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“Un día en la vida de la colectividad salvadoreña”

UNIVERSIDAD DE EL SALVADOR
Facultad Multidisciplinaria de Occidente
Escuela de Posgrados
Maestría en Estudios de Cultura Centroamericana
Cátedra de Literatura del Testimonio

“Un día en la vida de la colectividad salvadoreña”

Presentado por: Licda. Evelin Patricia Guerra Lima

Según Lara Martínez (en Argueta, 2011) es inconcebible hablar de literatura


salvadoreña y no hablar de Manlio Argueta; ya que representa uno de los escritores más
emblemáticos de El Salvador. Por ejemplo, una de sus obras “un día en la vida”, escrita
en 1980, representa la imagen de El Salvador ante los países extranjeros, puesto que
países como Estados Unidos continúan siendo lectura obligatoria en los departamentos
de literatura, antropología, historia y ciencias políticas en muchas de sus universidades.

Por tanto, observamos la importancia que esta novela testimonial ha tenido en el


panorama literario salvadoreño. Ha sido traducida a varias lenguas europeas y se agenció
el Premio Nacional de Novela otorgado por la Universidad Centroamericana en El
Salvador. Todos esos logros, no solo obtenidos con “Un día en la vida”, sino con obras
como: “El valle de las hamacas”, Premio Nacional de Novela en 1968; “Caperucita en la
zona roja”, Premio Casa de las Américas en la Habana, Cuba en 1977, entre otras, han
hecho de Manlio Argueta una de las cartas de presentación que todo salvadoreño tiene
en cuanto a su literatura.

Ahora bien, “Un día en la vida” es una novela testimonial que a través de la
técnica del monólogo interior de Lupe, Adolfina, María Pía y en algunas ocasiones
Chepe y Ellos (haciendo alusión a los soldados) describe eso, un día en la vida de los
campesinos durante el período previo al desarrollo de la guerra civil de El Salvador
(1980-1992). La novela comienza con la voz de Lupe a las 5:30 am y concluye con su
misma voz a las 5:00 pm.

Guadalupe es una típica mujer campesina que se hace cargo de sus hijos y de los
“oficios” de la casa mientras su marido Chepe trabaja de jornalero en las fincas.
También es típica la vida que llevan; ya que como lo describe la novela, comen frijoles,
“Un día en la vida de la colectividad salvadoreña”
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Cátedra de Literatura del Testimonio

tortillas, el café que nunca falta, se alimentan con lo que hay; sus hijos padecen de
lombrices o mueren “desmoyerados”, el hombre pasa trabajando las tierras ajenas de sol
a sol a cambio de un mísero salario (si se le puede llamar salario) para proveer de tortilla
con sal a su familia.

Sin embargo, esta familia compuesta por dos hijos mayores María Pía (madre de
Adolfina) y Justino, tres hijos pequeños, madre y padre enfrentan más que solo vivir el
día a día, pues ser campesinos salvadoreños a finales de 1970 representaba una ofensa
para el gobierno militar, dado que tras años de dictaduras militares (a partir de 1931 con
el General Maximiliano Martínez, quien gobernó hasta 1944) los derechos humanos no
existían para los salvadoreños y más aún si se era campesino como ellos.

En esta novela se ponen en evidencia todos los abusos y atrocidades que los
campesinos debían vivir si los militares se enteraban que “andaban en algo”, es decir con
la Asociación Cristiana Comunista, que les enseñaba a exigir mejoras en sus salarios,
bajos costos de las semillas para las siembras, entre otros. No obstante, el Gobierno lo
tomaba como una afrenta para tratar de derrocarlo.

Es así que los militares golpean tanto hombres como mujeres hasta por
contestarles según ellos mal, por no tener respeto por la autoridad. Resultaba fácil sacar
a cualquier campesino de su casa y llevárselo para investigarlo, luego los torturaban y
más tarde tiraban sus cuerpos en barrancas o cañadas, o los decapitaban y empalaban sus
cuerpos, como el caso de Justino: “Yo sentí que no hiciste un solo gesto al ver cómo te
llegaba el machetazo al cuello” (p.119).

La novela concluye con la muerte de Chepe, quien por “andar en algo” en su afán
de exigir bajos precios a las semillas fue considerado comunista. Lupe narra cómo lo
llevaron ante ella y su nieta Adolfina, con la cara y el cuerpo destrozado, habiendo
perdido un ojo y apenas sosteniéndose en pie para preguntarles si lo conocían. A lo que
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Lupe tuvo que responder que no, pues ya le había hecho jurar antes que si eso sucedía
debía negarlo para salvarse ella y a sus hijos pequeños. Los soldados se lo llevan y Lupe
piensa cómo aparecerá su cuerpo después de ese momento, pues los hombres que la
guardia se llevaba jamás aparecían vivos.

La edición de 2011 de “Un día en la vida” tiene en su portada imágenes


emblemáticas, entre ellas: una anciana con un cartel que dice “Desaparecido” y al lado
una fotografía de un hombre; un helicóptero militar, camión lleno de soldados y al lado
un hombre y una mujer que caminan con la cabeza inclinada en señal de respeto o de
miedo y al centro de la portada una mujer y una anciana cocinando (podría a ser para su
familia de sangre o para su familia comunista). Todas esas imágenes representan un
paratexto de la obra. Ya que reflejan la forma de vida de hombres y mujeres que debían
someterse a los abusos de “la autoridad”, pero también representan los ideales de los
campesinos de cambiar el panorama de sus vidas a través de la revolución.

Por otro lado, en “Un día en la vida” no solo evidenciamos el deseo de cambio en
cuanto al sistema político sino social en general. La mujer, por ejemplo, ya no es la
típica niña de 15 años que está lista para acompañarse, criar hijos y hacerse cargo de los
oficios de la casa. Aquí comenzamos a ver un cambio en el rol de la mujer
comprometida con su patria, con exigir sus derechos y observamos como muchachas de
13 a 15 años como el caso de María Romelia y Adolfina quienes participan en marchas
como la del Banco y mujeres como las dos maestras que participan directamente en la
toma de Catedral Metropolitana. Ya no se habla de la mujer que espera impacientemente
a su marido sino de la mujer que quiere un cambio para todos a través de la
manifestación ante las injusticas.

Ahora bien, no cabe duda que la sociedad salvadoreña ha cambiado desde los
acuerdos de paz, los derechos humanos cambiaron también la figura del enemigo del
salvadoreño. En la época que el libro describe los enemigos eran los militares quienes
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Cátedra de Literatura del Testimonio

golpeaban, violaban, torturaba y asesinabas. En la actualidad (2019) el panorama es


distinto; si en durante 1970 y 1980 ver a un militar era síntoma de angustia, en la
actualidad en El Salvador es síntoma de alivio pues la violencia ocasionada por las
pandillas ha hecho que veamos en ellos una solución a las nuevas masacres de mujeres,
hombres y niños, no a manos del Gobierno pero sí debido a él.

“Un día en la vida” es una novela testimonial que trata el tiempo de una forma
excepciona; ya que al narrar la historia en tan solo un día el escritor recurre al flashback
dentro del mismo monólogo interior del personaje principal, Lupe. Dentro de ese
monólogo interior se encuentran los regresos en el tiempo sobre situaciones específicas
de marchas, protestas o torturas. Asimismo, se evidencia una forma poética de narrar a
través de las suaves descripciones de Lupe, sobre su entorno, sobre la mañana, sobre las
aves, sobre Pijiriche su perro y sobre el amor, admiración y abnegación por su marido
Chepe. Evidenciamos cómo el amor por él se vuelve una especie de bálsamo o atenuante
ante todas las vicisitudes de la vida, incluso para la muerte de su hijo Justino.

Al ser una novela testimonial se evidencia la combinación entre lo literario


(tratamiento del tiempo, la descripción, entre otros) y la verosimilitud de cada uno de los
testimonios de los personajes sobre las principales eventualidades de la época contados
desde cada uno de sus puntos de vista. No cabe duda que Manlio Argueta representa un
día en la vida de cualquier campesino de la época pues dentro del día a día también se
necesita en el otro, el bien común.

Referencia:

Argueta, M. (2001). Un día en la vida. El Salvador. D.P.I.

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