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La reforma a la detención preventiva en


Colombia
Por Miguel Angel Pedraza Jaimes
1. PRESENTACIÓN
El Congreso de la República de Colombia expidió la Ley 1760 de 2015, “por medio de la
cual se modifica parcialmente la Ley 906 de 2004 en relación con las medidas de
aseguramiento privativas de la libertad”. En sí, se trata de la reforma a la detención preventiva
y al régimen de libertad del imputado o acusado en el marco del sistema penal acusatorio.

En cinco (5) artículos se ocupó el legislador de las modificaciones a las normas de la


detención, con incidencia directa frente al esquema de la imposición de medidas de
aseguramiento, considerando que en Colombia esas medidas se dividen en privativas y no
privativas de la libertad. Entre las primeras se destacan la detención preventiva en
establecimiento carcelario y la detención preventiva en la residencia del imputado, mientras
que las segundas suponen el cumplimiento de obligaciones o la imposición de prohibiciones,
tales como la obligación de someterse a un mecanismo de vigilancia electrónica o la
obligación de cumplir presentaciones periódicas, así como la prohibición de salir del país,
entre muchas otras.

En la reforma se mantiene esa clasificación correspondiente a las medidas de aseguramiento,


pero se introducen nuevos elementos en relación con su imposición, haciendo más exigente
en su valoración la labor del juez de control de garantías cuando se trata de la imposición de
medidas privativas de la libertad en contra del imputado. Y también la ley reformatoria
agrega nuevos componentes a los requisitos exigidos para el decreto del aseguramiento,
disponiendo que la calificación jurídica de la conducta punible investigada no es
exclusivamente determinante para la imposición de la medida.

Igualmente, frente a los requisitos y en especial frente al denominado requisito del “peligro
para la comunidad”, el legislador consagra una nueva redacción para estimar si se cumple o
no con ese presupuesto, indicándole al juez que debe valorar varios aspectos en conjunto y
no solo la gravedad y la modalidad de la conducta punible.

Y ante la creciente preocupación por el transcurso del tiempo sin definiciones procesales o
también, por la duración extendida de la detención preventiva estando en curso la
investigación o el juicio penal, la nueva normatividad se ocupa del régimen de libertad
presentando seis (6) causales expresas de libertad y tres (3) parágrafos condicionantes,
aunque enunciando desde el inicio, como regla genérica, que “el término de las medidas de
aseguramiento privativas de la libertad no podrá exceder de un (1) año", prorrogable si se
trata de delitos de competencia de la justicia especializada, delitos de corrupción o cuando
sean tres (3) o más los acusados contra quienes estuviere vigente la detención preventiva.
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Introdujo el legislador nuevos elementos, presupuestos o condicionamientos para tener en


cuenta al momento de la solicitud y la definición sobre la imposición o no del aseguramiento
preventivo, así como para considerar en relación con el otorgamiento o no de la libertad
provisional. Pero a su turno dejó intactas varias disposiciones del código procesal penal
concordantes con estas materias, lo cual implica abordar un plan metodológico de
sistematización de todas las normas vigentes, en cuanto varios de esos preceptos solo cobran
verdadera entidad cuando se interrelación entre sí.

Debe señalarse, de todos modos, que el marco constitucional de las medidas de


aseguramiento y del principio de libertad sigue siendo el mismo, de suerte que para cualquier
clase de interpretación normativa impera reconocer la vigencia de los artículos 2° (orden
justo), 13 (igualdad), 29 (debido proceso) y 250 (funciones de la Fiscalía) de la Constitución
Política, así como del artículo 2° del C. de P.P., norma rectora de la libertad, y del artículo
295 de la misma obra, por cuya virtud se enuncia legalmente la “afirmación de la libertad”[1].

En sí, es clara la filosofía legislativa tendiente a racionalizar el uso de la detención preventiva


y es evidente el cometido de poner fin a las detenciones prolongadas e indefinidas. También
la reforma parece enviar un mensaje garantista, haciendo más rigurosa la imposición de una
medida privativa de la libertad. Sin embargo, solo a partir de un examen conjunto de las
disposiciones reformadas y no reformadas podrá avanzarse en la consolidación del propósito
reformador para en verdad convertir la detención en una excepción dentro del proceso penal,
siendo la libertad del imputado su regla general.

Avancemos hacia ese análisis de conjunto del nuevo régimen de detención y libertad en
Colombia.

2. REQUISITOS DE LAS MEDIDAS DE ASEGURAMIENTO

El artículo 308 del estatuto procesal penal establece los requisitos legales para la imposición
de cualquier clase de medida de aseguramiento en contra del imputado, indicando que el Juez
de control de garantías decretará la medida “cuando de los elementos materiales probatorios
y evidencia física recogidos y asegurados o de la información obtenidos legalmente, se pueda
inferir razonablemente que el imputado puede ser autor o partícipe de la conducta delictiva
que se investiga”, y además, cuando concurra alguno de los siguientes requisitos:

“1. Que la medida de aseguramiento se muestre como necesaria para evitar que el imputado
obstruya el debido ejercicio de la justicia.

“2. Que el imputado constituya un peligro para la seguridad de la sociedad o de la víctima.

“3. Que resulte probable que el imputado no comparecerá al proceso o que no cumplirá la
sentencia”.

Significa lo anterior que la primera parte del enunciado normativo implica la exigencia de (i)
una inferencia razonable acerca de la existencia de una conducta delictiva y (ii) la inferencia
razonable de la autoría o participación del imputado en esa conducta delictiva. Y una vez
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establecido ello, debe cumplirse alguno de los requisitos de consagración expresa enlistados
en la norma, vale decir, (i) que el imputado obstruya el debido ejercicio de la justicia, (ii) que
el imputado constituya un peligro para la sociedad o para la víctima, o (iii) que el imputado
no comparecerá al proceso o al cumplimiento de la sentencia.

En efecto, se trata de un requisito general referido a la existencia de una inferencia razonable


de autoría o participación del imputado en el delito que se investiga, y de la concurrencia de
alguno de los tres requisitos expresamente enumerados en la disposición. Frente a este punto,
se exige que se cumpla alguno de esos requisitos específicos y no de todos en general,
bastando el cumplimiento de uno solo de ellos para entender colmados en su conjunto los
requisitos de la medida de aseguramiento, según la previsión del artículo 308 procesal.

Examinando el contenido y el alcance de ese artículo 308, dijimos en su momento:

“Del complejo contenido del precepto debe distinguirse un primer requisito que emana de
su primera parte, y los otros tres requisitos enunciados expresamente. Ese primer requisito
sería el de la “inferencia razonable que el imputado puede ser autor o partícipe de la conducta
delictiva que se investiga”, según lo que arroje el examen de los elementos materiales
probatorios, evidencia física o información obtenidos legalmente.

“…

“Se considera por ley, entonces, que ante la existencia de elementos probatorios que
indiquen la autoría o participación del imputado en el delito investigado, la Fiscalía cuenta
con una primera satisfacción para solicitar la detención preventiva, y el Juez de garantías para
imponerla, aunado ello a la existencia de uno cualquiera de los tres requisitos de consagración
expresa”.

Agregando más adelante:

“De manera especial el legislador procesal del 2.004 estableció la existencia de tres
requisitos a partir de los cuales se torna viable la imposición de la detención preventiva, al
lado de la crítica exigencia referente a la autoría o la participación del imputado en el hecho
investigado. Esos tres requisitos de consagración expresa no son concurrentes, bastando
apenas que se cumpla alguno de ellos para proceder al aseguramiento, según se desprende de
la fórmula del art. 308: “…, siempre y cuando se cumpla alguno de los siguientes
requisitos…”.

“Los requisitos de señalación expresa para las medidas de aseguramiento constituyen la


reunión o conjunción de los anteriormente denominados fines constitucionales y legales de
la detención preventiva, los mismos a los que se refirió la sentencia C-774 de 2.001 de la
Corte Constitucional, pero que ahora aparecen diferenciados en tres grandes grupos, a saber:
(i) necesidad de la medida para evitar que el imputado obstruya el debido ejercicio de la
justicia (RIESGO DE OBSTACULIZACIÓN); (ii) necesidad de la detención porque el
imputado constituye un peligro para la seguridad de la sociedad o de la víctima (RIESGO
DE REITERACIÓN); y (iii) necesidad del aseguramiento por cuanto resulta probable que el
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imputado no comparecerá al proceso o al cumplimiento de la sentencia de condena (RIESGO


DE FUGA).

“En el primer grupo quedaría incluido todo aquello que se refiere al entorpecimiento de la
actividad probatoria por parte del imputado, mientras que en el segundo se refrenda el peligro
que este podría constituir para la comunidad o también de manera directa para la víctima, en
particular por la desconfianza que se le tiene respecto de continuar con su actividad
delincuencial. Y en el tercer grupo, por su parte, quedaría incorporado lo relacionado con la
fuga del imputado o la elusión de su compromiso judicial o de la ejecución de la pena”[2].

Hasta ahí, todo igual. Pero la reforma de la Ley 1760 de 2015 introdujo un parágrafo a la
norma del artículo 308, refiriéndose en esencia a la calificación jurídica provisional de la
conducta delictiva investigada, esto es, refiriéndose al “nomem juris” o nombre del delito,
para terminar significando que la calificación jurídica provisional adoptada para el delito
investigado no es por sí sola determinante para establecer la concurrencia de alguno de los
tres requisitos de consagración expresa, o en sí, que no se puede imponer la medida solo en
consideración a la conducta punible materia de investigación.

Reza textualmente el parágrafo adicionado:

“La calificación jurídica provisional contra el procesado no será, en sí misma, determinante


para inferir el riesgo de obstrucción de la justicia, el peligro para la seguridad de la sociedad
o de la víctima y la probabilidad de que el imputado no comparezca al proceso o de que no
cumplirá la sentencia. El Juez de Control de Garantías deberá valorar de manera suficiente si
en el futuro se configurarán los requisitos para decretar la medida de aseguramiento, sin tener
en consideración exclusivamente la conducta punible que se investiga”.

Quiso el legislador, específicamente, que el nombre del delito imputado o que la calificación
jurídica del delito investigado no sea el factor determinante para la imposición del
aseguramiento, en particular del aseguramiento privativo de la libertad. Con base en la
calificación de la conducta punible no puede inferirse, per se, que el imputado va a obstruir
la justicia o que constituye un peligro para la comunidad o la víctima, o que no comparecerá
al proceso o al cumplimiento de la sentencia. Es decir, que la sola nominación delictiva no
será determinante ni suficiente para colegir la concurrencia de alguno de los requisitos de
consagración expresa, resultando más exigente la labor del Juez de Control de Garantías en
cuanto deberá valorar rigurosamente esos requisitos sin consideración exclusiva al delito
investigado.

Aunque la norma refiere como destinatario al Juez de Control de Garantías, quien es el


funcionario que al final decide si impone o no el aseguramiento, entiéndase que el precepto
también cobija a la Fiscalía como solicitante de la medida, en cuanto a ese sujeto igualmente
le estaría vedado concebir la calificación jurídica del delito como factor determinante para
inferir el riesgo de obstrucción, el riesgo de reiteración o el riesgo de fuga. En caso de hacerlo,
su petición estaría llamada a la improsperidad, toda vez que el Juez no podrá aceptar esa
valoración para desprender de allí la concurrencia de alguno de los requisitos de consagración
expresa de las medidas de aseguramiento.
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El parágrafo de la reforma se relaciona directamente con la calificación jurídica del delito,


concluyéndose que esa sola calificación delictiva, por muy grave que sea, no es determinante
para inferir la obstrucción a la justicia, el peligro para la comunidad o el riesgo de fuga. En
otras palabras, ataca la reforma el manido argumento judicial de que por tratarse de un delito
grave o de extrema gravedad debe de cualquier forma imponerse el aseguramiento, como si
la única razón imperante para esa imposición fuera exclusivamente la denominación jurídica
del delito que se investiga.

En la práctica ocurre con frecuencia que el Juez de Garantías decreta la detención preventiva
considerando solamente la magnitud del delito imputado o porque se trata de un punible
sancionado severamente, o porque se considera un delito grave o de impacto público,
desconociendo en últimas a la persona del imputado. Sucede en esos casos que la sola
nominación delictiva encarna el aseguramiento, porque se está investigando -dicen- un
Homicidio Agravado o un Concierto para delinquir o un Peculado doloso en mayor cuantía,
bastando esa grave denominación para decretar la medida, pero sin argumentos adicionales.

Con la inclusión del parágrafo esa clase de razonamientos deben desaparecer, ordenándole
por el contrario al operador judicial que de la calificación jurídica del delito no puede inferir
automáticamente la obstrucción de la justicia o el peligro que representa el imputado, o su
no comparecencia al proceso, toda vez que para decretar el aseguramiento se exige la
comprobación de esos requisitos más allá del mismo nombre del delito, aun si se llegare a
considerar que se está en presencia de un delito grave. O sea que le queda prohibido al juez
imponer la medida apenas bajo la consideración de la calificación jurídica del delito
investigado.

De por sí, valga anotar que las normas posteriores de los artículos 309 a 312 del código
procesal enseñan diversas circunstancias para inferir el riesgo de obstrucción de la justicia,
el riesgo de reiteración delictiva o el riesgo de fuga, de donde se concluye que el Juez de
Garantías debe ser exigente y riguroso en el examen de esas circunstancias para establecer
su concurrencia, sin que esa concurrencia pueda determinarla exclusivamente de la sola
denominación jurídica de la conducta punible.

Conclúyase con la reforma que son requisitos de las medidas de aseguramiento y en particular
de las medidas privativas de la libertad (detención preventiva o detenci
ón domiciliaria), los siguientes:

(i) Existencia de una inferencia razonable acerca de la ocurrencia de una conducta


delictiva;

(ii) Existencia de una inferencia razonable acerca de la autoría o participación del


imputado en la conducta delictiva investigada;

(iii) Concurrencia de uno cualquiera de los requisitos de consagración expresa


enumerados en la norma del art. 308, a saber, la obstrucción de la justicia, el peligro para la
seguridad de la sociedad o de la víctima y la no comparecencia del imputado. Y,
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(iv) La prohibición de imponer la medida de aseguramiento teniendo como base


determinante la calificación jurídica provisional del delito o considerando exclusivamente la
denominación de la conducta punible que se investiga.

2.1. El peligro para la comunidad

El artículo 3° de la Ley 1760 de 2015 modifica el artículo 310 del C. de P.P., sobre el peligro
para la comunidad, ajustando en esencia esa disposición a los pronunciamientos de la Corte
Constitucional que han definido la exequibilidad del precepto y de las circunstancias que
deben tenerse en cuenta para valorar ese riesgo o peligro.

Al respecto, señálese que la norma del artículo 310 ha sido objeto de modificaciones en todas
las reformas trascendentales al proceso penal acusatorio colombiano, pues su texto original
fue reformado por la Ley 1142 de 2007 y luego por la Ley 1453 de 2011, produciéndose
ahora una nueva modificación sobre todo en relación con el encabezamiento de la norma.
Véase:

– El texto genuino de la Ley 906 de 2004, disponía lo siguiente:

“Para estimar si la libertad del imputado resulta peligrosa para la seguridad de la comunidad,
además de la gravedad del hecho y la pena imponible, deberán tenerse en cuenta las siguientes
circunstancias…”.

Era una fórmula sana y relativamente bien concebida, hasta que se decidió su reforma por la
Ley 1142 de 2007.

– El art. 24 de la Ley 1142 de 2007 reformó el artículo 310 en estos términos:

“Para estimar si la libertad del imputado resulta peligrosa para la seguridad de la comunidad,
será suficiente la gravedad y modalidad de la conducta punible. Sin embargo, de acuerdo con
el caso, el juez podrá valorar adicionalmente alguna de las siguientes circunstancias…”.

Esa norma fue ampliamente criticada por la doctrina y por la propia Corte Constitucional,
concluyéndose que se trataba de un precepto peligrosista y que no consultaba los fines
constitucionales y legales de las medidas de aseguramiento, en particular de la detención.
Sobre su constitucionalidad, así se expresó la Corte, imponiendo condicionamientos en su
interpretación:

“…, la preceptiva del artículo 24 de la Ley 1142 de 2007, según la cual para estimar si la
libertad del imputado resulta peligrosa para la seguridad de la comunidad, será suficiente la
gravedad y modalidad de la conducta punible, pero que, de acuerdo con el caso, el juez podrá
valorar adicionalmente las demás circunstancias allí contenidas, no atiende los criterios de
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necesidad y proporcionalidad de la medida de aseguramiento. Al establecer como suficientes


la gravedad y la modalidad de la conducta se desconocen esos criterios y con ello el principio
de libertad que cobija el proceso penal y el de legalidad de la medida preventiva para su
privación, pues se olvida que no es suficiente ese criterio para determinar la procedencia o
no del decreto de la misma, es imperativo que se consulte su necesidad, la cual no puede estar
determinada en esos dos criterios objetivos, máxime cuando en Colombia no existe una
política criminal clara que determine cuáles son realmente las conductas graves.

“A la par, se desconoce que en ejercicio de la libertad de configuración que posee el


legislador para determinar los eventos en los cuales es procedente privar de manera
preventiva a una persona de su libertad, se ha indicado que para la solicitud de la misma
también se debe sustentar su urgencia y que toda disposición contenida en el Código de
Procedimiento Penal que permita esa clase de privaciones deben ser interpretadas
restrictivamente (arts. 306 y 295 de la Ley 906 de 2004, respectivamente)”[3].

En últimas, el Tribunal Constitucional declaró la exequibilidad de la norma del art. 310 del
estatuto procesal -reformada por el art. 24 de la Ley 1142 de 2007-, pero con un
condicionamiento en su interpretación, vale decir, entendiendo que la gravedad y la
modalidad de la conducta punible no son criterios suficientes ni los únicos para determinar
que el imputado representa un peligro para la seguridad de la sociedad, y sobre esa estimación
decretar el aseguramiento. Al final, sentenció:

“… razón la asiste al Ministerio Público cuando señala que de ser suprimidas, por efectos de
la declaratoria de inexequibilidad, las expresiones “suficiente, sin embargo y podrá”, del
artículo 24 de la Ley 1142 de 2007, se presentaría una ambigüedad en su lectura e
interpretación. Por ende, serán declaradas exequibles, en procura de la protección del derecho
a la libertad y los principios que delimitan los eventos para su restricción, bajo el entendido
que para el funcionario judicial, al momento de determinar el peligro que el imputado
representa para la comunidad, no es suficiente la gravedad y la modalidad de la conducta
punible, sino que siempre deberá valorar, bajo las finalidades que la Constitución le ha
otorgado a esa clase de medidas preventivas, además de los requisitos contenidos en el
artículo 308 de la Ley 906 de 2004, las demás circunstancias contenidas en los numerales 1°
a 4° del artículo 310 ibídem”[4].

Esa sentencia fue fundamental para provocar un cambio en la redacción de la norma, y por
eso con la reforma que se produjo a expensas de la Ley 1453 de 2011 se ajustó el precepto a
lo exigido por la Corte Constitucional, haciendo énfasis en la necesidad de observar siempre
los fines constitucionales de la detención preventiva.

– El artículo 65 de la Ley 1453 de 2011 modificó el artículo 310 del C. de P.P., en el


siguiente sentido:

“Para estimar si la libertad del imputado resulta peligrosa para la seguridad de la comunidad
será suficiente la gravedad o modalidad de la conducta punible, además de los fines
constitucionales de la detención preventiva. Sin embargo, de acuerdo con el caso, el juez
podrá valorar adicionalmente alguna de las siguientes circunstancias…”.
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Aunque se mantuvo el criterio de la suficiencia en torno a la gravedad y modalidad de la


conducta punible, el legislador atemperó el alcance del precepto al disponer que además
deben valorarse los fines de la detención preventiva y que, según el caso, pueden valorarse
las otras circunstancias inscritas en la norma. Incluso con esa reforma se agregaron otras
circunstancias para analizar en relación con el requisito del peligro para la comunidad, tales
como la utilización de armas de fuego o de armas blancas en la comisión del delito, o cuando
se utilicen medios motorizados en la perpetración punible, o cuando el ilícito sea por abuso
sexual con menor de 14 años, o cuando se haga parte de un grupo de delincuencia organizada.

– Y ahora con
la reforma de la Ley 1760 de 2015, la norma del artículo 310 procedimental estipula lo
siguiente:

“Para estimar si la libertad del imputado representa un peligro futuro para la seguridad de la
comunidad, además de la gravedad y modalidad de la conducta punible y la pena imposible,
el juez deberá valorar las siguientes circunstancias…”.

Paradójicamente se retorna de manera casi idéntica a la fórmula original de la Ley 906 de


2004, incluyendo un diagnóstico a futuro sobre el peligro que para la seguridad de la
comunidad pueda representar el imputado, sin que la gravedad y modalidad de la conducta
punible o la pena imponible constituyan factores suficientes para estimar ese peligro. En
realidad, la norma le exige al Juez que “además de la gravedad y modalidad de la conducta
punible y la pena imponible”, debe también valorar el listado de circunstancias contenidas
en el precepto, y solo después de ese análisis es que podría concluir si se satisface o no el
requisito del peligro para la sociedad, todo en perspectiva al cumplimiento de los fines de las
medidas de aseguramiento.

Aunque al volver al texto original la reforma procura dejar en claro que la gravedad del delito
no es suficiente para estimar el peligro para la comunidad, tal cual lo advirtió la Corte
Constitucional, de todos modos concibe la gravedad y modalidad de la conducta como un
criterio que supone la peligrosidad del imputado, solo que está exigiendo que ese no sea el
único factor a considerar, sino que “además” deberá valorar el juez las circunstancias
inscritas en la norma. Es decir, sigue estimándose la gravedad del hecho como un motivo de
peligrosidad, pero adicionalmente se requieren otras valoraciones.

Como se nota, el requisito del peligro para la comunidad no ha sido de fácil tratamiento en
la legislación procesal colombiana, cambiando continuamente la redacción de la norma para
después volver a su texto genuino, y dificultando en todo caso la labor de interpretación.
Adicional a ello, perviven las críticas por el enfrentamiento que sigue existiendo entre el
mandato constitucional y el texto legal, pues mientras la norma superior se refiere a la
“protección de la comunidad”, el precepto del artículo 310 alude al imputado como sujeto
peligroso para la comunidad, introduciendo una carga subjetiva al momento de la
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ponderación judicial del concepto “peligro para la comunidad”. La doctrina nacional explica
así la cuestión:

“Lo primero que debe dejarse en claro es que un criterio de aseguramiento preventivo con
base en que una determina persona es considerada un peligro para la sociedad es algo que no
está contemplado de manera expresa ni en la Constitución ni en la ley, como tampoco es
viable a la luz del principio de proporcionalidad constitucional.

“Las expresiones textuales de la Constitución nunca han consagrado ese sentido tan
restrictivo, pues establece el artículo 250 numeral 1): “y la protección a la comunidad, en
especial las víctimas”, y así lo reiteran el principio rector del artículo 2° y el artículo 295 de
la Ley 906 de 2004. Es solo en el artículo 308 de esta última, que no es norma constitucional
ni es principio rector, que se utiliza la expresión “peligrosidad para la comunidad”, la cual
aparece de nuevo en el artículo 310 que contiene ya en el título de la norma esta
determinación, y luego insiste en ella, como se ha dicho, fusionando en una sola hipótesis
dos situaciones diferentes al prescribir que el imputado es peligroso para la comunidad
cuando el hecho imputado es grave”[5].

En resumidas cuentas se tiene, conforme a la ley, que la gravedad del hecho es criterio que
indica el peligro para la comunidad pero que no es suficiente para deducir de allí ese riesgo,
el cual se agota revisando las siete (7) circunstancias descritas en la disposición del artículo
310, de suerte que al concurrir una o varias de ellas puede completarse positivamente la
estimación futura del “peligro para la comunidad”.

2.1.1. La circunstancia de peligrosidad referente a la existencia previa de acusación o


medida de aseguramiento, o de un mecanismo sustitutivo de la pena privativa de la libertad

Esta circunstancia está prevista en el numeral 3 del artículo 310 del estatuto procesal,
apareciendo con el siguiente contenido desde su texto original:

“El hecho de estar acusado, o de encontrarse sujeto a alguna medida de aseguramiento, o de


estar disfrutando un mecanismo sustitutivo de la pena privativa de la libertad, por delito
doloso o preterintencional”.

En la reforma de la Ley 1760 de 2015 ese numeral se modifica, refiriéndose solamente a: “El
hecho de estar disfrutando un mecanismo sustitutivo de la pena privativa de la libertad, por
delito doloso o preterintencional”.

Esa modificación se produjo como consecuencia de la Sentencia C-121 de 2012 de la Corte


Constitucional, que al examinar esa circunstancia encontró que la acusación existente en otro
proceso o que la imposición de alguna medida de aseguramiento en otra investigación no
pueden constituirse en factores que permitan estimar la peligrosidad del imputado, pues se
estaría violando el principio de presunción de inocencia respecto de lo que pueda suceder en
el proceso anterior, con graves consecuencias en la definición de la situación del imputado
en el nuevo proceso.
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Al respecto, la Corte Constitucional sentenció:

“Es evidente que el imputado o acusado que se encuentre cobijado por una medida de
aseguramiento o por una formulación de acusación, está amparado por el principio de
presunción de inocencia, por lo que resulta contrario al artículo 29 superior equiparar, como
lo hace el inciso 3º del artículo 310 del C.P.P., estas situaciones procesales en las que aún no
se ha desvirtuado la presunción de inocencia, con otros institutos como los mecanismos
sustitutivos de la pena privativa de la libertad, que presuponen la existencia de una condena.

Puntualizando más adelante:

“Además de violatorio del principio de presunción de inocencia (art. 29) y de la prohibición


constitucional de considerar como antecedente penal un acto distinto a la sentencia
condenatoria en firme (Art. 248), el segmento acusado quebranta el principio de
proporcionalidad, toda vez que le da el mismo peso para efectos de una negativa de libertad
a los siguientes hechos: “estar disfrutando de un mecanismo sustitutivo de la pena privativa
de la libertad por delito doloso o preterintencional”; “la existencia de sentencias
condenatorias vigentes por delito doloso o preterintencional”; o “estar acusado o encontrarse
sujeto a alguna medida de aseguramiento”. En este último caso, no hace distinción acerca de
si esa medida es privativa de la libertad o no, y tampoco la limita, como en los otros eventos
en que hay condena, a los delitos dolosos o preterintencionales. En estas condiciones, el
legislador, sin justificación alguna, coloca en una misma situación a quien soporta una
medida de aseguramiento o es acusado por cualquier delito, incluso culposo, y a aquel que
ya fue condenado por un delito doloso o preterintencional, lo cual resulta en efecto
desproporcionado.

“El hecho de que la valoración de la existencia de una medida de aseguramiento o una


acusación, como criterio para inferir la peligrosidad, sea adicional a las pautas establecidas
como principales -la gravedad y modalidad de la conducta y los fines constitucionales de la
detención prevent
iva-, no corrige la inconstitucionalidad que se advierte. Sea como criterio principal o con
criterio subsidiario, la norma permite que el juez encargado de aplicarla, tome en cuenta una
circunstancia que afecta el principio de presunción de inocencia, como quiera que asimila y
le imprime los mismos efectos, indicativos de peligrosidad, a una condena, que a una medida
preventiva y provisional como la de aseguramiento, y precaria como es la acusación”[6].

Producto de esa sentencia y la consecuente declaratoria de inexequibilidad de las expresiones


“estar acusado, o de encontrarse sujeto a alguna medida de aseguramiento”, el legislador de
la reforma ajustó entonces esa circunstancia de peligrosidad, circunscribiendo el numeral 3
del artículo 310 del C. de P.P., a la siguiente estimación:

“El hecho de estar disfrutando un mecanismo sustitutivo de la pena privativa de la libertad,


por delito doloso o preterintencional”.

Y dígase, para mejor ilustración, que conforme al Código Penal son mecanismos sustitutivos
de la pena privativa de la libertad la “suspensión condicional de la ejecución de la pena” y la
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“libertad condicional”, según los artículos 63 y 64 sustanciales, los cuales presuponen la


existencia de una sentencia condenatoria ejecutoriada en contra del procesado.

3. IMPOSICIÓN DE LA MEDIDA DE DETENCIÓN

El artículo 1° de la Ley 1760 de 2015 contiene un parágrafo 2° del siguiente tenor:

“Las medidas de aseguramiento privativas de la libertad solo podrán imponerse cuando


quien las solicite pruebe, ante el Juez de Control de Garantías, que las no privativas de la
libertad resultan insuficientes para garantizar el cumplimiento de los fines de la medida de
aseguramiento”.

Esa norma, según el texto de la ley reformatoria, adiciona el artículo 307 del estatuto procesal
penal, que a su vez es el precepto que distingue las medidas de aseguramiento en privativas
y no privativas de la libertad.

La disposición en sí es bien intencionada, dirigiendo un mensaje rotundo a la Fiscalía -y a la


víctima- como solicitantes y al Juez de Control de Garantías como fallador, en lo que respecta
a la imposición de las medidas de aseguramiento privativas de la libertad en contra del
imputado. Le indica la norma al operador de justicia que únicamente puede imponer esas
medidas restrictivas si el solicitante logra probar que las no privativas resultan insuficientes
para cumplir los fines propios de la medida de aseguramiento.

Como el apartado final del precepto se refiere al “cumplimiento de los fines de la medida de
aseguramiento”, rememorando, dígase que pueden ser cuatro (4) los fines de las medidas de
aseguramiento y en particular de la detención preventiva, a saber: (i) garantizar la
comparecencia del imputado al proceso; (ii) garantizar la comparecencia del acusado a la
ejecución de la pena impuesta en la sentencia; (iii) impedir la continuación de la actividad
delictiva o evitar el peligro para la comunidad; y además (iv) impedir el entorpecimiento
probatorio.

El primero y el segundo fin pueden integrarse, en cuanto con ambos lo que en últimas se
pretende es impedir la fuga del imputado o la del acusado que es condenado. Y entonces,
esos fines de las medidas de aseguramiento se armonizan con los requisitos de consagración
expresa enumerados en el artículo 308, esto es, con la obstrucción de la justicia, el peligro
para la comunidad y la no comparecencia[7].

O sea que si para el Juez de Garantías, por ejemplo, el imputado constituye un peligro para
la seguridad de la sociedad o de la víctima, el decreto de su encarcelamiento preventivo
permite cumplir entonces uno de los fines de la detención o de las medidas de aseguramiento,
pues con ese encarcelamiento se evita el riesgo de que continúe en su actividad delictual, que
es comúnmente conocido como el riesgo de reiteración delictiva. Y así con los otros fines,
pues si el Juez considera que el imputado no garantiza su comparecencia al proceso, puede
ordenar su detención para impedir que eluda la justicia, situación comúnmente conocida
como el riesgo de fuga.
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La Corte Constitucional así lo explica, aunque desde la perspectiva inversa:

“… en el evento en que el procesado se haya presentado voluntariamente al proceso, no haya


indicios claros de que vaya a ocultarse, o a continuar con la actividad delictual, ni existan
razones para creer que destruirá o deformará elementos probatorios importantes, o de que
entorpecerá la actividad probatoria, la medida de aseguramiento no procedería por no ser
necesaria a la luz de los fines constitucionales que la justifican”[8].

Establecido el alcance de los fines de las medidas de aseguramiento, revisemos el contenido


del parágrafo que se adiciona en la reforma:

La norma se refiere específicamente al evento de la imposición de las medidas privativas de


la libertad o de la detención preventiva, exigiéndole al solicitante una carga probatoria
exhaustiva y al Juez una valoración rigurosa en frente del cumplimiento de los fines de las
medidas de aseguramiento.

Así, la Fiscalía como solicitante de la medida de detención debe probar con amplitud ante el
Juez de Garantías que es esa medida y no otra la que se debe imponer, teniendo la obligación
de demostrar que las medidas no privativas de la libertad “resultan insuficientes para
garantizar el cumplimiento de los fines de la medida de aseguramiento”. Esto es, que el Fiscal
debe acreditar que ninguna de las medidas no privativas sirve para entender cumplidos los
fines del aseguramiento, de suerte que se requiere de la privación de la libertad del imputado
para garantizar la necesidad de la imposición de la medida.

Es el caso, por solo intentar un ejemplo, de un delito grave de narcotráfico en donde se tiene
acreditado que el imputado está vinculado a una organización criminal dedicada al tráfico de
estupefacientes y que ostenta un rango de poder en el grupo delictivo. Al solicitarse la
detención del imputado en ese hipotético evento, el Fiscal debe demostrar (i) la inferencia
razonable de autoría en el delito investigado y que (ii) concurre, verbi gratia, el requisito del
peligro para la comunidad, debiendo probar ese requisito con (iii) la demostración de la
gravedad del hecho y que además (iv) confluye una circunstancia estimativa del peligro para
la comunidad como lo es la vinculación del sindicado con organizaciones criminales, para de
esa manera cumplir con la verificación de los requisitos del artículo 308. Pero en su solicitud,
adicionalmente, el Fiscal debe (v) probarle al Juez de Garantías que se impone el decreto de
la detención en cuanto ninguna de las medidas no privativas cumpliría con los fines del
aseguramiento en ese caso, ya que ninguna de esas medidas evitaría o disminuiría el peligro
que el imputado representa para la sociedad por razón de su probable reiteración delictiva.

Por supuesto, cada caso en concreto deberá examinarse rigurosamente y de forma muy
particular, no siempre igual, pero lo que sí se desprende de la reforma es que para solicitar la
medida privativa, además de la demostración de los requisitos establecidos legalmente en el
artículo 308 procesal, se exige probar la precariedad de las medidas no privativas, lo cual
implica una exigencia probatoria exhaustiva y dificultosa, máxime cuando en total son nueve
(9) las medidas no privativas según la enunciación del código.
< br />
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La norma es clara al indicar que la única manera en que pueden imponerse las medidas
privativas de la libertad -“solo podrán imponerse”- es cuando el solicitante pruebe la
insuficiencia de las medidas no privativas, de donde se colige que la reforma introduce un
nuevo factor probatorio a cargo de la Fiscalía -o la víctima- como solicitantes, debiendo
acreditar ante el Juez que las medidas no privativas no serían razonablemente las indicadas
en ese caso para garantizar el cumplimiento de los fines de las medidas de aseguramiento.

Si ello es así como en realidad se desprende del precepto, todo parece indicar que la intención
del legislador fue la de abrir la compuerta a la imposición de las medidas de aseguramiento
no privativas de la libertad en todos aquellos eventos en los que no se pueda demostrar su
insuficiencia y, por el contrario, se pueda mostrar evidente que con la imposición de una o
varias de esas medidas se garantiza el cumplimiento de los fines asegurativos. No de otra
forma puede entenderse el alcance del parágrafo adicionado, pues en aquellos casos en que
el solicitante no logre demostrar la insuficiencia de las medidas no privativas, ello significaría
que la imposición de una de esas medidas sí podría resultar suficiente para garantizar los
fines. Y así, quedaría abierta la posibilidad para el Juez de Garantías de imponer una o varias
de las medidas no privativas de la libertad.

El texto de la norma no parece tener la mejor redacción y, obviamente, se presta para muchas
dudas o variadas interpretaciones, bien que cualquiera podría decir que para imponer la
detención se requiere probar la insuficiencia de las medidas no privativas, pero que si no se
demuestra esa insuficiencia entonces la única conclusión admisible es que sencillamente no
se puede imponer la detención, sin que pueda tener lugar la imposición de una medida no
privativa ya que esa opción, como tal, no se desprende expresamente del texto legal.

Al punto, esa podría ser una interpretación, pero parece más correcto considerar que en
verdad el legislador lo que quiso fue habilitar la imposición de las medidas no privativas de
la libertad, asumiendo que cuando el solicitante de la detención no logra demostrar la
insuficiencia de esas medidas, corresponde asumir que la imposición de una o varias de ellas
permite garantizar los fines constitucionales y legales de las medidas de aseguramiento.

En esta materia el legislador de la reforma debió ser más explícito, concreto y certero, para
evitar equívocos e interpretaciones acomodadas. Debió referirse expresamente a la
posibilidad para el Juez de imponer una medida no privativa en ausencia de la
fundamentación exigida para la imposición de la detención. Por eso seguimos creyendo que
la fórmula que se utilizó en el Anteproyecto de Código de Procedimiento Penal presentado
por la Corporación Excelencia en la Justicia, en los albores de la implementación del sistema
acusatorio, tenía más claridad y hubiera tenido más éxito, pues indudablemente le concedía
al Juez de Garantías la posibilidad de imponer una medida menos drástica en lugar de la
detención, respetando por supuesto el núcleo de las finalidades de todo aseguramiento.

Sobre el particular, recuérdese lo escrito en su momento:

“El antecedente próximo a las medidas no privativas de la libertad se encuentra en el


Anteproyecto de Código de Procedimiento Penal presentado por la Corporación Excelencia
en la Justicia, en desarrollo del Acto Legislativo 003 de 2002[9]. Allí, en el capítulo de las
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“medidas de aseguramiento” se consagraba la detención preventiva y también, unas “medidas


de aseguramiento alternativas a la detención preventiva”, dentro de las que se encontraban la
“detención en el lugar de habitación” y otras de corte muy similar a las previstas hoy en el
literal B del art. 307 del estatuto acusatorio. No se entendían como medidas de aseguramiento
no privativas de la libertad, sino en realidad, como “medidas de aseguramiento alternativas
a la detención preventiva”, o sea que el Juez de garantías podía preferir la imposición de una
de estas medidas en lugar de la detención preventiva. Así lo establecía el art. 171 del
Anteproyecto: “Siempre que el peligro de fuga o de obstrucción de la investigación o de la
comunidad pueda ser evitado por la aplicación de otra medida menos gravosa para la libertad
del imputado, el juez preferirá imponerle en lugar de la detención preventiva, alguna de las
alternativas siguientes…”.

“Conforme al articulado de ese Anteproyecto en materia de medidas de aseguramiento, era


evidente que el Juez con función de control de garantías podía escoger, en todos los casos,
una medida menos gravosa que la detención preventiva, de una parte porque así lo estipulaba
y autorizaba la norma, y de otra, porque no existía una procedencia expresa de la medida de
detención preventiva respecto de determinados delitos, como sí ocurre ahora al señalarse que
la detención preventiva procede “en los delitos investigables de oficio, cuando el mínimo de
la pena prevista por la ley sea o exceda de cuatro (4) años”. En realidad, eran medidas alternas
a la detención preventiva, pudiendo el Juez “imponer una o varias de estas alternativas,
conjunta o indistintamente, según cada caso, adoptando las medidas necesarias para asegurar
su cumplimiento”. O sea que, aún con la petición de la Fiscalía de imponer la medida de
detención preventiva, podía el Juez no imponer ésta sino una o varias medidas de
aseguramiento alternativas, haciendo menos gravosas las consecuencias para la libertad del
imputado. Es más, el trámite para la imposición de la medida implicaba la petición por parte
del Fiscal de la detención preventiva y solo de la detención preventiva[10], pero el Juez al
resolver sobre esa petición podía dejar a un lado la imposición de esta para preferir una
alternativa”[11].

Como en últimas no se acató lo dispuesto en el mencionado anteproyecto, el legislador


procesal prefirió hacer la distinción entre medidas privativas de la libertad y medidas no
privativas, y así se mantiene hasta el presente, ahora con esta nueva consagración que parece
habilitar la imposición de las medidas no privativas de la libertad cuando no se cumple con
la carga demostrativa para decretar la detención, aunque faltó que el reformador, en un juego
de palabras más directo, así lo hubiera expresado.

3.1. Determinación del contenido y el alcance del parágrafo 2° que adiciona el artículo
307 procesal

En la labor hermenéutica de determinar el contenido y el alcance del parágrafo 2° del artículo


1° de la Ley 1760 de 2015, que adiciona el artículo 307 del Código Procesal Penal, resulta
importante considerar varios aspectos:

(i) En tratándose de la imposición de una medida privativa de la libertad, el Juez


de Garantías solo y únicamente podrá imponerla cuando el solicitante demuestre que las
medidas no privativas son insuficientes para garantizar los fines del aseguramiento.
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“Contrario sensu”, si el solicitante no demuestra la insuficiencia de las medidas no privativas,


no se puede imponer la detención.

(ii) Si el solicitante no demuestra la insuficiencia de las medidas no privativas, puede


ello significar que esas medidas sí serían suficientes para garantizar los fines asegurativos, y
en consecuencia el Juez puede imponer uno o varias de esas medidas de aseguramiento.

La razón para considerar lo anterior es que la norma obliga probar ante el Juez de Garantías
la insuficiencia de esas medidas no privativas, de tal manera que si se llegare a demostrar lo
contrario, o sea que sí son suficientes para garantizar los fines del aseguramiento, se habilita
la imposición de una o varias de esas medidas.

Además, ninguna razón tendría que el legislador se haya referido en ese parágrafo al examen
de la suficiencia o insuficiencia de las medidas de aseguramiento no privativas de la libertad,
si en últimas no se habilita la imposición de ninguna de ellas. Creemos que precisamente la
razón por la cual la norma remite al análisis de esas medidas es para considerar su imposición
en aquellos casos en que se logre acreditar que con el decreto de una o varias de ellas es
suficiente para garantizar el cumplimiento de los fines constitucionales y legales de las
medidas de aseguramiento. Y todo ello para concluir, en consecuencia, que si el solicitante
no logra demostrar la insuficiencia de esas medidas no privativas, no puede imponerse la
detención, pero sí podría imponerse una de esas medidas en cuanto resulten adecuadas y
suficientes para garantizar la constitucionalidad del aseguramiento.

Por su parte, el juicio de suficiencia en relación con la imposición de medidas de


aseguramiento no tiene un patrón legal o una configuración específica en la ley procesal, pero
el desarrollo de la jurisprudencia ha permitido concebir ese juicio cuando se trata de
reemplazar una medida por otra, como sería el caso de cambiar una medida privativa de la
libertad por una no privativa. En esos eventos es necesario evaluar si la imposición de una
medida no privativa garantiza el cumplimiento de los fines constitucionales y legales de las
medidas de aseguramiento, de suerte que no resultaría necesaria la imposición de la detención
intramural sino una medida menos severa que pueda concebirse como suficiente para
satisfacer los fines del aseguramiento, vale decir, que con la medida no privativa no se pone
en riesgo el comparecimiento del imputado, ni se pone en peligro a la sociedad ni se
compromete la actividad probatoria.

Ese juicio de suficiencia no se hace en abstracto sino que se realiza frente a cada caso
concreto, siempre en perspectiva al cumplimiento de los fines de las medidas de
aseguramiento. Así por lo menos lo tiene establecido la Corte Constitucional, en sentencia
que trata sobre la sustitución de la detención carcelaria por domiciliaria:

“…, la orden de reemplazo de la medida de aseguramiento se adopta a partir de dos tipos de


juicio.

“En primer lugar, para ordenar la detención en establecimiento carcelario cuya sustitución se
solicita posteriormente, el juez penal debe verificar la concurrencia de dos elementos:
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– De una parte, debe comprobar que a partir del material probatorio existente, se puede
inferir razonablemente que el imputado o acusado es autor o partícipe del hecho punible
objeto del proceso. Es decir, se efectúa un juicio de probabilidad sobre la comisión del delito.

– Por otra parte, debe realizar un juicio de necesidad que establezca que la privación de
la libertad en establecimiento carcelario es indispensable para asegurar los fines de las
medidas de aseguramiento, es decir, para evitar que el imputado o acusado obstruya el
proceso judicial, ponga en peligro a la sociedad o a las víctimas, o eluda el cumplimiento de
la eventual condena.

“En segundo lugar, cuando el operador debe resolver sobre el beneficio de la sustitución,
debe efectuar un nuevo juicio, esta vez de suficiencia, encaminado a demostrar que otra
medida de aseguramiento menos restrictiva de la libertad, como es la detención domiciliaria,
es suficiente y adecuada para garantizar estos objetivos. Esto significa que la decisión está
en función de estas finalidades”.

Agregando:
“…, el beneficio de la sustitución se confiere tras un juicio de suficiencia, en el que se
demuestra que una medida menos restrictiva de la libertad como la detención domiciliaria,
tiene la potencialidad de asegurar los fines de las medidas de aseguramiento.

“Pues bien, este juicio de suficiencia no se hace en abstracto, sino siempre en concreto, a
partir de las circunstancias relevantes del caso que potencialmente incidan en el
cumplimiento de las medidas de aseguramiento”[12].

Y esto mismo aplica para el cambio de una medida de aseguramiento privativa por una no
privativa, así como para examinar la suficiencia o insuficiencia de las medidas no privativas
de la libertad, que es lo que reclama la norma de la reforma exigiéndole al solicitante de la
medida restrictiva que debe probar la insuficiencia de las medidas no privativas, ya que en
caso de no probarlo no podría imponerse la detención, abriéndose la compuerta para imponer
una o varias medidas no privativas garantizando aún el cumplimiento de los fines de las
medidas de aseguramiento.

3.1.1. Problemas interpretativos

A pesar de la anterior argumentación, resulta innegable que surgen varios reparos en la


interpretación del precepto, debido a la falta de precisión en la redacción de la norma.
Veamos:

– Dígase que como en materia procesal penal estamos ante un sistema eminente rogado
y de postulaciones, importante es señalar que la rogativa de medida de aseguramiento que se
está haciendo por el solicitante es la de que se imponga al imputado una medida de
aseguramiento privativa de la libertad, sin que en ningún momento se esté solicitando la
imposición de una medida no privativa.
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En puridad de verdad, el solicitante lo que quiere es que se imponga la detención, y para ello
debe probar que las medidas no privativas son insuficientes para garantizar los fines del
aseguramiento. Por ninguna parte está solicitando que se imponga una medida no privativa,
sino que forzosamente debe referirse a ellas para justificar su solicitud de detención.

Para los críticos surgiría allí un primer escollo, en cuanto que como el solicitante del
aseguramiento no está pidiendo la imposición de una medida no privativa, no podría el Juez
de Garantías imponerla debido a su falta de postulación. Esa interpretación conduciría a que
el Juez debe abstenerse de imponer la detención porque no se demostró la insuficiencia de
las medidas no privativas, pero no puede imponer una de ellas porque el solicitante no se las
pidió.

En atención al carácter adversarial del sistema acusatorio, la crítica asegura que se estaría
hablando de una especie de medida impuesta a voluntad del Juez de Garantías, facultad que
no le está otorgando el ordenamiento. Y además, afirman que si se permitiera la imposición
de una medida no privativa, la argumentación que sustenta la misma estaría dada por el Juez
y no por el solicitante, cuestión que repugna abiertamente con el modelo acusatorio.

Si bien esa postura puede tener su sustento en el sistema rogado y de postulaciones, creemos
sin embargo que de acuerdo con la integración de la norma al régimen de las medidas de
aseguramiento, el Juez de Garantías sí podría optar por la imposición de una medida no
privativa de la libertad cuando por parte del solicitante no se demuestra la insuficiencia de
esas medidas. La oposición a la no demostración de la insuficiencia es, correlativamente, la
demostración de su suficiencia, razón por la
cual se habilitaría la imposición de esas medidas por considerarse suficientes para garantizar
el cumplimiento de los fines del aseguramiento.

Adicional a esto, no debe perderse de vista que finalmente lo que se está discutiendo es la
imposición de una medida de aseguramiento, y si el solicitante no cumple con la carga
probatoria de demostrar la insuficiencia de las medidas no privativas, se concluye que el Juez
no puede imponer la detención pero sí puede optar por la imposición de una medida no
privativa sin resquebrajar la naturaleza constitucional y legal de las medidas de
aseguramiento, amén que estaría adoptando una medida menos gravosa para la persona del
imputado, pudiendo éste enfrentar el proceso en libertad, respetando y garantizando su
presunción de inocencia.

Y también, dígase que con base en el artículo 27 del C. de P.P., podría habilitarse la
imposición de una medida no privativa sin haber sido esa la rogada por el solicitante, debido
a que esa norma contempla los “moduladores de la actividad procesal” y con base en ella el
servidor público debe ajustar su actuación y sus decisiones “a criterios de necesidad,
ponderación, legalidad y corrección en el comportamiento, para evitar excesos contrarios a
la función pública, especialmente a la justicia”. Por tal razón, si para cumplir con los fines de
las medidas de aseguramiento bastaría la imposición de una medida no privativa, el Juez
podría decretarla, máxime si con ella respeta los principios de proporcionalidad,
razonabilidad y adecuación, siguiendo también lo normado en el artículo 295 sobre la
“afirmación de la libertad”.
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No está de más significar, de todas formas, que ante la rogativa de la medida privativa por
parte del solicitante, el Juez sigue manteniendo la libertad decisoria de abstenerse de imponer
esa medida o cualquier otra medida de aseguramiento, sobre todo en aquellos casos en que
no encuentra acreditados los requisitos del artículo 308 de la legislación instrumental, bien
por ausencia de la inferencia razonable sobre la ilicitud o la autoría en la misma, ora por la
no concurrencia de alguno de los riesgos procesales de consagración expresa. Sabido es que
la solicitud de la medida no implica necesariamente su imposición, de suerte que puede el
Juez en su libérrima decisión abstenerse de la imposición del aseguramiento, cualquiera que
este sea.

– Otro problema interpretativo que se muestra al examinar el alcance del parágrafo


adicionado es la posible contradicción que puede surgir al enfrentar esa norma con el
precepto del artículo 315 del estatuto procesal penal, este último que consagra la procedencia
de las medidas de aseguramiento no privativas de la libertad y que, valga decirlo, no fue
objeto de modificación en la ley reformatoria.

La disposición del artículo 315 establece los casos en que es procedente la imposición de
medidas de aseguramiento no privativas de la libertad, indicando expresamente que: “Cuando
se proceda por delitos cuya pena principal no sea privativa de la libertad, o por delitos
querellables, o cuando el mínimo de la pena señalada en la ley sea inferior a cuatro (4) años,
satisfechos los requisitos del artículo 308, se podrá imponer una o varias medidas señaladas
en el artículo 307 literal b), siempre que sean razonables y proporcionadas para el
cumplimiento de las finalidades previstas”.

Esta norma está señalando expresamente los casos de procedencia de las medidas de
aseguramiento no privativas de la libertad, mientras que la norma del artículo 313 de la
codificación procesal establece los casos de “procedencia de la detención preventiva”, de
donde resulta claro que en criterio del legislador para ciertos casos o delitos proceden las
medidas privativas de la libertad y para otra clase de delitos proceden las medidas no
privativas. Y esa distinción conduce a concluir que no en todos los delitos es procedente la
detención, sino en determinados casos, así como no en todos los delitos procede la imposición
de las medidas de aseguramiento no privativas de la libertad. Esos casos o delitos están
perfectamente diferenciados en los artículos 313 y 315 del estatuto acusatorio.

Entonces, al revisar la norma del parágrafo adicionado y enfrentarla a la norma del artículo
315, se pone en entredicho aquella interpretación según la cual el Juez de Garantías puede en
cualquier caso imponer una medida de aseguramiento no privativa de la libertad cuando el
solicitante de la detención no demostró la insuficiencia de esas medidas no privativas. Y se
pone en entredicho esa interpretación porque según el artículo 315 procesal penal, las
medidas no privativas proceden en determinados eventos y no cobijan toda clase de delitos.

Piénsese, por ejemplo, en que un Fiscal solicita al Juez de Garantías la medida de detención
preventiva en establecimiento carcelario por un caso por el delito de Homicidio Agravado y,
en su solicitud, no logra demostrar la insuficiencia de las medidas no privativas para
garantizar el cumplimiento de los fines del aseguramiento. Según la orientación de la
reforma, ante esa no demostración de la insuficiencia el Juez no puede imponer la medida de
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detención, pero sí podría imponer una medida no privativa de la libertad. Sin embargo, la
imposición de esa medida pugnaría con el mandato del artículo 315, toda vez que para un
delito como el Homicidio Agravado no es procedente la imposición de medidas no privativas.
Como según el canon 315 las medidas no privativas proceden para delitos querellables o para
delitos con pena mínima inferior a cuatro (4) años, allí no tendría cabida el delito de
Homicidio Agravado, y entonces resultaría legalmente improcedente la imposición de una
de esas medidas.

Difícil situación la que se plantea, pues es evidente que el parágrafo 2° del artículo 1° de la
reforma se enfrenta drásticamente con la norma del artículo 315, y tomando como base este
último precepto no sería posible en todos los casos la imposición de una medida de
aseguramiento no privativa de la libertad cuando se descarta la imposición de la detención
por falta de demostración de la insuficiencia de las no privativas, ya que esas medidas solo
operan para determinados delitos.

Surge ese grave problema, en sí, porque desafortunadamente la norma del artículo 315 del
C. de P.P., no fue objeto de modificación alguna en la reforma de la Ley 1760 de 2015, y
además porque en el parágrafo adicionado no se hizo mención expresa a la procedencia de
las medidas no privativas para toda clase de delitos o en ausencia de la imposición de la
detención.

Una vez más se muestra evidente la improvisación legislativa, pero es así, pues mientras
perviva la norma del artículo 315 resulta difícil la imposición de una medida no privativa en
tratándose de cualquier delito, precisamente porque esa disposición restringe la procedencia
de las medidas de aseguramiento no privativas de la libertad a cierta clase de conductas
punibles enunciadas expresamente.

4. DE LA LIBERTAD DEL IMPUTADO O ACUSADO

En las más importantes reformas al estatuto procesal del sistema acusatorio se han hecho
modificaciones al régimen de libertad del imputado o acusado, especialmente frente a las
causales que tratan sobre la libertad por vencimiento de términos. El texto original de la Ley
906 de 2004 dispuso de unos transcursos temporales para la obtención de la libertad y las
reformas han venido incrementando esos tiempos, señalando indistintamente los momentos
procesales a partir de los cuales deben contar
se los términos legales estando el imputado o el acusado privado de la libertad sin obtener
una definición de su situación. También las reformas se han ocupado de aumentar los
términos cuando se trata de situaciones especiales como el concurso de delitos, el número de
procesados y para las investigaciones o juicios por determinadas conductas punibles de
gravedad.

Las normas sobre el régimen de libertad no han sido de pacífico entendimiento, precisamente
por su permanente transformación, y además, se han ido reformando dependiendo de
escándalos particulares, siempre en detrimento de la garantía de libertad del procesado y de
la propia eficiencia en el trámite del proceso. Y en ese sentido las críticas abundan, máxime
cuando existen momentos procesales en donde no se cuenta con reglamentación alguna en
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caso de transcurrir el tiempo sin que el acusado vea resuelta su situación. Al punto, nótese
cómo la doctrina ha venido denunciando esas dificultades:

“Así pues, se pueden identificar como principales problemáticas respecto al tema de la


duración de la prisión preventiva las siguientes:

“1. Los términos se ampliaron de forma injustificada perdiendo la filosofía original del
código.

“2. No existe un término límite frente a la prisión preventiva una vez se instala la audiencia
de juicio, quedando el detenido bajo la posibilidad de estar detenido por años desde ese
momento.

“3. No existe un término límite en el espacio comprendido entre la presentación del escrito
de acusación y la formulación de la acusación que se realiza oralmente en audiencia.

“4. Existe una tendencia en la práctica judicial a negar la libertad por vencimiento de términos
con base en interpretaciones extensivas de lo que son las maniobras dilatorias de la defensa.

“5. En la práctica es casi imposible solicitar la libertad en los espacios procesales que no
cuentan con un término definido, pues hay que acudir a la noción del término razonable, el
cual aún no ha sido del todo comprendido en el medio nacional”[13].

Por lo mismo, después de la reforma de la Ley 1453 de 2011 y en vista de los diversos
problemas interpretativos, los vacíos legales, las críticas doctrinarias y, además, algunos
pronunciamientos de la Corte Constitucional sobre el tema, la reforma del 2015 decidió
establecer una nueva regulación sobre el régimen de libertad. Veamos:

La norma del artículo 4° de la Ley 1760 de 2015 modificó el artículo 317 del estatuto
procesal penal, el cual se refiere a las causales de libertad. Sin embargo, en el artículo 1° de
la ley reformatoria, más exactamente en su parágrafo 1°, también se hace mención a asuntos
relacionados con el régimen de libertad, estableciendo términos máximos de duración de las
medidas de aseguramiento privativas de la libertad.

En efecto, la reforma decide incluir o adicionar un parágrafo al artículo que clasifica las
medidas de aseguramiento en la codificación procedimental, razón por la cual el artículo 307
además de dividir las medidas en privativas o no privativas de la libertad, tendrá un parágrafo
1° del siguiente contenido:

“Salvo lo previsto en los parágrafos 2° y 3° del artículo 317 del Código de Procedimiento
Penal (Ley 906 de 2004), el término de las medidas de aseguramiento privativas de la libertad
no podrá exceder de un (1) año. Cuando el proceso se surta ante la justicia penal
especializada, o sean tres (3) o más los acusados contra quienes estuviere vigente la detención
preventiva, o se trate de investigación o juicio de actos de corrupción de los que trata la Ley
1474 de 2011, dicho término podrá prorrogarse, a solicitud del fiscal o del apoderado de la
víctima, hasta por el mismo término inicial. Vencido el término, el Juez de Control de
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Garantías, a petición de la Fiscalía o del apoderado de la víctima, podrá sustituir la medida


de aseguramiento privativa de la libertad de que se trate, por otra u otras medidas de
aseguramiento de que trata el presente artículo”.

Decidió el legislador poner límites máximos a la privación de la libertad del imputado o


acusado en el trámite del proceso penal acusatorio, indicando que las medidas privativas de
la libertad no podrán exceder de un (1) año, que es igual a decir que a partir de la reforma el
término máximo de duración de la detención es de un (1) año. O sea que un imputado o
acusado no podrá durar más de un (1) año en detención, pues con la expedición de la nueva
ley se establece ese límite temporal como el máximo de duración de la privación de la libertad
estando en trámite el proceso. Es de entenderse que si transcurre ese tiempo, deja de tener
vigencia la restricción dando lugar a la libertad del procesado, aunque también puede
cambiarse la medida privativa por una no privativa, que a su vez se traduce en la libertad del
imputado o acusado.

Según la exposición de motivos de la ley, la razón básica para establecer en un (1) año el
término máximo de duración de la detención consulta también el estimativo temporal de la
duración máxima del proceso, atendidos los términos fijados en la ley para el agotamiento de
las diferentes etapas y momentos procesales. Esto se afirmó:

“La evaluación de los términos procesales causados a partir de la imputación, es el referente


para definir el término máximo de duración de la medida de aseguramiento privativa de la
libertad. La imposición legal de dicho término debe guardar plena coherencia con lo
dispuesto para la correcta administración de justicia. De tal manera, si un proceso penal
ordinario tarda legalmente entre 220 y 310 días en llevarse a cabo, a lo cual se sumaría el
tiempo promedio que en la práctica dura cada audiencia, se considera que un (1) año de
duración de la detención preventiva es un término razonable para garantizar los derechos del
imputado, por una parte, y para administrar justicia de manera efectiva, por la otra”[14].

Esa, se asume, es la regla general. Sin embargo, la nueva normativa dispone que si se trata
de procesos ante la justicia penal especializada, o si son tres (3) o más los acusados, o si se
trata de investigación o juicio por actos de corrupción previstos en la Ley 1474 de 2011 -
Estatuto Anticorrupción-, ese término de un (1) año podrá prorrogarse hasta por otro año,
siempre que así lo solicite la Fiscalía o el apoderado de la víctima. Y si el término máximo
de duración de la detención se vence en uno u otra caso, el Juez de Control de Garantías
podrá sustituir la medida privativa de la libertad por una no privativa de las previstas en el
literal B) del art. 307 del estatuto procesal.

Entiéndase de primera mano que eso es lo que se desprende del texto legal adicionado como
parágrafo 1° del artículo 307. Se establecieron términos máximos de duración de la privación
de la libertad del imputado o acusado mientras cursa el proceso penal, lo cual implica un
avance y una garantía en frente de la detención del procesado, pues de esa manera se procura
evitar las detenciones largas e indefinidas dentro del trámite procesal, así como se exige
mayor celeridad y eficiencia al aparato de justicia para decidir los procesos dentro de los
términos legalmente establecidos. Y con ello, además, se pretendió ajustar la legislación a
los estándares internacionales en donde bastante se ha pregonado sobre la necesidad de fijar
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límites temporales ciertos y precisos respecto a la privación de la libertad del procesado,


acatando a su vez el derecho a un juicio público sin dilacione
s injustificadas. Destáquese:

“Para la Corte Interamericana el derecho a ser juzgado en un plazo razonable tiene como
finalidad impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación, asegurar que
ésta se decida prontamente, establecer una lapso preciso que constituya el límite entre la
duración razonable y la prolongación indebida de un proceso, señalando que resulta necesario
examinar las circunstancias particulares de cada caso. Exige que toda persona sea juzgada o
puesta en libertad en un plazo razonable, pero ello no impide que cada uno de los Estados
parte adecúe esos plazos según criterios de política criminal relacionados fundamentalmente
con razones de interés público”[15].

4.1. Reglas sobre la duración máxima de la detención

Como regla general, la detención del imputado o acusado no pude durar más de un (1) año
en desarrollo del proceso penal.

De análoga manera, si se vence este término de un (1) año de privación de la libertad sin
definiciones procesales, el imputado o acusado obtiene su libertad.

Se asume que ese fue el mensaje del legislador y esa su filosofía.

Empero, como excepción a la regla general el reformador procesal dispuso que en relación
con los procesos de competencia de la justicia penal especializada, o cuando sean tres (3) o
más los acusados, o en los casos por corrupción, ese término máximo de un (1) año puede
prorrogarse “hasta por el mismo término inicial”, lo cual implicaría que en esos eventos la
duración máxima de la medida privativa de la libertad podría ser equivalente a dos (2) años.

Y ese asunto de la prórroga en esos casos excepcionales merece especial atención, pues en
medio de la bondad legislativa la redacción del texto legal puede prestarse para confusiones,
máxime cuando se condiciona su procedencia al querer de la Fiscalía o del apoderado de la
víctima, así como se condiciona la obtención de la libertad a la solicitud que hagan estos
sujetos para que se decrete la sustitución de la medida privativa de la libertad por una no
privativa.

4.1.1. La prórroga de la duración máxima de la detención

Establecido se tiene que esa posibilidad de prórroga de la duración máxima de la privación


de la libertad opera para los casos de la justicia penal especializada y para los procesos con
varios procesados, tres (3) o más, así como para las investigaciones o juicios por actos de
corrupción. Solo en esos asuntos es posible hablar de prórroga del término máximo de
duración de la detención.

Según la nueva ley, el término máximo de un (1) año podrá prorrogarse hasta por otro año,
lo cual no significa que necesariamente y en todos los casos la detención deba prorrogarse
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un año más. La norma indica claramente que la prórroga puede ser “hasta por el mismo
término inicial”, o sea “hasta” por otro año, razón por la cual ha de entenderse que puede ser
una prórroga de cuatro (4), seis (6) o nueve (9) meses, por ejemplo, y no automáticamente de
un (1) año. La expresión “hasta” se refiere al alcance de la prórroga, al límite máximo que
podría tener esa prórroga, es decir, “hasta” en otro año porque un (1) año es el “término
inicial”, pero no está indicando que drásticamente y siempre la prórroga se haga consistir en
un (1) año más.

De tal manera, cuando se presenta la solicitud de prórroga podrá pedirse por una duración
máxima de otro año, pero finalmente será el Juez de Control de Garantías quien decida sobre
el tiempo de su duración, pudiendo moverse en el rango temporal máximo de un (1) año,
aunque con la discrecionalidad de decidir esa prórroga por debajo de ese término.

Para que sea tramitada la prórroga de la duración máxima de la detención se requiere que
exista solicitud de la Fiscalía o del apoderado de la víctima, ya que así lo dispuso
expresamente el legislador para los casos excepcionales. En ese orden, si llegare a faltar esa
rogativa no habría trámite alguno de la prórroga, ya que oficiosamente no puede hacerlo el
Juez de Control de Garantías o no está facultado legalmente para actuar en tal sentido. Su
facultad legal se activa en la medida en que exista la solicitud del Fiscal o del apoderado de
la víctima, según la exigencia de la ley.

Siguiendo esa línea, dígase que en tratándose de los casos especiales que menciona el
precepto (procesos de la justicia penal especializada, tres (3) o más acusados, o actos de
corrupción), si se vence el término de un (1) año de duración de la privación de la libertad
del imputado o acusado y si no se presenta solicitud de prórroga de ese término, el procesado
debe quedar en libertad como si se tratara de la regla general de libertad ante el vencimiento
del término máximo de duración de la detención.

Por el contrario, si se presenta la solicitud de prórroga por la Fiscalía o el apoderado de la


víctima, y además el Juez de Control de Garantías la concede, la persona del imputado o
acusado seguirá privado de la libertad en espera de la definición de su situación procesal, a
menos que se llegare a vencer también el término de la prórroga.

4.1.2. El vencimiento del término de duración máxima de la detención

Si se llegare a vencer el término máximo de duración de la detención como regla general -


un (1) año-, y si en los casos especiales se llegare a vencer el término de la prórroga, entonces,
según la ley, “el Juez de Control de Garantías, a petición de la Fiscalía o del apoderado de la
víctima, podrá sustituir la medida de aseguramiento privativa de la libertad de que se trate,
por otra u otras medidas de aseguramiento de que trata el presente artículo”. Es decir, que
ante el vencimiento del término de duración máxima de la detención se instituye una nueva
modalidad de sustitución de las medidas de aseguramiento.

Sin embargo, creemos que el asunto ante el vencimiento del término merece un mejor
tratamiento: de una parte, (i) porque la ley autoriza su trámite “a petición de la Fiscalía o del
apoderado de la víctima”, sin incluir al propio imputado o acusado o al apoderado de la
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defensa; y de otra parte, (ii) porque si no se llegare a presentar solicitud de la Fiscalía o del
apoderado de la víctima para la sustitución de la medida, quedaríamos en un limbo jurídico
sin definición alguna, al punto tal que aun habiéndose vencido el término máximo de
duración de la detención no podría operar el Juez de Control de Garantías ante la falta de esa
solicitud por parte de esos sujetos conforme lo exige la ley.

En puridad de verdad, no se entiende la razón por la cual el legislador condicionó la


sustitución de la medida a la existencia previa de una solicitud en tal sentido por parte de la
Fiscalía y aún más por parte del apoderado de la víctima, cuando en realidad es el procesado
y su defensa el sujeto que por excelencia debe estar facultado para hacer esa solicitud, ya que
es el más interesado en la propia sustitución del aseguramiento y por ende la obtención de la
libertad. Absurdo, por decir lo menos, que se no se hubiere incluido al imputado o acusado o
al apoderado de la defensa para formular esa solicitud, máxime cuando está en juego el
respeto por el principio de libertad y estarían reunidos todos los presupuestos para que el
procesado acceda a su liberación ante el vencimiento del término de duración máxima de la
detención, así se tra
te bajo la modalidad de la sustitución de la medida privativa por una no privativa. Es obvio
que esa sustitución de medida de que trata la norma implica en todos los casos la libertad del
procesado, pues la medida privativa de la libertad será reemplazada o sustituida por una o
varias no privativas, de aquellas que aparecen enlistadas en el literal B) del art. 307 de la
legislación instrumental.

Y aún y con toda esa situación favorable para el imputado o acusado, creemos que tampoco
se encuentra claridad sobre el propósito del legislador para proponer la sustitución de la
medida de aseguramiento, pues lo que en realidad está en discusión es el vencimiento del
término de duración máxima de la detención -un (1) año en general y dos (2) años para los
casos especiales- y no el cambio de la medida, de suerte que ante el vencimiento del término
lo que procede es la libertad del procesado sin que resulte necesaria o forzosa la sustitución
de la medida. De acuerdo con la confusa redacción del precepto, esta sustitución pareciera
obedecer a una cortesía judicial, a un beneplácito para el sindicado, cuando en verdad lo que
se habilita con el vencimiento de los términos es la libertad del imputado o acusado, no siendo
de recibo establecer condicionamientos a partir de una singular sustitución del
aseguramiento.

Mírese que en realidad esa sustitución de la medida no proviene del decaimiento de los
requisitos sustanciales de las medidas de aseguramiento ni tampoco de otro juicio de
suficiencia, sino que proviene de la propia inoperancia del aparato de justicia, de su demora
o su tardanza en resolver definitivamente el proceso, cuestión que por el contrario debería
solucionarse por la vía de la libertad del acusado y no bajo el condicionamiento legal de una
sustitución de la medida, así la medida no privativa comporte la libertad física del procesado.
Por ahora, resulta prudente recordar a la Corte Constitucional:

“… el principio de seguridad jurídica no puede interpretarse con desconocimiento del


principio de efectividad de los derechos y garantías fundamentales, ni el sindicado o
procesado ha de soportar indefinidamente la ineficacia e ineficiencia del Estado”[16].
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4.2. Causales de libertad

De acuerdo con la nueva ley, se reescribió la norma del artículo 317 de la codificación
procedimental penal, introduciendo algunas modificaciones particularmente en lo
correspondiente a las causales de libertad por vencimiento de términos.

De tal manera, perviven las causas de libertad por el cumplimiento de la eventual condena,
la preclusión o la absolución (causal 1), así como por la aplicación del principio de
oportunidad (causal 2) y como consecuencia de las cláusulas del preacuerdo aceptado por el
juez (causal 3). Las otras causales tuvieron modificaciones como pasa a explicarse, en
esencia, ajustando la legislación a los dictados de la Corte Constitucional.

4.2.1. Causal 4: libertad por vencimiento de términos en la investigación

En realidad, la norma se mantiene intacta, disponiendo que el imputado tiene derecho a su


libertad “cuando transcurridos sesenta (60) días contados a partir de la fecha de imputación
no se hubiere presentado el escrito de acusación o solicitado la preclusión, conforme lo
dispuesto en el artículo 294”.

La modificación estriba en lo concerniente a la ampliación de ese término respecto de


situaciones particulares determinadas por la competencia, el número de procesados o frente
a ciertos delitos en particular. La norma anterior señalaba que ese término se incrementaba a
noventa (90) días “cuando se presente concurso de delitos, o cuando sean tres o más los
imputados”. Aunque también se disponía, por mandato de la Ley 1474 de 2011, que ese
término se duplicaba si se trataba de “procesos por delitos de competencia de la jueces
penales del circuito especializado, por delitos contra la Administración Pública y por delitos
contra el patrimonio económico que recaigan sobre bienes del Estado” si eran tres (3) o más
los imputados o los delitos objeto de investigación.

Ahora todas esas situaciones quedaron redefinidas en el parágrafo 1° del artículo 4° de la


Ley 1760 de 2015, por cuya virtud se tiene que ese término inicial de sesenta (60) días se
incrementará “por el mismo término”, en aquellos casos en que el proceso se surta ante la
justicia penal especializada, también cuando sean tres (3) o más los imputados y cuando se
trate de la investigación de los actos de corrupción de que trata la Ley 1474 de 2011.

En sí, la libertad por vencimiento de términos en la investigación se produce, por regla


general, cuando transcurren sesenta (60) días desde la audiencia de formulación de
imputación sin haberse presentado el escrito de acusación o solicitado la preclusión. Y en
aquellos casos de competencia de la justicia penal especializada, o cuando sean tres (3) o más
los imputados, o cuando se trate de actos de corrupción, el término será de ciento veinte (120)
días.

Como se nota, desaparece el factor relacionado con el concurso de delitos así como los delitos
contra el patrimonio económico que recaigan sobre bienes del Estado, quedando el
incremento reducido a los tres eventos contenidos textualmente en el parágrafo, o sea
“cuando el proceso se surta ante la justicia penal especializada, o sean tres (3) o más los
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imputados, o se trate de investigación de actos de corrupción de que trata la Ley 1474 de


2011”.

4.2.2. Causal 5: libertad por vencimiento de términos en el juicio

La norma anterior señalaba que era procedente la libertad del acusado si transcurrían ciento
veinte (120) días desde la fecha de la formulación de la acusación sin haberse iniciado la
audiencia de juzgamiento.

Ahora la nueva norma dispone que la libertad del acusado procederá “cuando transcurridos
ciento veinte (120) días contados a partir de la fecha de presentación del escrito de acusación,
no se haya dado inicio a la audiencia de juicio”.

Se mantiene el término de ciento veinte (120) días para que se produzca la libertad del
acusado por vencimiento de términos en el juicio, pero la modificación sustancial radica en
el momento de inicio para contabilizar ese tiempo, pues mientras antes se aludía a la fecha
de la formulación de la acusación, ahora se afirma que ese término se cuenta “a partir de la
fecha de presentación del escrito de acusación”.

La razón fundamental de esta modificación se encuentra en un pronunciamiento de la Corte


Constitucional, a partir del cual se estableció el alcance del concepto “formulación de la
acusación”, en cuanto la acusación se concibe como un acto complejo que se integra por la
presentación del escrito de acusación y la audiencia de formulación de la acusación. Además,
la norma anterior se refería textualmente a que el término se contaba “a partir de la fecha de
la formulación de la acusación”, sin distinguir si en efecto se trataba de la celebración de la
audiencia de acusación, o del inicio o la culminación de esa audiencia.

Al punto, importante es destacar los argumentos de la Corporación en tal sentido:

“La expresión “formulación de la acusación” contenida en el numeral 5 del artículo 317 de


la Ley 906 de 2004, permite establecer dos interpretaciones posibles
. La primera, se refiere a que el término para obtener la libertad conforme al numeral 5 del
artículo 317, comienza a contarse a partir de la audiencia de formulación de la acusación,
interpretación que surge de un análisis de la evolución histórica de la disposición acusada.
La segunda, parte del supuesto de que el término referido por la norma analizada debe
contarse a partir de la presentación del escrito de acusación, la cual surge de un análisis
gramatical y sistemático de la Ley 906 de 2004, en el ámbito de las garantías constitucionales
de libertad y presunción de inocencia.

“La ambigüedad de la norma demandada, genera una indeterminación respecto al momento


en que se debe empezar a contabilizar el término para obtener la libertad por vencimiento del
mismo. Si bien, en virtud de la interpretación que de la norma ha hecho la Corte Suprema de
Justicia, se ha entendido que la expresión acusada debe ser asimilada a la audiencia de
formulación de acusación, ya que es el último de los momentos procesales que conforman el
acto complejo de la acusación, la Sala considera que resulta inadmisible y que la única
interpretación que resulta ajustada a la Constitución, en aras de respetar los principios de
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legalidad y de presunción de inocencia, además de salvaguardar los derechos fundamentales


al debido proceso y a la libertad, es entender que la “formulación de la acusación” se equipara
a la presentación del escrito de acusación. Dicha decisión se basa en las siguientes razones:

“1.- En el asunto bajo examen, se presenta el problema de la carencia de claridad sobre la


extensión de la privación de la libertad, por demás provisional, de quien se encuentra
sometido al trámite de un proceso penal. Al no estar regulado el término máximo que debe
mediar entre el escrito de acusación y la audiencia de formulación de acusación, se deja al
arbitrio del juez de manera indefinida la extensión del mismo, lo que conduce a eventuales
dilaciones injustificadas que derivan en abierta vulneración constitucional del derecho de
libertad del procesado.

“2.- La interpretación que avala la indefinición de términos, particularmente cuando puedan


afectar la libertad personal del procesado, resulta inconstitucional. La Corte considera que
el hecho de hacer producir efectos negativos en una medida de aseguramiento, permitiendo
la duración indeterminada en alguna etapa procesal, desvirtúa su naturaleza preventiva y su
propósito de salvaguardar los fines del proceso que le dio origen, adquiriendo connotaciones
desproporcionadas. No evitar tal situación, equivaldría a anticipar la pena, lo cual contraviene
principios generales del derecho, ampliamente reconocidos, entre ellos, el principio de
presunción de inocencia.

“3. La indeterminación, que es prohibida frente a las sanciones penales, debe ser proscrita
ineludiblemente en relación con las circunstancias que den lugar a una privación indefinida
de derechos constitucionales –particularmente de libertad-, como producto de una medida de
aseguramiento.

“4. Por lo tanto, pudiendo entenderse que los términos empiezan a contarse desde uno de los
dos extremos que conforman la acusación, el mejor remedio para conjurar dicha situación
resulta entender que cuando se hace referencia a la formulación de la acusación, se trata del
primer acto procesal de dicho acto complejo, esto es, la presentación del escrito de
acusación”[17].

Bajo esa argumentación la Corte declaró la exequibilidad condicionada de la causal 5 de


libertad prevista en el art. 317, y desde ese momento el concepto de “formulación de la
acusación”, para efectos del conteo de términos en perspectiva a la libertad del acusado, se
empezó a concebir a partir de la presentación del escrito de acusación, circunstancia que en
últimas adoptó el legislador de la reforma para consagrarlo expresamente en la nueva causal
5 de libertad.

Y la doctrina, por su parte, también ha servido para sustentar la razón por la cual ese término
se debe contar a partir de la presentación del escrito de acusación, enseñando una
interpretación sistemática de las normas procesales penales con base en la integración de los
artículos 175 -duración de los procedimientos- y 317 -causales de libertad- del estatuto
acusatorio, sobre todo al señalar la primera disposición que la investigación puede culminar
con la formulación de acusación y la solicitud de preclusión, sin que se afirme en este último
evento que es con la celebración de la audiencia de preclusión. Y en esa virtud, si para el
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caso de la preclusión no se exige el paso siguiente de la audiencia, en igual sentido debe


predicarse respecto de la otra alternativa, vale decir, de la acusación, lo cual permite concluir
que cuando la norma se refiere a “formular la acusación” se está haciendo alusión es a la
presentación del escrito y no a la celebración de la audiencia de formulación de acusación,
ofreciendo de paso un tratamiento igualitario entre esas dos alternativas procesales[18].

No está de más significar, de todas maneras, que en la reforma de la Ley 1142 de 2007, en
su artículo 30, también se estableció que el término para obtener la libertad en el juicio debía
contarse “a partir de la fecha de la presentación del escrito de acusación”, solo que para la
época se refería la causal de libertad al transcurso de noventa (90) días desde la presentación
del escrito sin haberse iniciado la audiencia de juicio oral. Y se concebía que era a partir de
la radicación del escrito acusatorio, cabalmente porque no existía en la ley un término preciso
entre la presentación del escrito y la celebración de la audiencia de acusación, y además
porque en la práctica ya se evidenciaban múltiples dificultades administrativas entre la
presentación del escrito, la asignación del proceso al Juez, la fijación de fecha de la audiencia
de acusación y la celebración y culminación de la misma. Se decía por entonces y con razón,
que con esa modificación se favorecía sin duda al acusado privado de la libertad,
solucionando el vacío normativo de forma garantista al hacer correr el tiempo en su favor e
imponiendo celeridad al trámite para avanzar a la iniciación del juicio, so pena de la
obtención de la libertad por vencimiento de términos[19].

Ahora la reforma del 2015 vuelve a precisar que se contabilicen los términos desde la fecha
de presentación del escrito de acusación, siguiendo el dictado de la justicia constitucional al
establecer la comprensión de la expresión “formulación de la acusación” en frente del
principio de libertad, y de esta manera, si han transcurridos ciento veinte (120) días desde la
presentación del escrito de acusación y no se ha iniciado la audiencia de juicio oral, procede
la libertad del acusado por vencimiento de términos en la etapa del juicio.

Señálese igualmente, que ese término de ciento veinte (120) días podrá duplicarse “cuando
el proceso se surta ante la justicia penal especializada, o sean tres (3) o más los acusados, o
se trate de juicio de actos de corrupción de que trata la Ley 1474 de 2011”, siguiendo lo
previsto en el parágrafo 1° del artículo 317 reformado. En esos especiales eventos se hablaría
del transcurso de doscientos cuarenta (240) días para que se produzca la libertad por
vencimiento de términos.

4.2.3. Causal 6: libertad por vencimiento de términos después de la iniciación del juicio

Incluyó el reformador una nueva causal de libertad provisional, esta vez tomando en
consideración la iniciación de la audiencia de juicio y el transcurs
o del tiempo sin haberse celebrado la audiencia de lectura de fallo.

De esa forma dispuso que el acusado tiene derecho a la libertad: “Cuando transcurridos
ciento cincuenta (150) días contados a partir de la fecha de inicio de la audiencia de juicio,
no se haya celebrado la audiencia de lectura de fallo o su equivalente”.
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Era preocupación latente para todos los interesados en el proceso penal acusatorio que por
ninguna parte de la normatividad se hacía alusión al tiempo que pudiese durar la audiencia
de juicio oral, desde el inicio hasta su culminación o hasta el proferimiento de la sentencia,
pues no existía norma expresa en tal sentido. En la práctica judicial se advertía de casos que
duraban largos períodos en desarrollo del juicio como tal, sin que el acusado contara con un
instrumento idóneo que le permitiera invocar su liberación, pues entre otras la audiencia de
juicio ya había iniciado.

Por lo mismo, decidió el legislador incluir esa nueva causal de libertad estableciendo el
término de ciento cincuenta (150) días como plazo para evacuar el juicio si el acusado se
encuentra privado de la libertad, pues de lo contrario se habilita su derecho a la libertad. Y
para establecer momentos precisos tomó como punto de partida la fecha de inicio de la
audiencia de juicio oral y como punto de finalización la audiencia de lectura de fallo, de
suerte que si transcurren ciento cincuenta (150) días sin haberse celebrado esta última o su
equivalente, procede la libertad por esa causa.

También, conforme lo estipulado en el parágrafo 1° del artículo 4° de la ley reformatoria, ese


término de ciento cincuenta (150) días podrá incrementarse “por el mismo término” en
aquellos casos de competencia de la justicia penal especializada, cuando sean tres (3) o más
los acusados, o cuando se trate de juicios de actos de corrupción contemplados en la Ley
1474 de 2011.

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