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Principios de adaptación cultural

Bernabé tenía lo que hoy día llamamos “sensibilidad cultural” y de inmediato buscó un
compañero que pudiese servir a su lado en un ambiente casi que totalmente desconocido—una
iglesia en un contexto netamente gentil.

Somos rápidos en juzgar y condenar a la gente, aun antes de conocerla bien.


Mientras los juzgaba y condenaba, también traté de imponerles mi cultura, intentando obligarlos
a ser como yo. Quería que pensaran como yo, que hicieran las cosas como yo, que miraran al
mundo como yo lo miraba. Por supuesto que eso no les gustó. Entonces doblé mi esfuerzo y traté
de forzar cambios en sus vidas que estuvieran a mi gusto, que me complacieran, sin preguntarles
si estaban de acuerdo con mis ideas o no. La soberbia de mi posición era evidente para todos,
menos para mi persona. Como el pez que no puede ver el agua en que vive, así también yo no
podía ver la actitud de superioridad que me caracterizaba y a todo lo que yo hacía y la manera
cómo les hablaba.
Les hablaba del amor de Cristo, pero no lo vivía en la práctica. Sin darme cuenta, estaba
haciendo el juego del enemigo. Mis palabras, mis actitudes, mi comportamiento, alejaban a la
gente de Dios, más que de mí. No sabía cómo llegar a sus corazones, y el enemigo seguía en el
control de la situación.
Etnocentrismo es una palabra que significa juzgar todo de acuerdo a mi cultura, mis valores, mi
gente. Yo traté de imponer sobre ellos mi forma de vivir—lo que algunos llaman “imperialismo
cultural”.
La salvación no se impone ni se vende; simplemente se comunica y se vive. Es el Espíritu de
Dios quien hace todo lo demás. Permítame decir que, si Dios puede transformar mi corazón,
¡entonces seguramente puede también transformar el corazón de cualquier misionero soberbio y
consentido como yo!
El misionero no puede tener éxito en su trabajo si no tiene una base sólida de intercesión,
formada por gentes que están detrás de él o ella, orando con fidelidad, conocimiento y
perseverancia. El misionero puede haber sido bien entrenado, tener todos los recursos materiales
necesarios, todas las capacidades humanas, todos los títulos, todos los diplomas, todos los
documentos, todos los permisos, pero la última barrera—el corazón de la gente—solamente
puede romperse por obra y virtud del Espíritu Santo de Dios.
Sin intercesión, no hay misión.
Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de
adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta siguiendo a Pablo y a nosotros, daba
voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios altísimo, quienes os anuncian el camino de
salvación. Y eso lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te
mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.
Hechos 16:16–18

Cosmovisión y misión cristiana


Levi DeCarvalho
El episodio de Listra ilustra el hecho de que la gente todo lo interpreta de acuerdo a su
cosmovisión—es decir, de acuerdo a su manera de ver al mundo.
Muchas veces los misioneros predican y actúan bajo la convicción de que están haciendo lo
mejor para comunicar con claridad el Evangelio de Cristo, pero la gente interpreta los eventos y
el mensaje a su manera.
Muchas veces hay distintas agencias misioneras que actúan en el mismo grupo étnico y,
como consecuencia, cada cual prefiere levantar su propia iglesia denominacional que promover
la unidad de los creyentes locales. Muchas veces es el mismo misionero quien es el iniciador de
las diferencias entre iglesias, no la gente del lugar.
Si la gente se comporta de una manera pero, en verdad, piensa y cree de manera distinta, el
misionero puede fácilmente equivocarse en su estrategia de trabajo. Puede que logre creyentes
convencidos pero no convertidos.
Cómo descubrir la cosmovisión de un grupo
La cuestión para el misionero es cómo descubrir la cosmovisión del grupo donde trabaja. Hay
por lo menos tres posibilidades para lograrlo: (1) colectar y analizar sus historias; (2) observar
cómo la gente reacciona a situaciones de crisis; (3) y atentar para el diálogo entre madre e hijos,
en especial cuando esos son pequeños todavía.
La iglesia y las organizaciones para-eclesiásticas
José Cruz
El modelo bíblico es variado, pero harmonioso. Las congregaciones regionales, locales y
hogareñas buscaban cooperar entre sí, para crecimiento del Reino de Dios.
Las organizaciones para-eclesiásticas, como las conocemos hoy día, surgieron en el movimiento
pietista (c. 1648) en su deseo de llevar el Evangelio por todo le mundo sin que la iglesia local
tuviera que llevar con todo el peso de la iniciativa. En su comienzo, surgieron como un apoyo a
la iglesia local.
El movimiento pietista fue fundamentalmente misionero. Cuando el luteranismo y el calvinismo
perdieron su ímpetu evangelístico, Phillip Jacob Spener empezó a predicar la salvación personal,
la santidad de vida y el estudio bíblico entre los laicos de su tiempo. Herman Francke, un
discípulo suyo, añadió un énfasis más, hablando de misiones. El conde Nikolaus Zinzendorf,
después, fue el gran inspirador del movimiento misionero moraviano, conocido por su estilo de
vida comunitario, que incluía familias y personas solteras. Enfatizaban la ética del trabajo y la
creación de iniciativas productivas. Plantaban iglesias al mismo tiempo que enseñaban
habilidades productivas a los “nativos”. El Reino de Dios, para ellos, incluía actividades
productivas para el bien común. El movimiento quedó famoso por su corriente de oración por las
misiones que duró más de cien años.
Hoy día las llamadas organizaciones para-eclesiásticas son bien conocidas, pasando por
asociaciones típicamente evangelísticas, hasta llegar a ministerios como sean la traducción de la
Biblia, orfanatos, plantación de iglesias, escuelas bíblicas, seminarios, escuelas de misiones,
además de proyectos de corto plazo.
Es cierto que en los Estados Unidos, donde se cuentas por miles, las organizaciones para-
eclesiásticas reflejan el espíritu emprendedor de los ciudadanos del país. Dice Jerry White que el
crecimiento de esas organizaciones se debe a muchos factores:
1. La incapacidad de las iglesias locales de emplear miembros laicos
2. El espíritu de iniciativas independientes de la gente
3. Las leyes de impuestos que incentivan la inversión en organizaciones sin fines de lucro
4. Las necesidades que existen alrededor del mundo
5. La dirección de Dios en el corazón de muchos cristianos
La relación iglesia y agencia misionera
Edison Queiroz*
Cuando se da una sana relación entre la iglesia y las agencias, acontecen tres cosas importantes,
que se describen a continuación.
Se agiliza la planeación y la evaluación de los proyectos.
Se crea un intercambio de experiencias.
Se genera la unidad del Cuerpo de Cristo.
Si las iglesias y las instituciones de envío, planearan conjuntamente; los esfuerzos
espirituales de la iglesia se unirían a la experiencia de las instituciones de envío, y los resultados
serían mucho más efectivos. Para que haya tal unidad de cooperación y de planeación, es preciso
definir claramente las responsabilidades de cada parte.

La actualización de los conocimientos teológicos. El misionero deberá actualizarse


continuamente en las cuestiones teológicas. La iglesia debe proveer los medios necesarios, para
proporcionar al misionero las condiciones suficientes, para que este participe en congresos,
consultas, encuentros, cursos.
La vida familiar y las vacaciones. La iglesia debe ser celosa del bienestar del misionero y de
su familia, y concederle sus períodos de vacaciones. Si Dios, siendo Dios, descansó, mucho más
nosotros, necesitamos rehacer y recuperar nuestras energías.

El complejo de langosta
Federico A. Bertuzzi
Los israelitas, habiendo salido de la larga esclavitud egipcia estaban a punto de entrar en la
tierra prometida por Dios, cuando rápidamente se dejaron atrapar por el “complejo de langosta”
que resultó en el trágico fin de su carrera. Los espías volvieron incubando ese complejo que
fácilmente contagió a todo el pueblo de Dios. Dijeron, refiriéndose a ellos mismos en relación a
los pueblos por conquistar: “Éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les
parecíamos a ellos” (Números 13.33). Las ciudades amuralladas, el poderoso equipo bélico que
disponían, y la altura extraordinaria de sus enemigos afectó de tal manera la auto-imagen del
pueblo de Dios que se sintieron como insignificantes insectos. Y no sólo ellos se vieron a sí
mismos de esa manera, también sostuvieron que los cananeos los veían así. De esta forma,
creyéndose pocos en número y pobres en recursos para invadir exitosamente la tierra prometida,
se sentenciaron ellos mismos a no salir con vida del desierto en que estaban. Y allí, durante los
próximos cuarenta años, habrían de quedar sepultados sus cadáveres.
Un retraso inútil
¿Qué había sucedido? Su falta de fe en el poder de Dios y la indisposición de avanzar sobre el
desconocido terreno del enemigo, impidieron que el plan divino se cumpliera a tiempo.
El programa de Dios se vio inútilmente demorado toda una generación. El complejo de
langosta, con su acentuada mirada centrada en ellos mismos que los hacía considerarse un
pequeño pueblo, pudo más que la obediencia a la Palabra de Dios, e impidió que aquella
generación llegara a la meta.
Sí, se puede
Usted responde… ¿Podrá quedar la iglesia del Señor en Latinoamérica al margen de esta magna
tarea de llevar el evangelio a más de un cuarto de la población mundial que no lo ha oído
todavía? ¿Será que únicamente los misioneros que dejan sus patrias para ir al extranjero deben
ser blancos, rubios y de los países anglosajones industrializados? ¿Tendrán que convertirse
primero todos nuestros vecinos a Cristo y cubrirse todas las vacantes pastorales en nuestras
iglesias para que entonces nos sintamos responsables de enviar misioneros a otros países? ¿O
suponemos que nuestra deteriorada economía es el verdadero impedimento que obstaculiza a la
iglesia latina a proyectarse a nivel mundial en las misiones? ¿Tendrá algún valor ese argumento
delante de Aquél que dijo que de Él “es la tierra y su plenitud” (Salmos 24.1)?

No hay base bíblica para sostener que antes de enviar misioneros al extranjero debemos terminar
la tarea en nuestra propia patria.

Esto debería cambiar. Necesitamos desarrollar en nuestras congregaciones locales una fuerte
toma de conciencia misionera que posibilite a los hombres y mujeres escogidos de Dios, el salir
hasta lo último de la tierra y ser sostenidos dignamente mediante nuestras oraciones, interés y
dinero.

Conversión en grupo
A. L. Warnshuis
Existe una gran diferencia entre la evangelización en un ambiente cristiano y las misiones
cristianas a las etnias de otra religión. Esta diferencia surge del hecho que en el primer caso el
objetivo es avivar la religión, llamando a los individuos a despertar su fe, a una mayor
consagración, a una vida ética más alta y a una lealtad mayor. Aquí no existe ninguna separación
del individuo de la sociedad en la que vive, o de la religión de la comunidad. Ir a otras tierras,
por otro lado, significa que el objetivo del misionero debe ser llevar el Evangelio cristiano a
pueblos de otra fe. Muchos de ellos pueden ser altamente religiosos, y la tarea del misionero no
va a ser la de reavivar su fe o que su devoción sea más profunda. Así, el misionero es
confrontado con la cuestión de la relación del cristianismo con otras religiones vivas—una
cuestión que el evangelista en una comunidad cristiana no enfrenta.

La mejor solución es reconocer el principio de que la iglesia crece siguiendo las líneas de los
grupos étnicos, en sus diferentes segmentos sociales. El crecimiento correcto y natural de la
Iglesia se da por la conversión en grupo, en la que elementos cristianos ayudan al grupo a
reconstruir su vida, individual y corporativa, alrededor de Jesucristo.

HECHOS 2.8 DE LA MANO CON 1.8

El idioma del alma es el idioma materno.

Mujeres y misiones en la biblia


Sonia Acuña
Intercesión
Las mujeres muchas veces, estamos limitadas de tiempo para salir a evangelizar o participar en
proyectos de campo. Sin embargo a traves de la oración, podemos participar plenamente de la
obra evangelística y misionera. La intercesión, como “puntas de lanza” rompe barreras
espirituales, que el enemigo pone a la extensión del Reino de los cielos. Dios revela sus planes y
proyectos cuando oramos. También, en oración, sostenemos a los siervos de Dios y anticipamos
la plena realización de su obra. La oración es fundamental en el trabajo misionero. Las
misioneras en campo o esposas de misioneros, mientras aprenden el idioma, la nueva cultura, o
educan a los niños, pueden desarrollar plenamente el ministerio de la intercesión.
Misericordia
La Biblia y la historia muestran mujeres sirviendo a Dios ayudando en asuntos prácticos a sus
semejantes. Es tarea vital y necesaria servir a los demas olvidándonos de nosotras mismas,
siendo sensibles a sus necesidades, sin esperar recompensa. Actualmente hay muchas señoras y
señoritas sirviendo a Dios en el cuidado de niños de la calle, trabajando con la gente de los
basureros, educando niños sordos o desarrollando elementales destrezas en discapacitados. Hay
damas ministrando en cárceles, hospitales, orfanatorios, asilos de ancianos y programas de
educación en Salud. Todos, ministerios valiosos a los ojos de Dios.
Así que la mujer, ya sea que esté en el campo misionero o preparándose para salir hacia allá,
debe elegir aprender algo práctico que pueda compartir con otros. Hay países donde la gente esta
cansada de religión, pero necesita ser amada y apoyada en areas prácticas. Para ellos, cuidar un
minusválido o levantar la dignidad de una mujer, demostrando lo valiosa que es para Dios y que
puede valerse por si misma, es mas impactante que escuchar sermones o doctrina.
Discipulado

Sugiero, para las latinas saliendo a misiones, una cuidadosa preparación que incluya:
educación bíblica teológica, orientación trans-cultural y psicológica y una larga y fuerte
experiencia discipular. Además del trabajo previo con su agencia, para lograr el soporte
financiero. En muchos casos será indispensable la preparación lingüística, pero hay que
recordar que la identidad y relación con Cristo es mas importante que todo lo anterior.

Los cuatro pasos de la obra misionera


Levi DeCarvalho
1. Llamado
2. Preparación
3. Trabajo de campo
4. Actualización
Después de un tiempo en el campo, el misionero necesita un período de descanso, una especie de
válvula de escape de las tensiones del trabajo transcultural. El propio Jesús descansó de su labor,
y en varias ocasiones manifestó agotamiento a causa de la intensidad de su ministerio.
El tiempo de descanso es una ocasión de visitar familiares, hermanos en Cristo, colegas de la
agencia misionera, reportando sobre los logros y problemas del campo. Muchas iglesias sofocan
al misionero con una agenda llena de compromisos de predicación, visitación, charlas y más.
Debemos entender que el misionero necesita recibir igual que dar cuando regresa del campo. Si
sólo da y no recibe ayuda con sus problemas, puede ocurrir que el obrero regresa más agotado
que cuando llegó del campo.
El misionero, además, necesita actualizarse acerca de temas misionológicos que le sirvan en el
campo. En poco tiempo, uno se da cuenta de que lo que aprendió antes de salir al campo ya no es
suficiente; hay nuevas preguntas, dudas y problemas, para los cuales uno necesita de la ayuda de
misioneros / misionólogos más experimentados y capacitados. Es recomendable aprovechar el
tiempo de descanso para tomar clases de misionología, dirigidas a las necesidades del obrero.
Hay iglesias que no entienden eso, y le cortan la ayuda financiera si el misionero tiene planes de
dedicar un tiempo a los estudios misionológicos. Sin embargo, después que el misionero ha
sacado su título de doctor en misiones, la iglesia se enorgullece de él, olvidándose de que le cortó
la ayuda cuando la necesitaba. No cometamos esa equivocación.

La promesa de fe
Norman Lewis*
Un gran desafío para nuestras iglesias es cómo sostener a los obreros que salen al campo. Mucho
se promete, pero poco se torna realidad, y con eso, los obreros sufren en el campo mientras
esperan que sus iglesias envíen lo prometido. La promesa de fe, así llamada, puede ser de gran
ayuda para la iglesia local que quiera involucrar efectivamente sus finanzas en las misiones
mundiales.
En vez de criticar nuestros modelos de sostenimiento, proponemos un modelo alternativo de
apoyo financiero a los misioneros, con base en la llamada promesa de fe. En mi experiencia, lo
que sigue describe un proceso simple, pero efectivo, de apoyo a la obra transcultural sin
sobrecargar la iglesia local con un plan costoso y complejo.

Adopte una etnia: visión y estrategia


Moisés López V.
Según algunos expertos, una etnia se considera no alcanzada cuando no cuenta con una iglesia en
su medio que esté en condiciones de evangelizar a su propia gente sin ayuda de afuera. Otros
suelen definir un grupo no alcanzado en términos de porcentaje de creyentes, pero preferimos
hablar de una iglesia autóctona en condiciones de reproducirse por su propia cuenta,
comunicando el Evangelio a los suyos de manera que ellos lo escuchen y lo acepten.

En lugar de hacer esfuerzos aislados hacia los países, muchas veces pisándonos los talones unos
a otros o en franca competencia, la estrategia para la iglesia de Jesucristo de nuestros días es
unirse, repartirse el trabajo, y dedicarse a él hasta que todas etnias le conozcan. ¿Podrá una sola
iglesia o denominación alcanzar todas las etnias aún no alcanzadas? Seguramente que no. La
tarea se hace más fácil cuando, como hermanos en Cristo, nos pongamos de acuerdo en lo que
debemos de hacer para cumplir con la obra del Señor. Como en los tiempos de Nehemías al
reedificar el muro de la ciudad, cada uno de nosotros puede seleccionar una parte del trabajo y
entre todos terminarla más rápida y ordenadamente, evitando duplicar innecesariamente nuestros
esfuerzos.

Hay entre 8.000 y 10.000 etnias que no han sido alcanzadas con el Evangelio.

Alcance un pueblo (etnia)


Lennart Englund
EL PROYECTO ADOPTE UN PUEBLO (también conocido como alcance un pueblo), es un programa
misionero basado en la existencia de diferentes grupos etnolingüísticos, que todavía no han sido
alcanzados con el Evangelio. Es una estrategia de enfoque con el propósito de cruzar dichas
fronteras con las Buenas Nuevas de salvación, para que dentro de cada grupo sea plantado un
racimo de iglesias autóctonas, capaces de evangelizar el resto del grupo.
No es una estrategia de exclusividad, que cierre las puertas para otras agencias que trabajan
con el mismo grupo étnico. Al contrario, el propósito de este programa es traer paz y amistad
entre los pueblos. Muchas veces hemos visto como el Evangelio de Cristo borra las diferencias
entre los pueblos. Donde antes de la llegada del Evangelio las personas se mataban unas a otras,
ahora se reúnen en la iglesia como hermanos que viven y trabajan juntos.

Como en toda actividad cristiana, la oración y la intercesión dan vida y fuerza al Programa
Alcance Un Pueblo. La oración es absolutamente necesaria, desde el primer paso del programa
hasta el último, cuando la tarea se da por terminada. Todo intento de alcanzar a una etnia con el
Evangelio, que no va acompañado con oración y intercesión, fracasará.

Misión: Un proyecto que involucra a todos


Alejandro Rodríguez
CUANDO PENSAMOS EN VISIÓN, O PROYECTOS, tenemos una tendencia natural a mirar lo que
podemos hacer dentro de nuestro medio geográfico y cultural. Sin embargo, con mucha alegría
tenemos que reconocer que Dios en estos tiempos está derramando una visión en su iglesia que
va mucho mas allá de fronteras geográficas y raíces culturales.
Hablamos de misiones porque creo que muchos de los proyectos y de las visiones que
comenzarán a desarrollarse en estos próximos anos tendrán una relación directa con la
evangelización mundial y con la participación de todas nuestras iglesias en proyectos misioneros.
En una visión que mueve personas de todas las naciones hacia todas las naciones, que pace
madurar al cuerpo de Cristo hasta comprender lo que realmente significa: “porque de tal manera
amó Dios al mundo” (Jn. 3:16).
El Espíritu Santo está inspirando a su Iglesia a mirar hacia los confines de la tierra, y si
queremos ser hombres y mujeres de visión, tendremos que poner nuestros ojos más allá de lo que
percibimos habitualmente. Miremos más allá de nuestras paredes, de nuestros problemas, más
allá de nuestras iglesias y fronteras—hasta los confines de la tierra.

Dios tiene una caja fuerte disponible solo para misiones, que no se abre a menos que se la
utilice en proyectos que puedan hacer llegar el Evangelio a los no alcanzados. Como leemos,
“Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos” (Hag. 2:8).

“Emprenda grandes cosas para Dios y espere grandes cosas de Dios.”


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DeCarvalho, L. (2006). Misión global (313). Pasadena, California: Centro latinoamericano para la misión
mundial.

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