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D IO S H A B L A
A SUS H U O S
Textos bíblicos

i
D ios habla a su s hijos
«Los niños necesitan algo como la Biblia del Niño para
que la imagen de Jesús tome vida en sus corazones». Con es­
tas palabras, el Padre Werenfried van Straaten lanzó oficial­
mente este pequeño libro. Escogió hacerlo en 1979, el Año
del Niño. Los primeros ejemplares se enviaron a Latinoaméri­
ca y luego, a otros continentes. Producto de su gran demanda,
en 1989 se editó un texto más amplio: «Dios habla a sus hijos».
Ya han pasado 36 años desde su lanzamiento. Sin embargo,
la Biblia para niños sigue siendo uno de los proyectos más
grandes de Ayuda a la Iglesia Necesitada (también denominada
Ayuda a la Iglesia que Sufre). Se han editado más de 51 mi­
llones de ejemplares en 180 idiomas. Tanto en la fría Siberia,
como en los bosques tropicales del Amazonas y en la desértica
África, los niños pueden leer esta pequeña Biblia. A menudo
no sólo es el único texto que poseen, sino también el único
en su lengua materna.
La Biblia para niños sigue despertando el interés de los
cristianos en todo el mundo. Las solicitudes que recibe nuestra
Asociación no pueden quedar sin respuesta, pues «... sólo Dios
conoce el inmenso bien que este librito puede proporcionar,
ya que se abre un nuevo horizonte en la búsqueda de los niños
hacia Él» (Monseñor A. De Sousa, Obispo de Assis en Brasil).

AYUDA A LA IGLESIA QUE SUFRE


Román Díaz 97
Providencia - Santiago - CHILE
Tel.: 0056-22469060 - Fax: 0056-22469061
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D IO S H A B L A
A SU S H IJO S

Textos bíblicos

Edición ofrecida por


Ayuda a la Ig lesia N e cesita d a

KIRCHE IN NOT/OSTPRIESTERHILFE
Bischof-Kindermann-StraKe 23
D-61462 Kónigstein im Taunus - Alemania
Cubierta:
El hijo pródigo (cap. 74)
Contracubierta:
En busca de posada (cap. 48)
La transfiguración (cap. 68)
Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín (cap. 63)
La última cena (cap. 81)

Textos: Eleonore Beck. Dibujos: Miren Some. Traducción:


Constantino Ruiz-Gartido. Derechos exclusivos: © Kirche in
Not, Postfach 1209, 61452 Kónigstein, Alemania. © Editorial
Verbo Divino, 31200 Estella (Navarra) España, 2012. Cum
licentia ecclesiastica. Printed in Spain. Fotocomposición:
NovaText, Mutilva (Navarra). Impresión: Gráficas Estella, 31132
Villatuerta (Navarra).
ISBN: 978-84-9945-096-4
Edición en Castellano (B/44)
DE LOS LIBROS DEL
ANTIGUO TESTAMENTO

LOS ORÍGENES

1. Dios crea el mundo


Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La
tierra estaba desierta y vacía. Pero el Espíritu de
Dios se movía sobre las aguas.
Entonces dijo Dios: -Que exista la luz. Y la luz
dio claridad. Dios vio que la luz era buena. Dios
separó la luz de la oscuridad. Dijo a la luz: -Tú
eres el día. Dijo a la oscuridad: -Tú eres la noche.
Fue el primer día.
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Dijo Dios: -Reúnanse en lo alto las nubes. De
ellas caerá lluvia sobre la tierra. Y las aguas se
juntarán para que aparezca la tierra firme. Dijo
Dios a lo que está en lo alto: -Tú eres el cielo. A
la tierra firme le dijo: -Tú eres la tierra. Y a las
aguas que se habían juntado: -Tú eres el mar.
Dios vio que el cielo y la tierra, el mar y el suelo
seco eran buenos. Fue el segundo día.
Dijo Dios: -E n el suelo crezca toda clase de
plantas y árboles. Entonces las plantas lo
llenaron todo de verdor y echaron semillas. Dios
vio que todo aquello era bueno. Fue el tercer
día.
Dijo Dios: -Haya lámparas en el cielo que
iluminen. El sol, de día; la luna y las estrellas, de
noche. Indicarán cuándo es de día y cuándo es
de noche, y en qué mes y semana se vive, y
señalarán las estaciones del año. Dios vio que
todo aquello era bueno. Fue el cuarto día.
Dijo Dios: -Naden peces en el agua. Vuelen
pájaros sobre la tierra. En el campo vivan toda
clase de animales: grandes y pequeños. Así
ocurrió. Dios vio que todo aquello era bueno.
Fue el quinto día.
Entonces dijo Dios: -Hagamos al hombre a
nuestra imagen y semejanza. Les confiaré la
tierra: todos los peces, pájaros, animales y
plantas. Dios creó al hombre a su imagen. Los
creó varón y mujer. Los bendijo y les habló así:
-Sed fecundos y tened hijos. Os confío la tierra.
Vosotros sois más que los peces, los pájaros, los
animales y las plantas. Cuidad de ellos. Las
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plantas os servirán de alimento a vosotros y a
los animales. Dios vio que todo lo que había
hecho era bueno. Era muy bueno. Fue el sexto
día.
En seis días creó Dios el universo: el cielo, la
tierra, el mar y todos los seres vivos. El séptimo
día, Dios descansó. Por eso el séptimo día está
bendecido por Dios. Es día santo para los
hombres (Gn 1).

2. Dios regala a los hombres el paraíso


Dios modeló al primer hombre, a Adán, con
barro del suelo y sopló sobre él su aliento que da
vida. Así el hombre adquirió vida.

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Después, Dios plantó un jardín en Edén e hizo
crecer en él gran variedad de árboles. Era bonito
verlos, y sus frutas sabían muy ricas. En medio
del jardín crecían el árbol de la vida y el árbol del
conocimiento del bien y del mal.
Dios puso en el jardín al hombre que había
creado, para que Adán lo cultivara y lo
guardara. Le dijo Dios: -Puedes comer las frutas
de todos los árboles del jardín. Pero no te dejo
comer las frutas del árbol del conocimiento del
bien y del mal. Si comes de ellas, tendrás que
morir.
Dios no quería que el hombre se quedara solo.
Por eso, Dios hizo que desfilaran ante Adán
todos los animales y todos los pájaros. Y Adán
fue poniéndoles nombre. Entre todos ellos no
había ningún ser que realmente fuera como él.
Por eso, Dios hizo que el hombre se durmiera
profundamente. Tomó una de las costillas de
Adán y con ella formó a la mujer. Adán, al verla,
exclamó: -¡Es como yo! Se llamará mujer,
porque está sacada de mí. El hombre y la mujer
estaban desnudos. Pero no sentían vergüenza el
uno del otro (Gn 2).

3. Los hombres pierden el paraíso


El hombre y la mujer vivían en el jardín que
Dios les había confiado. Tenían más que de
sobra para comer. Vivían en paz con los
animales. Eran felices, porque Dios era su
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amigo. Todo era bueno. Pero un día, la serpiente
le dijo a la mujer: -¿De veras os prohibió Dios
comer las frutas de los árboles? La mujer
respondió: -¡Qué va! Nos deja comer las frutas
de todos los árboles del jardín. Sólo de uno no
nos deja comer. Está en medio del jardín. Si
comemos sus frutas, moriremos. -¡No, mujer,
no!, dijo la serpiente. No moriréis. Todo lo
contrario. Se abrirán vuestros ojos. Sabréis lo
que es bueno y lo que es malo. Exactamente
igual que Dios.
La mujer miró, y le parecieron muy ricas las
frutas de aquel árbol. Además, si las comían,
sabrían muchas cosas. Tomó una fruta y
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comió. Y se la dio a su marido para que
también comiera. Entonces se les abrieron los
ojos. Se dieron cuenta de que estaban
desnudos y se hicieron taparrabos con hojas
de higuera. Al atardecer oyeron los pasos de
Dios en el jardín. Se escondieron. Dios llamó
al hombre: -¿Dónde estás? Adán contestó: -Oí
tus pasos. Tuve miedo y me escondí, porque
estoy desnudo. Dios le preguntó: -¿Cómo
sabes que estás desnudo? ¿Has comido del
árbol del que yo te prohibí que comieras?
Adán echó la culpa a su mujer: -Ella me hizo
comer. Y la mujer echó la culpa a la serpiente:
-Esa me engañó.
Entonces dijo Dios a la serpiente: -Te maldigo
por lo que has hecho. Te arrastrarás sobre el
vientre y comerás polvo. La mujer será tu
enemiga. Los hijos de la mujer serán enemigos
de tus hijos. Les aplastarán la cabeza, y ellos les
morderán el talón.
Dijo Dios a la mujer: -Lo pasarás mal. Tendrás
dolores al dar a luz a tus hijos. Dijo Dios al
hombre: -Has quebrantado mi mandamiento.
Verás que la tierra no es un paraíso. Hasta que te
mueras, tendrás que trabajar muy duro para que
tu familia no padezca hambre. Luego volverás a
la tierra de la que te formé.
Adán puso a su mujer el nombre de Eva, que
quiere decir: vida. Ella fue madre de todos los
vivientes. Dios nuestro Señor expulsó al hombre
del paraíso.
8
Un guardián con espada de fuego vigilaba la
entrada para cerrar el camino del árbol de la vida
(Gn 3).

4. Caín y Abel
Adán y Eva tuvieron dos hijos: Caín y Abel.
Abel era pastor de ovejas, y Caín agricultor. En
los campos de Caín crecía mucho trigo. Caín
ofreció a Dios, en agradecimiento, una porción
de su cosecha. Abel le ofreció uno de sus
corderos. A Dios le agradó el sacrificio de Abel.
Pero no miró la ofrenda de Caín. Éste se
disgustó mucho y quedó resentido. Dios le
reprendió: -¿Por qué estás resentido? ¿Por qué

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agachas la cabeza? Si obras bien, ¡levanta la
vista! Si planeas cosas malas, el pecado te
acecha. Quiere devorarte, pero tú puedes
vencerlo.
Caín dijo a su hermano: -Ven conmigo al
campo. Cuando estaban ya en el campo, Caín
mató a su hermano Abel. Dios preguntó a Caín:
-¿Dónde está tu hermano Abel? Caín respondió:
-¡No lo sé! ¿Soy yo el guardián de mi hermano?
Entonces le dijo Dios: -¿Qué has hecho? La
sangre de tu hermano grita desde el suelo. No
serás ya labrador, porque el suelo no querrá ya
producir fruto para ti. Has perdido tu hogar.
Andarás errante de un lugar a otro, sin descanso.
Caín se quejó: -Mi castigo es demasiado
duro. Me echas de los campos y tendré que
ocultarme de tu presencia. Me conviertes en
vagabundo sin hogar. Cualquiera podrá
matarme. Pero Dios puso una señal en la frente
de Caín para que nadie se atreviera a matarlo
(Gn 4, 1-15).

5. Noé y el diluvio
Dios vio que los hombres, creados a su
imagen, eran cada vez peores y hacían cosas
muy malas. La tierra estaba llena de
brutalidades. Y Dios se arrepintió de haber
creado al hombre. Dijo Dios: -Aniquilaré a los
hombres creados por mí. Aniquilaré a los
hombres, a los animales y a todo lo que vive
sobre la tierra.
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Noé había sido fiel a Dios. Por eso, Dios quiso
salvar a Noé y a su familia, librándolos de aquel
juicio divino. Dijo Dios a Noé: -Hazte un arca de
madera, que flote sobre el agua como una gran
embarcación. Yo haré que venga sobre la tierra
una enorme inundación. Todo lo que vive se
ahogará en el agua. Únicamente te salvarás tú y
los tuyos que estén contigo en el arca.
Noé, ayudado por sus hijos, comenzó a
construir el arca, exactamente como Dios le había
mandado. Construyeron en la embarcación
muchos camarotes, porque debían llevar consigo
una pareja de cada una de las especies animales.
Dios lo había dicho. Una vez terminado el arca,
Noé reunió provisiones. Y luego entró en el arca.
Y con él entraron sus hijos y las familias de sus
hijos. Metieron en el arca una pareja de cada
especie animal. Detrás de ellos, Dios mismo cerró
la puerta de la embarcación.
Y entonces comenzó a llover. El agua cayó
durante cuarenta días e inundó la tierra. Los
animales se ahogaron ... y también los hombres.
Los pájaros no encontraban ya árboles en que
posarse. Y así perecieron todos los seres vivos
que había sobre la tierra. Únicamente Noé y los
que habían entrado con él en el arca se salvaron
del diluvio.
Por fin, al cabo de cuarenta largos días, dejó de
llover. Primeramente, Noé soltó un cuervo, que
regresó pronto al arca. Una semana más tarde,
Noé soltó una paloma, que también regresó.
Transcurrida una semana más, Noé soltó otra
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paloma, que regresó al arca trayendo en su pico
una ramita de olivo. Poco después dijo Dios a
Noé: -Ya puedes salir tú y todos los que se
salvaron contigo. Salieron del arca los hombres y
los animales. Para todos comenzó una nueva vida.
Noé dio gracias a Dios y le ofreció un sacrificio.
Dios habló a Noé: -Haré una alianza con
vosotros: con los hombres y con todos los
animales. Bajo esta alianza viviréis vosotros y
vuestros hijos. Os prometo que no volveré a
enviar ya ningún diluvio que extermine la vida
sobre la tierra. Pongo mi arco en las nubes para
que sea una señal de mi alianza con toda la
Tierra (Gn 6-9).
12
LOS PATRIARCAS

6. Dios llama a Abrahán


Abrahán era pastor. Dios le habló así: -Ponte
en camino. Deja tu patria, deja tus parientes,
deja la casa de tu padre. Ve al país que yo te
mostraré. Yo haré de ti una gran nación. Te
bendeciré y engrandeceré tu nombre. En ti
sabrán todos los hombres lo que significa ser
bendecido por Dios. A todos los que te quieran
bien, yo les querré bien. A todos los que te
quieran mal, yo los maldeciré. Por ti serán
bendecidos todos los hombres.

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Abrahán se puso en camino, como Dios se lo
había mandado. Tenía entonces 75 años de edad.
Llevó consigo a su mujer Sara y a su sobrino Lot.
Llevó también todos sus ganados y todas las
personas que trabajaban para él. Abrahán
marchó al país que Dios le había prometido: a él
y a sus hijos. Era un país con tierras buenas y
fértiles. Se llamaba Canaán. Abrahán levantó allí
altares para adorar a Dios (Gn 12, 1-8).

7. Dios hace una alianza con Abrahán


Una noche habló Dios con Abrahán y le dijo:
-No tengas miedo. Te protegeré y te haré rico.
Abrahán respondió: -¿Para qué quiero la
riqueza, mientras no me des lo más importante?

«ü.
14
No tengo ningún hijo que sea mi heredero y
perpetúe mi nombre. Pero Dios dijo a Abrahán
que saliera de la tienda. -Mira al cielo, le dijo.
Cuenta, si puedes, las estrellas. Tan numerosos
como las estrellas serán los hijos y las hijas que
has de tener. Abrahán confió en Dios. Y a Dios le
agradó la fe de Abrahán.
Abrahán había plantado su tienda junto al
encinar de Mambré. Hacia el mediodía, estaba él
sentado a la entrada de la tienda, y vio llegar a
tres hombres. Abrahán se levantó y corrió a su
encuentro: -No paséis de largo por mi tienda.
Entrad y descansad. Abrahán ofreció a aquellos
forasteros mantequilla y leche, carne y pan.
Después de la comida, preguntó uno de los
invitados: -Abrahán, ¿dónde está tu mujer Sara?
-Está ahí, en la tienda, respondió Abrahán. Y el
forastero le dijo: -Volveré el año que viene, por
esta época. Entonces Sara tendrá un niño.
Sara estaba en la tienda, detrás de Abrahán.
Ovó lo que el forastero acababa de decir. Y se
reía pensando: -Ese forastero no sabe lo vieja
que soy; también Abrahán es viejo. Pero el
forastero preguntó: -¿Hav algo imposible para
Dios? (Gn 15, 1-6; 18, 1-14).

8. La fe de Abrahán
Dios cumplió su promesa. Sara, una mujer
que ya era bastante mayor, llegó a ser madre.
Abrahán, que también era mayor, fue padre y
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tuvo un heredero. Sara y Abrahán pusieron a su
hijo el nombre que Dios les había dicho. Y lo
llamaron Isaac, que significa: «¡Sonría Dios
amistosamente!». Isaac iba creciendo.
Dios quiso poner a prueba a Abrahán. Le dijo:
-Lleva contigo a tu hijo, a tu hijo único, a quien
quieres mucho, y ofrécemelo en holocausto. De
madrugada, Abrahán fue por el asno y cargó leña
sobre él. Después llamó a sus criados y a su hijo.
Tres días caminaron en dirección a un monte.
Una vez al pie del monte, Abrahán ordenó a sus
criados que se quedaran allí con el asno: -Yo
subiré con Isaac al monte. Después de orar y
ofrecer un sacrificio, regresaremos.
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Isaac iba cargado con la leña. Abrahán llevaba
el cuchillo y un cubo con brasas ardiendo.
-Padre, dijo Isaac. Llevamos leña y fuego. Pero
no llevamos la víctima para el sacrificio. -Dios
cuidará de eso, le respondió Abrahán. En lo alto
del monte, Abrahán levantó con piedras un altar.
Amontonó sobre él la leña. Luego ató a su hijo
Isaac, y lo puso sobre la leña. Sacó el cuchillo.
Entonces oyó la voz: -¡Abrahán! No le hagas
nada al muchacho. Me has demostrado que me
escuchas y confías en mí, pues estabas dispuesto
a sacrificarme a Isaac, tu único hijo.
Abrahán miró alrededor y vio un carnero con
los cuernos enredados en una zarza. Puso el
animal sobre el altar y se lo ofreció en sacrificio
a Dios. Después bajó del monte, acompañado
por Isaac (Gn 21, 1-8; 22).

9. Isaac, Esaú y Jacob


Isaac heredó los rebaños de Abrahán y sus
criados y criadas. Heredó también la bendición
de Dios. Como su mujer Rebeca no tenía hijos,
Isaac oró a Dios y Dios le escuchó. Rebeca dio
a luz dos hijos. Eran mellizos. Pero desde el
prim er día nadie pudo confundirlos. El
primogénito tenía vello en brazos y piernas. Sus
padres le pusieron por nombre Esaú. El otro
hijo tenía la piel suave. Le pusieron por nombre
Jacob. Esaú se hizo cazador. Jacob prefería
quedarse cerca de las tiendas y trabajaba de
17
pastor y labrador. Isaac quería más a Esaú,
porque le gustaban mucho los asados que le
preparaba con los animales que él cazaba. Pero
Rebeca quería más a Jacob.
En una ocasión, Jacob acababa de hacer un
guiso de lentejas cuando regresó a casa Esaú.
Venía exhausto. Dijo: -Dame un poco de ese
guiso rojizo. Jacob respondió: -Véndeme
primero tu derecho de primogénito. Con un
juramento, Esaú le vendió ese derecho. Y
entonces Jacob le dio pan y guiso de lentejas.
Isaac se hizo viejo y perdió la vista. Un día le
dijo a Esaú: -Ve a cazar y prepárame un buen
asado. Luego te transmitiré la bendición de Dios.
Rebeca oyó las palabras de Isaac. Quería que
fuera Jacob el que recibiera la bendición. Por eso
le dijo: -Tráeme dos cabritos. Hizo con ellos un
asado. Después enrolló la piel de los cabritos en
los brazos y el cuello de Jacob. Y le mandó que
fuera a ver a Isaac.
Isaac oyó pasos. Preguntó: -¿Quién eres? -Soy
Esaú, respondió Jacob. Te traigo el asado. Come
primero, y luego me darás la bendición, tal como
me lo prometiste. Isaac palpó los brazos de su
hijo. Tocó la piel velluda de los cabritos. Y cayó
en el engaño. Bendijo a Jacob: -¡Bendito sea el
que te bendiga!
Inmediatamente después regresó Esaú de la
cacería. Trajo a su padre un asado. Le pidió su
bendición. Entonces Isaac se dio cuenta de que
su hijo Jacob le había engañado. Pero no podía
retirar va su bendición. Esaú se puso furioso.
18
Dijo: -Cuando haya muerto nuestro padre Isaac,
mataré a Jacob. Rebeca lo oyó. Y le dijo a Jacob:
-Huye a Jarán, a casa de tu tío Labán. Aguarda
allí hasta que a Esaú se le haya olvidado su
enojo. Jacob marchó a casa de Labán. Trabajó
para Labán pastoreando sus vacas. Pero cuidó
también de sus propios rebaños. Se casó y tuvo
hijos.
Al cabo de veinte años, Jacob con toda su
familia regresó a Canaán. Estando de camino,
pasó la noche junto al río Yaboc. Había llevado
todas sus pertenencias a la otra orilla, y él se
quedó allí solo. Aquella noche, un hombre luchó
19
con Jacob hasta el amanecer. Después de la
lucha, aquel hombre bendijo a Jacob y le habló
así: -Desde ahora no te llamarás ya Jacob, sino
Israel, que quiere decir: «campeón de Dios».
Pues has luchado con Dios y con hombres y has
quedado vencedor.
Jacob se reconcilió con su hermano Esaú.
Vivió en el país de Canaán y tuvo doce hijos:
Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón,
José, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser.
Fueron los patriarcas del pueblo de Israel
(Gn 25-35).

10. José, llevado a Egipto


Jacob quería a José más que a ningún otro de
sus hijos. Le regaló una herniosa túnica. Entonces
los demás hermanos tuvieron envidia. Un día,
Jacob envió a José adonde estaban sus hermanos
apacentando los rebaños. Ellos, al verle, le
agarraron y le echaron a un pozo vacío, sin agua.
Al principio querían matarlo. Luego lo vendieron
por veinte monedas de plata a unos comerciantes
extranjeros. Los hermanos desgarraron la túnica
de José y la rociaron con sangre de cordero.
Después se la enviaron a su padre Jacob por
medio de un recadero. Jacob reconoció en
seguida la túnica. Creyó que alguna fiera había
devorado a José. Jacob lloró durante mucho
tiempo a su hijo más querido.
20
José llegó a Egipto en compañía de aquellos
comerciantes. Allí lo vendieron a un funcionario
llamado Putifar. José trabajaba para él y todo lo
que hacía le salía bien. Pues Dios estaba con él.
Putifar lo nombró administrador de su casa. La
mujer de Putifar quiso seducir a José. José se
negó, y entonces la mujer lo calumnió ante su
marido. Putifar mandó encarcelar a José. En
aquella cárcel estaban presos también el
panadero y el copero del Faraón. Una vez, tuvo
cada uno de ellos un sueño. Contaron sus
sueños a José, y él pudo decirles lo que aquellos
sueños significaban: El copero sería absuelto y
volvería a su trabajo. El panadero sería
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condenado y ejecutado. Todo sucedió tal como
José había dicho (Gn 37; 39-40).

11. Jacob y sus hijos van a Egipto


Dos años más tarde, el Faraón, el rey de
Egipto, tuvo un sueño. Consultó a todos los
sabios e intérpretes de sueños que había en su
país, pero nadie supo interpretarle el sueño.
Entonces el copero se acordó de José. Dijo al
Faraón: -E n la cárcel hay un joven israelita.
El supo interpretar mi sueño y el del panadero.
Lo que él nos dijo sucedió. El Faraón mandó
llamar a José y le contó su sueño: -Salen del
río Nilo siete vacas sanas y gordas. Y después
salen otras siete vacas flacas y mal alimentadas.
Y estas últimas se comen a las primeras. Y siete
espigas hermosas y granadas brotan de un
mismo tallo. Pero luego brotan otras siete espigas,
vacías y secas, y devoran a las siete espigas
granadas y llenas. José explicó al Faraón: -Dios
te mostró durante la noche lo que va a suceder.
A lo largo de siete años habrá buen ganado y
los campos darán trigo en abundancia. Luego
vendrán siete años de sequía en los que no
caerá una gota de agua. Los animales morirán
de sed. Y el grano se secará. Puedo darte un
consejo: Manda construir graneros, compra los
excedentes de los años de buena cosecha.
Guarda provisiones para los años de hambre.
El Faraón creyó a José. Y le nombró
22
administrador. Y cuando, una vez pasados los
siete años de abundantes cosechas, no cayó ni
una sola gota de agua, el ganado murió de sed
y las mieses se secaron. Pero José abrió entonces
los graneros.
Desde muy lejos llegaba gente hambrienta
para comprar trigo en los graneros de José.
Jacob y sus hijos no tenían tampoco qué
comer. Así que Jacob envió a sus hijos a Egipto.
José vio a sus hermanos y en seguida los
reconoció. Pero ellos no lo reconocieron. José
puso a prueba a sus hermanos. Quería saber si
ahora eran buenos hermanos unos con otros.
Mandó que en el saco de Benjamín pusieran su
propia copa de plata. Cuando los hermanos se

23
disponían a emprender el regreso, José envió a
su administrador para que los alcanzara. Él les
mandó detenerse y les acusó: -¿Por qué
devolvéis mal por bien? ¿Por qué habéis
robado la copa de plata de mi señor? Los
hermanos se defendieron: -No hemos robado
nada. Pero, al registrar el saco de Benjamín,
apareció en él la copa.
Entonces todos los hermanos regresaron
adonde José. José les dijo: -Todos los demás
pueden marcharse. Queda detenido únicamente
aquel en cuyo saco apareció la copa. Judá le
contestó: -Nuestro padre quiere mucho a su hijo
más pequeño. Se moriría de pena, si algo le
ocurriese. Déjame que me quede yo en lugar de
Benjamín.
Y José no pudo ya reprimirse: -Yo soy José,
vuestro hermano, les dijo. Vosotros me
vendisteis; os portasteis mal conmigo. Pero Dios
lo cambió todo en bien. Dispuso que yo viniera a
Egipto para poder salvaros a vosotros ahora.
Regresad enseguida donde nuestro padre y
volved con él a Egipto. Aquí no padeceréis
necesidades.
Jacob se alegró con toda su alma al enterarse
de que José vivía. Y marchó a Egipto con sus
hijos y con las familias de sus hijos. Allí vivieron
como pastores en la región de Gosén.
Mientras duró el hambre, José cuidó de sus
hermanos (Gn 41-47).
24
MOISÉS CONDUCE AL PUEBLO
POR EL DESIERTO

12. Dios salva a Moisés


José y sus hermanos murieron. Sus hijos y
nietos, los israelitas, vivían en Egipto. Allí se
convirtieron en un gran pueblo. Transcurrió
mucho tiempo. Reinaba en Egipto un nuevo
Faraón. No sabía en absoluto la ayuda que José
había prestado a Egipto en aquella época de
intensa hambre. Tenía miedo de los israelitas y

25
dijo: -Son fuertes. Tienen muchos hijos. Pronto
serán más numerosos que nosotros los
egipcios. Pero yo lo impediré. En primer lugar,
aquel Faraón obligó a los israelitas a realizar
trabajos forzados. Tenían que construir
ciudades. Además, el Faraón ordenó que todos
los hijos recién nacidos de los israelitas, si eran
varones, fuesen ahogados en el Nilo. No
habiendo ya hijos varones, el pueblo israelita
se extinguiría.
Había una madre que quería salvar a su niño
pequeñito. Primero lo ocultó en casa. Al cabo
de tres meses, no pudo seguir ya ocultándolo en
ella. Tejió una canasta de mimbre. La
embadurnó bien de barro y betún para que
flotara y no entrase el agua. Luego colocó en
ella a la criatura y depositó la canasta entre los
juncos, a la orilla del Nilo. Miriam, hermana
del niño, se quedó a cierta distancia para ver lo
que sucedía con la canasta.
Llegó al Nilo la hija del Faraón. Quería
bañarse en el río. Descubrió la canasta
abandonada a la orilla y mandó recogerla. Vio en
ella al niño, y tuvo compasión del pequeñín.
Miriam salió de su escondite y preguntó:
-¿Quieres que busque una mujer para que lo
críe? La hija del Faraón dijo: -Sí, hazlo. Miriam
fue a buscar a la madre del niño. La hija del rey
se lo confió para que lo cuidase. Le puso por
nombre Moisés.
Moisés fue creciendo y vivía en el palacio.
Fue educado como egipcio. Pero no olvidó
26
jamás que pertenecía a aquel pueblo al que se
sometía a duros trabajos de esclavitud. Vio una
vez cómo un egipcio maltrataba a un israelita.
Moisés se puso furioso y mató al egipcio. Tuvo
entonces que huir. Fue al país de Madián y
trabajó como pastor en casa del sacerdote Jetró
(Ex 1-2).

13. Dios envía a Moisés


Moisés iba con el rebaño por el desierto. Llegó
al Sinaí, el monte de Dios. Allí vio una zarza que

27
ardía sin consumirse. Moisés se acercó lleno de
curiosidad. Y oyó una voz: -¡Moisés, Moisés! Yo
soy el Dios de tus padres; el Dios de Abrahán, de
Isaac y de Jacob. Moisés se tapó la cara. Tenía
miedo de mirar a Dios. Pero Dios le habló así:
-He visto cómo maltratan a mi pueblo en Egipto.
He oído sus gritos de dolor. Sé lo que está
sufriendo. Por eso yo te envío al Faraón. Tú
sacarás de Egipto a mi pueblo. Moisés
respondió: -¿Quién soy yo para presentarme
ante el Faraón y darle órdenes? Pero Dios le dijo:
-Yo estaré contigo.
Moisés puso otra dificultad: -Los israelitas
no me creerán, cuando yo les diga que el Dios
de sus padres me envía a ellos. Me replicarán:
Dinos cuál es su nombre. ¿Qué les responderé?
Dios le dijo: -Yo soy el que soy. Ése es mi
nombre para siempre. Moisés seguía sin querer
aceptar ese encargo de Dios. Dijo: -No tengo
facilidad de palabra. Le respondió Dios: -Ve, yo
te indicaré lo que debes decir. Moisés le replicó:
-¿Por qué no envías a otro? Pero Dios había
elegido a Moisés.
Moisés regresó con su familia a Egipto. Su
hermano Aarón salió a recibirle. Moisés y
Aarón fueron y reunieron a los padres de
familia de los israelitas. Les hablaron del
encargo que el Dios de Abrahán, de Isaac y de
Jacob le había dado a Moisés. Los israelitas se
dieron cuenta de que Dios quería sacarlos de su
situación apurada. Confiaron en Dios y lo
adoraron (Ex 3-4).
28
14. ¡Deja en libertad a mi pueblo!
Moisés y Aarón fueron a ver al Faraón. Le
exigieron: -¡Deja en libertad a nuestro pueblo!
Así lo quiere Dios. El Faraón no pensaba dejar
libres a los israelitas, pues trabajaban para él.
Les dijo: -¿Quién es el Dios de Israel para que yo
le obedezca? No sé quién es, y no dejaré marchar
a los israelitas. Les exigiré que trabajen más
todavía, para que no olviden quién es el que
manda aquí. Aquel mismo día ordenó a los
vigilantes: -Hagan trabajar duramente a los
israelitas para que se dejen de cuentos.
Los israelitas gemían bajo aquellos trabajos
forzados. Moisés oró al Señor. Y Dios le

29
prometió: -Yo soy Dios y os sacaré de Egipto.
Vosotros seréis mi pueblo. Y os daréis cuenta de
que yo soy su Dios. Os conduciré al país que
prometí a Abrahán, Isaac y Jacob. Y ese país os
lo daré como herencia.
Dios hizo sentir su poder al Faraón. Cayeron
sobre Egipto plagas desastrosas: tormentas,
malas cosechas, aguas contaminadas, peste de
ganado. El aire estaba tan contaminado, que a
todos les salieron llagas en la piel. El Faraón se
dio cuenta de dónde venían esas desgracias.
Fingió dos veces, tres veces, que iba a dejar en
libertad a los israelitas sometidos a trabajos
forzados. Pero, en cuanto terminaba la plaga, el
Faraón se volvía atrás y no concedía la libertad
(Ex 5-11).

15. La primera noche de pascua


Luego dijo Dios a Moisés: -Hoy por la noche,
el Faraón os dejará ir. Estad preparados para
poneros en camino. Cada familia sacrifique un
cordero. Con su sangre haréis una señal en la
puerta de vuestras casas. Poneos sandalias para
caminar. Y tened el bastón en la mano. Comed
deprisa y no dejéis restos. Esta noche morirán
los primogénitos de los egipcios. Por vuestras
casas, marcadas en la puerta con la sangre,
pasará de largo el ángel de la muerte.
Todo sucedió tal como Dios había dicho. Los
primogénitos de los egipcios murieron. Murió el
primogénito del pobre y también el primogénito
30
del Faraón. Aquella noche, los egipcios lloraron
por sus hijos. Entonces el Faraón mandó llamar
a Moisés y Aarón y les ordenó: -¡Rápido,
marchaos inmediatamente! Llevaos con vosotros
todas vuestras cosas. Los israelitas se marcharon
de Egipto.
El pueblo de Israel no olvidó nunca esa
primera noche de pascua. Los padres israelitas
no olvidaron que Dios había respetado la vida de
sus respectivos primogénitos. Desde entonces,
con ocasión del nacimiento de su primer hijo
varón, hacen una ofrenda. Cada año celebran la
31
pascua, la fiesta del «éxodo», y se la explican así
a sus hijos: -Con mano fuerte nos libró Dios de la
esclavitud de los egipcios (Ex 12-13).

16. Dios salva a su pueblo


Pronto se arrepintió el Faraón de haber dejado
en libertad a los israelitas. Dio la alarma a sus
soldados y a los conductores de los carros de
guerra. Con ellos salió en persecución de los
israelitas que habían acampado junto al mar de
juncos. Uno de sus vigilantes vio a lo lejos una
nube de polvo: ¡Vienen los egipcios! Los israelitas
estaban muertos de miedo, porque se sentían
atrapados. Delante de ellos, el mar; detrás de
ellos, el enemigo con poderosas armas. Entonces
se quejaron a Moisés: -¿Por qué nos has llevado
a la perdición? Aquí moriremos todos. Pero
Moisés les contestó: -No tengáis miedo. Hoy vais
a ver cómo Dios salva.
Moisés extendió su mano sobre el mar, tal
como Dios se lo había ordenado. Sopló viento de
levante que hizo que se retiraran las aguas. El
pueblo de Israel cruzó el lecho del mar, que
había quedado seco. Una larga columna de
hombres y mujeres, de chicos y chicas, de vacas
y ovejas.
Los egipcios llegaron a la orilla. No vacilaron
mucho. Se lanzaron detrás de los israelitas. Pero
el camino por el que cruzaron los israelitas,
confiados en Dios, se convirtió para los egipcios
en camino de muerte. Volvieron las masas de
32
agua. Los caballos y los carros de guerra y todo
el ejército del Faraón fueron sepultados por las
aguas. Los israelitas vieron cómo Dios salva.
Miriam, hermana de Moisés, sabía tocar el
tamboril. Danzó con las mujeres y cantó un
himno de victoria: -¡Alabad al Señor, ensalzadle!
Porque hizo que se hundieran en el mar los
caballos y los carros (Ex 14-15).

17. Dios cuida de su pueblo


Desde el mar de juncos, Moisés condujo al
pueblo de Israel por el desierto. Al cabo de tres
días encontraron un manantial. Pero el agua
33
que brotaba de él era amarga. -No se podía
beber. Los israelitas protestaron contra Moisés:
-¡Por ti nos morimos de sed en el desierto!
Moisés oró a Dios: -¡Socórrenos! Y Dios mostró
a Moisés un leño. Moisés lo arrojó al agua, y
ésta perdió su sabor amargo. Los sedientos
pudieron beber.
Al poco tiempo, los israelitas vinieron otra
vez con protestas a Moisés: -¿Por qué nos
trajiste al desierto? ¡Si nos hubiéramos
quedado en Egipto! Allí teníamos potes llenos
de carne y pan en abundancia. Pero Dios dijo a
Moisés: -Yo os daré pan y carne, para que
aprendáis que se puede confiar en mí. Y así fue

34
realmente. Al atardecer, una gran bandada de
aves cubrió el campamento. Las aves se dejaban
atrapar. De madrugada, el suelo estaba cubierto
de copos de maná blancos y dulces. Pudieron
recoger todos los que quisieron. Y se saciaron.
Y no sólo aquel día, sino todos los días.
Mientras el pueblo de Israel anduvo por el
desierto (durante cuarenta años), Dios le
proveyó de pan y carne.
Desde entonces, los padres refieren a sus hijos
cómo cuidó Dios de su pueblo, y cómo sigue
cuidando de él. Sepan todos que se puede
confiar en Dios y que uno puede sentirse seguro
de su ayuda (Ex 15, 22-16, 36).

18. Dios elige un pueblo


El pueblo de Israel cam inaba por el
desierto, yendo de acampada en acampada. Al
tercer mes, establecieron su campamento al
pie del monte Sinaí. Moisés subió al monte
para encontrarse con Dios. Dios le dio el
siguiente encargo: -Di a los israelitas: Ya
habéis visto que soy más poderoso que los
egipcios. Os he llevado como un águila lleva a
sus polluelos. Si escucháis lo que os digo y
guardáis mi alianza, entonces seréis un pueblo
que esté más cerca de mí que todos los demás
pueblos. La tierra entera me pertenece. Pero
vosotros me pertenecéis como un pueblo de
sacerdotes que están dispuestos a servirme: un
pueblo elegido y santo.
35
Cuando Moisés bajó del monte y dijo al pueblo
lo que Dios le había ordenado, todos exclamaron:
-Estamos dispuestos. Haremos todo lo que Dios
dice. Viviremos como Dios quiere que vivamos.
En el Sinaí, Dios dictó mandamientos a su
pueblo. Estos mandamientos tienen validez para
todos los hombres y para todos los tiempos.
Todos los que sean fíeles a Dios sentirán que Dios
es fiel con ellos. Dios dijo: -Yo soy el Señor, tu
Dios. Yo te saqué de Egipto, del lugar de
esclavitud.
1. No tendrás otros dioses junto a mí. No te
harás imagen alguna de Dios. No servirás
a nadie más que a mí.
36
2. No profanarás mi nombre.
3. El séptimo día será para ti un día santo.
En él no trabajará nadie.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
5. No matarás.
6. No cometerás adulterio.
7. No robarás.
8. No dirás falsedades contra tu prójimo.
9. No codiciarás la mujer de otra persona.
10. No codiciarás los bienes de otra persona.
Moisés grabó en dos tablas de piedra los
mandamientos que Dios había dado a su pueblo.
Depositó las tablas en el arca santa. Las tablas
son garantía de la alianza que Dios hizo con su
pueblo de Israel (Ex 19-34).

19. Reglas de conducta


Escucha, pueblo de Israel: -El Señor es tu
Dios, el Señor y nadie más. Por eso, lo amarás
con todo tu corazón, con toda tu alma y con
todas tus fuerzas (Dt 6, 4-5).
Cuando asedies una ciudad, no destruirás sus
árboles a hachazos. Come de los frutos de los
árboles, pero no tales el arbolado (Dt 20, 19).
No explotarás a la viuda ni al huérfano que no
tienen a nadie. Si les haces daño y ellos claman
a mí, yo estaré de su parte (Ex 22, 21s).
Si ves extraviados al buey o a la oveja de tu
hermano, no te desentiendas. Ve a devolvérselos
a su dueño (Dt 22, 1).
37
Si un pobre trabaja para ti, no le hagas
esperar su jornal. Págale el jornal ese mismo día
(Dt 24, 14-15).
Cuando recojas las aceitunas de tu olivar y
cuando vendimies tus viñedos, no rebusques
demasiado. Deja para los pobres las aceitunas y
las uvas que queden (Dt 24, 20-21).
No oprimáis a los forasteros que vivan en
vuestro país. Concededles los mismos derechos
que vosotros tenéis. Amad a los forasteros
como a vosotros mismos, y no olvidéis que
también vosotros fuisteis forasteros en Egipto.
Os lo digo yo, que soy el Señor, vuestro Dios
(Lv 19, 33-34).
No insultes al sordo, que no puede defenderse.
No pongas obstáculos en el camino del ciego
para que tropiece (Lv 19, 14).
No odiarás a tu hermano en tu corazón.
Reprende a tu prójimo, para que no seas tú
también culpable de lo que él hace. No seas
vengativo ni guardes rencor. Ama a tu prójimo
como a ti mismo (Lv 19, 17-18).

20. La muerte de Moisés


Dios había liberado a su pueblo de la
esclavitud de Egipto. Durante cuarenta años de
peregrinación por el desierto, los israelitas
aprendieron a confiar en Dios. Aprendieron
también a convivir unos con otros.
Las mujeres y los hombres que habían
salido de Egipto con Moisés envejecieron y
38
fueron m uriendo en el desierto. También
Moisés envejeció. Se dio cuenta de que iba a
morir pronto. Entonces bendijo al pueblo.
Dijo: -¡Qué dichoso eres, Israel! ¿Quién podrá
compararse a ti, que eres un pueblo salvado
por el Señor? Después subió Moisés a la
cumbre del monte Nebo. Desde allí, el Señor le
mostró todo el país de Canaán, prometido por
él a su pueblo. Moisés murió en la frontera
misma de ese país. Pues Dios le había dicho:
-Haré que veas el país con tus propios ojos.
Pero no entrarás en él. Durante treinta días
lloraron los israelitas la muerte de Moisés
(Dt 33-34).
39
REYES Y PROFETAS

21. En la tierra prometida


Antes de su muerte, Moisés designó como jefe
de su pueblo a Josué. Él se pondría al frente de
los israelitas para hacerlos entrar en Canaán, el
país en que habían vivido Abrahán, Isaac y
Jacob. Pero los pueblos que vivían en Canaán no
querían que los israelitas entrasen en el país.
Guiados por Josué, los israelitas confiaron en la
promesa de Dios. No dejaron que les echaran.
Poco a poco fueron conquistando el país.
Construyeron aldeas y vivían de la agricultura, lo
mismo que los cananeos.
Los israelitas aprendieron de los cananeos
muchas cosas: cuándo hay que sembrar el grano
o cuándo hay que vendimiar; aprendieron a
hacer buenas herramientas; aprendieron a
preparar buenas comidas y a confeccionar ropa.
Pero en una cosa no debían imitar a los
cananeos, si querían permanecer fieles a la
alianza que habían hecho con Dios: No debían
adorar ni servir a los dioses de los cananeos. A
los israelitas les costó mucho guardar este
mandamiento, pues los cananeos tenían lugares
de culto por todas partes, en las tierras, en los
montes y bajo la sombra de altos árboles, y allí
adoraban a sus dioses, pidiéndoles lluvias y
buenas cosechas.
En aquel tiempo, los israelitas tuvieron una
nueva experiencia: Mientras permanecían fieles
40
al Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, él los
protegía y los bendecía. Pero, cuando le eran
infieles, caían sobre ellos calamidades y
tribulaciones. Ahora bien, si se volvían a Dios,
confesaban sus culpas y le pedían perdón, él los
miraba otra vez con amor y los bendecía (Jos; Jue).

22. El pueblo quiere tener un rey


Los israelitas se repartieron las tierras de tal
forma que cada una de las doce grandes tribus
recibiera su propio territorio. Los ancianos de
las tribus repartieron las tierras entre las
familias. Cada familia recibió suficiente terreno
para su sustento.
41
Las tribus vivían independientes. Pero contra
el enemigo se defendían unidas. En esas
ocasiones, Dios les enviaba un salvador que las
sacaba del peligro.
Sin embargo, a Israel se le hizo muy difícil
confiar únicamente en Dios y aguardar a que él
enviase un salvador en cada una de las
situaciones de peligro. Ellos querían tener un
caudillo permanente, un rey. Samuel era un
salvador enviado por Dios. Preguntó al pueblo:
-¿Queréis de veras inclinaros ante un hombre,
trabajar para él, pagarle impuestos? Y los
representantes de las tribus dijeron: -Queremos

42
ser como los demás pueblos. Que un rey nos diga
lo que es justo y lo que no es justo. Que un rey
sea nuestro jefe en tiempo de guerra.
Dios dijo a Samuel: -Escucha lo que los
hombres dicen. No te han rechazado a ti, sino a
mí. Entonces Samuel, por encargo de Dios,
ungió a Saúl por rey de Israel. Dios le concedió
su Espíritu. Saúl habría sido siempre un buen
rey si hubiese confiado de corazón en Dios. Pero
Saúl no quería fiarse de nadie, ni siquiera de
Dios. No depositaba su confianza en nadie. Se
llenó de tristeza y se extravió. Dios no estaba ya
con él. Por eso no era ya capaz de acaudillar ni
defender al pueblo de Israel (1 Sm 8-15).

23. David, el pastor de Belén


David, de Belén, fue el segundo rey de Israel y
el más insigne de todos. Confiaba en Dios y Dios
estaba con él. Por eso, el pueblo de Dios no
olvidará el nombre de David. En Israel se
refieren muchas historias sobre David.
David era el hijo menor de Jesé. Estaba
cuidando de las ovejas cuando llegó Samuel a
ungirle por rey. David era buen pastor. Conocía y
amaba a sus ovejas, y no corría atemorizado
cuando un león o un oso aparecía rugiendo.
David era valiente. No tenía miedo a los
enemigos de Dios y de su pueblo. Se cuenta de él
que, siendo un muchacho, fue a ver a sus
hermanos, que estaban en el campamento. Allí
se enteró de que un grandullón forzudo, el
43
gigante Goliat, se burlaba de los israelitas y de su
Dios. Ningún israelita se atrevía a luchar con
Goliat. Pero David le dijo: -Te vas a enterar de lo
fuerte que es el Dios de Israel. Puso una piedra
en su honda, la hizo girar velozmente sobre su
cabeza y la lanzó, alcanzando en medio de la
frente al gigante Goliat, que cayó a tierra. Los
enemigos tuvieron miedo. Ya no quisieron
luchar contra Israel. Salieron corriendo.
David sabía cantar canciones y tocar el arpa.
En el libro de los salmos, que es el cantoral del
pueblo de Dios, hay 150 cánticos como los que
cantaba David.
44
Durante algún tiempo, David vivió con el rey
Saúl. Cuando Saúl se ponía triste, David tocaba
el arpa. Y entonces Saúl volvía a estar alegre.
Como Dios estaba con David, éste era capaz de
vencer a sus enemigos. Por eso, Saúl lo nombró
jefe de su ejército. Pero, como David triunfaba y
el pueblo lo aclamaba con entusiasmo, Saúl tuvo
envidia. Quiso eliminar a David. Durante años,
David, con un grupo de amigos, tuvo que
ocultarse para escapar de Saúl.
Los filisteos volvieron a atacar a Israel, pero el
ejército de Saúl no pudo contener el ataque. En la
serranía de Gelboé murieron los tres hijos de
Saúl. También Saúl resultó gravemente herido. Y
se dio muerte a sí mismo dejándose caer sobre su
propia espada (1 Sm 16-31).

24. David, rey de Jerusalén


Después de la muerte de Saúl, David fue
proclamado rey sobre todo Israel. Conquistó
Jerusalén y la convirtió en capital de su reino.
Hizo traer a Jerusalén el arca santa con las tablas
de la ley, en las que estaban grabados los
mandamientos de la alianza. David quería que
Jerusalén fuera la ciudad de Dios.
David confiaba en Dios. Quería guardar la
alianza concertada con Dios. Una vez que hizo
una cosa mala, confesó su culpa y pidió perdón
a Dios. Un día, David mandó llamar a Natán.
Natán era un varón a quien Dios había
45
designado como su portavoz: era un profeta.
David dijo a Natán: -Yo vivo en un magnífico
palacio, pero el arca santa sigue albergándose
en una tienda. Quiero construir para Dios una
casa.
Al día siguiente, volvió Natán para ver a
David y le dijo: -Dios no quiere que construyas
para él una casa. Al contrario: él construirá para
ti una casa: una casa viva. Cuando tú mueras, tu
hijo reinará sobre el pueblo de Dios. Estas
palabras tienen vigencia para siempre. Por eso,
el pueblo de Dios cree que el gran salvador, el
mesías prometido por Dios a los hombres,
nacerá de la familia de David (2 Sm 7).
46
25. Un cántico de David
Señor, tú eres mi pastor,
y no me falta de nada.
Me llevas a verdes praderas
y a lugares tranquilos junto a las aguas.
Me guías por caminos seguros.
Aunque camine por quebradas oscuras,
no tendré miedo,
porque tú estás conmigo (véase Sal 23).

26. Salomón edifica una casa para Dios


El rey David murió y fue enterrado en
Jerusalén. Su hijo Salomón gobernó en Israel.
Salomón era un rey sabio. Sabía lo que es justo
y lo que es injusto. En Jerusalén edificó para sí un

47
palacio y construyó una casa para Dios: el templo.
En él depositó el arca santa. En el día de la
dedicación del templo, Salomón oró así: -¡Señor,
Dios mío! Prometiste estar cerca de nosotros en
este templo. ¡Escucha mi oración! ¡Escucha a
todos los que te invoquen en esta casa!
¡Escúchanos, Señor, y perdónanos nuestras culpas!
Salomón no tuvo que meterse en guerras como
su padre David. Concertó tratados con otros
pueblos. Fomentó el comercio y envió naves para
que cruzaran los mares. Se enriqueció mucho.
Hizo que vinieran artesanos extranjeros, y se casó
con mujeres extranjeras. Los extranjeros que
habían venido al país invitados por Salomón
querían adorar a sus propios dioses. Salomón
permitió que en tierra de Israel esas personas
levantaran altares a sus dioses. Salomón oró a los
dioses de los extranjeros y les rindió adoración.
De esta manera traicionó al único Dios verdadero.
Quebrantó la alianza (1 Re 2-11).

27. Proverbios de Salomón


Un hijo sensato es la alegría de sus padres; un
hijo necio les causa aflicción (10, 1).
El odio provoca reyertas; el amor crea
armonía (10, 12).
El que ayuda a otros recibirá ayuda; el que da
de beber al sediento nunca morirá de sed (11, 25).
El que va por caminos rectos tiene en cuenta
a Dios; el que va por caminos torcidos lo
menosprecia (14, 2).
48
El que desprecia al prójimo peca; feliz el que se
apiada de los que padecen necesidad (14, 21).
El que no quiere escuchar el clamor del pobre
pedirá ayuda y nadie lo escuchará (21, 13).

28. Dos reyes en un solo pueblo


A la muerte de Salomón, su hijo Roboán iba a
reinar en Jerusalén. Personas con experiencia le
dieron un consejo: -Tu padre Salomón exigió
de los labradores grandes tributos, y a los
comerciantes los gravó con impuestos. Si tú eres
menos exigente que tu padre, todos los israelitas
te reconocerán por rey.

49
Pero Roboán no escuchó el consejo de las
personas con experiencia. Por eso, las diez tribus
que habitaban en el norte del país le dijeron: -No
necesitamos ningún rey de la casa de David.
Elegiremos nuestro propio rey. Únicamente la
tribu de Judá, que se denominaba así por
descender de Judá, hijo de Jacob, y que habitaba
en las cercanías de Jerusalén, permaneció fiel a
Roboán. A partir de entonces, no sólo hubo un
rey que gobernaba en Jerusalén, sino que hubo
también otro rey en Siquén o en Samaría
(1 Re 12, 1-25).

29. El Dios vivo


Jeroboán, primer monarca que reinó sobre las
tribus del norte, se dijo: -No está bien que los
habitantes de mi reino tengan que acudir al
templo de Jerusalén para asistir al culto divino o
para ofrecer sacrificios. Por eso mandó hacer
dos becerros de oro. Una de las imágenes la puso
en el norte de su reino, en la ciudad de Dan. Y la
otra imagen, en el sur, en la ciudad de Betel.
Luego hizo que se pregonara en todos los lugares
de su reino: -Ya no tendréis que acudir a
Jerusalén para celebrar una fiesta u ofrecer un
sacrificio. Encontraréis a Dios en Dan y en Betel.
El mismo Dios que sacó de Egipto a vuestros
padres.
No todos los israelitas hicieron caso de
Jeroboán, porque recordaban que Dios les había
prohibido representar a Dios en imágenes, como
50
hacían los egipcios. Sabían que estaban
quebrantando la alianza hecha con Dios si
sustituían al Dios vivo por una imagen muerta
(1 Re 12, 26-33; Ex 32-34).

30. El Dios poderoso


Con frecuencia, los reyes de Israel olvidaban a
Dios y su alianza. Dios envió hombres para que
hablaran en nombre de él a los reyes y al pueblo:
los profetas.
El rey Ajab adoraba al dios Baal. Elias era un
profeta de Dios. El profeta fue a ver al rey Ajab y
le dijo: -Yo sirvo al Dios de Israel. Es el Dios
poderoso. Tú experimentarás su poder, y contigo
51
todo el país, pues a partir de hoy no caerá rocío
ni lluvia del cielo. La sequía durará hasta que yo
diga.
Elias temía la cólera del rey. Huyó cruzando la
frontera y se refugió en Fenicia. Allí vivió en casa
de una mujer pobre, una viuda que tenía un único
hijo varón. El hijo se puso enfermo y murió.
Entonces la mujer se quejó a Elias: -Eres amigo de
Dios. Vives en mi casa. Por eso Dios me mira. Ve
mis pecados y me castiga. Elias tomó en sus brazos
el cuerpo muerto del niño y lo echó sobre la cama.
Después se inclinó sobre él y oró así: -Señor, Dios
mío, devuelve la vida a este niño. Dios escuchó la
oración de su profeta. El niño recobró la vida. Elias
lo tomó de la mano y se lo devolvió a su madre
(1 Re 17).

52
31. E l D io s ú n ic o

Al cabo de dos años, Dios volvió a mandar al


profeta Elias para que se presentase ante el rey
Ajab. El monarca se quejó al profeta: -Por tu
culpa, todo el pueblo de Israel no tiene nada que
comer. Pero Elias le respondió: -No soy yo el
culpable de la gran sequía, sino que el culpable
eres tú y tu familia. Habéis abandonado a nuestro
Dios y habéis ido detrás de Baal. Manda que
todos se reúnan en el monte Carmelo. Allí se
decidirá quién es el Dios único. El rey Ajab los
reunió a todos. Al monte Carmelo acudieron no
sólo los profetas y los sacerdotes de Baal, sino
también muchos israelitas.
Elias dijo: -Construid un altar y poned sobre
él una víctima. Después implorad a vuestro dios.

53
Quizás envíe fuego del cielo y acepte vuestro
sacrificio. Los sacerdotes y profetas de Baal
construyeron el altar y pusieron sobre él la
víctima. Estuvieron implorando a su dios desde
las primeras horas de la mañana hasta el
mediodía. Y desde el mediodía hasta el atardecer
estuvieron clamando: -¡Baal, escúchanos! Pero
clamaban en vano. No sucedió nada.
Al atardecer, Elias construyó un altar para
el Dios de Israel. Depositó la víctima sobre el
altar y derramó agua encima. Y entonces oró
de esta manera: -Señor, tú eres el Dios de
Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Muestra a todos que tú eres el Dios de Israel y
que yo soy tu servidor. ¡Escúchame, Señor!
Entonces cayó fuego del cielo. La víctima
ardió por completo. Todos los presentes se
estremecieron. Exclamaron: -¡El Señor es
Dios! ¡El Señor es Dios! Al poco rato, se
encapotó el cielo. Y empezó a llover sobre la
tierra reseca (1 Re 18).

32. Dios llama a su lado a Elias


Elias se dio cuenta de que Dios quería llevarlo
a su lado. Fue al territorio que queda al otro lado
del Jordán. Quería estar solo. Pero su discípulo
Elíseo no quería dejarlo solo. Acompañó a Elias,
y vio cómo descendía fuego del cielo, cual una
gran tormenta. El torbellino de fuego arrebató a
Elias y lo subió a lo alto como en un carro de
fuego.
54
Cuando Elíseo, ya solo, cruzaba de regreso el
Jordán, encontró un grupo de cincuenta
discípulos de profetas. Le preguntaron: -¿Dónde
se quedó Elias? ¡Vamos a buscarlo! No lo
encontraréis, respondió Elíseo. Durante tres
días estuvieron buscando a Elias, pero no lo
encontraron. Regresaron y dijeron: -Dios se ha
llevado al profeta en un carro de fuego. Desde
entonces se cree en el pueblo de Israel que Dios,
al fin de los tiempos, volverá a enviar a la tierra
a su mensajero Elias (2 Re 2).

33. Los hambrientos comen hasta saciarse


Llegó un hombre trayendo al profeta Elíseo
veinte panes de cebada y una talega de grano.

55
Elíseo dijo a su criado: -Repártelo para que
todos coman. El criado respondió: -¿Cómo van a
saciarse con esto cien personas? Pero Elíseo
insistió: -Da de comer a la gente. Verás cómo
todavía sobra. El criado repartió aquellas
provisiones. Todos comieron hasta saciarse y
todavía sobró, tal y como había dicho el Señor
por boca de Elíseo (2 Re 4, 42-44).

34. Un signo de Dios para su pueblo


En los tiempos en que Acaz reinaba en
Jerusalén, dos reyes le declararon la guerra. Con
sus ejércitos cercaron la ciudad de Jerusalén.
Entonces tembló el corazón del rey y tembló
también el corazón del pueblo, como se
estremecen los árboles del bosque cuando sopla
el huracán.
El rey Acaz fue a examinar el canal para la
traída de aguas. Y allí acudió también el profeta
Isaías. Y transmitió al rev un mensaje de parte de
Dios: -Tranquilízate, no tengas miedo. Ellos dos
se han confabulado contra ti. Pero, confía en
Dios, y él hará que aguantes. Dios quiere darte
un signo para que estés seguro de su ayuda: el
signo que tú le pidas. Pero Acaz rechazó la
oferta: -No pediré un signo a Dios. Entonces dijo
Isaías: -Pues Dios te va a dar un signo: Mira, la
\irgen concebirá un niño. Dará a luz un hijo y le
pondrá por nombre Enmanuel, que significa:
Dios está con nosotros (Is 7).
56
35. E l p r o fe ta A m o s a c u sa
El Señor dice: -Por tres delitos cometidos por
Judá, y por cuatro, no revocaré mi sentencia:
Despreciaron mi palabra y no guardaron mis
mandamientos. Se dejaron extraviar por ídolos,
exactamente igual que habían hecho sus padres.
Por eso enviaré fuego contra Judá; arderán los
palacios de Jerusalén.
El Señor dice: -Por tres delitos cometidos por
Israel, y por cuatro, no revocaré mi sentencia:
Vendieron por dinero al inocente. Revuelcan en
el polvo a los desvalidos, y al débil le niegan sus
derechos.
Por eso, temblará el suelo bajo vosotros, como
tiembla una carreta bajo el peso de las gavillas.

57
Ni el más veloz podrá escapar. Aun el más fuerte
desfallecerá. Y el más valiente se acobardará
(Am 2).

36. Jeremías advierte que llegará el castigo


de Dios
El pueblo que vivía en alianza con Dios no era
numeroso. Sus tropas no podían rivalizar con
los ejércitos de las naciones poderosas. No
podían hacer frente a los asirios, que habían
ocupado el país y de las diez tribus del norte
habían deportado a muchos, sacándolos de su
patria para llevarlos a países extranjeros. Los
creyentes veían en estos hechos el castigo
divino: el castigo con que Dios había amenazado
por sus profetas.
En Jerusalén, Jeremías hacía serias
advertencias: -Desde hace 23 años soy profeta de
Dios. Os transmití todas las palabras de Dios.
Pero vosotros no escuchasteis. Dije: Volveos de
vuestros malos caminos. Dejad de obrar la
maldad. Si así lo hacéis, os quedaréis en el país
que Dios dio a vuestros padres y os dio a
vosotros para siempre. Pero vosotros no me
habéis escuchado. Por eso, así habla el Señor:
Haré que vengan pueblos del norte. Convertiré
en instrumento mío a Nabucodonosor, rey de
Babilonia. Haré que caiga sobre vosotros y sobre
las naciones de alrededor. Asolará el país.
Vosotros serviréis al rey de Babilonia.
58
Y así sucedió: Nabucodonosor con sus
ejércitos puso cerco a la ciudad de Jerusalén.
Pronto no se pudo comprar ya ni siquiera un
solo panecillo. Había gran miseria. Entonces los
babilonios abrieron brechas en las murallas de
Jerusalén. Irrumpieron en la ciudad, incendiaron
el templo, el palacio real y las casas principales.
Derribaron las murallas. Se llevaron como botín
los objetos sagrados del templo. Los ciudadanos
notables y también los artesanos tuvieron que
marchar al destierro. Tan sólo pudieron quedarse
en la patria gente pobre, labriegos y viñadores
(Jr 25; 52).

59
37. D io s q u ier e p e r d o n a r a su p u e b lo
Dios habló a su pueblo por medio del profeta
Ezequiel: -Porque quebrantasteis la fidelidad
que me debíais, porque no escuchasteis mi
palabra, porque no guardasteis mis
mandamientos, yo traje la perdición a vuestro
país. Y ahora vivís en el destierro. Pero los
babilonios dicen: ¿Es ése el pueblo de Dios? ¿Por
qué perdieron su patria? Se burlan de vosotros y
de mí. Pero sabrán que yo soy el Señor. Yo os
reuniré de nuevo y haré que regreséis a vuestro
país. Haré de vosotros personas nuevas,
personas que me sirvan. Quitaré de vuestro
pecho el corazón de piedra, y os daré un corazón
humano. Os concederé mi Espíritu, para que
respetéis mis mandamientos y los cumpláis.
Viviréis en el país que yo di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios
(Ez 36, 20-28).

38. El regreso de Babilonia


Los desterrados de Judá y Jerusalén tuvieron
que permanecer en Babilonia unos 40 años.
Luego, Ciro, rey de los persas, conquistó
Babilonia. Publicó un edicto en todo su reino:
-El Señor, el Dios del cielo, me ha dado poder
sobre todos los reinos de la tierra. Me ha
encargado que reedifique su casa en Jerusalén.
Todo el que pertenezca al pueblo de Dios,
regresará a Jerusalén. Allí, entre todos,
reedificarán el templo.
60
Se pusieron en camino todos los que se
sintieron movidos por el Espíritu de Dios. Sus
vecinos les proporcionaron oro y plata, ganado
y otros regalos. El rey Ciro ordenó que se
devolvieran los objetos sagrados que
Nabucodonosor había robado del templo y
llevado a Babilonia (Esd 1).

39. Cántico de los que regresan a la patria


Cuando el Señor puso fin a nuestro cautiverio,
y nos condujo de regreso a Jerusalén, nos parecía
que soñábamos. Nuestra boca se llenó de risas, y
dábamos gritos de júbilo.
61
Decían entonces los demás pueblos: ¡El Señor
hizo por ellos cosas magníficas! ¡Sí, cosas
magníficas hizo el Señor por nosotros! ¡Estamos
rebosantes de alegría! (Sal 126).

ESPERANDO AL MESÍAS

40. El pueblo judío


Las familias que regresaban desde las tierras
extranjeras de Babilonia pertenecían a la tribu
de Judá y eran oriundas de Jerusalén y de sus
alrededores. Constituyeron el núcleo del pueblo
judío. Querían vivir como habían vivido sus
padres. Pero nada era ya igual que antes. Los
babilonios habían asentado en Jerusalén y en sus
alrededores extranjeros que seguían sus propias
costumbres y adoraban a sus dioses.
Las murallas que habían protegido a Jerusalén
yacían derribadas. El templo construido por
Salomón era un montón de ruinas. Los judíos
fueron reedificando sus casas y las murallas de
Jerusalén. En el año segundo después de su
repatriación, pusieron la primera piedra del
segundo templo.
Los judíos volvían a vivir en su patria, pero
su país pertenecía a los extensos dominios de
reyes extranjeros. Esos reyes enviaban a
Jerusalén sus soldados, sus recaudadores de
impuestos y gobernadores. Hubo épocas en que
62
los extranjeros quisieron apartar a los judíos de
la fe de Abrahán. Épocas en que un rey
extranjero quiso obligar a todos los que vivían en
su reino a que vivieran y creyeran en lo mismo
que él y adoraran a los dioses que él adoraba.
Durante esos siglos, los sacerdotes de Jerusalén
fueron recopilando las sagradas tradiciones. En
ese tiempo, las personas piadosas observaban las
leyes y las instrucciones divinas. Aprendieron de
nuevo quién era Dios y la alianza que hicieron
con él. Aguardaban al rey, al libertador, prometido
por Dios a su pueblo. Eran perseguidos y
martirizados. Pero aun en la muerte confesaban
su fe en el Dios vivo que puede salvar a los suyos
incluso a través de la muerte (Esd, Neh, 1 Mac,
2 Mac).

63
4 1. Job p id e a D io s u n a r e sp u e sta

Job era piadoso. Confiaba en Dios y


desconfiaba del maligno. Job era muy rico.
Tenía siete hijos, tres hijas, muchas ovejas y
camellos, bueyes y burras. Para Job no era difícil
tener afecto a Dios, que le había dado tantas
cosas.
Pero Dios puso a prueba a Job. Bandas de
ladrones cayeron sobre los rebaños de Job.
Mataron a los pastores y robaron el ganado.
Job no perdió la cabeza por ello. Confiaba en
Dios. Poco después le sobrevino otra desgracia.
Cuando sus hijos y sus hijas estaban celebrando
un banquete, la casa se derrumbó y los sepultó
entre los escombros. Al enterarse Job de
aquella desgracia, dijo: -Desnudo llegué a la
tierra. Desnudo estaré cuando me muera. El
Señor me lo dio. El Señor me lo quitó. ¡Bendito
sea!
Pero sobre Job cayó otro sufrimiento aún
peor. Contrajo la lepra. Job, que había sido tan
rico, estaba sentado ahora sobre un montón de
cenizas. Se rascaba las heridas con una teja
rota. La mujer de Job se acercó a su marido y
le dijo: -¡Qué bien te va con tu confianza en
Dios! ¡Maldice a Dios y muérete! Pero Job le
respondió: -Hablas como quien no conoce a
Dios. Si aceptamos de Dios lo bueno, ¿no
aceptaremos también lo malo?
Job tenía tres amigos. Cuando se enteraron
de su desgracia, vinieron a verle. Querían
64
consolarle. Pero, al verle tan desdichado,
comenzaron a llorar. Se sentaron a su lado,
durante siete días y siete noches. Ninguno dijo
una sola palabra, porque veían que el dolor de
Job era muy grande. Entonces Job comenzó a
hablar y a discutir con Dios. Se quejaba de sus
sufrim ientos y acusaba a Dios de haber
enviado sobre él, que era inocente, tantas
desgracias.
Los amigos de Job se quedaron horrorizados.
Quisieron defender a Dios y dijeron: -¿Cómo te
atreves a acusar a Dios? Todos sabemos que Dios
es justo. Dios recompensa el bien y castiga el
mal. Él no te habría enviado estos sufrimientos

65
si tú no hubieras pecado y merecido este castigo.
Pero Job estaba seguro de lo que decía. Y pidió a
Dios que le explicara por qué él, que era piadoso,
había merecido tantos sufrimientos.
Los amigos hablaron y hablaron para
convencer a Job de que estaba equivocado; de
que él tenía que haber hecho algo malo,
porque Dios no obra injustamente. Pero Job
no se daba por vencido. Quería comprender
por qué Dios recompensaba con males su
fidelidad. Dios habló a Job en medio de una
tormenta. Le preguntó: -¿Quién eres tú para
pedirme cuentas? ¿Por qué hablas de lo que no
eres capaz de entender? ¿Dónde estabas,
cuando yo puse los cimientos de la tierra?
¿Separaste tú la tierra del mar? ¿Señalaste tú
los tiempos para el día y para la noche?
¿Pusiste tú en el cielo las estrellas? ¿Das tú de
comer a los animales?
Job escuchó las preguntas. No sabía qué
responder. Y se dio cuenta de que Dios es
incomprensiblemente grande. Tan grande, que
uno puede confiarse en él, aunque no entienda
sus planes.
Job respondió al Señor: -Ahora sé que tú lo
puedes todo. Tú llevas a cabo todo lo que
planeas. Yo, con mi ignorancia, te pedí cuentas.
Tus planes son maravillosos. Yo no soy capaz de
comprenderlos. Hasta ahora te conocía de
oídas. Pero ahora mis ojos te ven. Por eso, me
retracto de todo lo que he dicho y me confío a
ti (Job).
66
42. Jonás aprende a conocer a Dios
Dios habló a su profeta Jonás: -Ponte en
camino. Ve a Nínive, capital del imperio asirio, y
di a cuantos allí habitan que caerá sobre ellos mi
castigo. Pero Jonás no quería ir a Nínive. Huyó
en un barco que se dirigía a un lugar muy lejano.
Quería alejarse, alejarse mucho de Dios.
Pero el Señor desencadenó sobre el mar una
tempestad. Las olas agitaban el barco y parecía
que éste iba a zozobrar. Todos estaban muy
asustados. Cada uno oró a su dios. Pero Jonás
dormía tranquilamente en la bodega del barco.
El capitán despertó a Jonás: -Pero, ¿cómo
puedes dormir? ¡Levántate y ora a tu Dios!
Quizás él pueda salvarnos. Los marineros se
dijeron unos a otros: -Vamos a echar suertes.
Veremos así quién tiene la culpa de esta
desgracia. Y le tocó a Jonás. Él dijo: -Arrojadme
al mar, y os salvaréis. Por mi culpa ha venido
sobre vosotros esta tempestad. Los marineros
remaban con todas sus fuerzas. Pero no podían
nada contra el temporal. Entonces oraron así:
-Señor, no nos tomes en cuenta lo que vamos a
hacer. No pienses que cometemos un delito
contra un inocente. Entonces agarraron a Jonás
y lo tiraron al mar. Inmediatamente las aguas se
serenaron.
Pero el Señor envió un pez enorme, que se
tragó a Jonás. Pasó tres días y tres noches en el
vientre de aquel pez. Desde allí oró al Señor, su
Dios. El pez nadó hacia la orilla y arrojó a Jonás.
67
Por segunda vez ordenó Dios a Jonás: -Ve a
Nínive, a la gran ciudad. Pregona allí todo lo que
voy a decirte. Jonás marchó a Nínive. Y
proclamó a gritos: -Dentro de cuarenta días,
Nínive será destruida.
Los habitantes de Nínive escucharon a Jonás.
Creyeron a Dios. Comenzaron a ayunar
rigurosamente y se vistieron con sayales de
penitencia. Lo hicieron todos, los grandes y los
pequeños, los ricos y los pobres, el pueblo
entero. Dios vio el arrepentimiento de los
habitantes de Nínive. Y retiró sus amenazas.
Pero Jonás se disgustó mucho y estaba
encolerizado. Oró de esta manera: -Ah, Señor,
68
por algo no quería yo ir a Nínive. Yo sabía muy
bien que tú amas a los hombres y les perdonas.
Prefiero morir a seguir viendo lo que veo.
Jonás salió de la ciudad y se dirigió hacia el
este. Se sentó y esperó a ver qué pasaba.
Entonces el Señor hizo crecer allí una planta de
ricino para que diera sombra a Jonás. Jonás se
puso muy contento al ver aquella planta. Pero,
durante la noche, un gusano royó las raíces de la
planta, y ésta se secó. Lucía un sol abrasador.
Jonás no podía aguantar aquel calor. Dijo:
-Quisiera morirme. Pero Dios le preguntó a
Jonás: -Te da lástima de la planta de ricino que
brotó en una noche y en una noche se secó, ¿y a
mí no me iba a dar lástima de la gran ciudad de
Nínive en la que hay muchos niños y muchos
animales? (Jon).

43. El reino de Dios


El profeta Daniel describe la visión que Dios
le mostró: -Se colocaron unos tronos. Un
anciano se sentó. Su vestidura era blanca como
la nieve, y los cabellos de su cabeza, como lana
pura. Su trono eran llamas de fuego, con
ruedas como llamaradas. Un río impetuoso de
fuego brotaba delante de él. Miles de personas
le servían. Y millones estaban de pie en su
presencia.
Y vi que venía sobre las nubes del cielo una
figura humana. Se acercó al anciano y fue
presentado ante él. El anciano le dio poder,
69
honor y dominio real. Todos los pueblos y
personas de todas las lenguas v razas le servirán.
Su reino es reino eterno, que no pasará. Su
imperio es indestructible (Dn 7, 9-14).

44. El cántico del siervo de Dios


Un profeta canta cánticos del siervo que
cumple en todo la voluntad de Dios. Por medio
de él, el obediente, llegan a la tierra la justicia de
Dios y su salvación.
Ved, éste es mi siervo, a quien yo sostengo. Es
mi elegido, a quien amo. Yo puse mi Espíritu
sobre él. Anunciará a las naciones la verdad. No
gritará, no hará mido, no hará resonar su voz en
la calle. No romperá la caña cascada, ni apagará
la mecha que arde débilmente. Con fidelidad
promoverá el derecho. No se cansará, no
desfallecerá hasta implantar en la tierra mi
derecho. Las islas más remotas aguardan sus
enseñanzas (Is 42, 1-4).

45. El mundo nuevo de Dios


Así habla el Señor: -Hago nuevas todas las
cosas: un nuevo cielo y una nueva tierra. Lo que
antes era se olvidará. Vosotros os regocijaréis y
os alegraréis por lo que yo voy a crear. Nadie
llorará jamás y nunca se lamentará nadie. No
nacerán va niños que vivan pocos días. Nadie
morirá en la mitad de su vida. Tendréis vida tan
larga como la de un árbol. Nadie os quitará lo
70
que habéis trabajado. Aun antes de que me
pidáis algo, yo os responderé. Mientras estáis
todavía hablando, yo os habré escuchado.
Entonces el lobo y el cordero pacerán juntos. El
león comerá paja como el buey. Nadie hará nada
malo; nadie causará ya estragos (Is 65, 17-25).

71
DE LOS LIBROS
DEL NUEVO TESTAMENTO

DIOS CUMPLE SU PALABRA:


JESÚS ES EL MESÍAS

46. Jesús es el Hijo del Altísimo


Dios envió como mensajero suyo al ángel
Gabriel. Y lo envió a Nazaret, adonde una virgen
llamada María, que estaba comprometida para
casarse con José, un varón de la familia del rey
73
David. Gabriel llegó adonde estaba María y le
dijo: -¡Alégrate, María! Dios está contigo. El te
ha elegido. María quedó desconcertada y
pensaba qué significarían aquellas palabras.
Pero Gabriel le dijo: -No temas, María, porque
has hallado gracia ante Dios. Dios te quiere. Vas
a tener un niño. Darás a luz un hijo. Le pondrás
por nombre Jesús. Él será grande y será llamado
Hijo del Altísimo.
María preguntó: -¿Cómo sucederá eso, pues
no conozco varón? Gabriel le respondió: -El
Espíritu Santo, el poder del Altísimo, descenderá
sobre ti. Para Dios no hay nada imposible.
María dijo entonces: -Yo soy la esclava del
Señor. ¡Cúmplase en mí lo que Dios desea!
(Le 1, 26-38).

47. Jesús se llama Enmanuel:


Dios con nosotros
José era un hombre justo y piadoso. Se dio
cuenta de que María, su prometida, aguardaba
un hijo. Como la amaba mucho y no quería
hacerle daño, pensaba abandonarla en secreto,
sin llamar la atención de nadie. Pero, durante la
noche, vio a un mensajero de Dios, a un ángel,
que le dijo: -José, hijo de David, no tengas temor.
Lleva a María a tu casa. El niño que ella espera
viene del Espíritu de Dios. Ella tendrá un hijo, y
le pondrás por nombre Jesús. Pues él
reconciliará con Dios al pueblo. Así se cumplió
lo que había dicho el profeta Isaías: -Mira: la
74
virgen concebirá. Dará a luz un hijo. Le pondrá
por nombre Enmanuel, que significa: Dios está
con nosotros (Mt 1).

48. Jesús nace en Belén


En aquellos tiempos reinaba en Roma el
emperador Augusto y dio el siguiente edicto:
-Todas las personas que viven en mi imperio
deben inscribirse en las listas del censo. Cada
uno, en el lugar de donde es oriunda su familia.
Por eso, José con María marcharon de Nazaret a
Belén, que era la ciudad natal de la familia de
David. Allí María dio a luz a su hijo primogénito.
75
Lo arropó en pañales y lo acostó en un pesebre,
porque no habían encontrado sitio en la
posada.
Cerca de Belén había unos pastores con sus
rebaños. Vino a ellos el mensajero de Dios. El
resplandor de su luz los envolvió de claridad. Los
pastores estaban muy asustados. Pero el ángel
les dijo: -No temáis. Os anuncio a vosotros y a
todo el pueblo una gran alegría: Hoy, en la
ciudad de David, ha nacido el Salvador; él es el
Señor. Le reconoceréis: un niño arropado en
pañales, acostado en un pesebre.
De repente aparecieron muchos ángeles en
aquel campo. Alababan a Dios y exclamaban:
-En el cielo se cantan a Dios cánticos de alegría,
y en la tierra los hombres tienen paz, porque
Dios los ama. Entonces desaparecieron los
ángeles y se quedaron solos los pastores. Se
decían unos a otros: -Vamos a Belén y veamos lo
que ha sucedido allí. Se dieron prisa y
encontraron a María, a José y al niño acostado
en un pesebre. Lo miraron bien todo, y fueron
contando lo que Dios les había dicho sobre aquel
niño. Todos los que los oían se quedaban
asombrados. María conservaba todas estas cosas
y las meditaba en su corazón.
Los pastores volvieron con sus rebaños.
Cantaban cánticos de alabanza y daban gracias a
Dios por todo lo que habían visto y oído. Cuando
el niño tenía ya ocho días, le pusieron el nombre
que Gabriel había dicho: Jesús, que quiere decir:
Dios salva (Le 2, 1-21).
76
49. Jesús es el rey de los judíos
En el tiempo en que nació Jesús, Herodes
gobernaba como rey en Jerusalén. Por entonces
llegaron a Jerusalén unos sabios que venían del
oriente. Preguntaron: -¿Dónde está el rey de los
judíos, que acaba de nacer? Vimos cómo
aparecía en el cielo su estrella. Y hemos venido a
postrarnos ante él.
El rey Herodes, al oír esto, se estremeció. Con
él se estremecieron todos los que vivían en
Jerusalén. Herodes mandó llamar a los
sacerdotes y a los doctores que conocían a fondo
las Sagradas Escrituras. Les preguntó: -¿Dónde
ha de nacer el mesías, el salvador? Le

77
respondieron: -H a de nacer en Belén. Así lo dice
el profeta Miqueas: Tú, Belén, en tierra de Judá,
eres ciudad importante, ciudad de príncipes;
porque en ti ha de nacer el que dirija y gobierne
al pueblo de Israel.
Herodes orientó a aquellos varones sabios
para que se dirigieran a Belén: -Id, buscad al
niño. Cuando lo hayáis encontrado, venid a
decírmelo para que yo vaya también y me postre
ante él. Cuando los sabios se pusieron en
camino, apareció ante ellos la estrella que
habían visto en oriente. La estrella se detuvo
sobre la casa en donde estaba Jesús. Aquellos
hombres se alegraron de todo corazón. Entraron
en la casa, hallaron a María y al niño, se
inclinaron profundamente ante él y lo adoraron.
Después le ofrecieron regalos: oro, incienso y
mirra. Pero, durante la noche, Dios les ordenó
que no regresaran al palacio de Herodes. Por eso
escogieron otro camino para volver a su patria
(Mt 2, 1-12).

50. Jesús es perseguido


Durante la noche, Dios ordenó a José en un
sueño: -Levántate, toma al niño y a su madre y
huye a Egipto, y permaneced allí hasta que yo os
diga. Herodes va a buscar al niño para matarlo.
En plena noche, José se levantó y, en compañía
de María y del niño Jesús, huyó a Egipto.
Herodes se dio cuenta de que los sabios no
habían querido pasar por Jerusalén en su
78
regreso. Se enfureció y mandó matar, en Belén y
en sus alrededores, a todos los niños varones que
fuesen menores de dos años. Después de la
muerte de Herodes, un ángel de Dios le dijo a
José en un sueño: -Levántate, toma al niño y a su
madre y regresa a la tierra de Israel. José se
levantó. Y, en compañía de María y del niño
Jesús, regresó a la tierra de Israel. Fueron a vivir
a Nazaret (Mt 2, 13-23).

51. Jesús debe ocuparse de las cosas de Dios


Los padres de Jesús iban todos los años a
Jerusalén por la fiesta de la pascua. Cuando
Jesús cumplió doce años, llevaron consigo al
79
muchacho. Transcurridos los días de la fiesta,
emprendieron el camino de regreso. Pero Jesús
se quedó en Jerusalén. Sus padres no se dieron
cuenta. Al atardecer, lo buscaron entre los
parientes y amigos. Como no lo encontraban,
volvieron a Jerusalén. Buscaron a su hijo por
toda la ciudad. Al tercer día, lo encontraron en el
templo. Jesús estaba sentado entre los maestros
de la Sagrada Escritura. Los escuchaba y les
preguntaba. Todos estaban maravillados de la
forma en que hacía sus preguntas y daba sus
respuestas.
Sus padres, al verle, se sintieron dolidos. Su
madre le dijo: -Hijo, ¿por qué nos has hecho eso?
80
Tu padre y yo te hemos estado buscando, llenos
de angustia. Jesús les respondió: -¿Por qué me
buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme de las
cosas de mi Padre? Después, Jesús regresó con
ellos a Nazaret y fue obediente (Le 2, 41-52).

52. La confesión de fe del bautista


Juan, hijo del sacerdote Zacarías y de su
mujer Isabel, vivía en el desierto. Dios lo llamó
para que fuera su mensajero, y entonces Juan
se dirigió a la comarca junto al río Jordán y
comenzó a decir a la gente: -Convertios.
Cambiad de vida. Haceos bautizar en el Jordán
para que Dios perdone vuestras culpas.
Sucedía lo que está escrito en el libro del profeta
Isaías:
-Una voz grita en el desierto: Abrid un camino
para el Señor, edificad una calzada para Dios.
Todo valle será rellenado, y toda montaña y
colina será aplanada. Que lo torcido se enderece,
y lo accidentado se iguale. Y todas las criaturas
experimentarán la salvación que Dios concede
gratuitamente (Is 40, 3-5).
Muchas personas venían a escuchar a Juan en
el Jordán. Se hacían bautizar por él y
preguntaban: -¿Qué debemos hacer? Juan les
decía: -El que tenga dos vestidos dé uno al que
no tiene. El que tenga de comer comparta su
comida con el hambriento. A los recaudadores
de impuestos les decía: -No exijáis más de lo que
está dispuesto. Y a los soldados: -No robéis, no
81
hagáis chantaje a nadie, contentaos con vuestra
paga.
Muchos pensaban que Juan era el mesías, el
salvador, pero Juan les decía: -Yo os bautizo sólo
con agua. Pero está para llegar uno que es más
poderoso que yo. Yo no soy digno siquiera de
desatar la correa de sus sandalias. Él os
bautizará con el Espíritu Santo y con el fuego del
juicio (Le 3, 1-18).

53. El testimonio del Padre


Cuando Jesús tenía unos 30 años de edad, fue
adonde estaba Juan en el Jordán. Hizo que Juan lo
bautizara, como a los demás. Luego se puso a

82
orar. Mientras oraba, se abrió el cielo y el Espíritu
Santo descendió sobre Jesús, lo mismo que una
paloma desciende revoloteando. Se oyó una voz
del cielo que decía: -Tú eres mi Hijo amado. Tú
eres mi predilecto (Le 3, 21-23).

¡CAMBIAD DE VIDA!
JESÚS ENSEÑA Y CURA

54. El mensaje de Jesús


Jesús fue a Galilea. Proclamaba el evangelio
de Dios y decía: -Se ha cumplido el tiempo.

83
Comienza ahora el reinado de Dios. Convertios
y creed la Buena Noticia que yo os traigo
(Me 1, 14-15).
Cuando Jesús fue a Nazaret, donde se había
criado, acudió el sábado a la casa de oración. Allí
leyó un pasaje del libro del profeta Isaías: -El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me
ha escogido. Él me ha enviado a anunciar la
Buena Noticia a los pobres; a decir a los
cautivos: estáis libres; a los ciegos: recobrad la
vista; a los oprimidos: gozad de libertad; y a
proclamar el tiempo en que Dios tiene
clemencia.
Jesús declaró a todos los que se hallaban en la
casa de oración: -La palabra que habéis
escuchado se ha cumplido hoy. Al principio,
todos estaban entusiasmados, pero luego
reflexionaron: -¿No es ése el hijo de José? Jesús
les dijo: De verdad os digo: Ningún profeta es
bien recibido en su patria.
Cuando los que estaban en la casa de oración
oyeron esto, se enfurecieron. Saltaron sobre
Jesús, le echaron a empujones de la ciudad y
querían despeñarlo desde un monte. Pero no
pudieron hacer nada a Jesús (Le 4, 16-30).

55. Unos pescadores deciden seguir a Jesús


Jesús se acercó a la orilla del lago de Galilea.
Allí vio a Simón, que también se llama Pedro, y
a su hermano Andrés. Estaban echando sus
84
redes. Eran pescadores. Jesús les dijo: -Venid
conmigo. Yo os haré pescadores de hombres. Los
dos dejaron inmediatamente sus redes y
siguieron a Jesús.
Poco después vio Jesús a Santiago, hijo de
Zebedeo, y a su hermano Juan. Se hallaban en la
barca con su padre y preparaban las redes. Jesús
los llamó. Entonces ellos abandonaron
inmediatamente la barca y a su padre y siguieron
a Jesús (Mt 4, 18-22).

56. Un signo de su gloria y poder divino


En Caná de Galilea se celebra una boda. Allí
está María, la madre de Jesús. También Jesús y
85
sus discípulos asisten como invitados. Una boda
es una fiesta alegre, e implica la celebración de
un banquete. Al faltar el vino, se crea una
situación penosa para los esposos y sus
invitados. María se da cuenta de ello y le dice a
Jesús: -¿No podrías ayudarles? Jesús contesta:
-¿Qué voy a hacer? Hoy no es todavía el día de
mostrar quién soy.
María dice a los servidores: -Haced lo que él
os diga. Había allí seis tinajas de piedra. Jesús
dice a los servidores: -Llenad las tinajas de agua.
Y ellos las llenaron hasta los bordes. Luego dice
Jesús: -Sacad un poco y llevádselo al
maestresala. Cuando éste lo bebió, se dio cuenta

86
de que el agua se había convertido en vino, un
vino exquisito. El maestresala no sabía de dónde
procedía este vino. Pero los servidores, que
habían llenado de agua las tinajas, lo sabían muy
bien. El maestresala llamó al novio y le dijo:
-Todo el que da un banquete ofrece primero a los
invitados el vino mejor y más tarde el más
corriente. Tú has hecho al revés y has guardado
para el final el vino de más calidad. De esta
manera realizó Jesús el primer signo revelador
de su poder y su gloria. Fue en Caná de Galilea.
Y sus discípulos creyeron en él (Jn 2, 1-11).

57. Un paralítico echa a andar


Jesús volvió a Cafarnaún. Todos los de la
ciudad supieron pronto que Jesús estaba en casa.
Acudieron muchos corriendo y se apiñaron
delante de la puerta de la casa. Jesús les dijo a
todos que Dios los ama.
Llegaron cuatro hombres llevándole un
paralítico. Querían acercárselo a Jesús, pero la
gente no se apartaba para dejarles paso.
Entonces los cuatro hombres subieron al tejado
(que era plano), llevando consigo al paralítico,
poniéndolo precisamente delante de donde Jesús
estaba. Jesús se dio cuenta de que aquellos
hombres tenían fe en él. Dijo al paralítico: -Tus
culpas están perdonadas.
Algunos doctores de la ley oyeron lo que Jesús
acababa de decir. Pensaban: -Pero qué cosas
dice Jesús. Eso es una blasfemia. Ningún
87
hombre puede perdonar pecados. Sólo puede
hacerlo Dios. Jesús sabía lo que estaban
pensando. Les dijo: -¿Qué andáis cavilando?
¿Qué es más fácil decir: Tus pecados te son
perdonados, o: Paralítico, levántate, toma tu
camilla y anda? Vais a ver cómo yo, con el poder
del Padre, perdono pecados en la tierra. Y le dijo
al paralítico: -Levántate, toma tu camilla y vete
andando a casa. Inmediatamente se levantó
aquel hombre, tomó su camilla y echó a andar.
Todos pudieron verlo. Alababan a Dios y se
decían unos a otros: -Nunca hemos visto cosa
igual (Me 2, 1-12).
88
58. Jesús llama a un pecador
Los recaudadores de impuestos tenían muy
mala fama. Con frecuencia exigían más
impuestos que los previstos por las leyes.
Además, trabajaban por encargo de las fuerzas
romanas de ocupación. Por eso, los fariseos no
querían trato alguno con ellos.
Un día se paseaba Jesús por la orilla del lago
cuando vio al recaudador Leví en su caseta de
recaudación de impuestos. Jesús lo miró y le
dijo: -Ven, sígueme. Leví se levantó y se fue con
Jesús. Jesús estaba invitado a comer en casa de
Leví. Y había sentados allí a la mesa muchos
recaudadores de impuestos y muchos pecadores

89
que comían al lado de Jesús y de sus discípulos.
Los fariseos y los doctores de la ley lo vieron y
dijeron a los discípulos: -¿Cómo es que vuestro
Maestro come con los pecadores? Jesús oyó la
pregunta y respondió: -No son los sanos los que
necesitan un médico, sino los enfermos. Yo no
he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores (Me 2, 13-17).

59. Jesús elige doce apóstoles


Jesús subió a un monte. Llamó a los
discípulos que él había elegido, y éstos se
acercaron a él: eran doce hombres. Estarían
siempre a su lado: para ver lo que hacía y oír lo

90
que decía. A estos doce iba él a enviarlos como
sus apóstoles para que transmitieran la Buena
Noticia, y para que, con el poder que les daría,
curasen a los enfermos. Los doce apóstoles eran:
Simón, a quien dio el nombre de Pedro,
Santiago y su hermano Juan, y luego Andrés,
Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el
hijo de Alfeo, Tadeo, Simón y Judas Iscariote,
que más tarde traicionó a Jesús (Me 3, 13-19).

60. Jesús elige un pueblo


Jesús recorría Galilea. Enseñaba en las casas
de oración y proclamaba el evangelio de Dios.
Curaba a todos los que estaban enfermos y
sufrían. En todo el país se hablaba acerca de él.
Gentes de todas partes acudían a oírle. Jesús, al
ver tantas personas, subió a un monte. Se sentó,
y sus discípulos se acercaron a él. Jesús comenzó
a enseñarles:
-Todos los que saben que ante Dios son
pobres pueden estar contentos; de ellos es el
reino de los cielos.
Todos los que están afligidos pueden estar
contentos; Dios los consolará.
Todos los que no recurren a la violencia
pueden estar contentos; Dios les hará poseer la
tierra.
Todos los que anhelan que se cumpla la
voluntad de Dios pueden estar contentos; Dios
satisfará su anhelo.
91
Todos los misericordiosos pueden estar
contentos; Dios será misericordioso con ellos.
Todos los que tienen un corazón puro pueden
estar contentos; verán a Dios.
Todos los que trabajan por la paz pueden estar
contentos; Dios los recibirá como hijos.
Todos los que son perseguidos porque se
atienen a la voluntad de Dios pueden estar
contentos; de ellos es el reino de los cielos
(Mt 4, 23-25; 5, 1-10).

61. Reglas de conducta de Jesús


Conocéis el mandamiento que dispone: -No
matarás. El que mate a otra persona será llevado
ante el tribunal. Ahora yo os digo: El que se irrite
contra su hermano será llevado ante el tribunal
(Mt 5, 21-22).
Si estás de camino para llevar una ofrenda a
Dios y recuerdas que tu hermano tiene algo
contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, vuélvete y
reconcíliate con tu hermano. Luego ve y entrega
tu ofrenda (Mt 5, 23-24).
Conocéis el mandamiento que dispone: -Los
esposos deben guardarse fidelidad el uno al
otro. Ahora yo os digo: El que desee otra mujer,
o la que desee otro hombre, aunque sólo sea en
su corazón, ha quebrantado ya la fidelidad
(Mt 5, 27-28).
Habéis aprendido: -Amarás a tu prójimo y
odiarás a tu enemigo. Ahora yo os digo: Amad a
92
vuestros enemigos y haced el bien a los que se
portan mal con vosotros. Si lo hacéis así, seréis
hijos de vuestro Padre que está en el cielo. Él hace
que salga el sol sobre buenos y malos. Y regala la
lluvia a los justos y a los injustos (Mt 5, 43-45).
Amad a vuestros enemigos, ayudadles y
prestadles lo que les haga falta, aunque no
contéis con que os lo vayan a devolver. Dios os
recompensará: vosotros seréis sus hijos. Dios
es bueno, incluso con los desagradecidos y los
pecadores. Sed m isericordiosos como él
(Le 6, 35-36).
No os juzguéis unos a otros, para que Dios no
os juzgue a vosotros, no condenéis a nadie y Dios
93
no os condenará a vosotros. Perdonaos las
culpas unos a otros, y Dios perdonará vuestras
culpas. Dad generosamente, y Dios os dará
generosamente (Le 6, 37-38).

62. La oración de los discípulos de Jesús


Jesús dijo a sus discípulos: -Así es como
debéis orar:
Padre nuestro que estás en el cielo. Santificado
sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase
tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos
hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a
los que nos ofenden. No nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal (Mt 6, 9-13).

63. Jesús devuelve la vida a un muerto


Jesús llegó con sus discípulos a la ciudad de
Naín. Le acompañaba mucha gente. Cuando se
acercaban a la puerta de la ciudad, se cruzaron
con un cortejo fúnebre. Llevaban a enterrar a un
muchacho; era hijo único de una viuda, que
ahora se quedaba completamente sola. Los
vecinos y los amigos acompañaban a la pobre
mujer hasta el lugar del sepulcro.
Jesús miró a aquella mujer y sintió pena de
ella. Le dijo: -No llores. Después se acercó al
féretro y lo tocó. Los que lo llevaban se
detuvieron. Y Jesús dijo al muchacho: -Yo te lo
ordeno, ¡levántate! Entonces el muerto se
94
incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo
entregó a su madre.
Todos los presentes quedaron sobrecogidos
de temor. Alababan a Dios y decían: -Un gran
profeta ha surgido entre nosotros. Dios mismo
acude a ayudar a su pueblo. Por toda la región
se contaba lo que Jesús hacía por la gente
(Le 7, 11-17).

64. ¿Por qué tenéis miedo?


Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus
discípulos: -Crucemos a la otra orilla del lago.
Subieron a la barca y soltaron las amarras. De
repente se levantó sobre el lago un fuerte
vendaval. Las olas eran enormes, y la barca se
llenaba de agua. Pero Jesús dormía en la parte de
popa. Los discípulos le despertaron gritando:
-¿No te importa que nos hundamos?
Entonces Jesús se puso en pie. Increpó al
viento y dijo al lago: -¡Silencio! ¡Cálmate! El
viento amainó y sobrevino una gran calma. Jesús
dijo a los discípulos: -¿Por qué tenéis miedo?
¿Por qué no tenéis fe? Los discípulos se
quedaron atemorizados. Se preguntaban unos a
otros: -¿Quién será éste, que hasta el viento y el
agua le obedecen? (Me 4, 35-41).

65. Los hambrientos se sacian


Jesús quería estar a solas con sus apóstoles,
pero la multitud les seguía. Jesús hablaba con la
gente acerca de la vida que Dios concede
gratuitamente. Jesús curaba a todos los que
necesitaban su ayuda. Al atardecer, se acercaron a
él los doce y le dijeron: -Despide a la multitud
para que vayan a los pueblos v encuentren allí
alojamiento y algo para comer. Porque aquí en el
desierto no hay nada. Pero Jesús les respondió:
-Dadles vosotros de comer. Le dijeron: -Tenemos
sólo cinco panes y dos peces. Tendríamos que ir a
comprar algo de comer para toda esa gente. Eran
unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres ni
los niños.
Pero Jesús les ordenó: -Decidles que se sienten
en grupos de cincuenta personas. Los discípulos
hicieron lo que Jesús les había mandado. Jesús
tomó en sus manos los cinco panes y los dos
96
peces. Miró al cielo y bendijo los panes y los
peces. Y luego fue partiendo los panes y se los
daba a los discípulos para que los repartieran.
Toda la multitud comió hasta saciarse. E incluso
sobró mucho. Con las sobras se llenaron doce
canastas de pan (Le 9, 10-17).

66. El pan de la vida


Los que se habían saciado con los panes se
dijeron unos a otros: -Jesús, indudablemente, es
el profeta que Dios envía al mundo. Jesús sabía
que querían llevárselo para hacerle rey. Por eso,
se retiró de en medio de ellos.
97
Al día siguiente lo buscaban en Cafarnaún.
Lo encontraron y le preguntaron: -¿Desde
cuándo estás aquí? Pero Jesús les respondió:
-Sé muy bien que me buscáis únicamente
porque habéis comido pan hasta saciaros. No
os preocupéis tanto por el pan que se echa a
perder. Preocupaos del otro pan que da vida
eterna.
Entonces le preguntaron: -¿Qué quiere Dios
de nosotros? Jesús dijo: -Dios quiere una sola
cosa: que creáis a quien él ha enviado. Yo soy el
pan que da vida. El que viene a mí jamás tendrá
hambre. El que cree en mí jamás tendrá sed
(Jn 6 , 14-35).

98
67. La c o n fe s ió n d e fe d e lo s d is c íp u lo s
Jesús oraba en un lugar solitario. Sus
discípulos estaban con él. Entonces les preguntó:
-¿Qué piensa de mí la gente? Le respondieron:
Algunos creen que eres Juan el Bautista. Otros
dicen: Elias o algún otro profeta ha regresado.
Jesús preguntó: -¿Y vosotros? ¿Qué pensáis de
mí? Entonces respondió Pedro: -Tenemos fe en
que tú eres el mesías, el salvador prometido por
Dios.
Jesús prohibió a sus discípulos que hablaran
de ello con otros. Dijo: -El hijo del hombre debe
padecer mucho. Los ancianos del pueblo, los

i
sumos sacerdotes y los que conocen a fondo la
Sagrada Escritura lo rechazarán y lo matarán.
Pero él, al tercer día, resucitará. Jesús decía estas
cosas refiriéndose a sí mismo (Le 9, 18-22).

68. El testimonio del Padre


Jesús llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan,
y subió a un monte. Quería orar allá en lo alto.
Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y
sus vestidos irradiaban blancura. De repente
aparecieron a su lado dos hombres, Moisés y
Elias, que hablaban con Jesús. El brillo
deslumbrante del cielo los envolvía. Los dos
hablaban con Jesús acerca de lo que le iba a
suceder a él en Jerusalén, con arreglo al plan
divino.
Pedro y los otros dos apóstoles se habían
quedado dormidos. Se despertaron y vieron a
Jesús en aquel brillo deslumbrante. Vieron
también a los dos varones que estaban a su lado.
Cuando éstos se marchaban ya, dijo Pedro:
-Señor, estamos muy a gusto aquí. Vamos a
plantar tres tiendas: para ti, para Moisés y para
Elias. Pedro no sabía lo que se decía. Mientras
hablaba, se formó sobre el monte una nube
oscura y densa. Los discípulos estaban
asustados. Y salió de la nube una voz que decía:
-Éste es mi Hijo, mi elegido. Escuchadle.
Cuando cesó la voz, no vieron ya a nadie. Sólo a
Jesús. Los discípulos, por aquel entonces, no
100
contaron a nadie la experiencia que habían
tenido en lo alto del monte (Le 9, 28-36).

JESÚS ENSEÑA
ACERCA DE LA VIDA CON DIOS
Y CON LOS HOMBRES

69. ¿A quién concede Dios vida eterna?


Alguien que era muy docto en las enseñanzas
de Moisés quiso poner a prueba a Jesús. Le
preguntó: -¿Qué tengo que hacer para conseguir
la vida eterna? Jesús le preguntó: -¿Qué dicen
sobre esto las Sagradas Escrituras? El doctor de
la ley respondió: -Amarás a Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas. Y ama al prójimo como a ti mismo.
-Has contestado bien, dijo Jesús. Si observas
todo lo que has dicho, conseguirás la vida eterna.
El doctor de la ley no quería darse por
satisfecho. Preguntó: -Bueno, ¿y quién es mi
prójimo?
Jesús les refirió una historia: -Un hombre iba
de Jerusalén a Jericó. Por el camino le atacaron
unos bandoleros. Le robaron todo lo que llevaba,
le dieron una paliza y le dejaron allí tendido,
medio muerto. Pasó por el mismo camino un
sacerdote. Vio a aquel hombre malherido y pasó
de largo. Llegó también un levita, le miró, pero
no se detuvo. Finalmente pasó por allí un
101
hombre de Samaría: un extranjero. Vio al herido
y tuvo compasión de él. Se le acercó, lavó sus
heridas y se las vendó. Después acomodó a aquel
hombre sobre su cabalgadura y lo llevó a una
posada. Allí se preocupó mucho de él y le cuidó.
Antes de continuar su camino a la mañana
siguiente, dio dinero al posadero y le dijo:
-Cuídame al herido. Si el dinero que te dejo no
te alcanza, yo te daré más dinero cuando vuelva.
Jesús preguntó al doctor de la ley: -¿Qué
piensas? ¿Cuál de los tres personajes actuó, en
este caso, como prójimo del hombre malherido?
El doctor le respondió: -Aquel que fue
misericordioso. Jesús le dijo: -Pues anda, haz tú
lo mismo (Le 10, 25-37).
102
70. ¿A quiénes recibirá Dios en su reino?
Jesús dijo en una ocasión: -Cuando el hijo del
hombre venga de nuevo, reunirá a todos los
pueblos. Juzgará a los hombres y los separará,
como el pastor separa a las ovejas de las cabras.
A los unos los pondrá a su derecha, y a los otros
a su izquierda.
A los que estén congregados a la derecha, les
dirá: -Venid. El Padre os bendice. Viviréis en su
reino, que estaba preparado para vosotros desde
el comienzo del mundo. Porque, cuando tuve
hambre, me disteis de comer. Cuando estuve
sediento, me disteis de beber. Cuando no tenía
patria ni hogar, me acogisteis. Cuando estuve

103
desnudo, me vestísteis. Cuando estuve enfermo,
me visitásteis. Cuando estuve en la cárcel, me
vinisteis a ver. Entonces, todos los que estén a la
derecha preguntarán: -Señor, ¿cuándo hicimos
eso contigo? Él les responderá: -Os aseguro que
lo que hicisteis por el más pequeño de mis
hermanos, por mí lo hicisteis.
A los que estén congregados a su izquierda,
les dirá: -Lo que no hicisteis por el más
pequeño de mis hermanos no lo hicisteis por mí
(Mt 25, 31-45).

71. El error del labrador rico


Jesús advirtió a todos los que estaban con él:
-Tened buen cuidado de no ser avariciosos,
pues ni siquiera el rico puede garantizarse a sí
mismo la vida. Y les contó una historia: -En los
campos de un labrador rico crecía trigo en
abundancia. Aquel hombre pensaba: -¿Qué voy
a hacer con toda mi cosecha? No sé dónde voy
a almacenar tanto trigo. Finalmente tuvo una
idea: -Derribaré mis graneros y construiré otros
más grandes. En ellos almacenaré el trigo y los
demás productos del campo. Entonces podré
estar seguro y me diré a mí mismo: Ahora estás
bien provisto de todo. Tienes provisiones para
muchos años. Ya no necesitas trabajar. Ahora, a
comer y a beber y a disfrutar de la vida. Pero
Dios dijo a aquel hombre: -Eres insensato. Esta
misma noche vas a morir. ¿Para quién será todo
lo que has almacenado? Jesús dijo: -Así sucederá
104
V

con quienes amontonen riquezas para sí mismos,


pero no sean ricos ante Dios (Le 12, 15-21).

72. La oveja perdida


Muchos recaudadores de impuestos y
pecadores se acercaban a Jesús para escucharle.
Los fariseos y los doctores de la ley se
disgustaban por ello y decían: -Él se lleva bien
con los pecadores e incluso come con ellos.
Entonces Jesús les contó una historia. Dijo:
-Imaginaos que un hombre tiene cien ovejas. Si se
le pierde una sola oveja, ¿no dejará en la pradera
las noventa y nueve y se pondrá a buscar a la oveja
105
perdida hasta que la encuentre? En cuanto la ha
hallado, se pone muy contento. La carga sobre sus
hombros y emprende el camino de regreso. Al
llegar a casa, dice a sus amigos y vecinos:
-¡Alegraos conmigo! Mi oveja estaba perdida y la
he encontrado. Jesús dijo: -Así sucede con Dios en
el cielo. Se alegra por todo pecador que cambia de
vida (Le 15, 1-7).

73. El buen pastor


Jesús dijo: -Yo soy el buen pastor. El buen
pastor está dispuesto a morir por sus ovejas. El
106
pastor que trabaja únicamente para ganarse un
salario sale corriendo cuando ve llegar al lobo. El
lobo entonces arrebata las ovejas y dispersa el
rebaño. El pastor asalariado huye, porque lo
único que le interesa es el salario. No le
importan las ovejas. Yo soy el buen pastor. Yo
conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
Estoy dispuesto a morir por mis ovejas.
Los judíos que escuchaban estas palabras
discutían unos con otros. Unos afirmaban:
-Un espíritu maligno habla por boca de él. No
sabe lo que dice. Otros pensaban: -Nadie que
esté endemoniado habla como él habla. ¿Acaso
un espíritu maligno puede curar enfermos?
(Jn 10, 11-15; 19-21).

74. El padre y sus dos hijos


Jesús contaba: -Un hombre tenía dos hijos. El
menor de ellos dijo: -Padre, dame la parte de
herencia que me corresponde. Y el padre le
repartió sus bienes. El hijo menor recogió todo
lo que le había correspondido y marchó al
extranjero. Quería disfrutar de la vida y malgastó
sus bienes sin pensar para nada en el futuro. Ya
lo había gastado todo cuando sobrevino un
hambre terrible en aquella tierra. Fue a un
campesino y le pidió trabajo. Él lo envió al
campo a cuidar cerdos. Tenía hambre y le
hubiera gustado comer algo del pienso que
arrojaban a los cerdos. Pero nadie se lo daba.
107
Entonces reflexionó y se dijo para sus adentros:
-Mi padre tiene muchos jornaleros. Reciben
comida de sobra. Antes que morirme aquí de
hambre, prefiero volver a casa de mi padre. Le
diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti.
Déjame trabajar a jornal en tu casa.
El padre le vio llegar de lejos. Sintió mucha
pena de su hijo, corrió a su encuentro y le
abrazó. Pero el hijo empezó: -Padre, he pecado
contra Dios y contra ti. No merezco ser tu hijo.
Sin embargo, el padre exclamó: -Vamos a hacer
fiesta y a estar alegres. Mi hijo estaba muerto, y
ahora vive otra vez. Estaba perdido, y ahora ha
regresado a casa.
El hijo mayor estaba en el campo. Al
regresar, oyó la música y el baile. Preguntó a
un criado: -¿Qué pasa? Le dijo: -Tu hermano
ha vuelto a casa. Tu padre da una fiesta por la
alegría que tiene de que su hijo haya
regresado. Entonces el hijo mayor se llevó un
gran disgusto. No quería entrar en casa. Su
padre salió adonde él tercamente se había
quedado. Quería explicárselo todo. Pero el hijo
mayor hizo reproches a su padre: -H e
trabajado para ti toda mi vida. Pero tú nunca
has tenido un detalle conmigo. Nunca me has
dado ni un cabrito para que invitara a
merendar a mis amigos. El padre le respondió:
-Tú eres mi hijo. Tú estás siempre a mi lado.
Todo lo que tengo es tuyo. Pero hoy debemos
alegrarnos y celebrar una fiesta. Porque tu
hermano estaba muerto, y ahora vive otra vez.
108
Estaba perdido, y ahora ha regresado a casa
(Le 15, 11-32).

75. Un rico y un mendigo


Érase una vez un hombre muy rico. Llevaba
vestidos lujosos y tenía todo lo que podía
desear. Ante la puerta de su casa se acurrucaba
un mendigo llamado Lázaro, que estaba en la
miseria y era muy desgraciado. Tenía llagas en
todo su cuerpo. Y estaba tan hambriento que le
hubiera gustado comer los restos de comida
que de la mesa del rico caían al suelo. Los

109
perros callejeros le molestaban y lamían sus
llagas.
Al morir Lázaro, bajó un ángel y lo llevó al
cielo con Abrahán. También el rico murió y fue
enterrado. En el mundo de los muertos sufría
muchos tormentos. Levantó su mirada y vio a
Abrahán. Vio también a Lázaro echado a su
lado. Entonces exclamó: -Padre Abrahán, ten
compasión de mí. Envía a Lázaro. Que moje en
agua la punta de un dedo y refresque mi lengua,
porque sufro mucho en este fuego. Pero Abrahán
le respondió: -Recuerda. Durante toda tu vida
disfrutaste de todo lo que te apeteció. La suerte
de Lázaro fue la contraria. Por eso, él recibe
ahora consuelo. Entre nosotros y vosotros hay un
profundo abismo. Nadie puede ir de aquí hasta
vosotros, y nadie puede llegar hasta aquí desde
donde estáis vosotros.
Entonces aquel rico le suplicó: -Te ruego,
padre Abrahán, que envíes a Lázaro a casa de
mi padre. Que prevenga a mis hermanos para
que no acaben también ellos en este lugar de
tormentos. Abrahán le replicó: -Tienen ya las
enseñanzas de Moisés y de los profetas. Que
las sigan. Pero el rico volvió a suplicarle: -Sí,
es cierto, tienen las enseñanzas de Moisés y de
los profetas. Pero, si alguno de los muertos va
a verlos, cam biarán de vida. A lo cual
respondió Abrahán: -Si no escuchan a Moisés
ni a los profetas, entonces no se convencerán
ni aunque resucite alguno de entre los muertos
(Le 16, 19-31).
110
76. La historia del que se sentía justo y de
un recaudador de impuestos
Jesús encontró una vez unos fariseos que se
tenían por justos. Creían que cumplían todos los
mandamientos divinos, y por este motivo
despreciaban a todos los demás. Jesús les contó
una historia:
-Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de
ellos era fariseo. El otro era un recaudador de
impuestos. El fariseo avanzó hasta las primeras
filas y oraba de esta manera: -Dios mío, te doy
gracias porque soy mejor que los demás. No
robo, no estafo a nadie, soy fiel a mi mujer, y no
soy tampoco como ese recaudador de impuestos
que se ha quedado allá atrás. Ayuno dos veces

111
por semana y doy para el templo la décima parte
de todo lo que gano.
El recaudador de impuestos se quedó atrás,
agachó su cabeza, se golpeaba el pecho y oraba
de esta manera: -Dios mío, soy pecador. Ten
misericordia de mí. Jesús dijo: -Os aseguro que
ese recaudador de impuestos marchó a casa
llevando en su alma el perdón divino. El otro, no
(Le 18, 9-14).

77. Un ciego cree


Jesús se acercaba a la ciudad de Jericó. Un
mendigo ciego estaba sentado al borde del
camino. Cuando se dio cuenta de que pasaba un
gentío mayor del habitual, preguntó: -¿Qué

112
ocurre? Le dijeron que llegaba a la ciudad Jesús
de Nazaret. Entonces el ciego se puso a gritar:
-¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Los
que iban delante de Jesús le increpaban:
-¡Cállate! ¡No alborotes! Pero él gritaba más
fuerte todavía: -¡Hijo de David, ten compasión
de mí!
Jesús se detuvo y mandó que trajeran al ciego.
Cuando lo tuvo cerca, le preguntó: -¿Qué
quieres? ¿Qué puedo hacer por ti? El ciego
respondió: -Señor, que vea. Jesús le dijo: -Ya ves.
Tu fe te ha salvado. En aquel mismo instante, el
ciego recobró la vista. Y siguió a Jesús alabando
a Dios. Todos los que presenciaron esto alabaron
también a Dios (Le 18, 35-43).

78. Zaqueo cambia de vida


Jesús recorría la ciudad de Jericó. En ella vivía
Zaqueo, jefe de todos los recaudadores de
impuestos. Era muy rico. Le hubiera gustado ver
a Jesús, pero el gentío no le dejaba ver nada.
Zaqueo era bajito. Por eso, fue corriendo a un
lugar por donde iba a pasar Jesús. Se encaramó
a una higuera para verle bien. Jesús, al pasar por
aquel sitio, se detuvo, miró hacia arriba y dijo:
-Zaqueo, baja. Hoy voy a alojarme en tu casa.
Zaqueo bajó en seguida del árbol. Estaba muy
contento de que Jesús quisiera ser su invitado.
Pero los demás que vieron esto estaban muy
disgustados: ¡Jesús va a hospedarse en casa de
un pecador! Zaqueo dijo a Jesús: -Señor, daré a
113
los pobres la mitad de todos mis bienes. A los
que les haya estafado algo, les devolveré el
cuádruple;.; Y Jesús le dijo: -Hoy has sentido
vivamente, tú y tu familia, que Dios salva.
Porque yo he venido a buscar y salvar a los que
se hallaban perdidos (Le 19, 1-10).

MUERTO - SEPULTADO - RESUCITADO

79. Jesús va a Jerusalén para celebrar la pascua


Pocos días antes de la fiesta de la pascua,
Jesús dijo a los doce apóstoles: -Vamos a subir a
Jerusalén. Allí me entregarán en manos de los
114
sumos sacerdotes y de los doctores de la ley. Me
condenarán a muerte y me entregarán a los
romanos. Ellos se burlarán de mí, me escupirán,
me azotarán y me matarán. Pero, a los tres días,
yo resucitaré (Me 10, 32-34).
Cuando se acercaban a la ciudad, Jesús envió
por delante a dos de sus discípulos: -Id al pueblo
de enfrente. Allí encontraréis un asno joven en el
que todavía no ha montado nadie. Desatadlo y
traédmelo. Si alguien os pregunta: -¿Qué estáis
haciendo?, decidle: -E l Señor necesita este
animal. Lo devolverá enseguida. Los dos
discípulos entraron en el pueblo. Encontraron
todo lo que Jesús les había dicho, desataron el
animal y se lo llevaron a Jesús.
115
Jesús se montó en el asno y se dirigió a
Jerusalén. La gente que iba con Jesús y sus
discípulos extendían como alfombra sus vestidos
al paso del Señor. Cortaron ramas de los
arbustos y engalanaron el camino. La multitud
que acompañaba a Jesús gritaba con todas sus
fuerzas: -¡Hosanna! ¡Alabado sea! ¡Él viene por
encargo de Dios! ¡Alabado sea el reino de nuestro
padre David! ¡Ahora se hace realidad! ¡Hosanna
en las alturas! (Me 11, 1-10).

80. El discípulo Judas traiciona a su Señor


Dos días antes de la fiesta de la pascua se
reunieron los sumos sacerdotes y los doctores de
la ley. Buscaban una ocasión para prender

116
astutamente a Jesús y matarlo. Se decían unos a
otros: -No lo hagamos durante las fiestas, no sea
que la gente se amotine contra nosotros.
Uno de los doce apóstoles, Judas Iscariote, fue
a los sacerdotes y les dijo: -Estoy dispuesto a
entregarles a Jesús. A ellos les encantó oírlo y le
prometieron una buena recompensa: treinta
monedas de plata. Desde aquel momento, Judas
buscaba una ocasión favorable para entregar a
Jesús (Me 14, 1-2.10-11).

81. La última cena


El día en que los judíos sacrificaban el
cordero pascual, Jesús dijo a Pedro y a Juan: -Id
a la ciudad. Al entrar en ella, encontraréis a un
hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidle
hasta que entre en una casa. Preguntad en mi
nombre al dueño de esa casa: -¿Dónde está la
habitación donde puedo celebrar la cena con mis
discípulos? El os señalará una sala grande.
Fueron los dos discípulos, y lo encontraron todo
como Jesús les había dicho y prepararon la cena
pascual.
Al atardecer, Jesús se sentó a la mesa con sus
apóstoles. Dijo: -He deseado vivamente celebrar
con vosotros esta cena pascual, antes de mi
pasión. Os aseguro que no volveré a celebrarla
ya hasta que comience el reino de Dios. Y
tomó en sus manos el pan, dio gracias, lo
partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
-Tomad y comed todos de él, porque esto es mi
117
cuerpo, que será entregado por vosotros.
Haced esto en conmemoración mía.
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el
cáliz y, dando gracias de nuevo, lo pasó a sus
discípulos diciendo: -Tomad y bebed todos de
él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de
la alianza nueva y eterna, que será derramada
por vosotros y por muchos para el perdón de los
pecados. Haced esto en conmemoración mía
(Le 22, 7-20).

82. La señal distintiva de los discípulos de Jesús


Después de la cena, Jesús mostró a sus
discípulos cómo los amaba, y cómo ellos tenían
que amarse unos a otros. Jesús se levantó de la
mesa y se ató una toalla a la cintura. Luego echó
agua en una palangana y comenzó a lavar los
pies de sus discípulos. Simón Pedro no quería
que Jesús hiciera con él ese servicio y protestó:
-¿Tú, Señor, quieres lavarme a mí los pies?
Jesús le respondió: -Más tarde entenderás lo
que estoy haciendo ahora. Pedro se resistió: -No
me lavarás los pies jamás. Pero Jesús le dijo: -Si
no te presto este servicio, entonces no serás de
los míos. Pedro le dijo: -Si es así, Señor, lávame
no sólo los pies, sino también las manos y la
cabeza.
Luego, cuando Jesús se sentó de nuevo a la
mesa, dijo: -¿Entendéis lo que he hecho con
vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor,
y decís bien, porque lo soy. Pues bien, si yo os he
118
lavado a vosotros los pies, vosotros también
serviros los unos a los otros y lavaros
mutuamente los pies. Os he dado ejemplo. Así
como yo os he amado, amaos unos a otros. Ésa
será vuestra señal distintiva: Si os amáis los unos
a los otros, todos verán que sois mis discípulos.
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida
por sus amigos. Vosotros sois mis amigos. Haced
lo que os encargo.
Jesús dijo: -Ya no estaré mucho tiempo con
vosotros. Pero no tengáis miedo. Creed en Dios y
creed en mí. Yo voy al Padre. Cuando esté a su
lado, prepararé un lugar para vosotros. Después
volveré y vendré a buscaros, y vosotros estaréis
para siempre conmigo. Rogaré al Padre que os
119
envíe un poderoso auxiliador, el Espíritu Santo.
Él es el Espíritu de la verdad. Él os recordará todo
lo que os he dicho (Jn 13-15).

83. Jesús ora en el monte de los olivos


Después de la cena, Jesús se dirigió a un huerto
que había en el monte de los olivos. Sus discípulos
le acompañaban. Al llegar allí, les dijo Jesús:
-Orad para ser fuertes en la tentación. Después,
entró Jesús en el huerto, él solo. Allí se arrodilló y
oraba de esta manera: -Padre, si quieres, puedes
ahorrarme el sufrimiento y la muerte. Pero no se
haga mi voluntad, sino la tuya.
En su angustia mortal, Jesús oraba tan
insistentemente que su sudor era como gotas de
sangre que caían hasta el suelo. Finalmente, se
levantó y volvió a donde estaban sus discípulos.
Dormían, porque el miedo y la inquietud los
habían adormecido. Jesús les dijo: -¿Por qué
dormís? Estad despiertos y orad para resistir la
prueba que ha de llegar.
Todavía estaba hablando Jesús con sus
discípulos, cuando unos hombres entraron en el
huerto. Los guiaba Judas Iscariote. Éste se acercó
a Jesús para darle un beso de saludo. Jesús
preguntó: -Judas, ¿me vas a entregar con un
beso? Cuando los discípulos comprendieron que
aquellos hombres habían venido para detener y
llevarse a Jesús, preguntaron: -Señor, ¿nos
defendemos? Uno de ellos sacó una espada y de
un tajo le cortó la oreja derecha a uno de los
120
criados del sumo sacerdote. Pero Jesús no se lo
consintió: -¡Dejadlo ya! Tocó la oreja del herido y
la curó. Después dijo a aquella gente armada:
-Habéis venido con espadas y palos a prenderme.
¿No estaba a diario en el templo, entre vosotros?
Pero allí no os atrevisteis a hacerme nada. Es
vuestra hora. Es la hora del poder de las tinieblas
(Le 22, 39-53).

84. Pedro niega a su Señor


Aquellos guardias prendieron a Jesús y lo
llevaron a casa del sumo sacerdote. Pedro
aguardó un rato, y luego fue siguiéndole de lejos.
121
En el patio habían encendido una hoguera, y
Pedro se sentó entre los que se calentaban al
fuego. Una criada vio a Pedro y le reconoció:
-¿No eres tú uno de los que estaban con Jesús?
Pedro lo negó y dijo: -No lo conozco. Poco
después, otra persona lo reconoció: -Tú eres uno
de los discípulos de Jesús. Pedro volvió a
negarlo: -No, hombre. Yo no.
Una hora más tarde, otro insistía: -Tú estabas
con él. Se te nota por tu acento galileo. Pedro
afirmó encarecidamente: -No sé de qué estás
hablando. En ese mismo instante cantó un gallo.
Y Pedro recordó lo que Jesús le había dicho una
vez: -Antes de que cante el gallo de madrugada,
me habrás negado tres veces. Entonces Pedro se
levantó, salió afuera y comenzó a llorar
amargamente (Le 22, 54-62).

122
85. Jesús ante el Consejo Supremo
A la mañana, se reunieron los ancianos del
pueblo, los sumos sacerdotes y los doctores de la
ley. Hicieron comparecer a Jesús y le exigieron
que respondiera: -Si tú eres el salvador
prometido por Dios a su pueblo, dínoslo. Jesús
respondió: -Aunque os lo dijera, no me creeríais.
Y si os hago una pregunta, no me responderéis.
Pero desde ahora el hijo del hombre estará
sentado a la derecha de Dios. Entonces le
preguntaron: -¿Así que tú eres el Hijo de Dios?
Jesús replicó: -Vosotros mismos lo estáis
diciendo: Lo soy. Exclamaron todos: -Ya no
necesitamos testigos contra él. Todos hemos
oído lo que ha dicho (Le 22, 66-71).
123
86. El proceso ante Pilato
Los cabecillas del pueblo llevaron a Jesús ante
el gobernador romano, Poncio Pilato. Le
acusaron: -Este hombre está alborotando al
pueblo. Afirma que él es el salvador, el rey. Pilato
preguntó a Jesús: -¿Tú eres rey? Jesús le contestó:
-Mi reino no es de este mundo. De lo contrario,
mis servidores habrían luchado por defenderme.
Yo soy rey y he venido al mundo para dar
testimonio de la verdad. Todo el que se interesa
por la verdad escucha lo que yo digo. Entonces
Pilato preguntó: ¿Qué es la verdad?
Pilato dijo a quienes acusaban a Jesús: -No veo
ninguna razón para declararlo culpable. Todos los
años, en pascua, concedo la libertad a uno de
vuestros presos. ¿Indultaré en esta ocasión al rey
de los judíos? Contestaron a gritos: -¡No, a Jesús
no! ¡Indulta a Barrabás! Barrabás era un bandido.
Así que Pilato dejó en libertad a Barrabás y
ordenó que azotasen a Jesús. Los soldados
tejieron, para burlarse, una corona de espinas y se
la encasquetaron brutalmente en la cabeza a
Jesús. Luego le echaron por los hombros un
manto rojo y se burlaban de él: -¡Te saludamos,
oh rey de los judíos! Y le daban bofetadas.
Pilato presentó a Jesús ante sus acusadores y
les dijo: -¡Mirad, mirad a este hombre! Pero ellos
vociferaban: -¡Cuélgalo de una cruz! Pilato dijo:
-¡Tomadlo vosotros y crucificadlo! Yo no
encuentro ninguna razón para condenarlo. Pero
ellos le replicaron: -Nosotros tenemos una ley
que dispone que él ha de morir. Él ha dicho,
124

J
refiriéndose a sí mismo, que es el Hijo de Dios.
Estuvieron acosando a Pilato hasta que él tuvo
miedo y condenó a Jesús a morir en la cruz
(Jn 18,28-40, 19,1-16).

87. Jesús muere en la cruz


Jesús cargó con su cruz hasta las afueras de la
ciudad, hasta lo alto de una colina que se
llamaba Gólgota. Allí le clavaron en la cruz. Con
él fueron ejecutados dos malhechores. Sus
cruces estaban a la izquierda y a la derecha de la
cruz de Jesús. Pilato ordenó que clavaran en lo
125
alto de la cruz un letrero. En él estaba escrito:
-Jesús de Nazaret, rey de los judíos. Los sumos
sacerdotes se enfadaron mucho y dijeron a
Pilato: -Cambia lo que dice ese letrero. Pon: -Él
decía que era el rey de los judíos. Pero Pilato se
negó a cambiar nada: -Lo que he escrito, escrito
queda.
Al pie de la cruz había cuatro mujeres: la
madre de Jesús, la hermana de su madre, la mujer
de Cleofás y María Magdalena. El discípulo a
quien amaba Jesús estaba al lado de su madre.
Jesús, al verla, dijo a su madre: -Desde ahora,
ése será tu hijo. Y al discípulo le dijo: -Desde
ahora, ésa será tu madre. A partir de aquel
momento, el discípulo recogió en su casa a María
y cuidó de ella.
Jesús sabía que él lo había cumplido ya todo y
dijo: -¡Todo está cumplido! Entonces inclinó su
cabeza y murió (Jn 19, 17-30).

88. Jesús es sepultado


José de Arimatea era persona influyente. Era
miembro del Consejo Supremo de los judíos,
pero aguardaba también que comenzase el reino
de Dios. Al atardecer, fue a Pilato y le pidió:
-Permíteme descolgar de la cruz el cuerpo
muerto de Jesús y darle sepultura. Pilato le dio
permiso para sepultar el cadáver de Jesús. José
compró un lienzo, descolgó de la cruz el cuerpo
de Jesús, lo envolvió en el lienzo y lo puso en un
sepulcro excavado en la roca. Después hizo rodar
una gran piedra para tapar la entrada del
sepulcro. Dos mujeres, María Magdalena y
María la madre de José, lo observaron todo y
vieron dónde había puesto el cadáver de Jesús
(Me 15, 42-47).

89. El mensaje del ángel


Pasado el sábado, María Magdalena, María
la madre de Santiago y Salomé compraron
perfumes. Querían ir al sepulcro para embalsamar
el cuerpo de Jesús. A primeras horas de la
madrugada, cuando estaba saliendo el sol, fueron
al sepulcro. Por el camino se preguntaban:
127
-¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del
sepulcro?
Al llegar al sepulcro, vieron que la piedra
estaba corrida. Entraron en el sepulcro y vieron
que un joven vestido de blanco estaba sentado a
la derecha. Se llevaron un gran susto. Pero el
ángel dijo a las mujeres: -¡No os asustéis!
Buscáis a Jesús de Nazaret, que murió en la cruz.
No está aquí. Ha resucitado. Ved el lugar donde
estuvo su cuerpo. Volved y decid a sus discípulos,
y especialmente a Pedro, que él va delante de
vosotros a Galilea. Allí le veréis, tal como él os ha
dicho. Las mujeres salieron corriendo del
sepulcro. Estaban llenas de pavor y no dijeron
nada a nadie, porque tenían mucho miedo
(Me 16, 1-8).

128
90. Dos discípulos se encuentran
con el resucitado
Ese mismo día, se hallaban de camino dos
discípulos. Iban de Jerusalén a Emaús. Por el
camino hablaban de todo lo que habían
experimentado en Jerusalén. Entonces se les
acercó Jesús y se puso a caminar con ellos. Pero
los dos no lo reconocieron. Les preguntó: -¿De
qué habláis? Los dos se detuvieron, con cara
triste. Uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le
preguntó: -Pero, ¿de verdad no te has enterado
de lo que ha ocurrido en Jerusalén? El forastero
respondió: -¿A qué te refieres?
Los dos discípulos le informaron: -Hablamos
de Jesús de Nazaret. Era profeta. Hablaba y
actuaba poderosamente ante Dios y ante los
hombres. Fue condenado a muerte y ejecutado.
Habíamos esperado que él fuera el salvador. Y con
hoy son ya tres días desde que todo eso ocurrió.
Esta madrugada, algunas mujeres del grupo de
los discípulos acudieron al sepulcro. No hallaron
el cadáver. Afirmaron que vieron a un ángel, y que
el mensajero divino les dijo que Jesús vive.
Inmediatamente fueron dos discípulos al
sepulcro. Y hallaron todo como las mujeres
habían dicho. Pero a él no le vieron.
Entonces el forastero dijo a los dos discípulos:
-Pero, ¿no entendéis lo que está sucediendo? ¿No
tenéis fe en lo que dijeron los profetas? El mesías
tenía que padecer todas esas cosas. Y por ello Dios
le da dignidad, poder y vida. Y les explicó lo que
se hallaba escrito en las Sagradas Escrituras
129
acerca del mesías. Finalmente, los tres
caminantes llegaron a la aldea de Emaús. Jesús se
apartó de ellos como si quisiera proseguir su
camino. Pero los dos discípulos le invitaron con
insistencia: -Quédate con nosotros. Ya ha caído la
tarde. Va a oscurecer.
Jesús entró en la casa y se quedó con ellos.
Más tarde, al sentarse con ellos a la mesa, Jesús
tomó en sus manos el pan. Pronunció las
palabras de alabanza, partió el pan y se lo dio. A
los dos se les abrieron los ojos y reconocieron al
Señor. Pero en seguida dejaron ya de verle. Se
decían el uno al otro: -¿No ardía nuestro
corazón mientras él nos explicaba el sentido de
la palabra de Dios?
130
Aquella misma noche, los dos discípulos
regresaron a Jerusalén. Allí estaban reunidos los
once apóstoles con muchos discípulos. Dijeron a
los dos que llegaban apresuradamente: -¡Es
verdad! ¡El Señor ha resucitado! ¡Pedro lo ha
visto! Entonces los dos refirieron la experiencia
que habían tenido, cuando iban camino de
Emaús, y cómo habían reconocido a Jesús
cuando les partía el pan (Le 24, 13-35).

91. El encuentro en Jerusalén


Los discípulos estaban reunidos en Jerusalén.
Tenían miedo y habían cerrado bien la puerta. De
repente, apareció Jesús entre ellos y les dijo: -¡La
paz esté con vosotros! Después les mostró las
llagas de sus manos. Los discípulos, al reconocer
al Señor, se llenaron de alegría. Jesús les dijo por
segunda vez: -La paz esté con vosotros. Como el
Padre me ha enviado a mí, así os envío yo a
vosotros. Les dijo: -Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis sus pecados, Dios se los
perdonará. A quienes no perdonéis sus pecados,
no les serán perdonados (Jn 20, 19-23).

92. El Señor envía sus mensajeros a todas


las naciones
Los once apóstoles fueron a Galilea, al monte
donde el Señor los había citado. Allí vieron a Jesús
y se postraron delante de él. Pero algunos todavía
dudaban. Jesús se acercó a ellos y les dijo: -El
Padre me ha dado plena autoridad sobre el cielo v
131
sobre la tierra. Con esta autoridad, yo os envío a
vosotros. Id a todas las naciones. Haced que todos
sean mis discípulos. Bautizadlos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñadles
y decidles todo lo que ellos deben saber para que
vivan como yo os mostré a vosotros. Yo me quedo
con vosotros, todos los días, hasta el fin del
mundo (Mt 28, 16-20).

JESÚS SE QUEDA CON NOSOTROS

93. Jesús se despide de los discípulos


Pasaron cuarenta días después de pascua.
Durante ellos, el Señor tuvo encuentros con sus
132
discípulos. Les dijo: -Quedaos en Jerusalén y
aguardad al auxiliador que el Padre os va a
enviar. Juan bautizó con agua junto al río
Jordán. Vosotros seréis bautizados con el
Espíritu Santo. Luego seréis mis testigos, aquí
en Jerusalén y en todos los países, hasta los
últimos lugares de la tierra.
Después de decir todas estas cosas a sus
discípulos, Jesús fue elevado al cielo. Llegó una
nube y lo ocultó. Los discípulos, como
hechizados, se quedaron mirando al cielo.
Entonces llegaron dos varones con vestiduras
blancas. Les dijeron: -¿Qué hacéis ahí parados,
mirando al cielo? Jesús, que los dejó para
marcharse al cielo, volverá a venir. Lo
reconoceréis (Hch 1, 1-11).

133
94. El nuevo pueblo de Dios:
la Iglesia de Jesucristo
El día de Pentecostés, todos los discípulos de
Jesús, tanto hombres como mujeres, estaban
reunidos en la misma casa. Aguardaban al
auxiliador prometido por Jesús. De repente, un
ruido del cielo, como de viento recio, resonó en
toda la casa donde se encontraban, y aparecieron
lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno
de los presentes. Todos quedaron llenos del
Espíritu Santo. Alababan a Dios y ensalzaban a
Jesucristo su Hijo.
Muchas personas habían acudido a Jerusalén,
desde lejanas tierras, para celebrar la fiesta. La
gente se apiñó ante la casa en que estaban los
discípulos. Todos estaban asombrados, porque
cada uno oía hablar en su propia lengua a los
discípulos de Jesús. Desconcertados, se decían
unos a otros: -¿Qué significará eso? Entonces
Pedro comenzó a hablar. Alzó la voz:
-Escuchadme. Os explicaré todo. Aquí y en
este día se está haciendo realidad lo que el
profeta Joel había anunciado en nombre de Dios.
Al fin de los tiempos, Dios concederá a todos los
hombres su Espíritu. Os acordáis de Jesús de
Nazaret. Él vino por encargo de Dios y realizó las
obras de Dios. Vosotros lo presenciasteis. Dios
entregó a su Hijo: vosotros lo acusasteis e
hicisteis que los romanos lo condenaran. Él
murió en la cruz. Pero Dios lo resucitó de la
muerte. Todos nosotros somos sus testigos. Dios
lo ha exaltado. Y él es el mesías.
134
Las palabras de Pedro llegaron al corazón de
muchas personas. Preguntaron: -¿Qué debemos
hacer, hermanos? Pedro respondió: -Cambiad
vuestra vida. Haceos bautizar en el nombre de
Jesucristo, para el perdón de los pecados. Y
entonces Dios os concederá el Espíritu Santo.
Muchos hicieron caso de Pedro y pidieron que
los bautizaran. Sólo en ese día, tres mil personas
pasaron a formar parte de la comunidad de
Jesucristo (Hch 2, 1-41).

95. Vivir con Jesús. Morir por él


A partir de entonces, los apóstoles actuaron en
Jerusalén. Curaban a los enfermos y daban
135
testimonio de la vida y de la muerte de Jesús.
Cada vez era mayor el número de creyentes. Los
sumos sacerdotes y los maestros de Israel
querían que la gente olvidara a Jesús. Por eso,
prendieron a los apóstoles, los procesaron y les
prohibieron enseñar en el nombre de Jesús. Pero
los apóstoles hicieron caso omiso de esa
prohibición. Esteban, uno de los primeros
diáconos, murió apedreado. Antes de sucumbir
bajo la granizada de piedras que le arrojaban,
exclamó: -Veo el cielo abierto. Veo al hijo del
hombre; está a la derecha de Dios. ¡Señor Jesús,
recíbeme!
En Jerusalén se persiguió a la comunidad de
los que creían en Jesús. Todos los que
confesaban su fe eran desterrados de la
ciudad. Pero adondequiera que llegaban,
proclam aban lo que Dios, por medio de
Jesucristo, había hecho en favor de los
hombres. En todos los lugares fundaban
nuevas comunidades (Hch 2-8).

96. Pablo, apóstol de las gentes


Pablo era un judío piadoso. Conocía a fondo
las Sagradas Escrituras y estaba convencido de
que Jesús no podía ser el salvador, sino que
seducía al pueblo. Por eso, Pablo iba de una
ciudad a otra, para apartar de su fe o castigar a
los que creían en Jesús. Cuando galopaba
camino de Damasco para buscar allí a los
136
cristianos y traerlos encadenados a Jerusalén,
tuvo una experiencia que transformó toda su
vida. De repente le envolvió una luz que venía
del cielo. Pablo cayó a tierra y escuchó una voz
que le decía: -¿Por qué me persigues?
Pablo no sabía lo que le había pasado.
Preguntó: -¿Quién eres tú, Señor? Y escuchó la
respuesta: -Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Ahora, levántate y entra en la ciudad. Allí te
dirán lo que debes hacer. Pablo fue a Damasco.
Allí encontró a Ananías, discípulo de Jesús.
Ananías no quería creer que Pablo hubiera
tenido una aparición del Señor y se hubiera
hecho discípulo. Pero el Señor le dijo: -Yo he
elegido a Pablo. El cuidará de que todas las
gentes conozcan mi nombre. Entonces Ananías
recibió a Pablo en la comunidad cristiana.
Desde entonces, Pablo no fue perseguidor de
los cristianos, sino predicador de Cristo. En
Damasco y en las demás ciudades proclamó que
Jesucristo es el salvador. Se convirtió en
predicador itinerante; hablaba en las casas de
oración de los judíos. Fundó comunidades de
cristianos. Trabajó para que los judíos y los
griegos y los hombres de todas las naciones del
mundo formaran, todos juntos, el nuevo pueblo
de Dios.
Pablo fue perseguido y tuvo que huir de una
ciudad a otra, hasta llegar a Grecia. Escribió
cartas a las comunidades fundadas por él. En
esas cartas exhorta a las comunidades y las
fortalece en la fe. Dice lo que significa para todos
137
los hombres la fe en Jesucristo, y lo que significa
vivir como cristiano. Finalmente, Pablo fue
apresado en Jerusalén y enviado como cautivo a
Roma. Allí fue condenado y ejecutado. Murió
por Jesucristo (Hch 9-28).

97, Pablo escribe a las comunidades


Jesús murió, fue resucitado y está sentado
en un trono a la derecha de Dios. Jesús

138
intercede por nosotros. ¿Qué podrá separamos
de Cristo y de su amor: las tribulaciones o las
angustias, el hambre o el frío, la persecución o
la muerte? Todo eso lo vencemos porque él
nos ama. Estoy completamente seguro: Ningún
poder de este mundo podrá separarnos de él
(Rom 8, 34-39).
Vosotros creéis en Jesucristo, y por ello sois
hijas e hijos de Dios. Estáis bautizados y
pertenecéis a la comunidad de Jesucristo. Dentro
de esa comunidad no se pregunta ya si uno es
judío o griego, esclavo o libre, varón o mujer.
Pues todos han llegado a ser una sola cosa en
Cristo (Gál 3, 26-28).
Estad siempre alegres. Orad constantemente.
Dad gracias por todo. Eso es lo que Dios espera de
los que confiesan su fe en Jesucristo. Permaneced
abiertos a todo lo que el Espíritu os diga.
Examinadlo todo; retened lo bueno. Manteneos
alejados de todo lo malo (1 Tes 5, 16-22).
El amor de Cristo nos apremia. Porque
hemos llegado a saber: Uno solo murió por
todos, para que los que viven no vivan ya para
sí sino para aquel que murió y resucitó por
ellos (2 Cor 5, 14-15).
¡Hermanos queridos! Alegraos, animaos unos
a otros, no disputéis unos con otros, y vivid en
paz. Entonces, el Dios del amor y de la paz
estará con vosotros. La gracia de Jesucristo el
Señor, el amor de Dios y la comunión del
Espíritu Santo permanezcan con todos vosotros
(2 Cor 13, 11.13).
139
98. No vivimos como los que no tienen
esperanza
Dios regala la vida. Todos los seres vivos viven
gracias a él. Aunque uno viva setenta años y el más
robusto hasta ochenta, su afán es fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan (Sal 90, 10).
Todos los hombres deben morir algún día. Y
ellos se preguntan: ¿Podrá más la muerte que
Dios? Pero los creyentes están seguros. Saben
muy bien que la vida de Dios es más poderosa
que la muerte. El amor divino no nos abandona.
Hay en la Biblia una oración que expresa muy
bien lo que muchos esperan:
-Tú no me entregas a la muerte; a quien confía
en ti no le dejas para siempre en la tumba. Me
haces conocer el camino hacia la vida. Tu
presencia me llena de alegría. Tu mano derecha
me acaricia siempre (Sal 16, 10-11).
Pablo escribe: -Hermanos, os escribo sobre
vuestros muertos, para que no estéis tristes
como los que no tienen esperanza. Porque si
Jesús murió y resucitó, y eso lo creemos
firmemente, entonces Dios llevará con Jesús a
los que murieron con él (1 Tes 4, 13-14).
Los profetas de Israel hablan del «día del
Señor». Se refieren al día en que desaparecerán
todos los poderosos de la tierra, porque el Señor
viene para reunir a su pueblo y reinar entre ellos.
El «día del Señor» es el «último día» de este
mundo nuestro que se acaba. En ese día
transformará Dios a toda la creación. Se acabarán
las injusticias, el pecado y el sufrimiento.
140
En aquel día, el cielo se deshará en un gran
incendio y las cosas se derretirán con el fuego.
Pero nosotros, como Dios nos lo ha prometido,
aguardamos un nuevo cielo y una nueva tierra
en los que habite la justicia (2 Pe 3, 12-13).
Los discípulos de Jesús están impacientes. Le
preguntan: -Dinos, ¿cuándo comenzará el reino
de Dios? Jesús les responde: -Nadie conoce el día
ni la hora, ni siquiera los ángeles del cielo.
Tampoco el Hijo, sino únicamente el Padre
(Mt 24, 36; Me 13, 32). Pero una cosa tenéis que
hacer: No os descuidéis. Estad siempre alerta.
Porque no sabéis en qué día vendrá nuestro
Señor (Mt 24, 42).
Cuando llegue el Señor de la Creación para
colmar su obra, juzgará a los vivos y a los
muertos. En ese juicio sabrán los hombres que
no hay más que un solo Señor y que no hay más
que un solo amor. Y sabrán que no hay más que
una verdadera desgracia: la de verse excluidos de
la comunión con Dios. Y sabrán que no hay más
que una felicidad: la de vivir en comunión con
Dios.
Pablo escribe: -Dios no nos destinó para ser
juzgados por su ira, sino para que nos salvemos
por medio de Jesucristo nuestro Señor. Él murió
por nosotros para que vivamos unidos con él
(1 Tes 5, 9-10).
Jesús le dice a un padre que lloraba mucho
porque se le había muerto su hijita: -¡No te
angusties! -¡Ten fe! (Me 5, 36).
141
99. El mundo nuevo de Dios
El vidente Juan contempla el mundo nuevo de
Dios. Escribe así: -Vi un cielo nuevo y una tierra
nueva. Ya no existen el primer cielo, la tierra
antigua ni el mar. Vi la nueva Jerusalén que
descendía del cielo y venía de Dios. Y oí una voz
potente que decía: -Desde ahora Dios habitará
con los hombres. Ellos serán su pueblo y él
estará para siempre con ellos. Enjugará las
lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte ni
llanto ni queja ni dolor. Todo lo de antes ya pasó.
Y el que estaba sentado en el trono dijo: Mirad,
ahora hago nuevas todas las cosas.
¡Sí! ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 21, 1-5).

142
INDICE
DE LOS LIBROS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Los orígenes 22. El pueblo quiere tener un rey .... 41


1. Dios crea el mundo.................... 3 23. David, el pastor de Belén ........... 43
2. Dios regala a los hombres el paraíso 5 24. David, rey de Jerusalén ............. 45
3. Los hombres pierden el paraíso .. 6 25. Un cántico de David...... ........... 47
4. Caín y Abel........... ....... ............. 9 26. Salomón edifica una casa para
5. Noé y el diluvio......................... 10 Dios.......................................... 47
27. Proverbios de Salomón ............. 48
28. Dos reyes en un solo pueblo ...... 49
Los patriarcas
29. El Dios vivo................. 50
6. Dios llama a Abrahán................ 13 30. El Dios poderoso <.............. 51
7. Dios hace una alianza con Abrahán 14 31. El Dios único ............ 53
8. La fe de Abrahán ..................... . 15 32. Dios llama a su lado a Elias....... 54
9. Isaac, Esaú y Jacob ................... 17 33. Los hambrientos comen hasta
10. José, llevado a Egipto................ 20 saciarse............................... 55
11. Jacob Vsus hijos van a Egipto... 22 34. Un signo de Dios para su pueblo .. 56
35. El profeta Amos acusa .............. 57
Moisés conduce al pueblo 36. Jeremías advierte que llegará el
por el desierto castigo de Dios.......................... 58
37. Dios quiere perdonar a su pueblo 60
12. Dios salva a Moisés ................... 25
38. El regreso de Babilonia............. 60
13. Dios envía a Moisés................... 27
39. Cántico de los que regresan a la
14. ¡Deja en libertad a mi pueblo! .... 29
patria ........... 61
15. La primera noche de pascua...... 30
16. Dios salva a su pueblo............... 32
17. Dios cuida de su pueblo............ 33 Esperando al mesías
18. Dios elige un pueblo.................. 35
19. Reglas de conducta.................... 37 40. El pueblo judío.................. 62
20. La muerte de Moisés ................. 38 41. Job pide a Dios una respuesta.... 64
42. Jonás aprende a conocer a Dios .. 67
43. El reino de Dios ............ 69
Reyes y profetas 44. El cántico del siervo de Dios ...... 70
21. En la tierra prometida............. . 40 45. El mundo nuevo de Dios............ 70

DE LOS LIBROS DEL NUEVO TESTAMENTO

Dios cumple su palabra: 48. Jesús nace en Belén................... 75


Jesús es el mesías 49. Jesús es el rev de los judíos ....... 77
46. Jesús es el Hijo del Altísimo .... 73 50. Jesús es perseguido ................... 78
47 Jesús se llama Enmanuel: Dios 51. Jesús debe ocuparse de las cosas
con nosotros............................. 74 de Dios......... ................ ............ 79

143
52. La confesión de fe del bautista .... 81
53. El testimonio del Padre............. 82

¡Cambiad de vida! Jesús enseña y cura


54. El mensaje de Jesús................... 83
55. Unos pescadores deciden seguir a
Jesús ............. ...................... . 84
56. Un signo de su gloria y poder divino 85
57. Un paralitico echa a andar ........ 87
58. Jesús llama a un pecador........... 89
59. Jesús elige doce apóstoles...... . 90
60. Jesús elige un pueblo................. 91
61. Reglas de conducta de Jesús...... 92
62. La oración de los discípulos de
Jesús ........................................ 94
63. Jesús devuelve la vida a un muerto 94
64. ¿Por qué tenéis miedo? .............. 95
65. Los hambrientos se sacian......... 96
66. El pan de la vida........................ 97
67. La confesión de fe de los discípulos 99
68. El testimonio del Padre............... 100

Jesús enseña acerca de la vida


con Dios y con los hombres
69. ¿Aquién concede Dios vida eterna? 10)
70. ¿A quiénes recibirá Dios en su
reino?.........................................103
71. El error del labrador rico........... 104
72. La oveja perdida ................ 105
73. El buen pastor ........................... 106
74. El padre y sus dos hijos .............. 107
75. Un rico y un mendigo ............... 109
76. La historia del que se sentía justo
y de un recaudador de impuestos 111

144
77. Un ciego cree .............................112
78. Zaqueo cambia de vida ............. 113

Muerto - Sepultado - Resucitado


79. Jesús va a Jerusalén para celebrar
la pascua............................,......114
80. El discípulo Judas traiciona a su
Señor................. 116
81. La última cena........................... 117
82. La señal distintiva de los discípulos
de Jesús 118
83. Jesús ora en el monte de los olivos 120
84. Pedro niega a su Señor ............... 121
85. Jesús ante el Consejo Supremo ... 123
86. El proceso ante Pilato ........ 124
87. Jesús muere en la cruz................125
88. Jesús es sepultado....................... 127
89. El mensaje del ángel....................127
90. Dos discípulos se encuentran con
el resucitado ....................... 129
91. El encuentro en Jerusalén..........131
92. El Señor envía sus mensajeros a
todas las naciones.......................131

Jesús se queda con nosotros


93. Jesús se despide de los discípulos 132
94. El nuevo pueblo de Dios: la Iglesia
de Jesucristo...............................134
95. Vivir con Jesús. Morir por é l........135
96. Pablo, apóstol de las gentes .........136
97. Pablo escribe a las comunidades . 138
98. No vivimos como los que no tienen
esperanza ...................................140
99. El mundo nuevo de Dios............. 142

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