Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Bernabé tenía lo que hoy día llamamos “sensibilidad cultural” y de inmediato buscó un
compañero que pudiese servir a su lado en un ambiente casi que totalmente desconocido—una
iglesia en un contexto netamente gentil.
El complejo de langosta
Federico A. Bertuzzi
Los israelitas, habiendo salido de la larga esclavitud egipcia estaban a punto de entrar en la
tierra prometida por Dios, cuando rápidamente se dejaron atrapar por el “complejo de langosta”
que resultó en el trágico fin de su carrera. Los espías volvieron incubando ese complejo que
fácilmente contagió a todo el pueblo de Dios. Dijeron, refiriéndose a ellos mismos en relación a
los pueblos por conquistar: “Éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les
parecíamos a ellos” (Números 13.33). Las ciudades amuralladas, el poderoso equipo bélico que
disponían, y la altura extraordinaria de sus enemigos afectó de tal manera la auto-imagen del
pueblo de Dios que se sintieron como insignificantes insectos. Y no sólo ellos se vieron a sí
mismos de esa manera, también sostuvieron que los cananeos los veían así. De esta forma,
creyéndose pocos en número y pobres en recursos para invadir exitosamente la tierra prometida,
se sentenciaron ellos mismos a no salir con vida del desierto en que estaban. Y allí, durante los
próximos cuarenta años, habrían de quedar sepultados sus cadáveres.
Un retraso inútil
¿Qué había sucedido? Su falta de fe en el poder de Dios y la indisposición de avanzar sobre el
desconocido terreno del enemigo, impidieron que el plan divino se cumpliera a tiempo.
El programa de Dios se vio inútilmente demorado toda una generación. El complejo de
langosta, con su acentuada mirada centrada en ellos mismos que los hacía considerarse un
pequeño pueblo, pudo más que la obediencia a la Palabra de Dios, e impidió que aquella
generación llegara a la meta.
Sí, se puede
Usted responde… ¿Podrá quedar la iglesia del Señor en Latinoamérica al margen de esta magna
tarea de llevar el evangelio a más de un cuarto de la población mundial que no lo ha oído
todavía? ¿Será que únicamente los misioneros que dejan sus patrias para ir al extranjero deben
ser blancos, rubios y de los países anglosajones industrializados? ¿Tendrán que convertirse
primero todos nuestros vecinos a Cristo y cubrirse todas las vacantes pastorales en nuestras
iglesias para que entonces nos sintamos responsables de enviar misioneros a otros países? ¿O
suponemos que nuestra deteriorada economía es el verdadero impedimento que obstaculiza a la
iglesia latina a proyectarse a nivel mundial en las misiones? ¿Tendrá algún valor ese argumento
delante de Aquél que dijo que de Él “es la tierra y su plenitud” (Salmos 24.1)?
No hay base bíblica para sostener que antes de enviar misioneros al extranjero debemos terminar
la tarea en nuestra propia patria.
Esto debería cambiar. Necesitamos desarrollar en nuestras congregaciones locales una fuerte
toma de conciencia misionera que posibilite a los hombres y mujeres escogidos de Dios, el salir
hasta lo último de la tierra y ser sostenidos dignamente mediante nuestras oraciones, interés y
dinero.
Conversión en grupo
A. L. Warnshuis
Existe una gran diferencia entre la evangelización en un ambiente cristiano y las misiones
cristianas a las etnias de otra religión. Esta diferencia surge del hecho que en el primer caso el
objetivo es avivar la religión, llamando a los individuos a despertar su fe, a una mayor
consagración, a una vida ética más alta y a una lealtad mayor. Aquí no existe ninguna separación
del individuo de la sociedad en la que vive, o de la religión de la comunidad. Ir a otras tierras,
por otro lado, significa que el objetivo del misionero debe ser llevar el Evangelio cristiano a
pueblos de otra fe. Muchos de ellos pueden ser altamente religiosos, y la tarea del misionero no
va a ser la de reavivar su fe o que su devoción sea más profunda. Así, el misionero es
confrontado con la cuestión de la relación del cristianismo con otras religiones vivas—una
cuestión que el evangelista en una comunidad cristiana no enfrenta.
La mejor solución es reconocer el principio de que la iglesia crece siguiendo las líneas de los
grupos étnicos, en sus diferentes segmentos sociales. El crecimiento correcto y natural de la
Iglesia se da por la conversión en grupo, en la que elementos cristianos ayudan al grupo a
reconstruir su vida, individual y corporativa, alrededor de Jesucristo.
Sugiero, para las latinas saliendo a misiones, una cuidadosa preparación que incluya:
educación bíblica teológica, orientación trans-cultural y psicológica y una larga y fuerte
experiencia discipular. Además del trabajo previo con su agencia, para lograr el soporte
financiero. En muchos casos será indispensable la preparación lingüística, pero hay que
recordar que la identidad y relación con Cristo es mas importante que todo lo anterior.
La promesa de fe
Norman Lewis*
Un gran desafío para nuestras iglesias es cómo sostener a los obreros que salen al campo. Mucho
se promete, pero poco se torna realidad, y con eso, los obreros sufren en el campo mientras
esperan que sus iglesias envíen lo prometido. La promesa de fe, así llamada, puede ser de gran
ayuda para la iglesia local que quiera involucrar efectivamente sus finanzas en las misiones
mundiales.
En vez de criticar nuestros modelos de sostenimiento, proponemos un modelo alternativo de
apoyo financiero a los misioneros, con base en la llamada promesa de fe. En mi experiencia, lo
que sigue describe un proceso simple, pero efectivo, de apoyo a la obra transcultural sin
sobrecargar la iglesia local con un plan costoso y complejo.
En lugar de hacer esfuerzos aislados hacia los países, muchas veces pisándonos los talones unos
a otros o en franca competencia, la estrategia para la iglesia de Jesucristo de nuestros días es
unirse, repartirse el trabajo, y dedicarse a él hasta que todas etnias le conozcan. ¿Podrá una sola
iglesia o denominación alcanzar todas las etnias aún no alcanzadas? Seguramente que no. La
tarea se hace más fácil cuando, como hermanos en Cristo, nos pongamos de acuerdo en lo que
debemos de hacer para cumplir con la obra del Señor. Como en los tiempos de Nehemías al
reedificar el muro de la ciudad, cada uno de nosotros puede seleccionar una parte del trabajo y
entre todos terminarla más rápida y ordenadamente, evitando duplicar innecesariamente nuestros
esfuerzos.
Hay entre 8.000 y 10.000 etnias que no han sido alcanzadas con el Evangelio.
Como en toda actividad cristiana, la oración y la intercesión dan vida y fuerza al Programa
Alcance Un Pueblo. La oración es absolutamente necesaria, desde el primer paso del programa
hasta el último, cuando la tarea se da por terminada. Todo intento de alcanzar a una etnia con el
Evangelio, que no va acompañado con oración y intercesión, fracasará.
Dios tiene una caja fuerte disponible solo para misiones, que no se abre a menos que se la
utilice en proyectos que puedan hacer llegar el Evangelio a los no alcanzados. Como leemos,
“Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos” (Hag. 2:8).
1
DeCarvalho, L. (2006). Misión global (313). Pasadena, California: Centro latinoamericano para la misión
mundial.