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SANANDO EL VÍNCULO MATERNO

Aspectos simbólicos de la madre

La madre siempre es un buen comienzo en nuestro camino de sanación ya que la madre simboliza
gran puerta de la vida.

Tomarla a ella (aceptarla tal como es) es tomar el merecimiento, la abundancia, sentirnos exitosas,
sentirnos parte de la vida.

Todo lo decisivo comienza con la madre; tomar la profesión, tomar los vínculos íntimos, tomarnos
como mujeres.

Ella escribió los aspectos más sensibles e íntimos de nuestra existencia que permanecen en nuestra
psique y nos va influenciando a lo largo de nuestra vida.

Comprender a nuestra madre física como ella es el el primer paso. Saber que no la vamos a cambiar
(si ella cambia será su decisión pero no a consecuencia de nuestros actos). El objetivo de sanar nuestro
vínculo materno es poder cambiar nuestro paisaje interno y hacer un movimiento sano que nos
permita generar una reconciliación con ella.

-Mirarla diferente
-Sentirla diferente
-Dirigir nuestra palabra hacia ella de forma diferente

Tratar a la vida diferente para que así la vida nos trate diferente.

¿Qué es tomar la madre?

1. Asumir que tengo una madre, hacerla y tomarla como parte de mi vida, existe, está presente, hizo
cosas de una u otra manera.

2. Decirle sí a ella con todo lo que ella es y con todo lo que ella trae. Incluirla en mi paisaje interior.
La niña no puede comprender por qué la madre es buena a veces y a veces mala o difícil, pero la
adulta sí puede tomarla con todo lo que ella es, con sus aspectos luminosos y sombríos.

Simbolismos más importantes de la madre

1. La madre es el rostro de la vida. Como yo me relaciono con mi madre me relaciono con la vida.
Si la rechazo, rechazo la vida, las puertas de la vida se cierran para mí. Si yo de adulta la tomo con
todo lo que ella es, me abro a la posibilidad de tomar la vida como es.

Si me cierro a mi madre, me cierro a sus aspectos luminosos también y a todos los regalos que su
linaje me trae. Debemos tomar en integridad a este ser que es nuestra madre física.

¿Qué tan dispuesta estas tú de tomar a tu madre con todo lo que ella trae y por tanto de tomar la vida
con todo lo que ella trae? Lo bueno, difícil, amoroso, perturbador.

2. La madre es la cara del éxito.

Éxito es sentirme buena o sentirme próspera con lo que yo vine a entregar a la vida.
¿Cuál es el don único que vine entregar a la vida?
¿Para qué soy buena?
¿Qué luz aporto a la sociedad?

Hay dos éxitos en la vida: el primer éxito es nacer; imponernos a la vida, decir aquí estoy yo y tomar
la vida. Salir fuera del cuerpo de nuestra madre.

El segundo éxito es llamar a nuestra madre, movernos hacia ella.

Tomamos la vida en la medida que nos nutrimos de ella, de su leche, tomamos a la madre como fuente
infinita; esto nos permite sentir que merecemos abundancia y nutrición (amor).

Cuando somos bebés llamamos a nuestra madre para que ella venga, para que ella nos escuche.

Ir hacia la vida
Moverme hacia la vida
No esperar a que venga a mí

Cuando no pudimos "ir hacia nuestra madre" después de nacer, se produce lo que se llama
"movimiento interrumpido con la madre". Es una experiencia precoz en que este movimiento activo
que va hacia la madre fue interrumpido porque ella estuvo enferma, envuelta en dolor o estuvimos
enfermos u hospitalizados, por lo que ese primer apego no pudo darse.

Esta hija sintió que la necesito tanto pero el hecho de que no viniera (cualquiera sea la razón) lleva a
que esa hija tome una decisión de renuncia hacia su madre; digo que prefiero estar separada de ella y
me hago totalmente independiente de ella. Más tarde cuando mi madre regresa a mí ya es demasiado
tarde porque ya hemos renunciado a ella, nos cerramos a ese contacto físico y a su amor, ya que la
hija recuerda este trauma de la separación temprana, de necesitar y no obtener contención.

Este movimiento interrumpido tiene consecuencias en la vida adulta, cuando queremos construir
relaciones se despierta esta memoria de abandono y nos quedamos congeladas, nos inmoviliza para
avanzar hacia eso que queremos de la vida.

Para sanar el vínculo se debe regenerar este movimiento interrumpido (si es que lo hubo).

Podemos cerrar los ojos, visualizar a nuestra madre frente a nosotras, sentir que a medida que vamos
estando preparadas vamos avanzando hacia ella. Sugiero hacerlo con una fotografía o con ella misma
(si está dispuesta). Caminamos hacia ella muy lentamente y mientras vamos hacia ella nos centramos
en la intención de tomar la vida, la nutrición, la profesión, los vínculos. Siempre con los ojos cerrados.
Lo podemos realizar también con la pareja, con un ser amado. Cuando lleguemos a nuestra madre,
nos dejamos descansar en sus brazos. Con este acto simbólico dejamos de lado la decisión que
tomamos de pequeñas de volcarnos hacia una exagerada independencia, de no permitirnos ser
vulnerables o sensibles; viviendo bajo el lema "yo puedo sola".

Este movimiento sanador también puede usarse para las relaciones amorosas, ya que el movimiento
interrumpido hacia la madre también afecta los vínculos con la pareja. Lo que sucede es que cuando
queramos ir a tener una pareja no podemos ir activamente en busca de ella y cuando la persona viene
hacia nosotros tenemos dificultades con la cercanía, miedo a la intimidad.
3. La madre es el rostro de nuestra felicidad. La felicidad más grande cuando pequeños era tener
a nuestra madre dentro del campo de visión, estar cerca de ella, sentirla cerca. Hay que hacer una
búsqueda activa de la felicidad, debo moverme a los espacios que me traen felicidad. Esto está
relacionado con el movimiento original con la madre.

En este camino simbólico el primer movimiento es hacia la madre y ella nos da permiso para ir hacia
nuestro padre. Si ella está con rabia, se queja, está despechada, frustrada o muy dolida, esa puerta
hacia nuestro padre está cerrada.

Para sanar los vínculos maternos y paternos, tomo a mi madre y padre de forma separada como mis
canales para la vida, no como pareja, ya que es un campo que no me corresponde.

MEDITACIÓN 1: IR HACIA LA MADRE

Respiración: Contando hasta 4 inhalando por la nariz, exhalar por la boca contando hasta 4.

Entramos en un estado profundo de relajación, en una amplia capacidad de mirarme profundamente.

Cerramos los ojos y con cada respiración sentimos cómo la energía de nuestra madre biológica nos
va envolviendo, nos va rodeando hasta que ella se aparezca en una imagen aquí, al frente.

Puedo ver a mi madre como la conozco ahora, aquí en frente de mí. Observo los detalles de su cara,
la expresión que ella me transmite, la postura de su cuerpo, sus manos, sus pies, observo todo de ella,
cada detalle. Observo también la distancia en la que estamos la una de la otra, ¿estoy lejos o cerca de
ella?

¿La relación es distante o es más bien cercana?

¿Qué tan enraizada ha estado su presencia en mi vida?

Tomando conciencia de la distancia a la que estamos, me doy cuenta si puedo avanzar unos pasos...
unos pequeños pasos hacia ella. Si no es así y siento la necesidad de mantenerme en mi lugar o
alejarme aún más de ella, voy hacia donde me invita esta energía. ¿Es un movimiento de atracción o
más bien de repulsión? Según donde me vaya llevando mi cuerpo continúo mirando los ojos de mi
madre.

Detrás de ella puedo visualizar a sus padres: mi abuela materna y mi abuelo materno. Puedo percibir
la relación existente entre ellos tres. Y de esta forma puedo mirar amplia y profundamente lo que
significó estar en los zapatos de mi madre, lo que ella debió cargar, lo que ella debió pasar.

Y luego de ver a mi madre más ampliamente, doy un pequeño paso hacia ella, ya sea fácil o difícil
para mí. Voy hacia mi madre y a medida que me acerco a ella puedo decirle "sí, tú eres mi madre. Sí,
y te reconozco como tal". A medida que voy acercándome a ella también me acerco a mi profesión,
a mis relaciones, al éxito, a la felicidad, al dinero, al merecimiento. Y, por sobretodo, cuando me
acerco a ella me estoy acercando a la vida.

Continúo acercándome hasta donde pueda llegar hoy día. Y, finalmente, si logré llegar hasta ella, me
dejo descansar en sus brazos, sólo si ese movimiento nace auténticamente. Apoyo mi cabeza en su
pecho, ella me abraza rodeándome y en ese momento tomo mi rol como hija, me permito ser
vulnerable y sensible.

Y con esa imagen me quedo.

Herida con la madre

La relación con nuestra madre es un modelo de la relación que tenemos con nosotras mismas desde
niñas a adultas. De nuestra madre adquirimos la capacidad de mirarnos, de cuidarnos, de cubrir
nuestras necesidad desde las más básicas a las más complejas.

Así como nuestra madre se cuidaba a sí misma, a nosotras y los espacios de su propia vida, vamos
observando y aprendiendo desde ella estos aspectos (autocuidado, empatía, límites sanos). Así
formamos los cimientos de programaciones y creencias que nos llevan a tener una concepción acerca
de nuestra capacidad de maternar nuestra propia vida.

Maternar es ser madre de sí misma, nutrirnos, satisfacer necesidades emocionales, contenernos,


cuidarnos, cuidar nuestros espacios y relaciones, las gestaciones reales o simbólicas (proyectos,
trabajo, etc.).

La relación de nuestra madre puede ser de muchas formas: sana, equilibrada, contenida, difícil,
violenta, abusiva, tóxica.

A medida que vamos creciendo internalizamos estos aspectos y la relación que establecimos como
madre e hija continúa viviendo dentro nuestro cuando somos adultas. Esta relación continúa siendo
proyectada en nuestros vínculos más cercanos. Extrapolamos o proyectamos nuestras carencias en
otros.

Forma de visibilizar la herida con nuestra madre.

Primero que todo debemos desidealizarla y humanizarla. Cuando niña necesitamos que nuestra madre
sea como dios: que sea perfecta, buena, que me trate con amor, que siempre presente para mí.
La niña crece con esta idealización con tal de sobrevivir, con tal de sentirse segura, aunque no lo esté.

Cuando somos adultas tenemos una frustración porque esta niña vio que su madre no cumplió ese
ideal. Tenemos rabia o frustración porque quizá fue difícil o fría o maltratadora. La adulta mantiene
viva esa rabia de la niña y la frustración de este conflicto entre el ideal y la realidad que vivió.

Para que esta adulta pueda avanzar hay que desidealizar a la madre. Verla como una humana
totalmente común, capaz de equivocarse, de hacer las cosas mal, de hacer daño, de ser violento, capaz
de colapsar y llegar a su límite y hacer cosas de las cuales se arrepiente.

La niña no puede procesar esto y sólo se siente herida, pero la adulta sí puede y así es capaz de tomarla
con todo lo que ella trae. Aceptarla como es sin la necesidad de cambiarla, cambiar su visión, etc.

Al soltar esta frustración, rabia, desaliento, algo dentro mío madura y puedo tomarla con todo lo que
ella es, con todo lo que ella trae y así hacer madurar a la madre que tengo dentro de mí.

Esta madre interna va cuidándome, va cubriendo mis necesidades.


No queremos que esta madre interna sea perfecta, sea mejor que la madre que tuvimos o que cubra la
necesidad de esa madre que siempre quise tener y no tuve, ya que eso me pondrá en una posición de
arrogancia con respecto a nuestra madre física. Esto la pondría en competencia, llegando a creer que
puedo ser mejor madre de lo que ella fue para mí, lo cual le quita la dignidad a mi madre porque desde
la arrogancia no la estoy tomando tal como es.

Si le permito su dignidad, me permito su grandeza y me quedo como hija.

Heridas maternas

1. Todas aquellas necesidades que sentí que no fueron cubiertas (amor, protección, seguridad,
alimento, presencia, sentirme vista) me generan memorias de desamparo, de desprotección y
vulnerabilidad, heridas que se mantienen vivas y se infectan. Una vez que esa niña es adulta,
busca llenar esos vacíos con otros vínculos que no tienen la capacidad de llenar esa herida.

Para sanar esa herida se debe hacer un duelo interno para que esa niña interna pueda despedir a esa
madre que nunca tuvo. Decir adiós a ese ideal que nos lleva a comparar a la madre como fue. Hacer
un duelo y sufrir eso nos lleva a liberar una gran carga. Puede ser con una carta o con un ritual
simbólico. Si me doy permiso de vivir este duelo puedo despedir la frustración, la rabia y el dolor que
yo llevo.

Nuestra madre sólo pudo cuidarnos hasta el punto en que ella fue cuidada y hasta el punto en que
pudo cuidarse a sí misma. Si su mamá no pudo cubrir sus necesidades emocionales de una mejor
forma tampoco podrá cubrir nuestras necesidades de mejor forma. Así se crea una cadena de niños
internos heridos transgeneracionalmente. Con esta perspectiva amplia podemos comprender que no
hay ningún culpable en nuestro árbol. Continuar culpando a nuestra madre de nuestras heridas nos da
una visión limitada.

2. Muchas veces parte de nuestro dolor personal como adultos tiene que ver con que cargamos
parcialmente parte del dolor personal de nuestra madre. La niña que desea salvar a su madre
intenta salvarla o sanarla por amor ciego. No está viendo la tremenda grandeza de su madre, sino que
ve su necesidad de tener una madre disponible para sí. "Si mi madre está sana puede cuidar de mí".
Además, cargamos en nuestros hombros la historia materna, sin vivir nuestra propia vida y creando
nuestras propias historias.

3. Cuando somos pequeños y nuestra madre está envuelta en un gran dolor, sólo mira a sí misma y a
su dolor. No nos sentimos vistos por nuestra madre y queremos ser vistos en nuestra relación de pareja
al ser adultas. Debemos aprender a mirarnos a nosotras mismas como prioridad, y también esperar
ser importantes para otros.

MEDITACIÓN DE DUELO HACIA EL IDEAL DE MADRE

Respirando 4 tiempos
Inhalamos en 4 tiempos
Exhalamos en 4 tiempos

Manteniendo ese ritmo de respiración.


Así se va abriendo mi capacidad de mirar amplia y profundamente mi paisaje interno.

Sigo respirando y siento cómo la vida pasa a través de mí por medio de la respiración.

Con cada inhalación y exhalación traigo aquí presente a mi madre para que la imagen de ella y su
presencia se manifieste aquí frente de mí. Con cada respiración su imagen se va haciendo más clara
y más nítida. Ella se va presentando como cuando era más joven, de acuerdo a las primeras imágenes
que tengo de ella, los primeros registros de mi madre que conservo en mis memorias.

A medida que ella se va haciendo más nítida observo los detalles de su ropa, la cual probablemente
sea de otra época. Observo sus manos, sus pies, su cabello y finalmente observo su rostro y sus ojos.

Ella está muy joven frente a mí y siento cómo yo ahora la estoy mirando desde los ojos de mi niña
interna.

Me siento muy pequeñita para verla a ella. Debo mirarla hacia arriba.

Estoy en estos momentos en los zapatos de mi niña interna.

¿Qué siento en este momento al experimentarme nuevamente en este cuerpo pequeñito?

¿Cómo me siento con respecto a mi madre que la veo como un gigante?

¿Qué me transmite?

Me mantengo consciente y totalmente abierta a todo lo que tenga que mostrarse para mí.

Presencio lo que de niña sentía hacia mi madre, ya sea el querer estar junto a ella, el temor o el
rechazo. ¿Qué siente mi niña interna hacia ella?

Y continúo observándome. Poco a poco en su presencia también voy haciéndome consciente del ideal
que hacia ella pude experimentar. Tal vez ella para mí era una súper heroína o quizás también la veía
como un dios todopoderoso. ¿Acaso yo de niña sentí el deseo de dar la vida por ella o de morir en su
lugar?

Entonces me siento totalmente pequeña y vulnerable frente a su grandeza.

Quizás ella se sintió sola y no fue fácil criarme. Quizás muchas veces la vi colapsar, gritar o
sacudirme.

En este momento hago consciente toda la rabia y frustración que mi niña interna experimenta hacia
su madre, ya sea por el trato recibido, las expectativas no cumplidas, las sensaciones de no sentirse
vista o no sentirse amada e incluso de ser rechazada y maltratada por la propia madre.

Regreso entonces a esa memoria que me duele con respecto a esa madre.

Voy al origen de la herida de mi niña interna.

Y ahora observo si ese cúmulo de rabia o de frustración hacia la madre continúa viviendo dentro mío
ahora de adulta.
Entonces me pregunto: ¿cómo se siente mi niña interna en mi presente?

¿Mi niña interna reclama sus necesidades no cubiertas en otros, proyectando la necesidad de una
madre en otros? ¿en quienes?

¿Qué lugares de mí se quedaron infantiles y heridas?

¿Cuáles son mis principales carencias como adulta?

Totalmente consciente y despierta van apareciendo respuestas a todo ello...

De esta forma todo lo que pueda estar enmarañado para mi presente se revela, se muestra, se ilumina
haciéndolo muy claro.

Tomo conciencia de lo que siento al mirar a mi madre desde los ojos de la niña y sobretodo desde los
ojos de la niña herida.

Cuando tomo conciencia de ello la imagen de mi madre de joven va desapareciendo gradualmente.

Respiro conscientemente sintiendo el aire que ingresa por la nariz, sintiendo el aire que sale por la
boca lentamente también y siento como la vida pasa a través de mí por medio de la respiración.

Poco a poco voy regresando al ser adulto que soy hoy.

Traigo aquí presente nuevamente a la imagen de mi madre con cada respiración. Aparece frente a mí
como la conozco ahora (o como la recuerdo más recientemente si ella ya no esta junto a mí).

Observo su ropa... sus pies... sus manos... su cabello... su rostro... la expresión que tiene.

Ahora puedo verla de adulta a adulta. Su cara y la mía quedan a un mismo nivel. Ahora tenemos
estatura más cercana.

Tomo conciencia de cómo me siento mirando a mi madre desde mi yo adulta.

¿Continúa viviendo dentro mío la rabia de la niña herida? Encuentro una respuesta sincera para mí.

La miro fijamente a los ojos. Puedo ver en ella a su propia niña herida. Puedo ver su vulnerabilidad
y su fragilidad.

Detrás de ella puedo ver a su madre y a su padre a su espalda. Puedo percibir la relación que ella tuvo
con ellos. En esa tríada con madre y padre ella guarda sus alegrías más grandes y sus dolores más
profundos. Detrás de sus padres están sus abuelos y detrás sus bisabuelos.

Puedo ver el bagaje ancestral que ella trae, lo que ella debió cargar y vivir.

Puedo verla como una mujer totalmente común, como cualquier otro ser humano.

Una mujer con heridas una mujer vulnerable capaz de cometer errores, capaz de hacer daño, capaz
de amar y capaz de odiar. Mi madre es una mujer totalmente común. Y la honro como tal. Ella no es
dios ni tampoco una superheroína.
Ella tiene espacio para cometer errores y repararlos o no.

Miro nuevamente hacia sus ojos percibiendo sus miedos de niña y su vulnerabilidad. La tomo como
ella es, con su parte más humana y con su parte más luminosa. La tomo con su niña herida y como la
mujer sabia que vino antes que yo a esta vida.

Me acerco mas hacia ella y mirándola a sus ojos le digo:

"Madre, te libero de ser perfecta.

También me libero de mi necesidad infantil de haber tenido una madre omnipotente, omnipresente y
perfecta.

Hoy estoy preparada para tomar todo lo que viví contigo como parte del aprendizaje vital que mi alma
vino a transitar.

Más allá del dolor, el miedo y el rechazo. Todo esto me ha ido transformando en una adulta íntegra,
amorosa, compasiva, creativa y con un inmenso corazón.

Gracias."

Junto mis manos en forma de rezo frente a mi madre. Continúo mirándola de adulta a adulta. Teniendo
siempre claridad que yo soy la pequeña y ella la grande. Suelto toda expectativa hacia ella y al fin
ambas quedamos libres.

Entre más libre yo, más libre mi madre.

Entre más libre mi madre, más grande mi espacio de mujer adulta.

MEDITACIÓN PARA SANAR LA NIÑA HERIDA

Respiración 4 tiempos (inhalando en 4 tiempos y exhalando en 4 tiempos)


Para mantener equilibrados los hemisferios cerebrales.

Siento cómo la vida ingresa a través de la respiración.

Me voy sintiendo cada vez más contenida, abrazada, envuelta en un gran y profundo amor. Un amor
antiguo y ancestral. Disponible para mí.

Voy a llevar con cada respiración toda mi atención hacia el centro del pecho, muy cerca del corazón.

Ahí voy a visualizar el hogar de mi niña interna.

Un pedazo de mi alma capturado desde mi infancia.

Mi niña interna soy yo misma cuando pequeña.

Y visualizo que mi mirada poco a poco se introduce en esa cavidad del corazón.
Ingreso en él como si estuviese ingresando en una caverna y ahí en un rincón observo a mi niña
interna pequeñita asustada. Percibo toda su fragilidad, toda su sensibilidad y vulnerabilidad.

A través de mí pasan imágenes que me recuerdan todas las veces que me sentí así de pequeña. Que
me sentí triste, sola, abandonada. Que no hubo ningún adulto para explicarme o hacerme sentir que
estaba conmigo.

Y entonces comprendo que desde esta niña interna que se siente abandonada vienen todos mis dolores,
carencias, vacíos, necesidades no cubiertas.

Me hago consciente también del ser adulto que soy hoy, de la gran mujer que de este dolor he
construido, me siento totalmente capaz de proteger y de cuidar a mi pequeña niña interna. Hoy me
siento con la fuerza y con la intención de maternar a mis seres más frágiles.

Respiro conscientemente y poco a poco me voy acercando a mi niña herida, la tomo entre mis brazos,
la acurruco en mi pecho y con eso ella ya se siente amparada y protegida.

Me siento en este momento una adulta totalmente capaz de mantenerse a sí misma. Capaz de mimarse,
protegerse, abrigarse y cubrir sus necesidades.

Y le digo a mi niña interna: "Tranquila, todo estará bien, nada malo ni peligroso va a sucederte. Todas
tus necesidades están siendo cubiertas en este momento."

Percibo cómo mi niña interna se siente contenida y acunada en mis brazos. Miro a los ojos de esa
niña pequeña con profunda ternura y amor.

Y enraízo esta imagen interna dentro mío.

Hoy mi madre interna está lo suficientemente madura y sabia para proteger, cuidar y amparar a mi
niña interior.

Hoy soy una gran madre para mí misma, una gran madre para mis memorias de vida.

Y desde todo lo que no tuve y no recibí emocionalmente en mi infancia aprendí la importancia de


amarme infinitamente hoy día.

Reservo esta imagen en mis memorias.

MEDITACIÓN FRASE SANADORA CON LA MADRE DIFÍCIL

Respiración 4 tiempos (inhalando en 4 tiempos y exhalando en 4 tiempos)

Con cada respiración mi madre aparece frente a mí. Observo su rostro, su cuerpo, lo que me transmite
su mirada. Detrás de ella veo su bagaje ancestral. Padre, madre, abuelos, bisabuelos.

Tomo conciencia de lo que significó para ella vivir la vida desde sus zapatos.
Tomo conciencia de todo lo que me duele desde ella, todo aquello desde lo cual me he sentido
maltratada, abandonada o desamparada.

Todo eso que recibí de ella y que fue tan difícil para mí proviene de su gran herida, del dolor de su
niña interna.

Respiro a través de todo eso e intento mirar un poco más ampliamente y más profundamente toda esta
situación.

Intento mirarla más allá de la herida que se ha causado en mí a causa de la relación con mi madre.
Entiendo que ambas hemos sido tomadas al servicio por nuestro árbol familiar.

Entiendo que mi alma ha elegido a ella como mi madre ya que fue, es y será la más idónea para mi
camino de aprendizaje.

Antes de nacer la elegí a ella para venir a aprender algo de esta vida.

Mirándola a los ojos le digo:

"Madre, te honro y te agradezco. No me lo has hecho fácil, al contrario ha sido muy difícil estar junto
a ti, sin embargo, te agradezco tanto, todo esto me ha hecho crecer."

Sentimos cada una de esas palabras vibrando en cada célula de nuestro cuerpo. Nos quedamos
mirándola a los ojos, mirando su reacción ante nuestra frase sanadora.

Ejercicio para comenzar a sanar el vinculo materno

Mantener un diario (9 días mínimo). En este diario vas a escribir una pregunta (cada día) que le harías
a tu madre y a continuación escribes una respuesta, tal y como si tu madre te estuviera respondiendo.
Permite que surja libremente el inconsciente. Esta conversación escrita con nuestra figura materna
será liberador y revelador ya que sacará a la luz mi visión de mi propia madre y también a mi madre
interna.

Cada día escribimos mínimo una pregunta, creando un diálogo interno que poco a poco va a ir sanando
nuestras heridas.

No pienses mucho la pregunta o la respuesta. Permite que tu inconsciente se vaya revelando.

MEDITACIÓN DE RECONCILIACIÓN MATERNA

Antes de comenzar la meditación tomo una fotografía de mi madre y la pongo cerca de mí,
sobre mis piernas o a un lado.

Respiro profundo 3 veces.


Visualizo el corazón del Cielo, la fuente del Universo. Desde ahí veo cómo desciende un
rayo de luz brillante que atraviesa el cielo, cruza el espacio, cruza el techo y llega a mi
coronilla, entrando en mi cabeza.

Ingresa a mi cuerpo llenando mi cerebro de luz, iluminando mis pensamientos, aclarando mi


mente.

Del cerebro baja a la garganta, iluminando mi capacidad de comunicar, endulzando mis


palabras.

De la garganta baja al corazón, iluminando mi amor y compasión, abriendo mi capacidad de


dar y recibir.

Del corazón baja al plexo, iluminando mi seguridad y autoconfianza, mi amor propio.

Del plexo baja al útero, iluminando mis memorias sexuales, mi creatividad y la relación con
mi madre.

Del útero baja a la raíz, a la base de mi columna, iluminando mis raíces ancestrales, mi
pertenencia a un lugar y la relación con mi padre.

De la raíz baja a través de mis piernas como raíces firmes y gruesas que ingresan en la tierra
y siguen bajando, atraviesan las napas subterráneas y siguen bajando hasta llegar al corazón
de la Madre Tierra.

Desde allí inspiro con fuerza para subir su energía, pasándola por cada uno de mis centros
desde la raíz hasta la coronilla y elevándose más hasta llegar al corazón del Cielo.

Siento la energía femenina y masculina, de padre y madre divinos pasando a través de mí...

Visualizo a mi madre frente a mí. Comienzo visualizando sus rasgos más característicos; sus
ojos, su boca, su nariz, su pelo.

Sigo con otros detalles; la forma de su cara, sus hombros, sus brazos, sus manos, ¿cómo son
las manos de mi madre? ¿Qué reflejan?

Miro sus piernas, sus pies, ¿me he detenido a mirar los pies de mi madre? ¿Cuántos caminos
ha transitado con esos pies?

La visualizo completamente.

Primero la veo en su versión actual, observo lo que me transmiten sus gestos, cuánta vida y
cuánto peso habrá detrás de ella.

Me permito mantener una apertura de corazón y mirarla con los ojos del alma, no con los
ojos del ego.
Cada persona sólo puede entregar amor hasta el punto en el que ella lo recibió.

Visualizo cómo poco a poco mi madre va haciéndose más joven, hasta llegar a ser una niña.

La observo. ¿Cómo se encuentra? ¿Qué emoción siente? ¿Está sonriendo o está triste?

Veo detrás de ella a su madre y a su padre. Puedo percibir la relación entre los tres y cómo
eso afectó a esa pequeña niña frente a mí. Las carencias, abandonos, violencia, tristeza, lo
que sea que ella haya vivido.

Sólo la observo ampliamente, sabiendo que esa mujer, mi madre, es una niña interna herida,
al igual que yo. Y a partir de esa herida ella se relaciona.

Me permito sentir compasión por ella. Empatía.

¿Cómo habrá sido mi mamá antes de toda su historia y sus tristezas?


¿Cómo se habrá reído?
¿Qué le habrá gustado hacer?

¿Qué pensará y sentirá por su mamá?


¿Qué pensará y sentirá por su papá?

La observo en toda sus circunstancias, sólo recibiendo la información que me llegue.

¿Qué me gustaría decirle a esa niña? Puedo decírselo si así lo deseo, con suavidad.

Ahora la visualizo un poco más grande, como adolescente y sus padres un poco más grandes.

¿Cómo habrá sido su primer amor?

¿Su primera decepción?

Quizás a esta edad le pasaron otras cosas que fueron marcando su camino. ¿Qué sé de esta
parte de su historia?

Sólo la observo. Una adolescente, aun con esperanzas en la vida.

Si siento que hay algo que pueda decirle, lo hago.

Sigo viéndola crecer hasta ver a mi madre embarazada de mí. Está tocando su vientre y tiene
una sonrisa en el rostro.

¿Cómo se habrá imaginado ser mamá?

Quizás pensó ser la mejor mamá del mundo, pero sus heridas no se lo permitieron.
Quizás hizo planes pensando en mí pero más adelante sólo pudo cumplirlo parcialmente.
Quizás tenía muchas frustraciones.
Quizás no quiso ser madre en un inicio y eso es válido también.

La veo como una mujer con dudas, con miedos. Humana.

Me permito observarla también con sus padres detrás, ahora más mayores aún. Percibo la
relación que hay entre ellos y comprendo el contexto que vivió mi mamá.

¿Cómo habrá vivido su embarazo?

La observo, la recibo con apertura de corazón.

Puedo decirle algo si así lo deseo, al tomar conciencia de su historia.

La veo conmigo en sus brazos. Haciéndome cariño y sonriéndome. Sé que hubo momentos
de completa conexión y felicidad con mi madre y me permito sentirlos, sabiendo que son
esos espacios cuando su herida se sanó un poquito más. Mi madre es más que su herida y me
permito tomar conciencia de ello, con amor y compasión. Agradecimiento.

Finalmente puedo ver a mi madre sola, con sus padres detrás. Tal como es actualmente.

Ella me mira con una sonrisa, agradecida del momento que me tomé para ver más en su
historia, para ver más en ella.

También le agradezco por abrir su corazón a mí.

Al verla a los ojos, doy un paso hacia ella.

Esta mujer es aquella que yo elegí para ser mi madre, por razones que mi alma sabe y que
poco a poco iré recordando.

Ella me dice: Te amo, hija, gracias por entender mi rol en tu vida.

Le puedo decir palabras de amor si así lo deseo, frases sanadoras.

Todo aquello que haya quedado en el tintero, puedo decírselo ahora, en ese espacio sagrado.

Una vez le haya dicho lo que deseo, tomo la fotografía entre mis manos y la acerco a mi
corazón. Visualizo en mi corazón una puerta que se abre y veo cómo mi mamá se va haciendo
más y más pequeña hasta ser del tamaño adecuado para entrar por esa puerta.

Respiro profundo 3 veces dándole la bienvenida y recibiendo a mi madre en mi corazón.


Recibiendo la vida en mi corazón, con todo lo que es, tal como es.
Me permito sentir a mi madre en este hogar que le brindo voluntariamente.

Respiro lentamente sintiendo su energía, la energía de su versión más sana y sabia que hoy
habita en mi corazón.
La vida es parte de mí.
Soy parte dela vida.

Gracias, gracias, gracias.

MEDITACIÓN SANACIÓN DE MEMORIAS UTERINAS Y RECIBIMIENTO DE


LA MADRE (VIDA)

Me recuesto en un lugar cómodo tapándome completamente, de la cabeza a los pies. Puedo


dejar mi rostro descubierto. Cierro los ojos.

Visualizo a madre y padre frente a frente, convocados por una fuerza mayor a ellos. Ambos
están mirándose, aceptándose, conectándose y rindiéndose a la creación. Diciendo SÍ a este
hijo o hija que necesita de ellos como canal.

Nos quedamos un momento, visualizándolos en receptividad el uno del otro, encontrándose


ahora en sus versiones más sabias y sanas. Se sonríen, diciéndose SÍ.

Mi madre recibe a mi padre, mi padre recibe a mi madre.

Visualizo útero, corazón y conciencia de mi madre en apertura, sus centros de creación


puestos al servicio.

Visualizo centros sexuales, corazón y conciencia de mi padre en apertura, sus centros de


creación puestos al servicio para mi materialización.

Ambos en un abrazo luminoso s unen, y se funden el uno al otro; en el centro de esa unión
comienza a originarse mi existencia.

Padre y madre se convierten en mis Canals físicos para mi materialización en la tierra.

En ese momento digo SÍ a todo lo que padre y madre tienen para entregarme como herencia
de sus árboles.

Mi existencia comienza materializándose en una pequeña célula, siento como ésta se enraíza
en alas tierras del útero materno. Digo SÍ a ocupar el útero de mi madre, digo SÍ a la mujer
que es mi madre, digo SÍ al hombre que es mi padre, digo SÍ a la vida.

Comienzan a transcurrir los primeros minutos, las primeras horas, los primeros días dentro
del cuero de mi madre. Estoy íntimamente conectada a ella, puedo percibir todo lo que ella
siente, siento sus certezas y sus miedos ante mi existencia, aun así a pesar de todas las
resistencias que ella pueda tener y todas las resistencias de mi padre, ellos están permitiendo
mi existencia.
A medida que continúa pasando el temo, voy tomando la forma humana, y tomo todo lo que
necesito para crecer.

A medida que crezco digo SÍ a la vida, SÍ a la nutrición, SÍ a merecer vivir, SÍ a merecer


existir, SÍ a mi madre, SÍ a mi padre.

A medida que mi cuerpo crece más, tomo la posición fetal y comienzan poco a poco las
señales para abandonar el cuerpo de mi madre, recibir la luz, respirar por mí misma y también
recibir a mi padre.

Me permito estar unos minutos más dentro de este primer hogar, acariciando las paredes del
útero de mi madre para hacerle saber que agradezco que ella haya sido mi primer hogar.
Siento también sus caricias a través del vientre materno.

Visualizo frete a mí un punto de luz y voy hacia él. A medida que me acerco e hace más
grande, estoy abandonando el útero y me preparo para recibir la vida, mientras atravieso ese
canal. La luz, que es la energía de la vida, se va haciendo más potente y digo SÍ una y otra
vez.

Cuando ya estoy fuera del útero de mi madre inspiro profundamente dando mi primer soplo
de vida y digo SÍ A LA VIDA CON TODA SU ENTEREZA en voz alta.

Miro hacia mi ombligo y tomo con suavidad el cordón umbilical entre mis manos. Dando
gracias a mi madre y siempre en amor, corto el cordón umbilical mientras digo mi nombre.
Hoy soy mi propia persona.

Miro hacia adelante y veo una luz blanca, la vida, que me está esperando. Doy un paso hacia
ella y estiro mis brazos para tomarla entre mis manos. Cuando la tomo la acerco a mi corazón
para recibirla en apertura.

Digo SÍ a la vida (en voz alta)

SÍ a la existencia

SÍ al merecimiento

SÍ a mi madre

SÍ a mi padre

SÍ a mí misma

Me quedo unos minutos implemente respirando, sintiendo como la vida va pasando a través
de mí. Cuando la sienta en todo mi cuerpo, doy un paso hacia adelante para sellar este
compromiso con la vida.
Gracias, gracias, gracias.

Yo soy ____ (mi nombre)

Me quedo en el eco de mi nombre, sintiendo mi cuerpo como parte mía, todo mi ser sólo mío,
mi propia persona en equilibrio y contacto con la vida, con la energía vital.

Sigo respirando tranquilamente unos minutos mientras vuelvo poco a poco al momento
presente. A mi ritmo abro los ojos.

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