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17/11/2019 Arminianismo, la vía media, bíblica y equilibrada – Pensamiento Pentecostal Arminiano

INTRODUCCIÓN

Muchos cristianos temen identificarse como calvinistas o arminianos. Dicen estar hartos de las
etiquetas y de los conflictos teológicos entre ambos sistemas. Muchos incluso reclaman estar
posicionados teológicamente en un término medio entre el calvinismo y el arminianismo. Otros
intentan justificar su indecisión con slogans piadosos: “¡Yo solo predico la Biblia!” Te dirán. “¡No sigo
a hombres!” Argumentan otros. “Yo soy simplemente cristiano, no soy ni calvinista ni arminiano”
Dice la mayoría. No culpo a estas personas por rendirse en su intento por comprender un poco
(cuando menos) la inmensidad de quién es Dios, muy en el fondo quizá los inspire un deseo de ser
pacificador, o cualquier otra razón. Los más honestos quizá admitan: “No sé, estoy indeciso, ambos
sistemas teológicos tienen fuerte sustento en la Palabra de Dios. Eso me confunde.” ¿Es ese tu caso?

¿EXISTE UN SISTEMA QUE EQUILIBRE


BÍBLICAMENTE LA CUESTIÓN DE LA SOBERANÍA
DIVINA Y EL ALBEDRÍO Y LA RESPONSABILIDAD
HUMANA? ¿EXISTE UNA VÍA INTERMEDIA ENTRE
AMBAS VERDADES BÍBLICAS?
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Sí, la hay. Existe una vía intermedia y equilibrada: ¡Se llama arminianismo! Muchos cristianos anhelan
creer que hay espacio en la Biblia para una soberanía fuerte y meticulosa, y a la vez para la libertad
humana. Un sistema que le dé a Dios la gloria debida a su nombre, que reconozca su soberanía sin
necesidad de convertirlo en un titiritero universal ni difamar su carácter. ¿Adivina qué? ¡Eso es
arminianismo! La verdad es que, pese a todo lo malo que se pueda decir de nosotros en círculos
reformados, los arminianos simplemente amamos la Biblia y dejamos espacio para ambas
posibilidades.

El problema es que lo que muchos conocen es una tergiversación del arminianismo. En círculos
calvinistas al arminianismo se le ha llamado erróneamente semipelagianismo, si no es que
pelagianismo absoluto. El pelagianismo es la creencia de que nosotros trabajamos para ganarnos la
salvación. Como si nos despertáramos un día y dijéramos: “Sabes, quiero ser salvo”, y luego salgo a
buscar a Dios y digo: “Oye, sálvame”. Y Dios respondiera: “¡Me encontraste! ¡Mereces ser salvo!
¡Toma! Pero ten cuidado, ahora estás solo en esto y, con cada error que cometas, puedes perder tu
salvación y tendrás que empezar de cero una vez más”. No, ¡Eso no es arminianismo!

Jacobo Arminio, y los verdaderos representantes de su pensamiento creemos en una soberanía fuerte
y meticulosa, en la que Dios busca a los pecadores, despierta sus corazones a su gracia y atrae a las
personas, a menudo poco dispuestas como son, y los salva. Todo por su gracia y para su gloria. Para
nosotros los arminianos ¡Incluso la misma fe es un regalo de la misericordiosa gracia de Dios!

“Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un
regalo de Dios. La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así
que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo. Pues somos la obra maestra de Dios. Él
nos creó de nuevo en Cristo Jesús…” (Efesios 2:8-9, NTV)

Es su gracia la que vence esa incredulidad inherente en el hombre y la mujer no regenerados. Creemos
que, por la culpa y la maldad de los hombres, y en parte a la justa venganza de Dios, que abandona,
ciega y endurece a los pecadores, todo el género humano está bajo maldición y bajo la esclavitud del
pecado. Es su gracia la que nos libera para creer, es su gracia la venció nuestra resistencia natural; es
por su gracia que hoy somos salvos por medio de la fe. ¿Atribuimos con esto mérito alguno al hombre
por su salvación? ¡En ninguna manera! Antes bien afirmamos junto al profeta Jonás:

“Pero yo te ofreceré sacrificios con cantos de alabanza, y cumpliré todas mis promesas. Pues
mi salvación viene solo del Señor».” (Jonás 2:9)

Cuando los calvinistas no acusan de ser pelagianos o semipelagianos demuestran un pobre


conocimiento de la teología arminiana. Si eres uno de esos calvinistas que han vivido engañados
acerca de nosotros, déjame explicarme un poco nuestras verdaderas creencias. Quizá así tus prejuicios
puedan desaparecer o, por lo menos, disminuir.

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PELAGIANISMO Y SEMIPELAGIANISMO

El pelagianismo es la doctrina enseñada por Pelagio (siglos IV-V), un monje británico, ascético y
acusado de heresiarca, quien negaba el pecado original y afirmaba que la gracia divina no era
necesaria, ni gratuita, sino merecida por un esfuerzo en la práctica de la misma; sufrió una dura
persecución por parte de la Iglesia de Roma tras enseñar ideas consideradas heréticas por los líderes
de ésta.

La doctrina de Pelagio enseña que el pecado de Adán no afectó a las futuras generaciones de la
humanidad. Según el Pelagianismo, el pecado de Adán era únicamente suyo, y los descendientes de
Adán no heredaron una naturaleza pecaminosa transmitida a ellos. Él creía que Dios crea
directamente a cada alma humana, y, por lo tanto, cada alma humana comienza en la inocencia y está
originalmente libre de pecado. No somos básicamente malos, dice la enseñanza pelagiana; somos
básicamente buenos.

Pelagio enfatizó la libertad de la voluntad humana, enseñando esencialmente que todo pecado es el
resultado de una elección consciente del mal sobre el bien; todos tienen la capacidad de elegir
libremente hacer el bien todo el tiempo. Y, puesto que no hay tal cosa como el pecado original o una
naturaleza pecaminosa heredada, entonces no podemos culpar a Adán. Dios nos creó buenos, así que
nadie tiene una excusa para pecar. Si no estás viviendo una vida santa, es porque no te esfuerzas lo
suficiente.

La característica principal del pelagianismo es su dependencia de la libertad humana y de la fuerza de


voluntad, en lugar de la gracia de Dios. Sin embargo, al decir que todos poseemos un poder inherente
para elegir la santidad para nosotros mismos, Pelagio dejó sin efecto la gracia de Dios. El

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Pelagianismo cree que los seres humanos podemos elegir obedecer los mandamientos de Dios, y, si
tan sólo conociéramos nuestra verdadera naturaleza, podríamos agradar a Dios y salvarnos a nosotros
mismos.

Pelagio y sus doctrinas fueron combatidos por Agustín de Hipona y condenados por el Concilio de
Cartago en el año 418 d.C., el mismo año en que Pelagio fue excomulgado. Sin embargo, la doctrina no
desapareció y tuvo que ser condenada de nuevo por el Concilio de Éfeso (431 d.C.) y por los concilios
eclesiásticos posteriores. El pelagianismo sobrevive hasta el día de hoy y aparece en cualquier
enseñanza de carácter humanista, antropocéntrica y en aquellos sistemas que, a pesar de identificarse
como cristianos, creen en la salvación por obras.

¿Qué podemos decir acerca del semipelagianismo? El término “semipelagianismo” fue acuñado en el
siglo XVI para designar un movimiento religioso complejo, polarizado en torno a los problemas de la
gracia, la predestinación y el libre albedrío. Sus oponentes lo llamaron las «reliquias de la corrupción
pelagiana». Sus representantes más destacados fueron Juan Casiano, abad de San Víctor en Marsella;
Vicente de Leríns y Fausto de Riez.

¿Qué creían los semipelagianos? Los semipelagianos admitían, en contraposición Pelagio, la necesidad
de la gracia para el crecimiento en la fe y la perseverancia en el bien, pero afirman que en el alma
humana reside una semilla de virtudes cristianas y es ella la que inicia el acto de fe, la cual es
considerada una obra del propio querer. Es decir, excluyen la gracia del inicio de la conversión,
haciéndola intervenir sólo posteriormente: al hombre se le debe el inicio de la conversión; a Dios, la
perseverancia.[1]

Aunque los semipelagianos creían que la caída de Adán tuvo consecuencias para sus descendientes,
por cuanto están físicamente conectados con él, también afirman que el estado moral que entró en
vigor en la raza humana como resultado de la transgresión de Adán no es uno de pecado y culpa, sino
de debilidad, carencia y enfermedad.[2] Para el semipelagianismo, la caída no fue tan profunda, sino
que permitió que el hombre conservarse un poco de su voluntad para cooperar en su salvación.

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Enseñaban que el hombre retenía una medida de libertad con la cual puede cooperar con la gracia de
Dios. La voluntad del hombre ha sido debilitada y su naturaleza afectada por la Caída, pero él no es
totalmente depravado.[3]

El semipelagianismo pretendía ser el punto de equilibrio entre el agustinianismo y el pelagianismo.


Pero la perspectiva semipelagiana del pecado original, apenas se apartaba de las ideas de Pelagio y
estaba abierta a las mismas objeciones. Los semipelagianos consideraban la doctrina agustiniana de la
predestinación como un «horrendo sacrilegio» que apaga en el alma la esperanza cristiana, frena la
iniciativa en el hombre y limita la eficacia redentora de la sangre de Cristo. Su doctrina sobre el
pecado original enseñaba que el pecado de Adán debilitó, mas no extinguió en nosotros, el vigor del
libre albedrío. Con la caída, el libre albedrío quedó sencillamente debilitado. Según el
semipelagianismo, al hombre le cuesta luchar contra el mal y practicar la virtud, sin embargo, no le es
imposible. No hay excusa para el malvado y la desobediencia a la ley es producto de una voluntad
libre y señora de sus actos.[4] Al menos en este punto, los semipelagianos coincidían con Agustín.

¿QUÉ ASPECTOS DIFERENCIAN AL ARMINIANISMO


DEL PELAGIANISMO Y EL SEMIPELAGIANISMO?

Al estudiar las diferencias entre estos tres sistemas, salen a debate 5 cuestiones teológicas principales:

1. Cómo Dios gobierna sobre el mundo (Providencia)


2. La naturaleza del pecado (depravación)
3. La condicionalidad de la salvación (Elección)
4. El papel de la gracia (gracia preventiva)
5. La naturaleza de la expiación (Expiación)

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I.- LA PROVIDENCIA (COMO DIOS GOBIERNA SOBRE EL


MUNDO):

La Providencia Divina se define como el medio por y a través del cual Dios gobierna todas las cosas
en el universo. La doctrina de la Providencia Divina afirma que Dios está en control absoluto de todas
las cosas. Esto incluye al universo en su totalidad (Salmo 103:19), el mundo físico (Mateo 5:45), los
asuntos de las naciones (Salmo 66:7), el nacimiento del ser humano y su destino (Gálatas 1:15), los
éxitos y los fracasos humanos (Lucas 1:52), y la protección de Su pueblo (Salmo 4:8). Esta doctrina se
opone directamente a la idea de que el universo sea gobernado por la casualidad o el destino. El
propósito, o la meta, de la providencia divina es llevar a cabo la voluntad de Dios. Para asegurar que
Sus propósitos sean cumplidos, Dios gobierna los asuntos del hombre y obra a través del orden
natural de las cosas. Las leyes naturales son nada más que una representación de Dios obrando en el
universo.

Dicho de otra manera, la doctrina de la providencia divina afirma que Dios, desde la eternidad, por el
sabio y santo consejo de Su voluntad, ordenó libre e inalterablemente todo lo que sucede. Sin
embargo, lo hizo de tal manera, que Dios ni es autor del pecado, ni hace violencia al libre albedrío de
sus criaturas, ni quita la libertad ni contingencia de las causas secundarias, sino más bien las establece.
Según la doctrina de la providencia Divina, el medio principal por el cual Dios cumple Su voluntad es
a través de causas secundarias (las leyes naturales, la elección del hombre). En otras palabras, Dios
obra indirectamente a través de estas causas secundarias para cumplir Su voluntad.
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Los seres humanos no somos libres de escoger o actuar fuera de la voluntad de Dios. Todo lo que
hacemos y todo lo que elegimos está en plena conformidad con la voluntad de Dios, aun nuestras
decisiones pecaminosas (Génesis 50:20). Al final de cuentas, es Dios Quien controla nuestras
decisiones y acciones (Génesis 45:5; Deuteronomio 8:18; Proverbios 21:1). Sin embargo, pretendiendo
hacer malabares teológicos, el calvinismo afirma que, aunque Dios lo determina todo de antemano, Él
lo hace de tal manera que esto no viole nuestra responsabilidad como agentes moralmente libres, ni
tampoco invalide la realidad de nuestra decisión. A esto se le denomina compatibilismo.[5]

La cuestión de la Providencia es quizá el único aspecto en el cual estos tres sistemas (arminianismo,
pelagianismo y semipelagianismo) se unen contra el agustinianismo/calvinismo y mantienen algún
grado de acercamiento entre sí. Las tres posiciones rechazan la noción de determinismo (la idea de
que todo lo que sucede debe haber sucedido o fue la voluntad directa de Dios). A su vez, las tres
posiciones defienden el concepto de Libre Albedrio Libertario, o libertarianismo, el cual puede
definirse como la conjunción de un rechazo al compatibilismo junto con la afirmación de que los
humanos (al menos ocasionalmente) poseen libre albedrío. Es decir que el libertarianismo afirma que
poseemos libertad de responsabilidad moral y racional[6] y que la libertad necesaria para una acción
responsable no es compatible con el determinismo.[7]

En este sentido, de acuerdo con la enseñanza arminiana, un agente toma decisiones (al menos algunas
veces) de acuerdo con el librepensamiento (razón), y no sujeto irremediablemente a las leyes
deterministas de la naturaleza, a la manipulación de Dios sobre su voluntad o cualquier otra cosa. Por
lo tanto, si los humanos somos libres y podemos pensar y tomar nuestras propias decisiones, también
nos responsabilizamos por estas elecciones y acciones. Esta capacidad es la esencia del libre albedrío
libertario y la Biblia es consistente con ella de principio a fin. En 1 Corintios 10:13 se nos dice:

“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que
no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la
tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.”

De acuerdo con Pablo, cada vez que hemos pecado, Dios nos ha provisto una salida para que no
tengamos que hacerlo. Entonces, se deduce que cuando pecamos, fuimos capaces de no pecar, y
pudimos no haber pecado si así lo hubiéramos elegido. Ni Dios ni nadie determinó que cayéramos.
Fue nuestra elección. Sin embargo, elegimos pecar libremente de todos modos. De esto se deduce que
tenemos libre albedrío. Puesto que somos capaces de no pecar, somos, por consiguiente, responsables
de nuestro pecado. No podemos escapar de nuestro pecado diciendo: “el diablo me obligó a hacerlo”.
Peor aún, jamás podríamos argumentar que fue Dios quien, en su soberanía, predeterminó que
pecásemos de tal o cual forma. Somos responsables por nuestros propios pensamientos (2 Corintios
10:5 y Colosenses 2:8) y acciones.

Sin embargo, si bien estamos de acuerdo con la idea de Libre Albedrío Libertariano, los arminianos
tendemos a pensarlo de manera diferente a como lo haría un pelagiano o semipelagiano. El
arminianismo se centra en la creencia en la bondad de Dios. Entonces, para nosotros, el Libre Albedrío
Libertario es principalmente un concepto teórico. En otras palabras, el Libre Albedrío Libertario es
una mera conclusión a la que llegamos para defender el carácter y la personalidad de Dios de la
acusación de que Él creó el mal, o de que Él hace el mal. De hecho, los arminianos conocedores rara
vez hablan del Libre albedrío Libertariano. Cuando hablamos de salvación o moralidad, preferimos
hacerlo en términos de fe o gracia. Esto no es así con los pelagianos. El pelagianismo se ocupa
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principalmente de la gestión de la moral. Entonces, el pelagiano está más enfocado en cómo el Libre
Albedrío Libertario nos da el poder de hacer lo que es bueno. Esto también es cierto para la mayoría
de los semipelagianos. Su enfoque está en usar nuestras voluntades para obtener el control de
nuestras vidas y acciones, no en defender el honor, carácter y bondad de Dios.

II.- LA DEPRAVACIÓN DEL HOMBRE Y LA NATURALEZA DEL


PECADO

El arminianismo se distancia del pelagianismo y el semipelagianismo en su doctrina acerca de la


depravación del hombre. Los pelagianos creen que los humanos nacen moralmente neutrales o
buenos. El pecado es algo que tenemos que aprender. Como tal, depende de la persona elegir lo
bueno y evitar lo malo. Los semipelagianos están de acuerdo en este punto, aunque a veces admitirán
algún daño o discapacidad que exista en nuestras almas, lo que obstaculizará el bien. En otras
palabras, a menudo creen en la naturaleza del pecado. Pero, aun así, creen que nacemos capaces de
hacer el bien.

Los arminianos no podríamos estar más en desacuerdo. En este punto nos unimos a nuestros
hermanos calvinistas en su afirmación de que los humanos nacemos depravados: inclinados hacia lo
que es malo, pecaminosos y egoístas por naturaleza. Los arminianos creemos en la depravación total
del hombre. Creemos que el ser humano no tiene gracia salvadora de sí mismo, ni de la energía de su
libre albedrío, en la medida en que él, en el estado de apostasía y pecado, no puede por sí mismo ni
pensar, ni desear, ni hacer nada que sea realmente bueno. Esto incluye la fe salvadora, la cual el
hombre es incapaz de ejercer por sí mismo sin auxilio de la gracia.

Arminio escribió:

“En este estado [tras la Caída] el libre albedrío del hombre hacia el verdadero bien no solo
está herido, tullido, enfermo, deformado y debilitado, sino también encarcelado, destruido y
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perdido. Y, hasta que llega la asistencia de la Gracia, sus poderes no sólo están debilitados e
inútiles, sino que no existen excepto cuando los estimula la Gracia Divina: Puesto que Cristo
ha dicho: ‘Separados de mí, nada podéis hacer’… Cristo no dice, ‘separados de mí no podéis
hacer más que unas pocas cosas’, ni tampoco, ‘separados de mí no podéis hacer ninguna cosa
difícil’, o ‘separados de mí vais a tener muchas dificultades para hacer las cosas’. Lo que dice
es ‘separados de mí nada podéis hacer’…”[8]

El Tercer Artículo de la Remonstrancia afirma:

“El hombre no posee fe salvadora por sí mismo, ni a partir del poder de su libre albedrío, visto
que, en su estado de apostasía y de pecado, no puede, de sí y por sí mismo, pensar, querer o
hacer, algo de bueno (que sea verdaderamente bueno tal como es, primeramente, la fe
salvadora); pero, es necesario que Dios, en Cristo, por su Espíritu Santo, lo regenere y lo
renueve en el intelecto, en las emociones o en la voluntad, y en todos sus poderes, con el fin
de que él pueda correctamente entender, meditar, querer y proseguir en lo que es
verdaderamente bueno, como está escrito en Juan 15.5 “porque separados de mí nada podéis
hacer.” (RVR1960)”[9]

Pero el arminianismo va más allá en sus afirmaciones. El Cuarto Artículo de la Remonstrancia afirma:

“Esta gracia de Dios es el principio, el progreso y la consumación de todo lo bueno, tanto que
ni siquiera un hombre regenerado puede, por sí mismo, sin esta precedente o preveniente,
excitante, progresiva y cooperante gracia, querer o terminar cualquier bien, mucho menos
resistir a cualquier tentación al mal. Por ello, todas las buenas obras y buenas acciones que
puedan ser pensadas, deben ser atribuidas a la gracia de Dios en Cristo…”[10]

En la teología arminiana el hombre está caído, desamparado espiritualmente y en estado de esclavitud


de la voluntad. No hay ninguna habilidad humana natural dando al hombre condiciones para iniciar
su salvación. A causa de la Caída, los hombres nacen, espiritual y moralmente, en estado de total
depravación, y por lo tanto son incapaces de realizar cualquier bien delante de Dios sin el amparo de
su gracia preveniente. Tal incapacidad es física, intelectual y volitiva. Todo aspecto de la naturaleza y
la personalidad humana se ven afectados. No hay ningún bien espiritual que el ser humano pueda
hacer aparte de la gracia divina. Solamente por la gracia los efectos del pecado original pueden ser
superados y el ser humano, finalmente, podrá cumplir los mandamientos espirituales de Dios. La
depravación total es extensiva, alcanzando, incluso, el libre albedrío. Por causa de la Caída la
voluntad humana se tornó esclava del pecado. ¿Qué significa esto? Qué la voluntad del hombre se
tornó perversa, su intelecto se oscureció, y sus afectos quedaron alienados; cada área de su vida quedó
sujeta a servidumbre.

La Biblia, Arminio y los arminianos en general, reconocemos que la mente de un hombre carnal y
natural es obscura y sombría, que sus afectos son corruptos y excesivos, que su voluntad es obstinada
y desobediente, y que el hombre sin Cristo está muerto en delitos y pecados. De ello encontramos
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amplias referencias bíblicas: Nuestro cuerpo (Romanos 6:6,12 Romanos 7:24), la razón humana
(Romanos 1:21; 2 Corintios 3:14-15), las emociones humanas (Gálatas 5:24, 2 Timoteo 3:2-4), y la
voluntad misma del hombre (Romanos 6:17) han sido afectadas por el pecado. Por tal razón, todo
verdadero arminiano defiende (en oposición al pelagianismo y el semipelagianismo) la doctrina de la
depravación total. No somos culpables de negar dicha verdad como nos acusa el calvinismo. Los
arminianos creemos que los humanos son totalmente incapaces de hacer cualquier bien espiritual
aparte de la gracia divina.

III.- LA CONDICIONALIDAD DE LA SALVACIÓN, ELECCIÓN Y


EL PAPEL DE LAS OBRAS

Como se señaló con anterioridad, el pelagianismo se ocupa principalmente de fomentar la buena


moral. No es de extrañar entonces que su punto de vista sobre la salvación sea legalista. Los
pelagianistas creen que para ser salvo, uno debe vivir de acuerdo con la ley de Dios. Los que viven
bien serán salvados, y los que no lo hagan serán condenados.

El semipelagiano también es legalista. Sin embargo, a diferencia de los pelagianos, no creen en la


perfección moral, sino en la lucha por la perfección moral. Aquellos que buscan al Señor recibirán
asistencia para hacer lo correcto, y luego serán salvos. Sin embargo, primero debemos tomar la
iniciativa e invitar a Dios a nuestras vidas. Esto nos lleva a aclarar un punto importante: Mucho de lo
que los calvinistas a menudo etiquetan como arminianismo en realidad no lo es. Los sistemas
legalistas y de salvación por obras propios de sectas como los adventistas del séptimo día, mormones,
testigos de Jehová, el catolicismo e incluso muchas iglesias que se dicen evangélicas, son en realidad
semipelagianismo, no arminianismo. Es falta de integridad en los calvinistas afirmar que nosotros, los
arminianos, practicamos un sistema de salvación por obras.

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En el arminianismo, la elección está condicionada a la fe en Jesucristo, no a mis propios méritos.


Ahora bien, la fe salvadora no es lo mismo que la simple creencia. No es que yo crea que Jesús es el
Cristo; sino más bien que creo en Jesús, quien es el Cristo. No es lo que hago o lo que sé; es a quién
conozco. Es la confianza y dependencia de Cristo lo que trae salvación, para que ningún hombre
pueda jactarse. Entonces, no es por nuestras acciones o nuestros logros, que somos salvos, sino por
estar en la presencia de nuestro Señor, Jesús el Cristo.

Para los pelagianos y semipelagianos, la elección para salvación depende de mis obras. De mi
capacidad para perseverar y guardar los mandamientos. De mi buen récord como de fidelidad como
creyente. En este sentido, para el pelagiano y el semipelagiano, la elección de Dios sobre mí depende
de lo que yo haga para que él me considere un elegido. Nuestra obediencia le impone a Dios los
términos de la elección. Por el eso el pelagiano y el semipelagiano no puede tener ni seguridad, ni
certeza de su salvación. Vive en una constante pérdida y recuperación de la misma en base a sus
obras, siempre luchando por la perfección moral y creyendo que, sin la misma, su salvación no es
segura Lamentablemente esto es lo que se enseña en muchas iglesias evangélicas hoy día. Pero eso
tampoco es arminianismo. En el arminianismo, las decisiones eternas de Dios son hechas sin ninguna
condición impuesta sobre Él. Dios ha decretado de manera incondicional una elección condicional,
escogiendo individuos como creyentes, a fin de salvarlos por gracia, por medio de la fe.

Los arminianos creemos que la gracia inmerecida del Señor es necesaria “ya que por las obras de la ley
ningún ser humano será justificado delante de él” (Romanos 3:20). La única manera de recibir la gracia
salvadora de Dios es a través de la fe en Cristo:

“pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de dios…la justicia de dios por
medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él” (romanos 3:21-22).

Creemos que la gracia salvadora resulta en nuestra santificación, y que a través de ella Dios nos
conforma a la imagen de Cristo. En el momento de la salvación por gracia a través de la fe, Dios nos
hace nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Y Él promete nunca abandonar a Sus hijos:

“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).

Por eso, mi salvación no depende de mi capacidad para obedecer, ni de mi buen récord como
creyente, sino de Dios. Los arminianos creemos además que no tenemos nada en nosotros que nos
lleve a buscar a Dios (Romanos 3:10-11); no tenemos “gracia salvadora” por nuestra propia cuenta.
Siendo básicamente inaceptables ante Dios, creemos firmemente que la salvación es la obra de Dios. Él
da la gracia que necesitamos. Nuestra “gracia salvadora” es Cristo mismo. Su obra en la cruz es lo que
nos salva, no nuestro propio mérito.

Los arminianos jamás hemos enseñado ni enseñaremos un sistema de salvación por obras.
Enfatizamos, ciertamente, que la fe genuina en Cristo va a producir una vida cambiada y buenas obras
(Santiago 2:20-26). Pero no creemos que la justificación es por fe más obras, sino que más bien una
persona verdaderamente justificada por fe, va a tener buenas obras en su vida. Si una persona afirma
ser un creyente, pero no tiene buenas obras en su vida, entonces es probable que no tenga una fe

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genuina en Cristo (Santiago 2:14, 17, 20, 26). Pablo, el apóstol de la gracia, dice lo mismo en sus
escritos. Los buenos frutos que los creyentes deberían tener en su vida, se mencionan en Gálatas 5:22-
23. Inmediatamente después de decirnos que somos salvos por fe y no por obras (Efesios 2:8-9), Pablo
nos informa que fuimos creados para hacer buenas obras (Efesios 2:10).

IV.- EL PAPEL DE LA GRACIA (GRACIA PREVENTIVA)

Otro punto importante de divergencia con pelagianos y semipelagianos es nuestra comprensión de la


gracia. Todos los cristianos, desde los pelagianos hasta los calvinistas, creen que Dios nos otorga
gracia antes de que seamos salvos. Donde todos diferimos es cuál es el acto, o actos de gracia, que
ocurren antes de la salvación.

Los pelagianos tienen la comprensión más inusual de esto. Para ellos, la gracia preveniente de Dios es
que nos creó con libre albedrío y una naturaleza moralmente neutral. Los semipelagianos consideran
que, puesto que nacemos parcialmente discapacitados, la ley de Dios es tan estricta que es imposible
cumplirla. Por lo tanto, la gracia preveniente de Dios está dando a los humanos la fuerza para hacer lo
correcto, si lo invocan.

Sin embargo, los arminianos ven a Dios como mucho más activo en la vida de sus hijos y menos
obsesionado con la perfección moral. Más bien vemos la gracia preveniente como algo que viene antes
de que hagamos algo o tan siquiera la invoquemos como afirman los semipelagianos. La gracia
preventiva es el primer acto de Dios dentro de la vida de cada persona. Es el sustento continuo de
cada persona a lo largo de sus vidas caídas, y la atracción de cada persona al conocimiento de su Hijo.
Los pelagianos piensan que Dios es amable y bueno por crearnos libres y ese fue su acto de gracia. Los
semipelagianos piensan que Dios es amable por ayudarnos una vez le hallamos encontrado por
cuenta propia. Los arminianos en cambio, creemos que Dios es bueno y muestra su gracia por
alcanzarnos cuando aún éramos enemigos.

En la teología arminiana, la salvación comienza con lo que es usualmente llamado “gracia


preveniente”; la cual incluye el primer deseo de agradar a Dios, el primer albor de luz en relación con
la voluntad de Él, y la primera leve y transitoria convicción de haber pecado contra Él. La gracia se
describe como la manifestación de la bondad de Dios, que afectuosamente se vuelve hacia el hombre
en estado de miseria y, con amor, envía a su Hijo “para que todo aquel que en él cree tenga la vida

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17/11/2019 Arminianismo, la vía media, bíblica y equilibrada – Pensamiento Pentecostal Arminiano

eterna” (Juan 3:16). Dios toma la iniciativa en el proceso de salvación: Busca al pecador, lo redarguye
de pecado, produce en él arrepentimiento y fe, lo regenera, justifica al pecador arrepentido y, en
Cristo Jesús, le concede el derecho filial y la salvación.

Para el arminiano, la gracia es la obra del Espíritu Santo operando en el entendimiento y en la


voluntad de la persona realizando una regeneración, infundiendo en el pecador (desprovisto de
cualquier condición de pensar y hacer cualquier cosa buena) fe, esperanza y amor. La gracia es
también la asistencia continua del Espíritu Santo inspirando al hombre en cuanto a las cosas buenas,
infundiendo pensamientos loables y buenos deseos.

Este modo de concebir la gracia, coloca al arminianismo en una posición cómoda para mostrar cuán
injustas son las acusaciones calvinistas de que el arminianismo es una especie de semipelagianismo
(por no decir pelagianismo puro) y que reduce la gracia a una posición de segunda categoría, dándole
un valor desmesurado al libre albedrío humano por encima de la gracia de Dios. El arminianismo
jamás ha afirmado que el hombre puede salvarse a sí mismo.[11] Son los calvinistas quienes así lo han
querido entender.

V.- LA NATURALEZA DE LA EXPIACIÓN

Los arminianos creemos en la doctrina de la expiación sustitutiva. Desde la perspectiva arminiana,


Cristo tomó nuestro lugar en la cruz por nuestros pecados. La descripción exacta de cómo funciona
esto ha variado en el pensamiento arminiano, pero el efecto no. La teología arminiana entiende la
muerte de Cristo como un sacrificio y el cumplimiento del culto sacrificial del Antiguo Testamento. Él
es el sacrificio del verdadero pacto; así como el antiguo pacto fue confirmado por el sacrificio del
pacto (Éxodo 24: 3-11), así también la sangre de Cristo es la sangre del nuevo pacto (Mateo 26:28;
Marcos 14:24; Hebreos 9: 13).

Cristo es un sacrificio sustitutivo, la víctima del sacrificio por nuestros pecados (Efesios 5:2; Hebreos
9:26; 10:12), una ofrenda (Efesios 5:2; Hebreos 10:10, 14, 18); un rescate (Mateo 20:28; Marcos 10:45; 1
Timoteo 2:6) y, por lo tanto, denota el precio de la liberación, un rescate para comprar la libertad de
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alguien de la prisión, y por lo tanto un medio de expiación, una sacrificio por el cual cubrir el pecado
de otras personas y así salvarlos de la muerte.

En concordancia con la Biblia, el arminianismo enseña que Cristo fue el pago (1 Corintios 6:20; 7:23; 1
Pedro 1: 18-19), el precio pagado por la compra de nuestra libertad; una ofrenda por el pecado que fue
hecha pecado por nosotros (2 Corintios 5:21; 1 Juan 2:2; 4:10); el cordero pascual que fue asesinado por
nosotros (Juan 19:36, 1 Corintios 5:7), el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y es
asesinado para ese fin (Juan 1:29, 36; Hechos 8:32; 1 Pedro 1:19; Apocalipsis 5: 6; etc.). Él es una
expiación (Romanos 3:25), un sacrificio de expiación, quien fue hecho maldición por nosotros (Gálatas
3:13) y quitó la maldición de la ley.

Los arminianos creemos que somos personas pecaminosas, y la muerte de Cristo quita nuestros
pecados y nos justifica. Una vez que la sangre de Cristo nos ha limpiado, estamos total y
completamente justificados. Esto nos separa ampliamente del pelagianismo y el semipelagianismo.
¿En qué forma? ¿Qué diferencia al arminianismo de esas dos corrientes heréticas en relación con su
entendimiento de la expiación? Para empezar, el semipelagianismo, no posee una postura definida en
esta área. Algunos aceptan la expiación sustitutiva, otros creen que la cruz solo quita la naturaleza del
pecado, y luego depende de nosotros vivir una vida mejor. La visión pelagiana es aún más radical.
Creen que la muerte de Cristo en la cruz es solamente un ejemplo para nosotros. Su autosacrificio es la
última demostración de la ética cristiana y la principal inspiración para vivir una vida moral, pero
solo eso. Esta es, probablemente, la parte del pelagianismo que más molesta a calvinistas y
arminianos.

Ante esto me pregunto: ¿Cómo puede un calvinista, con limpia conciencia, acusar a un arminiano de
ser pelagiano o semipelagiano? ¿En verdad no entiende nuestra doctrina o simplemente actúa con
malicia? Nuevamente, prefiero creer lo primero.

ARMINIANOS Y CALVINISTAS, MÁS CERCA DE LO


QUE CREES
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Como lo destaqué en un artículo anterior, es un mito popular que el calvinismo y el arminianismo


sean totalmente opuestos, o que chocamos en todos nuestros puntos de vista. De hecho, somos más
parecidos de lo que muchos se atreven a admitir. Por eso me pregunto, ¿Cuál es el criterio que usan
algunos para hacernos lucir como eternos adversarios y siempre contrarios al calvinismo? ¿El TULIP?
¿Ignoran acaso que los verdaderos arminianos somos más que simplemente lo contrario al TULIP
calvinista? Si no leíste mi artículo anterior: “Calvinistas: ¿Hermanos o enemigos?” quiero invitarte a
analizar conmigo el TULIP calvinista y compararlo con las creencias arminianas. El resultado quizá te
sorprenda. ¡Comencemos!

(1) DEPRAVACIÓN TOTAL: En realidad, tanto los calvinistas como los arminianos estamos
plenamente de acuerdo en que la raza humana es 100% incapaz de hacer el bien o de tan siquiera
desear a Dios sin el auxilio de la gracia. Esto quedó claro al abordar las diferencias entre
pelagianos, semipelagianos y arminianos. La depravación total y extensiva del ser humano es un
hecho indiscutible en el cual, tanto calvinistas como arminianos, nos estrechamos la mano en
señal de mutuo acuerdo.

(2) ELECCIÓN INCONDICIONAL: Se podría decir que los calvinistas creen que Dios eligió
incondicionalmente salvar a algunas personas, mientras que los arminianos creemos que Dios
eligió incondicionalmente brindar la oportunidad de salvación a todas las personas. Esto no es
una cuestión de oposición, sino simplemente una cuestión de quién es capaz de recibir y
beneficiarse de la salvación ofrecida por gracia. John Wesley, padre del metodismo y un
reconocido arminiano, afirmó:

“Con respecto a la… Elección incondicional, creo lo siguiente: Que Dios, antes de la fundación del mundo, eligió
incondicionalmente a ciertas personas para realizar ciertas labores, como por ejemplo a Pablo para predicar el evangelio; que ha
elegido incondicionalmente a algunas naciones para recibir ciertos privilegios especiales; en particular la nación judía; que ha
elegido incondicionalmente a algunas naciones para escuchar el evangelio… en la actualidad, y muchas otras en las edades
pasadas; que ha elegido incondicionalmente a ciertas personas para disfrutar de muchas ventajas especiales, tanto en lo que
respecta a lo temporal como a lo espiritual; y no niego (aunque no puedo demostrar que sea así) que ha elegido
incondicionalmente a algunas personas a la gloria eterna. Empero no puedo creer lo siguiente: Que todos aquellos que no han
sido elegidos así para la gloria deben perecer para siempre; o que haya un alma en la tierra que jamás haya tenido la posibilidad
de escapar de la condenación eterna.”[12]

(3) EXPIACIÓN LIMITADA: Los arminianos y los calvinistas simplemente no estamos de


acuerdo sobre lo que es limitado con respecto a la expiación (es decir, lo que logra el sacrificio
de Jesús). Los calvinistas limitan infamemente el alcance de la expiación, afirmando que Jesús
murió solo por los elegidos, que Él no derramó Su sangre por toda la humanidad, porque
aquellos predestinados por Dios al infierno no tenían la oportunidad del cielo y punto. Los
arminianos sí creemos en una expiación limitada, pero no al estilo calvinista. Los arminianos
limitamos la expiación en términos de su efecto, aunque creemos que la sangre es capaz de
salvar a todas las personas, a esta gracia se accede solo por la fe (Romanos 5:2). Al igual que los

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