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Lo que hacen los mejores profesores universitarios (Ken Bain)1

Ken Bain es director del Center for Teaching Excellence de la Universidad de Nueva
York. Durante años se dedicó a buscar y estudiar a los mejores profesores de los
Estados Unidos y en esta obra se presenta una síntesis del modus operandi de estos
grandes profesores que consiguieron que sus alumnos(as), además de aprender,
fueran una guía, un modelo o una simple influencia positiva y un buen recuerdo para el
resto de sus vidas.

Bain no considera buen profesor a aquel que prepara bien a sus alumnos(as) para el
examen, sino a aquel que consigue que sus alumnos(as) valoren el aprender, obtengan
un pensamiento crítico, se enfrenten con creatividad y curiosidad a la resolución de
problemas y también tengan compromiso ético, además de amplitud y profundidad en
el conocimiento específico. Lo que Ken Bain expone en su libro es un montón de ideas
para reflexionar concienzudamente, no una lista de técnicas que permiten ser
aplicadas de forma inmediata para conseguir ser un buen profesor automáticamente.
El profesor que desee mejorar su calidad docente debe no sólo leer el libro, sino
releerlo en años sucesivos o, al menos, releer este resumen una y otra vez, para
recordar estas ideas con el fin de seguir mejorando. A grandes rasgos, éstas son las
conclusiones más importantes:

 Los grandes profesores “conocen su materia extremadamente bien”, son


“eruditos, artistas o científicos en activo”, tengan o no muchas publicaciones,
están al día y estudian con cuidado las novedades en sus disciplinas, además de
leer muchas cosas de otros campos. Así, consiguen simplificar y clarificar
conceptos complejos, llegando a la esencia del asunto con revelaciones
motivadoras y son capaces de pensar sobre su propia forma de razonar en la
disciplina (metaconocimiento). No aspiran meramente a que sus estudiantes
hagan bien los exámenes, sino a que “producir una influencia duradera e
importante en la manera en que la gente piensa, actúa y siente”.

 Crean un “entorno para el aprendizaje crítico natural”, donde los(as)


alumnos(as) aprenden enfrentándose a problemas importantes, atractivos o
intrigantes, con una sensación de control sobre su propia educación. Evitan
objetivos arbitrarios, superfluos y “favorecen los que ponen de manifiesto la
forma de razonar y actuar”.

 Demuestran gran confianza en sus estudiantes. Están seguros de que éstos


quieren aprender y les facilitan la tarea contando los obstáculos principales con
los que ellos se han encont rado para dominar la asignatura o incluso algunos de
sus secretos.

 Tienen interés en su propia evaluación, comprobando sus propios resultados


cuando evalúan a sus estudiantes, por lo que evitan sistemas arbitrarios para
examinarlos.

1
Fragmentos seleccionados del texto: Bain, K. (2007). Lo que hacen los mejores profesores universitarios (2ª
ed.). Valencia: Publicaciones de la Universidad de Valencia.
La buena docencia puede aprenderse. Es importante destacar que nadie es
perfecto; los mejores profesores tienen días malos y pelean para conseguir llegar a sus
estudiantes; no siempre siguen sus mejores métodos, pero tienen buena disposición a
enfrentarse a sus propias debilidades y errores. También destaca el compromiso de
estos docentes con la comunidad académica, viendo su labor dentro de la globalidad e
intercambiando con sus colegas ideas sobre la mejor forma de educar.

Estudiando a profundidad a los mejores profesores, éstos son algunos de los métodos
que ellos emplean en su labor cotidiana:

1. ¿Qué saben del aprendizaje?

“Los seres humanos son animales curiosos. La gente aprende de manera natural
mientras intenta resolver problemas que le preocupan”. Algunas personas consiguen
excelentes calificaciones, pero no comprenden a fondo la materia y olvidan
rápidamente lo aprendido. No se trata de dar conocimiento a los estudiantes, sino de
facilitar que el conocimiento sea construido por ellos, teniendo en cuenta los
paradigmas que traen consigo pueden ser erróneos. Cambiar los modelos mentales es
lento, por lo que los profesores deben buscar situaciones en las que el modelo no
funciona, obligando a los(as) alumnos(as) a esforzarse. Más que dar las respuestas
correctas, hay que ayudar a los estudiantes a ver sus errores. No se trata de aprender
los hechos antes de aplicarlos, sino de aprender a la vez que se aplican, ayudar a los
estudiantes a construir su entendimiento, explicar cómo funcionan las cosas,
simplificando y aclarando conceptos básicos, contando casos prácticos y ejemplo s que
enganchen a los estudiantes, dando razones para que los estudiantes quieran recordar
cada información.

“Algunos científicos de la cognición piensan que las preguntas son tan importantes que
no podemos aprender hasta que la adecuada ha sido formulada: [...] Cuantas más
preguntas hacemos, de más maneras podemos indexar un pensamiento en la
memoria”, por lo que los profesores estudiados estimulan a los estudiantes para que
formulen sus propias preguntas, suscitando su aprendizaje y su interés. Para motivar a
los(as) alumnos(as) hay que descartar los motivadores extrínsecos, pues hacen que
desaparezca el interés intrínseco que pudiera existir en cuanto desaparece la
recompensa extrínseca. Son más efectivos los refuerzos verba les en forma de ánimo o
elogios para estimular el interés (mejor elogiar la tarea bien hecha, que la inteligenc ia
de la persona que la hizo). “Si los alumnos estudian sólo porque quieren sacar buenas
notas o ser los mejores de la clase, no les irá tan bien como si estudiasen p orque
tienen interés”. Los primeros son los “aprendices estratégicos”, aprendiendo a que les
vaya bien en la universidad sin cambiar sus concepciones del mundo. Los segundos
son “aprendices profundos”, ya que pretenden aprender para dominar esa materia. Por
último, están los que “evitan líos”: su primer objetivo es no equivocarse, son
aprendices superficiales y se conforman con sobrevivir memorizando, incluso aunque
no entiendan nada. Los profesores estudiados no promueven la competición sino que
muestran la belleza, utilidad o intriga existente y dejaban a los estudiantes control
sobre su educación, dándoles retroalimentación del trabajo hecho, exenta de
valoración alguna. No clasificaban a sus estudiantes, sino que contaban con todos y
fomentaban la cooperación.
Las clases más apreciadas son aquellas con gran exigencia, pero también con
muchas oportunidades para revisar y mejorar el trabajo antes de ser
calificado, aprendiendo así de los errores cometidos.

Desde el primer día de clase se invita (no se ordena) a los estudiantes a efectuar
ciertas tareas para conseguir ciertas expectativas, que responderán a ciertas
preguntas que susciten interés. Las preguntas más generales hay que mantenerlas
presentes a lo largo de todo el curso. Un profesor propuso la norma “AQNLI” (¿A Quién
Narices Le Importa?), por lo que invita a sus estudiantes a hacer esa pregunta en
cualquier momento de cada explicación, obligando así al profesor a justificar la
importancia de lo que está explicando. Otros profesores exigen traer a clase dos
preguntas cada día. Ese interés se mantiene vivo si se consiguen conectar la preguntas
básicas con los intereses y vidas de los(as) alumnos(as), y ello se facilita contando
anécdotas personales y relatos sobre la historia de los hechos explicados a modo de
“diálogo socrático” (aprender de los errores, sin que éstos tengan consecuencias en la
evaluación final). Estos profesores abarcan a todos los tipos de alumnos pos ibles,
dando diferentes niveles y proporcionando preguntas variadas con, por ejemplo, datos
clave, definiciones principales, cómo se sabe cada cosa, qué se pensaba hace diez
años, qué preguntas hay sin resolver, etcétera, destacando “la ausencia de certeza en
el conocimiento”. Enseñan sus disciplinas resaltando más el desarrollo intelectual que
los datos en sí mismos, a menudo considerando aspectos emocionales, artísticos,
éticos, ambientales, sociales y económicos.

2. ¿Cómo preparan las clases?

Los mejores profesores estudiados otorgan interés a cuatro preguntas:

1) ¿Qué deberían hacer intelectual, físic a o emocionalmente mis


alumnos(as)?
2) ¿Cómo puedo ayudarlos?
3) ¿Cómo podemos mis estudiantes y yo entender mejor el aprendizaje
efectuado?
4) ¿Cómo puedo evaluar mis intentos de fomentar ese aprendizaje?

Estos profesores hablan de lo que quieren que sus estudiantes “hagan” más
que de lo que deberían “aprender”. Tratan de ayudar a ver la belleza, el
disfrute o la curiosidad que hay en la materia, y una parte importante de la
planificación consiste en lo que deberían hacer el primer día para ganarse la devoción
de los estudiantes por los objetivos del curso.

Entre todas las preguntas que se seleccionan en esta obra destacamos sólo unas
pocas: ¿Dónde estarán las dificultades principales? ¿Qué puedo aclarar para darles una
buena base para construir su comprensión? ¿Qué puedo hacer en el aula para
ayudarles a aprender fuera de ella? ¿Qué preguntas puedo exponer para llamar la
atención de asuntos importantes?

Los profesores más eficientes muestran los debates existentes en el seno de cada
disciplina, mostrando las conclusiones en vigor y aludiendo a creencias anteriores o
pasajes históricos. Hay que interesarse por lo que les interese a los(as) alumnos(as)
para orientar hacia allí la docencia, o incluso pedir que los(as) alumnos(as) valoren los
distintos temas del curso, aunque tal vez esto requiere estar dispuestos a cambiar
exámenes y tareas (entre otras actividades).
¿Cómo ayudaré a los estudiantes a aprender a aprender, a examinar su propio
aprendizaje y a leer de forma más efectiva textos de esta materia? Todo profesor tiene
dos tareas: ayudar a los estudiantes a aprender y evaluarlos (decir a la sociedad
cuánto aprendizaje se ha conseguido). La primera tarea es más importante y , para
ello, hay que proporcionar a los estudiantes realimentación de sus errores antes de la
evaluación. Si no se puede hablar con cada alumno individualmente, al menos sí en
grupos, para conocer sus problemas, su aprendizaje y corregir sus errores.

¿Cómo conseguir que mis alumnos(as) piensen y no se aburran durante la


clase? ¿Cómo pueden aprender a juzgar la calidad de su propio trabajo?
¿Cómo crearé un entorno para probar, fallar, realimentarse y volver a probar?
También pueden fomentarse visitas a lugares interesantes, charlas o colaboraciones de
expertos externos. La enseñanza es concebida como un “fomento del aprendizaje”.

3. ¿Qué esperan de sus estudiantes?

Diversos estudios psicológicos han mostrado que los estereotipos sociales negativos
influyen en el rendimiento académico. Empeora el rendimiento la ansiedad que genera
la conciencia de los estudiantes de pertenecer a un grupo marginal o en desventaja
(afroamericanos, extranjeros, ser mujer...). En esos casos, es el éxito el que causa la
preocupación más que el fracaso.

Se ha demostrado que a personas con imagen social positiva, sin estereotipos


(hombres blancos, por ejemplo en EE.UU.), puede creárseles un estereotipo que
conlleve empeorar su calificación en un examen (por ejemplo, diciéndole que los
estudiantes asiáticos hacen mejor ese examen). Lo que guía a los mejores profesores
es una red compleja de creencias que pasan por apreciar el valor individual de cada
estudiante, buscando las capacidades de cualquier alumno, y tienen “una enorme fe en
la capacidad de los estudiantes para conseguir lo que les proponían”. De alguna forma
dejan claro que no juzgarán por estereotipos negativos, sino mediante altas
exigencias, pero que serán fáciles de alcanzar.

Estos grandes profesores no rebajan las exigencias para mejorar en las


encuestas, sino que invitan a los estudiantes a perseguir objetivos ambiciosos
y les prometen ayuda para conseguirlos, pero les dejan el control de su propia
educación. El profesor consigue entusiasmar a los(as) alumnos(as) aclarándoles las
promesas u oportunidades que ofrece su curso, y explicándoles qué pueden hacer para
conseguir esas promesas, habilidades o conocimientos. Muchos de estos profesores se
tomaban muchas molestias en explorar el aprendizaje de sus estudiantes, analizar su
trabajo e incluso diseñar tareas individuales. En los grupos numerosos buscaban los
tipos de estudiantes de sus aulas.

Más que proponer clases de repaso, hablaban de grupos de trabajo de excelencia que
mejoraba la percepción de los(as) alumnos(as) y aumentaba la confianza en sí
mismos. Asimismo, ponen énfasis tanto en el desarrollo intelectual como en e l
personal (respecto al primero se resaltan las diez habilidades de razonamiento que
identificó el físico Arnold Arons para el pensamiento crítico):
La clave para comprender la mejor docencia no puede encontrarse en reglas o
prácticas concretas sino en las actitudes de los profesores, en su fe en la
capacidad de logro de sus estudiantes, en su predisposición a tomar en serio a
sus estudiantes y dejarlos que asuman el control sobre su propia educación, y en
su compromiso en conseguir que todos los criterios y prácticas surjan de
objetivos de aprendizaje básicos y del respeto y el acuerdo mutuo entre
estudiantes y profesores.
4. ¿Cómo dirigen la clase?

El profesor Bain encontró estos principios bastante comunes entre los grandes
maestros:

 Crear un entorno para el aprendizaje crítico natural: aprender a pensar


críticamente y a examinar la calidad de los razonamientos. “Natural” porque los
estudiantes encuentran las destrezas y actitudes que intentan aprender
inmersas en preguntas que les interesan. Este ambiente se puede crear en
clases magistrales, pero también con discusiones, trabajos de campo u otras
diversas técnicas (el método importa menos que el desafío que supone a los
estudiantes).

Los buenos instructores hacen preguntas a sus alumnos (as) para


invitar a la reflexión y sumergirlos(as) en los intereses de la disciplina,
muchas veces usando problemas interdisciplinarios o intereses generales.
Siempre hay preguntas por resolver, por lo que una buena pregunta es “¿cuál
es la próxima pregunta?”. Algunos instructores responden con preguntas
como “¿qué piensas tú?” o “¿qué quieres decir con eso?”, otros terminan
cada clase con dos preguntas: “¿qué conclusiones has sacado?” y “¿qué
preguntas se han quedado en tu mente?” (y puede pedirse que se contesten
por Internet o en la siguiente clase). Una buena técnica para empezar una clase
es comenzar con una pregunta (a veces inmersa en un relato); mostrar la
importancia de la pregunta y sus implicaciones; estimular a los estudiantes a
pensar críticamente la respuesta y dar argumentaciones sobre cómo
responderla (completa o no), y terminar con nuevas preguntas.

Algunos profesores piden argumentos contra las conclusiones que muestran,


otros que se piensen en los supuestos que se están manteniendo al extraer
ciertas c onclusiones, y otros más, que se discutan las implicaciones de las
conclusiones encontradas. Este aprendizaje se basa en que las personas
aprenden más efectivamente cuando:

a) Intentan resolver problemas que ven atractivos o


importantes.
b) Lo intentan en un entorno que los desafía, pero los apoya,
donde sienten el control sobre su educación.
c) Pueden trabajar con otros estudiantes para superar los
problemas.
d) Creen que su trabajo será c onsiderado justa y honestamente.
e) Pueden probar, fallar y ser corregidos antes de cualquier
evaluación.

 Conseguir su atención y no perderla, y usar experiencias de aprendizaje


diversas: el profesor Michael Sandel decía que enseñar es “atraer la atención y
mantenerla”. Para esto es útil empezar con preguntas curiosas que nunca se
hayan planteado o utilizando casos reales. Comenzar por los estudiantes con
algo que en verdad les importe, lo conozcan o crean conocerlo; para ello resulta
útil usar métodos diversos (visuales, auditivos, charlas, debates, etcétera).
 Buscar compromisos y ayudarles a aprender fuera de clase: una
profesora les decía a sus alumnos(as) que la decisión de matricularse es de
ellos, pero una vez que han decidido cursar la materia, tenían
“responsabilidades con todos los demás miembros de la comunidad de
aprendizaje”. También es positivo mirar a los estudiantes y generar discusiones
que despierten su razonamiento crítico.

 Razonamiento disciplinar: ayudar a los estudiantes a pensar como los


eruditos. Más que resolver mil problemas, ofrecer explicaciones, analogías y
preguntas que ayuden a comprender conceptos para resolver sus propios
problemas. Algunos profesores sostienen que antes de razonar hay que
aprender cierta información, pero los mejores profesores “asumen que el
aprendizaje de los hechos ocurre sólo cuando los estudiantes están a la vez
dedicados a razonar sobre esos hechos”.

Es también importante para un buen comunicador tener una buena oratoria y muchos
de los profesores habían practicado pronunciación, el timbre de sus voc es y hasta
cómo mirar a los estudiantes (incluyendo a los de la última fila); para esto ayudan
preguntas retóricas como: ¿entendiste?, o del tipo: ¿alcanzas a ver desde allí?

Los mejores docentes se aprenden los nombres de los(as) alumnos(as), se salen del
podio o escritorio, y algunos se detienen durante unos segundos mirando a sus
alumnos(as), manteniendo el suspenso, modifican el ritmo y salpican con algo de
humor, usan un lenguaje cálido, comprometido, contando bien cada hecho para invitar
y estimular, pero también un lenguaje frío para recordar o resumir. Es importante
escuchar a los(as) alumnos(as), por ejemplo, en debates que estimulen su
participación e interés, trabajar en grupos o directamente pedirles su participación, c on
estilo relajado y con sentido del humor para evitar el miedo a equivocarse. Resulta
útil pedirles a los(as) alumnos(as) que califiquen trabajos ya hechos o, bien, que
averigüen cuál es el mejor trabajo de dos o más.

5. ¿Cómo tratan a sus estudiantes?

Bain encontró que la personalidad del profesor desempeña un papel insignificante o


nulo en el éxito docente. Encontraron excelentes profesores tímidos y descarados,
acomedidos e histriónicos, aunque la mayoría trataba a los estudiantes
tranquilamente. Tampoco encontraron un patrón común en la forma de vestir. Sin
embargo, todos creían firmemente que los estudiantes deseaban aprender y
podían hacerlo, por lo que si el aprendizaje fallaba, no les echaban la culpa a
los estudiantes. Uno decía: “Quiero hacer mi clase fácil de seguir [...] si no
aprenden, fracaso como profesor”. Ponen confianza en sus alumnos(as) y por eso no
se preocupan demasiado por si éstos intentan engañarlos. Algunos profesores están
limitados al elegir instrumentos pedagógicos por la preocupación de que el estudiante
haga trampas, pero los profesores más efectivos usan lo que creen que beneficia más
al aprendizaje: quieren que sus estudiantes aprendan y no que hagan buenos
exámenes. Comparten con sus estudiantes sus secretos personales o técnica s
para aprender o recordar algo y muestran las dificultades que ellos tuvieron al
principio, lo cual les hace "humanos" ante sus alumnos(as) y éstos ven en esa
franqueza una atmósfera en la que pueden preguntar sin ser reprochados ,
además de aumentar la confianza en su propio aprendizaje.
Resulta útil recordarles a los(as) alumnos(as) que algunos de sus compañeros(as)
apreciarán las preguntas que hagan. Los peores profesores se comportan mostrando
superioridad sobre los estudiantes y parecen querer esconder las técnicas o trucos que
le hacen, en su opinión, ser superiores, por lo que no tienen interés en explicar con
claridad.
Los mejores profesores tratan a sus estudiantes con justicia, compasión y
preocupación, tal como tratarían a cualquier colega; incluso mostraban buena
disposición para quedar con sus estudiantes fuera del aula, para participar en grupos
de discusión en persona o por Internet, y algunos involucraban en ello a buenos
estudiantes del curso anterior. Algunos buenos profesores consiguen difuminar las
diferencias entre vida privada y profesional, hablando de su vida y escuchando a sus
estudiantes. Ante la presencia de errores, algunos contestan planteando una pregunta
en vez de decirles que están equivocados.
6. ¿Cómo evalúan a sus estudiantes y a sí mismos?
Algunos profesores que pretenden formar muy bien a sus alumnos(as) ponen el
examen final con el objetivo de desconcertar a la mayor parte de los estudiantes. Eso
suele decir poco sobre los logros de los estudiantes, del profesor y, peor aún, fomenta
el aprendizaje estratégico en lugar del profundo, es decir, que los estudiantes se
centren únicamente en averiguar la clase de preguntas que les puede plantear el
examen.
Los exámenes y calificaciones son una forma de ayudar a los (as) estudiantes a
comprender su progreso, pero también ayudan a evaluar la docencia. El aprendizaje
requiere cambios intelectuales y personales, y hay que evaluar el aprendizaje, no el
rendimiento. Por ejemplo, bajar la nota por entregar tarde un trabajo no mide el
aprendizaje, sino el rendimiento.
Algunos de los mejores profesores animan a sus estudiantes a ser puntuales para
poder beneficiarse de sus comentarios antes de la siguiente tarea, además de hacerles
ver que ellos tienen el control para organizarse bien. Los mejores profesores no
dan puntos por cumplir ciertas reglas (participar en clase, ir a tutorías), sino que
animan a seguir esas reglas por el beneficio intrínseco (practicar, corregir
errores).
Los grandes profesores intentan averiguar todo lo posible de sus estudiantes no para
enjuiciarlos, sino para poder ayudarlos mejor a aprender. Algunos pasan encuestas
preliminares, otros dan una lista de las principales preguntas que el curso les ayudará
a responder y luego piden que midan su interés en ellas, algunos se van a comer con
sus estudiantes, pero en general “el proceso de ir conociendo a los estudiantes
continúa todo el curso”.
Para medir el aprendizaje, algunos piden a sus estudiantes que escriban al final de la
clase las conclusiones más importantes que han sacado. Res pecto al examen
reconocen que el aprendizaje es permanente y “muchos profesores extraordinarios
hacen exámenes de conjunto, globales, de forma que cada prueba reemplaza a la
anterior”, y el examen final incluye toda la asignatura, de manera que los(as)
alumnos(as) perciben que tienen varias oportunidades para aprender, estimulando
así a aquellos que suspenden los primeros exámenes parciales. No usan las
calificaciones para motivar a los estudiantes, pues quieren saber hasta qué punto
comprenden sus alumnos(as). Algunos incluso dicen el primer día de clase las
principales preguntas del examen final. “El objetivo es conseguir congruencia entre los
objetivos intelectuales del curso y los que pone a prueba el examen”.
En general, los mejores profesores tienen humildad para reconocer la enorme
dificultad para evaluar el aprendizaje y reconocen que pueden equivocarse. Algunos
incluso pedían a sus estudiantes que se calificaran a sí mismos.

Evaluación de la docencia: a menudo los profesores convencionales niegan que


pueda hacerse esa evaluación o, bien, se centran en evaluar buenas práct icas
docentes, más que lo aprendido por los estudiantes. Para esto hay cuatro preguntas
pertinentes:

1) ¿Vale la pena aprender la materia para este currículo?


2) ¿Aprenden mis estudiantes lo que se pretende?
3) ¿Ayudo y animo a aprender?
4) ¿He hecho algo mal? (Fomentando el aprendizaje estratégico, desanimando
o desatendiendo a parte del alumnado.)

Según Bain, las encuestas a los estudiantes sí ayudan en la evaluación


docente, pero hay que tener en cuenta factores como el interés previo del alumnado,
si la asignatura es obligatoria u optativa, la media y la forma de distribuirse los
valores, etcétera.

A veces los estudiantes tienen la idea de que lo importante es memorizar y se frustran


cuando el profesor les pide que razonen. Un profesor en ese caso observaba que si sus
alumnos(as) lo valoraban mal era culpa suya porque no había conseguido influir en los
conceptos iniciales de lo que es aprender tal asignatura. O sea, esas valoraciones
apuntan a una debilidad real del profesor: que no se ha conseguido llegar a los
estudiantes o ayudarlos a comprender la naturaleza del aprendizaje que se espera de
ellos.

No obstante, los mejores profesores también obtenían valoraciones negativas por parte
de algunos estudiantes. No interesan tanto los métodos (como si ayuda y anima
a los estudiantes a aprender): ¿qué has probado para ayudar y fomentar el
aprendizaje? ¿Estimulaste el interés por la asignatura? Por lo tanto, para la evaluación
docente hay que usar la evaluación objetiva de los estudiantes: “la única forma de
determinar niveles de aprendizaje es mirar con detalle los resultados reales de los
estudiantes (escritos que entregan, las preguntas que son capaces de responder, los
problemas que pueden resolver o el rendimiento que pueden dar)”, ya que la
calificación media de la clase no proporciona esa información.

Donald L. Finkel escribió un libro titulado Dar clase con la boca cerrada (Teaching with
your mouth shut, 2000), “reconociendo que la docencia no es sólo dar clases
magistrales, sino cualquier cosa que podamos hacer para ayudar y animar a los
estudiantes a aprender sin causarles ningún daño de importancia” (sin cometer errores
como los comentados anteriormente mencionados).

Los mejores profesores saben que enseñar no es meramente transmitir


conocimiento, sino que conciben “la enseñanza como creación de buenos entornos
para el aprendizaje”. Estos profesores no eran tan buenos en sus comienzos,
aprendieron porque se esforzaron para mejorar valorando si sus esfuerzos ayudaban o
perjudicaban el aprendizaje de sus alumnos(as). Para terminar, Bain afirma que todos
los estamentos docentes saben que deben preocuparse por la do cencia y dicen que lo
hacen; sin embargo, se valora y se financia más la parte investigadora de la
universidad.

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