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El apego. ¿Por qué es importante y cuales son las consecuencias de no tenerlo?

John Bowlby fue el primer psicólogo en describir y estudiar los tipos de apego (1958), sus teorías siguen vigentes
aún hoy en día. Bowlby descubrió que era necesaria una figura estable en los primeros años de vida para
un correcto desarrollo cognitivo y emocional posterior.

El apego (attachment) es aquel vinculo que se establece con un cuidador principal (normalmente la madre
y el padre pero si no están puede ser hacia aquella figura que ejerza de cuidador) y que prevalece por
encima de otras necesidades biológicas. Aunque desarrollaremos apego hacia diferentes figuras a lo largo de
nuestra vida, el que más cuenta y el principal es aquel que se establece entre madre (o sustituto) e hijo. El apego
se entiende como un vínculo con un lazo afectivo muy fuerte que determinará el desarrollo posterior de la
personalidad del niño, su forma de relacionarse con los demás y con todo lo que le rodea. El apego también influirá
en como se ve a si mismo.

Los antecedentes del estudio del apego proceden de la etología, por ejemplo los experimentos de Barlow con crías
de chimpancé (prefieren una madre de felpa que no alimenta a una de metal que si alimenta, luego se prioriza el
apego sobre otras necesidades básicas) o los estudios sobre la impronta en animales (por ejemplo los patitos que
siguen instintivamente a la primera figura que ven al nacer).

Bowlby entendía el apego como un proceso en el que los niños utilizan a los adultos como fuentes de bienestar y
seguridad y que refleja unas operaciones de influencia biológica (evolutivamente es una conducta que mantiene
la supervivencia del infante). Ejemplos de conductas de apego son: Lloros, sonrisas, vocalizaciones, contactos
extensos e íntimos, vigilancia y seguimiento visual de la figura de apego, conductas de aproximación y
seguimiento, comunicación desinformalizada y basada en gestos. Estas conductas de apego son internalizadas
para construir modelos internos del mundo, las personas y él mismo. Estos modelos internalizados luego tienden
a operar de forma automática.

El desarrollo del apego.

El apego se verá influenciado por muchos factores a parte de la simple interacción entre madre e hijo (que es el
factor principal). Por ejemplo, las características de la madre (su personalidad, experiencias vitales, etc…) influirán
en como ella trate a su hijo, pero el temperamento del niño (si es un niño fácil o difícil, si llora mucho o poco, si
tiene problemas para alimentarse, si no duerme…) afectarán también, no solo a como el niño reaccione a la madre
sino que la conducta de la madre será condicionada por este tipo de temperamento. Es más probable que haya
problemas de apego o conductas más distantes ante niños con un temperamento difícil. Debemos recordar que el
temperamento no es lo mismo que la personalidad (aunque estén muy asociados) ya que el temperamento es de
base biológica y se da ya al nacer.

El apego se desarrolla en 4 fases.

– Etapa 1 (del nacimiento a los 2 meses): La respuesta social del niño es indiscriminada, acepta a
todo aquel que le ofrezca comodidad.

– Etapa 2 (de los 2 a los 7 meses): Respuesta social discriminada (prefiere las personas de la familia
pero no protesta si se van los padres). La fase 1 y 2 corresponden a un apego en construcción.

– Etapa 3 (de los 7 a los 30 meses): Apego específico que se entiende como: Dolor ante la
separación y angustia ante las personas extrañas (aversión a la persona extraña que busca acercarse a él).
Esta es la fase más estudiada.

– Etapa 4 (30 meses en adelante): Asociación enfocada a una meta, ya no se entristece ante la partida
del cuidador y puede trabajar para conseguir metas compartidas. Las fases 3 y 4 corresponden al apego
propiamente dicho.

Efectos de la perdida de apego: Antes de los 6 meses no son graves pero a partir de los 6 meses y hasta los
dos años (etapa 3 de la construcción del apego) si pueden aparecer problemas. Las separaciones breves
frecuentes son algo a lo que el niño debe acostumbrarse, pero una perdida de la figura de apego prolongada
pueden tener efectos bastante severos en la personalidad del niño aunque no tienen porque en un principio
significar patología mental grave en la adultez, sin embargo hay situaciones como las adopciones o largas
hospitalizaciones que pueden causar efectos a largo plazo en el niño:

– A corto plazo → Estrés, agitación y depresión. Fases:

Fase de protesta: De una hora a una semana. El niño lucha activamente por recuperar la figura (lloros, huidas,
aferramiento a objetos…). Rechazo casi total de la ayuda que se le ofrece. Si se produce un reencuentro con la
figura en esta fase el apego se acentúa y también se acentúa el rechazo a los extraños.
Fase de ambivalencia (o desesperación): Ambivalencia ante los nuevos cuidadores, el niño parece haber perdido
la esperanza. Pueden aumentar las conductas regresivas y los síntomas sustitutivos. Si la figura de apego
reaparece en esta fase puede ser recibida con aparente desinterés (u hostilidad) y esto tardará en vencerse tanto
más como tiempo haya pasado.

Fase de adaptación (o desapego): El niño se interesa de nuevo por lo que le rodea. Se olvida de las figuras de apego
originales y puede incluso establecer nuevos vínculos afectivos.

– A largo plazo → En los casos en los que el niño no se adapte a la situación y no establezca nuevas
figuras de apego los efectos a largo plazo son bastante severos: retraso intelectual (más profundo en el lenguaje),
problemas en las relaciones sociales e incluso mortalidad.

Como observar el apego.

Ainsworth diseñó un experimento específico para esto, es conocido como el experimento de la situación extraña
(1960). La situación extraña consistía en una habitación con dos ventanas y una puerta diseñada para evaluar la
interacción del bebé (entre 10 y 24 meses) con el entorno nuevo (y extraño) de la habitación, con la madre y con
un sujeto extraño para él, alternando situaciones en los que están presentes uno o más de estos elementos. Así
evaluaban los tipos de apego de cada niño y las conductas que se asociaban. El experimento tiene al menos 8
fases y dura por lo menos 30 minutos. Aquí tenéis la descripción de las 8 fases del experimento y hay varios
videos en youtube que la emulan. Los resultados del experimento de Ainsworth mostraron la existencia de tres
tipos de apego principales: Apego seguro que aparecía en un 65% de los casos, el apego evitativo (rechazante o
huidizo) que se daba en un 20% de los casos, el apego ambivalente o resistente presente en un 10-12% de los
niños del experimento y con un porcentaje muy bajo el apego desorganizado o desorientado (3-5%). Según los
experimentos de Ainsworth estos grupos de apego tenían unas características diferenciales:

APEGO SEGURO → Exploran tranquilamente y de forma activa mientras están solos con la figura de apego (la
madre). Hay ansiedad ante la separación y alivio con el reencuentro, son afectuosos y hay contacto físico cuando
la madre regresa. Entonces se calman y siguen explorando lo que les rodea. Son sociables con los extraños
mientras la madre está presente. Son niños cooperativos y las madres son receptivas y amables.

APEGO EVITATIVO → Hay poca ansiedad ante la separación con la madre y poco interés en el reencuentro. Sí
lloran cuando están solos (pero no si hay un extraño). Aceptan que les reconforten los extraños aunque también
pueden ignorarlos, pero suelen ser muy sociables con ellos. Este apego aparece ante madres lentas en respuesta
a las necesidades del niño y frías (hay poco contacto afectivo).

APEGO AMBIVALENTE → Los bebes tratan de mantenerse cerca de la figura de apego mientras está presente y
exploran muy poco. Hay ansiedad ante la separación (e incluso antes), se muestran muy dependientes de la madre
cuando está, lloran cuando la madre no está y luego no logran calmarse ante el reencuentro, la madre no les
consigue consolar, se muestran molestos por el abandono por lo que se mantienen cerca de la madre cuando esta
regresa pero a la vez rechazan su contacto físico. Son extremadamente cautelosos con los extraños incluso estando
presente la figura de apego. Son niños muy difíciles de tranquilizar. Este apego aparece ante madres quisquillosas,
incoherentes o que miran en pro de su propia conveniencia (y no la del hijo).

DESORGANIZADO → Es una combinación de los patrones resistente y ambivalente. El reencuentro provoca


reacciones extrañas y desorganizadas. Son niños con una elevada inseguridad. Pueden permanecer inmóviles por
ejemplo o acercarse a la figura de apego para luego alejarse cuando esta se aproxima. Este apego es muy poco
frecuente y se da ante madres intrusivas, insensibles o abusivas.

Se ha encontrado que la frecuencia de los tipos de apego es diferente en la edad adulta, así en adultos nos
encontramos con un patrón evitativo en un 25% de los casos, un apego seguro en un 56% y uno ambivalente en
un 19%. Así pues aumentan los patrones de apego no seguro según un estudio de Hazan y Shaver (1987).

Por último comentar que el apego se asocia a hormonas como la oxitocina, que el apego entre un bebé y su padre
puede ser tan fuerte como el que se da ante una madre y que como ya hemos visto, de nosotros va a depender el
como nuestro hijo vea el mundo cuando crezca y como se relacione con él. Puede que pensemos que cuando son
pequeños no entienden lo que ocurre a su alrededor pero lo cierto es que todo lo que hagamos en la crianza de
un hijo (lo entienda o no el niño) va a afectar a su futuro y a su desarrollo. Debemos ser afectuosos y cálidos,
comprensivos y cercanos, calmados y alegres si queremos que el niño desarrolle un apego seguro que le permita
relacionarse fácilmente con su entorno social cuando crezca. A medida que se hacen mayores es importante
combinar todo esto con unas rutinas diarias, con unas normas y límites establecidos y no caer en el error de la
sobreprotección que tiene también efectos muy negativos sobre la autoestima, autonomía y confianza del hijo.

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