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Principio de subordinación

Está a través de la dirección más permanente y características de la doctrina social de la Iglesia,


actual a partir de la primera grandiosa encíclica social. Es inalcanzable apoyar la nobleza de la
persona si no se cuidan la familia, la comunidad, las compañías, en definitiva, aquellas
declaraciones agregativas de tipo económico, colectivo, formativo, deportivo, entretenido,
capacitado, gobernante, las cuales las personas dan supervivencia sencillamente y que
producen probable su practico desarrollo social.

La obligación de proteger y de organizar las declaraciones establecidas de la cortesía es


marcada por la Iglesia en la encíclica « Cuadragésimo anno », la cual el inicio de subsidiaridad
se da a entender como comienzo importante de la filosofía social. Como no se puede arrebatar
a las personas y donarlo a la sociedad lo que ellos pueden hacer con su propio empeño y
producción, lo cual no es justo, formar un daño y alteración de la seguida advertencia,
arrebatar a las sociedades pequeñas y imperfectas lo que ellas pueden realizar, producir y
entregar a una sociedad superior y más alta(noble), ya que todo acto de la comunidad, por su
particular energía y constitución, debe anticipar asistencia a los socios de la materia
comunitaria, pero no derribarlos y absorberlos.

El comienzo de la subsidiaridad asegura a las personas de las injusticias de los oficios sociales
superiores y urge a ayudar a los particulares y a los elementos intermedios a desplegar sus
labores. Esta iniciación se obliga porque todo individuo y familiares tienen poco de prototipo
que demostrar a la comunidad. La práctica refleja que la oposición de la subsidiaridad, o su
obstáculo en denominación de una pretendida democratización o semejanza de todos en la
humanidad, prohíbe y asimismo elimina, el espíritu de libertad y de iniciativa.

Principio de participación

Es la intervención, que se declara, esencialmente, en una sucesión de tareas mediante las


cuales el poblador, como persona o asociado a otros, directamente o por medio de los
correspondientes delegados, coopera a la vida educativa, económica, política y colectiva de la
sociedad civil a la que corresponde. La intervención es una obligación que todos han de
realizar conscientemente, en modo encargado y con visión al bien común. La colaboración no
puede ser delimitada o limitada a algún asunto particular de la vida social.

La participación en la vida comunitaria no es únicamente una de las mayores aspiraciones del


habitante, Requerido a formar independientemente y responsablemente el personal papel
cívico con y para los demás, también uno de los apoyos de todo el orden democrático,
asimismo de una de las superiores garantías de estabilidad de la libertad.

La participación puede conseguir en todas las correspondencias favorables entre el habitante y


las instituciones: para ello, se debe proporcionar propio interés al entorno seguro y colectivo
en la que la participación debería proceder verdaderamente. La ventaja de los inconvenientes
culturales, jurídicos y sociales que con repetición se interponen, como ciertas barreras, a la
participación fiel de los ciudadanos en el cargo de la propia comunidad, requiere una obra
informativa y educativa.

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