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ue así como Bolívar, en momentos de dolores y de inspiraciones supremas, buscó en el

refugio del confidente. En la hora del triunfo pidió sus brazos para ceñirse a ellos, y hasta el
último día de su vida conservó como el más grande de sus cariños, como el más arraigado
de sus recuerdos, el recuerdo del amor por su viejo maestro.

Nació don Simón Rodríguez en Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela,


hacia el año 1771. Hijo legítimo de Cayetano Carreño y doña Rosalía Rodríguez, este
hombre de curiosa fisonomía y de extravagantes y originales idea llevó por algún tiempo el
apellido de su padre; luego por una de sus genialidades tomó el de su madre que usó hasta
su muerte. Faltó en breve su padre, el señor Carreño, Simón y su hermano Cayetano, dos de
los cinco hermanos quedaron bajo la tutela de un tío cura de apellido Rodríguez. Simón era
irascible y dominante, no así Cayetano, un buen muchacho que solo pensaba en la música.
Fue discípulo del Padre Sojo y llegó a ser uno de los grandes pianistas de su tierra.

Simón y Cayetano nunca pudieron avenirse y a decir del historiador Plaza, en su obra
“Ensayos sobre el arte en Venezuela” ésta fue la verdadera razón de por la cual se quitó el
primer apellido. Don Simón Rodríguez, fue autodidacta, él mismo se procuró su educación
y gracias a un viaje que hizo a Europa, recorriendo sus principales naciones ganó gran
prestigio.

Era lector asiduo de Homero, Diderot, Montesquieu, Rousseau, Spinoza, Hobbes, y


Holbach.

La máxima de Don Simón Rodríguez era: “Educar es enseñar al hombre una industria que
asegure su subsistencia y una moral que regle sus acciones con los demás”

Amaba la educación del pueblo porque le significaba la liberación.

Muerto don Juan Vicente Bolívar, la Audiencia de Santo Domingo, a petición de la


señora viuda, nombró tutor del ilustre huérfano (Simón Bolívar tenía tres años) al célebre
jurisconsulto Don Miguel José Sanz.

Crecido, y sobre todo, convertido en un verdadero enfant terrible, el pequeño Bolívar


fue a habitar al lado de su tutor, algún tiempo después, veinte meses de vida común
bastaron para que el grave doctor Sanz renunciara a la idea de poder dominarlo, y, además
abrumado por sus propios quehaceres, resolvió declinar la difícil y delicada guarda.

Entonces se llamó a don Simón Rodríguez. El nuevo maestro se consagró por entero a
su discípulo. Día y noche cuidó de él con paternal solicitud. Mas tarde cundo murió su
madre. Doña Concepción Palacios y Blanco, el señor Rodríguez tuvo para su noble pupilo
solicitudes de padre y madre. Con el genio suficiente para comprender, o mejor adivinar el
genio colosal de su pupilo, Rodríguez se propuso a vaciar en ese surco fecundo todo el
semillero liberador que gestaba en su cerebro. Las primeras lecciones que le dictaba, al
pequeño niño; El Maestro del Libertador, se la hacia al aire libre para enseñarle el inmenso
libro de la naturaleza. Después le enseñó las ideas revolucionarias de Juan Jacobo
Rousseau. Le dio a leer a Emilio, que era algo parecido a Bolívar “rico”, “de gran familia” y
“huérfano”.

Para esa época don Simón Rodríguez contaba con veintiún años y Simón Bolívar tenía
diez. Don Simón Rodríguez, no solo se encargó de ser un maestro de escuela para Bolívar
lo hizo un gran atleta también. En sus prolongadas excursiones por el campo hizo que
Bolívar desarrollara la aptitud para los ejercicios corporales, que hizo de él el caminador
infatigable, el jinete maestro, el nadador intrépido, que ninguno de sus compañeros de
armas pudo sobrepasar más tarde. Simoncito coronó, con trece años, “la primera” de Emilio
con la conformidad perfecta según las prescripciones del educador. Las carreras por los
bosques, las cabalgatas por las sabanas, las partidas en el lago de Valencia, lo habían hecho
fuerte y diestro”

Pero esa educación, tan bien comenzada, iba a ser bruscamente interrumpida, a
consecuencia de las ideas y procederes de Rodríguez, quien no cejaba en su empeño de
formar “gente para hacer República”

Mas, como su enseñanza pareciera subversiva y peligrosa a la Autoridad española, y


como, además, se viese comprometido en la revolución republicana de Gual y España y en
posteriores conatos de insurrección, tuvo que emigrar. Maestro y discípulo se separaron en
julio de 1797, Bolívar tenía catorce años.

Don Simón Rodríguez partiría de la Guaira, cambiándose el nombre y se hace llamar


Samuel Róbinson y llegando a Jamaica como tal. En una escuela en Kingston aprende
inglés.

Pasó luego a los Estados Unidos y trabajó en una imprenta, ganaba solo para
mantenerse; permaneció allí durante tres años, al cuarto se fue para España, llegó a Cádiz, y
por Bayona se fue a la capital de Francia. Aquí conoció a un sabio alemán que residía en
Viena, y se fue con él a Austria.

Mientras tanto Simón Bolívar había ido a México y a España en 1799; había gozado de
las delicias de la corte de María Luisa de Parma en 1800; habían salido casi expulsado de
Madrid en 1801 y contrajo matrimonio con la Marquesa del Toro en 1802; volvió a su Patria
al enviudar prematuramente y retornó al Viejo Continente en 1803.

Atolondrado, y casi enloquecido por la pena llegó Bolívar a París. Y en plena Ciudad Luz,
en plena capital del mundo se encontró aún más solo. Recordó entonces a su maestro, y
para juntarse con él partió para Viena.

El 2 de diciembre de 1804, Napoleón se coronó Emperador de Francia en la basílica de


Notre Dame. Con asistencia del Papa Pío VII. Dice el historiador Rumazo González, “fue un
acto teatral entre grandioso y ridículo. El nuevo monarca se puso el mismo la corona y
luego colocó la de la Emperatriz su esposa, Josefina, en doble acto de desprecio al Papa.

Robinson y Bolívar se alejaron de la multitud, Bolívar luego le comentaría a su


maestro: “Sorpresa, no admiración fue el efecto que produjo en sus compañeros de armas el
disfraz del Emperador”; “Se hizo emperador, y desde aquel día lo miré como tirano hipócrita”.

El juramento en Monte Sacro


El 15 de agosto de 1805, Robinson y Bolívar ascienden en paseo a una de las siete colinas
de Roma, al Monte Sacro, hablan, examinan la situación de la América esclavizada; ven en
lo profundo la fuerza que se requería para tal acción, Y Bolívar con lagrimas en sus ojos se
volteó hacía su maestro y dijo, “Juro delante de usted por el Dios de mis padres; juro por mi
honor que y juro por la patria que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta
que no haya roto la cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”.
Simón Rodríguez
Nació en Caracas el 28 de octubre de 1769.
Murió en Amotape (Perú) el 28 de febrero de 1854.

Simón Rodriguez
Ilustración realizada por Francisco Maduro
Simón Rodríguez fue uno de los intelectuales americanos más importantes de su tiempo,
destacando por su profundo conocimiento de la sociedad hispanoamericana, el cual
posteriormente trasmitirá a Simón Bolívar al desempeñarse como su maestro y mentor.
En cuanto a su vida familiar es poco lo que se sabe.En mayo de 1791 el Cabildo de
Caracas lo admite para ejercer el cargo de maestro en la escuela de primeras letras para
niños, lugar al que llegará al año siguiente Bolívar para iniciar su educación. En junio
de 1793 se casa con María de los Santos Ronco, acto en el cual se declaró "Expósito de
esta feligresía", término que se solía y se suele utilizar para designar a aquellas personas
abandonadas por sus padres.
Dos años después, tras fugarse el niño Bolívar de la casa de su tutor, es enviado a casa
de su maestro Simón Rodríguez quien se encargará definitivamente de su formación.
Durante este tiempo Rodríguez fue ganado a la causa independentista debido a la lectura
de los pensadores de la Ilustración; por lo que en 1797 se vincula al proyecto de
emancipación inspirado por el pedagogo mallorquín Juan Bautista Picornell, en
asociación con los venezolanos Manuel Gual y José María España. Luego del
descubrimiento y fracaso de esta primera tentativa revolucionaria, Rodríguez es
expulsado de Venezuela, adonde no regresará jamás. En 1797 luego de su salida del
país, se traslada a Kingston (Jamaica) donde residirá por algún tiempo y en el que
cambiará su nombre por el de Samuel Robinson. Posteriormente, viaja a Estados Unidos
donde vive hasta fines de 1800.
Exilio y vida en Europa
En abril de 1801 se halla en Bayona (Francia), de donde pasa a París y allí traduce, ese
mismo año, la Atala de Chateubriand. En esta ciudad se encuentra de nuevo con Simón
Bolívar en 1804, convirtiéndose a partir de este momento en una figura decisiva en el
rumbo que tomará la vida del futuro Libertador de América. En tal sentido, juntos
parten en abril de 1805 a un viaje que los llevará a Lyon y Chambery para luego
atravesar los Alpes y entrar a Italia. En Milán presencian la coronación de Napoleón
Bonaparte como rey de Italia. Finalmente, la gira culmina en Roma, donde el 15 de
agosto del mismo año, Bolívar, junto a Rodríguez y Fernando Toro, jura dedicarse por
completo a la causa de independencia de Hispanoamérica. Gracias a que el texto quedó
grabado en la memoria de Rodríguez, el mismo paso a la posteridad como sigue a
continuación: "Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro
por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi
alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español".
Luego de una breve visita de Bolívar a Nápoles retornan a París hacia fines de 1805,
separándose tiempo después. En 1806 inicia un largo peregrinar por Europa, viviendo
en Italia, Alemania, Prusia, Polonia y Rusia; que culmina en 1823 cuando llega a
Londres donde se encuentra con Andrés Bello, emprendiendo ese mismo año el retorno
a América

Simón Bolívar y Simón Rodríguez en el Monte Sacro en Roma


Retorno al continente americano
Al continente americano ingresa por Cartagena de Indias, retomando además su nombre
Simón Rodríguez. El Libertador al enterarse de su regreso, le escribe el 19 de enero de
1824 desde Pativilca (Perú), una de las más conmovedoras epístolas de toda su vida:
"Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso.
Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló [...] No puede Ud. figurarse cuán
hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que Ud. me ha dado, no he
podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que Ud. me ha
regalado". Con la ayuda de Francisco Paula Santander, ordenado por Bolívar, Rodríguez
marcha a unirse con él, emprendiendo por Cartagena el viaje a Perú a través de Panamá
y Guayaquil, llegando a este último puerto a fines de 1824 o principios de 1825. A su
paso por Ecuador dejó importantes obras: en La Catunga dicta clases de agricultura y
botánica en el Colegio Nacional; en Quito presenta al Gobierno un Plan de colonización
para el Oriente de Ecuador y en Ibarra, funda una "sociedad de socorros mutuos". En
1825 Bolívar lo recibe en Lima y lo incorpora de inmediato a su grupo de colaboradores
directos. En noviembre de este mismo año, Bolívar lo nombra "director de Enseñanza
Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y director general de Minas,
Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana". El 7 de enero de 1826
Bolívar regresa a Lima y Rodríguez permanece en Bolivia, siendo ésta la última vez que
se ven.
En 1826 renuncia a sus cargos en Bolivia, por no congeniar con el mariscal Antonio
José de Sucre presidente para ese entonces de dicha nación. Por tal motivo, se marcha a
Arequipa donde publica en 1828, el Pródromo de la obra "Sociedades Americanas",
texto en el que igual que otros escritos suyos, insiste en la necesidad de buscar
soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, idea que sintetiza su frase: "
La América Española es Orijinal = Orjinales han de ser sus instituciones i su gobierno =
I Orijinales sus medios de fundar uno i otro. O Inventamos o Erramos". En 1830
aparece su libro "El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas,
defendidos por un amigo de la causa social", el cual era un alegato a favor de Bolívar.
En septiembre de ese año circula su ensayo científico "Observaciones sobre el terreno
de Vincocaya", en el cual destaca aspectos sobre la conservación de la naturaleza, la
economía y la sociedad. Aunque no existen datos precisos al respecto, es probable que
en 1831 hubiese contraído nupcias por segunda vez en Perú con Manuela Gómez. De
Lima se traslada en 1834 a Concepción (Chile) y acepta la dirección de una escuela. Allí
publica su libro "Luces y virtudes sociales" ese mismo año. Seguidamente se edita en la
misma ciudad el Informe sobre Concepción después del terremoto de febrero de 1835.
Tras visitar Trilaleubu y Monteblanco (1836) y Tucapel (1837), Rodríguez se encuentra
por segunda vez con Andrés Bello, en Santiago de Chile. En Valparaíso reedita "Luces
y virtudes sociales" (1838) y pública artículos en el periódico El Mercurio.
Retrato de Simón Rodríguez en sus últimos años de vida
Últimos años y muerte
En 1842 se encuentra en Lima, donde reedita su obra "Sociedades americanas"
publicada en 1828. Un año después emprende un viaje con destino a Ecuador,
ocurriendo a su paso por el puerto de Paita (Perú) una entrevista entre él y Manuela
Sáenz, ésta anciana y próxima a morir. A Ecuador llega a fines del mismo año, visitando
Guayaquil, Quito y residiendo luego en Latacunga donde dio clases en el colegio San
Vicente. En los años finales de su vida Rodríguez va a Guayaquil, donde se perderá
buena parte de su obra en un incendio ocurrido en dicha ciudad. En 1853 emprende de
nuevo viaje al Perú, lo acompañan su hijo José y Camilo Gómez, compañero de éste;
será Gómez quien lo asistirá en el momento de su muerte ocurrida en el pueblecito de
Amotape. Setenta años después de su deceso, sus restos fueron trasladados al Panteón
de los Próceres en Lima, y desde allí, al siglo justo de su fallecimiento, fueron devueltos
a su Caracas natal, donde reposan en el Panteón Nacional desde el 28 de febrero de
1954.

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