algo ocu- ,

rrió en su interior es la verdad eterna. La espontaneiáad no ,

es garantía de excelencia, aunque sí una de sus marcas. Ha- :

s7
ce falta tacto y talen,to pata ir ajustando el flujo entre el
paciente y eI terapeuta de modo que resPonda a los fines de
-,., imbos v a la continuidad de sus intereses' De no ser así, la
' 'orientaóión
)'t' teórica, concebida como una guía y no como
\"'" - una garaetia, pod.íu traducirse en una certificaóión de ex-
. "' celencia, con solo adherir servilmente a sus preceptos.
,''. La libre expresión alcanza su pleno significado primordial-
mente dentio de una conducta que acepta ta responsabili-
dad por las consecuencias. Hagamos lo que hagam.osr- si_em-
pre hay un momento siguiente. g1o¿i¡-la¡esry!§a.bili.dad- en
ese momento que sigue es una forma de- dgspersonaliz4r.
Si bien p*i*ite ina libertad de acció" iüfficial;-ám-
"rtá
bién levanta una pared entre dos personas cualesquiery -.Y
desde luego entre el teraPeuta y el paciente- por- f'alta de
un interés-genuino. El reiultado no es un sistema de asocia-
ción libre, slno lo que Perls llamaba vna «dus-qi¿§iégliLrq¿,'*
algo así .o*o el equiv'alente adulto del diálog-o^- errátil de
Ioi niños que describe Piaget: 13 mlentras doa niños conver-
san, cad, ürro es auténtico dentro de su propio marco de re-
feréncia, pero a ninguno de los dos le afecta 19 que está
oc.rrtierrdó en el otro. Aunque como ejercicio tiene poder
generativo, lu qggl.qlérrjib¡" debe, en definitiva,^_orientar
ál sujeto hacia su necesidad de hacer .elesggggili.blies- -La
diferéncia principal entre una asociación libre y. ula elec-
ción libre ás b *it*, que hay entre el receptor pasivo y-el
creador activo: el prim-ero está a rnerced de sus asociacio-
nes; el segundo contribuye a crearlas. Cargar e-l ac¡ntg.tF\
bre la asoiiación libre, como es corriente entre los fanáti*l
de la espontaneidad, suele ser una forma de escallar a lz)
Iey natuial que insisie en que una cosa sigue- a otra. Hacer
elácciones libres, aunque hiya que atenerse a la consigui"-t"*
concatenación áe acontecimienlos nuevos, nos ayuda a des-
cubrir cómo uno crea su propia vída'

La terapia es demasiado beneficiosa


14
para limitarla a los enfermos
El psicoterapeuta actual ha rle preguntarse si una teoría
ugoi, su efectividaC en la presunta curar- y aun en eI creci-
,rii.rrto personal, o si sus principiq Py-eden extenderse a'la
Cómo sería, por
natwaliz.a de una sociedad, en óvolución. ¿ 16
ejeurplo, vivir en una sociedad guestaltista?

3B

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